23.0
Jeon Jungkook
—No creo que puedas manejarlo —le digo dudosamente, una hora después. Después de que Nari se vistiera y yo empacara el auto, decidí que necesitaba comida para la resaca, así que la llevé a un bar en el límite de los suburbios. Sin restauración, poco glamoroso, incluso sin la sensación acogedora y cálida de un garito de mala muerte. No, este lugar es tan barato como si no tuviera alma, y es por eso que me gusta. Sin colegas abogados almorzando, sin hípsters disfrutando de una “vibra genuina”. Russell's abastece a una clientela y a una clientela solamente: gente dispuesta a soportar un servicio hosco y un panel de yeso rayado por cerveza fría y las mejores alitas en la ciudad.
En este momento, Min Nari, en su inocencia ingenua, piensa que puede manejar una docena de alitas por su cuenta.
—¿Por qué no empiezas con media docena? —sugiero diplomáticamente.
Levanta la vista del menú laminado.
—Este no es mi primer rodeo de alitas, hijo.
—Nari, solo me gusta decirles a las mujeres qué hacer en la cama. Pero te lo digo, una docena es demasiado.
Me sonríe.
—¿Quieres apostar tu dinero?
—Puedo pensar en cosas más interesantes que el dinero.
—¿Como qué? —Sus ojos brillan.
—De acuerdo, si no puedes comerte todas las alitas, entonces ahora mismo te llevo a la película más exquisita, dolorosamente subtitulada que estén dando.
—¿Y si puedo comérmelas todas?
Me encojo de hombros.
—No lo sé. ¿Qué tal algo que fuera totalmente nuevo para mí?
Piensa por un momento, mirando el techo y golpeando lentamente su boca con un delgado dedo…
…Y así es como termino en Venice Beach dos horas más tarde caminando hacia una pequeña tienda psíquica.
Nari lidera el camino por el paseo marítimo, con los dedos entrelazados a través de los míos mientras ella me atrae hacia delante.
—No puedo creer que hayas dudado de mi habilidad para comer alitas —resopla, la respiración atrapada en su garganta de la misma manera que me gustaría que estuviera cuando la esté follando.
Incluso su mofa es sexy. Jesús, me ha dado fuerte.
—Pareces muy saludable —argumento—. Como el tipo de chica que solo come semillas de chia y ese tipo de mierda.
Se ríe, mientras una ráfaga de viento sopla su cabello alrededor de su cara, y mierda, es tan joven. Sé que ocho años no es la mayor diferencia en el gran esquema de las cosas, pero se siente grande en este momento. Se siente importante. Peor aún… es excitante.
—Como bastante saludable la mayor parte del tiempo —admite—. Sobre todo porque mis padres siempre me están dejando cosas por sorpresa. Un lote fresco de kombucha o restos de col rizada de su cooperativa o cualquier otra cosa. Pero al menos una o dos veces a la semana, como algo terrible y sorprendente. Como una hamburguesa de queso triple. O una docena de alitas. Después de todo, este culo no permanecerá lleno por sí solo.
Le da a su culo un golpe juguetón. Casi perezco en el acto.
—De todos modos —continúa—, creo que el equilibrio es importante, ¿verdad? Un poco de mal espolvoreado sobre el bien hace todo mucho más interesante.
—Tienes que dejar de hablar así o no voy a estar en forma para conocer al psíquico.
Se ríe de nuevo, y luego estamos en la puerta cubierta de cuentas de Madame Psuka, Psíquica Extraordinaria. Las lunas y estrellas de neón intentan en vano competir con la brillante luz del sol de la playa.
—Somos muy afortunados —dice Nari en voz baja—. Pasa la mitad del año en Michigan. Siempre que vuelve a L.A., suele estar demasiado desbordada con sus clientes que repiten, como para ver a alguien más.
Un rayo de esperanza florece dentro de mí.
