El fantasma de la ópera (p.6)

Cuando regresé a casa, mi madre y mi hermana salieron a mi encuentro, contentas de verme. Me hicieron todo tipo de preguntas sobre mi trabajo y mi nueva vida. Les conté las partes positivas y alguna negativa que no sonara tan mal, obviando la parte del fantasma de la ópera, su mundo subterráneo y cómo aterrorizaba al teatro. Si se enteraran de eso no me dejarían volver. Ayudé a hornear el pastel y fui con mi madre a comprar un regalo para la pequeña Nina. Cumplía diez años y lo cierto era que había crecido mucho. El día de su cumpleaños lo celebramos juntos, comiendo tarta, paseando por la ciudad, jugando en el parque y dando un paseo en carroza. Estaba muy contenta. Terminamos lanzándole pétalos al aire sobre un puente y luego miramos cómo los patos picoteaban los pétalos que habían caído al río de debajo. Vi a algunas personas en barca y recordé la góndola de Erik y... a él. Tan solo habían pasado dos días, pero me preguntaba cómo estaría. Esperaba que componiendo una canción y no planeando su venganza.

Al día siguiente vinieron los amigos de Nina y jugaron en el jardín. Nos sentamos en la terraza para charlar mientras mirábamos a los niños jugando. Entonces vino un muchacho a darnos el periódico y tras recibir su propina se marchó. Crucé los dedos, esperando que no hubiera noticias del teatro. Sin embargo, en primera página, el título no tenía piedad: "Asesinato en el teatro. ¿Quién es el famoso Fantasma de la Ópera?". Debió de ser por lo ocurrido el día de antes de mi partida. Mis padres se horrorizaron.

- ¿No es este el teatro en el que trabajas?

- Sí...

- No puedes volver ahí, podría pasarte algo- se preocupó mi madre.

- Pero no es fácil encontrar trabajo, sabéis que no me queda otra opción- traté de persuadirla-. Además, las cosas malas no ocurren dos veces en el mismo sitio. Seguro que era algo personal, yo no me meto en problemas con gente así.

- Lara tiene razón, quizá ese hombre no tuvo cuidado al tratar con las cuerdas y fue un accidente- me defendió mi padre-. Nadie sabe qué ocurrió realmente.

- Está bien, pero te buscaremos otro trabajo mientras para que puedas irte de ahí cuanto antes- decidió mi madre.

- Pero en cualquier otro sitio nadie me asegura nada tampoco- protesté-. Quizá huir del peligro sea lo que me lleve al peligro. No te preocupes mamá, puedo cuidarme. Y no estoy sola.

- Ojalá encontraras a un buen hombre que cuidara de ti, hija- dijo ella.

- Pero cariño, aunque así fuera, no puede estar con ella continuamente, y un asesino no tendría en cuenta si está casada o no. Debemos confiar y escribirnos cartas de vez en cuando para saber que está bien- la tranquilizó mi padre-. Pero tu madre tiene razón, es mejor alejarse de lugares malditos.

- Lo entiendo, papá. Tendré cuidado.

Supe que habría más noticias en el futuro, por lo que debía volver cuanto antes o cambiarían de opinión. Estarían pendientes de las noticias sobre el teatro y no dudarían en venir a por mí si algo volvía a ocurrir. Tal y como estaba Erik, en esos momentos tan delicados, no me extrañaría que volviera a cometer locuras, sobre todo si pillaba a Raoul. Asesinar a un vizconde para robar a su prometida no era algo que los periódicos fueran a pasar por alto.

Mi mirada se dirigió de nuevo a Nina y a sus amigos. Si fuera ella la que estuviera en mi lugar, yo no dudaría en ir a por ella aunque tuviera que llevármela a rastras. No iba a dejar a mi hermanita en un lugar donde asesinaban gente. Y si encima confraternizara con el asesino y se sintiera atraída por él añadiría dos cubos de agua fría para despertarla a la realidad y no cometiera ninguna locura. Cualquiera diría que yo estaba loca. No dejaba de pensar en él. Sabía quién era, pero pudiendo hacer algo para ayudarle y reducir el número de muertes, no podía quedarme de brazos cruzados. No lo hacía por heroísmo sino... porque le había cogido cariño... y me atraía de una forma misteriosa. No quería llamarlo por su nombre, pues no creía en que alguien pudiera enamorarse tan rápido, y no quería que fuera eso. No, no podía ser eso.

