Día 2: No lo ves, pero yo sí.
—Linda mañana —dijo Noah entrando a la cocina.
—¿Nadie más ha despertado? —pregunté.
—No, solo tú y yo —dijo con cierto tono extraño.
—Noah yo... —no logré terminar de hablar cuando puso sus manos a mis costados recargándolos en la mesa, dejándome atrapada.
—Hace mucho que no te tenía entre mis brazos —habló, su aliento rozaba mi nariz de forma delicada.
—Noah, yo ya no quiero, estoy con Finn —dije, agachando la mirada.
—¿En serio piensas que Finn te quiere en ese sentido? Tontita, él te usa a su conveniencia, él jamás te pedirá que seas su novia porque eso no le conviene a su carrera —rió malévolamente.
—Tú no sabes nada de eso —hablé con las manos temblorosas—. Si no me dejas ir, gritaré.
—Como quieras —dijo, y retiró las manos del mesón.
Caminé hasta la salida de la puerta de la cocina, pero antes de irme me di media vuelta.
—Si intentas hacerme algo como eso de nuevo, te parto la muñeca —hablé seria.
—También te extraño —bromeó, yo rodé los ojos riendo también y fui a la habitación de Finn.
Ayer nos quedamos dormidos en el suelo, luego cuando desperté noté que estaba en mi habitación y Finn ya no estaba conmigo, supe de inmediato que él fue quien me cargó y me dejó allí. Entré a su habitación y cerré la puerta detrás de mí, él estaba mirando el frente de la casa por la ventana con concentración, perdido en sus pensamientos.
—Hey —llamé su atención—. ¿Qué miras?
—La gente aquí es extraña —comentó, yo caminé hasta él, quien mientras miraba por la ventana estaba de espaldas a mí.
—¿Extraña en qué sentido? —pregunté, puse mis manos sobre sus hombros y comencé a masajearlos.
—No sé si es solo idea mía, pero... ¿Ves eso? —señaló al hombre que caminaba por el frente de la casa, su cara estaba totalmente seria.
—¿Qué tiene de inusual? —pregunté.
—Su cara, no podría estar de peor humor —señaló con más insistencia.
—Quizá tuvo un mal día. Guapo, no todas las personas pueden estar felices siempre, no todos pueden tenerte en sus vidas.
—Gracias, pero no hablo de solo esa persona. Todos a los que he visto en este pueblo tienen esa expresión, incluso los niños ¿cómo es eso posible?
—No lo sé, sí que es extraño —comenté un poco asustada, pero intentando ignorarlo, me sentía intimidada por la mirada del hombre, y eso que ni siquiera me estaba viendo a mí—. Ayer, en el sótano, también había algo raro, me dio una vibra extraña —solté, no tenía pensado decirle, pero quería que se sintiera comprendido.
—¿De qué hablas? —preguntó dando media vuelta, quité mis manos de sus hombros.
—Habían unas palabras raras, como una clave hecha de números y letras, me dio escalofríos —respondí en bajo tono de voz.
—Quiero verlo —soltó.
—¿Es seguro volver a bajar? Recuerda lo que dijiste de los límites, podría ser peligroso —hablé nerviosa, no quería bajar de nuevo.
—Solo quiero ver la palabra, sino quieres venir quédate aquí, pero dime dónde está la palabra.
—Vamos —dije y fui hasta la puerta, la abrí y caminé lo más rápido que pude hasta la puerta que daba al sótano, Finn me seguía, nos detuvimos frente a la puerta.
—Yo primero —dijo él, abrió la puerta y bajó sin miedo alguno, yo por el contrario estaba muy nerviosa, bajé lento aquellas escaleras.
Él esperaba por mí al final de las escaleras, para que lo guiara. Tomé la delantera y lo guié caminando entre aquellos pilares de cajas, en tanto llegamos al fondo del sótano le señalé aquellas dos palabras formadas por números y dos letras eses.
—¿Dónde? —preguntó y mí dedo índice pasó de, señalar en la distancia a tocar la pared—. Pero es que, Kamzi, allí no hay nada.
—¿No lo ves? —señalé la palabra con mi dedo desesperadamente, presionando la pared.
—No lo veo, no hay nada —negó mientras ponía su mano en mi hombro.
—Finn, es imposible que no lo veas —quité su mano, puedo jurar que me estaba mirando como si fuera una loca, y eso me enojaba.
—¿Te sientes bien? —preguntó acercándose a mí, con tono de preocupación.
—Finn, no me hables así —dije ya harta.
—¡PERO ES QUE EN ESA PARED NO HAY NADA! —gritó alterado.
—Eso no es posible, allí está —señalé con mi cabeza.
—No sé qué es lo que te está pasando, pero no estoy ciego.
—Y yo no estoy loca.
—Ya eso no es mi problema —habló serio, dio media vuelta y subió las escaleras rápido, una tabla de la escalera se dobló un poco, pero no alcanzó a romperse por suerte.
Me deslicé sobre la pared hasta que mi trasero cayó de golpe al piso, me encogí de piernas y las rodee con mis brazos. Choqué la parte trasera de mi cabeza con la pared, otra vez, de nuevo, luego también y por último. Quería tanto a Finn que nunca le había prestado atención a si él me querría de la misma forma, ahora ni siquiera sabía si eso que yo siempre decía era real, “Finn siempre me entiende, sin importar lo que sea”.
Unos pies aparecieron en el primer escalón, esos zapatos Gucci lo delataron, él bajó las escaleras y caminó entre las cajas con confusión, hasta que me vio.
—Quiero abrazarte —soltó, yo levanté la mirada, noté sus lágrimas y me sorprendí.
—¿Por qué lloras? —pregunté con cierta preocupación, me paré del piso y lo abracé fuerte.
Olfatee el olor de Noah, siempre me había encantado su perfume así que fue inevitable hacerlo, lo apreté aún más, no sabía lo que le pasaba, pero siempre fue muy abrazable.
—Escuché que Finn te gritó —sollozó, y yo fruncí el ceño.
—¿Eso es lo que te preocupa? No tuvo ninguna importancia, fue algo insignificante —intenté calmarlo, pero aún seguía dudando ¿estaba llorando por eso?
—No, sí que tiene importancia, él te trató mal. Me puse a pensar en la cantidad de veces que estuvimos tan felices juntos, y de un día para otro te alejaste, Kami. ¡Te fuiste con él! —gritó, yo sentía que con cada palabra que él decía el corazón se me arrugaba un poco más, como si fuera de papel.
Noah siempre se intentaba mostrar fuerte, frente a todos, siempre que alguien lo veía podía sentir la superación en el ambiente, era muy bueno actuando, pero eso es algo que la mayoría sabe. Lo que sucedió es totalmente natural, lo que pasa cuanto tienes mucho tiempo reteniendo algo, llegas a un punto en el que sencillamente explotas y todo tu drama terminó siendo nada más que solo historia que una vez fue.
—Noah, lo siento, jamás quise dañarte —respondí, estaba a punto de llorar también cuando Noah se separó del abrazo rápido y señaló la pared.
—Eso —preguntó, su mirada fría, mi pecho se detuvo cuando ví que señalaba la palabra escrita en la pared.
—¿Tú también lo ves? —pregunté con cierta esperanza dentro de mí.
—Lo vi en la habitación de Caleb. Pero ninguno de los chicos puede verla —habló alterado—. ¿Tú si lo ves? Dime que sí.
—Sí... Yo lo vi.
“7607S 850560S”
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