19. ¿Y si pudiéramos empezar de nuevo?

Miley Cyrus - Angels Like You (1:14 - 2:12)

Comienzo a darme cuenta con cosas pequeñas.

¿No es así siempre?

Jazmín está acurrucada al final del enorme sofá con sus piernas elevadas y sus rodillas pegadas a su pecho. Sus manos están sosteniendo un libro en el cual ha estado absorta desde que se acomodó ahí.

La observo. No puedo evitar mirar la forma en que cada cierto tiempo dibuja formas distraídas en la piel de mi pantorrilla o como descansa su brazo sobre mis piernas cruzadas. Miro las expresiones que tiene mientras lee y como sus ojos no se apartan de las hojas de aquel libro hasta que, sin previo aviso, lanza el libro al otro lado de su sala de estar.

Pero, ¿qué acaba de pasar?

—¡No puedo creerlo! Esto es inaudito —empieza a decir—. Pero ¡¿qué tienes en la cabeza?! ¿Cómo lo puedes elegir a él?

Niego con la cabeza, tanto por lo adorable que está siendo Jazmín, como por entender la razón se su molestia.

—¿No te gustó el final del libro?

Gira su cabeza hacia mí, con un puchero en sus labios y se cruza de brazos.

—No —responde—, los triángulos amorosos son lo peor que le ha podido suceder a la literatura. Todos son iguales. Los odio, en especial en este libro.

—Si todos son iguales como dices, ¿por qué leíste ese libro? No le veo el sentido.

Fue Lennox quien se lo recomendó la otra noche de juegos. Incluso tenía el libro listo para dárselo a Jazmín.

Mi hermana parecía muy emocionada cuando Jazmín dijo que se lo leería cuánto antes.

—Drea, ¿cómo puedes decir eso? Obviamente leo por la respuesta. ¿No es obvio?

No, no lo es. Al menos no para mí.

Levanto una ceja para mostrar mi confusión.

—No entiendo.

—Es para saber cómo se juntan al final —me explica—, leo para ver cómo sucede todo y como al final se juntan. El desarrollo de la relación es la mejor parte.

Dice todo aquello con calma y una sonrisa cálida, como si no hubiera tirado el libro al otro lado de la sala por la frustración de que no sucedió lo que ella quería.

La veo levantarse del sofá y suspirar todo el camino hasta recoger el libro del suelo para volverse acomodar en el sofá. Me siento, con mi cuerpo girado hacia ella y le devuelvo la sonrisa.

—Esa no es la mejor parte —murmuro, quitando el libro de sus manos para mirarlo de forma rápida.

Leo el nombre y tarareo en señal de vago reconocimiento al leer el nombre de la autora: Julia Sullivan.

—Entonces dime, ¿cuál es la mejor parte?

La historia trata de dos personas que se empiezan a conocer y como una de ellas no se da cuenta que está enamorada de su mejor amigo hasta que es muy tarde y al final, no escoge a su amigo, si no al otro interés amoroso.

Rompiendo así tres corazones en lugar de solo uno.

La elección que hizo ella no era del todo incorrecta, el tipo que eligió era un buen tipo y ella lo quería. Podía verse siendo feliz con él y eso estaría bien, excepto que con su mejor amigo todo era aún mejor, pero ambos tuvieron miedo, no confesaron los sentimientos a tiempo y cuando lo hicieron ya no era el momento correcto.

—La mejor parte es lo que sucede después.

—¿Después? ¿Cómo? —pregunta— ¿Te refieres a después que termina la historia? Porque a mí también me gustaría saber lo que sucede después de que dos amigos se enamoran.

Hay cierta solemnidad en la forma en que Jazmín realiza la pregunta.

—¿Qué sucede después de que dos mejores amigos se enamoran? Suena como el título de un buen drama, pero, de verdad, la mejor parte viene una vez que la historia ha finalizado. Esa es la mejor parte.

Me río ante la expresión de Jazmín y me acerco a ella para alisar su frente con mi dedo índice, finalizando con un ligero golpe a su nariz.

La mirada mordaz que me da me hace reír aún más fuerte. Ella es la que pasa su tiempo leyendo esas cursis novelas románticas, ¿qué puedo saber yo?

—Al final, puedes hacer con la historia lo que quieras. ¿No terminan juntos? Puedes hacer que suceda en tu mente, puedes darles el final que quieres.

—Sigue sin ser suficiente para mí.