—Entonces, ¿tal vez no será capaz de vernos hoy? —pregunto, tratando de no sonar demasiado aliviado.
Nari solo señala el letrero colgado en la ventana. Entren. Bienvenidos Hoy.
—Mierda —murmuro.
Nari golpea mi brazo.
—Perdiste de manera justa y limpia. Sé un buen perdedor.
—No puedes realmente creer en todo esto, ¿verdad? Es muy tonto. Y tú eres tan… científica.
Me empuja al interior, lleno de un aire denso y oscuro. A medida que mis ojos se adaptan, oigo a Nari rebuscar en su gran bolso de hombro, y cuando finalmente puedo ver de nuevo, me doy cuenta que tiene mi cámara. Se la di a ella por si acaso queríamos capturar cualquier momento para Star-Crossed.
La enciende.
—Creo que vale la pena filmarlo. ¡Es como si estuviéramos en una cita falsa otra vez! Alitas y ahora médiums.
—Sabes, cuando te di eso, en realidad estaba imaginándonos que encontraríamos un lugar para enrollarnos o algo así.
Me chasquea la lengua y sacude su mano, indicando que debería sentarme en una de las sillas colocadas en la pequeña sala de espera donde estamos ahora.
—Huele a hierba —observo, dando unos cuantos olisqueos experimentales—. Un montón de hierba.
Nari sonríe.
—Es salvia. La gente lo quema para limpiar de energía negativa un espacio.
—¿Esto se considera purificado? Creo que es una excelente manera de ocultar la marihuana. “Oh, no, oficial, no fumaba marihuana, estaba purificando mi auto de energía negativa”.
Nari se ríe, y luego oigo a una mujer mayor decir:
—¡Boombalee!
No es precisamente inglés (ni cualquier otro idioma que conozca) y me pregunto si es algún tipo de idioma psíquico para algo importante, o si tal vez esta mujer está hablando en otra lengua o teniendo un accidente cerebrovascular, pero luego empuja más allá de las bolas que separan el espacio interior de la sala de espera y corre hacia Nari, con los brazos extendidos.
—Oh, mierda —murmura Nari, mirándome con algo parecido al pánico—. Lo siento mucho por esto.
—¿Lo sientes por qué?
Pero no puede hablar ahora porque la mujer la ha sacado de su silla y la ha envuelto en un enorme abrazo. Está a finales de los cuarenta, con su espeso cabello rubio grisáceo atado detrás en una práctica trenza, y pequeña pero constituida esbeltamente. Lleva una falda larga y una blusa que tienen un inconfundible rollo “Sedona, Arizona”. Durante un minuto, creo que es la psíquica, pero luego retrocede y digo en voz alta:
—Santa mierda. —Ambas se vuelven para mirarme rebosantes de alegría, y es tan evidente ahora que me siento retroactivamente estúpido por no haberlo visto antes. La mujer se ve exactamente como Nari, pero sin el tono persa.
Los mismos pómulos altos y la barbilla puntiaguda, las mismas caras en forma de corazón con idénticas y hermosas sonrisas.
Es la mamá de Nari.
Levanto la mano.
—Jeon Jungkook. Encantado de conocerte.
—Soe Ihm Cardona. ¿Qué te trae a la señora Psuka hoy? ¿Y por qué no te he visto en más de una semana, Boombalee? Te echo de menos.
—Mamá —dice Nari, un poco avergonzada—. He estado ocupada. ¡Y no me llames así en público!
—¿Boombalee? Nari, estuve en labor de parto durante veintisiete horas sin medicación para traerte a este mundo, y cuando saliste, me rasgaste…
—¡Mamá! —Nari ahora parece seriamente alarmada—. ¿Puedes no hacerlo delante de mi compañero?
—Mi punto es, te llamaré lo que quiera. —Sus ojos grises se vuelven hacia mí y se suavizan—. Es un placer conocerte, Jungkook. ¿Estás haciendo pornografía con mi hija?
No puedo hacer otra cosa que reírme.
