1. ¿Qué pasaría si nunca nos hubiéramos conocido?
Taylor Swift – This is me trying (1:24 – 1:57)
Jazmín.
Mientras pinto mis labios de rojo, me detengo, observando mi reflejo y me pregunto una vez más sobre mi final feliz: ¿Hay algunas infracciones que una vez que las incumples algún poder superior decide quitártelo? ¿Hay tal vez una cantidad limitada de finales felices? Porque eso tendría sentido y de ser así, a cada persona que no le toca un final feliz deberían de darle una advertencia de antemano para no esperar o buscar toda su vida algo que no va a tener.
Incluso he llegado a creer que soy solo una especie de herramienta en algún esquema cósmico, una pequeña pieza que pone en funcionamiento planes más grandes.
Me río, sin una pizca de humor, es la risa de un corazón roto. La risa de una persona que no tiene esperanza y demasiada realidad detrás.
—No —me digo—. Mi destino es obra mía y no tiene nada que ver ninguna entidad superior. No hay nadie a quien culpar por las malas decisiones que he tomado.
Termino de colocar el labial sobre mis labios y arreglo mi cabello lo más impecable que puedo, sabiendo que, aun así, no será suficiente para mi madre, que verá un cabello fuera de lugar o una arruga en mi atuendo y no dudará en criticarme.
De todas formas, aliso el traje blanco de tres piezas —algo que solo utilizo cuando voy a ver a mi mamá—, con mis manos y le doy una última mirada a mi reflejo antes de salir hacia la sala para encontrarme con mi madre, quien me espera cerca de la cocina, con una copa de vino en la mano.
—Jazmín —sisea mi nombre al verme y deja la copa vacía a un lado.
A pesar de todo, sonrío.
—Mamá, me alegra verte.
Abro mis brazos con la intención de abrazarla, pero mi madre levanta su mano y con un leve movimiento que ha hecho desde que soy una niña, me detengo en seco.
Sus fríos ojos azules observan mi atuendo y frunce los labios. Cierra los ojos e inclina un poco la cabeza mientras sujeta su tabique con los dedos índice y pulgar.
—¿Has engordado? Ni siquiera sé porque te pregunto, es obvio que lo has hecho y todo es culpa de esos postres que horneas. Solo mira cómo te queda ese atuendo. ¿Sabías que es uno de los mejores atuendos de mi última colección? Y en ti luce tan ordinario. Que decepción.
Desde los doce años tomé, según mi madre, el mal hábito de hornear postres. Me gustan. Lo empecé hacer porque me sentía sola y ahora, a pesar que aún estoy sola, lo hago porque lo disfruto.
También lo suelo hacer cuando estoy nerviosa o triste y estaba muy nerviosa ante la visita de mi madre, porque sé a qué viene e incluso aunque me preparé psicológicamente para esto, repitiéndome los posibles insultos que ella utilizaría, aun así, me afectan.
No deberían afectarme, a estas alturas tendría que haberme acostumbrado.
—No he engordado, mamá.
Se acerca en dos largos pasos y junta sus manos alrededor de mi cintura, murmurando que antes era un centímetro menos, para después sujetar mi rostro entre sus dedos, dejando que una de sus uñas se clave en mi mejilla.
—Lo hiciste, no me mientas.
—Mamá...
—¿Por qué cada vez que te veo me siento aún más decepcionada de ti? Pienso que es un pasatiempo que tienes, el ver cuánto puedes avergonzarme.
Solo está estresada por su última colección —me digo—. Ella me quiere y quiere lo mejor para mí.
Entiendo que esté molesta conmigo, tiene una nueva colección que está a punto de salir y algunas revistas hablan sobre mi compromiso fallido y como mi ex prometido, está ahora en prisión por delitos de cuello blanco.
Mi madre estaba furiosa cuando se enteró y vino a verme enseguida, recordándome que soy una tonta ingenua que confío en un don nadie que solo quería mi dinero.
¿En serio pensaste que él te quería por algo más que tu dinero? No puedo creer que hayas sido tan ingenua para creer que conocerías a tu príncipe encantador y cabalgarían juntos hasta el atardecer —me dijo mi madre a penas y llegó aquella vez—. Ya estás grande para seguir soñando con finales felices.
Si no fuera por Remy, mi hermanastro, quien fue la persona que logró llevar a prisión a mi ex prometido, las cosas se hubieran complicado mucho más.
