La Bella y la Bestia (p.10)
Era extraño. No recordaba que mis hermanas se hubieran casado, me parecía natural, como si siempre hubiera sido parte de mi memoria, pero no lograba recordar nada de las bodas. Nuestro padre acababa de regresar de otro viaje de negocios y nos dijo que pronto podríamos regresar a nuestra antigua casa y vivir con lujos: sirvientes, cocineros, jardineros, sastres que nos confeccionaran vestidos a nuestra medida... De pronto se me vino a la cabeza cómo sería si los sirvientes llevaran máscara. Sentí algo extraño, como si hubiera visto algo parecido en alguna parte.
Habían pasado cinco días desde ese paseo tras el cual no recordaba nada. Cinco... por alguna razón me pareció que me había quedado demasiado tiempo en casa y debía irme, pero ¿adónde? ¿Y de dónde me había sacado el caballo? Cada vez me inquietaba más, por lo que fui a mirar mi capa y rebusqué en los bolsillos. Entonces saqué una rosa dorada. Me hacía querer volver al lugar de donde la había obtenido. Quizá el caballo lo sabía y me guiaría de vuelta. Debía regresar, algo me decía que era importante. Y tenía un mal presentimiento.
En ese momento llamaron a mi puerta y escondí la rosa en un cajón. Bajé a cenar con mi familia. Los maridos de mis hermanas no parecían demasiado inteligentes ni cariñosos. Seguramente lo que querían era parte de la herencia y vivir con comodidad. Una vez terminamos, salí fuera para ver las estrellas y suspiré. Mi padre salió y me puso una mano sobre el hombro.
- Hija mía... ¿qué ocurre? Suspiras mucho últimamente. Si no eres feliz aquí, busca tu lugar. Creo que has encontrado otro lugar que tu corazón anhela sin darse cuenta.
- Padre, si tan solo supiera... siento que debo regresar a un lugar...
- ¿Un lugar... o con alguien?
Entonces algo se encendió en mi mente. Sí, debía de ser eso. No se trataba de regresar a un lugar, sino junto a alguien. Alguien importante para mí pero que mi mente se negaba a recordar con claridad. Solo había una forma de averiguarlo y era montando en el caballo y volver por el mismo camino. Quizá lograba encontrar alguna pista. Abracé a mi padré y me despedí. Cogí mi capa y me la eché encima, pues hacía frío y daban indicios de volver a nevar. No había sido muy buena idea ir de noche, pues no veía nada. Me preguntaba si el caballo sabía dónde estaba. Quizá necesitaba la rosa...
Regresé a casa y al día siguiente tomé la rosa, la capa y el caballo, dispuesta a ponerme en camino de nuevo. Al salir, vi a un joven que se acercaba con un ramo de rosas rojas, ofreciéndomelas y pidiendo una oportunidad. Una oportunidad...
- Llegáis tarde para pedirme esto, ya le concedí a alguien esa oportunidad- respondí automáticamente.
- ¿Quién será el afortunado?- se lamentó el joven.
- Aún no lo sé. Pero voy a averiguarlo- me subí al caballo y emprendí la marcha, dándome prisa, pues empezaba a nevar.
Cabalgué varias horas y llegué a un bosque. Esperaba no perderme, pues el caballo me llevó hacia el interior de este y perdí el sentido de la orientación. No tenía ni idea de cómo regresar. Y el bosque parecía extenderse varias hectáreas. El caballo se detuvo y miré a mi alrededor. Me bajé y caminé a su lado, llevándole de la rienda. No conocía el lugar. Entonces, vi algo. Me acerqué lentamente y con cuidado. Parecía un animal grande. Yacía en el suelo. No estaba segura de si estaba herido o agotado. Noté que la rosa dorada emitía un brillo desde el interior de mi capa. La saqué y vi que aumentaba el brillo según me acercaba al animal.
La curiosidad pudo conmigo y la acerqué a su rostro, para ver mejor de qué se trataba. Y entonces lo reconocí. Y sentí un gran peso invadiendo mi pecho. El peso de una promesa rota y el dolor de recordarlo todo y darme cuenta de lo que había hecho. Vi que su cuerpo aún se movía un poco, señal de que respiraba, pero muy débilmente. Recordé sus últimas palabras sobre que si no regresaba... se moriría de tristeza. Y habían pasado tres días desde que debí haber regresado. ¿Habría salido a buscarme?
Cada segundo era un nudo más grande en la garganta. Le hablé, le grité, le sacudí... parecía inconsciente o demasiado débil. A ese paso... podía llegar a ser demasiado tarde. Después de pasar tiempo conmigo, su última esperanza, no fue capaz de sobrellevar la idea de volver a quedarse solo. Debía de ser eso...