—Sí, señora. Lo hago.
—Me alegra oír eso. Tienes una energía muy viril, ¿sabes? Puedo sentir el pulsar de tu chakra sacro desde aquí.
—Uh… ¿es algo que debo hacerme revisar por un médico?
Soe chasquea la lengua de la misma manera que Nari hizo antes y extiende su mano detrás de mí, presionando su palma contra la parte más alta de mi culo. Junto a mí, Nari hace el tipo de gemido que alguien haría si estuvieran dispuestos a morir, y cuando la miro, ella tiene su rostro enterrado en sus manos a modo de mortificación.
Yo, sin embargo, estoy teniendo un gran momento.
—Señora Cardona, está tratando de seducirme, ¿verdad? —me burlo, mientras le da a mi chakra unas cuantas palmadas adicionales, por si acaso.
—Joven, nunca he tenido que seducir a una sola pareja sexual en mi vida, y estoy segura que tú nunca lo has necesitado tampoco.
Doy un modesto encogimiento de hombros.
—Mamá, ¿puedes sacar tu mano del culo de Jungkook, ahora?
Soe suspira, como si su hija fuera la más grande mojigata del mundo.
—Nari, tu chakra sacra, por otra parte, está completamente bloqueado. Y algo está pasando con tu chakra del corazón. —Frunce el ceño—. Necesitamos hacer algo de Reiki, o tal vez deberías ver al doctor Tammaro para algo de acupuntura. Pero mientras tanto, recomiendo algo de meditación y tal vez algo de sexo vigoroso para desbloquear ese chakra.
—Estaría encantado de ayudar a su hija con eso, señora —digo con una amplia sonrisa.
Las manos de Nari todavía están en su cara.
—¿No hay una conferencia de partería o algo en lo que necesitas estar?
—En realidad, tu padre y yo tenemos clases de yoga al desnudo, así que debería irme. Pero necesitas venir esta semana para cenar alguna vez. Recibimos una caja de raíces de mandioca de nuestra cooperativa y necesitaremos ayuda para comerlas todas.
—De acuerdo —dice Nari, con el nivel exacto de entusiasmo que esperarías de alguien que estuviera de acuerdo en comer raíz de mandioca—. Te llamaré.
Soe le da un gran abrazo, y luego se inclina para besar mi mejilla.
—Hónrala —es la firme entonación que me dice al oído, pero la severidad queda atenuada por la cariñosa caricia que da a mi chakra sacro.
Y entonces abre la puerta y sale de la tienda.
—Lo lamento tanto —dice Nar a medida que se deja caer en una silla cercana—. Sabía de este lugar porque mi madre viene aquí, pero no tenía ni idea de que estaría hoy, y estoy tan, tan avergonzada en este momento.
—¿Por qué? —No me siento. Me quedo parado frente a ella y doy un empujoncito a sus rodillas con la mía—. Me pareció genial. Más que genial; es asombrosa. Igual que tú.
Nari levanta sus ojos hacia los míos.
—¿En serio? ¿No me odias ahora que has conocido a mi excéntrica madre?
—Exactamente lo contrario. Cuanto más aprendo de ti, más quiero saber.
Más me enamoro de ti.
No digo eso, obviamente.
Se muerde el labio para no sonreír demasiado y mi pulso se acelera. De repente, me siento dolorosamente consciente de cómo sus rodillas desnudas rozan mis pantalones, la forma en que el delgado corpiño de algodón de su mini vestido se aleja de su piel, revelando de forma explícita que no lleva nada debajo.
Me inclino hacia abajo. La cámara todavía está colgando en su mano, la luz en espera parpadea, pero la ignoro y uso mi pulgar e índice para guiar su cara hasta la mía.
