02. «Las Manzanas de la Tentación»

Sirvo otra ronda de whiskey para la camarilla de cerdos que, a juzgar por la forma en que beben, han cerrado el contrato que los hará millonarios. Al mismo tiempo, aguanto con la dignidad de una campeona la horda de alabanzas no requeridas en honor a mis múltiples atributos femeninos; sus elogios resultan tan poco bienvenidos que necesito contar hasta cien para convencerme de no escupir en sus tragos.

Observo el reloj de pared colgado sobre la barra y compruebo que la hora infeliz está a solo quince minutos de distancia. Steph me mira con una mueca dibujada en su rostro y reconozco el reflejo de la ansiedad que debe reinar en el mío. Pero aún no hay tiempo para ponerse nerviosa, es mi obligación continuar atendiéndolos con una sonrisa de oreja a oreja hasta que la subasta inicie.

Concluyo que el cuarto de hora ha pasado mucho más rápido de lo que me hubiera gustado una vez que la diabólica campanilla nos anuncia el desdichado instante. Casi de inmediato, la señora Savage nos pide a todas que subamos al escenario en tanto los hombres familiarizados con esta dinámica del club se preparan, extasiados de entusiasmo para lo que sigue: la “hora feliz”. Por desgracia, no mi favorita.

—Caballeros, ¡ha llegado vuestro momento! Ustedes son nuestros maravillosos clientes y saben que la casa siempre disfruta la satisfacción de complacerlos. Es por eso que serán ustedes quienes decidan cuál de las muchachas, aquí presentes, realizará el número de pole dance correspondiente a la noche de hoy. ¿Están listos?

Un coro de bramidos y otros sonidos guturales se apoderan de la estancia y a duras penas consigo retener las arcadas que me provocan.

—Mi amable hija repartirá las boletas en las que apuntarán el nombre de su elegida —Steph alza su mano para ser localizada entre la multitud y modela por la pasarela central entregando las malditas papeletas—. Por supuesto, la chica que más votos obtenga será coronada con el título de “manzana más tentadora de la noche” y tendrá el honor de deleitarlos con una pieza que los llevará directo al Edén.

Claro que todo este circo se encuentra directamente conectado con la temática del club, en la que el mismo es representado como el árbol prohibido, la señora Savage interpreta simultáneamente los papeles de Eva y la serpiente mientras nosotras somos las tiernas y apetecibles manzanitas del pecado que caerán en los brazos de Adán, la piara que babea a nuestros pies bajo el escenario.

A continuación, “Eva” presenta a cada una de forma individual para que todos conozcan nuestros nombres y tengan la oportunidad de evaluar y seleccionar a su preferida. Mis manos sudan en tanto espero mi turno y lucho para que el resto no lo perciba.

—Por acá nos acompaña la encantadora Trixxx.

La mayor de los Welsh muerde la punta de su dedo pulgar en un gesto coqueto que enciende la chispa del grotesco coro repleto de degenerados. Envidio su exquisita habilidad para enmascarar sus verdaderos sentimientos, mas, debo pausar mis cavilaciones al recordar que soy la siguiente.

—Y, para terminar, ¡nuestra dulce Lille! —Presto atención a mi entrada y lanzo al público un guiño juguetón que oculta un profundo desprecio bajo el telón de mis largas pestañas.

Elegí este como mi nombre en clave para el trabajo ya que, además de sencillo y fácil de recordar, es el equivalente en francés del apodo con el que todos acostumbran a llamarme, y este no es solo el idioma famoso por ser portador de ese irresistiblemente sexy “je ne sais quoi”, sino que también simboliza una pequeña ofrenda en deferencia a mis raíces haitianas.

A modo de beneficio extra, Savage me ha concedido la libertad de llevar lilas atrapadas en mis pronunciados rizos como si fuera mi sello personal para representar con más propiedad mi papel de chica dulce e inocente.

—Entonces, ¿qué dicen? ¿Les gustan las manzanas?

Bufidos roncos llenan el espacio y trato de no vomitar ante el ataque de las llamativas luces que emiten los reflectores. Eso le quitaría todo lo encantador a mi personaje y, en consecuencia, el infortunio desembocaría de manera consecuente y financiera en mi paga.

