21. Me ahogo en los hubiese que nos envuelven.
James Arthur - Can I Be Him (0:11 - 1:37)
Una de las razones por las cuales quedé fascinada con la teoría del multiverso es porque leí que, según está teoría, hay un universo donde Harry Potter es real y otro universo donde Sherlock Holmes es real. ¿A qué se debe esto? Bueno, esta teoría postula que existen infinitos universos, de manera que cualquier cosa que se pueda imaginar es posible en algún universo. Esto incluye todas las posibles variaciones de la realidad que se puedan imaginar.
Ahora, partiendo desde ese hecho, eso quiere decir que hay un universo donde Jazmín y yo estamos juntas y felices. Un universo donde somos más que amigas. ¿Qué universo es ese? ¿Por qué no puede ser este?
—No, no vas por ahí —me recuerdo—. Jaz es solo tu amiga.
Lo es y eso lo entiendo, no pasa nada si dejo que mi mente analice esos posibles universos.
Solo por la ciencia.
Me pregunto, ¿cómo nos juntamos en aquel universo? ¿Quién dijo te amo primero? Pero, sobre todo, me pregunto, ¿qué hicimos de diferente en este universo?
—No es que hicieras algo diferente, es que ella es heterosexual en este.
Pero según la teoría del multiverso, en algún otro universo, ella no lo es.
Es una teoría tan interesante y tan llena de posibilidades.
Según la teoría del multiverso, hay un universo en el que el Reino Unido no existe y otro en el que la Inglaterra victoriana nunca terminó. Hay un universo donde todas las personas nacen con alas, y uno donde no existe el agua. Hay un universo donde hay una civilización de dinosaurios inteligentes.
Infinita cantidad de universo e infinita cantidad de posibilidades y justo tenía que nacer en este universo donde no la tengo.
—La tienes como amiga. Eso es más que suficiente.
Es más, de lo que mereces —me regaña una voz en mi cabeza.
El sonido del cascabel me hace apartar la mirada del cielo y giro mi rostro hacia la puerta del balcón.
—¿Qué quieres Jeny?
—Avisarte que hay una presencia no deseada en el living del edificio que pide, corrección, exige verte o amenazó con hacer un escándalo.
Bajo la copa de vino tinto y paso mis dedos por mi sien, masajeando mi cabeza que está empezando a palpitar ante la sola mención de Emilia.
Vaya poder tienes Emilia. Causar dolores de cabeza con la sola mención de tu nombre y por lo que he podido leer vagamente estos días, no soy la única a la que le sucede aquello.
—Llamo al equipo de seguridad, al equipo SWAT o a los Seals. ¿Cuál prefieres?
Una noche. Es todo lo que pido. Tan solo una noche para relajarme.
¿Acaso es mucho pedir universo? Al parecer sí.
—Déjala subir, ambas sabemos que será peor si la ignoramos.
Está en una espiral de auto destrucción, no tiene mucho que perder y no le va a importar hacer un escándalo sin pensar en cómo eso me puede afectar a mí.
Con una última mirada al cielo, bajo los pies y camino hasta la sala seguida de Jeny, quien está hablando con el equipo de seguridad que se encuentra en el living y que impide que Jeny suba.
—No hagas ninguna estupidez —me advierte Jeny en un tono bajo y serio—. No le debes nada y has llegado muy lejos como para tirarlo por alguien que no vale la pena. Por alguien a quien no le importas.
—Lo sé.
No parece convencida con mis palabras y no la puedo juzgar del todo, porque tengo un gran historial detrás de mí sobre tomar malas decisiones y caminar por un círculo de autosabotaje del que estoy intentado salir.
Me sostiene la mirada hasta que las puertas del ascensor se abren y ambas giramos la cabeza para ver a Emilia que luce tan mal como los medios dijeron que estaba.
No tengo que ser un genio o conocedora del tema para saber que ha estado consumiendo, y que, de hecho, debió inhalar o consumir algo antes de subir aquí.
—Si necesitas algo, me avisas.
Sin decir algo más o saludar a Emilia, Jeny sale del Pent-house.
Me quedo observando a Emilia, quien luce algo perdida, como si no supiera porque exactamente está aquí.
Suelto un largo suspiro.
—¿Y bien? ¿Te vas a quedar ahí toda la noche?
Eso llama su atención y sus ojos buscan los míos, duda antes de acercarse y caminar hasta el sofá donde se deja caer en silencio.
