El fantasma de la ópera (p.3)

Me quedé a dormir en la habitación de Christine. Quería esperar a que despertara para asegurarme de que estaba bien y quizá que me contara qué había pasado. Sin embargo, fui yo quien desperté al oírla preguntarme si estaba bien.

- Desapareciste y estaba preocupada- me froté los ojos y bostecé.

- Gracias- me abrazó-. Estoy bien... Él... quiso regresar a las clases de canto y me llevó a las catacumbas de nuevo. Pero... lo cierto es que parecía tener otras intenciones, se me acercaba mucho y su mirada...- se estremeció.

- ¿No podías negarte?- pregunté.

- Verás... no te lo dije pero la primera vez que fui no me dejó marchar hasta que prometiera volver a visitar por propia voluntad.

- No parece que lo hagas por propia voluntad. Y si te lo hace prometer para dejarte ir tampoco lo parece. Solo te está chantajeando- argumenté-. Es un manipulador de primera clase.

- Yo pienso que se siente solo... todo el mundo quiere ser amado.

- ¿Piensas amarle entonces?- enarqué una ceja, conociendo la respuesta.

- Yo...

- A ti te gusta tu amigo de la infancia y solo te sientes atraída hacia este ángel de la música que más bien es un... ejem, porque es misterioso y la curiosidad es innata en el ser humano. Pero eso, mi querida amiga, no es amor.

- Pero lo menos que puedo hacer es darle mi compañía.

- Eso lo herirá aún más si sabe que es por lástima. Es injusto para los dos- traté de hacerla entrar en razón.

- ¿Y qué sugieres?

- Como es un psicópata, probablemente no se rinda tan fácil y pensará lo que quiera, pero podrías ofrecerle tu amistad. Eso sí, por nada del mundo le digas que te gusta alguien. No involucres a Raoúl. La verdad... lo mejor sería irse de aquí...

- Este es mi hogar, no puedo hacer eso, además, no creo que sea necesario, y quiero conocerle más, y volver a oírle cantar... tiene una voz...- empezó a desconectar de la realidad.

- Christine, no te dejes hechizar, de lo contrario no podrás tomar decisiones inteligentes.

- Tienes razón, tendré cuidado.

- Oye y... te trajo de vuelta, ¿no? ¿Qué pasó después?

- Se fue y luego me visitó Raoul y luego Meg. Después de irse me tumbé un rato porque tenía sueño y me desperté hace poco por una pesadilla.

"Así que le puso el somnífero sin que se diera cuenta...", reflexioné, "Quizá sea mejor que no lo sepa. Pero ¿y si luego se toma un somnífero de nuevo sin darse cuenta?". No sabía qué era mejor. Él se enfadaría si se enterara de que se lo dije. Tendría que hablar con él y tratar de pedirle que no lo volviera a hacer.

- Y... ¿cómo fue con Raoul?- la miré con curiosidad.

- Pues...- se sonrojó-. Me mostró su preocupación y me hizo entender que sentía algo por mí... no literalmente pero... es lo que percibí.

- Le gustas, está claro- sonreí con picardía.

Ella se sonrojó aún más. No pude evitar reirme un poco. Nos dimos las buenas noches y me quedé a dormir ahí. Al día siguiente eran los ensayos finales. Como siempre, observé desde los asientos del público. Como no tenía nada que hacer, fui a uno de los palcos y ahí vi un cartel sobre la silla que ponía " Fantasma de la Ópera". No me atreví a sentarme. Al parecer estaba reservado para él. Me asomé un poco para ver qué tal las vistas y me giré para volver. Atisbé el borde de una capa desaparecer por la puerta del palco y el corazón me dio un vuelco. Esperaba no haberle hecho enfadar por estar en su sitio. Vi una carta sobre la silla con mi nombre y la cogí para abrirla.

"Acude sin falta a la habitación bajo el escenario esta noche a las nueve, vendré a llevarte a mi mundo subterráneo. Esta carta será el billete de ida. El de vuelta... tendrás que ganártelo.

Reza por tu alma

El Fantasma de la Ópera"

Me recorrió un escalofrío. ¿Por qué todo lo que decía era tan tétrico? Ya podía haber sido algo como: "Te invito a mi casa y vendré a recogerte para mostrarte el camino, habrá té y galletas...", pero no, no podría ofrecerme galletas, se le saldría del presupuesto, ¿no? ¿Por qué razón no podía haber galletas? Obviamente ganaba mucho dinero, ¿qué hacía con él? ¿Por qué no se podía permitir un lugar más lujoso o que no estuviera en las mismísimas catacumbas del teatro? Realmente tenía curiosidad, ¿para qué ahorraba?

