III


Acomodó, como ultimo retoque, la vincha en su cabeza, la cual tenía unas pequeñas flores artificiales blancas. Se observó en el espejo junto a su armario balanceando la falda de su vestido blanco estampado con muchas florcitas rosas y sus zapatitos bailarina también blancos.

Por eso adoraba la primavera, las flores para ella eran lo más bello y delicado que podía existir en el mundo, y vestirlas la hacían sentirse como si fuera una de ellas.

Tomó la camperita de hilo color rosa pastel que había sobre su cama y se la colocó. A pesar de estar a mitad de primavera el aire podía ser muy engañoso.

Dirigió su vista al calendario que había apoyado sobre su escritorio, confirmando la fecha enmarcada con mucha emoción:

"Mayo 22. Cumpleaños de Ash!!"

Sonrió ampliamente y enmarcó sus ojos. Hoy era el cumpleaños de su mejor amigo, y estaba muy emocionada por pasarlo junto a él y verlo sonreír durante todo el día.

Desvió su vista de nuevo al escritorio y tomó con ambas manos el pequeño paquete envuelto en papel de regalo que había sobre su pila de libros de la escuela. Lo puso contra su pecho y, cerrando los ojos, suspiró.

Le había costado todo un año ahorrar por él, y toda una tarde de recorrido por el centro de la ciudad buscándolo. Tenía que ser perfecto.

Bajó las escaleras hacía el pasillo y pasó por la puerta de la cocina para despedirse de su madre. Salió por la puerta principal para cruzar la calle en un recorrido muy frecuentado, cuyo fin era siempre el mismo, esa enorme puerta blanca de madera que era la entrada al hogar de su adorado azabache.

De sólo imaginar su feliz rostro la hacía ruborizar. Y es que, aunque no muchas veces se lo mostrara, cuando jugaban ella podía apreciarlo de manera más intima; como si esa sonrisa que le mostraba en aquellos momentos fuese lo más puro y genuino que él tenía, y era solo para ella.

No podía esperar por estar con él toda la tarde y así apreciar esa maravillosa mueca de alegría.

Llegó a la entrada y, suavemente con tres toques, llamó a la puerta donde, unos segundos después, una sonriente señora Delia aparecía tras ella.

—¡Qué alegría que hayas venido Serena!

—¡Hola señora Ketchum! Muchas gracias por invitarme —inclinó su cabecita cordialmente para volver a levantarla mostrando una sonrisa radiante.

—Para nada reina, sabes muy bien que siempre eres bienvenida aquí —la mujer agitó una mano delante de ella restándole importancia y también le sonrió. Esa niña era tan dulce que no podía evitar quererla como a una hija casi—. Adelante pasa. Ash y los demás están afuera.

Cuando hubo dado unos cuatro pasos para entrar en la casa se detuvo en seco al oír las palabras de su vecina.

¿Los demás?

La idea de una tarde a solas con Ash se vio esfumada con esas simples palabras. Y aún peor ¡había más gente! ¿Cómo podría manejar esa situación? Nunca fue buena socializando. ¿Por qué tuvo que suceder esto? Ella anhelaba su día junto al azabache...

No, no, no. ¡No seas egoísta Serena!

Sacudió su cabeza para eliminar esos pensamientos. Ash, a diferencia de ella, era muy amistoso y sociable. Tenía muchos amigos, era de esperarse que ellos vinieran a su cumpleaños, ¿no? Es lo lógico eso hacen los amigos.

Como ella...

Frunció los labios y a pasos algo decididos cruzó el pasillo, pasó las escaleras y se dirigió al jardín. Pudo apreciar una mesa decorada con un colorido mantel y sobre esta, vasos de diferentes colores y mucha, pero mucha comida. Junto a la puerta corrediza, donde estaba, había globos colgados en las paredes y varios niños correteando por todo el lugar.

Tragó fuerte. No veía a Ash por ningún lado, y ya sus nervios comenzaban a traicionarla.

Dio uno, dos pasos y se detuvo ante un balón que rodó en su dirección, deteniéndose sobre sus pies.

Se agachó para recogerlo y cuando se enderezó la mirada de varios niños ya estaban posadas sobre ella. Lo que provocó que, de los nervios, se tensara todo su cuerpo y casi se olvide cómo respirar.

Se relajó al ver como de entre la multitud de pequeñas cabezas salía Ash y se dirigía hacia ella.

Sonrió ante su acercamiento, estaba algo desarreglado, pero sabía que la señora Delia le había comprado ropa nueva para ese día especial. Y, a su pequeña mente infantil, se veía muy bien.

Se sonrojó por tal pensamiento, pero es que no podía evitarlo, su corazón ya le pertenecía a ese azabache desde la primera vez que le sonrió.

Él la observó algo incomodo con todas las miradas que se posaban a su espalda. Pensó que no vendría al saber cómo es ella en un lugar donde hay tanta gente. Pero ahí estaba, frente a él y todos sus amigos, ¿Cómo saldría de esta situación?

—¡Fe-feliz cumpleaños Ash! —Sus mejillas se colorearon y esa sutil sonrisa volvió a aparecer, provocando el mismo extraño y repulsivo -según él- efecto en el azabache. Se maldijo internamente por no poder contestarle, se había quedado inmóvil ante su imagen. En serio esta chica lo hacía enloquecer—Yo, am... t-te traje esto—estiró hacía él su manó derecha con la que sostenía el obsequió.

Ella se moría de los nervios, en verdad quería que lo aceptara y más aún, que le gustara. Él se impresionó ante el gesto y un hormigueo que sintió desplazarse desde su pecho hacía su mano provocó que comenzara a levantarla para tomarlo.

