El fantasma de la ópera (p.5)
Encontré la góndola al fin y me di cuenta de que si estaba ahí era porque la había usado para llegar a los pasadizos, por lo que no debía de estar en casa. Recordé que era el concierto y por supuesto que estaría en su palco... se me ocurrió intentar remar para ver si se me daba bien. Me puse de pie y le di al agua con el remo. Después de varios intentos, entendí el funcionamiento y en unos minutos llegué al lago subterráneo donde estaba su casa. Curioseé por aquí y por allá. Entonces vi el maniquí con el vestido de novia. ¿De dónde se lo habría sacado? Y también me fijé en que tenía construida una miniatura del teatro por dentro con una figura de Christine en medio. Por una parte era siniestro, pero por otra parte... era adorable, era como un niño jugando, imaginándose su mundo de otra forma. Que tuviera ese lado significaba que quizá aún no era demasiado tarde para que madurara en la dirección correcta con un poco de ayuda. Solo quizá.
Vi su cama también, tenía la forma de un cisne. Busqué papel y pluma y escribí: "Volveré pronto", ya que era un papel pequeño. Firmé con mi nombre y volví a la góndola, llevándola de vuelta. Tomé uno de los pasillos esperando que me llevara a un lugar que conociera del teatro y desde ahí regresar con los demás. Quizá me necesitaban. Llegué a la habitación de debajo del escenario y desde ahí pude subir para ver el escenario desde uno de los extremos del escenario entre bastidores. Justo en ese momento, cayó un hombre ahorcado en medio del escenario. Todos nos llevamos una impresión tal que nos quedamos en estado de shock.
No me podía creer lo que veía. Un hombre muerto ante mis ojos. Se me debilitaron las rodillas y tuve k sujetarme a una barra. Era la segunda vez, pero no esperaba que lo hiciera en público... habían acudido muchas personas importantes ese día, quizá perderíamos público por esa causa. O quizá aumentaría el interés por el misterio. Esperaba que fuera más bien lo segundo, aunque... no sabía si realmente interés era lo mejor. Cuanta más gente involucrada, peor. Vi a Christine y a Raoul huir y decidí ir tras ellos. Llegué a la azotea, pero estaba nevando. Christine advirtió a Raoul sobre el fantasma y le contó que le había visto. Así que se dio cuenta. Eso no podía ser bueno. Erik no necesitaba más motivos aún para su manía.
Desde donde estaba, podía verle oculto tras una estatua observando cómo la pareja se declaraba amor eterno. Sentí que se me encogía el corazón. Nadie merecía presenciar algo así. Cuando se fueron, empezó a lamentarse y desahogarse en una dolorosa canción. Tenía el corazón roto. Yo temía por ellos, Erik no les dejaría en paz. ¿Podría yo hacer algo? ¿Acaso podía yo ser una pequeña distracción para que en su mente no estuviera solo el deseo de venganza? No estaba segura de que fuera buena idea, pero decidí acercarme. Seguramente no quería que le vieran llorando pero... quizá podía usar esa vulnerabilidad a mi ventaja. O mejor dicho, a la ventaja de la pareja.
- Le di mi música... y así me lo paga...
- ¿Erik?- le llamé con voz suave, acercándome con cuidado.
Alzó la mirada, entre sorprendido, molesto y dolido.
- ¿Por qué estás aquí?
- Bueno... te estuve buscando- dije media verdad-. Quería hablar pero ahora quizá seas tú quien necesite hablar, no yo. ¿Puedo quedarme un poco contigo?
- No quiero tu simpatía, acabarás traicionándome como Christine.
- Cuéntame qué ocurre- me hice la distraída solo para evitar que la conversación acabara y se fuera con ese sentimiento de odio que no podía traer nada bueno. Me senté a su lado y le miré, lista para escuchar.
- Christine ama a otro, y ese tal Raoul la ama también, no es de extrañar, ya que cualquiera se enamoraría de ella, es hermosa y tiene una voz muy bonita, pero fui yo quien le enseñé a cantar, su música es mía- alzó la voz, airado.
- Entonces, ¿culpas a Christine y no a Raoul?
- Ella es quien decide con quién está, y ha decidido traicionarme después de tanto tiempo siendo mi alumna y no parecía importarle estar conmigo hasta que vio mi rostro- siguió desahogándose, dando un puñetazo al suelo.
"Al menos entiende que Raoul no tiene la culpa de las decisiones de Christine y que ella es superficial, pero el problema está en que le das miedo, no en tu cara", pensé, pero no me atreví a decírselo. Además, era demasiado tarde, claramente Raoul le convenía más.
- Si yo estuviera en tu lugar también me daría mucha rabia que me dieran la espalda después de hacer tanto por esa persona- comprendí, bajando la voz.
- No puedes ni imaginártelo... después de todo lo que hice... todo era por ella...- derramó lágrimas amargas que se mezclaban con los copos de nieve en contacto con su rostro.
- Puedes llorar en mi regazo, nadie nos ve, nadie te juzgará- le dije con suavidad, tocando su brazo.
Al ver que no decía nada, tiré un poco de él para acercarlo a mí y acabó haciéndome caso, quizá inconscientemente. Debió de haber olvidado su orgullo en una situación tan dolorosa. Le había dedicado su vida a ella. Desprenderse de una parte de su vida, la única parte bonita de su vida, era muy duro. Ciertamente, yo solo podía intentar imaginarlo. Hacía unos años me había gustado un chico y me rompió el corazón. Dolió mucho a pesar de que duró tan solo unos meses. Y tenía amigos y familia y otros intereses, no estaba sola. Pero él... Le miré con ternura y le acaricié la cabeza.
