14. Entonces, ¿nos estamos engañando al creer en esta amistad?
Noah Cyrus - Lonely (0:04 - 1:04)
—¿Pensando en la inmortalidad del cangrejo? —me pregunta Lennox y me entrega una copa de vino tinto antes de mirar en la misma dirección que estoy mirando. —Así que te gusta, Jazmín.
Me río sin una pizca de humor.
—No —respondo—. Es solo una buena amiga.
—Discúlpame que difiera —insiste Lennox y mira a Lena que está en video llamada con nosotras aprovechando la pausa de su entrenamiento—. ¿Sabías que le envió ciento cincuenta ramos de diferentes tulipanes? Y cada uno tenía una nota de agradecimiento escrita por ella.
Incluso aunque no observo la reacción de Lena, puedo imaginar la forma que abre los ojos y la sonrisa en su cara.
—¡Drea! Eso es increíble. Jazmín me agrada, pero, lo extraño no es que enviaras algo, es el hecho de que tú misma escribiste las notas. Tú, que le pides todo a tu asistente. Lo cual está bien, si yo tuviera un asistente haría lo mismo.
Elijo ignorarlas.
—No me gusta —repito—. Me agrada, más que ustedes en este momento.
—Te gusta Jazmín o al menos hay algo en ella que te atrae. De lo contrario no la estarías mirando de la misma manera que ves los rompecabezas, y a ti te encantan los rompecabezas.
Pongo los ojos en blanco.
Bueno, tal vez Lennox tenga razón, aunque no es algo que vaya admitir en voz alta.
Es solo que cada vez que veo a Jazmín pienso en el sol de la mañana: cálido, pero lleno de incertidumbre. Aún falta mucho para que el día finalice y no sabemos si el sol estará ahí hasta que llegue el momento del atardecer o será cubierto por nubes convirtiéndose solo en otro sol cubierto por un cielo gris antes de una tormenta.
No sabemos qué será de ese sol de la mañana y solo nos queda esperar.
—No me gusta. Pero sabes, tal vez deberías presentarle a alguien. Consíguele una cita y apártala de tu camino.
—¿Y a quién le podría presentar? Mi lista de amigos se reduce a Kelly.
Me encojo de hombros.
—¿No está Spencer el hermano de Davina soltero? Él es lindo y creo que se llevarían bien —sugiero.
—Mírate, Drea. Buscándole una cita a la chica que te gusta.
Comparto una mirada con mi hermana y ella me sonríe, no es una sonrisa feliz, es solo una sonrisa de esas que se forman de forma involuntaria, pero de todas formas yo le devuelvo una similar.
—¿Viste que Katie está siendo distante con Remy?
—¿Por qué?
Lennox mira a nuestra hermana y tararea una afirmación
—Son crónicas de una muerte anunciada.
—¿Por qué lo dices? Nadie me cuenta nada —se queja Lena.
Los veo. Remy está con su guitarra cantando una música que, según él, le recuerda a mi hermana.
Hay algo agradable en ver a Katie bajar las barreras con alguien que no sean sus hermanas.
—Katie está empezando a odiar que las revistas la llamen la novia de Remy. Ha luchado tanto por hacerse un nombre fuera del apellido Reagan y, ¿qué todo ese esfuerzo se pierda por un hombre? No lo va a permitir.
Mi hermana no quiere tener nada que ver con el apellido, evitó a toda costa que el abuelo se involucre en su restaurante. Dice que no quiere que el día de mañana mi abuelo y mucho menos nuestro padre, le digan que todo lo que tiene es gracias a ellos.
Cómo sucede con los demás.
—Tiene sueños y ambiciones, lo cual no está mal. Y si Katie tiene que elegir entre su carrera como chef y el amor, ya sabemos cuál va a elegir.
No sería la primera vez que Katie pone sus metas sobre cualquier cosa. Mi madre me suele decir que lo hace porque siente que tiene algo que demostrar, igual que Lennox, y yo las entiendo.