Es raro que esté callada.
Le gusta hablar, hacerse escuchar y ser el centro de atención. Prospera siendo el tema de conversación y pensé que estaría disfrutando el ver su nombre en cada revista y escucharlo de cada periodista de farándula y chismes. Porque recuerdo que se reía viendo que nuevos chismes contaban las revistas sobre ella, noticias, que muchas veces eran falsas, pero que la mantenían en el ojo público.
—¿Por qué estás aquí, Emilia?
—No tenía dónde más ir. Lo siento.
Me ha dicho lo siento tantas veces, que ya ha perdido el significado para mí, al menos, cuando esas palabras salen de sus labios.
Hay un límite de disculpas y cosas que una persona puede otorgarle a otra, pero todo tiene un límite y por supuesto, Emilia ha sobrepasado el suyo. Lo sobrepasó hace años.
—No engañé a Tristán, bueno lo hice, pero solo me acosté con ese sujeto porque Henry me obligó. ¡No tenía opción! Sabes cómo es él. Pero por supuesto no debía dejar que Tristán se entere. Fui estúpida y descuidada, y al final él se enteró. Henry me amenazó con destruirme si no conseguía que Tristán regrese conmigo, pero no lo hará. No va a regresar. No sé qué hacer, realmente no sé.
Levanta sus piernas y las lleva hasta su pecho, envolviendo sus brazos alrededor de ellas y recostando su mejilla contra sus rodillas, con su mirada perdida.
Es un poco difícil odiarla al verla de esta manera. Al recordar que de una u otra forma, al igual que yo, Emilia también es una víctima de Henry y su jodido equipo.
Emilia solo quería ser una estrella, brillar y tener todo lo que no pudo por la infancia llena de carencias que le tocó vivir. Quería alejarse de sus padres que la veían solo como una mercancía que podían explotar, un cheque que debía y pagaba sus cuentas. No la veían como a una hija, sino como un medio para salir de la pobreza.
—Henry está furioso conmigo y Tristán no entiende, por supuesto que no, porque él no sufre las consecuencias como nosotras.
Es difícil no odiar algunas veces a Tristán y sus hermanos, verlos brillar sin sufrir las consecuencias que los demás miembros y artistas de la disquera debemos padecer.
Y, aun así, al igual que el resto de nosotros, también terminó en rehabilitación por problemas de bebida y apuestas.
—Ni siquiera sabe lo jodido y retorcido que es su padre, tampoco me creería si se lo contara —me sigue diciendo Emilia—. Pensaría que miento, que lo hago para quedar como la víctima. ¡Pero soy una víctima! Tú me crees, ¿verdad? Por favor, dime qué me crees. Porque me estoy volviendo loca creyendo que todo esto está en mi cabeza y que soy la mala cuando solo estaba haciendo lo que Henry quería que hiciera.
Hay veces, en este mundo, que las líneas se desdibujan y no sabes lo que está bien y lo que está mal. Qué parte o cosas haces porque quieres y que es lo que haces porque es parte del personaje que te hacen interpretar.
Nos perdemos en el papel que nos obligan a desempeñar.
Emilia no era así cuando la conocí, estaba algo dañada y era ambiciosa, pero tenía una chispa y me ayudó, quería evitar que lidia sola con lo mismo que ella tuvo que lidiar.
No tengo a nadie —me confesó—. Mis padres lo saben, pero les da igual mientras reciban su cheque mensual.
No quería eso para mí. Pero con los años y conforme la situación se volvía cada vez peor para ella, le fue dando igual lo que les sucedía a otros y solo empezó a velar y preocuparse por ella, sin importarle a quien tenía que sacrificar para salvarse y conseguir lo que quería.
Soy una sobreviviente, Drea —decía con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Y voy a ser una estrella.
—Por supuesto que te creo, Emilia.
Me siento a su lado, pasando un brazo por sus hombros y dejando que ella descanse su cuerpo contra el mío.
Paso mi mano por su brazo y la dejo seguir hablando.
—No sé lo que Henry hará conmigo, pero no será bueno, ¿verdad?
No lo será y ella no necesita que lo diga.
—¿Me puedo quedar aquí está noche? Por favor, no quiero estar sola.
Muerdo mi labio y me debato entre dejarla quedarse o pedirle que se vaya.
