𝟬𝟭 | "Alas blancas."
—¡Hyunjin!, ¡En nombre de los cielos, por favor! — el Ángel se estremecía, rogando por piedad contra el alto Demonio que lo sometía —, ¡Te he dicho que me duele!, ¡Me estás lastimando!
Hyunjin paró sus movimientos de forma abrupta al ver qué el Ángel se contraía encima del pasto. Sus ojos azules se encontraban llenos de lágrimas mientras su voz desaparecía en el eco del bosque.
Finalmente, Jeongin dejó de rodar por las áreas verdes del extenso lugar y miró al Demonio con molestia.
—¡Te he dicho que odio que me hagas cosquillas! — se quejó el rubio con una notoria mueca de molestia —. Y las odio aún más porque tienes unas uñas extremadamente largas. ¡Me lastimas!
El Demonio bajó la mirada, inspeccionando cautelosamente sus uñas. Sí bien no eran tan largas tal y como exageraba el Ángel, sí eran más grandes que las de un hombre promedio.
—Pensé que nos estábamos divirtiendo.
Jeongin al ver el cambio tan repentino de la expresión del Demonio; suspiró. Se acercó a él mientras una sonrisa llena de dulzura aparecía en sus labios.
—Nos estábamos divirtiendo, Hyun — los delgados y finos dedos del Ángel acariciaron con suavidad las mejillas acaneladas del ser más alto —, pero debes entender que aunque tus acciones son puras, no mides la gravedad de ellas. ¿Entiendes?
Hyunjin tomó una respiración profunda y terminó por soltar un leve sonido aún con sus labios sellados.
—A veces me haces daño aunque no lo quieras.
Hyunjin no dijo nada más y caminó unos pasos lejos de Jeongin. Su delgado cuerpo terminó sentándose sobre una roca que se encontraba enterrada en medio del bosque, frente a un lago tan transparente y cristalino.
Sus botas aplastaban cualquier vida que estuviera bajo sus pies. Por los rayos solares podía ver perfectamente la sombra de sus enormes cuernos plasmándose en el pasto. Su posición pensante terminó por romperse cuando escuchó el choque entre una tela suave y unas ramas tiradas en medio del lugar.
Sus ojos marrones con un ligero brillo rojo se posaron en el ser que se acercaba a él poco a poco.
Jeongin terminó por sentarse a su lado, ambos ignorando de repente que habían tenido una ligera discusión normal a la de todos los días.
—Quería agradecerte.
El Demonio miró por unos segundos más el agua que corría por toda la extensión del bosque, para después ver por el rabillo del ojo al Ángel que mantenía su vista fija en él.
—¿Agradecerme?, ¿Por qué?
—Yo sólo he sido muy pesimista con la idea de que tú y yo estemos juntos. En cambio tú...— el rubio miró por unos instantes el lago y tomó una respiración profunda —; Tú has hecho hasta lo imposible por hacer que esto esté funcionando.
Una sonrisa ladina se hizo presente en el Demonio cuando sintió la cabeza de su amado apoyarse en su hombro.
—Yo jamás pensé en la posibilidad de estar aquí, en el mundo de los humanos compartiendo mi amor a quien más amo. Gracias por esto, Hyun.
—Yo jamás había bajado aquí a la Tierra, Jeongin — Hyunjin sonrió cuando vio directamente a los ojos al ser puro frente a él. Sus esponjosos labios dejaron un beso en la frente descubierta del rubio y volvió a sonreír —, la primera vez que bajé aquí fueron por unos deberes que Changbin no quiso hacer y yo tuve que hacerlos.
El Ángel dibujaba círculos en la palma de la mano de su amado, disfrutando de estar tan cerca de él sin temor a ser descubiertos.
—Después me di cuenta que aunque este lugar estuviera lleno de gente malvada y existieran los peores pecados que tu Dios castigaría.... Aquí se permitía amar. Se permitía lo que jamás pudimos hacer en nuestros hogares.
Los ojos azules del santo brillaron con emoción tan pronto escuchó aquellas palabras venir de alguien que se suponía que era tan frío y oscuro cómo lo era Hyunjin.
—Hyun — el mencionado bajó la mirada, demostrando toda la atención que le brindaba a su bonito querubín —. Gracias por amarme.