- Esto pasará... en la vida siempre hay malos momentos y personas que se van... pero también hay buenos momentos y buenas personas que llegan a nuestra vida, solo debemos ser fuertes y esperar a esos momentos. Eso nos ayuda a sobrellevar lo malo. A mí me ha ayudado, espero que te pueda servir a ti también- comenté mientras notaba que iba tranquilizándose y supe que me escuchaba-. Espero que vuelvas a ser el de siempre y nos vuelvas a sorprender con tus maravillosas composiciones.
- Sí, una composición...- se incorporó y me miró con un nuevo brillo en los ojos-. Es una buena idea, ya sé qué hacer.
No estaba segura de si eso era bueno o malo pero al menos parecía estar recuperándose.
- Me alegra que te sientas mejor- sonreí un poco, aún confusa.
- Lara, gracias.
Sentí de nuevo esa extraña sensación en la tripa, que aumentó cuando acercó su mano a mi mejilla. Por un momento pensé que haría algo más y el corazón comenzó a latir más fuerte, pero se limitó a mirarme. Llevé mis manos a su rostro para secarle las lágrimas.
- Tú no te irás, ¿verdad?- me preguntó.
- No entiendo... ¿Irme de dónde?
- Darme la espalda como ella... dejarme atrás, olvidarte de mí.
- Claro que no, no podría hacer eso, aprecio mi vida- bromeé, pero vi que estaba serio-. Sé que no es fácil pero... confía en mí. Incluso cuando no me entiendas o no sepas por qué hago algo. Te lo explicaré en su momento. Pero por favor, dame esa oportunidad.
No quería decirle que me iba unos días, pero esperaba que aquello me supusiera una ventaja para cuando regresara y tuviera que dar explicaciones.
- La confianza se gana, querida Lara, no puedo hacer lo que me pides. Pero sí puedo darte la oportunidad de que expliques.
- Lo entiendo, gracias.
De pronto estornudé y me dio un escalofrío. Erik me cubrió con su capa y me llevó adentro. El silencio indicaba que ya no había nadie, por lo que regresamos tranquilamente hasta el escenario.
- Cuando toqué el piano hiciste un acompañamiento que me gustó mucho, ¿podrías enseñármelo?- le pregunté.
- Toca.
Me senté y comencé a tocar, tratando de recordar la melodía, con algunos errores. Desde atrás, alargó su mano y añadió acompañamiento a mi melodía. Sonaba tan bien cuando tocaba conmigo...
- Me gustaría aprender esa parte que tocas. ¿Podrías repetirla?
- Es teoría básica de los acordes y las tonalidades, puedes improvisar una melodía pero ¿no sabes armonizar?
Bajé la cabeza, avergonzada y asentí. No había estudiado ni practicado lo suficiente a pesar de que mi padre me quiso enseñar. Con paciencia, Erik me explicó las bases y me dio ejemplos. Luego me puso un ejercicio. Él tocaría unas notas y yo debía armonizarlas con la teoría que me había enseñado. Cuando me equivocaba, me hacía repetir la armonía veinte veces. Luego me enseñó cómo había improvisado el acompañamiento a partir de la armonía.
- No se trata de que aprendas exactamente lo que yo toco, se trata de que aprendas a hacerlo a tu manera y que siga sonando bien. Venga, inténtalo tú.
Intenté improvisar algo lentamente y con errores. Después de practicar varias veces, empezó a sonar mejor.
- Sigue practicando y cuando te salga bien, me lo enseñas. Debo irme, pronto será de mañana. Si quieres toca un poco más, pero lo mejor sería que descansaras.
- Gracias por enseñarme- alcé la mirada.
Me acarició un poco la cabeza y sentí como si me felicitara por mi esfuerzo. Cuando dejé de sentir su mano giré la cabeza, pero ya no le vi. Realmente desaparecía como por arte de magia. Seguí tocando un rato más hasta que oí voces. Ya se habían despertado los demás. O eso o...
- ¡Lara!
Era la voz de mi padre. Había venido a recogerme. Le abracé fuerte y luego con mucha ilusión le enseñé la melodía que había estado practicando. Me felicitó y luego fuimos a mi habitación a por la maleta. Tuve la sensación de que alguien nos miraba al salir del teatro.
- ¿Lista para volver a casa?- me preguntó mi padre, cargando la maleta al coche.
- ¡Sí!
Cuando subí al coche e iba a cerrar la puerta, vi la puerta entreabierta del teatro y una sombra con una media máscara blanca asomando. Seguramente no había visto aún mi nota. Esperaba que tras verla me perdonara pero en ese momento solo pude ver una mirada incrédula con el ceño fruncido. En ese momento él solo sabía que me marchaba y su mirada indicaba el sentimiento de ser traicionado de nuevo. Le miré con tristeza, no quería que pensara eso.
- ¡Nos vemos pronto, querido teatro!- exclamé esperando que me escuchara, añadiendo la parte del final para que sonara un poco menos raro.
Al menos Madame sabía que me marchaba unos días. Quizá Erik también acabaría enterándose. Pero no estaba segura de si me oyó, ya que para cuando me despedí, la puerta estaba cerrada como la dejamos. ¿Habrían sido imaginaciones mías? Debía regresar pronto. Si hubiera sabido los acontecimientos que se desencadenarían tras mi partida, me hubiera dado aún más prisa por volver. ¿Entendería el fantasma de la ópera tras pedirme que no le dejara que me marchara tras una lección de piano?
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