Décima y última parte: 'Eviterno'
Tenía que ser.
¿Y si no era?
No, no. Tenía que ser esta.
La casa se veía lo suficientemente ostentosa como para que fuera de un general de primera.
No podía haber muchas familias Choi en Alsan, ¿verdad? Alsan nunca fue un lugar demasiado grande, o eso le habían dicho, pues era la primera vez que salía de la capital.
Bueno, como sea, la tercera era la vencida.
Hubiera sido todo mucho más sencillo si hubiera podido acceder a los datos en los archivos de la oficina de su padre. Pero qué iba a hacer eso. Si su padre lo veía, probablemente lo mataría por la decepción.
Desertor.
Gracioso.
Antes incluso tan solo pensar en la palabra lo hacía estremecer. Ahora... Era realmente hilarante, y que fuera de esa forma, era irónico.
Pues lo que antes era su mayor preocupación ahora tan solo le daba risa.
Antes solo podía pensar en cómo y qué hacer para cumplir las expectativas de su padre, de sus superiores. Ahora que sabía con certeza lo que quería, mientras buscaba la pieza faltante (que en realidad era la única que necesitaba), no podía evitar sentirse más irónico.
Porque daba meramente igual que tuviera miles de otras piezas bonitas para rellenar ese espacio vacío. Él solo necesitaba una.
No lo eligió, mucho menos lo hubiera querido así, jamás hubiera sido su elección o siquiera opción. Sin embargo, su estúpido terco corazón ya había decidido, había cambiado, y ahora buscaba incesantemente su motor.
A la mierda todos. Realmente todos.
A la mierda su pseudociencia, a la mierda sus creencias y a la mierda el mundo, que quizás podrían estar en lo correcto, pero dios, ¿y qué? ¿Acaso uno no puede "equivocarse"? A esas alturas ya no importaba si fuera bueno o malo.
Todos perseguimos nuestra propia felicidad a costa de algo. ¿Bueno o malo? Depende de ti. Pero de ti, no de otros juzgones que meten sus narices donde nadie los llama, podían irse a la mierda también.
Dejen a un joven hombre inocuo, pecador y egoísta ser feliz a su modo, gracias.
Ahora... ¿De verdad esta sería su casa?
No, esperen, primero lo primero. ¿Soobin seguiría sintiendo lo mismo que él? ¿Su corazón seguiría tatuado con su nombre como él tenía el suyo? Ojalá así fuera, porque Yeonjun no sabría qué haría si no fuese de ese modo, pero... ¿Y si lo odiaba? ¿Y si lo habían logrado convencer de que en verdad eran un error? ¿Y si no quisiera verlo nunca más? Pensar en ello dolía y nublaba su juicio.
Él no habría hecho lo que hizo si no estuviera seguro de que Soobin fuera la única respuesta.
No había vuelta atrás de todas formas. Lo puso todo al fuego, incluyéndose. Si Soobin no lo sacaba, terminaría por arder en las llamas de la locura hasta las cenizas.
¿Arrepentimiento? Solo uno.
El no haber aplicado el método de supervivencia de: "Que me valga un carajo lo que digan los demás. Es mi vida, y yo haré lo que carajos quiera para ser feliz" antes.
Deja de esconderte, mi pequeña lucecita.
Respira, respira y exhala, inhala.
Toca.
Yeonjun dio tres golpes secos en la puerta.
Decir que estaba nervioso es el eufemismo del siglo. Él jamás estaba nervioso, pero de nuevo, el único capaz de ponerle cada pelo de punta, era Choi Soobin.
Más peligroso que una droga.
Cuando se cumplió un minuto de espera silenciosa, Yeonjun, sintiéndose aún más ansioso, creyó que no había nadie y que había sido una mala idea, intentó irse. Un segundo antes de que se girará sobre sus talones, la puerta se abrió.
Se sintió un poco decepcionado al ver a una mujer castaña y delegada, bastante joven, en la puerta.
Un "lo siento" iba a salir torpemente de sus labios antes de que saliera corriendo, pero felizmente, la mujer, viéndose sorprendida, habló.
"¿Choi Yeonjun?"
Lo conocía. Esa mujer lo conocía.
