||Primera Parte||
El agua helada cae sobre sus manos con fuerza, lavando la sangre y mugre manchada en ellos; bajo sus uñas el rastro es más difícil de quitar pero
logra eliminarlo antes que el mocoso con acné en el autoservicio pudiera comenzar a sospechar que no está allí para masturbarse precisamente.
Arroja el trapo viejo en el inodoro y tira de la cadena antes de verse en el sucio espejo roto frente a él; su reflejo muestra la crudeza de sus ojos y las líneas tensas de sus hombros bajo la playera azul gastada por el tiempo. Aún es capaz de sentir la adrenalina corriendo por su cuerpo de su última misión y no tiene a Catherine en la isla para satisfacerse con una noche de sexo, no está de humor para buscar a un extraño para la tarea y cree que tampoco logrará que alguien le diera una mamada rápida con la cara de pocos amigos que se carga desde que volvió de su "encargo" en la Isla Grande. Mierda, se está poniendo aún peor él solito. Genial, McGarrett.
Steve abre la puerta del estúpido baño del autoservicio y camina hacia la calle con la mirada puesta en el adolescente trabajando dentro de la instalación, retandolo con la mirada a que fuera donde él para atreverse a preguntarle algo. Como es de esperar, el niñato con acné apenas le regala una mirada antes de bajar la cabeza en sumisión mientras tiembla cual conejo ante la presencia de un depredador. Steve apenas sonríe con satisfacción, le gusta cuando las personas le temen, el poder que genera sobre ellos por el miedo pinchando en su cuerpo con agradable estímulo.
Un viento cálido recorre la noche en Oahu y Steve pasea la palma de su mano por sobre su rostro en un claro gesto de cansancio a pesar de que no tiene sueño; simplemente no fue una buena noche y quiere que termine de una vez por todas para él.
Sale sin rumbo sobre la avenida costera del Ala Moana rumbo al Ewa Beach en Alakea, cambia de opinión rápidamente ante el bullicio de los turistas sobre la arena, los autos con sus equipos parlantes sobre la senda peatonal y los idiotas con bebidas de colores exageradamente caros que sonríen como si no los estuvieran estafando al consumir bebidas
de imposibles precios. Steve hace un gesto de desagrado ante las vistas, sus dedos picando ante el hecho de querer tomar su arma oculta en su espalda y despejar su camino rumbo a la Casa McGarrett a puros balazos. Ni siquiera ha informado a Wo Fat sobre el reporte de misión y ya tiene una pequeña migraña nadando sobre su cabeza.
Asesinar a Adam Noshimuri fue más difícil de lo que su jefe a enmarcado para él en el registro, el hijo de puta había logrado dislocarle un brazo en su lucha cuerpo a cuerpo antes de que pudiera regalarle un navajazo en el cuello y verlo desangrarse sobre la costosa alfombra roja de importación en la oficina de su mansión. Claro que luego de matarlo, Steve se vio en la obligación de asesinar a los guardaespaldas del tipo, no pudo darse el lujo de dejar cabos sueltos en la misión; y a pesar de que los pocos sobrevivientes habían querido salir indemnes sobornandolo con dinero no pudo arriesgarse a dejar testigos.
Además, habían prometido pagarle más si no atraía la atención; el HPD apenas podría darse cuenta del número de muertos cuando éstos comenzaran apestar la residencia Noshimuri.
Steve gruñe de mal humor y saca el móvil de uno de sus bolsillos de su pantalón cargo negro ignorando el gentío, no tiene mensajes recibidos de ninguna clase y lo vuelve a guardar cuando una pequeña luz impacta
sobre su rostro. Un letrero neón blanco brilla bajo el nombre de Estilo Jersey sobre él; una cafetería a pocas horas de cerrar, supone.
Resopla con fastidio y entra en el pequeño local con un tintineo que le revienta los nervios, si no fuera por el aroma a café hubiera comenzado a disparar ¿Por qué carajos debían poner esa molesta campana en la entrada de los locales de comida? ¡Era tan irritante!
Steve se sienta en una mesa para cuatro personas, el lugar está completamente vacío y la muchachita tras el mostrador lo observa con grandes ojos castaños, como un ciervo tras los faros de un automóvil. Steve
agita una mano condescendiente en su dirección para que ella pudiera tomar su orden y largarse de allí antes de que su humor pudiera empeorar de formas catastróficas.
- Café... -demanda sin mucha delicadeza, su voz apenas hace un leve eco en el lugar- Y mantequilla -agrega sin siquiera un por favor.
La joven arruga el delantal rojo entre sus dedos delgados, Steve alza una ceja en su dirección ¿Qué acaso no ha sido claro en su orden? Tampoco es como si no fuese a pagar por el estúpido café, jura que ha guardado su billetera en algún lugar entre sus ropas.
- Lo siento, señor. Es que ya cerramos, todas las cafeteras fueron vaciadas y desconectadas hace un rato -responde ella de forma amable ha pesar de que no ha dejado de jugar con su delantal rojo en gesto nervioso.
- Pues ve, vuelve a encenderlo y dame mi maldito café -ordena con un tono grave y un golpe exigente en la mesa de madera. Tal vez se le está pasando la mano.
La mocosa se sobresalta en su lugar ante el violento arrebato de su parte, Steve no tiene tiempo de sentirse mal por haberla asustado de esa forma, no va hacerle daño alguno a ella. Solo quiere un maldito momento de paz, un lugar donde ya no pueda sentir el ruido sordo de las balas a su alrededor y el gorgoteo de la sangre cuando abandona un cuerpo humano.
Rápidamente, un hombre bajito entra en escena entre ellos. Con el cabello rubio echado hacia atrás, una
camisa blanca entallada sobre su estrecha cintura y un trapo a medio lavar entre sus manos; cuando el tipo rodea el mostrador con el rostro rojo de furia, Steve no puede evitar notar que también muestra un delicioso culo bajo los formales pantalones color caqui.
El tipo en pasos rápidos está sobre su espacio personal con la fuerza de un huracán, golpeando la punta de su dedo contra su pecho mientras una diatriba cae de su boca como vómito verbal mientras la mocosa se refugia tras la puerta de lo que considera es una cocina modesta. Steve siente que su sien palpita nuevamente bajo el gruñido del hombre más bajo frente suyo, una amenaza clara que no está dispuesto a soportar luego de la noche que ha tenido.
- Deja de tocarme -ordena de forma voluble, intentando no reducirse al molesto tono de voz que el tipo utiliza para dirigirse a él.
El hombre rubio se obliga a alzar la mirada -diablos con sus azules ojos- y frunce el ceño mientras mueve las manos en un gesto que Steve cree que es pura burla. Casi considera gracioso ese movimiento constante de manos a los lados de su compacto cuerpo, es como si de alguna manera éstas tuvieran vida propia y quisieran mostrar su propio descontento hacia
él. Pero a pesar de ello, Steve está lo suficientemente cansado como para dejarlo pasar y solo fruncir el ceño de tal manera que casi es doloroso.
