24. Pero, ¿por qué no te dije antes que te amaba?
Nxdia - She likes a boy (0:44 - 1:30)
Una vez que me admito a mí misma cuáles son estos sentimientos y que significan; que estoy enamorada de Jazmín. Tomo el truco, para nada sano de Lennox, y guardo los sentimientos en una caja. Poniéndolos ahí con cuidado y dejándolos en una parte muy oscura de mi mente, dónde me digo que estarán a salvo y yo puedo seguir estando segura con mis barreras en alto.
No hagas eso —me regaña Lennox—. No es bueno para ti.
Pero, ¿qué más puedo hacer? Admitir mis sentimientos y, ¿luego qué? Si en el mejor de los casos —ni siquiera me gusta pensar en ello para no bañarme en ilusiones—, Jazmín podría sentir lo mismo, incluso ahí, las cosas no funcionarían. Henry no lo permitiría, y por más egoísta que sea, no puedo arrastrar a Jazmín a este infierno. No sería justo permitir que la oscuridad que me envuelve empiece a absorber su luz, como lo hacen los agujeros negros.
De todas formas, Jazmín está con Spencer y es feliz con él.
Tan feliz que me duele y me siento mal por sentirme de esta manera porque ella es mi mejor amiga y debería estar feliz al verla siendo feliz. No debería tener está clase de sentimientos burbujeando dentro de mi pecho, pero los tengo y por más que intento no puedo deshacerme de ellos.
El resto de pensamientos se atascan en mi mente cuando un aroma demasiado familiar flota sobre mi nariz. Bajo el vaso con la bebida que llevo demasiado tiempo contemplando y giro mi cabeza para saludar al rostro familiar que pensé que no volvería a ver.
Holden.
Por supuesto que ella estaría aquí, es asistente legal de Silver Lab, los laboratorios de la familia de Spencer.
—Ha sido un tiempo —murmura con esa sonrisa brillante que lograba eclipsar todo lo demás.
Oh, Holden, ¿cómo me puedes seguir sonriendo de esa manera después de que rompí tu corazón?
—¿Ya te vas?
La pregunta de la mujer que descansa en la cama aún algo adormilada me hace mover la cabeza en su dirección.
—Sí, lo siento.
Holden, se sienta en la cama y la familiaridad de sus gestos mientras se quita los vástagos del sueño, encienden una alerta en mi cabeza recordándome que esto ya ha ido más allá de algo casual.
—¿Por qué te estás disculpando? No tienes que disculparte cada vez que me dejas.
Lo sé, lo entiendo muy bien y no soy de las personas que se disculpa, en realidad casi nunca lo hago, pero Holden suele ser la excepción a esa regla. La dulce, buena y desinteresada Holden. Quién nunca me exige más de lo que puedo dar.
Sé que no tengo que disculparme con ella por irme, pero al mismo tiempo, siento que necesito hacerlo. Porque de alguna manera quiero que ella sepa que me disculpo por no elegirla cada vez, por dejarla cuando sé que ella quiere que me quede y yo quiero quedarme. Una disculpa por amarla en secreto y no de forma abierta como Holden lo merece.
Lo siento por no darnos una oportunidad real —es lo que quiero decir y jamás digo.
—Es bueno verte de nuevo, Drea —saluda y mueve su cabeza hacia el barman—. Tomaré lo mismo que ella está tomando.
Sonrío y vuelvo a mirar la bebida en mi mano, tratando de reprimir el impulso de preguntarle cómo está. Porque no tengo derecho a saber sobre ella, no después de la última noche que pasamos juntas.
El camarero coloca el whisky frente a Holden y observo como envuelve sus dedos alrededor del vaso, pero no hace ningún movimiento para tomar un trago.
—Salud —le digo, chocando mi vaso contra el suyo.
Holden sonríe de forma cálida ante el tintineo del vaso, pero al dar un sorbo, su rostro se vuelve de forma instantánea, en una mueca amarga. Tose y farfulla, colocando una mano en su pecho y respira de forma rápida varias veces.