¿Sería posible?
¿Sería posible que la joven mujer parada en el marco de la puerta fuera la madre de Soobin?
Él mismo se respondió la pregunta al ver a la mujer a los ojos. Reconoció esos ojos.
Yeonjun tragó duro, necesitaba convencerse de que era real, de que todo había sido real; lo ocurrido en el mirador, que trepó una reja de más de 8 metros de altura para escapar, que se la pasó preguntando casa por casa de una pequeña ciudad...
Todo había valido la pena.
No, no es momento para llorar, Yeonjun.
Yeonjun asintió rígidamente con la boca entreabierta, sintiéndola seca.
Ella le sonrió ladina, casi imperceptible, y sin decir nada, solo se hizo a un costado, dejando ver parte de su sala.
El gesto lo decía todo.
Yeonjun dio dos pasos endebles dentro.
Oh Dios mío, estaba dentro.
Todo estaba pasando tan rápido. Ni siquiera terminaba de procesarlo. No era otro sueño, ¿verdad?
En primer lugar, ¿era su madre? ¿Su madre sabía? ¿Soobin estaba ahí? ¿Le habría dicho la verdad? ¿Por qué ella no estaba actuando como si fuese una plaga entonces?
Demonios, él se hubiera presentado educadamente si no estuviera a punto de tener una crisis nerviosa.
Necesitaba demasiadas respuestas.
"Soobin está en su habitación. Segundo piso, el primer cuarto a la derecha."
Y eso le bastó a Yeonjun para dejar de cuestionarse las cosas.
Soobin estaba a tan solo unos pasos de él.
Observó a la mujer confundido, como pidiéndole una explicación.
Cuando ella solo asintió, lo entendió.
Entonces ella sabía. Ella lo sabía y no estaba volviéndose loca al respecto. Quizás, no estaban locos tampoco después de todo.
La mujer alentó con la mirada una última vez antes de retirarse a otra habitación, dejándolo solo en la sala, con las escaleras en frente.
Su corazón le decía que corriera a su encuentro, pero su cautelosa mente le pedía que manejara la situación con tranquilidad.
Meses. Habían pasado meses.
La última vez que lo vio, había sido entre tierra, y zapatos, literalmente. Rogando por sus vidas.
Si esa mujer era su madre, y no lo había botado a patadas, eso significaba algo bueno, ¿verdad? Ella no se veía precisamente feliz, pero lo había dejado entrar; eso debía significar algo bueno a pesar de su mirada reticente y preocupada.
Cuestionándose sus acciones, Yeonjun subió la primera escalera de madera pulida, también pensando en Soobin, en su reacción, en como se sentiría volver a verlo, tenerlo, en como lo había extrañado todos estos meses.
A veces el corazón es más fuerte que la razón, e incluso si Yeonjun toda su vida se consideró una persona fría, solamente hizo falta que un ratito de luz alumbrara esas partes recónditas de él que se esforzaba por desconocer y negar. Alumbró, dio luz y las sacó a la misma, pero una vez aquel rayito de luz dejó de alumbrar para él, esta vez ya no se sentía cómodo como antes en su oscuridad.
No importaba la riqueza que hubiera en ella, el esfuerzo... Nada de eso importa si no es lo que el corazón quiere. Nadie quiere ser infeliz, ¿verdad? Entonces, ¿porque esforzarnos por serlo?
Yeonjun de verdad quería reírse. De sí mismo.
'Choi Soobin, ¿en qué me has convertido?' pensó con una sonrisa nostálgica.
'En un hombre feliz' se respondió a sí mismo.
Primer cuarto a la derecha. Llegó lo más silenciosamente que pudo.
Oh por dios, la puerta ya estaba abierta.
Yeonjun dio dos pasos sigilosos hasta estar en el marco de la puerta.
Su corazón cayó.
Soobin.
Ahí estaba Soobin. No era un sueño esta vez.
El nudo en la garganta de Yeonjun se incrementó al punto de regalarle las primeras lágrimas que dolía retener.
Dentro de la habitación, estaba él, hermoso como siempre, dándole la espalda, sentado en el suelo cruzado de piernas, con un álbum de fotos en el regazo y muchísimas fotos regadas por el suelo; ordenando, metiendo, recordando...