—Caballeros —designar de esa forma a esta panda de degenerados me parece un insulto—, es momento del conteo. Volveremos en algunos minutos con el veredicto final.

Todas descendemos del escenario con pesar y palpitaciones, sabiendo que nuestra suerte está echada.

Missy busca el consuelo que desesperadamente necesita en la mayor de las bailarinas, Roxie. La pobrecilla no solo es la más joven aquí, sino que, tal como nos ha dado entender con la elección de su nuevo nombre, se encuentra extraviada en el país.

Según nos contó entre hipidos atragantados con lágrimas la tarde en que llegó a Temptations, fue secuestrada y separada de su familia cuando cruzaban juntos de manera ilegal las fronteras de Estados Unidos. Seguramente con el propósito de ser vendida al mejor postor en uno de los rincones más turbios de la deep web o asesinada para que alguno de sus preciados riñones fuera comercializado en la red de tráfico de órganos. Cualquier destino que los perpetradores del ataque tenían reservado para ella, sería peor que danzar en el tubo para los bastardos que permanecen en espera.

Sus padres están presuntamente muertos según las impresiones que tuvo Mike al analizar los hoyos de bala que vio en el camión que los transportaba. Le pedí de favor que investigara entre sus colegas y todo apunta a que una peligrosa red de trata de personas iba a por ellos. Missy tuvo suerte al escapar o ni siquiera hubiera podido contarnos el cuento. Desconfía de la policía y muere de miedo, por eso sus manos permanecen atadas y vive en el club.

Rox la arrulla entre sus brazos protectores desempeñando el rol de hermana mayor que representa para todas, no se ha visto expuesta a nuestra humillación colectiva esta noche por haber sido la favorita el día anterior.

Una de las pocas normas de la casa que debemos agradecer es que está prohibido elegir a la misma manzana dos veces consecutivas; por lo que Roxie ha librado esta noche y la ganadora de hoy quedará exonerada de pasar por este calvario mañana.

Asher, en la barra, consiente nuestros espíritus malheridos con una bebida especial preparada para cada una. Desconozco su pasado, pero sin duda alguna es una bendición contar con él entre el personal. Sus gestos, aunque sutiles, hacen nuestra rutina un poquito más llevadera.

Desafortunadamente no siguen su ejemplo Hunter e Ivy, la pareja prohibida plagada de toxicidad que solo complejiza nuestra dinámica de trabajo.

Tengo entendido que ella es una niña rica (cuya fortuna cayó en desgracia por mal manejo), que todavía sueña con estudiar Leyes en Princeton. No obstante, sus conocimientos y perseverancia son insuficientes para ganarse una beca y a ello se debe su arribo a Temptations: necesita ahorrar para la universidad. Además, el dinero fácil que aquí obtiene le permite continuar aparentando su antiguo nivel de vida en el colegio para ricos al que asiste de día mientras sirve copas y le menea el culo en la cara a viejos decrépito de noche.

También es la única con la que se ha roto la tradición. Nosotras tuvimos que escoger su mote porque estaba francamente perdida. Elegimos “Ivy” por la codiciada Liga Ivy a la que tanto desea pertenecer, aunque deba sacrificar su cuerpo y respetabilidad para lograrlo.

Hunter es un tema completamente aparte. Al igual que casi todos nosotros es hijo de alguna de las antiguas prostitutas que trabajó en este lugar y según me confesó durante una de sus típicas borracheras (sí, tiene un problema con el alcohol), solo continúa en su empleo como guardia de seguridad para resolver el misterio del monstruo que mató a sus padres. No conozco con detalle las circunstancias del asesinato de la señora Virginia y su marido, sin embargo, sí que el hallazgo de sus cuerpos fue en evento traumático para su primogénito. Por eso la palabra “cazador” en su nombre en clave.

La relación entre Hunter y yo siempre ha sido complicada. Nos liamos un par de veces esporádicamente, lo admito; sobre todo, porque tiene esa vibra peligrosa y voz grave que moja tangas sin esfuerzo. E intentamos mantenerlo casual, aun cuando la llegada de Ivy lo puso todo patas arriba.

