El fantasma de la ópera (p.9)
Había llegado el gran día en el que nuestras vidas cambiarían para siempre. Observé desde un rincón cómo se desarrollaba la trama, pero palidecí cuando vi al fantasma tomar el papel de don Juán. Estaba loco, mostrándose de esa forma al público. Vi que los guardias tomaban posición y los gerentes les señalaban al fantasma asesino. Erik, sin embargo, parecía cautivado por la belleza de Christine y estaba deseoso de cantar y bailar con ella. Mientras cantaban, volvió a pedirle que se quedara con él. Ella, sin embargo, seguía el plan y parecía disfrutar de su tacto, le sonrió incluso, solo para que bajara la guardia y de pronto le quitó la máscara y la peluca se fue con ella, revelando su verdadero rostro.
Lo cierto era que no veía bien de lejos y aun así supe que no fue buena idea quitársela y entendía por qué prefería llevarla. Su pelo era mucho mas claro y tenía una parte de la cabeza casi sin pelo y esa misma parte de la cara con cicatrices como si se le hubiera quemado. La ceja era apenas visible. Algunas personas se desmayaron. Lo que realmente encontré aterrador fue la mirada que le lanzó a Christine y luego al ver los guardias. Entonces cortó la cuerda que sostenía la gran araña de techo del teatro y esta se desplomó sobre el público, comenzando a esparcir el fuego de sus velas. Mientras, huyó llevándose a Christine de la mano y Raoul fue tras ellos. Como no podía ser menos, yo también corrí detrás, esperando llegar a tiempo para evitar el desastre.
Cogí otro pasillo, esperando que me llevara por algún camino diferente y no por el agua, pero me perdí. Me guié por el sonido del agua y logré alcanzar los canales. Me tiré al agua sujetándome al borde y me di cuenta de que cerca del borde llegaba con los pies al suelo. Sin embargo así no avanzaba nada. Siguiendo mis instintos, empecé a mover los pies y las manos. Estaba nadando de una forma muy extraña y poco práctica, pero menos era nada. Con mucho esfuerzo, logré llegar y me di cuenta de que ya podía ponerme en pie, el agua me llegaba a la cintura. Vi a Erik tratando de ahorcar a Raoul y Christine pidiéndole que no lo hiciera. Entonces Erik le dijo a Christine que le dejaría en paz si le besaba. Sentí un peso en el pecho. Mientras Christine intentaba pensar en qué opciones tenía, Erik extendía la cuerda y se acercaba a Christine, que estaba vestida de novia.
- ¡Erik!- grité.
Se giró hacia mí y los demás también. Estaban sorprendidos de que hubiera logrado llegar sola hasta ahí.
- No has hecho caso de mi advertencia...- dijo él, dándose cuenta de que podía verle y apartó el rostro.
Christine vino hacia mí y me ayudó a llegar a la orilla, viendo que casi me desplomaba del cansancio. Aún en sus brazos, miré a Erik y traté de hablarle.
- ¿Por qué haces esto? ¿Y qué si te besa? No significa que corresponda tus sentimientos. ¿Qué quieres realmente, un beso o ser correspondido? ¿Tiene que ser de ella sí o sí?
- No lo entenderías...
- Lo que entiendo es que no te hará feliz, es mejor recibir un beso de alguien que sí te quiere, ¿no crees? ¿No te gustaría eso?
- ¡Pues claro que me gustaría! Pero eso nunca va a suceder. Creí que ella podría llegar a amarme, pero tienes razón, no tiene sentido obligar a alguien a dar un beso si será sin sentimiento- se dio cuenta y no pudo evitar derramar lágrimas de dolor, frustración y resignación.
Aún sostenía la cuerda en la mano y temí que en un arrebato pudiera quitarle la vida a Raoul, por lo que no me bastó que solo se diera cuenta de su error. ¿Qué pasaría con el trato? ¿A cambio de qué le dejaría libre?
- ¿Puedo hacerlo yo en su lugar?- me ofrecí, ante la mirada atónita de todos.