Me trago la risa que burbujea en mi garganta ante su expresión y puchero.

—¿Por qué no?

—¡Porque quiero que sean felices en esta historia! Necesito que sean felices aquí, no en mi mente. ¿Por qué escogió a alguien más? No debió hacerlo, ¿no sé da cuenta la forma en que está rompiendo el corazón de su amigo?

No, lo más probable es que no. A veces para otros es fácil ver ciertas cosas que para uno se le escapan porque son observadores exteriores. Notan y consideran obvio lo que para uno no lo es.

Además, dudo que la protagonista haya tenido la intención de lastimar a su mejor amigo. ¿Por qué querría eso?

—Merecían terminar juntos. Debieron hacerlo. Merecían un final feliz. Eran perfectos el uno para el otro. ¡Odio ese final! Y también odio a tu hermana por recomendarme un libro triste.

No creo que sea un libro triste, pero, ¿no son los triángulos amorosos de por si tristes? Sabes, incluso antes de empezar a leerlo, que habrá corazones rotos: el de la persona que no escogen y posiblemente el tuyo si no se queda con quien quieres.

—Jaz, puedes hacer que se queden juntos en tu mente.

—No es suficiente —toma el libro y busca una página al final para leerla— Casi lo teníamos todo mientras estábamos atrapados en órbita, pero ahora no tenemos nada. ¡Eso es triste! Ellos debieron quedarse en órbita. Pudieron ser tan felices ahí.

Cierra el libro con fuerza y lo deja contra la mesa de café frente a nosotras.

—¿Por qué te molesta tanto?

—Si tú estuvieras enamorada de mí, lo cual obviamente no es el caso, pero si lo fuera y yo rompiera tu corazón al escoger a alguien más, estaría destrozada, Drea. No puedo imaginarme siendo feliz sabiendo que te estoy lastimando.

No aparta su mirada de mi mientras dice todo aquello. Me mira como he notado que usualmente lo hace y una sensación de nostalgia inunda mi pecho.

Es jodidamente nostálgica la forma en que mira.

Creo que puedo contar con mis manos la cantidad de meses que nos conocemos y, sin embargo, justamente ahora, sentadas frente a frente en mi sofá discutiendo sobre finales felices, no puedo pensar en ningún momento antes de ella.

Es como si no existiera nada antes de conocerla.

—Si ese fuera el caso, yo quisiera que fueras feliz. Sin importar nada.

—Lo sé, pero no podría serlo. ¿Tú podrías ser feliz si supieras que estás rompiendo mi corazón?

Ambas sabemos la respuesta.

—No.

—¿Ves? Yo tampoco podría.

—¿Y qué harías? ¿Terminar con Spencer?

Realizo la pregunta en son de broma, no espero en si una respuesta.

No espero que me elijan —responde con burla una voz en mi cabeza.

—Sí.

—Jamás he pediría que hagas algo así.

—No me lo estás pidiendo, es mi elección.

—Si hicieras eso, todos seríamos miserables.

Niega con la cabeza.

—Nos tendríamos la una a la otra, ¿cómo podríamos ser miserables?

Esa es, de hecho, una buena pregunta.

Sonrío.

Me imagino una vida junto a ella, y tal vez sea por el giro que tomó la conversación, pero en mi imaginación no está Spencer en la imagen. Solo somos Jazmín y mi persona. Mi parte egoísta quiere quedarse de esa manera, que seamos solo las dos. Podríamos recorrer el mundo juntas, mirando todos esos lugares que queremos ver, Incluso podríamos tener una lista y cumplirla.

Nos puedo ver con claridad viendo ciudades, probando comidas y admirando artesanías. Nos puedo ver siendo felices... Pero ella tiene a Spencer y es feliz con él.

—Seriamos muy felices juntas.

—Sí, Drea.

Con Jazmín, aprendí los conceptos básicos de la amistad, sobre todo, la parte de compartir sentimientos y dejarla entrar a mi vida, pero me pregunto, ¿qué tan arraigada está Jazmín en mi vida? Puedo darme cuenta que ella ha derribado los muros de los cuales antes de ella estaba orgullosa de tener. Aquellos que mantuvieron a todos los demás afuera y a mí a salvo.

Muros que no necesito cerca de Jazmín porque algo en mi sabe que ella me mantendrá a salvo; confío en que nuestra amistad no me lastimará

—Ven, vamos, han sido suficientes emociones por un día. Creo que es hora de ir a dormir.