—Me tengo que ir, mi entrenador me está llamando, pero la próxima vez que nos veamos quiero saber todo sobre sus vidas amorosas. Ustedes son mi entretenimiento en vivo y directo. Las amo.
—Nosotras también te amamos, Lenny. Cuídate.
Katie se une a Lennox y a mí mientras estamos paradas de espalda a la ciudad con nuestras miradas fijas en las personas que están en la sala riendo y recordando viejas anécdotas. Hablando y burlándose entre ellos como los viejos buenos amigos que son.
Elevo la copa de vino a la altura de mis labios sin apartar mi vista de Jazmín y la forma que "brilla" mientras sujeta su estómago ante la risa por algo que acaba de contar Remy.
—Tres Reagan en un balcón, observando tres diferentes rayos de sol —canto, tratando de mantener a raya la amargura en mi voz.
Por suerte mis hermanas están sumidas en sus propios pensamientos y no lo notan.
—¿Crees que buscamos de alguna manera personas brillantes por qué estamos sumidas en las tinieblas? —pregunta Katie.
—Si es así, estamos más jodidas de lo que pensaba —responde Lennox—, pero eso ya lo sabemos. Y si, lo hacemos. Buscamos los rayos del sol y cuando los encontramos, no nos sentimos dignas de disfrutar aquella calidez.
—En resumen, nosotras somos el problema.
Choco mi copa con la de Katie después de decir aquello.
—No, en terapia me dijeron que no debemos decir que nosotros somos el problema.
—Pero lo somos, Lennox. ¿No es obvio? Si el ejemplo más cercano de relación que tenemos es el que tenían nuestros padres, no esperes maravillas de nosotras y no es una excusa, es solo que...
—Cuando cierras los ojos, eso es todo lo que ves al pensar en una relación —completa Katie por mí—. Ves el reflejo de lo que el amor te puede hacer y en quien te puedes convertir cuando amas a alguien.
Sí.
Es divertido, de una manera muy retorcida, como las tres somos de diferentes madres y compartimos tantas similitudes y problemas generados por nuestros padres.
Cierro los ojos y ahí está, el recuerdo de la primera vez que vi a mi papá.
No es un buen recuerdo y es en todo lo que pienso cada vez que lo veo, cada vez que alguien me habla del amor.
Los truenos resuenan con fuerza y abro un poco la cortina de la casa de vacaciones para ver cómo el cielo se ilumina con los relámpagos, como el mar frente a la casa parece brillar.
Me gustan mucho las tormentas eléctricas. Mi madre dice que se debe a que me gusta el caos y aquellas cosas que provocan miedo a los demás.
—¿Estabas hablando con ella? Prometiste que ya no la buscarías, me lo prometiste, Bernard. ¿Al menos podrías mirarme? —le súplica mi mamá aquel hombre.
Me escondo detrás de las cortinas y me agacho con cuidado de no ser vista. ¿Quién es ese hombre y por qué está haciendo llorar a mi mamá?
Mi madre toca el brazo de aquel hombre y esto lo enfurece más, se abalanza sobre mi mamá y la sujeta con fuerza de la nuca, acercando su rostro hacia ella.
—Eres tan patética suplicando por mi amor y atención. ¿No entiendes que yo no te amo? Jamás te he amado. ¡Entiéndelo maldita sea! Solo vine aquí buscando una cosa, ya me lo disté y ya no me sirves.
Suelta a mi madre con fuerza y ella cae hacia atrás, gime de dolor cuando su costado choca contra la mesa de madera que está junto al sofá y él se ríe, no entiendo porque se está riendo del dolor que le está provocando a mi mamá.
—Tú me amabas, dijiste que me amabas, ¿dónde se fue todo el amor que dijiste que me tenías? ¡Dejé todo por ti! Me convertí en la mujer que dijiste que necesitabas a tu lado, di un paso atrás para dejarte brillar y, ¿ahora me dices que nunca me amaste? No, no, no. Yo aún te amo.