Las manos frías y toscas de HyunJin tomaron con suavidad el rostro de Jeongin. El Ángel se permanecía en silencio tan pronto sentía que su momento favorito de cada día se acercaba.
Aquel momento en donde Hyunjin le miraba a los ojos, susurraba que su belleza era irreal y que él era el Ángel más hermoso que alguna vez Dios haya creado. Y después con esa misma dulzura, besaba sus labios con tanto cariño y profundidad, que creía poder morirse de amor por el mismísimo Demonio que se encontraba sosteniendo su corazón entre sus manos.
—Te amo, Jeongin — el de cabellos dorados sonrió cuando sintió el aliento menta del contrario directamente rozando sus labios —. Y podría morir amándote.
El Demonio se acercó hacia el rostro delicado y etéreo del serafin. Finalmente lo besó con suavidad, disfrutando del sabor tan dulce y la esponjosidad de aquellos labios que tanto le hacían perder la cordura.
—Hyun.... Pero no podemos morir.
Hyunjin curvó una sonrisa en sus labios, mirando fijamente a su amado. Aún lo sostenía entre sus brazos cuando susurró en su oído.
—Tienes razón, mi Ángel. Yo he encontrado la vida eterna en ti.
Jeongin volvió a besar a Hyunjin.
Ambos deseando que ese momento se detuviera solo para disfrutarse el uno al otro.
El Sol comenzaba a esconderse, creando una sombra perfectamente detallada en las hierbas verdes con sus rayos del atardecer asomándose.
Los cuernos sobresalientes de la cabeza del Demonio, con sus alas de un negro tan oscuro cómo las de un cuervo. Creando una perfecta imagen con la túnica blanca del Ángel, sus alas en un perfecto estado brillante, extendiéndose por la alegría que sentía y su aureola tan dorada que parecían una pintura perfecta detallando el maleficio y el beneficio en una sola.
Jeongin soñaba despierto. Por más que fingiera estar atento a la situación presente, su mente se inundaba de los recuerdos de su Demonio, aquel hermoso ser de cuernos aterradores, ojos sombríos y sonrisa encantadora.
Soltó una risita de sólo pensarlo.
—¿Jeong?, ¿me estás escuchando?
El nombrado alzó la cabeza. Su mirada se cruzó con la de otro Ángel de belleza tan divina como la suya. Su nombre era Felix, con el cual tenía una belleza tan similar, pues ambos tenían ojos color de intenso zafiro y cabellos dorados brillantes, que si no fueran de los rizos y las pecas de este último, bien podrían ser difícil de diferenciar.
—Lo siento, sí — Jeongin respondió sin más, siguiendo con su tarea de cepillar los rizos del otro Ángel.
—¿Puedes repetirme lo que te estaba contando? — cuestionó Felix de manera juguetona, le encantaba molestar a uno de los menores seres que vivían ahí.
Jeongin tomó una bocanada de aire antes de dibujar una sonrisa en sus labios y hablar.
—Seungmin — nombró al hombre que últimamente tenía mal a su amigo. Ciertamente era el único tema de conversación del rizado —, dijiste que te molestaste cuando lo viste caminar de la mano con otro chico. ¿Ves que te estoy prestando atención?
Felix fingió lloriquear:—¿Y qué opinas de eso?, ¿No crees que es egoísta que él haga eso cuando le confesé mis sentimientos y me dijo que eran recíprocos?
El menor se encogió de brazos. Pasó de peinar los cabellos dorados del rizado, para acariciar sus alas con delicadeza.
—Bueno, tú fuiste el que le dijo que estaba prohibido que un Ángel sintiera cosas por un simple mortal como él.
—¡Y no mentí! — interrumpió Felix —. Me gusta, de verdad que si, pero, ¿qué pasará cuando Minho se entere?, él me castigaría.
Felix era un Ángel de la Guarda.
Los humanos raramente creían en la existencia de los Ángeles, más si se trataba de Ángeles de la Guarda. Estos eran asignados a aquellos humanos que en sus vidas no habían días de color, solo grises.
Felix cuidaba de un chico llamado Kim Seungmin. Fue asignado hace algunos meses, después de que su humano sufriera un intento de homicidio por parte de su padre, tras matar a su madre. Su vida sin duda era completamente gris, a menos antes que supiera de la existencia de su Ángel de la Guarda.