No puedo evitar sonreír al verla. Algunas cosas no cambian.
—El whisky sigue sin ser tu bebida. ¿Cierto?
Niega con la cabeza.
—Hace poco leí en un libro —empieza a decir, aunque su voz todavía es tensa—, que una mujer se acerca a otra en un bar y le dice que tomará lo mismo que ella y rápidamente entablan una conversación.
Mi sonrisa se vuelve aún más amplia.
—Estoy segura que hay formas más fáciles de entablar una conversación.
Ella iguala mi sonrisa, aunque poco a poco va disminuyendo y estoy segura que se por qué.
La conversación que tuvimos la última vez regresa a mi mente.
—¿Drea? ¿Crees que algún día tendremos más que esto?
Ahí está, la pregunta que había he estado tratando de evitar.
Las cosas con Holden comenzaron de la misma manera que el resto con mucho coqueteo, pero Holden era diferente, demasiado tímida para devolver mi coqueteo descarado, demasiado suave para poder que lidiar con mis bordes dañados. Demasiado brillante para querer compartir con ella mi oscuridad.
—¿Por qué? —pregunto— Está es la génesis de nuestra relación, ¿por qué querer cambiar las cosas?
—Porque yo te...
—¡No! No lo digas. Tan solo no lo digas.
Puedo ver lo que mi reacción le está haciendo, la herida que mis palabras le están provocando y, sin embargo, no me detengo. Soy como una bomba de tiempo cuyo cronómetro ha empezado a funcionar y nadie lo puede detener.
—¿Por qué no quieres que lo diga? Sabes lo que siento, lo has sabido durante un largo tiempo. ¿Qué va a cambiar si lo digo?
¿Cómo podía alguien tan jodido y roto como yo amar a alguien tan puro y bueno como Holden Reed? E incluso sí pudiera, las cosas no funcionarían para nosotras.
Y tal vez es una forma que tiene la vida de decirme que no soy digna de algo tan delicado y valioso como es el amor.
—Todo. Si lo dices será demasiado, Holden.
Será real, quiero decirle.
—¿De qué tienes tanto miedo, Drea?
No sé cómo explicarle a alguien de buen corazón como ella, a alguien que no ha sido corrompido de ninguna manera, que las personas como yo amamos la sensación de ser amados, es algo que anhelamos, que necesitamos e intentamos ocultar nuestro deseo por él. Pero, ¿amar? No, ni siquiera creemos saber lo que eso significa.
—De esto. De ti. De lo que podríamos ser, de lo que significaría para mí carrera si fuéramos algo. ¡No puedo arriesgar mi carrera! Ni por ti, ni por nadie.
—¿Vas a regresar? —me pregunta ella—. ¿O esto es todo?
—Creo que lo mejor para las dos es que yo no regrese.
Los dedos de Holden alrededor de mi mano me regresan al presente.
—Lo recordaré la próxima vez —murmura.
Nos quedamos en silencio por un momento.
—He conocido a alguien —dice, sus dedos están jugueteando con uno de mis anillos—. Es maravillosa, realmente me gusta.
—¿Sí? Es bueno escuchar eso, estoy feliz por ti. Lo mereces.
Merece a alguien que no la esconda y que tenga miedo de amar porque no se siente digna de ser amada.
—Sabes que tú también puedes tener eso —musita y luego me mira a los ojos—. Podríamos haber tenido una oportunidad.
Ella tiene razón.
Podría haber tenido a la chica.
—Holden, ¿cuántas veces hemos tenido está conversación? Siempre fuiste demasiado buena para mí.
—No es verdad. Tenías demasiado miedo y aún lo sigues teniendo, lo cual es una pena. Creo que tú y yo hubiéramos sido muy felices juntas. A veces me pregunto, ¿sabes? Cómo sería si las cosas entre nosotras hubieran sido diferentes.
Suelto un suspiro.