- Oh, discúlpeme -dice con total sarcasmo el rubio- Señor puedo gritarle a una niña, pero creo que no está en lugar de exigir nada así que creo que deberías dejar de lado un poco tu actitud de Neanderthal y disculparte con mi hija que, por cierto, te dijo que hemos cerrado de forma amable ¿O acaso en la cueva en la que creciste no te han enseñado el significado de esa simple palabra, animal?
Steve siente que realmente su paciencia se agota con éste hombre de formas que sólo contadas personas han podido en su vida, que incluso contándolas con una mano le sobrarían dedos. Es increíble lo que éste sujeto puede lograr con tan sólo cinco minutos de haberlo conocido.
- Te dije que dejaras de tocarme... -repite entre dientes, respirando pesado por la nariz mientras su cuerpo se endurece listo para enfrentarse en otra pelea.
El tipo ignora su advertencia y vuelve a clavar la punta de su dedo contra su pecho una y otra vez, como si quisiera perforar su piel con el simple poder de ello:- Y yo te dije que...
Steve no le deja terminar su oración, toma de la muñeca del tipo con notable fuerza y la dobla sobre su espalda, reduciendo al hombre al ras de su propio cuerpo y usando su equilibrio y fuerza para tenerlo dominado. El hombre más bajo sisea por el dolor y a pesar de que ha dejado de hablar aún puede sentir la tensión en su cuerpo como si se tratase de una cuerda a punto de romperse, las hebras rubias de su cabello cosquillea levemente en su nariz mientras se mantiene firme en su lucha de dominarlo.
- Te advertí que dejaras de hacer eso, te lo advertí -murmura Steve sobre la oreja del sujeto en camisa ¿Quién diablos usa una maldita camisa y corbata en Hawaii?
- Te oí bien claro, ahora sueltame, Animal -gruñe en el mismo tono bajo ahora, tal vez para no alertar a la niña asustada al otro lado del lugar.
Steve arruga los labios en disconformidad a pesar de que acata el pedido del tipo al que somete contra su cuerpo, cuadrando los músculos mientras intenta recuperar un poco de compostura, después de todo no es realmente alguien de atacar a quien no se le ha ordenado. Si, muy de vez en cuando se mete en peleas estúpidas cuando no está en misiones, pero Steve guarda un muy bajo perfil cuando está de trabajo, sobretodo cuando se encuentra en su tierra natal. El que se vea ahora en una discusión con un haole con pocas pulgas por un estúpido café solo demuestra cuan agotado está luego de ir a tres misiones para recuperarse de la muerte de su padre hace seis meses. Carajos.
- Escucha, esto es deb...
Antes de que pudiera terminar de hablar, el rubio voltea a él con el puño en alto y estrella un golpe en su mandíbula de tal forma que jura ver constelaciones tras sus párpados.
Luego, simplemente es un camino de dolor en todo su rostro que duda poder olvidar pronto.
[•••]
Después de que el tipo lo golpeara, Steve no recuerda mucho su regreso hasta casa o como lo ha logrado precisamente. Tiene pequeñas visiones de un rubio bajito echandolo a la calle como si se tratase de un perro sarnoso al que nadie quiere por su piel raída, caminar sosteniendo su mandíbula entre calles semi desiertas y saborear la sangre que se filtra en su boca como si se hubiera bajado de un ring de boxeo contra Mike Tyson. No hay que aclarar que su dolor de cabeza se agravó y el punzante golpeteo en su sien se convirtió en una metralleta a las cuatro de la mañana luego de bajarte una licorería completa.
Claro que tampoco recuerda haber llegado hasta la entrada, desactivado la alarma de seguridad de la casa, bajarse su pequeño frasco de analgésicos escondido en su baño y tirarse en la cama con la ropa puesta aún medio sucia por el "trabajo". Deberá cambiar las sábanas.
Solo recuerda su despertar nada agradable pues las cortinas están corridas sobre la ventana haciendo que el sol de verano se cuele por ella de forma desagradable para sus cansados ojos, aún adoloridos por los dias de trabajo consecutivos, el hambre de una mala alimentación y la incomodidad de una mandíbula por haberse permitido discutir con un hombre con los músculos y la fuerza en los lugares correctos. Bostezar le regala un ligero dolor de recordatorio y Steve se reprende por su momento de idiotez, solo espera que los analgésicos hubieran obrado bien su milagro en el resto de su cuerpo quien aún protesta por la tensión y la peste de quien necesita un verdadero baño con mucho jabón.
Con un gruñido jodido, Steve se levanta de su cama y poco a poco va retirando su ropa dónde la arroja a un cesto viejo junto a la puerta del baño. Desnudo como está entra en la ducha donde deja que el agua se lleve su mala noche de una vez por todas, toma el jabón sin olor de un pequeño estante sobre los azulejos blancos y recorre su cuerpo mojado hasta llegar a su erección.
No duda en tomarlo lentamente con una mano, pasando el pulgar sobre la cabeza roja y untando el liquido preseminal que se filtra ante la agradable estimulación de sus dedos. Aprieta un poco mientras se recorre la longitud con un gemido, aumentando poco a poco la velocidad. Un hormigueo de respuesta palpita en su vientre más abajo, echando la cabeza hacia atrás por el placer. Se enciende, agudo y caliente, su palma se desliza hacia adentro y hacia caliente, su palma se desliza hacia adentro y hacia arriba, los callos que arrastran el fuego a lo largo de la parte interna de su muslo.
Un golpe, dos, y él se estremece, gime, derramándose espeso y húmedo en su palma.
Con un soplido satisfecho, Steve cierra el agua de la ducha y toma una toalla para envolverla en su cintura. Pasea sus dedos en su cabello mojado para alborotar los mechones oscuros, camina hasta su habitación y se viste mientras revisa los mensajes en su celular, ni siquiera recuerda haber escuchado sonar la entrada de mensajes nuevos durante la madrugada. Al parecer, la noche anterior le ha golpeado más de lo que hubiera pensado, irónico.
Steve abre la casilla de mensajes entrantes mientras camina por su hogar en busca de algo para comer.
Wo Fat:
Recibí tu correo, no esperaba otra cosa de ti, McGarrett. El pago a sido añadido a tu cuenta como se ha acordado.
