PRÓLOGO
Gyeong-Hui y JiYu son gemelas, idénticas, relativamente normales ante el ojo común; aunque, en realidad, por más que sus apariencias sean iguales, sus personalidades no coinciden ni un poco. Siempre se muestra en las películas que hay una gemela malvada, la perspicaz que es astuta, quien no duda en actuar a su propio beneficio. Luego esta la tímida, que siempre espera ser salvada. Sin dudas esas son ellas, teniendo versiones de si mismas contrarias, se complementan con solo unas palabras, siempre saben lo que la otra piensa. Es tonto, pero útil.
Por eso, siendo tan pequeña, JiYu pensó que estaría con su hermana para siempre, pero cuando un niño llegó a su vida, todo cambió. JungKook no vivía al lado de ellas, más bien, vivía en su propia casa, como alguien más de la familia. Debido a que era un niño de 'tránsito' que solo estaría allí unos meses, quiso pensar que la fiebre 'Jeon' duraría solo unos cinco meses. Se equivoco, porqué él no se fue, incluso cuando otra familia tenía la intención de adoptarlo, se quedó, y eso, a su hermana le encantó. Un niño de ojos grandes, dientes grandes, y aspiraciones aún más grandes llegó a su hogar diciendo ser como su nuevo hermano. No lo iba a aceptar, claramente, ella ya tenía una hermana, y la amaba.
La niña se hallaba más que molesta por el intruso de voz dulce el cual encantó a su madre y hermana, ¿Por qué un maldito huérfano estaba ocupando cada espacio de su vida? Sólo tenían siete años, pero sus celos crecían a cada paso, él era tierno, compasivo y encantador. No podía competir contra tal cosa. En cambio ella era malhumorada, con una incesante necesidad de que todo sea a su manera –perfectamente equilibrado–, y con una envida recurrente. Nunca antes había experimentado algo así, porque tenía la vida que toda niña coreana deseaba, siendo la hija del Primer Ministro, el dinero nunca le faltaría.
Sus padres, siendo siempre tan amorosos, decidieron abrirle sus glamurosas puertas a niños desamparados que la iglesia les asignaba. En uno de esos, llegó Jeon JungKook, pero así como entró, nunca más salió. Jugaba con sus muñecas, saltaba en su cama de princesa, reía con su hermana y causaba ternura en sus padres. ¡Era el colmó! Necesitaba que se vaya lo antes posible.
Así que, estando en la sala, se decidió a ya acabar con el tema.
—Madre. —con su ceño fruncido se acercó a la mayor, esta se inclinó para escucharla— Necesito que JungKook se vaya, despidelo.
Creía que, cuando alguien no le agradaba, únicamente necesitaba despedirlo para que se vaya. La adulta rió, acariciando su largo cabello con un gigante moño rosa.
—Gyeong-Hui, no puedo echar a KooKie, él ya es parte de la familia.
Lo que le molesto no fue que su propia progenitora olvidara quien era, llamándola por el nombre incorrecto por más que tuviera su color característico, sino que también le había dicho que ese huérfano a partir de ahora conformaba parte de su familia. Pasando a ser, de una extraña manera, su hermano. Era desagradable, después de estar meses a su lado ya no aguantaba más de un segundo escuchando sus risillas en el pasillo de la mansión.
—¡Soy JiYu, madre!—con lágrimas en sus ojos corrió escaleras arriba, alejándose.
Ya no compartía habitación con su hermana, por lo que entró al cuarto y cerró con fuerza la puerta, disfrutando de su soledad. Malcriada, ambiciosa, y desagradecida. Esa era la JiYu que se estaba conformando.
—Tock Tock —una voz melanconiosa se escucho desde afuera, viró sus ojos con molestia y se cubrió con sus colchas rosas, por más que no quisiera abrirle al niño, este entró igual— JiYu-ssi...
—¡Vete! —gruñó—. No eres mi hermano, y no te quiero aquí.
—Mamá dice que estas enojada conmigo. —ignorando sus palabras, se acercó a la cama, se subió a esta y gateo hasta la niña de mirada furiosa— Si frunces el ceño tanto te vas a arrugar. —con sus diminutos dedos acaricio su frente— Así esta mejor.
—No intentes endulzarme, yo no caigo ante tus palabras como mi hermana y padres.
—Antes dijiste que no éramos hermanos .—recordó— ¿Y si somos amigos?
—¿E-Eh?—arqueo su ceja, sin comprender, solo abrazó su conejito de felpa— ¿Amigos?
—Quiero ser tu amigo desde que llegué. —había admitido, observándola con esos enormes ojos de bambi— Pero me daba miedo acercarme mucho.
Ahora comprendía porque cuando ella se acercaba en un intento de jugar con ellos a las muñecas él se alejaba, pensó que era porque notaba su odio y la deseaba lejos, ganándose más repudio por la niña. Puede que haya exagerado las cosas desde un principio, pero el huérfano aún no le caía de todo. Y esas lindas expresiones no la harían cambiar de opción tan fácilmente.
—¿Te crees merecedor de mi amistad?—con arrogancia lo miro sin interés. Todo rastro de lagrimas se esfumó.
—¡Puedo ser el Dragón cuando juguemos a las Princesas!—sonrió.
—Yo siempre soy la Princesa, y Gyeong-Hui es el Príncipe, así que la idea me gusta. Llámala ahora, plebeyo. —ordenó, bajando de la cama para buscar su vestido rosa.
—¿Qué significa eso?
—¿Plebeyo? —asintió— Significa... eh... amigo. —respondió— Y como eres mi amigo, debes hacer lo que pido, ¿Esta bien? —volvió a asentir entusiasta— De acuerdo, ve.
—¡Gracias, Princesa JiYu!
Era, verdaderamente, un niño ingenuo, sin una pizca de maldad en si. Eso fue bueno para la gemela malvada, pues sabía como sacarle provecho a cada situación que se presentaba.
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