- Por favor, decidme algo, dadme alguna señal de que me escucháis- supliqué entre lágrimas.
No parecía surtir efecto. De hecho, su pulso iba disminuyendo. No podía creerlo ni asimilarlo. Había olvidado con tanta facilidad, pero no era posible que no recordara el dolor de causar su muerte. Siempre sentiría que me faltaba algo. Un vacío en el corazón.
- Perdonadme... perdonadme... no sé cómo pude olvidar... Es todo culpa mía, no debí haber leído ese libro... o quizá debí ir con vos, o escribir todo o al menos la promesa en un papel o en la mano... ¿Cómo ha podido pasar esto?- sollozaba desconsolada junto a su cuerpo inmóvil-. Y pensar que me preocupaban cosas superficiales como vuestro aspecto... nada de eso importa, solo sé que... sin importar quién seáis, o lo que aparentéis... no hay nadie más con quien desearía estar que con vos. Me moriré aquí y nos enterrará la nieve a ambos, merezco esa suerte en vuestro lugar, si pudiera... si pudiera tomaría vuestro lugar...
Me acurruqué junto a él, cubriéndome con su brazo y mi capa sobre ambos, y la rosa dorada entre nosotros. Seguía brillando. Cada vez hacía más frío y la nieve comenzaba a cubrirnos. No me sentía capaz de aguantar mucho más. Y su calor empezaba a perderse. Aunque ya no tenía sentido y ya nadie lo escucharía, antes de dejar de poder decirlo, quise atreverme a confesar algo. Mis últimas palabras. Necesitaba hacerlo aunque era demasiado tarde.
- No sé qué es el amor, pero estoy segura de que es la única explicación a un dolor tan inmenso ante la idea de separarnos. Ahora entiendo por qué dijisteis que si no volvía os moriríais de tristeza...- no lograba cesar de llorar, pero necesitaba decir algo más antes de quedarme sin fuerzas-. Si eso significa que me amáis tanto... debe de ser que yo también os amo a vos.
Le miré por última vez antes de cerrar los ojos y llorar hasta quedarme sin aliento. Creí que estaba al borde de experimentar la muerte, pero una cálida luz me traía de regreso a la superficie. Había dejado de sentir frío. Su cuerpo ya no pesaba. De hecho, no sentía nada. Abrí los ojos de repente, desesperada. Le busqué con la mirada. Me incorporé y giré la cabeza. No me dio tiempo a ver nada ni a reaccionar, pues de pronto sentí unos brazos rodeándome y mi hombro humedeciéndose. Alguien lloraba temblando mientras se aferraba a mí como si fuera a desaparecer en cuanto dejara de tocarme. Estaba oscuro. La luz había desaparecido y no veía nada. Esperé a que se calmara y traté de recuperarme y analizar qué estaba sucediendo. En cuanto se separó un poco de mí, la rosa volvió a brillar entre nosotros y vi el rostro de un joven rubio con ojos azules, vistiendo tan solo mi capa y unos pantalones rasgados. Descalzo y con el torso desnudo, parecía notar menos el frío que yo. No estaba segura de quién era, pero me transmitía nostalgia. Tomó mi rostro entre sus manos, mirándome con los ojos enlagrimados.
- Bella... Bella... habéis vuelto, quería creerlo, pero cada día que pasaba me dolía más pensar que... Al final no pude seguir esperando en el castillo y salí... pero la tristeza me consumía rápidamente y me impidió avanzar mucho más. He sentido vuestro calor, me dio fuerzas y cuando vi que estábais conmigo... ¿no es un sueño, verdad?
Le miraba aún intentando asimilar lo que ocurría. Seguramente él tampoco lo había asimilado. Seguía hablando con frases a medias, tropezadamente.
- ¿Sois... mi príncipe?- pregunté.
- Soy yo, Bella, soy yo... Soy vuestro... ¿qué?
Por primera vez, reparó en sus manos. Se miró el cuerpo y vio mi expresión confusa. Se tocó el rostro y el pelo. Entonces sintió escalofríos y se frotó los brazos. No sabía si era por el frío o la emoción. ¿Era realmente él?
- Oh, Bella... no solo habéis vuelto a mí, me habéis devuelto la libertad. Después de tantos años que dejé de creer realmente que era posible... ya no... ya no soy una bestia, Bella, ¡al fin puedo atreverme a soñar de nuevo!
- Ya no sois... ¿una bestia? Ya no sois... ¡El hechizo se ha roto!- exclamé, incrédula-. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Sois vos realmente? Sois vos... ¿verdad?
