18. «La Hermandad Welsh»
Durante los más recientes diez minutos, el par de hermanos ha permanecido desparramado en el suelo, tan quietecitos los dos que mi cerebro atormentado después de presenciar tal cantidad de muertes consecutivas, me acribilla cruelmente con toneladas de pensamientos en los que me asegura que ambos ya no respiran. Por suerte, el parpadear más o menos constante de sus ojos me libera de mi extrema preocupación de vez en cuando.
Es por ese motivo que resulta innegable el torrente de alivio que pone a vibrar de emoción a mis intestinos cuando Tyler por fin habla:
—Trix, deberíamos movernos —Sus palabras dejan entrever la terrible urgencia que lo mantiene alerta.
Finalmente ha regresado a su estado normal (o bueno, tan normal como puede estar alguien después de experimentar los síntomas correspondientes a una hipotermia moderada y, por tanto, transitar medio camino hacia una muerte segura); sus iris caramelo persisten atentos a cualquier peligro cercano.
—No tenemos la más pálida idea sobre los planes de este desquiciado —insiste con sus orbes escaneando repetidamente cada centímetro a su alrededor—. Lo único seguro es que su propósito es matarnos a todos.
«Completamente de acuerdo contigo, mini Welsh.»
—Ty, no creo poder moverme —La voz de mi amiga suena debilitada y sumamente cansada, como si cada palabra pronunciada se llevara consigo la totalidad de su aliento y energías.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
El momento crucial es marcado cuando mi bailarina preferida levanta la gruesa tela del suéter negro que cubre su torso y nos revela la profunda herida en el área lumbar que debe haber sido provocada por un enorme fragmento de cristal durante una de las veces en que se tropezó. El corte es largo y definitivamente grave, incluso me parece discernir alguna fibra orgánica oculta bajo tanta sangre.
Cubro mi boca para evitar soltar un chillido de pánico, debido a la oscuridad del tejido de su ropa y a la del lugar en general, no había visto esa monstruosa lesión con anterioridad. Además, ahora ocupo un nuevo sitio: sentada sobre el regazo de Damian y abrazada de costado a él (ya saben, para encarnar debidamente mi rol de víctima) así que me obligo a destensar mi cuerpo y enfocarme en mantenerme relajada para que no perciba más cambios o signos de que estoy afectada. A pesar de que obviamente lo estoy.
—¿Qué? ¿Por qué no lo habías dicho? —reclama el menor. Su voz anormalmente ronca por la prolongada exposición a bajas temperaturas.
—No habría servido para nada. Ha pasado un buen rato desde que logré sacarte de ese congelador y ahora es que apenas puedes empezar a moverte.
—¡Ven! ¡Vamos! Debo llevarte a un hospital tan pronto como pueda.
El menor de los Welsh luce dispuesto a tomarla en brazos y correr hacia un imposible, no obstante, Trix no mueve ni una pestaña, solo le sonríe con tristeza palpable al ser que más ama en el mundo y acaricia su mentón con indudable delicadeza.
—Ty, sabes que será en vano —Las lágrimas que se acumulan en sus orbes cafés son todo lo que necesito para saber cómo terminará esta escena.
Si bien agito mis pestañas constantemente para evitarlo, mis ojos también se cristalizan. Mas no puedo permitirme derramar siquiera una gota de llanto más bajo ninguna circunstancia. Damian podría sospechar que no estoy cien por ciento de su lado como le he hecho creer y las consecuencias serían catastróficas para mí.
—No, ¡no! —Tyler se quiebra mientras se desplaza a través de la primera etapa del duelo: la negación—. No puedes morir, ¡te lo prohíbo!
—Lo siento tanto, hermanito —El volumen de la chica merma hasta que apenas alcanzo a escucharla, su chispa vital secunda el ejemplo, marchitándose a un ritmo acelerado.
—Trixie, ¡no!
—Te amo mucho. También a Tracy. ¿Podrías decírselo de mi parte?
Él asiente con sus cuencas oculares anegadas de abundantes lágrimas, está tan roto que ni siquiera es capaz de usar su propia voz.
—Debes ser fuerte por los dos a partir de ahora. No dejes que alejen a Tracy de ti bajo ninguna condición. Los Welsh somos una hermandad, y como tal, debemos, no, ¡tenemos...! —se corrige en una exhalación que parece costarle un esfuerzo olímpico antes de sufrir un ataque de tos en el que expulsa también una valiosa cantidad de sangre. Pese a ello, encuentra la voluntad para reanudar su última alocución—: Tenemos que permanecer unidos, no importa lo que pase —Ella toma la mano de su hermano y aprieta el agarre entre ellos con la fuerza que le queda—. ¿Lo prometes?
Esta vez, Tyler reúne el valor suficiente para responder con palabras:
—Lo prometo.
Como si estuviéramos en alguna producción de Hollywood, Trixie Welsh muere justo después del juramento de su hermano, en el cual se compromete a cumplir a toda costa su última voluntad.
—Tenías razón —Miro a Damian con la interrogante escrita a fuego en mi rostro.
Creo que ya nos hemos acostumbrado a esta dinámica: él contesta mi duda de buena gana sin que yo deba articularla.
—Ocurrió justamente como dijiste. Me aseguraste que moriría y estabas en lo cierto.
Pensar que la estúpida predicción que hice en un momento de deliberada desesperación me está dando un puñetazo directo a la cara, abre un hoyo en mi estómago y una horrible sensación se instala en mi espina dorsal.
Sin embargo, no soy una sobreviviente en este juego del diablo solo porque soy atractiva (de lo contrario, a estas horas ya estaría en el infierno halándole los pelos al insufrible fantasma de Blair); es por esa razón que puedo dejar ese agonizante malestar que asedia mi organismo entero a un lado, para asegurar mi supervivencia.
Maquillo mi más grande e hipnotizante sonrisa con una voluminosa y brillante capa de hipocresía antes de girarme a enfrentarlo, acariciando sus hombros acompañada por una pizca de falso orgullo.
—Siempre tuviste un intelecto prodigioso y una mente sobresaliente, tu plan jamás podría contener falla alguna.
Él me admira con un peculiar destello en el marrón de sus ojos que me lo asegura: he logrado mi cometido. Saboreo el placer de tenerlo comiendo de mi mano al apreciar su expresión, completamente deslumbrada ante mi engañoso encanto y me regodeo internamente en la necesidad que percibo emanando desde cada parte de su cuerpo, ese impulso de postrarse ante mí y construir un altar destinado a adorar todas mis virtudes y talentos.
Ensancho mi característica sonrisa de muñeca sin vida, una que promete: lo hará pagar por esto a cualquier precio.
«¿Han escuchado alguna vez el llamado de Némesis? Es... como un canto de sirenas: irresistible.»
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