La voz de mi madre sale ronca y rasposa, sigue en el suelo con una mano alrededor de su cuello masajeando las marcas que aquel hombre acaba de dejarle.
Él niega con la cabeza.
—Deja de mendigar amor. Te lo dije, es algo patético. Yo no te amo. Acéptalo.
El hombre desconocido le da una última mirada a mi madre antes de irse y mi madre se queda en el suelo llorando, me acerco a ella y tomo su mano. Mi madre me mira con los ojos rojos y llenos de lágrimas antes de acomodar su cabeza en mi regazo y seguir llorando mientras yo paso mis manos por su cabello y le digo que todo estará bien.
Tenía seis años y toda esa situación fue tan confusa para mí, más que todo, porque solo unos días después, ese hombre regresó a la casa en la que vivía con mi mamá y ella lo recibió, cubrió sus heridas con maquillaje, puso una falsa sonrisa en su cara y actuó como si nada malo hubiera pasado.
El sonido de mi teléfono me hace mover la cabeza para alejar esos recuerdos e ignoraría la llamada si en la pantalla no se leyera el nombre de Emilia.
—Ya regreso.
Me dirijo hasta el pasillo y atiendo la maldita llamada.
—¿Qué quieres?
Ni siquiera debería estar atendiendo esta llamada, debería ignorarla, de la misma manera que ella me ignora cuando no me necesita.
—Solo quería escuchar tu voz —murmura—. Ha sido una semana difícil.
Recuesto mi espalda contra la pared y suelto un suspiro.
De hecho, si, ha sido una semana difícil. El medio en el que nos movemos es demasiado jodido y ambas estamos tan metidas en ese mundo que estamos igual o más jodidas. Incluso aunque lo intentamos evitar.
—Estas drogada. ¿Verdad? Y no intentes mentir, tú solo llamas cuando estás en ese estado.
—¿Importa? La cuestión es que te extraño. ¿Tú no me extrañas, Drea? No a esta Emilia, si no la otra yo, la que era antes de toda esta mierda. Porque yo si me extraño y a ti. Extraño lo que éramos y, sobre todo, lo que pudimos ser.
Ambas guardamos silencio y mi mente regresa a las tranquilas noches con ella cuando recién nos conocimos, a su forma audaz de ver la vida y como pensaba que yo podía ser algo más que la persona rota en la que me estaba convirtiendo. Claro, esa era una época donde la profundidad de los problemas que me atormentaban, no eran nada comparados con los de ahora. Porque los años de carrera han ido afilando más las grietas del papel que me han obligado a llevar y que rodean mi cuerpo, mismos filos que lastiman a todos los que se acercan demasiado.
Y no puedo quitarme aquella armadura, aunque esta oxidada y sus filos cortan mi piel, dejándome desangrar a la vista de todos. Hay sangre que se ha secado y su desagradable olor atrae a los carroñeros que se acercan a devorar mi piel sin importarles que aun respiro.
¿Qué quedó de la Drea que era? Solo un cuerpo herido, magullado y ensangrentado que es constantemente seguido por buitres.
—¿Cómo estas, Drea?
Cierro mis ojos con fuerza y cuento hasta diez.
—Bien.
—Mentirosa.
Me rio, sin humor y de forma rasposa.
—Ya no llames, Emilia.
—Entonces, deja de atender mis llamadas. Deja de abrir la puerta cada vez que voy. Déjame.
—Eso intento.
—Tenías razón, mi dulce Drea. No valgo la pena. Te mereces algo mejor que yo.
Aquí van, estos jodidos juegos que jugamos.
—Al fin, algo en lo que ambas estamos de acuerdo.
—Lo siento.
Termino la llamada y me quedo mirando su nombre en la pantalla imaginando como serían las cosas si yo jamás hubiera entrado en este medio y fuera solo... yo.
Al levantar la mirada veo a Jazmín de pie frente a Remy en la cocina, parece que están discutiendo y sea lo que sea que Remy le dice, hace caer el rostro de Jaz y retrocede antes de buscar la puerta y salir.
