39.0
Jeon Jungkook
Casi lo hago. Casi le permito alejarse de mí. Porque estoy tan aturdido. Porque estoy tan herido. Porque todavía puedo saborear el fuego y el calor de su beso, y ¿cómo puede besarme así y luego simplemente alejarse?
Pero mis pies se mueven antes que mi mente, y estoy pasando la puerta del garaje justo cuando ella cierra la puerta de su viejo VW Bug. Arranca el motor, pero deja el auto en espera cuando corro hacia ella.
Baja la ventana, y en su joven rostro hay una expresión de dolor tan conmovedora que apenas puedo mirarla.
—Estás dolida —digo, poniendo mis manos encima del marco de la ventana para poder inclinarme y verla mejor—. Y yo estoy dolido. Narii, no tiene que ser así; no tenemos que estar dolidos en este momento. Entra conmigo, y hablemos. Resolvamos esto.
—No hay nada más que resolver —dice en voz baja—. No puedo estar contigo cuando tú no puedes estar solo conmigo.
Golpeo las manos contra el marco de la ventana, agitando el diminuto auto y haciéndola saltar. La ira como ácido caliente llena mis palabras cuando hablo:
—¡Sabes que no es así! Mi corazón estaría solo contigo, entonces, ¿por qué demonios importa dónde está mi polla?
—A mí me importa —responde, su voz tiembla ligeramente.
Todavía estoy furioso, mis manos se cierran sobre el marco ahora, y quiero despedazar este auto, remache a remache, hasta que acepte quedarse.
—Sabías en lo que te estabas metiendo —la acuso—. Sabías exactamente lo que significaría salir con una estrella porno. ¡No está bien que ahora cambies de parecer!
Lágrimas se quedan atrapadas en sus pestañas cuando niega con la cabeza.
—Ya no puedo estar en este mundo del porno, Jungkook. No puedo estar en tu mundo.
—Es nuestro mundo —insisto, sus lágrimas están derritiendo mi ira en un desordenado y culpable arrepentimiento—. Ambos vivimos en él, y a ambos amamos hacer porno.
—No, tú amas hacer porno. —Toma aliento—. Y ese es el por qué nunca te pediría que lo dejes. Te quiero tal y como eres, y parte de quién eres es el porno. Hacer lo que amas. ¿Crees que soy tan cruel como para pedirte que lo dejes?
—Pero…
Sin embargo, no tengo nada que siga a esa palabra. Solo sé que tengo que luchar contra esto, pelear por esto, salvar algo, lo que sea, porque Nari es lo que no me puedo permitir perder...
Salvo que tiene razón. Tampoco puedo permitirme perder lo que amo. Si no soy Jeon Jungkook, Estrella del Porno de Fama Mundial, entonces ¿quién soy?
—Nunca se me ocurrió —termino patéticamente—, que alguien quisiera que dejase el porno. Que el porno sería un problema. Pensé que ambos estábamos en la misma página. Pensé que ambos nos amábamos.
Finalmente, una lágrima corre por su mejilla, un destello descendiendo por su rostro.
—Yo te amo. Más de lo que tú me amas, y es por eso que me tengo que ir y el por qué me estoy yendo sin pedirte que vengas conmigo. Adiós, Jungkook.
Pone el auto marcha atrás, y tengo que retroceder para que no me pise los pies. Y no es hasta que sus luces traseras desaparecen por la esquina al final de la calle que consigo susurrar:
—Adiós.
Destrozado.
Estoy jodidamente destrozado.
El ángel bueno sobre mi hombro me dice que no la llame, que le dé espacio y tiempo, porque lo necesita y lo ha pedido, y si invado su espacio mental y emocional, entonces estoy violando su consentimiento de algún modo, y no quiero hacer eso.
Por otro lado, Min Nari acaba de romper conmigo, y estoy prácticamente histérico con miseria traicionada. Consigo aguantar hasta las dos de la madrugada antes de llamarla, pero la llamada va directamente al buzón de voz. Como si el teléfono estuviese apagado. La llamo tres veces más para asegurarme, y luego dejo un mensaje.
—Nari —digo, aclarándome la garganta porque su nombre es la primera palabra que he dicho en horas y mi voz está ronca por haber llorado—. Por favor devuélveme la llamada. Por favor.
Después de eso, finalmente salgo de mi cama y busco mi colección de whisky escocés. Pero después de servirme un vaso, apenas puedo forzarme a dar un trago. No quiero estar borracho ahora mismo. Puede que no quiera volver a estar borracho nunca más, porque significaría adormecerme de la realidad, y no puedo engañar ni un segundo a este dolor. No quiero; si este dolor es todo lo que me queda de Nari, me aferraré a él tan fuerte como me sea posible. No deshonraré el recuerdo de la perfección de lo que teníamos al ahogarme a mí mismo en la amnesia.
Así que bajo la bebida y saco mi teléfono, no para llamar otra vez a Nari, aunque quiero, sino para ver el video que le hice en mi piscina hace unas semanas. Y la veo nadando una y otra vez, su cabello y su cuerpo en el agua, y me quedo dormido en el sofá de ese modo.
Solo. Con el teléfono en la mano y el corazón en la garganta.
•••
Me despierto, no resacoso, no exhausto, sino aturdido a pesar de todo. Está ese extraño, momento a la deriva entre abrir los ojos y recordar, un momento en que siento como si algo malo ha pasado, pero no puedo recordar qué. Cuando finalmente recuerdo las lágrimas de Nari y sus terribles e inciertas (¿se da cuenta cuán inciertas?) palabras, Te amo, más de lo que tú me amas, y es por eso que debo irme, me siento destruido otra vez.
