01.- Un nuevo mundo

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Dicen que las cosas las tenemos que conseguir a base de esfuerzo, que estudiando tendrás las mejores notas y también que mejorando en tus habilidades ya sea a nivel personal o en aquellos pasatiempos que nos hacen disfrutar...

Que cada cosa, bien realizada, bien lograda tiene sus recompensas.

Pero yo no lo veía de ese modo, o más bien si, antes de darle cuenta que 'todo lo que tenía' no era suficiente.

Venir de familia humilde no me iba a ayudar a conseguir lo que me merecía, pues eso justamente pensaba... Que yo siendo inteligente y atractivo merecía vivir mejor que en una vecindad de quinta.

Yo quería más y más.

Esos lujos que ni con todo el esfuerzo iba a obtener.

Por esa razón quería ser más que que cualquiera que conociera... Quería tener más y alcanzar esos sueños de una u otra manera.

Pero sobretodo.

A mí no me va a tragar la pobreza.

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01.- Un nuevo mundo.

La familia Hernández se conformaba de cinco integrantes.

El señor Don Javier Hernández quién se dedicaba a ser el entrenador del equipo de fútbol de la secundaria. En sus años de juventud fue parte del equipo de Monarcas de Morelia pero al mudarse de la ciudad dejo todo ello enfocándose en la secundaria donde consiguió el trabajo de entrenador. También en su tiempo libre se dedicaba a los pequeños arreglos de plomería y electricidad, de ese modo le daba un sustento a su familia.

La señora Silvia, su esposa se dedicaba al hogar pero también a hacer pequeños arreglos de ropa para los vecinos e igual ganándose un dinero extra con ello.

Tenían dos hijos. Guillermo y Javier. Aunque en realidad Javier era su único hijo pues Guillermo había perdido a sus padres desde que era muy pequeño y dado a qué nadie más de la familia quería cuidarlo, los señores Hernández habían decidido cuidar a su sobrino. Creciendo juntos ambos chicos se llevaban muy bien tratándose siempre como hermanos.

Con ellos vivía la abuelita, Doña Lucha quien aconsejaba bastante a sus nietos a hacer siempre las cosas correctamente.

Eran una familia feliz de cierto modo y había mucha comunicación entre ellos.

Javier siempre dejaba ver cuan estudioso era, cosa que a veces para eso Memo era un poco más flojo... pero se mantenían entre los mejores estudiantes en la secundaria.

Carisma, atención y ser amable era una de las cosas que a Javier fácilmente podían describir.

— Permítame...

Tras salir de la escuela mientras iban de vuelta a casa, Javier noto como un señor mayor intentaba subir unas cajas montadas en un diablito de carga al interior de una cajuela, poco más y se caía una de esas cajas de no ser por el muchacho quien se acercó a ayudarle.

— Eres muy bueno hijo.

Por agradecimiento, el hombre le regaló un paquete de galletas, que normalmente compartió con Memo.

— ¿Que crees que nos depare la Preparatoria?

— No lo se, Guille pero creo que lo que sea está bien.

Aunque no siempre "lo que sea" es lo que está bien para uno.

Ambos se habían esforzado bastante para estudiar y al hacer el examen de admisión poder ingresar a la preparatoria que querían.

"Aunque la colegiatura es un poco cara".

No importaba, era por el bien de su educación y como siempre la familia iba a arreglarselas.

En el fondo, no era como si hubiese un cambio muy exagerado para la vida de un estudiante de 16 años que entra por primera vez a un campus nuevo.

Algunas veces, los chicos de primaria se olvidan que la secundaria no es igual a la etapa que recién dejan. Lo mismo ocurre en la preparatoria, pues es un cambio nuevo y si, atrayente e interesante.

En especial cuando se dan cuenta que comienzan a haber ciertos status entre los mismos estudiantes.

Memo estaba bastante emocionado cuando sus padres los dejaron estacionando el Tsuru color vino de la familia a la entrada del plantel. Javier antes de bajar del auto ya iba visto por la ventanilla varias camionetas exageradamente bonitas. Los muchachos que salían de estás no se quedaban atrás, chicas y chicos atractivos usando la mejor ropa de marca.

Su ropa no era de marca, muchas veces eran prendas sencillas del mercado pero que sea más barata no significa que no sea bonita y sobretodo limpia. Pero...

¿Eso era suficiente para impresionar a los demás?

A Javier en ese momento le avergonzó incluso el auto de sus padres.

— Buena suerte hoy.— Sonrió Silvia.— Diviertanse y que todo les salga bien.— Había hecho 'chongitos' cruzando los brazos también.

— Si mamá.— Memo la imitó sonriendo.

— Pasaremos por ustedes más tarde.— Agrego Don Javier.

— Si papá.— Aunque la voz de Javier no delató la inquietud que sentía.

El motor del auto hizo su ruido característico y Memo se despidió con un ademán de su mano. Comenzaron a caminar. Aunque en ese trayecto para entrar Javier se arregló la ropa, como también revisando si estaba limpio y en buen estado.

— ¿Qué pasa?.— Memo lo vió.

— Ah no, nada.— Sonrió Javier ignorando lo demás.

Puede que al principio no le tomara importancia. Pero Javier se dio cuenta con el paso de los días de una cosa errónea: Hay que verse bien para encajar.

O más bien: El popular es aquel que tenía más dinero.

Y Javier quería ser de aquel círculo social no tan alcanzables para otros más. Eso le había llamado demasiado la atención.

Pues se dio cuenta conforme pasaban los días, que durante los descansos se podía observar los tipos de círculos sociales de la preparatoria. Estaban los chicos super estudiosos, aquellos que se meten en problemas y van contra el sistema, los deportistas, los expertos en música, los que participan en los talleres de teatro y artes y sobretodo: los populares. Aquellos muchachos elite del plantel. Siendo una preparatoria de prestigio estar en ese grupito era como serlo todo.

Y Javier quería serlo. Tener y conseguir todo lo que se proponía.

— Escucha Memo.

— ¿Qué pasa Javi?

Estaba en una de las jardineras de la escuela tomando su almuerzo, les habían preparado tortas de milanesa con agua de jamaica. Pero tras comer y ver pasar a varios alumnos con los que Javier quería codearse dejo de hacer lo que hacía y vio a su hermano.

— Necesito un favor.

— ¿Qué es?.— Eso lo lleno de curiosidad.

— Por favor Guille, no menciones de dónde provenimos.— Habló enseguida.

— ¿Qué?.— Sorprendiendo al otro.

"Me dará a vergüenza decir... que vivo en una vecindad".

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