Su momento volvió a ser arruinado cuando, detrás de Ash, apareció Gary, quedando ambos parados frente a ella. El castaño sonrió de lado, provocando que se sintiera algo intimidada.

—¿También invitaste a tu novia Ketchum?

Oyó murmullo de risas detrás suyo y el coraje con la vergüenza lo invadieron. Detuvo el accionar de su mano y la guardó con ímpetu detrás de su espalda, ¿qué rayos le había pasado? Estaba perdiendo la cordura.

—Ella no es mi novia —sonó frio, mordaz, más que otras veces. Su mirada azul se posó en él; sabía que eso era cierto pero, por alguna razón, sentía como si él supiera que la herían esas palabras—. Volvamos a jugar que estamos perdiendo tiempo —Gary le sonrió burlón y él se giró de su mirada para acercarse a ella y extender su mano demandante. Serena abrió grande los ojos y un brillo destellante los ilumino, ¡él aceptó su obsequio! Sonrió de nuevo al mismo tiempo que su mano comenzaba a entregárselo, hasta que sus palabras detuvieron su acción de una forma tajante—. Necesitamos el balón para jugar.

Vio claramente su expresión y tuvo que desviar la mirada a un costado. Ser frio y distante con ella en realidad no le costaba mucho.

Su corazón se contrajo y bajó la mirada con toda la desilusión que en ese momento le embargaba. Estiró su mano izquierda, que sostenía el balón, y él lo tomó para volverse hacía sus amigos y comenzar nuevamente a jugar.

Lo observó con tristeza aún desde la misma posición, Ash siempre se comportaba así con ella cuando estaba con sus demás amigos. Y, aunque quisiera, no podía culparlo, ¿quién querría juntarse con ella? Al menos seguía siendo su amigo, ¿no? Ese era su único rayo de esperanza y el que la motivaba a seguir a su lado.

Se dirigió lentamente hacía la mesas y, sentándose en una de las sillas, observó durante toda la fiesta a su amigo que se veía totalmente alegre. Que egoísta era al querer que pase todo el día con ella, Ash era feliz y eso era lo único que debía importarle, fuese con ella o no; en eso se basaban las amistades, ¿cierto?

—¡Ash, ayúdame y trae los platos por favor! —la voz de Delia salió desde la cocina al mismo tiempo que se oía correr el agua del grifo y el ruido de los vasos al chocarse. La fiesta había terminado hacía una media hora, con la despedida de los padres del último invitado que quedaba.

—Sí mamá —desde la sala Ash salió al jardín para recoger los platos de pastel que habían quedado en la mesa. No le molestaba ayudar a su mamá, después de todo, a pesar de ser un poco estricta, la quería mucho y haría cualquier cosa por ella.

Luego de varias idas y vueltas hacía la cocina ya solo quedaban unas cuantas servilletas y el mantel para acabar con su labor. Tomó la punta de la tela y tiró de ella sintiendo un suave ruido de algo cayéndose. Extrañado, se agachó para fijar su vista debajo de la mesa y observó un objeto blanco, se acercó y lo tomó. Frunció los labios al comprender de que se trataba, era el obsequio de Serena; una pequeña caja blanca con un moño azul brillante. Sonrió sin darse cuenta al estar seguro de que ella lo había elegido porque sabía que era su color favorito.

Sacudió su cabeza para sacarla de sus pensamientos, lo que menos quería era ahora también tener que lidiar con ella aunque no estuviera presente.

Lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón y continuó ayudando a su madre con la limpieza.

Al terminar con sus labores subió agotado a su cuarto y se desplomó en su cama, soltando un quejido ni bien lo hizo al sentir algo duro que lo golpeo detrás. Molesto, se sentó y tomó al causante de su dolor, al mirarlo su rostro cambió y soltó un sonoro y pesado suspiro.

¿Qué le habría comprado?

Lentamente, y con cierta duda pero mucha curiosidad, puso dos dedos sobre uno de los bordes con la intención de desenvolverlo, pero al instante la voz de Gary y sus demás compañeros hicieron eco en sus pensamientos.

¡¿Otra vez con tu novia Ketchum?!

¿También invitaste a tu novia Ketchum?

...Tu novia Ketchum...

Ketchum...

Tu novia...

—¡Ahhh! ¡Estúpido Gary! —se mesó el cabello con fuerza, odiaba sentirse así. Miró de nuevo el objeto en sus manos y solo pudo fruncir el ceño—. No es mi novia, ni siquiera mi amiga sólo...sólo estoy a su lado porque mamá me obligó, nadie querría se amigo de alguien como ella...

Ver ese objeto lo ponía nervioso y molesto, y el recordar la sonrisa que le regaló al entregárselo fue la gota que derramó el vaso. Se paró bruscamente de la cama y se dirigió al tacho de basura, alzó el regalo sobre este y se quedó meditándolo unos segundos. No quería tener ya nada que ver con ella, quería que dejaran de relacionarla con él y debía empezar botando esa cosa...Pero por alguna razón no pudo hacerlo.

Se sentía un idiota por no tener voluntad, un débil. Con mayor rabia aún, caminó a su armario y con ayuda de la silla de su escritorio se subió sobre esta para lanzar la caja en la parte más profunda del estante superior.

A partir de hoy ya nada lo relacionaría con esa niña torpe.

¡¡Buenass!!

Y aquí este tercer capítulo recién terminado :v

Me quedó más largo que los demás...espero y no se haga costumbre e.e

xD ok no, pero bueeno tampoco es que me pasé de las 2K palabras.

¿Les gustó?

¿Cada vez odian más a Ash? :)

¡Y se vienen tiempos peores! xD

¡¡Gracias por leer y votar!!

Hasta acá entonces, ¡bye, bye!




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