La vuelvo a llamar más veces, y le mando textos y más textos, porque, ¿cómo puede pensar que me ama más de lo que yo la amo? Pero también, ¿cómo puede pensar en dejar el porno? Le escribo largos monólogos internos de pensamientos, acerca de cuánto la amo, cuánto la extraño ya, todas las cosas que haría para demostrárselo, pero nunca me responde.
Por suerte, no tengo ninguna escena programada para hoy, así que conduzco todo el camino hacia El Segundo para verla. No debería estar sorprendido cuando no la encuentro allí, pero de todos modos me siento devastado, y me quedo esperando en el porche para cuando venga a casa. El sol de otoño se alza con fuerza y fervor, y me pongo sudoroso e incómodo, pero no me importa. Quiero sufrir. Quiero sufrir por ella.
Aunque nunca viene a casa. Somos solamente mis pensamientos desdichados y yo, hasta que el sol se oculta en el océano, y el cielo se atenúa en naranjas y rosas. Y ahí es cuando el antiguo Volvo aparece por el camino. Un bajo y fornido hombre mayor con un bigote negro y una cabeza llena de grueso cabello negro sale del auto y rodea el auto para abrirle la puerta a la mujer que hay en el interior. La reconozco enseguida.
Es la madre de Nari.
La pareja viene hacia la puerta y yo me pongo de pie, frotando mis manos sudorosas en mis jeans y tendiéndole la mano a la señora Ihm Seo. La ignora y me empuja en un abrazo, uno fuerte. Por algún motivo eso me hace querer volver a llorar, pero me las arreglo para mantenerme firme.
—Hola Jungkook —dice y se aleja—. Es muy bueno volver a verte. Este es mi marido, David Arezu.
—Hola señora Ihm. Es un gusto conocerle señor Arezu —saludo en respuesta. Miro hacia el auto esperanzado, incluso cuando sé que está vacío—. ¿Nari va a venir o…?
Soe me da una sonrisa apenada.
—Hemos venido a por algo de ropa para ella. Se va a quedar con nosotros por un tiempo.
Quiero preguntarles dónde viven, si puedo ir con ellos, pero incluso en mi estado desesperado, sé que sería cruzar la línea. Así que no lo hago. Solo miro al suelo e intento no llorar en frente de los padres de Nari.
—David —dice Soe suavemente—, ¿por qué no entras y agarras un par de cosas para nuestra boombalee? Quiero hablar con Jungkook un minuto.
David asiente, y antes de entrar, apoya una mano en mi hombro. Debería sentirse extraño, el padre de la chica que me acaba de dejar tocándome así, pero no lo hace. En su lugar, me siento un poco más fuerte, con la cabeza un poco más despejada, como si me hubiese transmitido perspectiva y sabiduría a través de la piel. Y entonces me da unos golpecitos en el hombro y abre la puerta del apartamento, entrando y dejándonos a Soe y a mí en el porche.
Y entonces la comprensión me golpea, me golpea con fuerza.
Esta es la vida real. Estos son los padres de Nari recogiendo sus cosas y esta es Nari contestando a su teléfono, y este soy yo con el corazón roto por segunda vez este año, salvo que esta vez es jodidamente peor.
Nari y yo realmente hemos terminado.
Me vuelvo a sentar en el porche y pongo la cabeza entre las manos, y siento a Soe sentándose a mi lado, unos sonidos musicales viniendo de sus brazaletes y tobilleras cuando lo hace.
—Jungkook —dice, poniendo una mano en mi espalda. Y de nuevo, debería sentirse raro ser confortado por los padres de mi ex novia, pero por algún motivo no lo es—. Va a estar bien.
—Lo jodí —digo con tristeza—. Lo jodí todo.
—Nari nos contó que tú no hiciste nada mal —me consuela Soe—. Para ella el porno no es lo correcto. Hay una diferencia.
—Pensé que estaba haciendo lo correcto —digo, todavía mirando al suelo—. Lo correcto para ambos. Estaba intentando ser más como ella, más lógico y cuidadoso, pensé que podíamos hacer que funcionara. Tenernos al otro y tener el porno al mismo tiempo.
—Déjame preguntarte algo —dice Soe—. En el fondo, ¿es eso lo que quieres en realidad? ¿Tenerlos a ambos?
—El porno es toda mi vida —digo a la defensiva—. Pagó ese auto y mi casa y mi 401k. Es lo único que conozco.
—Eso no es lo que pregunté —contraataca Soe gentilmente—. Pregunté lo que querías. Suponte que Nari hubiese estado dispuesta a quedarse, dispuesta a seguir haciendo porno. ¿Es eso lo que te habría hecho feliz al final?
Sí, por supuesto, quiero soltar en respuesta, pero la respuesta es automática y practicada. Porque el porno era mi vida entera, hasta que conocí a Nari, y ahora quiero que mi vida sea más que mi trabajo, sin importar lo increíble que sea mi trabajo. Y también sé que la razón por la que estoy ahora mismo a la defensiva es porque finalmente tengo que enfrentarme a todas esas preguntas agobiantes de frente, después de estarlas evitando durante semanas, mirar a esas preguntas y luego mirar a las respuestas que en el fondo ya sé. Las respuestas que empecé a comprender la primera vez que Nari y yo hicimos el amor sin la cámara.
Que tal vez podría solo querer a Nari.
Que la quiero de un modo en el que nunca antes he amado a nadie.
Que quiero entregarme a ella por completo. Yo, al completo. Queriendo decir que no me entrego a nadie más.
Soe me vuelve a dar unos golpecitos en el hombro.
—Tu chakra corazón y cabeza ahora son más fuertes que antes, Jungkook, lo que significa que estás creciendo y aprendiendo. Pero no hay crecimiento que no venga sin sacrificio.
Y entonces besa mi mejilla y se mete en el apartamento.
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