—Si, yo también —admito, en un tono más suave del que pretendía—. Pero las cosas no son diferentes. Tal vez en otra vida somos todo eso que no pudimos en esta.
—La teoría del multiverso.
—Sí.
Pude tener a la chica —pienso de nuevo—, pero la perdí por mis miedos. Dejé que ellos ganen.
Muevo mi rostro y miro a Jazmín, la cumpleañera y la razón de esta fiesta, quien está con Spencer y los hermanos de él, conversando y riendo, veo como Lennox y Remy se unen a ellos.
De alguna manera, mis celos se han vuelto más dolorosos desde que me di cuenta de que son.
—Me gusta alguien —confieso—, pero a ella le gusta alguien más.
Estos días he llegado a la dolorosa conclusión que no hay forma de olvidar a Jazmín, lo cual es encantador y aterrador en partes iguales.
—¿No vas a decir que lo merezco?
—No —responde—, jamás te diría aquello.
Lo sé, ese fue el problema principal y por qué decidí dejarla: Holden es demasiado buena para mí.
Estaba en un terrible momento de mi vida cuando la conocí. No es que ahora este mejor, pero al menos acepto la terapia y estoy trabajando en mis problemas, algo que ni siquiera había considerado en aquella época.
—¿Se lo has dicho?
—No, no tiene sentido.
—Nunca lo sabrás si no lo intentas.
Vuelvo a mirar en dirección hacia Jazmín y me arrepiento al instante porque veo justo el momento en que Spencer deja un beso en los labios de ella.
Y de repente todo parece estar en llamas.
¿Por qué me duele tanto?
No entiendo porque, cuando Emilia empezó a salir con Tristán y los veía besarse, me dolía, sentía algo tan desgarrador en mi pecho, pero ahora, al ver que Jazmín se inclina hacia adelante, con una sonrisa en su rostro y besa a Spencer, siento como si cada parte de mí se rompiera lentamente. Un millón de puñales de hielo atravesando mi pecho.
—Fue bueno verte, Holden y me alegra mucho que hayas conocido a alguien. Espero que nos podamos volver a ver. Llámame, aún tengo el mismo número.
Dejo un beso en su mejilla y me alejo hacia la salida, buscando de forma desesperada calmar este dolor que siento.
Duele. Duele demasiado.
Es como ese momento en dónde se rompe algo importante, algo que sabes que no se puede reemplazar y lo primero que quieres hacer es arreglarlo. Tomarlo y fingir que las piezas rotas esparcidas a tu alrededor pueden volver a juntarse y que estará bien.
No entiendo porque me siento así respecto a Jazmín. Con Emilia al menos tenía una "relación", estábamos de alguna manera juntas. Pero no tengo ningún derecho sobre Jazmín, no debería haber una razón por la cual me sienta así: con resentimiento y decepción palpitando en mi corazón.
—¿Qué pasa? —me pregunta Katie, quien se para a mi lado en la baranda de la terraza del lugar donde se está llevando a cabo la fiesta— Y no me digas nada, sé que te sucede algo.
No tiene sentido mentirle a Katie, pero pasa un largo momento antes de que pueda sacar las palabras de mi boca.
—Creo que estoy enamorada de Jazmín.
El rostro de mi hermana no muestra ninguna emoción y eso me frustra un poco.
—¿Crees?
—No, estoy segura que estoy enamorada de Jazmín.
Decirlo en voz alta lo vuelve aún más real y doloroso.
—¿Y recién ahora te estás dando cuenta?
No estoy exactamente segura de cuando me enamoré de la chica. Éramos amigas un día y luego mejores amigas al siguiente, y después no podía pasar un día sin hablar con ella o verla porque cuando ella no estaba cerca sentía un enorme agujero en mi pecho.
Nada se siente bien sin ella.