Pensando ironías y frases sarcásticas contra él en mi mente para quitarme los nervio, me di cuenta de que realmente quedaba poco para la hora de nuestra "cita". Me pregunté si iba vestida adecuadamente para ir al reino subterráneo de un "fantasma" asesino y genio musical. Llegué a la conclusión de que si me encontraban muerta al menos no sería con ropa de sustituta de paje en la obra. Suspiré caminando por el pasillo de camino a la habitación de Meg. Me abrió con una sonrisa. Su madre, Madame Giry, se encontraba frente a la cómoda, preparándose para dormir.

- ¿Qué te trae por aquí?- me preguntó Meg amablemente.

- Me preguntaba si tenías un vestido elegante que me pudieras prestar... tenemos tallas parecidas y...

- ¿Cuál es la ocasión?- preguntó Madame Giry mirando de reojo a través del espejo.

- Bueno... quería verme bien antes de mor... quiero decir... de ensayar una obra que... una amiga me mandó y... ufff qué difícil es inventarse excusas. Voy a ver a alguien importante, no puedo dar más detalles.

- Entiendo, alguien importante... Meg, creo que "ese" vestido podría quedarle bien a tu amiga.

- ¿"Ese"? Pero ¿no será muy simple?- opinó Meg.

- Para lo que necesita es la mejor opción. Además, no saldrá a la calle con él, ¿no?- me volvió a mirar de reojo.

- No, claro, será aquí dentro...- respondí, teniendo la impresión de que sabía todo pero me seguía la corriente.

Fue al armario y sacó un vestido blanco. Al principio pensé que era para dormir, pero al verlo más de cerca, me di cuenta de que tenía rosas blancas bordadas y volantes de encaje. Además era un material fino y compuesto por varias capas, dándole elegancia pero sin transparentarse en las partes importantes. Las mangas y de rodillas hacia abajo sí se transparentaba. Era bueno que tuviera varias capas de falda de más corta a más larga. Alrededor del cuello hacía forma cuadrada, por lo que cuando me lo puse, Madame Giry ató un lazo negro alrededor de mi cuello, a juego con unas botitas del mismo color.

- Deja que te arregle un poco el pelo, querida, una trenza de lado te quedaría muy bien con este vestido de noche.

Por último me dio un chal granate para ponerme sobre los hombros por si refrescaba o quería cubrirme. Meg daba palmas, argumentando que me quedaba bien. Madame me miró de pies a cabeza, asintiendo en aprobación.

- Con esto deberías poder apaciguar a cualquier persona importante... porque por tu cara no te espera una conversación muy alegre.

- Es cierto, pero ¿cómo me ayudará esta ropa?

- Simplemente es adecuada. No más preguntas, se te hace tarde, ¿no? Venga, buena suerte y cuando vuelvas debes contarme si te fue bien.

- Eso haré- tomé su mano en agradecimiento e hice una corta reverencia. Me di prisa en salir y me despedí antes de cerrar la puerta.

Esperaba que no fuera muy tarde. Tuve que ocultarme un par de veces para que no me vieran los gerentes, pero en seguida llegué a la habitación bajo el escenario. Me miré en un espejo apoyado en la pared. Me sentía como un sacrificio adornado para apaciguar la ira de un ser superior, frío e insensible. Estaba rodeada de disfraces y maniquíes. Era como un vestuario, había decoraciones por todas partes, cajas y percheros y telas. De pronto vi uno de los montones de ropa moverse y di un respingo, a pesar de darme cuenta enseguida de que no era un disfraz, sino que se trataba de... Él. Miró su reloj de bolsillo y tragué saliva, esperando no haber llegado tarde.

- Es la hora. Ven, te mostraré el camino hacia mi mundo subterráneo.

Vi su mano extendida hacia mí, envuelta en un guante blanco. Alcé mi mano temblorosa y la deposité sobre la blanca superficie de su palma. Los dedos se cerraron sobre mis nudillos y me guió por un pasadizo oscuro del que no me había percatado. Tenía una lámpara en la mano para alumbrar el camino, aunque apenas se veía algo a dos pasos por delante. Miré atrás y no vi la entrada, se había desvanecido. Entonces entendí que era también un mago y tenía sus trucos bajo la manga, los cuales no parecía que fueran a terminarse pronto. Me ayudó a subir a una góndola y me senté mientras él remaba de pie. El corazón me latía a mil. Observé su figura imponente moverse elegantemente como si fuera un gondolero profesional. Me miró de reojo y aparté la mirada, nerviosa a más no poder.

- Hemos llegado- dio un paso fuera de la góndola y me extendió la mano, la cual tomé para levantarme y dar un salto a tierra firme de nuevo. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y cuando encendió las velas, me quedé de piedra-. Bienvenida a mi mundo.

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