Y es que los hombres tienen esta tendencia poco saludable que los obliga a ir en busca del coño más difícil de penetrar en un radio de cincuenta kilómetros y, pese a que él quiso negármelo, sé que su historia de romance oscuro comenzó en el mismo instante en que cruzaron miradas por primera vez. Y yo soy una chica inteligente, así que me aparté de la tragicomedia que se avecinaba en cuanto tuve la oportunidad.

«Así es, amigos. Fui el ligue que aparece al principio de la película y jamás se queda con el chico.»

La parejita parece envuelta en una de sus características peleas que tienen su eje central en que, bueno, ella se rebaja a este empleo esencialmente a causa de su egocentrismo y concepción clasista en lugar de un tema de supervivencia como resulta el caso de la mayoría. Para colmo Hunter ha decido estrenar su faceta de celoso y... en fin, todo muy melodramático y yo al drama le he impuesto una orden de alejamiento.

Trixie y su hermetismo natural descansan lejos del grupo. El objeto de su total atención es su celular y me pregunto qué se traerá entre manos ahora.

Steph trata en vano de consolarme ya que, aun cuando aprecio la intención, le guardo un poquito resentimiento. Ser la hija de la mandamás le otorga privilegios injustos y, por ende, no es forzada a participar en esta subasta tan humillante. Se encarga fundamentalmente de la caja (sin importar que apeste para las matemáticas y haya provocado más pérdidas que ganancias), por lo que tiene la fortuna de poder sortear, al menos durante la mayoría del tiempo, los piropos y manoseos de nuestros queridos clientes.

«Bien dicen que la sangre pesa más que el agua.»

—Y bueno, ¡ya tenemos los resultados! —Ante el llamado, todas subimos al escenario con el mismo desgano con el que deben dirigirse los animales al matadero—. Y la manzana más tentadora de esta noche es: ¡Lille!

Maldigo mi mala suerte en silencio y acepto los aplausos y silbidos con una sonrisa de falsa gratitud. Lanzo besos cargados de disgusto en mi camino a la plataforma más alta del escenario e interpreto el rol de chica inmensamente complacida por su preferencia.

—Por favor, ¡muéstrales qué tienes preparado para ellos!

En un juego de manos que me he cansado de ensayar, me deshago del sobretodo malva que cubre mi auténtica ropa de trabajo (un conjunto de lencería minúsculo que deja poco a la privacidad e imaginación) y la música comienza.

Preparar esta rutina fue una gilipollez, aunque el baile en barra se me da bastante bien. “Una de las pocas cualidades que heredaste de tu madre”, asevera Savage. Y es que la principal queja de mi jefa consiste en la ausencia del dulce carácter sumiso que ella poseía.

«Maldición para ella, bendición para mí» , el pensamiento me saca una sonrisa vanidosa que alimenta el morbo de mi espectáculo subido de tono.

“Oh mami” de Chase Atlantic resuena en los parlantes y el número da inicio. Caliento los motores con algunos jugueteos seductores sobre la silla mostrando mis piernas muy abiertas. Transmitirles la sensación de que estamos enteramente disponibles para su placer es clave.

Una sucesión de movimientos sensuales y vueltas provocativas alrededor de la estructura de metal alientan al público borracho y no permito que otra expresión que no sea sonriente se apodere de mi rostro.

Las acrobacias en lo más alto del tubo son pan comido tras tantos años de experiencia y mi gracia natural hace el show más encantador.

—Lo siento, caballeros. Pueden ver tanto como quieran, mas no tocar. Otra regla de la casa para que el árbol no pierda sus preciadas manzanitas —es el discurso pronunciado por Stephanie a mitad de mi baile luego de que un par de asquerosos se acerquen demasiado a mi espacio personal.

Ha decir verdad es una dicha que la señora Savage no nos tenga a la venta. Sin embargo, guardo el temor de que en mi decimoctavo cumpleaños se canse de no explotar al máximo nuestros atractivos y decida lanzarnos al mercado como hizo con nuestras madres.

Con estos pensamientos dominando mi mente el jodido baile pasa más deprisa y cuando quedo colgada de cabeza ante el público con sentidas ovaciones de fondo, sé que la humillación ha concluido.

Bajo del escenario teniendo cuidado de no pisar algunas de las lilas secas desparramadas sobre el suelo, muchas de las cuales descansaban antes entre los rizos de mi cabello y que, debido a los movimientos frenéticos de mi cabeza en los últimos minutos, se han soltado del cuidadoso peinado. Retengo mis nauseas al distinguir las miradas que recibo.