Me acarició el rostro sin decir nada más y solo nos miramos a los ojos, a la luz de la rosa. Sí. Era él. Sentía ese ambiente, esa esencia, esa conexión... solo podía ser él. El hermoso ser que se encontraba ante mí era el príncipe del que me había enamorado cuando aún era una aterradora bestia. El cambio en su interior al fin se reflejó en su aspecto exterior. Decidimos regresar al castillo lo antes posible y calentarnos al fuego de la chimenea. Nos cambiamos de ropa y nos encontramos en el comedor. Me invitó a sentarme con él sobre la alfombra mientras los sirvientes preparaban la mesa. Cuando terminaron, desaparecieron. Al parecer él también estaba sorprendido. Sonó el reloj, dando la hora de la cena.
- Supongo que su trabajo ha terminado- murmuró.
No se dio prisa por levantarse. Tenía tantas cosas de las que hablar que el hambre era lo de menos. Yo no dejaba de fascinarme por tenerle en su hermosa forma original ante mí. Nuestras manos no dejaban de entrelazarse y nuestras miradas conectaban como nunca.
- ¿Qué creéis que fue lo que rompió el hechizo?- me preguntó.
- Quizá... tuviera algo que ver con lo que confesé ahí en la nieve...- me sonrojé.
- ¿Me haríais el honor de repetir esa confesión?
Con mucha vergüenza, le conté lo ocurrido y lo que le dije.
- Supuse que... no podía ser otra cosa... ¿no creéis?- pregunté, esperando que estuviera de acuerdo.
- Bella... ¿recién os dais cuenta? No podía decíroslo para no ahuyentaros, pero llevo mucho tiempo expresándolo con mis acciones. Os amo, de todo corazón. Nada me hace más feliz que saber que sentís lo mismo- dijo emocionado-. ¿Sería repentino deciros que quiero pasar el resto de mi vida a vuestro lado?
- De eso se trataba mi promesa, ¿no?- me reí un poco-. Desde el principio iba a ser así, no es repentino...
Él negó con la cabeza. Finamente sonrió.
- Quizá sí era un poco repentino. Pero... ¿me concederíais al menos un beso?- me miró con brillo en los ojos.
Me sonrojé y le miré de reojo varias veces hasta que al final asentí. Puso su mano en mi mejilla y se acercó hasta unir sus labios con los míos. Cerró los ojos y yo también. Sentía un cosquilleo en el estómago. Mi corazón latía con fuerza. Tomó mi mano antes de apartarse y la puso sobre su corazón, que también latía con fuerza.
- Solo vos me hacéis sentir así.
Sonreí y le di un beso en la mejilla.
- Si el hechizo está roto... debemos prepararnos para recibir a vuestra familia. Estoy segura de que regresarán.
- ¿Eso creéis?- se le iluminó el rostro.
- Estoy segura de que se acordarán. Yo... quería regalaros a vuestra familia por navidad, por eso fui al reino mágico. Quizá aún no sea tarde para cumplirlo.
- Me habéis regalado todo por navidad, es mi turno hacer algo por vos.
Aunque no hacía falta, tenía curiosidad y no quería frenar su ilusión, por lo que sonreí y no me opuse. Durante varios días preparamos todo para celebrar la navidad y tuvimos que cocinar juntos. La despensa aún era mágica y proveía los alimentos, pero los sirvientes ya no volvieron a acudir. Nunca me atreví a preguntar qué eran en realidad. El día de antes de navidad salimos a ver los mercados navideños de la ciudad. Era realmente agradable pasear tomados de las manos enguantadas y probar bebidas calientes y dulces navideños. Cuando regresamos ya se estaba haciendo de noche. A la entrada del castillo había un noble que se encargaba de recibir a todo el que entrara. Vino corriendo a dar la noticia.
- ¡Su majestad! ¡Rápido, le esperan!
De alguna manera, parecía como si ser recibidos por alguien fuera lo más natural del mundo. Los guardias abrieron las puertas y entramos mientras sonaba una trompeta. Varios miembros de la Corte se giraron y nos recibieron con alegría. Le miré, preguntándome cuál sería su reacción. Tenía los ojos abirtos de par en par y parecía expectante por la continuación. Era como si retomara la pausa en la que había sido puesta su vida hacía años. Entonces los vimos. Una pareja de mediana edad bajando las escaleras y al verle, extendieron los brazos sin dejar de acercarse. Yo le solté el brazo, animándole a que fuera a su encuentro. Me miró sonriendo y corrió a abrazar a sus padres.