—Lo siento, mamá.
—¿Y ya? ¿Eso solucionó todo? Jazmín, estoy en el negocio de la moda. ¿Sabes lo competitivo que es este negocio? Y lo último que necesito es preocuparme porque mi única hija está engordando y no se ve bien con mis diseños.
Según los estándares de belleza, yo soy alguien físicamente hermosa: ojos azules, cabello rubio y soy alta. Pero nunca he sigo demasiado bonita para los estándares de mi madre, quien es, en sí, una belleza deslumbrante. Para ella, yo tengo demasiadas pecas en mi cara, hombros y pecho. Mi cabello se vería mejor si fuera liso y no ondulado. Mi cuerpo podría verse menos como se ve, aunque no sé qué quiere decir con aquello.
En resumen, podría ser mejor de lo que soy, pero yo lo intento. De verdad. Incluso aunque al parecer no se ven mis esfuerzos.
Aprendí a maquillarme desde muy joven para cubrir las pecas en mi cara, no uso ropa que muestre las pecas en mis hombros e intento vestirme con ropa que mi madre considera que me queda bien.
—No quiero ser dura contigo, Jazmín y no estoy aquí para hablar sobre tus malos hábitos alimenticios. Quiero que hablemos sobre tu hobby.
Mi madre camina de regreso a la cocina, en busca de la botella de vino que tiene abierta.
—¿Hobby?
—La locución o lo que sea que hagas en esa radio de quinta.
—No es un hobby mamá, es mi trabajo y me gusta.
Crecí con Nanas y choferes, sola en una casa demasiada grande y no se lo reprocho a mi mamá, sé que ella no tenía otra opción al ser una empresaria y tener diferentes tiendas alrededor del mundo que necesitan su supervisión. La cuestión es que era una niña muy solitaria, y recuerdo que una de mis Nanas solía poner la radio por la mañana mientras me ayudaba arreglarme. Con el tiempo, seguí manteniendo la costumbre de dejar la radio encendida para que me acompañe durante mi día.
Me hacía sentir menos sola.
—¿Y qué futuro tienes ahí, Jazmín? Ninguno. No te das cuenta como el tiempo pasa y no haces nada con tu vida. No eres nadie y es momento que eso cambie.
Suelto un suspiro.
—¿Cómo?
—Es tiempo que entres en razón y regreses al negocio familiar.
—Mamá, entiendo tu preocupación, en serio lo hago, pero no me veo siendo una empresaria y asistiendo a una oficina todos los días.
Esa no es la vida que quiero para mí —finalizo en mi mente.
—¿No? Por supuesto que no, prefieres desperdiciar tu vida siendo nadie en lugar de seguir con mi legado. ¿Sabes lo lejos que podrías llegar? Tienes tanto potencial para ser alguien extraordinario y lo desperdicias de esta manera tan patética.
El contenido de la copa que sostiene mi madre desaparece y es reemplazado por más vino.
—Puedo ser alguien extraordinaria en mi trabajo, el éxito es algo subjetivo. Lo que tú consideras éxito, no es lo que yo considero que sea exitoso.
La veo mover la copa entre sus dedos, analizando mis palabras y se ríe, de forma suave y desdeñosa.
—¿Y qué es lo que tú consideras éxito? ¿Ser la esposa de alguien y tener hijos? ¿Ser solo una empleada cuyo nombre será olvidado con los años? Dime, porque me siento intrigada.
—No veo nada de malo en querer tener una familia, mamá.
Bebe de nuevo todo el contenido de la copa y la deja sobre el mesón.
Sus fríos ojos azules recorren mi figura de nuevo.
—Creía que después del desastre de aquel compromiso con ese don nadie, habías entendido que ese no es el camino a seguir, que tus pensamientos eran otros, pero me equivoqué. Que decepción, Jazmín.
Mira el reloj en su muñeca y saca su teléfono para llamar a su chófer.
—Eres mi única hija y quiero lo mejor para ti, pero es tan difícil cuando tú te empeñas en ser solo un desastre y una decepción. Y solo espero que en algún momento puedas entrar en razón.
No se despide de mí o me da una última mirada antes de salir del apartamento, el cual, cabe señalar, también desaprueba.
Me siento en el sofá, con la cabeza enterrada en mis manos y mis codos descansando en mis rodillas.