Yeonjun pensó que era capaz de controlarse a sí mismo de ser irracionalmente emocional, pero una vez tan cerca de Soobin, tan solo siendo separados por menos de unos cuantos pasos, después de tanto dolor, las ganas de llorar fueron haciéndose cada vez más incontrolables al punto de desestabilizar su sosegada respiración, haciendo ruido por supuesto, y provocando que el dueño de la habitación, por fin volteara.
Soobin. La expresión que puso al verlo en la puerta fue todo un cuento.
Primero se quedó estático, como si estuviera procesando, después fue pasmo, por último lágrimas y dolor decorando su rostro.
Fue el reencuentro más bellamente doloroso que pudieron haber imaginado.
Al momento de verse a los ojos, un sollozo escapó por ambas partes.
Soobin ni siquiera lo pensó; se levantó y con la necesidad arañando su piel, se lanzó a sus brazos.
El dolor y alivio que sintieron ambos era ciertamente indescriptible.
Soobin lo abrazó por el cuello con toda la fuera que tenía, también habiendo empezado a llorar.
Yeonjun por su parte, le tomó un poco más de tiempo reaccionar, recobrarse de que estaba con Soobin de vuelta, y de que este, se sentía exactamente como él, que lo había extrañado con la misma locura que él y que lo amaba incluso después de los intentos de todos (incluso de ellos mismos) de separarlos. Que lo amaba incluso en el dolor.
Yeonjun rodeó su cintura con fuerza desesperada, y sus cuerpos volvieron a ser uno bajo el cálido umbral del dolor y la felicidad. Sollozo obstruían el silencio.
Ninguno era feliz, no podrían mentir diciendo que sí, pero en los brazos del otro, incluso la mejor mentira, empezaba a cobrar sentido.
Yeonjun necesitaba verlo, su carita, necesitaba verlo de cerca. Separándose ligeramente, acunó su rostro para poder hacerlo: lloraba como un bebé, incapaz de ver a Yeonjun a los ojos todavía. Hipaba e hipaba con sus manos ahora sobre el pecho del mayor, acariciando, y realmente pensando, que podría ser un sueño.
Yeonjun sonrió entre lágrimas y dejó un beso duradero y cargado de cariño en su frente. Como si esa acción le dijera todo lo que sentía sin la necesidad de usar las palabras.
Soobin cerró los ojos cuando sintió el inocente contacto, derritiéndose y llorando solo un poquito más. Porque honestamente, había estado seguro de que no volvería a ver al pelinegro de nuevo, y que este se quedaría como el protagonista de sus más bellas y dolorosas memorias.
Ahora que lo tenía en sus brazos, se preguntaba que habría hecho bien en su vida pasada para recibir una nueva oportunidad para ser feliz.
Con delicadeza, Yeonjun limpió con sus pulgares las lágrimas de Soobin antes de hacer lo mismo con las propias.
Soobin siempre sería antes.
"No tienes idea de cuánta maldita falta me has hecho." murmuró Yeonjun con la voz llorosa, sonriendo, acariciando.
Suyo.
Una parte de Soobin todavía no podía creerlo.
"¿Qué haces aquí?" inquirió con la voz ahogada y débil por los sollozos.
Solo había una forma en la que pudiera estar fuera: Yeonjun tendría que ser un desertor igual que él; eso era impensable para Soobin. Yeonjun jamás renunciaría a su más grande sueño por él, ¿verdad? Eso era imposible. Soobin seguía repitiéndose que eso era imposible.
"Te necesitaba tanto. Te extrañé como no tienes idea, Binnie." le respondió acariciando con sus pulgares sus suaves mejillas, como si fuesen de la porcelana más preciosa del mundo. La necesidad, el abrumante e inmensurable amor que sintió Yeonjun al ver sus ojos vidriosos, lo mareó, tanto, que dejándose llevar por el impulso, pegó sus frentes juntas.
Mío, mío, mío.
"Te extrañé tanto." confesó Yeonjun dificultosamente en un suspiro tembloroso, necesidad y alivio reflejados en la desesperada confesión, con el nudo agrandándose cada vez más en su garganta.