—No, o si, no lo sé. No pensaba en ella de esta manera antes, pero desde hace un tiempo para acá... Ya no pude dejar de pensar en ella, de imaginarme un futuro con Jazmín, y es tan doloroso, porque no puede suceder ya que ella tiene a Spencer. Está con él y eso me está matando por dentro, Katie. Quiero ser yo, quiero ser la que la haga reír, quien tome su mano y se vaya con ella a casa.
Quiero más de lo que tengo, pero no puedo, aunque quiera, ser codiciosa respecto a Jazmín.
—Pero ya la haces reír, tomas su mano y te vas con ella a casa.
—¡Cómo su mejor amiga! Y quiero más.
Los ojos verdes de Katie se entrecierran en la oscuridad de la noche.
—¿Qué debo hacer?
La respuesta de mi hermana es inmediata.
—Ella tiene novio, un novio que consiguió por recomendación tuya, pero, sobre todo, Jazmín es feliz.
—Lo sé.
La culpa se instala en mi pecho.
—No es justo. Nunca consigo lo que quiero.
—Podrías, Drea. Pudiste, pero no estabas lista y el mundo no se va a detener a esperarte. Además, hacer que tus sentimientos sean una carga para Jazmín tampoco es justo. Porque si se lo dices la estás haciendo escoger entre su relación con Spencer y tú. Y ella te va a escoger, no hay duda que lo hará, pero le romperá el corazón tener que lastimarlo.
Odio los triángulos amorosos.
—Pero al final del día nada de eso importa, Drea. ¿Sabes que es lo único que importa?
—¿Qué?
—¿Realmente sabes lo que quieres?
—La quiero a ella.
Se ríe y ladea la cabeza.
—¿Y qué vas hacer?
Esa es la cuestión, ¿verdad?
¿Qué haré? ¿Qué hago?
—No tiene sentido decirle —finalmente respondo—. Ella está feliz, tengo que dejarla ser feliz.
—¿Estás segura?
No.
—Sí.
Katie, quien odia los abrazos, coloca un brazo alrededor de mis hombros y me rodea con el otro, dejando un beso en mi cabeza.
—¿Qué harías tú en mi lugar?
Guarda silencio por un largo tiempo.
—Me ofrecieron la oportunidad de abrir mi propio restaurante en París —me cuenta.
—¿Te vas?
—Aun no.
—Pero te vas a ir.
Me vas a dejar —es lo que quiero decirle.
—Aun no —vuelve a decir—. Falta mucho, un año y medio más o menos. Pero ahí tienes tu respuesta, ¿qué haría yo? Escogerme a mí y lo que quiero. Siempre voy primero.
Nos quedamos en silencio después de eso, hasta que Katie lo rompe diciendo que va a regresar a la fiesta, me pregunta si quiero regresar y solo niego con la cabeza murmurando un vago luego.
Aún no estoy lista para volver a ver a Spencer y Jazmín juntos.
—Oye, extraña.
Giro mi cara para encontrarme con la sonrisa de Jazmín.
—Te extrañé —musita y se acerca a mí, casi recostando el costado de su cuerpo contra el mío.
Coloca sus brazos sobre la baranda y descansa su cabeza contra mi hombro.
La veo buscar algo en su teléfono y pone el reproductor de música en aleatorio, deja el teléfono sobre la baranda y me mira.
—Yo también te extrañé, Jaz.
Giro mi cuerpo y recuesto mi cadera contra la baranda y nuestros rostros están a tan solo un metro de distancia. No me doy cuenta de lo que estoy haciendo hasta que veo como mis dedos cepillan un mechón de su cabello y lo coloco detrás de su oreja, sin siquiera pensar en ello.
Las acciones se desdibujan y mis mejillas se calientan, suelo coquetear. Mucho. Pero soy buena controlando mis acciones o lo era.
¿Desde cuándo me olvidé por completo de la inhibición?
—¿Cómo lo hacen todos los demás? —pregunto sin darme cuenta que he hecho la pregunta en voz alta hasta que veo como las cejas de Jaz se juntan en señal de confusión.
—¿Hacer qué?