—¿Por qué no puedo ser algo más que un desastre y una decepción?
No siento que mi madre me pida mucho, por eso me molesta no poder ni siquiera cumplir con lo que ella quiere.
Escucho la puerta del apartamento, y los pasos de Remy entrando.
Hay un leve movimiento en el sofá cuando él se sienta, pero no me muevo.
—¿Qué pasa, patito?
—No me digas así.
Remy es el hijo del nuevo esposo de mi madre. Es un famoso cantante, cuya vida gira entorno a su música, disfrutar la vida y cero compromisos.
A veces quisiera ser como él, quien no se preocupa por llenar las expectativas de nadie más que las suyas y que tampoco está interesado en tener una relación y mucho menos en la idea del amor.
Desde que lo conozco, no ha tenía ni una sola novia.
—Vamos, Jaz, dime qué te pasa.
Me muevo, quitando las manos de mi cara y girando mi rostro hacia el de Remy.
—Mi madre estuvo aquí.
—¿Y qué quería aparte de criticarte?
—Que empiece a trabajar en el negocio familiar.
No importa las veces que le diga a mi madre que aquello no es lo mío, ella no me escucha y si lo hace, no le importa.
Entiendo su necesidad de no querer que se pierda su negocio, aquel que le costó tanto tener y mantener, aquel por el cual ha sufrido y sacrificado tanto, pero no es justo que ponga esa carga sobre mis hombros, que espere que deje de lado la vida que quiero vivir, para hacer lo que ella quiere que haga.
No puedo dejar de vivir mi vida, para vivir la vida que ella quiere para mí.
—Le dije que no, que me gusta mi trabajo y le iba a hablar sobre mis planes a futuro, pero no me dejó.
Mi sueño es tener mi propia estación de radio y estoy segura que un día lo voy a conseguir, aunque hay otros días donde siento que no voy a lograr nada de lo que quiero y sueño.
—Se fue de este apartamento sintiéndose decepcionada de mí y pienso que tal vez debería intentarlo, al menos por un tiempo el estar en el negocio familiar. Puede que me termine gustando. ¿Verdad?
—No, lo vas a odiar y eres demasiado buena para ese mundo. También eres demasiado ingenua.
—Lo sé, pero me siento una mala hija y una desconsiderada.
—Tu mamá ya tuvo la oportunidad de elegir su vida y ella eligió ser una mujer de negocios en el área textil y moda. Ahora es tu turno de elegir.
Suena tan sencillo.
—Ella solo quiere lo mejor para mí, se preocupa porque piensa que estoy desperdiciando mi vida y no quiere eso para su única hija.
—Allá tú, si lo quieres ver de esa manera.
Pongo los ojos en blanco.
—Mi madre me ama, a su manera, pero ella me ama.
La relación con mis padres siempre fue complicada. Ninguno de los dos estaba presente en nada, crecí sola y viendo como ellos peleaban por quien de los dos ganaba más dinero que el otro. Hasta que un día papá se cansó de la vida que tenía y se fue. Mamá no dijo que aquello le afectó, pero lo hizo. Se sumergió más en su trabajo y en la bebida.
Después que papá se fue, mi madre ya ni siquiera hizo el intento de fingir que quería estar en casa. Me mandaba notas o regalos —los cuales después averigüé que los comprobaba su asistente—, cada vez que no podía asistir a un evento.
Para mí graduación de la universidad me regaló el auto que quería. Aunque me quitó todo eso cuando decidí ser locutora y fue aún peor cuando me comprometí con "un don nadie" como ella decía.
—Por cierto, ¿a qué viniste?
—¿Acaso no puedo visitar a mi insoportable hermanastra favorita?
Aparto su mano que a alborotado mi cabello.
—Dime.
—Iba a ir con alguien a un concierto, pero no puede y vine a preguntarte si quieres ir.
—Tu novia del momento te cancela y, ¿soy tu segunda opción? Me siento alagada.
—En realidad, eres la séptima opción, pero sigues siendo mi favorita.
Lo veo buscar las entradas VIP en los bolsillos de su chaqueta y los eleva, moviéndolos en el aire fuera de mi alcance.
Doy un pequeño salto con la intención de tomar una de las entradas, pero Remy es más rápido y lo impide.
—¿De quién es el concierto?