Ella parpadea esas largas y oscuras pestañas una vez, dos veces, y luego llevo mis labios a los suyos. Es toda suave calidez, sol y canela, e inhalo su olor incluso mientras la beso, mientras me pregunto vertiginosamente si así es como sucede para otras personas. ¿Comen alitas y visitan a psíquicos y tienen momentos incómodos con los padres? ¿Pasan el día lleno de aventuras al azar, atesorando cada segundo pasado en la compañía del otro?
Esta no es una cita falsa en absoluto… me doy cuenta. Esta es ahora una cita real.
—Esto no es un salón de besos —nos informa una voz con brusquedad.
Nos enderezamos y me doy la vuelta para ver a una mujer con el cabello rubio, viéndose irritada y con más collares de cuentas de lo que hubiera creído posible.
—¿Madame Psuka? —pregunta Nari, levantándose de la silla y enderezándose la ropa—. Hola. Soy la hija de Soe.
—Sí, sé quién eres —dice la médium con impaciencia. Su acento es de origen aleatorio (definidamente del antiguo bloque soviético) y cuando agita su mano, huelo a Aqua-Net y al tipo de perfume que compras en un supermercado.
—En realidad estamos aquí por mi amigo Jungkook —explica Nari—. Quería que consiguiera una lectura.
—¿Qué tipo de lectura?
Ambas se me quedan mirando.
—¿Yo, uh, no lo sé?
La señora entrecierra sus ojos hacia mí.
—Ninguna lectura de la palma hoy, creo. Sin horóscopo ni piedras rúnicas. Necesitas Tarot. Una carta.
Nari prácticamente salta arriba y abajo.
—¡El Tarot es mi favorito!
—Esto será rápido —dice la señora de una manera que me parece extrañamente ominosa, y luego desaparece en su sala interior y regresa con una cesta de mimbre llena de bolsas de terciopelo—. Escoge una carta —ordena con su acento recortado.
Recojo una bolsa de terciopelo al azar, allí mismo, en el vestíbulo, y luego la señora asiente, como si esa fuera la carta que esperaba que escogiera todo el tiempo. Hay un mostrador de cristal en la esquina con una antigua caja registradora en la parte superior y unos folletos para las ferias psíquicas y conferencias de la Nueva Era fijadas en las paredes de toda la sala, y camina hacia allí ahora, poniendo la bolsa en la parte superior.
Saca las cartas e indica que debo venir a su lado.
—Corta una vez, luego mézclala con la pregunta en tu corazón. Después de eso, dame la carta. —Ella me da las cartas, y miro a Nari, que asiente, y pienso, ¿por qué diablos no? Estoy en este tipo de cita accidentalmente real con una chica de la que estoy enamorado, ¿por qué no ver dónde me lleva esto?
Así que golpeo en la cubierta con los nudillos y luego recojo las cartas para barajarlas. Son más grandes que las cartas normales, pero mis manos son lo suficientemente grandes para que funcione. (Eso es lo que ella dijo). A medida que barajo, me doy cuenta de las imágenes que hay en las cartas, que parece estar compuesto por montones de gente desnuda. Adecuado, supongo, pero tal vez un poco demasiado apropiado, a juzgar por la sonrisa de Madame cuando se da cuenta que soy consciente de las cartas.
Solo una coincidencia. No creo en esta mierda, y Nari tampoco. ¿Cierto?
—Piensa en ello como una meditación enfocada —dice, como si supiera lo que estoy pensando—. Te dará un nuevo marco de referencia para tu pregunta.
Oh, mierda. La pregunta. Me lanzo a todo lo que quiero preguntar, pero en realidad mi vida es realmente sólida en este momento. Buen dinero, trabajo constante que disfruto. Pasar página con Lana (no tanto con mi perro). En realidad la única cosa en el aire es Nari, y ella no es tanto una pregunta sino más bien una…¿Una qué? ¿Una esperanza? ¿Una posibilidad?
No sé qué preguntar, así que en vez de eso solo pienso en Nari. Pienso en Nari y pienso en Star-Crossed y pienso en todas las veces que he sentido ese gran sentimiento mágico con ella. Y espero que la carta del Tarot pueda dar sentido a todo eso.