- Lara, no cometas ninguna locura- me sujetó Christine, aunque intentaba avanzar hasta Erik.
- Haber venido hasta aquí ya fue una locura. No podré volver. Así que al menos vosotros os podéis ir.
- No te sacrifiques por nosotros- me regañó ella, preocupada.
- Como he dicho, venir aquí lo ha sido, a partir de ahora todo lo que pase... es voluntario.
Le susurré al oído lo que sentía por él y me soltó, boquiabierta.
- Un día nos volveremos a ver y me tienes que contar cómo ha podido ocurrir- dijo ella.
- Hecho.
Caminé con torpeza hacia Erik y agarré la cuerda y cogí su mano.
- Por favor, suéltale. Yo lo haré en su lugar...
Erik me miró. Tragué saliva. No solo me daba un poco de miedo su posible reacción, sino que también necesitaría acostumbrarme a su verdadero aspecto. Sus ojos seguían siendo bonitos, sus labios seguían siendo atractivos, solo una parte estaba algo desfigurada. Intenté centrarme en lo positivo y sobre todo en recordar que era el mismo, su personalidad no había cambiado. Seguía siendo un psicópata genio de la música algo arrogante pero que había sufrido suficiente y quería que dejara de pensar que no había otra forma de vivir que esa o que no recibiría amor sin forzarlo. Tenía un lado amable y necesitaba a alguien que le ayudara a desarrollarlo. Podía llegar muy lejos con su talento.
- ¿Por qué?
Su pregunta me sorprendió. Sus ojos mostraban que estaba harto de intentar e intentar y acabar fallando de todas formas. Era hora de que alguien se esforzara por él. Verle así me partía el corazón y me salieron algunas lágrimas. El labio me temblaba mientras intentaba ser valiente. No sabía lo que me esperaba después de aquella confesión, pero en ese momento, era la única escapatoria para la pareja.
- Erik... - llevé una mano a su rostro enlagrimado.
- ¿Por qué lloras? ¿Tanta pena te doy? ¿O tienes miedo?
- Mentiría si lo negara, pero sobre todo porque me duele verte sufrir.
- ¿Por qué quieres tomar su lugar, Lara? Más te vale no burlarte de mí- me mostró la cuerda, alzando un poco el tono y reprimiendo las lágrimas.
Christine se llevó las manos a la boca, expectante. Le hice una señal con la mirada de que fuera con Raoul, que estaba confuso y molesto. Miré a Erik a los ojos.
- ¿Me aceptas en su lugar?- le pregunté.
- Dime por qué.
- Lo sabrás... pero primero, suelta la cuerda. Entonces sabré que aceptas mi beso.
- No estoy para juegos, dime de una vez...
Entonces se dio cuenta de que Christine había eliberado a Raoul y tiró la cuerda con rabia.
- Me has engañado- me fulminó con la mirada.
- No, el trato sigue en pie. Si me aceptas, te daré un beso. Además, no me voy a ninguna parte. Sería una locura por mi parte hacerte enfadar sabiendo que me quedaré encerrada contigo para siempre.
- Tú misma dijiste que no tenía sentido un beso sin sentimientos...
- ¿Por qué no averiguas si los tiene? Que sepas, que este es mi primer beso, así que aprécialo.
Dicho lo cual, me acerqué cerrando los ojos y le di un beso en los labios de unos segundos de duración. Cuando me aparté, estaba sonrojada. Christine y Raoul se quedaron boquiabiertos. Pero el más sorprendido era Erik. Se dejó caer de rodillas en el agua, exhausto. Ya no tenía la energía para seguir molesto con nadie. Christine se acercó para devolverle el anillo.
- Podéis iros todos, ya he tenido suficiente, no quier saber nada.
Christine y Raoul tomaron la góndola para marcharse y me hicieron una señal para que fuera con ellos, pero me negué. Ella le explicó a Raoul al oído lo que sucedía y él, aún sorprendido, empezó a remar. Erik alzó los ojos y vio que me había agachado delante de él.