- No entiendo qué ha ocurrido, pero siento que hace mucho que no nos vemos- dijo su madre abrazándole y conteniendo las lágrimas, cosa que al príncipe le resultó imposible.
- Celebremos la navidad juntos de nuevo, hijo- añadió el padre, emocionado también.
Aparecieron algunos hermanos y sobrinos que fueron a abrazarle también, contentos de verle. Yo miraba la escena, sonriendo, hasta que repararon en mí y me sonrojé. El príncipe vino a traerme y presentarme a su familia.
- Madre, padre... ella... me ha salvado la vida. Se lo debo todo.
- ¿Es por el hada? Aún no sabemos qué ocurrió y tienes mucho que contarnos, pero sabía que algo no iba bien. Me alegra de que hayas encontrado a una dama tan maravillosa, hijo. Nos quita preocupaciones- dijo la madre.
Al parecer sí sabían parte de la historia, pero no entendían qué había pasado desde que perdieron la memoria hasta que la recuperaron. Sentados ante la chimenea de la biblioteca, les relatamos lo ocurrido mientras todos estaban boquiabiertos, escuchando. Nos saltamos algunos detalles, claro, pero queríamos que supieran cómo ocurrió y cómo nos sentimos. Parecieron entenderlo y me dieron la bienvenida para quedarme siempre. Esa noche celebramos la navidad en familia. Entendí por fin a lo que se refería y realmente se disfrutaba. Hubo regalos y juegos y anécdotas.
- Entonces tu hermano se levantó para dar el anuncio pero se tropezó con un bulto de la alfombra y por poco evitó caer sobre su ahora esposa. Fue un memorable primer encuentro- contaba el padre, riendo.
Los demás nos reíamos también. No pensé que esas cosas les pasara también a los príncipes sucesores, que ya era rey en ese momento. No sentía que hubiera distancia de estatus en ese momento, solo éramos personas, una familia celebrando una tarde juntos. Al día siguiente había un baile y mi padre y mis hermanas acudieron. No entendían cómo había llegado a vivir en el castillo con la familia real, pero se alegraban sinceramente por mí. Durante la fiesta, el príncipe pidió atención y me invitó a acompañarle.
- Hoy no estaría aquí si no fuera por Bella, la amo de todo corazón y no imagino mi vida sin ella. Quisiera, ante todos estos testigos, preguntaros- se arrodilló ante mí- si me haríais el gran honor de ser mi esposa. Bella, ¿Queréis casaros conmigo?
- Os amo más que a nada... Solo puedo aceptar vuestra proposición y agradecer al destino de que os pudiera conocer.
Todos aplaudieron mientras él se levantaba y nos abrazamos, terminando con un beso corto, pues estábamos en público al fin y al cabo. Nuestros ojos brillaban y no dejábamos de sonreir. Bailamos y cenamos con los invitados, que vinieron a felicitarnos antes de despedirse. Cuando todos se fueron, salimos a la entrada mientras veíamos cómo los coches de caballos se iban alejando. Reparé en el rosal que dio comienzo a nuestra historia. Ya no estaba. Tampoco volví a encontrar la rosa dorada.
- Desapareció igual que los sirvientes. Supongo que habría cumplido su misión- explicó él-. Pero... tengo algo para vos.
- "Para ti". Seremos marido y mujer, ¿no?- sonreí.
- Es cierto, debemos acostumbrarnos a dejar las formalidades entre nosotros.
Me dio un regalo que consistía en una cúpula de cristal que encerraba una rosa de oro dentro. Sobre la rosa, había dos figuras bailando. Éramos nosotros. Él le dio cuerda y sonó la música de nuestro primer baile, a pesar de que en la figura era humano.
- ¡Una caja de música!¡Y las figuras bailan! Es preciosa, muchas gracias- le abracé.
- Así, aunque ya no tenemos la rosa, seguiremos recordando nuestro encuentro predestinado- sonrió, acercándose para pedir un beso, que le concedí-. No quiero olvidar nunca lo afortunado que soy de teneros... de tenerte.
- Yo tampoco quiero olvidarlo por muchos años que pasen. Plantemos rosales en el jardín y en la entrada del castillo, hagamos saber a todo el que lo vea que aquí tuvo lugar nuestra historia.
Y así fue. Nuestra historia se convirtió en leyenda y de ella hubieron todo tipo de variantes y adaptaciones, pero la esencia de la original nunca se perdió. Todas contaban la historia sobre cómo un príncipe tuve que convertirse en bestia para aprender a amar de verdad, y una muchacha que aprendió a ver más allá del aspecto exterior de una bestia para conocer al príncipe que se escondía dentro.
Fin de esta historia
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