El fantasma de la ópera (p.2)

Era el colmo. La tercera muerte esa semana. Los gerentes seguían sin hacer caso del fantasma, siempre intentaban encontrar otra alternativa a sus amenazas. Sin emargo, Christine no sabía que era su "ángel de la música el causante de esos accidentes. Ella creía que el fantasma de la ópera era una leyenda urbana, no lo relacionaba con él. Una noche volvió a desaparecer y todos nos preocupamos al ver que tras 24 horas aún no volvía. Raoul, su amigo de la infancia, era el que más preocupado estaba. Se había enamorado de ella al descubrir que era su amiga de la infancia y lo hermosa y talentosa que se había vuelto. No dejaba de insistir en que deberían buscarla más, le parecía muy extraño que desapareciera así como así. Yo conocía la razón. Mientras paseaba por el teatro, esperando escuchar algo que me diera más información, me encontré con los gerentes, que estaban mirando y comentando unas partituras.

- Son una obra de arte, es lo que nos ha estado asegurando el éxito en taquilla, pero sus exigencias son exageradas, pide un salario mayor que el de un compositor normal. ¿Por qué querrá poner a la joven diva sin experiencia de solista? Es verdad que canta de maravilla, pero también hay mucha gente que espera ver a Carlotta.

Pasaron por mi lado, saludaron y siguieron. Al fin entendí, así que el fantasma era quien componía la música y hacía los arreglos, por eso exigía tanto. En verdad, tenía sentido que quisiera parte de las ganancias si todo era gracias a él. De alguna forma tendría que ganarse la vida. Lo que no me cuadraba era por qué insistía en hacerlo de esa forma, con amenazas y chantaje y... sin escrúpulos, todo por su obsesión hacia Christine. Debería saber que no es atractivo matar gente, era egocéntrico y manipulador, si de verdad la amara, le importaría dar una buena imagen... Quizá esa era la parte más difícil, quizá creía que el físico siempre se lo impediría.

Me preguntaba cómo debía de ser su rostro para dar tanto miedo, ¿cómo de horrible podía ser para que tuviera que ocultarse? Quizá nadie le había dicho que el aspecto no era lo más importante para vivir en una sociedad. O más bien, debió de tener malas experiencias para llegar a ese estado. Fuera cual fuera la causa, sentía lástima hacia él, pero también curiosidad. Necesitaba ayuda. Pero no conocía aún a nadie tan abierto de mente como para no juzgarle. Hasta la amable e inocente Christine estaba aterrada. Debió de ser un duro golpe que la única persona que le importaba le mirara con horror en los ojos debido a su mayor inseguridad.

Me dirigí al escenario y me senté delante del piano. Hacía mucho que no tocaba. Mi padre me había enseñado un poco, pero sabía que no era lo bastante buena como para ganarme la vida con ello, pues necesitaba aprenderme las canciones para tocarlas y siempre cometía errores, incluso cuando creía que me las sabía. Mucho menos podía improvisar o entender cómo encontrar rápido los acordes que armonizaban bien entre ellos. Algo que sí se me daba mejor era actuar y cantar. No llegaba al nivel de una diva, pero al menos podía acompañar a las voces secundarias, como un personaje extra. Y aun así era reserva de personajes extra. Debía aprenderme los papeles de todos por si alguno necesitaba reemplazo. Era mucho trabajo para lo poco que hacía de cara al público. Más bien nada.

Empecé a mover los dedos sobre las teclas, expresando mi frustración y resignación. Al menos podía vivir por mi cuenta con el dinero que me daban. Ayudaba mucho poder dormir en el teatro y comer con los demás. Así podía ahorrar un poco. También debía ayudar en la confección de trajes con cosas como cortar hilos sobrantes, coser botones u otros pequeños detalles. Además, ayudaba a pintar y recortar elementos de decoración del escenario. Esa semana ya solo quedaban los ensayos finales, todo lo demás estaba listo. No tenía mucho que hacer. El simple hecho de estar presente me facilitaba aprenderme el guión de memoria. Cuando estaba sola practicaba las canciones.

Me di cuenta de que unas notas sonaban bien juntas e intenté trabajar más alrededor de esos sonidos.

- La dulce melodía que se escucha hoy, se debe al recuerdo de ayer. Aunque fue dolorosa esa canción, nació de ella una mejor...- improvisé-. No, no me gusta la última parte...

Seguí improvisando la letra, tratando de no pensar tanto en ello y dejarme llevar. Oí un aplauso cerca de mí y miré para ver de dónde venía. Raoul se acercó a mí para felicitarme.

- Tienes talento, ¿has recibido clases alguna vez?

- Mi padre me enseñó algo...

- Creo que tienes potencial.

- Gracias. Por cierto, te veo de buen humor, ¿ha vuelto Christine?

Él se sonrojó y me miró sorprendido.

- Sí, ¿cómo...?