—Superar a alguien.
La veo dar un paso hacia atrás y cruzar sus brazos sobre su pecho.
—Oh, pensé que ya habías superado a Emilia.
—Así es, no es sobre ella. Esto es incluso peor, un millón de veces peor porque esta persona vale la pena, ella es... Lo es todo.
Muevo mis ojos hacia las luces de la ciudad y suelto un largo suspiro.
—Vaya, eso suena serio, aunque suele ser al revés. Eres tú de quien las personas están enamoradas.
—Solo para quienes no me conocen.
Regreso mi mirada hacia Jazmín, pero a diferencia de otras veces, ella no me está mirando.
—Y dime, ¿quién es esta persona bendecida de tener el afecto de Drea Reagan?
La miro e intento descubrir como detener los fuertes latidos de mi corazón que están empezando a golpear mis oídos y al mismo tiempo, estoy tratando de detener todos los pensamientos intrusivos que me gritan que acorte la distancia y la bese.
—No importa, es una causa perdida.
—¿Segura que lo es? No imagino a alguien rechazándote.
Sonrío, pero es una sonrisa vacía.
—No debí enamorarme de ella —confieso—, y no le gusto de esa manera.
Sigo caminando en mi maldito circuito de autosabotaje, ya acostumbrada a mi tendencia a la atracción por las cosas que me pueden destruir.
—¿La conozco?
Suelto una risa amarga.
—Sí. Tú la conoces.
—Entonces, ¿tal vez pueda ayudarte?
Ladeo la cabeza y vuelvo a soltar una risa seca y llena de amargura.
Si tan solo supieras, Jaz.
—Lo tendré en mente.
No me presiona para obtener más información, entendiendo que ya no quiero hablar del tema y deja que muera ahí, al menos por ahora.
Copio su postura y me pierdo un momento en la forma que sus ojos brillan justo ahora. Me pierdo en el momento y en estar a su lado, y siento que mi corazón podría explotar.
—Dioses, me encanta esta canción —murmura.
Me da una mirada que no creo haber visto antes en ella. Sus ojos brillan de una forma muy peculiar. Su mirada es intensa y algo ilegible.
Sonríe y extiende su mano hacia mí.
—¿Bailas conmigo? —pregunta en voz baja.
Oh no.
Esto no puede estar sucediendo.
De fondo suena accidentally in love y pienso que esto es una especie de Karma a todas las malas decisiones que he tomado en mi vida.
—No le puedes decir que no a la cumpleañera.
Doy un paso hacia adelante y tomo la mano que me ofrece, rodeo su cintura con mis manos. Jazmín mueve su mano hacia mi mejilla y me mira directamente a los ojos.
—¿Por qué me siento mucho más feliz cuando estoy cerca de ti?
Me detengo un segundo, ¿realmente acabo de decir eso en voz alta? Por la reacción de Jazmín, me doy cuenta que sí, lo he hecho.
Nuestros rostros están a solo unos centímetros de distancia.
—Jaz... yo...
Pero no sé qué decir.
—¿Estás bien?
—Sí, Jaz es solo que estoy feliz de compartir este día contigo.
Siento el impulso de querer contarle todo a Jazmín, de hablarle sobre estos sentimientos y después presionar mis labios contra los suyos y mostrarle cuánto la amo.
Dioses la amo tanto.
¿Cómo pasé tanto tiempo negando esto que ahora está tan claro como él agua? Ni siquiera entiendo cómo pensé que no estaba enamorada de ella porque ahora me resulta absurda la idea de no amarla. No puedo imaginarme no amándola.
—Yo también estoy muy feliz de compartir este día contigo, Drea. Después de todo, eres mi persona favorita.
Se inclina y presiona un beso en mi mejilla, manteniendo una mano en mi rostro y sin apartar sus ojos de los míos. Eso es todo, pienso, voy a besarla.
Pero el sonido de mi teléfono rompe el momento y me saca del trance en el que estaba.