Me levanto del sofá y extiendo mi mano hacia ella.

Esto es algo nuevo que se ha ido sumando a nuestra amistad: las pijamadas. Empezaron en marzo cuando tuve aquel descanso de mi gira y nos quedamos conversando hasta tarde en mi pent-house, y ya era tarde para que Jaz se vaya así que sugerí que se quede.

Una sonrisa incierta y tímida aparece en el rostro de Jazmín desde de bostezar por tercera vez.

—¿Te estoy aburriendo? —pregunto.

Sus ojos se abren de forma cómica y se apresura a negar con la cabeza.

—Jaz, relájate, sé que estás cansada. Es tarde.

Ambas miramos la hora y ella tararea en señal de comprensión.

—Sí, es tarde. Debería irme.

Aunque no se mueve y no parece que quiera hacerlo, y eso está bien, porque yo tampoco quiero que se vaya.

Tomo su mano entre la mía.

—O podrías quedarte —sugiero y no tengo idea de dónde viene aquello—, es tarde como para que te vayas.

Levanta su rostro hacia el mío, con ojos azules llenos de algo que no logro distinguir.

No se porque estoy realizando la pregunta, a mí no me gusta compartir espacio con nadie y menos a la hora de dormir.

Aunque no tendría que dormir en mi cama, por supuesto que no, hay habitaciones de invitados. Se puede quedar ahí, porque nadie ha dormido en mi cama a excepción de mí.

—¿De verdad? ¿Lo dices en serio?

—Por supuesto.

Al ver su sonrisa las dudas se disipan, porque tan vez disfrute de su compañía y de no sentirme sola. Quizás pueda conciliar el sueño al tener su calor y luz disipando las tinieblas.

—Oh, será genial. ¡Nuestra primera pijamada! Ojalá hubiera sabido que tendríamos una pijamada, vendría preparada. Pero eso no importa ahora, ¿tienes un lado favorito de la cama? A mí no me importa de qué lado prefieras dormir.

Estoy casi segura de que mi cerebro sufre un corto circuito por la forma en que Jazmín se lanza a mis brazos y me abraza con fuerza y nos balancea un poco por su emoción.

Es tanta su emoción que no me atrevo a decirle que no había sugerido dormir exactamente en mi cama, que hay otras camas vacías en este lugar.

—Debes saber que eres una mujer afortunada, Jazmín.

—¿Por qué?

La miro por encima del hombro mientras empiezo a caminar hacia mí habitación y le hago una seña para que me siga.

—Serás la primera persona en dormir en mi cama. Nadie más ha dormido ahí.

—¿Nadie? ¿Ni siquiera Emilia?

—Nadie. Solo tú.

Le guiño un ojo y ella me sonríe.

—Bien.

Empezamos con nuestra rutina para antes de dormir y todo se siente tan doméstico y familiar, y pienso, de forma vaga, que esto es algo a lo que podría acostumbrarme.

No dejo que aquel pensamiento llegue a más y muevo mi cabeza para alejarlo porque no debería pensar ese tipo de cosas sobre mi mejor amiga. Amiga la cual tiene novio.

Spencer es quien va a compartir esto con ella —me recuerdo y aquel pensamiento provoca aquel viejo y familiar dolor en mi pecho.

Salgo del baño con la cara lavada y mi pijama puesta y Jaz ya está acomodada en la cama, con un moño suelto y su espalda contra el respaldo, sentada revisando su teléfono de forma distraída. Es una imagen entrañable.

—Oh, Drea, ven a ver. Mira este lugar en Grecia. Es tan lindo, me encantaría ir ahí. ¿No sé ve como un sueño?

Me acerco a la cama y me meto debajo del edredón acordándome antes de mirar la pantalla y observar la imagen que Jazmín me muestra.

Es un lindo lugar.

—¿Sabes? Cuando era más joven quería navegar alrededor del mundo —le digo.

Observo con claridad las pecas en sus mejillas y nariz y reprimo el impulso de pasar mi dedo por cada pequeño punto y contarlas.

¿Cuántas pecas tendrá?

Jaz sonríe y alejo mi mente de sus pecas y regreso a mis tontas aspiraciones de cuando era más joven.

Aún soy joven —me recuerdo—, solo tengo veinticinco años.

—Espera, ¿de verdad?

—Sí.