Solo porque no dejaba de pensar en él y quería volver a pasar tiempo con él, ya fuera tocando el piano, escuchando sus lamentos o contándole sobre mi día tomando té... no significaba que me hubiese enamorado, ¿no? No es como si deseara su tacto como cuando me acarició la cabeza, tampoco es como si deseara un beso aunque fuera en la frente o la mano... no pensé en ello por las noches antes de dormir cuando recordaba sus labios al cantar... No... no es como si fuera cierto todo eso... Suspiré. ¿A quién quería engañar? A mí misma, al parecer, ya que nadie más sabía nada al respecto.

Con la excusa de ir al baño, regresé al interior de la casa y me llevé las manos a la cabeza. Era una lucha interna contra lo que sentía y mi cabeza que no quería admitirlo. Si de verdad me había enamorado de él, estaría celosa de Christine, pero solo sentía pena por esa situación. Quizá era porque sabía que nunca la tendría. En algún momento debía rendirse. No sentía celos porque era consciente de que él la quería y yo no tenía nada que ver con eso. Pero en el fondo, me sentiría triste si lograra forzarla a quedarse con él y al final ella empezara a quererle y fueran pareja. Me envolvía un sentimiento de soledad ante esa imagen mental. Ya no habría lugar para mí en esa escena. ¿Era eso celos?

Por otra parte, esperaba poder seguir siendo amiga de Christine. Si se iba con él... por alguna razón imaginaba que no volverían a tener contacto con el mundo. Me puse a hacer la maleta para estar lista e irme lo antes posible. Salí de nuevo y mi madre me señaló un artículo sobre el baile enmascarado que tendría lugar en el teatro, en la entrada. Era la excusa perfecta para irme, pues no podía no asistir. Mi madre esperaba que quizá conociera a alguien ahí. Y además tenía un vestido y una máscara perfectas para la ocasión. Me las mostró y al día siguiente estuvimos haciéndole arreglos para que se vieran lo más bonitos posible. Pasé mi última noche ahí y regresé sola en el coche. Estaba deseosa de regresar y no dejaba de pensar en Erik. ¿Estaría en el baile? ¿Estaría muy enfadado? ¿Aceptaría mis explicaciones?

El coche se detuvo frente al teatro junto a muchos otros que ya estaban trayendo a invitados enmascarados. Me puse la máscara y bajé del coche. Mi vestido era azul claro con blanco, aunque la mayoría iba de blanco o de negro. Nadie me había dicho que había una temática. Le pedí al cochero que me ayudara con la maleta y este dijo que no podía dejar el coche sin vigilar. Un joven que me vio se ofreció a llevarme la maleta y se lo agradecí. Le llevé hasta mi habitación y le pedí que me la dejara junto a la puerta. Él la dejó y se inclinó hacia mí.

- ¿No me darás un beso en recompensa?

- ¿Cómo?- me sonrojé-. Si no te conozco.

- Por eso quedará como nuestro secreto, nunca nadie lo sabrá y si no quieres que se desvelen nuestras identidades, tampoco nosotros lo sabremos, quedará como un recuerdo bonito.

- Bueno, ¿un beso en la mejilla?- pregunté cerrando la puerta de la habitación por si acaso se le ocurría hacerme entrar y quedarnos a solas.

- El beso tiene que ser aquí- puso un dedo sobre sus labios, más cerca de mí mientras yo me echaba hacia atrás.

- Ahí estás, vamos, que se hace tarde- dijo una chica que no podía ser otra que Meg.

Vino a cogerme de la mano y me llevó con ella ante la mirada pícara del joven que no planeaba rendirse y nos siguió hasta el vestíbulo. Todos cantaban y bailaban. No tardé en identificar a Christine y a Raoul, sobre todo porque no llevaban máscara. Me pareció muy atrevido por su parte, era como decir: "¡Estoy aquí, ven a por mí!". Y por si fuera poco, besándose. Si Erik los veía, era su fin. Y lo cierto fue que no tardó en aparecer. En lo alto de la escalera, su canción se oyó por encima de los demás, que se quedaron en silencio, viendo cómo descendía devolviendo miradas de desprecio a cada uno que le lanzaba la misma mirada. Tiró una carpeta al suelo que contenía la siguiente composición para ópera.