Ambos pasaban la mayor parte del día juntos, conversaban hasta altas horas de la madrugada e incluso dormían juntos, con las Alas del Ángel envolviendo al chico, para hacerlo sentir cálido bajo sus plumas.
Felix estaba tan enamorado. Y parecía ser que Seungmin también.
—Bueno, Minho aún no se entera que amo a Hyunjin y nos vemos a escondidas. No creo que él se de cuenta.
El pecoso mordió su labio inferior suavemente. Frotó sus brazos antes de soltar un suspiro bastante triste.
—Bien, Minho no se enterará, pero ¿Seungmin? — cuestionó un poco adolorido —, me dijo que él sentía cosas por mí cuando le dije que me gustaba. Es verdad, le dije que nuestro amor era prohibido, pero tampoco le da el derecho de correr con el primer chico que se le aparece enfrente, tomar su mano y coquetear con él, sabiendo que me tiene muy enamorado.
—¿Quién te tiene enamorado?
Por las puertas de la habitación entraba Jisung. Otro hermoso querubín.
Su cabello era castaño tan claro que tiraba a metálico casi dorado, ojos grandes, marrones y una sonrisa perfectamente blanca. Era bastante delgado y sus ropas parecían incluso brillar por lo impecable que lucía, sin ningún rastro de suciedad.
Era de los favoritos de Minho; su Dios.
Siempre se le daba misiones importantes, se caracterizaba por tener carácter, no dejarse doblegar y su melodiosa voz; por algo pertenecía a esos querubines que cantaban al entrar al Reino de los Cielos.
—De nadie — respondió Felix, en un tono de voz golpeado intentando ignorarlo.
—Escuché que dijiste que alguien te tiene enamorado, ¿quién?
El Ángel Guardián quiso protestar o responderle de forma agresiva, pero la mano de Jeongin se posó en su hombro para tranquilizarlo.
—En la Tierra hay un bosque magnífico, hay flores, una cascada, árboles gigantes y peces nadando en el lago. Felix me decía que no le gustaba ver a personas maltratarlo, pues la vista lo tenía muy enamorado.
Jisung miró a los dos Ángeles. Para él, Felix era un Ángel que no merecía serlo, era rebelde, altanero y lloraba por todo, además de ser un mentiroso. Todo lo contrario a Jeongin, que obedecía las reglas, hablaba sutilmente y decía la verdad.
Por lo cual optó por creerles.
—Menos mal — habló —, saben que nosotros no podemos enamorarnos. Eso está más que prohibido.
—Sabemos perfectamente las reglas, Jisung. No somos nuevos aquí.
Jeongin tomó a Felix por los hombros, calmándolo una vez más. Al ver la escena, Jisung soltó una carcajada bastante exagerada.
—Muero por sentir llegar el día en que te destierren del Reino de los Cielos y te quiten tus alas. No perteneces aquí.
Sin más que decir, salió de la habitación con un fuerte portazo detrás de él, Felix se soltó del agarre de Jeongin y escupió con molestia.
—Lo odio, ¿por qué tiene que creerse el importante?, él sólo es uno más.
—Ya, no le des importancia — exclamó el menor con un tono suave de voz —, ya sabes como es Jisung, mejor volvamos otra vez a lo importante: Seungmin.
La expresión seria y molestia en el rostro de Felix se esfumó, asintió con suavidad y ambos siguieron con el tema de conversación que resaltaba la felicidad en el Ángel Guardián.
—Changbin.
El Demonio se levantó de su asiento tan pronto escuchó aquella voz llamar su nombre, extendió sus enormes Alas negras, dispuesto a intimidar a aquel ser que le hablaba.
—¿Qué quieres?, ya te he dicho que ninguno de tu especie es bienvenido al Infierno.
Jisung soltó una risita, ignorando el hecho que estaba jugando con fuego, pues si llegaba a irritar demasiado a Changbin, no dudaría en desgarrarle su bonito cuello con una de sus uñas afiladas.
—Extrañaba verte — respondió el Querubín, bastante seguro de sus palabras —, ¿no me extrañaste?
—Me da tanta curiosidad que tu Dios te haya convertido en un hermoso Querubín, ¿fue por tu voz? — cuestionó, tomando el rostro del castaño con sus manos grotescas —, me supongo que sí. No creo que te haya elegido por ser fácil con nosotros.