He descubierto que me gustan mucho estos momentos de tranquilidad a su lado, dónde nos sentamos, a pesar de lo cansada que podemos estar, a compartir diversos temas. Desde sueños y aspiraciones hasta el gato que ella vio en la mañana.

Jaz a veces duda sobre hablar de ciertos aspectos de su vida, lo cual entiendo porque a mí me sucede lo mismo, pero poco a poco descubro que tengo el privilegio de ver brillar partes de ella que nadie más a visto.

A cambio, le cuento cosas que jamás le he dicho a nadie.

—Lo tenía todo planeado. Había decidido que me tomaría dos años para viajar por el mundo. Fue una idea que surgió después de leer Registro del Mar de Cortés de Steinbeck.

Por supuesto que fue Lennox quien me recomendó aquel libro. ¿Quién más podría ser? Mi hermana dijo que lo amaría y no se equivocó. Sus recomendaciones casi siempre suelen ser acertadas.

—Una de tus libros favoritos —comenta Jazmín como si estuviera diciendo que el sol es una estrella.

Apaga su teléfono y gira su rostro hacia mí.

—Sí, y quería hacer todo lo que hicieron en ese libro. Ya sabes, experimentar las diferentes culturas de una forma que jamás he podido cuando estoy de gira. Sentarme a comer en restaurantes locales, caminar por mercados artesanales y simplemente disfrutar la vida. Ser libre.

Aquel sueño de irme a navegar por el mundo fue lo único que me mantuvo a flote durante mucho tiempo, lo único que tenía para acogerme en aquellas largas noches de insomnio.

Seré libre —me decía—, nadie podrá alcanzarme.

Aún hay noches dónde sueño y pienso en irme lejos.

—¿Crees que alguna vez lo harás? ¿Te irás a navegar alrededor del mundo como tenías planeado?

La pregunta me toma por sorpresa, sobre todo porque sí lo he pensado, pero más que nada como una forma de escape, no como algo que realmente tenga planeado hacer, al menos no ahora.

—Sí, me gustaría —confieso—, pero no creo que me gustaría ir sola.

La sonrisa de Jazmín se vuelve más amplia.

—Eso está bien, porque de todas formas iba a ir contigo.

—Suena perfecto.

De nuevo, es algo que me puedo imaginar, las dos navegando alrededor del mundo y siendo libres.

Ella podría hacer un podcast sobre el viaje y los lugares que visitamos, yo podría escribir canciones y subirla alguna plataforma solo por diversión.

—Buenas noches, Jaz.

—Buenas noches, Drea.

Se inclina y deja un beso en mi mejilla, antes de acomodarse y cerrar los ojos, no tarda mucho en dormirse.

Apago la luz de la lámpara y también me acomodo para dormir.

Igual que las otras noches que hemos tenido pijamadas, duermo sin tener pesadillas y me despierto descansada, Jazmín ya se ha despertado lo cual es una pena, me gusta despertar junto a ella.

—Buenos días, mi dulce Drea —saluda desde el marco de la puerta.

Luce adorable con los ojos pequeños por el sueño y su cabello revuelto.

—Buenos días.

—Ven, hice café y el desayuno.

Me levanto a regañadientes y entro al baño antes de unirme a ella en la sala para desayunar, le digo que como ella hizo el desayuno a mí me corresponde lavar los platos.

Una vez que termino, me limpio las manos para unirme a ella.

Veo a Jazmín saltar de emoción con un álbum de fotos que ha encontrado en la repisa y pongo los ojos en blanco, creo que fue mi madre quien lo dejó ahí en su última visita. ¿Por qué? Ni idea, con los años he aprendido a no cuestionar todas las decisiones de mi mamá. Es mejor así.

Toma el álbum y se acerca para tomar mi mano y llevarme hasta la sala, dónde nos acomodamos en el suelo frente a la mesa de café donde ella pone el álbum de fotos y lo abre con una enorme sonrisa.

—Mira a la pequeña Drea. Eras un bebé tan hermoso.

Gimo y le digo que no, pero ella insiste que sí.

—Eras tan adorable, Drea. Mírate. Oh, dioses, necesito está foto en mi teléfono. Será mi nuevo fondo de pantalla.

La foto en cuestión es de Halloween donde estoy disfrazada de Mini Mouse.

Saca su teléfono y le toma una foto, aplasta sus dedos en la pantalla y luego me enseña que de verdad acaba de poner mi foto como protector de pantalla.

—Jaz, ¿en serio?