Tengo un potencial cliente para ti desde Colombia, no te preocupes, el decidió viajar a Oahu para una visita personal. Al parecer las malas lenguas han llegado a América Latina
[05:08]
Mierda, ni siquiera a podido verificar el pago por su último trabajo en la Isla Grande y Wo Fat ya tiene un interesado en él y en lo que puede hacer a cambio de un buen pago. No que se quejase realmente por los favores que puede conseguir y el dinero que cae en la cuenta falsa que posee en el banco, pero los últimos tipos a los que ha asesinado lo han dejado agotado al punto de buscar un tiempo libre lejos de las influencias de su trabajo. Ya no va por allí amenazando a tipejos con un cuchillo sin filo, los peces son cada vez más gordos y las cicatrices de su cuerpo se quedan sin espacio.
Steve frota la punta de sus dedos contra sus ojos para eliminar el agotamiento mientras abre otro mensaje.
Victor Hesse:
Buena la hiciste, McGarrett, el jefe a echado felicidades por tu trabajo. No creí que...
[6:00]
Steve ni siquiera se molesta en leer el resto del mensaje de Victor, después de todo sabe que sus palabras son vacías y carentes de simpatía hacia su persona. Victor lo culpa por la muerte de su hermano durante un trabajo en oriente, cuando la verdad es que Anton fue lo suficientemente estúpido como para morir por su propia mano y ego. Y aunque Steve ha intentado aclarar la mente de Victor sobre lo que realmente sucedió aquel día con Anton, éste sólo hace oidos sordos y prefiere culparlo por la pérdida de su hermano.
Y aqui entre nos, Steve siempre sospechó que había una relación incestuosa entre los hermanos Hesse. He de allí la furia de Victor para con Steve.
Claro que el hermano mayor nunca tomó represalias por ello si no fuera por el temor que éste posee por Wo Fat. Steve tampoco baja la guardia en entorno a Victor, después de todo todavía espera la apuñalada por la espalda.
Eliminando el mensaje de Victor, Steve observa que posee un mensaje de Mary después de tanto tiempo.
Mary:
¿Aún vivo?
[19:30]
Steve no duda en responderle con un breve si que envia sin más preámbulos, sin detalles de donde puede estar en el globo terráqueo -ni siquiera que ha vuelto a la Casa McGarrett en Hawaii- o si aún tiene todas sus extremidades en su lugar no que su hermana tampoco quisiera saber todos los detalles escabrosos de su vida. Hace años que dejaron de ser cercanos, ni siquiera cuando eran adolescentes intentaron ser cercanos cuando su padre los separó, y ahora como adultos ambos dejaron muerta esa emoción familiar entre ellos.
Claro que Mary sigue siendo su hermana y Steve aprecia el hecho de que al menos levantara su móvil para ver el número personal que Steve le dió hace muchos años y preguntara si no le han regalado una bala entre los sesos.
Steve baja la pantalla del celular y observa que sólo tiene un mensaje de la compañía de teléfono, otra sobre noticias web de Hawaii y un tercer mensaje sobre si quiere cambiar de compañía a un precio más barato y accesible. El hombre rueda los ojos y bloquea el móvil antes de guardarlo en otros de sus bolsillos de su pantalón cargo.
Lamentablemente, su nevera está casi vacia al punto que siente lastima de sí mismo y nada apetecible le hace juego a la vista, en realidad, es bastante triste.
Tomando su billetera y las llaves de su Silverado, Steve sale para llenar su estómago antes de que el mal humor vuelva para jugarle una mala pasada.
[•••]
A pesar que fuera de su hogar el cielo se muestra nublado y con la clara amenaza de que va a llover en cualquier momento, la humedad en el ambiente se siente pesado y molesto, casi puede sentir las ganas de tomar una tabla de surf como en antaño y montar olas como si no estuviera ninguna preocupación en su vida. El recuerdo ameno de su juventud, aquella de cuando aún pudo escaparse con Mary a la playa mientras sus padres estaban lo suficientemente ocupados como para prestarle atención, le roba una sonrisa sin poder evitarlo, a pesar de todo aun posee buenos recuerdos.
Es una lastima que la mayoria de ellos estuvieran sepultados bajo los escombros de la sangre y la muerte.
Steve resopla para sí mismo mientras despeja su cabeza, maneja de forma automática por las calles de Hawaii hasta encontrarse cara a cara con el mismo letrero de neón de la cafeteria, su Estilo Jersey aún se muestra fuera de lugar en el bulevar entre la multitud de nativos. Steve estaciona a cara contraria con la idea de volver a entrar pese a las circunstancias anteriores, después de todo una parte de él le gustaría disculparse sobre lo que había sucedido la noche anterior. Asustar a niñas no es precisamente parte de su estúpido actual yo, a pesar de que su otro lado no es un santo de la devoción de nadie.
Trabajar como mercenario para hombres pesados no es lo que ha imaginado de niño, pero Steve hace mucho tiempo ha dejado la resignación de lado. Luego de la muerte de sus padres su visión de lo correcto y la oscuridad dejó de tener una linea de por medio, y lo que antes era un matiz gris donde se permitía decidir su propia versión de lo bueno pasó a convertirse en un gran y horrible negro del que no es capaz de huir.
Hace tiempo dejó de tratar de huir.
Pasea la palma de su mano contra su nuca, Steve cruza la calle y entra en un local de comida más concurrido y dinámico que la noche anterior, para su sorpresa, varios agentes de la ley se esparcen por la barra frente al mostrador. El moreno se obliga a relajar su postura para evitar que algún policía del departamento de Honolulu pueda hacer preguntas innecesarias que llevará a respuestas que nadie quiere oír realmente.
Sin mayor complicación, logra sentarse en una mesa solitaria con dos sillas antes de ser abordado por el mismo hombre que ha logrado meterle un puñetazo y salir indemne del altercado. Y vea que es para asombrarse, después de todo Steve no es un hombre que dejara que cualquiera lo golpeara sin consecuencias alguna -la mayoría incluía balas de por medio- pero el rubio frente a él no sólo no parece tenerle miedo sino que se muestra listo para golpearlo una vez más si es que no tuviera una excusa válida para plantarse allí como si nada hubiera pasado.
Steve vuelve a sobar su nuca con nerviosismo, como si se tratase de un gesto involuntario adquirido con el tiempo.
- Oye, yo. Primero quiero disculparme por lo que sucedió anoche, en verdad tuve un día del que no quiero hablar y yo... Supongo que simplemente dirigí mi frustración con la persona equivocada -logra decir Steve sin parecer un gran idiota frente al otro hombre, las disculpas sinceras no eran lo suyo. En realidad, se asombra de verse avergonzado frente al tipo- Me gustaría poder disculparme con tu hija si me lo permites.
El hombre rubio alza una ceja en su dirección, como si le costara creer en él y sus palabras, Steve no lo culpa de tal sentimiento y reacción, él mismo duda a veces -mucho- de sí mismo. Hace años perdió la credibilidad de poder confiar en su juicio, y en ocasiones duda poder volver a creer.