Por un momento me rehusó a moverme, pensando que, si suelto a Jazmín en este momento, ella ya no querrá que volvamos a bailar nunca más.
—Adelante, ve y atienda la llamada. Estaré aquí esperando.
Me dedica una sonrisa triste y tararea mientras me alejo y saco mi teléfono del bolsillo de mi chaqueta.
Es Marcus, hablando sobre la entrevista que tendré mañana en la mañana y que quiere reunirse conmigo antes para coordinar bien lo que diré respecto a mi gira.
Termino la llamada y regreso a dónde Jazmín está parada, con su cadera recostada contra la baranda y sus ojos fijos en mí.
—Lamento que nuestro baile haya sido interrumpido.
Se engoe de hombros y vuelve a extender su mano que yo no dudo en tomar.
—Bueno, todavía hay música sonando y yo sigo queriendo bailar contigo. ¿Tú quieres bailar conmigo?
Ni siquiera tendría que preguntar.
—Siempre.
Ambas compartimos una sonrisa.
Es Jazmín quien guía el baile, poniendo una de mis manos en su cadera y guiñándome un ojo mientras nos empieza a mover por la terraza. Tomo sus manos y las coloco alrededor de mi cuello.
Ella deja otro beso en mi mejilla.
—Drea, hay algo que quiero decirte. Algo que siento que necesito decirte y simplemente ya no sé cómo no decirlo.
—Bueno. Te escucho.
No sé aleja, solo mueve la cabeza hacia atrás para poder mirarme mejor.
Suspira y toma aire, como si se estuviera armando de valor.
—Recuerdo la primera vez que te escuché, estaba de viaje y un poco deprimida, algo similar a como estaba la primera vez que te vi en aquel concierto en New York, pero desde aquella primera vez, sin que tú lo sepas, cambiaste mi vida por completo.
—Tú también cambiaste mi vida, Jaz. Me haces sentir que puedo ser una mejor persona y tu fe en mí, mente impulsa a ser mejor y no rendirme.
Sonríe y sus dedos acarician mi mejilla. Es un toque tan sueve y cálido.
—Lo que quiero decirte, Drea es que incluso desde antes de conocernos, tú...
Pero el momento se hace añicos de nuevo porque la música se detiene y el teléfono de Jazmín empieza a sonar.
—¿Estamos malditas o algo así? —pregunta ella con una sonrisa que no llega del todo a sus ojos.
Le devuelvo la sonrisa y me aparto de ella, dejando que vaya a buscar su teléfono y murmura que es Spencer.
El momento se ha roto y el dolor en mi pecho regresa con fuerza.
—Estaba queriendo saber dónde estoy porque ya es momento de cantarme feliz cumpleaños —me dice cuando termina la llamada.
Tarareo, sin saber que decir.
—Bien, creo que es hora de regresar a la fiesta. ¿Ya tienes pensando cuál será tu deseo de cumpleaños?
Ella toma la mano que le ofrezco y empezamos a caminar de regreso.
—No necesito nada, Drea. Ya tengo todo lo que quiero.
—¿Segura?
Me mira un momento antes de hablar.
—Casi todo, pero está bien, mientras te tenga a mi lado, nada más importante.
En cada universo hay una chica de cabello negro que se enamora de una chica rubia sunshine con una hermosa sonrisa que resulta estar enamorada de alguien más.
—Lo mismo digo, Jaz. Mientras estés a mi lado, todo está bien. Estaremos bien.
—¿Lo prometes? ¿Prometes que estaremos bien?
—Sí, lo prometo.
Pero hay un universo donde la chica de cabello rubio y la chica de cabello negro logran ser felices. Dónde ambas terminan juntas y recorriendo el mundo en un barco, es una pena que no sea en este universo y esa chica de cabello negro no sea yo.
En este universo ella solo es mi 1 en 400,000.
"La colisión misma puede tener diversas consecuencias, dependiendo de las características de las estrellas y de cómo se dé la colisión".
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