—Solo por esta noche y nada de drogas. No aquí y mucho menos en mi presencia. Si tienes algo de droga contigo, ve y bótala o te sacaré de mi casa sin pensarlo dos veces.
Me mira y tararea de forma afirmativa.
—Nada de drogas. Lo prometo.
He llegado muy lejos como para perder todo mi esfuerzo por ella y si lo hago no sé qué discurso de regaño será peor, el de mi madre o el de Jeny. Jazmín no me diría nada, estaría ahí para mí, pero sé que estaría muy decepcionada, lo cual es peor que el enojo. Mucho peor.
Emilia a mi lado, suelta un suspiro y recuesta su cabeza en mi hombro.
—Te escribí una canción —suelto.
Levanta su cabeza tan rápido, que me sorprendo que no se haya lastimado.
—¿De verdad?
No entiendo su sorpresa, ella sabe que Tristán y su banda han cantado varias de mis canciones. Sus "éxitos" son míos, fueron escritos por mí.
No le digo nada y me levanto para buscar mi guitarra, al regresar, encuentro a Emilia tal y como la dejé, sentada con sus piernas levantadas y su mirada algo perdida.
—Te recuerdo que la escribí después de que me enteré de tu compromiso.
Me siento en el sofá y acomodo la guitarra para empezar a tocar los primeros acordes y empiezo a cantar:
Amargos te amo cuando cruzamos la línea.
¿Quién engañó a quién? ¿Dime? ¿Quién fue?
Fue un juego y nos consumieron las llamas.
Yo sostuve la gasolina y tú la cerilla.
Me dijiste "nunca me mientas".
Te dije "Somos tú y yo hasta el final".
¿Quién engañó a quién? ¿Dime? ¿Quién fue?
Muevo mi cara hacia Emilia, observando la primera reacción que va más allá del miedo y el pánico desde que llegó. Está pensativa, como si estuviera buscando una respuesta a mi pregunta cuando ambas sabemos que la respuesta es ella. Fue ella quien mintió.
Bajo la mirada y sigo con la canción.
No puedes quemar lo que siempre estuvo en llamas.
Mi alma sangra, pero tus labios no dicen nada y...
Los juegos que jugamos dejaron de ser divertidos cuando ambas nos quemamos.
Oh, pero esos retorcidos juegos que jugamos.
Qué solo muestran lo tóxicas y rotas que estamos.
Y aún seguimos sin saber... ¿Quién engañó a quién?
¿Quién mintió primero? ¿Quien? Dime quién fue.
Termino de cantar y bajo la guitarra, me sobresalto por unos aplausos que no vienen de Emilia si no de alguien que está de pie cerca del ascensor. Jazmín.
Ni siquiera puedo sorprenderme de que esté aquí porque ella siempre viene a verme.
—Linda canción —murmura Jaz en un tono seco que rara vez le he escuchado, creo que puedo contar con los dedos de una mano las veces que ha utilizado ese tono, pero en ninguna de esas ocasiones, ha estado acompañado de esa mirada tan gélida.
Emilia baja las piernas y veo como se coloca la máscara que había dejado caer. Pongo una mano en su rodilla en señal de que no diga nada y veo a Jazmín apretar los labios ante el gesto.
—Porque no vas a tomar un baño, ya conoces el camino.
—¿La primera habitación a la izquierda?
—Sí y por nada del mundo entres a mi habitación o te sacaré de aquí antes de que puedas decir una sola palabra para explicarte.
Sonríe, no llega a sus ojos, pero bueno.
Se levanta y camina, a pesar de la situación, con garbo y elegancia.
—Jaz, ¿qué te trae por aquí?
—Puedo irme si estoy interrumpiendo algo.
Niego con la cabeza.
—¿Tú? Nunca. Ven, vamos a la terraza para que podamos conversar.
Recojo la manta que ponemos en el suelo y Jaz recoge algunas almohadas y una manta extra. Me hace una seña con el mentón hacia mí guitarra y la llevo conmigo.
Coloca la manta en el suelo y acomoda todo como cada vez que venimos aquí arriba.
—Pensé que tú y ella ya no hablaban —murmura.
Se tira al suelo y espera a que yo haga lo mismo.
Me acomodo a su lado mientras pienso en una respuesta.
—Es complicado.
—¿Cómo?
—Mira, ya no extraño a Emilia. No de la manera que solía hacerlo, ni por las razones que debería.