- Fuiste un idiota, eso no lo estoy desmintiendo, pero creo que puedo darte una segunda oportunidad, Animal -responde el rubio como si fuera benevolente con él- ¡Gracie, cariño! -llama en dirección a la muchacha que sirve café a quien Steve cree es Kawika y dos de sus hombres, es extraño verlo en un comercio dirigido por un haole de humor huraño- Ven, cariño, el animal de aquí quiere disculparse por olvidar el comportamiento humano normal -dice entre un insulto y un comentario sin importancia.
Steve casi cree ver lo divertido en su actitud de chico malo de ciudad.
La muchachita parece reacia a querer acercarse a ellos, pero ante la mirada de su padre y la confianza que irradia por sus poros ella no tarda en acortar los pasos entre ellos. Y luego del incidente de anoche, en realidad entiende porque ella confía en su padre; el hombre puede protegerla de cualquiera.
- Hola, Grace. Soy Steve.. -se presenta el mercenario con una sonrisa que él cree que puede ser amigable- Oye, quiero disculparme contigo por ser malo la noche anterior. Tuve un dia realmente feo y no estuvo bien que te gritara -dice en una disculpa que realmente siente- Tal vez podamos empezar de nuevo ¿Eh? -propone mientras estira su mano en su dirección- ¿Qué dices?
La muchacha frente a él le regala una sonrisa antes de inclinarse y tomar su mano, estrechando su pacto de nueva amistad bajo el semblante más relajado del rubio a su lado. Steve sabe a ciencia cierta que ha hecho lo correcto respecto al altercado con ellos, una cosa menos al cual pensar cuando volviera en la noche a su habitación y el remordimiento lo envolviera cruelmente.
Grace rie bajito mientras suelta su mano y se marcha hacia la cocina.
- Gracie -la llama su padre una vez más antes de que pudiera desaparecer por completo entre los clientes- Trae café y unos panecillos para el torpe.
- Claro, Danno -responde ella desapareciendo tras la puerta de la cocina otra vez.
Steve voltea hacia el otro hombre con una sonrisa juguetona bailando en su rostro, hace tiempo que no usa una sonrisa como tal.
- Gracias, Danno.
- ¡Cállate! -demanda otra vez con ese ceño fruncido y el cuerpo tenso. Es gracioso como puede encender en cólera a ese hombre fácilmente- Tú no puedes llamarme asi.
El moreno frunce el ceño confundido, jugueteando con el dobladillo del mantel antes de que el rubio le diera un golpe con la palma de la mano.
- ¿Por qué no? -pregunta cómo si de verdad no entendiera por qué él no puede llamarle Danno pero Grace sí puede hacerlo.
- Porque eso es algo entre mis hijos y yo, tarado -responde molesto- Para ti soy Danny Williams.
Williams ¿Por qué se le hace familiar tal nombre?
- Steve McGarrett -presenta él.
Extrañamente, no suele decir su verdadero nombre asi como así. Durante sus años en Alemania y el trabajo con Nick y Anton le han enseñado a usar nombres falsos o apodos para desviarse de quien pudiera llegar a él por otros medios, su pequeña aventura con Greer le dejó la lección adecuada.
- Como sea, no hagas ni una locura mientras atiendo a mis demás clientes ¿Entendido? -exige Danny mientras le apunta con un dedo- Te voy a estar vigilando.
Steve le regala una sonrisa que quiere hacer pasar por inocente, aunque cree que Danny no se la cree mucho por aquella pose recta y los brazos cruzados a la altura de su pecho, logrando así que su camisa blanca se ajustara a su cuerpo fornido como si amenazara en romperse en cualquier momento. Y no que fuera a quejarse si ello llegase a suceder, cabe decir.
- Lo que digas, Danno -responde Steve con la clara intención de hacerlo rabiar.
Dicha tarea es un éxito cuando Danny gruñe por lo bajo y se marcha pisoteando a través de las otras mesas de su cafetería.
Steve no recuerda la última vez que sonrió tanto. Sin duda alguna Danny Williams es alguien interesante pese a que no puede quitarse de la cabeza a ya a oído de él en otro momento.
[•••]
Después de dos semana reencontrandose con su tierra natal, evitar llamar a Mary para decirle dónde está después de tanto tiempo lejos y visitar a los Williams, el día anterior se le ha podido concebir conocer al pequeño Charlie, Steve casi ha olvidado que pronto tendría trabajo que hacer ¿Y quien puede osar a culparlo por la pérdida de su normalidad? Esa que no sabía que extrañaba hasta que pasó todo un día junto a Danny y su tarea de obligarlo a desistir de la pizza con piña. "No, Steven. La piña y la pizza ni siquiera debería estar en la misma oración ¿Sabes lo que hace una buena pizza? Masa, salsa de tomate y muzzarela". El mercenario nunca a conocido a alguien tan terco como Danny.
Frente a él, sobre el marco de la puerta a media mañana, Jenna Kaye le mira seria bajo el marco de sus gafas. Lleva consigo nada más que un sobre grande, nada pesado teniendo en cuenta que nada sobresale sobre el simple material. No le sorprende que sea el registro de actividad de su próximo trabajo, solo espera que sea dentro de la isla, no tiene mucho ánimos de volver a irse. No tan pronto.
- Jenna -saluda Steve por simple cordialidad, nunca a sentido gran empatía por ella realmente.
La última vez que trabajaron juntos fue en Los Ángeles hacia cuatro años, ambos jugando a ser policías de la división forense hasta que lograron asesinar al escuadrón de élite enviándolos a todos a Corea del Norte bajo falsas amenazas a sus compañeros.
Si bien Steve trabajó en lo que Wo Fat había ordenado para eliminar del mapa a Sam Hanna, la muerte de ha quienes había logrado considerar su equipo había pesado en su mente más meses de lo que hubiera querido admitir. Y ver otra vez el rostro de Jenna no hace más que reabrir viejas heridas, después de todo no olvida que Sam recorrió todo un océano pensando en la idea de salvar a una amiga y a Steve, solo para encontrarse con la cruel traición y los brazos de la muerte.
- Steve McGarrett -saluda ella, tomando el sobre y entregándole con un gesto burdo- Tanto tiempo sin verte.
El moreno nunca se ha dejado llevar por su porte de "chica mala", pues bajo esas fachas de mujer inofensiva siempre se escondió una asesina con miedo de sí misma.
- ¿Otro trabajo? Creí que Wo Fat dijo que el hombre colombiano vendría a Hawaii para contactar conmigo -dice con el ceño fruncido sin leer realmente nada del documento entre sus manos- ¿Cambio de planes? -pregunta guardando otra vez la hoja.
Jenna acomoda el marco de sus lentes sin dejar de ver el sobre. Ella aún espera fuera de la casa, ni la mujer hace intento de querer entrar y ni Steve tiene la intención de invitarla, ya ha aprendido la lección de no involucrarse con otros mercenarios. La última vez que creyó tener un amigo, Nick Taylor había querido asesinarlo.