Jisung se soltó del agarre bastante molesto. Varios Demonios atentos a la situación comenzaron a reírse, llenando de carcajadas aquella habitación.
—No soy como piensas, Changbin. Solo vine a hablarte de algo muy importante.
El Demonio le miró por unos segundos, quería burlarse de él, pues comenzaba a ver las Alas blancas del contrario temblar. Estaba asustado.
—¿Vienes a hablarme o vienes a pedirme que te toque otra vez?
Changbin sujetó la cintura del Querubín, acercándolo a su cuerpo e inclinándose sobre él, para pasar sus colmillos por el cuello blanquecino del santo.
—Hablo en serio, Changbin — chilló el Ángel, alejándose abruptamente del ser oscuro —. Hyunjin y Jeongin están juntos. Los vi besándose hace unos días.
El Demonio rodó los ojos con fastidio:—¿Y?, todos aquí sabemos que Hyunjin se acuesta con ese amiguito tuyo, ¿crees que nos interesa?, ve a contárselo a tu Dios, si tanta urgencia tienes de decirlo.
—Debes decirle a Chan.
El rostro de Changbin se oscureció. Sin dudarlo, tomó a Jisung por el cuello, pegándolo duramente a una de las paredes de la habitación.
—¿Decirle a Chan?, ¿sabes que pasará si él se entera?
Jisung jadeó, sus pequeñas manos cubrían una sola del Demonio, le era difícil respirar, más cuando sentía ese puño apretar fuertemente su piel.
—¿Por qué no hablas, bonito? — se burló Changbin, disfrutando ver al Querubín retorciéndose ante su agarre —. Anda, dime, ¿sabes que pasará si Chan se entera?
—¿Si yo me entero de qué?
La sonrisa de Changbin se esfumó tan pronto escuchó la voz gruesa de su superior, soltó a Jisung y este tosió fuertemente ante la liberación rápida. Sus ojos se abrieron al ver a aquel Ser del que tenían prohibido hablar en su hogar.
Chan. El Señor del Infierno.
Era alto, incluso más que todos aquellos Demonios que volaban por el lugar. Usaba botas y ropas negras, tal cual a los demás, solo que se diferenciaba por sus ojos completamente negros, cuernos de gigantesco tamaño y un velo enredado en ellos.
Jisung tragó con fuerza, no sabía exactamente en qué se había metido.
—¿Entonces? — cuestionó Chan una vez más, mirando fijamente a su sirviente, su mirada pasó de Changbin hacia Jisung, sonrió en cuanto vio aquel pequeño cuerpo asustadizo, temblando fuertemente —. Veo que tenemos visitas, lo siento mucho por ser descortés. Mi nombres es Chan, aunque supongo que lo sabrás.
El Querubín asintió suavemente. Si Minho lo viera en ese estado, estaría bastante decepcionado de él.
—Bueno, alguno diga algo. No me gusta que me dejen hablando solo.
Los cabellos de Chan comenzaban a cambiar, pasaban de ser de un castaño claro hacia un rojizo, demostrando sus emociones negativas en él.
—Él es Jisung, uno de los Querubines de Minho —explicó Changbin entre dientes, sabía que aquello no era una buena señal —. Él trajo noticias.
—¿Noticias?, ¿acerca de que?
Chan miró a Jisung directamente a los ojos, esperando por una respuesta. El Ángel abrió sus Alas, intentando cubrir su cuerpo con ellas. Miró a Changbin y por las señales que este hacía, sabía que tenía que hablar. Al menos así no lo mataría.
—El Demonio Hyunjin — respondió Jisung tragando con fuerza, su voz era suave y temblorosa, lo que hizo reír al Rey de la Oscuridad.
—¿Qué hizo mi preciado Hyunjin?, ustedes tienen los rostros como si él hubiera creado el mismísimo caos entre ambos Reinos — carcajeó fuertemente. Su risa era aterradora, pues no parecía un sonido de alegría, sino uno de dolor.
—Lo hizo — interrumpió Jisung, arrepintiéndose al instante en que vio como Changbin dejaba de mirarlo, temiendo por ver como Chan lo asesinaba con sus propias manos de la manera más cruel posible, simplemente por haberle interrumpido —. Hyunjin está enamorado de Jeongin, uno de los Ángeles de mi hogar.
O quizá Chan lo mataría por contarle aquello de sus mejores servidores.
— v.
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