Es algo liberador decirlo en voz alta. Tan liberador como aterrador. Necesitaba decirlo, es algo que ha estado oprimiendo mi pecho por demasiado tiempo, y al mismo tiempo es aterrador porque no sé si debería sentirme así. Todo esto de las emociones y sentimientos es demasiado nuevo para mí.
—No existe una forma correcta de extrañar a alguien, Drea.
—Sí, lo sé, pero esa es la cuestión aquí, no la extraño a ella si no lo que quería que fuéramos. Lo que podríamos haber sido —le empiezo a explicar—. Extraño hablar con alguien que ha pasado lo mismo que yo, que estaba en una situación con las drogas y entiende lo difícil que es dejarlas. Extraño la idea de las personas que éramos y los sueños que teníamos. Ella era egoísta e igual yo, pero pensé que de alguna manera podríamos hacerlo funcionar, aunque solo sea para tener a alguien a mi lado cuando las cosas se pongan difíciles.
Hago un esfuerzo para evitar que mi rostro muestre la forma que mi corazón se acelera cuando Jazmín toma mi mano entre la suya.
No puedo evitar mirar nuestras manos unidas y pensar en lo bien que encajan juntas.
—Me tienes a mí, Drea. Siempre.
—Entonces, ¿no necesito a nadie más?
—No a Emilia.
Suelto una risa ante su tono.
—Jaz, ¿estás celosa?
—Sí.
Levanto mis cejas.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Se supone que soy tu mejor amiga y jamás has cantado para mí.
—¡Por supuesto que sí!
Juraría que lo he hecho.
—No —responde—. Pero lo podemos cambiar.
—¿Quieres que cante para ti? ¿Ahora?
—Sí, canta para mí, Drea.
Busco mi guitarra y la acomodo sobre mi pierna, pero me quedo en blanco sin saber que cantar.
—Canta lo que quieras, puede ser algo tuyo de Hozier o Lana de Rey. Incluso puede ser algo de James Arthur. Solo canta para mí, Drea.
Tarareo pensando en una canción y una en particular viene a mi mente.
—Ya sabes, no tiene que significar nada —murmura Jazmín—. Solo quiero escucharte cantar para mí y solo para mí.
—Tus deseos son órdenes.
Empiezo a tocar en la guitarra los primeros acordes y cierro los ojos antes de empezar a cantar I can be him de James Arthur.
Entraste en la habitación y ahora me has robado el corazón.
Me llevaste atrás en el tiempo cuando no estaba rota.
Ahora eres todo lo que quiero
Y lo supe desde el primer momento...
Fue ella quien dijo que no debía significar nada. ¿Verdad? Es solo una canción. No debemos leer entre líneas. Al menos espero que Jazmín no lo haga.
¿Puedo ser la indicada?
Oh, ¿puedo, puedo ser él?
Me tomo la libertad de ajustar un poco la letra, no creo que ella le de mucha importancia.
Los últimos acordes y verso llegan con algo más de dolor del que pretendía, pero puedo aducir que se debe a que soy una buena intérprete.
—¿Y? ¿Te gustó?
La mirada de Jazmín se ha vuelto sería, una expresión que no logro leer revoloteando a través de sus profundos iris azules.
La veo inclinarse un poco más cerca de mi espacio, tan cerca que puedo ver con claridad las pecas que bañan su rostro o las motas doradas en sus ojos. Mi respiración se entrecorta ante su proximidad y reprimo el impulso de dejar caer mis ojos hacia sus labios.
Sonríe antes de mover de forma leve su rostro y dejar caer un beso en mi mejilla.
—Eso fue perfecto —responde.
Dejo escapar un profundo suspiro mientras ella se aleja, sonriendo y murmurando lo hermosa que fue mi interpretación y que ahora esa será una de sus cinco canciones favoritas.
En un universo paralelo, ella me hubiera besado —pienso y aparto aquel pensamiento con la misma rapidez con la que llegó.
Jazmín aún está sonriendo y tamborileando sus dedos contra su pierna. La pequeña y suave sonrisa ilumina su rostro de una manera que me hace desear poder mirarla para siempre.
—Drea... —comienza Jaz y se apaga, mordiendo su labio al mismo tiempo que busca mi mirada—. Tú sabes que te amo. ¿Verdad?
Me tenso. No entiendo porque Jazmín me está diciendo esto ahora, completamente de la nada. ¿Me he perdido parte de la conversación? Por lo que no digo nada y me dedico a mirarla, esperando a ver si dice algo más.