Quería abrazarlo, asfixiarlo a besos, hacerlo suyo. Dios, la intensidad de sus famélicos deseos era tan enfermiza que incluso daba miedo. Y es que adoraba tanto al castañito en frente a él, de todas las formas humanas posibles, que se preguntaba si era en verdad posible amar a alguien con esa necesidad, con tal intensidad apabullante.
Podría ver el mundo arder a tu lado, y nada me haría más feliz.
Verdaderamente, amaba a ese chico. Y mucho.
Soobin apretó los puños, apretando tela de la camiseta en el pecho del mayor. Quería hablar, decirle tantas cosas que no podía por la presión en su cuerpo... Esperaba que su incesante llanto le dijera aunque sea un poco de lo que significaba para él.
Estuvieron así un rato más, tal vez quince minutos, tal vez una hora. Todos se olvidan del tiempo cuando los momentos dejan de ser instantes y se convierten en realidades.
Soobin había dejado de llorar en los brazos de la persona causante de ello, su carita hinchada y sus ojos aún más pequeños le daban un aura más indefensa y tierna al castaño. Yeonjun depósito dulces besitos en sus párpados hinchados, mejillas mojadas, y nariz sonrojada, queriendo asegurarse de barrer el dolor con cada uno de estos, hacer desaparecer sus preocupaciones, y queriendo de alguna forma, hacerlo feliz.
Muchos besitos fueron repartidos por todo su rostro, desde su frente hasta la barbilla, llenando, curando, amando. En todas partes, menos en sus labios.
Soobin había extrañado mucho los suyos, así que ahora con más seguridad, sostuvo la barbilla del mayor para poder conectar sus belfos juntos después de tanto tiempo.
Yeonjun se había estado reteniendo, pero como quería hacerlo.
El mayor inspiró temblorosamente cuando Soobin juntó sus labios como si no hubieran sido meses en los que estos se habían extrañado mutuamente, se deshizo en suspiros que murieron en la boca contraria conforme el beso gana confianza e intensidad.
Yeonjun lo sostuvo de la cintura y estrelló sus cuerpos juntos con necesidad, Soobin enredó sus manos en los cabellos negros del mayor, tomando todo lo que podía. Tan solo se dejaba llevar por el éxtasis, el deseo, y la maldita felicidad que llenó su pecho cuando Yeonjun sonrió en medio del beso, haciéndolo sonreír también.
Llorar y sonreír. El poder que tenía cada uno en el otro era impresionante.
Ambos sabían que no podrían escalar a algo más en esa casa, y lo entendían perfectamente. No era el momento ni el lugar.
Obligándose a relajarse para poder conversar, que era lo que debían hacer, tomaron una última respiración antes de dejar de besarse, con una última sonrisa.
Entre piquitos cortos tuvieron que dejarlo, porque era difícil separarse por completo de lo que era su más letal adicción.
Después de varios piquitos, sonrisas y caricias, ambos se obligaron a soltarse, no sin antes decir lo que estaba implícito en el aire, pero que picaba por salir en forma de palabras.
"Te amo." Yeonjun susurró sonriendo de oreja a oreja, viendo sus ahora vivos ojos, dejando una última caricia en su cadera.
"Te amo, te amo." dijo el menor dando un último beso fugaz en los labios que pronto volvería a besar apenas aclararan las cosas.
Las fotos se mantuvieron regadas, en su sitio. Yeonjun se sentó a lado de Soobin en la cama, y miró atentamente las fotos.
Cuando sintió la mano de Soobin entrecerrarse con la suya, miró a su dirección y vio que este ya lo estaba observando con una sonrisa, él se la reflejó.
"Hay tantas cosas que quiero decirte." empezó Soobin.
"Yo también."
¿Cómo empezar?
"¿Por qué estás aquí?" inquirió Soobin apretando más su mano "Deberías estar allá, siendo el mejor como siempre lo has sido... T-te deberías de haber olvidado de mí. No debiste escapar, tonto. Ahora no vas a poder volver y t-tu sueño..." bajó la mirada.
No.