Tengo un debate interno por un par de segundos sobre si debo o no ir a verla.
—Ve a buscar a tu chica —me dice Lennox.
Me quita la copa de las manos y yo resoplo, pero sin decir nada, camino hasta la puerta, tomando mi chaqueta y la de Jazmín en el camino.
—¿Pensando en la inmortalidad del cangrejo?
No gira su cabeza hacia mí, pero puedo ver como su postura se relaja.
—Me seguiste —murmura con un toque de incredulidad.
—¿Qué clase de amiga seria si no lo hacía?
Incluso antes de mirarla, sé que Jazmín está sonriendo. Es casi como si pudiera oír su sonrisa.
¿Cómo es eso posible? —me pregunto.
—Está helando aquí, por eso vine. Olvidaste tu chaqueta —le explico.
Nos acomodamos contra la baranda y el aire frío de la noche nos golpea con fuerza.
Dejo caer la chaqueta sobre sus hombros y ella me sonríe antes de ponérsela.
—No tenías que molestarte.
Se encoge de hombros y se balance sobre sus pies.
—No es nada, pero, ¿quieres estar sola? ¿Mi presencia aquí te molesta?
Sus ojos azules me miran y es como sentir el sol en mi piel después de haber estado encerrada en un lugar sin ningún rayo de luz por días, incluso meses.
Es una sensación extraña.
—Nada referente a ti me molesta, Drea.
Me desconcierta un poco como Jazmín dice lo que piensa o siente sin restricción. Es una persona abierta y genuina. No hay muchas personas como ella en el mundo donde yo me muevo.
—Remy piensa que estoy cometiendo una estupidez.
—¿Sobre qué?
—Venir aquí y proponerle a Colin tener nuestra propia radio. Él cree que vine por Colin.
No es el único que lo piensa.
—Pero no es así, he tenido años para superar a Colin, sobre todo, porque jamás hubo nada entre nosotros. Lo amaba y él me amaba, pero no luchó por mi porque creía que yo merecía más de lo que él me podía dar. Se dejó llevar por la familia de la que vengo y las diferentes clases sociales de las que somos. Aunque eso a mí no me importaba.
» Te imaginas mi sorpresa al venir y ver que por tu hermana si pudo luchar, me hizo cuestionar que tal vez era yo el problema. ¿Qué tenía ella que la hizo tan especial para conseguir que él luche por ella?
Deja escapar un suspiro que suena como el comienzo de una risa hueca. La veo mirar hacia el horizonte, y curvar sus dedos contra sus palmas. Y si soy honesta, es un poco discordante ver a una persona tan alegre y entusiasta, de esta manera.
—¿Sabías que estaba comprometida? Mi familia no lo aceptaba, mis amigos tampoco. Lo perdí todo por él y creía que valía la pena, pero no era así, estaba conmigo solo por mi dinero. Ahora está en prisión gracias a Remy. Él me apoyó cuando todo eso explotó, cuando seguí mi sueño de ser locutora y mi madre me quitó todo ingreso. Remy me vio luchar duro y me duele que piense que todo esto lo hago por Colin. ¡Es por mí! Porque quiero demostrarme que puedo hacerlo.
Llevo mi mano hacia la barbilla de Jazmín para conseguir que ella me mire a los ojos.
Jaz luce tan cansada, asustada y vulnerable.
Y no sé cómo reaccionar ante esta imagen.
—Vendí mi apartamento en New York y pedí un préstamo para poder venir aquí y seguir mi sueño y está este lugar que me encanta, el cual es perfecto para la estación radial, pero se sale de nuestro presupuesto y Remy dice que estoy siendo irresponsable. Y yo solo... Dime, ¿crees que estoy siendo estúpida?
—No. Creo que estás siendo valiente. No cualquiera tiene las agallas de hacer lo que tú estás haciendo. No dejes que los miedos e inseguridades de otros te detengan.