Steve no va a cometer el mismo error.
- No, no realmente -responde ella- Los planes cambiaron, Sang Ming fue capturado e interrogado por el HPD y Wo Fat no ha querido arriesgarse a ver de que lado está su lealtad bajo la amenaza de tres cadenas perpetuas en Halawa.
- ¿Envió a alguien a hacerse cargo del problema?
Jenna niega con la cabeza.
- Victor habló personalmente con Wo Fat y ha salido en su defensa luego de la emboscada -responde ella- Cree que manteniendolo vivo estamos menos expuestos a ser encontrados.
Steve asiente estando de acuerdo ante aquella conclusión.
- Claro, encerrado puede demostrar que trabaja solo. Pero si lo matan solo demostrarán que es un simple peón y que el pez más grande anda a sus anchas por las islas -dice mientras abre el sobre ¿Marco Reyes?
El hombre frunce el ceño confundido ante lo que lee, aquel nombre se pasea por su mente una y otra vez pero en realidad no puede recordar de donde lo ha oído antes. Claro que a pesar de haber trabajado para muchos hombres pesados antes, Steve es capaz de recordar a cada uno, dificilmente olvida el rostro de un tipo que te utiliza como su gatillo fácil.
Jenna asiente observándolo como si fuera tonto.
- Si ¿Recuerdas aquel caso en Newark? -pregunta ella como si Steve fuera a recordarlo milagrosamente con tal solo mencionarlo- Aquel sujeto que le robó millones a Marco Reyes por un asunto de drogas hacia tres años.
Steve recuerda vagamente estar en New Jersey, pero no recuerda un caso respecto a un lavado de dinero y drogas. No eran misiones de las que pudieras olvidarte con una simple botella de Jack Daniel's.
- No importa, lo recordaré -agrega Steve más en un hecho para que ella se fuera de su propiedad y no porque estuviera interesado en el trasfondo de Marco Reyes- Eso es todo, Jenna.
Steve no duda en cerrar la puerta en su cara, casi se permite sonreír suficiente cuando la oye resoplar del otro lado.
Satisfecho consigo por su travesura realizada, arroja el sobre con la nueva dirección de Wo Fat en una encimera y se larga hacia su lanai dónde podrá disfrutar un poco del paisaje de su playa privada y una cerveza. Al menos por unas horas más, fingira que es solo un simple hombre disfrutando de ver las olas chocando contra sus costas.
Luego tendrá tiempo para un nuevo trabajo, la sangre y las pesadillas.
[•••]
Dos semanas después.
- ¡Tío Sveee!
Una gran sonrisa se adorna en sus labios apenas entra en el Estilo Jersey, su presencia es recibida por nada más que el pequeño Charlie que se encuentra sobre su sillita turquesa junto al mostrador. Su sonrisa infantil es brillante y la alegría que muestra por él hace que su corazón se hinche de orgullo, es agradable sentir que alguien -por más que éste fuese un niño de un año y medio- pudiera maravillarse tanto por su persona.
- ¡Hola, mini D! -devuelve el saludo desde la distancia con la mano alzada.
El pequeño festeja por ello, volviendose loco y agitando sus manos en todas direcciones.
La mujer sentada a su lado voltea a verlo con una ceja alzada, como si estuviera analizándolo minuciosamente, no duda en regalarle una mirada nada disimulada desde donde está. Su escrutinio es fijo y el cuerpo de Steve se tensa mientras acorta las distancias hasta la gran mesada, su mirada incluso es más pesada que cualquier otro oficial le ha dado por las libertades que se toma con Danny y los niños, en realidad Steve no los culpa de tenerlo vigilado, si supieran quien es en realidad no duda en que más de uno abría sacado todo el arsenal posible ante su presencia.
- Así que tú eres el tan afamado Steve. -dice la mujer mientras le saluda con un apretón de manos que es bastante fuerte para una muchacha delgada como ella- Danny no ha dejado de hablar de ti desde la noche que caíste en su cafetería hace semanas.
Un agradable calor invade su pecho ante lo que ella revela ¿Danny ha hablado de él con sus amigos? ¿Dijo cosas buenas? ¿Qué habrá dicho precisamente? Las ideas se acumulan en su cabeza y está ansioso por saber más. Steve no tiene amigos, no en realidad y duda poder llamar a Catherine su amiga cuando lo único que hay entre ellos es sexo. Y si bien no estará en contra de tener un encuentro entre las sábanas con el hombre bajito, Danny es el primer amigo verdadero que ha tenido.
- ¿Sí?
- Cosas malas, Steven. Ni te emociones ¿De acuerdo? -responde Danny saliendo de la nada, ni siquiera lo ha escuchado llegar junto a ellos- Y tú ¿Acaso no tienes una reunión con Chin? -pregunta directamente a la mujer.
- Cierto, pero éste pequeño hombrecito me cautivó para que le hiciera compañía -responde ella mientras le hace cosquillas al niño en su regordeta panza de bebé- ¿Cómo decirle que no?
Danny no duda en apuntarle con el dedo molesto, claro que ella no se inmuta por la clara amenaza. Incluso Steve ya se ha acostumbrado a que el rubio tuviera la emoción de un tren de carga a punto de descarrilar, en cierto punto ya la emoción del peligro te es tan natural que ignoras que puedes morir bajo su cruel amenaza.
Además, Danny es sumamente adorable cuando se enoja. No le vayan a decir.
- No metas a mi hijo en ésto, Kalakaua ¡Ni se te ocurra! -ordena Danny mientras voltea a ver a un muchacho regordete- ¡Pua! Vigila a Charlie mientras termino con la pizza atrás.
El chico Pua le regala una mirada de cachorro perdido desde su lugar con los demás agentes de policia, hay un par de risillas que son de burla.
- Pero debo volver a la comisaria, y no creo que deb...
- Te regalaré un batido, Pua -lo detiene Danny con un resoplido de frustración- Ven, siéntate con Charlie.
La mujer a su lado lo observa con traición.
- ¡Nunca me has ofrecido un batido gratis! -le reclama ella con los brazos cruzados.
- ¡Sveee! -grita Charlie por su atención desde la sillita.
- ¡Y eso debe ser porque le pides café gratis a Grace! -debate Danny moviendo las manos- No creas que no iba a darme cuenta nunca.
- ¿Ahora te enojas por el café? ¡Lou bebe más café! -contesta ella en una excusa un tanto vaga.
A su alrededor, nadie parece extrañado por el alboroto que se ha montado el par como si no estuvieran en la cafetería, ni siquiera el novato de la ley que trata de llamar la atención del pequeño Charlie quien está más dispuesto a safarse de su sillita con tal de ir con Steve.
- No voy a discutir contigo, tienes trabajo que hacer y yo también, ahora largo -dice Danny para dar concluida la discusión entre ellos.