- ¿Por qué no te has ido?
- Porque quiero quedarme contigo, si me dejas.
- ¿Cómo no voy a querer a mi lado a una niña tan dulce como tú?
Me abrazó y yo rodeé su cuello con mis brazos, hundiendo mi rostro en él.
- Te quiero, Erik.
Él me apartó para mirarme a los ojos.
- ¿Es verdad eso?
- Sí- me sonrojé-. Ahora ya sabes por qué volví y por qué venía a visitarte y quería pasar tiempo contigo... no podía decírtelo porque solo pensabas en Christine y... si lo decía en voz alta me dolería más. Por otra parte, no estaba segura de que me vieras con esos ojos...
- Estaba intentando evitar verte con esos ojos, mi querida Lara, bastante sufrí por Christine como para abrir mi corazón de nuevo a alguien, por eso intentaba no hacerlo. Pero no sabes lo difícil que era, por eso te dije que si volvías no te dejaría ir nunca más. Había llegado a mi límite. También por eso intenté de nuevo centrarme en Christine, pero ahora veo que debí haber hecho lo contrario. Si tan solo hubiera sabido antes lo que sentías te hubiera abierto mi corazón, hubiéramos evitado todo esto... porque desde el principio me pareciste especial, sobre todo cuando viniste vestida así esa noche... estabas hermosa. Me quedé tu lazo para contenerme. Y la noche del baile enmascarado me quedé tu máscara como consuelo.
- ¿Por qué me devolviste el lazo?
- Esperaba convencerte para que te quedaras.
- ¿Entonces... sientes tú algo por mí?
- Ahora por fin puedo ser sincero con lo que siento- me tomó la cara entre sus manos y me besó con ternura-. Y para que lo sepas, también fue mi primer beso.
Le vi sonrojarse hasta las orejas y sonreí. Le acaricié el rostro con brillo en los ojos.
- No volverás a estar solo. Pero... se acabó eso de matar gente si quieres que seamos felices juntos, ¿de acuerdo? Y nada de manipular ni engañar gente.
- Pero algunos se lo merecen...- protestó.
- No se trata de lo que otros merezcan, se trata de que no quieres darme problemas, ¿verdad?
Se le escapó una sonrisa y asintió.
- Y ahora nos vamos de aquí antes de que nos pillen los guardias- le tomé de la mano y le hice levantarse-. Por cierto te queda bien esa ropa, me recuerdas a un pirata- bromeé.
- Hay un pasadizo por aquí- dijo cogiendo un candelabro gigante y golpeando los espejos hasta que uno reveló un pasadizo detrás.
Pasó primero para mostrarme el camino y le dije que iba a por el lazo negro. Dijo algo pero no le escuché, oí voces y solo me dio tiempo a tapar la entrada del pasadizo con una cortina.
- ¿Dónde está?- me preguntaron los guardias.
- ¿Al final sí que eres tú el fantasma?- bromeó el joven guardia, agarrándome de la muñeca.
Meg miró alrededor y vio la máscara flotando en el agua.
- Creo que se ha ahorcado y al caer se lo ha llevado la corriente. Mirad la cuerda- dijo.
- Cuando llegué ya no había nadie- traté de defenderme-. Estaba buscando a Christine y a Raoul pero tampoco les encuentro. Habrán escapado por otro lado, antes había una barca.
- Registrad el sitio- dijo Madame Giry-. No encontraréis nada. Él nunca dejaría atrás su máscara.
Los guardias se dieron por satisfechos y se marcharon. Tuvieron que decirle un par de veces al joven guardia que me soltara.
- Si vuelve a haber noticias, serás la primera sospechosa- me advirtió.
- No volverá a haber noticias- les aseguré.
- Volvamos- me dijo Madame Giry cogiéndome del brazo-. Vamos, Meg.
- Gracias- les dije.
- Solo hemos dicho teorías. Tampoco queríamos que te dieran problemas- explicó Madame Giry-. ¿Está bien?
- Creo que sí... pero quería quedarme...