—Lo sabes. ¿Verdad? —pregunta de nuevo y hay un cierto toque de desesperación en su tono.
—Por supuesto que lo sé, Jaz. Soy tu mejor amiga y tú eres la mía. Se que me amas y sabes que yo también te amo.
Retrocede un poco, como si intentara poner distancia entre las dos, pero me sonríe.
—Sí, exacto. Mejores amigas. Tan, pero tan buenas amigas.
—Sí.
Entrelaza sus dedos con los míos sin apartar sus ojos de los mios.
—Realmente te amo, Drea.
Aparta su mano y cierra los ojos.
—Yo también te amo, Jaz.
La miro por un largo momento y no puedo evitar mirar sus labios. Está —al menos de forma consciente desde que somos amigas—, es la primera vez que quiero besarla, el deseo surge mientras la veo levantar su rostro hacia el cielo y soltar un pequeño suspiro, pienso en la necesidad que siento de acercarme y besar sus labios.
Supongo que la necesidad siempre ha estado ahí. El conocimiento de que me resultaría placentero besar a Jazmín es algo que ha pasado por mi mente desde que nuestras miradas se encontraron por primera vez.
Pero esto, esto no es solo una idea. Es un tirón en el pecho y un corazón que se acelera ante el pensamiento, son manos que arden por el contacto de su piel, por la necesidad de atraer su rostro hacia el mío y finalmente besarla.
Por supuesto, no la beso. No hago nada de lo que pienso. Porque Jazmín es mi única amiga y no voy a perderla por deseos estúpidos y sentimientos no correspondidos.
—¿Sabes? No me agrada Emilia y me agrada mucho menos cuando está cerca de ti.
—Me di cuenta, pero te prometo que no haré nada estúpido.
Su teléfono suena interrumpiendo nuestra conversación.
—¡¿Qué?! Esto debe ser una broma.
—¿Qué pasa?
Gira su teléfono hacia mí para dejarme leer el mensaje que le acaba de llegar de Remy dónde le dice que Lennox ha terminado con Colin.
—Pero si está destilando amor por él. Eso no tiene sentido.
Busco mi propio teléfono y marco el número de Katie porque ella debe saber algo.
Mi hermana mayor atiende en seguida.
—Katie, ¿es cierto que Lennox terminó con Colin?
—Sí, ella está aquí, está dormida —me cuenta—. El abuelo fue a verla, la amenazó con acabar con la carrera de Colin y destruir la radio si Lennox no aceptaba casarse con Niall en menos de dos semanas.
Eso es tan típico del abuelo.
Es un maldito viejo despreciable que espero que se pudra en el infierno, y también el cobarde de su hijo.
—¿Y ella se va a casar con él infiel de Niall? Esto no puede ser cierto.
—No te puedo explicar bien por teléfono, necesitamos hablar. Convocaré una reunión.
—Todo es culpa de Stefan.
Si hay uno de nosotros que es un digno heredero del apellido Reagan, ese es Stefan.
—Tranquila, ya me encargué de él.
—¿Lo mataste?
—No, todavía no. Aún puede ser útil para algo.
Me despido de mi hermana y termino la llamada.
—¿Es cierto? ¿Terminaron?
—Sí, el abuelo la obligó, pero estoy segura que todo estará bien. Katie tiene un plan y cuando ella planea algo, el diablo se sienta y toma nota.
—Esperemos que así sea.
Tomo su mano y le doy un leve apretón.
—Lo será. Ellos estarán bien.
Sus ojos se encuentran con los míos.
—Y dime, ¿tú y yo estaremos bien, Drea?
Siento que hay un trasfondo en su pregunta que me estoy perdiendo.
—Sí.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo. Sin importar lo que suceda, estaremos bien.
Sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.
—Porque soy tu mejor amiga. ¿Cierto?
—Siempre.
—Sí, mejores amigas. La historia de mi vida.
Levanto una ceja ante su comentario.
—¿Qué?
—Nada, olvídalo.
Pero no sé siente como algo que se deba olvidar.
"En el vacío del espacio, donde no hay aire ni ningún otro medio para transmitir el sonido, no se podría escuchar música de la manera tradicional como lo hacemos en la Tierra. En la Tierra, el sonido se propaga a través de las vibraciones de las partículas en el aire, pero en el espacio no hay un medio material para transportar esas vibraciones".
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