"No hay sueño sin ti, Soobin." dijo, llevándose su atención de nuevo. Su carita de sorpresa... Dios, quería besarlo de nuevo, pero debía controlarse "Lo intenté, Soobin. De verdad que intenté seguir sin ti. Yo... incluso después de verte por última vez, seguí con mi vida como si nada hubiera pasado. Y creí que lo había logrado, creí que sin ti sería mucho más fácil, y casi lo logro." río "Solo que todo era una mentira por supuesto. Me la pasaba día y noche pensando en ti y recordándote en todo momento. Te extrañaba tanto que apenas podía respirar por las noches. No podía pensar en algo que no fueran tus bonitos hoyuelos, o tu sonrisa tan... " Yeonjun suspiró "No sé qué mierda me has hecho, honestamente. Pero simplemente he entendido una cosa, Soobin." Yeonjun se giró para quedar frente a frente, tan cerca...
"No importa todo lo que tenga, todo lo que consiga. Todo se siente como nada si no estás conmigo, si no puedo tenerte, mi amor." acarició su mejilla "No hay un concepto de felicidad si tú no estás en él, Soobin. No existe un sueño si no estás en él. No veo un futuro donde no estés tú, mi amor." inconscientemente se habían acercado lo suficiente como para sentir sus respiraciones mutuamente "Tú eres mi felicidad, Soobin. Y te amo y agradezco cada segundo por con el simple hecho de existir, dármela."
Los ojos de Soobin brillaron más, pero esta vez no lloró, en cambio, pegó sus labios juntos pocos segundos.
Cuando se separaron, Soobin le sonrió mirándolo a los ojos.
"Tú también eres mi felicidad, Choi Yeonjun."
El mayor llevó sus manos entrelazadas a sus labios y besó la de Soobin.
"Entonces seamos felices, mi amor." le sonrió.
"Nada me haría más feliz en el mundo." le respondió con la misma sonrisa enamorada.
Las siguientes dos horas, se la pasaron conversando de cualquier cosa que no fuera el doloroso pasado en ese lugar. Yeonjun por fin pudo gozar de ver las fotos de un Soobin bebé, por fin pudo burlarse.si era necesario y conocer un poco más de su infancia y familia. Acomodaron las fotos, las reorganizaron, y entre besitos y risas, guardaron el álbum en uno de los cajones de Soobin.
Cuando el pasado es doloroso, es mejor avistar hacia un futuro incierto, que esta vez sería emocionante, porque sería juntos.
"Quiero que escapemos juntos." espetó Yeonjun.
Soobin lo miró sorprendido por lo repentina.
"¿E-escapar?"
Yeonjun necesitaba hacerlo.
No quería dudas por su parte. Quería hacerlo feliz y protegerlo de todos, pero para eso debían huir.
Yeonjun lo atrapó en un abrazo por la cintura.
"Quiero cuidar de ti, quiero que tan solo seamos tú y yo contra el mundo. Hay lugares donde la gente comprende lo que todos no."
"¿Qué?"
"Que el amor no es malo" dijo Yeonjun "Los malos son las personas que lo hacen parecer una mierda."
Huir con Yeonjun, lejos de su padre, lejos de las responsabilidades, de los estereotipos, lejos del dolor y de los prejuicios.
Lejos, lejos contigo.
"¡Quiero hacerlo!" exclamó emocionado "Huyamos lejos, amor." besó feliz sus labios una vez más.
Solo con él sería realmente feliz.
Yeonjun le sonrió apreciándolo bajo sus ojos, acarició de nuevo.
Todo saldría bien.
• +×+ •
Soobin había alistado una maleta improvisada con lo esencial. Miraba a Yeonjun con temor e inseguridad, estaban por dejar su habitación.
Yeonjun apretó su mano y le dijo con una sonrisa "Todo estará bien, bebé." Aunque no estuviera tan seguro.
Por dios, era una idea tan loca y repentina. Ni siquiera tenían un plan, ni siquiera había un destino.
Pero... ¿Juntos? Hasta el fin del mundo.
Yeonjun y Soobin bajaron las gradas, apresurados, de la mano.
El carraspeo de una mujer los detuvo antes de llegar a la puerta.