- No puedes, sospecharán de ti o tendrán que dar noticia de tu desaparición si no te ven salir del teatro. Una vez fuera, puedes ir adonde quieras- me dijo ella.
Miré atrás, preguntándome si debí haber huido con él. Una vez fuera, me quedé mirando cómo el teatro ardía y me pregunté dónde trabajaríamos. Los gerentes nos avisaron que compartiríamos teatro con una compañía más pequeña y menos reconocida de actores y así les ayudaríamos a conservar su teatro. Carlotta se escandalizó y no quiso estar en un teatro poco conocido. Me ofrecí voluntaria para esforzarme y aprenderme sus canciones, y como Christine tampoco estaba, me dieron una oportunidad. No supe nada de Erik por un tiempo, aunque no abandoné la esperanza de volver a verle.
Nuestro teatro empezó a ganar fama y propuse audiciones para escoger a un buen compositor y profesor de música privado. Me lo concedieron, considerándolo una buena inversión. Habían venido varios a presentar sus habilidades, pero ninguno me convencía. Entonces recibí unas partituras que me dejaron impresionada. Y la letra... sentía como si me fuera dirigida a mí. Le conocería en mi próximo recital. Con esa canción, fue un éxito tremendo. Esa noche, llamaron a la puerta de mi camerino y cuando abrí, solo vi una rosa con un lazo negro. Rápidamente cerré la puerta y salí corriendo fuera a tiempo de ver un coche marcharse. Las lágrimas corrieron por mis mejillas. Le echaba mucho de menos. Creí que al fin le vería.
- ¿A quién buscas?
Entonces me di la vuelta y le vi, apoyado en la pared. Corrí hacia él y le abracé mientras me estrechó contra sí.
- Felicidades, te has vuelto una auténtica diva. ¿Obtengo el puesto entonces?
- ¡Erik! ¡Claro que sí! ¿Dónde habías estado...?
Entonces me fijé en que a pesar de no llevar máscara, su rostro estaba mejor de lo que recordaba. Y tenía un poco más de pelo en la zona en la que le faltaba, pero el peinado camuflaba lo que no era tan perfecto.
- Quería estar contigo sin tener que ocultarme del mundo, para que pudieras presentarme con orgullo a tu familia y amigos. Tuve una operación plástica y algo de ayuda con el tratamiento capilar. Creo que ya soy bastante soportable estéticamente, ¿no crees?
- No hacía falta, yo... te quería igualmente.
- Lo sé, pero quise hacerlo para llevar una vida normal junto a ti. Me he construido una buena imagen social también, soy un compositor famoso en la zona- sonrió con orgullo.
- No me extraña, con tu talento...
Vio el lazo negro en mi mano y me lo puso al cuello mientras yo me levanté el pelo. Nos miramos a los ojos y nos dimos un beso. O quizá un par más.
- Lara, ahora sí, puedo ofrecerte una vida juntos. Me haría el hombre más feliz del mundo si aceptaras casarte conmigo.
- Erik... ¡claro que sí! No quiero volver a perderte.
- Ni yo a ti, así que me portaré bien, como me pediste, dejé de causar problemas a la gente- bromeó.
- Ahora, ¿qué les diré a mis padres sobre cómo te conocí?- me preocupé mientras volvíamos al teatro.
- Diles que soy un amigo de la infancia- bromeó.
- Muy gracioso, que ya soy mayor...
Él se rio y luego me alzó la mano para besarla. No sabía cómo resolveríamos algunos detalles de documentación y respuestas a preguntas personales, pero lo que sí sabía era que estaríamos juntos en todo. Y juntos dimos gran fama al teatro, de tal forma que cuando se reconstruyó el edificio Ópera Garnier, fuimos los primeros en ser solicitados para actuar, cantar y bailar ahí. Todos esperaban con ansias la gran obra de arte que sería compuesta y representada para la inauguración. Aunque lo que más nervios nos producía era que mi familia acudiría y les daríamos la noticia de nuestra boda... ya celebrada.
Fin de esta historia
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