—¿Recuerdas esa canción que pusiste en bucle como hace un mes mientras estábamos en Aspen? Dijiste que la voz de la cantante te daba paz, bueno es un concierto de ella.
Era una voz rasposa, con un toque suave y seductor.
—No me quisiste decir quién era la cantante —le reprocho.
—No dijiste por favor.
—¿Quién es?
La busqué, pero no la encontré y fue frustrante. Más aún, porque trabajo en una radio y debió ser sencillo. Aunque había veces donde creía que estaba sonando en la estación, pero nunca sonó durante mi segmento.
—Drea Reagan.
—¡He escuchado sobre ella! Pero no he escuchado sus músicas. Canta pop rock, ¿verdad?
—Sí, la conocí en una fiesta. Es agradable, aunque tal vez eran las drogas en su sistema.
—¿Consume drogas?
Remy me da una mirada como señalando lo obvio.
—Por supuesto que lo hace, incluso aunque los medios digan lo contrario. A veces esa es la única manera de sobrevivir a esto, más aún, si estás sola y con un productor como el que ella tiene.
Intento recordar si alguna vez la vi, pero creo que no y si lo hice, no sabía que era ella y no preste atención.
—Iba a llevar a Colin, pero decidí venir y preguntarte a ti.
—¡Pero aún podrías decirle! Podríamos ir los tres, él se ha sentido mal respecto a su relación porque ha estado teniendo problemas con su novia. Me siento mal por él.
—Jaz.
Levanto las cejas ante el tono de advertencia en la voz de Remy.
—¿Qué?
—Tienes que dejar a un lado tu complejo de salvadora. Ves a una pobre alma rota o una persona herida y vas hacia esa persona, como la polilla hacia la luz. Tratando de sanar algo que tú no has roto, o salvar a alguien que no quiere ser salvado.
—No tengo complejo de salvadora.
Pero Remy ignora lo que acabo de decir y continúa hablando.
—Entiendo porque lo haces —me dice—. Ayudas a otros de la manera que te hubiera gustado que te ayudaran a ti. Ves un alma rota que se asemeja a la tuya y corres ayudarla porque sabes lo que se siente y no quieres que otros se sientan igual. Pero el problema con eso, es que una vez que han sanado, se olvidan de quien los ayudó y te dejan a un lado o peor aún, podrían hacer que arranques partes de ti para sanarlos.
Hemos tenido conversaciones similares antes y discusiones fuertes sobre este tema. La peor discusión fue la referente a mi ex prometido.
—Colin está con Lorna.
—Lo sé, sabes que jamás me metería en una relación.
Remy se levanta del sofá y se para frente a mí, pone sus manos en mis hombros y levanto mi mirada hacia su rostro.
No me gusta cuando me da esa mirada que me está dando ahora, esa que grita: deja de esperar a alguien que no va a llegar.
—¿Recuerdas la canción que te escribí? La chica que nunca se queda con el chico y como pasa su vida esperando a que él la vea. Esperando a que él recuerde lo que sentía por ella y piense en la historia que pudieron tener. Pero, ¿qué sucede al final con ella? Se queda sola y triste en esa enorme casa, porque él hizo su vida y ella se quedó esperando a alguien que jamás iba a llegar. ¿Quieres que eso suceda contigo?
Niego con la cabeza.
Conocí a Colin Hayes por Remy, porque es su mejor amigo y yo quedé encantada desde que lo conocí. Es dulce, atento y muy divertido. Teníamos tantas cosas en común, en especial nuestro amor por la radio.
Para mí, él era perfecto, y sabía que él sentía lo mismo, incluso aunque jamás dijo nada de forma directa. El único problema, para Colin, no para mí, es que somos de diferentes clases sociales y sentía que no podía darme todo lo que merecía.
Te mereces tantas cosas, Jazmín y yo no puedo dártelas —solía decirme.
Se dejó llevar por aquellas inseguridades y se alejó de mí. Se alejó cuando yo quería que se quede y luche por mí.
—No quiero que sigas esperando por alguien que no va a llegar, Jaz.
—Lo sé.
—Por que, incluso con lo insoportable que eres, mereces a alguien que de todo por ti y por tu felicidad.
Es un poco irónico el pensar ahora, como me detestaba Remy cuando me conoció y como, con el tiempo, se volvió la única familia real que tengo.