- Pero...
- ¡Kono!
- Bien, bien. Me voy... -acata la mujer retrocediendo con las manos alzadas en señal de rendición- No hagas nada tonto mientras no estoy ¿De acuerdo? ¡Adiós, muchachos! -se despide ella mientras varios agentes de la policía la saludan con movimientos de mano y sonrisas. A Steve le es extraño ver ésta faceta amena de la ley.
Danny gruñe de frustración y voltea a verlo con todo el pesar del mundo sobre sus hombros, Steve le regala una sonrisa, pues toda la situación le es muy graciosa. Después de todo, toda su vida no ha visto a los policías como enemigos con los cuales no debe cruzar caminos.
Danny, por el contrario, parece que se le fuera acabar el mundo. Sin duda el rubio es todo un dramático en escena.
- Te caerá bien una vez que la conoces -comenta como si fuera él el del problema.
- Lo que tú digas, Danno.
Ante ello, Danny le regala una mirada de muerte. Si las miradas matasen Danny seria el mejor pagado como mercenario, eso no lo duda.
- Cállate -ordena antes de seguir en lo suyo como si Steve no existiera a su lado- Nahele, prepara una malteada para nuestro amigo Pua aquí ¿De acuerdo?
- Claro, Señor Williams -responde un muchacho no muy mayor a Grace.
Danny asiente, se inclina sobre Charlie y besa la mejilla del bebé con ternura. Luego, palmea el hombro del joven oficial de forma amistosa y habla con otros comensales como si se tratase de un hombre totalmente diferente con el que ha tratado hace un segundo.
Steve no puede evitar mirar todo ello con ojos soñadores.
[•••]
Al dia siguiente, Steve pasa toda su tarde dentro del establecimiento Estilo Jersey sin darse cuenta, olvidándose de todo lo oscuro que rodea en su vida. Olvidándose de las armas dentro del Silverado, del cuchillo escondido en su pantalón cargo y de las cicatrices de su cuerpo que arden como si éstas le hubieran sido marcadas aquel mismo día.
Durante tan sólo un día, Steve se olvida que es un mercenario.
El sobre que Jenna le ha entregado sobre su misión se encuentra olvidado sobre la cómoda en su sala de estar.
[•••]
Steve toma un trago de cerveza desde el pico de la botella, observando con atención como Danny golpea una bola rayada y ésta falla al rodar lejos del hoyo. Su compañero gruñe mientras se sienta y deja que sea su turno en el billar, Steve se deja regodearse ante el hecho de que va ganando la segunda vuelta.
Danny sin duda es un mal perdedor.
- Vamos, Steven, no tenemos toda la noche -se queja el rubio mientras lleva su botella de Loangbords a la boca.
- ¿Quieres que tengamos toda la noche, Danno? -pregunta Steve con un claro flirteo, invadiendo el espacio personal del otro hombre- Porque puedo dedicarte toda una noche si lo deseas, solo tienes que decirlo.
Danny golpea la punta de su taco contra su estómago para alejarlo, hay una sonrisa juguetona en su rostro a pesar de que niega mientras sigue tomando de su cerveza como si el fuera un tonto que le ha caído en gracia. A veces, su amigo puede mostrarse muy contradictorio con lo que desea, pero no se molesta ante ello, después de todo Steve siempre gustó de un reto que pueda valer la pena.
El mercenario retrocede para hacer su jugada sin borrar su sonrisa, logrando que una de las bolas lisas lograra entrar. No duda en hacer un pequeño festejo personal sólo para irritar a Danny, es divertido meterse bajo la piel del hombre para hacerle rabiar. En otras circunstancias, hacer rabiar a alguien significa un intercambio de balas y muerte bajo el manto oscuro de la noche.
- Y, dime, Danno ¿Qué hace un hombre como tú en una isla como ésta? -pregunta mientras sigue jugando.
Danny odia la playa, el calor y las piñas; lo sabe y cree que todo el mundo lo hace. Danny no es un hombre de guardarse comentarios y siempre tiene algo que decir pese a que no siempre uno está pidiendo su opinión al respecto. Steve, por el contrario, agradece la sinceridad de su amigo; después de toda una vida sumergida en verdades a medias y mentiras descaradas es bueno tener a alguien quien no se ve en la necesidad de sentimientos falsos.
En el alto asiento de la barra, el rubio se encoge de hombros mientras come sus papas fritas con cheddar. Steve nunca podrá entender el por qué de su devoción a la comida con colesterol.
- No es una historia de cuento de hadas, Steve -responde Danny por sobre la música del bar al que le ha invitado ayer por la tarde- Y tampoco es como si realmente quisiera estar aquí, de todos modos. Siempre me planteé la idea de irme en algún momento, pero antes de darme cuenta poseía mis cosas aquí, mis amigos y mi hijos ya tenían una vida.
- Era difícil decir adiós -concluye Steve pese a no entender de lo que habla.
Cuando fue joven y Joe le dio la espalda mientras aún estuvo en Annapolis, nunca tuvo nada a lo que apegarse. Ni hogar, ni amigos ni siquiera alguien a quien apegarse para que lo ayudara en sus momentos de más necesidad, su tía Deb estaba lo suficientemente ocupada tratando de que Mary estuviera lejos de las drogas como para darse cuenta que uno de sus sobrinos se había perdido hacía mucho tiempo.
Por lo que no. Steve no puede entender las intenciones de Danny.
- ¿Qué te hizo quedarte? -pregunta sentándose a su lado, seguía siendo su turno pero le gusta darle su entera atención al rubio junto a él. Se lo merece, eso y más.
- Mi hermano, vine por él en realidad... -responde Danny con una sonrisa triste y los ojos bañados en melancolía- Mi ex esposa murió en un accidente de tráfico y huí con los niños a Hawaii dónde Matty vivía, él nos recibió -dice con la mirada en algún punto del lugar- Desapareció hace tres años, desde entonces no sé nada de él... -el dolor en la voz de Danny casi es palpable y Steve realmente lo siente por su amigo- Lo extraño.
Steve no duda en tomar a Danny entre sus brazos, dándole un poco de apoyo para menguar el dolor de haber perdido a Matt. Ojalá pudiera decir algo que pudiera compensar la pérdida y el vacío que Danny posee en su corazón ante la idea de no tener a su hermano, pero Steve no puede sentir empatía bajo falsos sentimientos. Claro que desea que Danny sea feliz, es su amigo ahora después de todo ¿Pero pérdidas de hermanos? El mercenario ha perdido a la suya en el mismo momento en el que los separaron a ambos, y duda seriamente que él o Mary pudiera mostrar el mismo grado de dolor que el hombre entre sus brazos al saber que el otro está muerto.
Pero al menos, por ahora, Steve puede darse la libertad de consolarlo de la mejor manera que sepa. No que fuera demasiado, pero entre sus brazos Steve siente que puede proteger a Danny.