- Más os vale seguir mis instrucciones esta vez- sacó su espada, intimidando a los presentes. Paseó su mirada por la sala y se detuvo en mí. Sentí una corriente por todo el cuerpo. Tenía miedo y nervios, pero también expectación por cómo reaccionaría-. O si no alguno de vosotros podría sufrir las consecuencias- siguió, acercándose al público y apuntó su espada hacia mí como si me hubiera elegido al azar-. ¿Aceptarías mi invitación de acompañarme a los abismos esta noche?- preguntó sin cambiar el tono como si la pregunta fuera para todos pero mirara en mi dirección como para ponerme de ejemplo. Hice una reverencia y no me atreví a levantarme. Me alzó la barbilla con la punta de su espada. Retuve la respiración por unos segundos hasta que percibí un ligero cambio en su mirada que parecía mostrar una ligera satisfacción con mi respuesta. Siguió apuntando a otras personas pero desde más lejos-. ¿Y tú, aceptas? ¿Y tú?

Los demás me miraron e imitaron mi ejemplo. Una vez se alejó y se dirigió hacia Christine, nos levantamos. Le miré con curiosidad. ¿Seguía intentando forzarla? Empezó a dar los papeles a cada uno y se detuvo ante Christine, diciéndole que tenía potencial pero debía dejar de lado su orgullo y volver a él, su profesor. Tenía ganas de decirle que la dejara en paz y que si quería una alumna yo me presentaba voluntaria, pero jamás me hubiera atrevido. Vio que de su cuello colgaba un anillo y se lo arrancó, alegando que ella le pertenecía. Al parecer sí que seguía obsesionado con ella. No podía esperar que cambiara de opinión tan rápido, sobre todo si esos días yo, su apoyo, no estuve ahí.

Mientras, Raoul había ido a por una espada, pero Erik desapareció por una trampilla y él saltó detrás. Madame Giry se apresuró fuera de la sala y supuse que iba a hacer algo al respecto. Sabía más de lo que parecía, estaba segura. Fui tras ella y llegué a su habitación. La escuché hablar con Raoul sobre el pasado de Erik. Le había rescatado de un circo donde le presentaban como "el hijo del diablo" solo porque tenía cicatrices en la cara, quizás un incendio. Le maltrataban y le humillaban. Ese día ahorcó al dueño y Madame Giry le ayudó a escapar.

- Pero mira, se ha convertido en un genio de la música, se le da muy bien, es inteligente...- le defendió ella.

- Es un genio sí, pero la genialidad se ha convertido en locura- la hizo ver Raoul.

Asomaron lágrimas en mis ojos. Lo único que conocía de la sociedad eran personas que le trataban mal y a una persona que le ayudó. Pero ¿cómo presentarle a la sociedad y esperar que encajara si la gente seguiría reaccionando mal al verle? Difícilmente le darían una oportunidad. Y no estaba segura de que funcionara ir toda la vida con media máscara o esconderse siempre. Incluso Madame estaba considerando ayudar a atraparle, viendo por dónde iba la conversación. Debían poner fin a los asesinatos. Ciertamente, había que ponerles fin, pero si le atrapaban, se perdería toda oportunidad de rescatar su lado humano. Se perdería a la locura si le llevaban a la cárcel o a saber qué le harían. No, no quería dejar que sucediera aquello. Pero tampoco podía contarle nada, ya que tomaría la justicia por sus manos. Debía esperar a ese día y buscaría la forma de ayudarle.

Volví al baile y el joven de antes me invitó a bailar. Miré a mi alrededor y accedí. Mientras bailábamos, se iba acercando un poco más.

- En el fondo te sientes atraída por mí, ¿me equivoco?- sonrió con picardía.

- Te equivocas- le devolví la sonrisa.

- Pero has aceptado bailar conmigo.

- Sí, ¿y?

- ¿Por qué has aceptado si no te gusto?

- Si solo quieres bailar conmigo si me gustas podemos dejarlo- dije viendo de reojo una figura al fondo. Se quedó unos segundos mirándome, señaló un pasillo y desapareció por él-. Además, creo que... los zapatos no son de mi talla- dije tirando un zapato al aire-. Uy, se me ha escapado.

El joven fue a por el zapato y aproveché para salir corriendo. Una vez en el pasillo, me asomé a la esquina para ver si me seguía y luego me di la vuelta para encontrarme de frente con el pecho de Erik. Evité chocarme por poco.

- Vámonos antes de que me encuentre- le dije tomando su mano.

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