- Bueno, se nota que os gustáis- me encogí de hombros.

- ¿De verdad lo crees?- preguntó.

Asentí, sonriendo. Tenía cara de estar enamorado por primera vez y era adorable. Teníamos una edad similar. Christine era un par de años menor que yo, pero parecía al revés. Ella era toda una mujer y yo... bueno, crecía a mi ritmo. Por ello no era de extrañar que nadie me hubiera prestado atención ni me tomaran en serio como para darme algún papel importante. Las personas altas y hermosas lo tenían más fácil para atraer la atención y hacerse respetar. Sin embargo, también podía suponer una espada de doble filo, pues llamar la atención no siempre era bueno.

- Voy a ver cómo está Christine- me excusé, pues no podía seguir tocando con alguien ahí mirando.

- Sí, ve, estaba preguntando por ti.

- ¿Por mí, en serio?- me sorprendí.

- Sí, le has caído bien, y ya veo por qué. Eres una niña muy dulce.

- En realidad soy mayor que ella...- murmuré, pero lo dejé pasar.

Me despedí y me dirigí a la habitación de Christine. De ella acababa de salir su amiga, Meg, una niña con cabello rubio como de oro que tenía unos años menos que Christine, o los aparentaba.

- ¿Cómo está?- pregunté.

- Rara, pero ya me estoy acostumbrando.

Me reí un poco.

- Estoy segura de que es feliz de tenerte como amiga- le sonreí.

- Yo lo estoy más- me devolvió la sonrisa, ligeramente sonrojada-. Y espero que tú y yo también podamos ser buenas amigas.

- Claro que sí- le tomé las manos- y puedes contarme lo que sea, estaré ahí para escucharte cuando lo necesites.

- Igualmente, no dudes en confiar en mí- me apretó un poco las manos y se despidió por esa noche.

Llamé a la puerta, pero no recibí respuesta. Abrí con cuidado y decidí entrar. En un segundo tenía unos brazos rodeando mi cuello desde atrás, ahogándome.

- Por... favor...- tosí-. No dije nada...

Antes de terminar de decirlo me había soltado y caí al suelo, tosiendo y recuperándome.

- Tú otra vez...

Se agachó a mi lado y me dijo en voz baja:

- No mires.

Asentí.

- Y no hagas ruido, está durmiendo. Creí que era el joven rico pretendiente... le vi merondeando por aquí.

- No entiendo, ¿cómo se ha dormido tan rápido si Meg acaba de salir...?

Sentí un ambiente tenso. Casi podía notar cómo su miraba me penetraba.

- Creo que eres demasiado curiosa para tu bien...

- Mejor no me digas nada- traté de escabullirme.

- Le puse un somnífero en el té antes de que viniera Meg.

- ¿Por qué me lo dices?- gemí, temiendo consecuencias.

- Por que... ya que te has metido... te llevaré hasta las profundidades del abismo desde donde ya no podrás salir.

Me recorrió un escalofrío. No estaba segura de lo que significaba eso, pero algo me decía que había perdido mi libertad.

- Serás mi fuente de información. Dime todo lo que sepas sobre el teatro y cada persona de aquí.

- Como mínimo, ya que no hay vuelta atrás, podrías dejarme hablarte a la cara, ¿no? De todas formas llevas una máscara.

- Me llamo Erik. Eso es todo lo que te permito saber por ahora. Volveré a por ti y te invitaré al lugar donde vivo... entonces hablaremos... cara a cara, como tú quieres.

Tragué saliva. El solo pensamiento de visitar el oscuro y frío lugar del que me habló Christine me ponía la piel de gallina y me debilitaba las rodillas. Era la clase de sitio del que no podía escapar. Aunque si se lo proponía me encontraría en cualquier lugar, lo que me aterraba era desconocer sus intenciones, a solas en un lugar así... Temía no volver a ver la luz. Me di cuenta de que estaba temblando y me abracé a mí misma, con cada mano sobre el brazo contrario. Aún estaba sentada sobre las rodillas y él seguía agachado a mi lado.

- Espera mi mensaje y sigue las indicaciones.

Se levantó y se dirió hacia el espejo.

- Antes... ¿interrumpí algo? ¿Qué querías hacer? ¿No te importa irte sin más?

- Tendré muchas más oportunidades... hoy he perdido las ganas.

- ¿Ganas...?

- La proxima vez avisa antes de entrar o te podría pasar algo peor que lo de hoy. No tengo piedad con nadie que pueda descubrirme, asegúrate de ser reconocida.

Desapareció a través del espejo y en un instante volví a ver mi reflejo en él. Me acerqué al espejo, preguntándome si podía ver algo a través de él si pegaba mi cara a él. Pero era imposible, estaba demasiado oscuro al otro lado. Sentí un escalofrío de nuevo al pensar que pronto cruzaría esa oscuridad con él.

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