«No importa cuántas veces deba hacerlo, no se torna menos bochornoso.»

—Tienes cinco minutos —asiento conforme a la afirmación de Rox y voy a por uno cigarrillo de los que almaceno en mi mochila.

Cinco minutos representa la cantidad de tiempo que tengo para recomponerme, es también el valor de mi paz mental después de haber sido expuesta a semejante vejación. Se trata de un pacto silencioso entre nosotras, quien baile tiene derecho a un receso durante el cual sus labores tendrán que ser cubiertas por el resto. Es el único premio de consolación que podemos ofrecerle a la otra después de enfrentarse al calvario.

Antes de desaparecer por las escaleras de emergencia que se comunican con mi pasadizo favorito, termino de beber el trago, cortesía de Asher, que dejé inconcluso cuando emitieron el resultado del fatídico baile. Uno de los imbéciles que intentó cruzar los límites táctiles durante mi acto se posiciona a mi lado, junto a la barra, y nuestro discreto barman y yo compartimos una mirada suspicaz al notar su llegada.

Yo, en lo personal, no me encuentro con el ánimo adecuado para soportar más comportamiento basura y acabo saliendo del local a toda velocidad con el fin de evitar mayores inconvenientes.

Prendo mi cigarrillo y doy un par de caladas que enseguida ejercen su efecto relajante. Por desgracia, un sujeto súper raro, cubierto de pies a cabeza con un sombrero tipo fedora, viejas gafas de aviador y gabardina de terciopelo, todas piezas oscuras que transitan entre negro y rojo vino, se coloca frente a mí en el callejón y mis alarmas se activan sin dudarlo. Su atuendo desentona de manera colosal con el exterior y mis malas vibras solo aumentan al percibir su mirada insistente sobre mí.

Intuyo que el tipo quiere decirme algo, es por eso que emprendo mi camino de regreso al club en cuanto capto sus intenciones.

«Definitivamente no necesito un acosador con vestimenta ridícula rondándome en mi momento de descanso.»

En un último vistazo, reconozco un par de ojos peculiarmente familiares brillando con una migaja de decepción que no entiendo cómo he conseguido descifrar tan rápidamente. Es confuso, y creo que necesitaré otro de los mágicos brebajes de Asher para sobrevivir a esta nochecita de mierda.

Vuelvo dos minutos antes de lo previsto, ganándome miradas precavidas por parte de Roxie y Steph a las que contesto con un asentimiento acompañado de la sonrisa fingida que debo llevar como estandarte durante nuestro horario laboral. Ellas se conforman con mi prácticamente imperceptible respuesta y yo suspiro en mi camino hacia otra de las mesas.

Pese a que la madrugada ha parecido eterna, el Sol sale y el infierno se esconde, o al menos se camufla entre la sordidez que cohabita bajo la luz solar.

—Ha sido una noche excelente, chicas —felicita Savage mientras recuenta el beneficio económico recaudado durante la noche y nos reparte un generoso cheque a cada una. No coincido con su opinión, pero callo al recibir un cuantioso fajo de billetes extra que cuestiono con una ceja en alto—. Las ventas se dispararon después de tu número. Lila, estuviste magnífica allá arriba. A veces te pareces tanto a tu madre.

No sé si es positivo o negativo que Savage persista en compararme con ella. Después de todo, fue prostituta, se embarazó cuando tenía mi edad, tuvo una hija no deseada a la que ni siquiera podía dar de comer y se marchó sin decir adiós cuando esa misma niña cumplió nueve años.

«Sí, la vida, al igual que mi madre, ha sido una reverenda perra conmigo.»

—El resto, deben estar listas para esta noche.

Recuerdo con alivio que no estaré entre las participantes del sorteo caliente.

Salgo de Temptations calando otro de mis cigarrillos en tanto el aroma de la libertad se mezcla con el humo de mi filtro de fresa. Me parecer divisar una silueta humana oculta entre las ruinas de un edificio cercano, mas, al pestañear, descubro que se ha evaporado.

«Genial, ya he comenzado a ver mierda.»

«Definitivamente debí haber escuchado más a mi instinto.»

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