Me encuentro con la mirada de Jazmín. ¿Por qué me está mirando con tanta calidez?
—Gracias, Drea, necesitaba escuchar eso. Eres una buena amiga y de una u otra manera, siempre logras inspirarme.
Sus dedos se entrelazan con los míos y me da un ligero apretón antes de soltar mi mano.
—¿Jaz?
—Sí.
—Me preguntaba si te gustaría cenar conmigo alguna noche —pregunto de forma tentativa mirando directamente a sus ojos azules.
Ni siquiera puedo entender el impulso que me llevó hacer esa pregunta, pero ahí está, la he hecho.
Me digo que no le estoy pidiendo una cita, sobre todo porque no es algo que yo hago y no es algo que ella quiera hacer —al menos de forma romántica— con otra chica. Pero quizás debí sugerir aquello de una manera diferente, porque suena como si le estuviera pidiendo una cita.
Ella no lo ve así. ¿Verdad? Pero, ¿qué me estoy preguntando? Por supuesto que no lo ve de esa manera.
—Por supuesto, no tienes que aceptar si no quieres, sobre todo porque nunca he cocinado y creo que soy terrible en la cocina, pero desde que nos conocemos te has estado asegurando de que coma y me gustaría devolverte el favor cocinando para ti.
La veo mover su cabeza de arriba hacia abajo con entusiasmo y con una sonrisa en sus labios.
—¡Sí! Sí... Quiero decir sí —responde un poco más emocionada de lo que pensé que estaría—. Me encantaría, Drea.
Vuelvo a sonreír al ver una sonrisa genuina aparecer en su cara y disfrutando de la luz que ella proyecta, incluso cuando no tiene motivos.
—Vamos, Jaz, regresemos con los demás...
—¡Una estrella fugaz! Rápido, pide un deseo.
Miro la estrella y luego mis ojos regresan a Jazmín que tiene los ojos cerrados y un solo pensamiento viene a mi mente: Ella.
Me quito los tacones al llegar a mi Pent-house y muerdo mi labio sin saber si debo o no hacer lo que tengo en mente.
—¿Jenny?
Ella sale de alguna parte de aquí, con su ropa impecable y la tablet blanca en su mano.
—Sí.
—Necesito que averigües sobre un edificio que Jazmín y Colin visitaron, y lo compres. Obviamente no lo vas hacer a mi nombre, pero una vez que lo hagas, te contactas con cualquiera de ellos dos por medio de alguien más y les vendas ese edificio a la mitad de precio o un poco menos que eso.
—¿Mitad de precio? Aún no sabemos cuánto cuesta ese lugar o los beneficios...
—No me importa cuánto cueste. El dinero no es un problema, ya deberías saberlo.
Tararea de forma afirmativa y empieza a revisar cosas en su tablet.
—Son demasiadas molestias para ser solo tu amiga.
—Es una muy buena amiga, eso es todo. ¿Nunca has tenido una amiga?
—Sí, pero no le regaló edificios.
Pongo los ojos en blanco.
—Eso se debe a que con tu sueldo no puedes. Ahora deja de juzgarme con la mirada y ve hacer lo que te pedí.
—Sí, jefa.
Hace un saludo militar en son de burla y se gira para irse.
—Por cierto —murmura sin girarse—, felicidades.
—¿Por qué?
—Estas cumpliendo un mes más de sobriedad.
No hay burla en su tono, solo genuina apreciación, algo que me sorprende.
—No creíste que lo lograría. ¿Verdad?
Me mira por encima de su hombro.
—Te equivocas, Drea. La única que no lo creía eras tú.
"Las estrellas fugaces son, en realidad, fragmentos de cometas o meteoros que entran en la atmósfera terrestre y se incendian debido al calor y la presión. Generalmente tienen una vida muy corta, apenas unos segundos. Aunque son fugaces, muchas personas los consideran algo mágico y significativo, Jazmín es una de esas personas y mientras Drea la miraba sentía que ella era esa estrella".
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