—¿Qué? No puedo evitarlo, eres demasiado adorable. No es mi culpa, de hecho, sería culpa tuya por ser tan adorable.

Piñizca mis mejillas y regresa al álbum, pasando por mis fotos escolares hasta llegar a mi etapa rockera en la secundaria.

Hay una foto que llama su atención y se detiene para mirarla más de cerca.

—Ay no, había olvidado que tenía esa foto. ¡Solo usé ese vestido porque mi mamá me obligó!

Es una foto mía con un vestido largo de fondo color verde menta y un elegante estampado de flores.

—Esta es una foto genial —me dice—. Espera, creo que tengo una foto con un vestido igual cuando tenía esa edad. Solo que en otro color.

Revisa su teléfono y busca, con su ceño fruncido en algún álbum de fotos hasta que da un pequeño brinco cuando encuentra lo que está buscando.

Me enseña la imagen y no puedo evitar sonreír porque ella tiene razón, es el mismo vestido solo que el de Jazmín es de fondo palo rosa.

—Solía pensar que usaría algo así cuando me case —confiesa.

Y si, es algo que puedo imaginar que le gustaría vestir.

Es tan... Ella.

—Sí, en definitiva, deberías usar algo similar a esto.

Podría agregarle algo de encaje o un elegante bordado. Por supuesto el velo tiene que ir a juego con él diseño, pero no creo que eso sea una complicación, alguien con experiencia podría hacerlo.

—Supongo que todo depende de cómo se sienta la persona con la que me vaya a casar.

A mí no me molestaría —me digo—, me gustaría que se ponga lo que ella quiera. De todas formas, se vería hermosa con cualquier cosa que decidiera utilizar.

Una punzada de celos me golpea con fuerza y me congelo.

Espera... ¿de dónde ha venido ese pensamiento? ¿Por qué pensé aquello?

Creía que sentía celos por la amistad que tengo con Jazmín, porque no quería perder su amistad. Nada más. ¡Pero aquel pensamiento no tiene nada que ver con la amistad! Estaba pensando que Jazmín se iba a casar algún día y en lo estúpido que sería si ella decidiera casarse con alguien que no la dejara utilizar el vestido que quisiera, y en como si fuera yo con quién ella se case... ¿Por qué pensé en eso? ¿Por qué me imaginé casándome con Jazmín?

Oh.

Oh, no.

—Si, tienes razón —es todo lo que me atrevo a decirle.

Jazmín ha regresado a revisar el álbum de fotos con sus dedos tamborileando la mesa de forma distraída, pero yo no puedo apartar mis ojos de ella, mientras todo mi mundo cambia de repente y sin previo aviso.

No estaba celosa por perderla como amiga, estaba celosa porque quería... Quiero que ella y yo seamos algo más que amigas. Estaba celosa de Spencer por tenerla de la forma en que yo quiero porque siento algo más que amistad por Jazmín.

De pronto, todo empieza a tener sentido. Todos los extraños sentimientos que no sabía que eran, los momentos de celos que había descartado como si fuera algo normal por mi conducta egoísta, y todos aquellos momentos que no había sabido entenderme.

—¿Drea? ¿Estás bien? Te ves algo pálida.

No, nada está bien porque me acabo de dar cuenta que quiero navegar alrededor del mundo con ella, la quiero en mi cama cada noche y que sea real. Que sea más que solo amistad. Me acabo de dar cuenta que lo deseo de una forma tan profunda y con tanta fuerza de una manera que no creo que haya querido nada antes.

¿Ese deseo siempre estuvo? La respuesta es sí, solo que no sabía que era.

—Creo que te iré a ver algo de agua.

Se levanta, pero la detengo y se vuelve acomodar como estaba antes.

—Estoy bien —le digo, aunque sueno todo menos bien—, o lo estaré. Creo.

—¿Segura?

—Sí

Estoy bien, muy bien, solo me acabo de dar cuenta que estoy enamorada de mi mejor amiga y que probablemente llevo meses sintiéndome de esta manera.

Oh, no.

¡Estoy enamorada de Jazmín!

¡Estoy enamorada de mi mejor amiga!

"Dos estrellas pueden formar un sistema binario, orbitándose mutuamente debido a la fuerza gravitacional. A lo largo del tiempo, la órbita puede ir disminuyendo debido a la pérdida de energía en forma de radiación gravitacional. Esto puede llevar a que las estrellas se acerquen cada vez más".

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