- Lo siento, amigo. De verdad - dice contra el cabello rubio de Danny.
- Gracias, Steve -dice Danny separándose de él con el inicio de una sonrisa verdadera- Eres un buen oyente -halaga con un apretoncito en su brazo.
Steve sólo sonrie feliz de sentirse útil en una forma más que no fuese usar un arma y vuelve a jugar bajo la mirada de su amigo en él. Quiere que Danny tenga una buena noche después de todo, una divertida. Una que haga olvidar el dolor y la soledad cada vez que está a su lado.
Steve aún no borra su sonrisa cuando estaciona el Camaro de Danny tras su Silverado en la entrada de la Casa McGarrett, ha sido una de las mejores noches que ha tenido en mucho tiempo, nunca ha tenido la oportunidad de hacerse con un amigo -y mucho me nos uno como Danny- para pasar el tiempo juntos en algo tan mundano como beber y jugar billar. Bajo su rutina de asesinar, curar sus propias heridas y acostarse con la primera mujer que estuviera dispuesta, éste es un cambio que le tiene en las nubes.
Al parecer, no es difícil contentar a un mercenario que no posee nada.
- Me divertí... -murmura Danny en la privacidad de su auto, sin ninguna intención de querer irse pronto.
Steve sonríe sin poder evitarlo ante su declaración honesta, su corazón exaltado al saberse buena compañía. Una que ha sido bien recibida por alguien con el que no está obligado a cooperar para una misión.
- Yo también me divertí mucho, Danny -responde Steve con la misma sinceridad, pues ¿Para que mentir?
Si bien no puede decirle a Danny quien es realmente, el mejor mercenario que existe, del monstruo en el que se ha convertido con el paso de los años, no tiene la necesidad de mentirle. Tal vez hace trampa, tal vez no responde a todas las preguntas de Danny, pero Steve cree que es por una buena causa, por una razón lógica. Cree con honestidad que puede quedarse con ese pequeño pedazo de vida normal un poquito de tiempo más para él, que puede salir hacer su trabajo y volver como si nada hubiera sucedido. Su doble vida, una dónde sus manos se bañan en sangre y la otra dónde solo necesita a su amigo. Ambas conviviendo, ambas siendo para él.
Steve sólo quiere un poco más de tiempo.
Danny aún sonríe cuando sus ojos se desvían ligeramente a sus labios y, Dios, Steve realmente no está en contra en acortar las distancias entre ellos y besar a ese hombre como tanto a deseado; de robarle el aliento y que sintiera la misma emoción vertiginosa que siente cada vez que está cerca de él. De posar sus manos por fin en ese compacto cuerpo que su amigo se carga. Pero antes de que sus sentidos pudieran perderse por completo en la simple existencia de Danny, un movimiento en la oscuridad dentro de la Casa McGarrett capta su atención.
Alguien se ha colado en su hogar, debe hacer que Danny se fuera rápidamente de allí sin levantar sospecha, no puede ponerlo en el fuego cruzado por un calentón.
Con su mejor sonrisa distraída, Steve desvía la mirada y destraba la seguridad del Camaro con la idea de salir.
- Debemos repetirlo pronto, sin duda alguna -comenta como quien no quiere la cosa- Y deberías llamar a tus amigos, será divertido ver como te derroto frente a testigos ¿Verdad?
Danny lo imita al salir del Camaro, rodearlo hasta llegar al lado del conductor y empujarlo con molestia. Steve retrocede unos pasos, después de todo el otro hombre posee una fuerza a considerar, y ve a Danny listo para irse.
- No me hagas reír, Steve ¡Jaja! -dice Danny con sarcasmo y enojo- Solo tuviste suerte, mi amigo. A la próxima no seré tan piadoso contigo.
Y con ello, Danny hace rugir a su coche para irse fuera del Piikoi.
Cuando el Camaro se pierde de su vista tras la neblina de la madrugada, Steve sufre una trasformación drástica. Su sonrisa infantil se borra de inmediato, el brillo en sus ojos se extingue bajo una frialdad peligrosa y su mano se llena con el peso de su arma cargada. En una fracción de segundo, el moreno ha dejado de ser el buen amigo de un haole y se convirte en el mercenario frío que realmente es.
Con total cuidado, camina con sigilo hasta la entrada de su casa, casi agazapado antes de mover la puerta y entrar con el arma en alto, dispuesto a disparar a la primera señal de alarma. Un ruido nada bajo en su cocina lo distrae de su escrutinio en la sala, quien quiera que estuviera allí con él claramente desea ser encontrado. Steve aún no ha clasificado eso como si fuera bueno o malo. Con pasos fantasmas, el hombre se mueve hasta la entrada de su cocina con el arma lista para jalar el gatillo.
Que Victor Hesse lo esperase sobre la encimera no cambia nada a la situación, en realidad sigue igual. Verlo allí no hace que Steve baje su guardia o no estuviera tentado a disparar, el tipo que está frente a él siempre será una amenaza en su vida. Meterle una bala entre los ojos haría su vida un poquito menos miserable ¡Oh! Steve está tan tentado en hacerlo. Una basura por el cual nadie llorará.
- ¿Qué mierda haces en mi casa, Victor? -pregunta Steve sin mucho humor en el tono tenso de su voz. Tras la magnifica noche que ha tenido junto a Danny, lo último que hubiera esperado era tener a otro mercenario cerca.
Victor sonríe de forma falsa y sus dedos pican con la necesidad de simplemente gatillar de una vez por todas.
- ¿Qué sucede, McGarrett? -bromea Víctor en respuesta, su chulería es odiosa en su persona- ¿Acaso te arruiné la nochecita con tu nueva puta? -pregunta queriendo ser gracioso, el dedo de Steve vacila con la idea de disparar- Aunque no te culpo. Se ve más delicioso a comparación con la mosquita muerta de Rollins.
- No me hagas perder mi maldito tiempo, Hesse -ladra Steve en un ultimátum. No quiere volver a escuchar el nombre de Danny de sus asquerosos labios ni que lo llamara de aquella forma tan denigrante.
Víctor pierde la sonrisa graciosa en su desagradable rostro ante la mirada de muerte que Steve le regala.
- Wo Fat te quiere ahora mismo, tu nuevo jefe ha demandado por tu presencia -responde el hombre acercándose, Steve aún así no baja su arma-Te hubiéramos contactado antes pero has estado ocupado entrometido entre sucios polis, pero descuida, Wo Fat cree que puede sacar provecho de tu pequeño juego a ser el tipo bueno. Tal vez ésta aventura utópica tuya pueda ser útil en el futuro.