Ambos voltearon a verla. Entonces el pecho de Soobin se oprimió al recordarla. ¿Qué pasaría con su madre? ¿No la volvería a ver? ¿Dentro de cuánto?
Soobin no pudo notarlo, pero la mujer había llorado.
"Lleven esto." dijo ella en apuro. Le dio a Soobin un sobre. Cuando su hijo vio el contenido, detuvo su respiración.
"Mamá no..." Le intentó devolver el sobre.
"Mi amor, por favor, llévalo." ella no se lo permitió "Estarán bien".
Ella había escuchado todo.
Ojalá su esposo la amara de la misma forma.
"Mamá no..." la voz de Soobin se quebró.
La madre de Soobin había ahorrado toda la vida para alimentar un viejo deseo, a escondidas de su marido por supuesto, simplemente por alimentar la llama del anhelo, de una esperanza sin sentido.
Ella se había embarazado joven, y no había tenido muchas opciones.
Un billete diario de la propina que sobraba, iba a aquel sobre.
Un deseo inconcluso y vacío.
Tan solo una adolescente con un hijo en espera que había soñado desde pequeña, con nada más y nada menos, que viajar por el mundo.
Conocer, enriquecerse, volar...
Cuando se embarazó a los 18, no le quedaron muchas opciones, de hecho, no le quedó ninguna.
Ser ama de casa sería su papel, y lo sería siempre; cocinar, lavar, atender. Dentro de las mismas cuatro paredes. Hasta el final de sus días.
Una esposa atenta y una buena madre, solo que jamás se consideró la segunda.
Nunca pudo defender a su niño, nunca pudo llevarle la contraria a su esposo, nunca pudo dejar oír su voz. Y probablemente, jamás lo haría.
Toda la vida ella había querido disculparse con su hijo por su ineptitud como madre, pero jamás supo cómo hacerlo. No hasta ese momento. Tal vez era un poco tarde: No pudo protegerlo de su marido cuando era niño, no puedo defender sus sueños, no pudo disipar sus miedos. Pero esto sí podía.
Ayudarlo a ser feliz como ella jamás pudo serlo.
Eran todos sus ahorros de vida.
"Llévenlo, por favor." insistió ella "Lo necesitaran."
"Mamá..." su voz se quebró de nuevo "V-ven con nosotros".
Claro que quería, pero ¿quién cuidaría de su padre? ¿Quién estaría para velar la casa? No todos los sueños pueden cumplirse. Pero por lo menos, ella cumpliría el más importante: el ver a su hijo feliz, saber que lo está.
Ella negó con la cabeza, con una sonrisa.
Tan solo con verla podías sentir su tristeza.
"No lo necesito, mi amor. Es para ti. Yo... No puedo dejar a tu padre. N-nosotros estaremos bien." aseguró sonando convincente. Tomo las manos de Soobin entre las suyas "Nunca he hecho lo suficiente por ti, mi tesoro, pero déjame hacer esto, por favor, para estar tranquila."
Con una sonrisa melancólica, limpió una lágrima de su hijo a pesar de ella misma querer estallar en llanto.
"Yo estoy bien, Binnie." dijo soltándolo "Váyanse lejos, donde tu padre jamás te encuentre." alentó "Estarán bien." intercaló miradas entre Soobin y Yeonjun.
Soobin se dejó llorar de nuevo como ese fatídico día, abrazándola como lo hizo apenas llegó.
"Voy a volver por ti, ¿entendiste? Te voy a sacar de aquí. Volveré pronto mamá, te lo prometo".
No debería.
Ella asintió con pesadez y sobó su espalda.
Su niño estaba tan grande. Independientemente de lo que dijera su esposo, Soobin era todo un hombre.
"Estoy orgullosa de ti, cariño."
"Te amo mami." lloró.
"Cuídate mucho, ¿sí bebé?"
Soobin se separó y asintió con ímpetu.
Yeonjun y ella compartieron una mirada, mirada de agradecimiento.
"Gracias. Muchísimas gracias." le agradeció de corazón Yeonjun.
"Ahora váyanse." dijo ella "Tu padre está en la ciudad."