Fue Remy quien me apoyó cuando decidí cambiar de profesión y seguir mi sueño de ser locutora de radio. Abrió las puertas de su hogar aquí en New York porque mi madre me quitó toda ayuda económica y también me ayudó a comprar mi primer apartamento. Fue él quien me dio un hombro para llorar después que me enteré lo de mi ex.
—Y bien, ¿vamos a ir o no a ese concierto?
—Sí, por supuesto que sí.
*******
El lugar está lleno. Huele a alcohol, cigarro y una mezcla de diferentes perfumes. Un grupo de chicas gritan el nombre de Remy y este les sonríe y se acerca a ellas para tomarse algunas fotos antes de regresar a mi lado y guiarme hasta el área privada donde vamos a estar.
Le da unas indicaciones al equipo de seguridad y enciende un cigarro.
—No —le digo y quito el cigarro de sus labios.
Pasa una mano por su cara y finge una sonrisa.
—Sabes que no me gusta el olor del cigarro.
—A mí tampoco me agradas la mayor parte del tiempo y aun así te tolero, Jaz.
Las luces del lugar cambian y los gritos se hacen más fuertes. Los músicos salen a escena y el concierto inicia con los acordes de guitarra de la canción American woman la versión de Lenny Kravitz.
Mis ojos miran como la figura de Drea Reagan asciende desde abajo del escenario y es iluminada por los reflectores.
Tiene un aire gótico y rebelde, sin dejar de lucir elegante, vestida toda de negro, con pequeños tatuajes en su brazo derecho y aretes brillando en su oreja izquierda. Sus ojos verdes resaltan gracias al maquillaje ahumado y sus labios están pintados de un tono oscuro que no alcanzo a diferenciar.
—¿Alguien aquí a escuchado la hipótesis de la física teórica sobre la teoría del multiverso? —pregunta Drea al público cuando finaliza la canción, y recibe algunos gritos de negatividad, algo que la hace reír, pero no suena genuino, si no falso y seco—. Está hipótesis propone que nuestro universo es uno de una infinidad de universos paralelos. Cada universo del multiverso tendría sus propias leyes físicas y condiciones iniciales. Y existe uno de nosotros en cada uno de esos universos. ¿No es eso fantástico?
No creo haber escuchado esa teoría antes.
Me gustan las estrellas y mirarlas por la noche, pero la física nunca ha sido mi fuerte, pero a pesar de eso, hago una nota mental para buscar sobre dicha teoría.
—Todo lo que podría suceder, ya está sucediendo porque existe una cantidad infinita de posibilidades para nosotros —sigue diciendo ella—. Si está noche decidieron venir a este concierto, hay un universo donde no lo hicieron. Y así con cada decisión que tomamos. La cuestión es que, existe un universo donde somos todo aquello que queremos ser, que dijimos todo lo que queríamos decir e hicimos todo lo que queríamos hacer. Ahí afuera, existe un universo donde somos felices. Es una pena que no sea en este universo y en este momento.
Se mueve en el escenario con pericia y elegancia, parece una reina caminando en su corte y al mismo tiempo, luce como una rebelde a punto de iniciar una rebelión contra un rey tirano.
Pero lo que más llama mi atención de Drea Reagan, no es que mientras está en el escenario su mente parece estar en otra parte o lo fascinante de su discurso sobre física y sus teorías, no, es que ella tiene la mirada más triste y vacía que he visto en una persona.
—Luce algo triste. ¿Verdad?
—¿Qué? No, son ideas tuyas, Jaz.
Tal vez.
Es solo que hay algo en su mirada, en aquellos ojos verdes, que me dicen que no me estoy haciendo ideas equivocadas.
—Gracias a todos ustedes por venir está noche y quién sabe, tal vez está noche sea la noche en la cual sus vidas cambien por completo. ¿Y si dicho cambio empieza en este concierto? Porque algo si es seguro, sus vidas cambiaron después de conocerme.
Guiña un ojo al público y les hace una seña a los músicos antes de empezar a cantar una nueva canción, pero yo sigo pensando en lo último que dijo.
Porque de alguna manera, algo me dice que después de esta noche, nada será igual.
"Aquí, por simplicidad, consideraremos solo el choque de dos masas que, tras la colisión, se separan en la misma dirección en la que se acercaron".
******
—Las actualizaciones serán diarias a partir de hoy—
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