El cuerpo entero de Steve se tensa ante su declaración abierta. Mierda. No tenía idea de que tan cerca estuvo Wo Fat de él en el último mes, después de cada misión el hombre tiende a desaparecer por mucho tiempo y Steve queda relegado a segundo plano hasta la próxima misión en alguna parte del mundo, al parecer ha sido más ignorante de lo que le hubiera gustado ¿Cuanto más ha sabido Wo Fat de sus movimientos fuera de la isla? ¿Cuanto más ha sabido realmente de él?
¿Cuanto tiempo estuvo siendo vigilado sin darse cuenta?
- ¿Y no pudo esperar hasta el amanecer para demandar mi presencia, eh? -pregunta Steve con un claro sarcasmo que bien habría podido copiar de Danny, el simple pensamiento casi le hace sonreír de forma sincera- Creo que mi estimada visita bien podria esperar hasta un almuerzo.
- Marco Reyes parece un tipo muy ocupado y Wo Fat no puede negarle nada a uno de sus mejores clientes ¿Verdad, McGarrett? -responde Víctor comenzando a caminar hacia la puerta entre medio de la oscuridad, pasado a su lado sin mirarlo-Ya tendrás tiempo para tu nuevo juguete, Steve. Es hora de trabajar.
Víctor camina con decisión por la sala, no muy preocupado por el hecho de que Steve aún posee el arma cargada entre sus manos, como si el moreno no estuviera tentado a matarlo desde hacía tiempo. La relación de ambos siempre ha sido tensa, incluso cuando Anton estuvo vivo; Steve siempre ha tenido la idea de que el tipo ha tenido celos de él. Cuando comenzó a trabajar con Wo Fat tras la muerte de Pat Jameson, Víctor perdió de alguna manera su lugar junto al jefe, uno que Steve nunca a deseado ni ha querido tener. Claro, Víctor nunca supo ver eso adecuadamente y solo se concentró en su envidia.
Steve respira profundo, deja escapar el aliento de forma pausada antes de seguir al otro hombre hasta la puerta de la Casa McGarrett aún en el oscuridad de la noche. Guarda el arma con el bloqueo en su espalda estratégicamente lista para usarla si es que las cosas se van al sur. Con Víctor Hesse siempre presente, Steve no puede bajar la guardia ni esperar otra cosa de su parte. Después de todo, el deseo de muerte es algo mutuo y ¿Para que mentir? Steve hace tiempo ha querido deleitarse con la emoción de disparar en dirección a Víctor.
Al salir de su hogar entre la neblina y esperando a que nadie lo vea junto a Hesse, Steve activa sus alarmas de seguridad en la puerta y entra en el Silverado rumbo fuera de la ciudad. Solo espera que su visita con Marco Reyes valiera la pena, dejar ir a Danny a sido una de las cosas más dificiles que ha tenido que hacer.
Jodido fuera todo.
[•••]
Encontrarse con que Wo Fat utiliza un bunker militar para esconderse del resto del mundo en el extremo Oeste de Oahu no le sorprende realmente al mercenario, el lugar está altamente equipado para alguien de su posición, listo para eliminar cualquier amenaza en su contra. Aunque el hecho de encontrar tal lugar fuese imposible.
Víctor lo guia a través de pasillos estrechos bien iluminados hasta una sala de guerra donde Wo Fat le espera junto a otro hombre, un traje de dos piezas color negro y hojas de documentos en sus manos. Marco Reyes le sonríe como quien hace mucho tiempo no ha visto a su viejo amigo, eso no hace más que hacer sonar todas las alarmas dentro de Steve. Un mal presentimiento se adueña de él y Steve en verdad sopesa la idea de darse media vuelta y volver por donde vino, lejos de allí. Durante todos sus años como mercenario Steve ha sabido identificar a un tipo peligroso como él, uno mejor con el cual no involucrarse.
Pero no es sólo su presencia lo que le alerta, aquella sonrisa en él y aún en el estúpido rostro de Víctor Hesse le trae mala espina. La última vez que sintió tal cosa Nick intentó clavar un cuchillo en su espalda.
- ¡Steve! -saluda Reyes con un acento extranjero marcado, alzando ambas manos como si se tratase de la mejor bienvenida- Anda, pasa para que podamos hablar.
Steve, a pesar del letrero de neón que le alerta del peligro, se para frente a la mesa de madera entre ellos, no hace intento de saludar ni mucho menos algo parecido; ni siquiera a Wo Fat. Son negocios nada más, no una visita social para hacer amigos.
- Señor Reyes, extraña hora a la que se ha decidido para traer -dice Steve con un ligero sarcasmo en su voz, en cierta parte puede aligerar el desdén en su tono- Podríamos haber acordado a una hora razonable.
Reyes no parece tomárselo a mal pues sonríe como si el mercenario frente a él fuera el tipo más divertido que hubiera conocido nunca.
- ¡Lo sé! -alega Reyes- Pero, una de mis fuentes me ha dado cierta información que me tuvo pensando en este pequeño tiempo en la isla y supe que eres el hombre indicado para éste trabajo -dice el hombre entregándole los documentos en su mano- Pues verás, hace un par de años tú y tu amiga Jenna hicieron un trabajo para mi, un muy buen trabajo debo decir -felicita, como si Steve lo necesitara- Ahora quiero que concluyan el trabajo.
Steve no puede evitar fruncir el ceño confundido.
- ¿Terminar el trabajo?
- Si, verás, McGarrett -dice Reyes cruzándose de brazos- Cuando asesinaron a Matt Williams después de que él robara mi dinero y lo escondiera lejos de mi, siempre tuve la sospecha de que el monto estuvo aqui en Hawaii por alguna razón ¡Y ve mi sorpresa cuando su hermano se muda aquí tiempo después! -dice el tipo con falso dramatismo- Durante todo éste tiempo he esperado a que éste otro Williams haga uso de mi dinero para poder tomarlo de vuelta ¿Pero qué crees? Hasta ahora nunca lo ha hecho y mi paciencia se acaba.
Steve siente que todo calor abandona su cuerpo por completo, la sangre parece escaparse y cree que toda emoción se ha escapado de él.
Matt Williams, el hermano de Danny... Oh, Dios.
Víctor parado a su lado sonríe como si se hubiera sacado la lotería, el bastardo lo ha sabido todo éste tiempo. Ahora entiende un poco su conversación anterior, esa necesidad de hacer un comentario respecto a Danny... Mierda.
- Contigo involucrado con la policía local creemos que eres el mejor en ésto -dice Wo Fat, aún sentado en su cómodo sillón- Harás tu parte junto a Jenna Kaye.
Steve cierra los ojos con pesar y vuelve a recomponerse como si no fuese a vomitar en cualquier momento, no deja que ninguna clase de sentimientos se reflejase en él.
- ¿Trabajo? -pregunta haciéndose el tonto.
Marco Reyes sonríe mostrando una fila de dientes.
- Quiero que asesines a Danny Williams.
Fin de la primera parte.
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