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, la mujer se sostuvo del muro a su costado, sintiéndose mareada.
Ahora que no había nadie, por fin podía llorar como si hubiera un mañana.
Había hecho lo correcto, y eso era lo importante.
Su niño por fin sería feliz.
• +×+ •
La navaja picaba en sus dedos, el cuello de Hyunwoo se veía como el blanco perfecto, tan tentador.
Y lo hubiera hecho, de verdad lo hubiera hecho.
Pero unos hoyuelos preciosos nublaron su vista disipando la rabia, una sonrisa de conejito conocida apareció de pronto en su mente, unos ojos avellana profundos como el océano lo sacudieron al punto del vértigo.
"Tú eres mejor que esto, mi amor." lo vio decir entre nebulosos pensamientos.
Soobin.
No hubiera dudado antes en desgarrarle la garganta al hijo de puta, pero al parecer su castañito también lo hacía mejor persona.
¿Qué pensaría Soobin si tenía las manos manchadas de sangre?
No.
No sería mejor que Hyunwoo. No lo valía.
Agradeció mentalmente al Soobin imaginario de nuevo, antes de clavarle la navaja salvajemente a Hyunwoo en la pierna, en el muslo.
El chico gritó, chilló de dolor. Pero por la altura, tal vez lo había escuchado, y ojalá así fuera.
Yeonjun retorció maliciosamente la navaja, la giró como si fuera una llave, torturándolo. Hyunwoo aullaba de dolor.
Cuando la sangre empezó a escurrir, y pudo verlo llorando respirando dificultosamente, tuvo que invocar al Soobin imaginario de nuevo para no terminar lo que había comenzado.
Con la respiración alterada, y veneno corriendo por sus venas, Yeonjun se levantó, le lanzó una última mirada abominable y sonrió algo satisfecho de su obra.
"Ojalá tengas una vida horrible llena de miseria, hijo de perra." escupió, y sin más, se marchó, en busca de su felicidad.
• +×+ •
Quién diría que días después, dos chicos sin un plan en mente y con más preguntas que respuestas, huirían del mundo en un auto gris, a toda velocidad por una vacía carretera, dejando que el viento los lleve a dónde tuviera que hacerlo, con la radio a todo volumen en "Teenage blue".
Un pelinegro bonito reía despreocupadamente al volante; el otro, en el asiento del copiloto, y tan solo uno cuantos centímetros más alto que él, tarareaba la melodía de la canción mientras lanzaba los papeles de conscripción militar que iba quemando por la ventana.
Un encendedor, una canción, y un para siempre.
La vida es curiosa, siempre lo ha sido.
¿Quién diría que terminarían enamorándose de su completo opuesto?
Tan improbable como seguro.
Realmente era irónico.
Choi Yeonjun y Choi Soobin solo tenían una cosa en común al conocerse en aquella escuela militar: El apellido.
Pero tan solo fue cuestión de unas cuantas maniobras de los hilos del destino, unas cuantas jugadas del universo y la pronta aparición de la casualidad, para que con el tiempo, no solo fuera el apellido, sino un futuro ignoto, y un amor arraigado eviterno, lo que los mantendría atados de por vida, incluso hasta girar por la última estrella.
Porque eso es lo que un hombre... debe hacer.
F I N
Nota:
Terminé de escribir esto a las 4 am y tengo un sabor agridulce en la boca. Fue una experiencia hermosa, la verdad voy a extrañar este mini fic TT
Gracias a todos por esperarme (universidad te odio) y por leer ❤️
Me siento triste, aiuda :c
Si les gustó, déjenme decirles que fue un placer para mí, escribir me ayuda a soltarme y decir lo que con palabras no puedo 💕
Una vez más, gracias.
Escribiré más en un futuro, y de hecho, lo estoy haciendo. Si quieres seguirme en ese camino también, bienvenido. ♥ Si no, gracias por haber llegado hasta aquí ^^
Nos leemos pronto, cuídense mucho, ¿porfi sí?
PSD: Siguiente apartado; Curiosidades y datos extras (para quienes no se quedan conformes con los finales abiertos) ¿Listos para el cierre oficial? La verdad yo no JAJSJ
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