Termino de barajar y entrego la cubierta a la señora Psuka, que rápidamente corta la cubierta en tres montones.
—Señala un montón.
—Um…
—Quiere decir que tienes que escoger un montón para continuar —me explica Nari en susurros.
Señalo el montón del centro, y de nuevo Madame da ese asentimiento, como si eso es lo que ella esperara todo el tiempo. Junta la baraja, con el montón que escogí en la parte superior, y luego desliza la carta de la parte superior y con un además ostentoso la pone en el mostrador.
—El Colgado —anuncia dramáticamente, como si se supone que debo saber lo que eso significa. Miro a Nari, pero su rostro no revela nada.
No sé mucho (o nada de nada) sobre las cartas del Tarot, pero una tarjeta llamada “El Colgado” realmente no me infunde confianza. Prefiero obtener una tarjeta llamada El Hombre Al Que Frecuentemente Le Hacen Felaciones o quizás El Hombre Increíblemente Rico y Asombrosamente Dotado. Pero supongo que no hay ayuda ahora. Con un suspiro resignado, me inclino para examinarlo.
Es una hermosa pero inquietante ilustración de un hombre desnudo colgado boca abajo de un árbol, con unas cuerdas envueltas en estilo shibari alrededor de su cuerpo. Se cuelga principalmente por una pierna, la otra pierna se sujeta en una posición doblada de modo que su tobillo izquierdo está detrás de su rodilla derecha. Sus brazos están amarrados detrás de su espalda, y una cuerda cruza su cuerpo en patrones de franjas, cortando los músculos firmes de su estómago y piernas.
Lo más sorprendente de todo es su rostro. Si yo fuera a estar colgado boca abajo de un árbol, creo que estaría considerablemente molesto, pero él parece estar soportando su destino en silencio. Pensativamente, incluso. Mira fijamente hacia delante con una expresión clara, casi curiosa, y las esquinas de su boca están inclinadas en lo que parece ser una pequeña sonrisa, sabiendo, como si él supiera algo que yo no.
—Está en paz porque se colgó del árbol —me dice Madame Psuka, su voz me sorprende—. Él eligió este camino. Como Odín o Dioniso, se ha sacrificado por una causa mayor.
—No tengo grandes causas en mi vida —señalo—. Ciertamente no cualquier cosa que me obligue a colgarme de un árbol.
Madame Psuka cierra brevemente los ojos, como si mi ignorancia la doliera.
—Es una metáfora —dice, un poco a la defensiva, su acento se espesa—. No es literal.
—Entonces, ¿tengo que colgarme metafóricamente de un árbol?
Palmea la carta.
—Esta carta significa que estás a punto de tomar una gran elección. Se te pedirá sacrificar algo intensamente personal e importante.
Hmm. No me gusta la forma en que suena.
—¿Al menos tengo algo impresionante a cambio?
Madame Psuka me da un encogimiento de hombros que es muy, muy europeo.
—¿Quién puede saberlo? No es trabajo de El Colgado saberlo. Solo sabe que debe tener fe. Pero él también sabe que puede perecer en su lugar, sin haber ganado nada en absoluto.
Toda esta charla de perecer, sacrificio y muerte es un poco estremecedora. Me doy la vuelta para mirar fijamente a Nari.
—¡Me dijiste que sería divertido!
—¡No dije tal cosa! —exclama—. Solo dije que era mi favorito.
—¿Obtener cartas espeluznantes es lo que prefieres?
—No son todas espeluznantes —dice, frunciendo su labio inferior de una manera que me hace querer morderlo—. Solo reflejan diferentes etapas de un viaje. Eso es todo.
—Tiene razón —afirma la señora—. Esta carta no es para asustarte. Si estás perturbado, es solo porque sientes, dentro de ti, que es verdad. Toma —dice bruscamente, empujando la carta a través del mostrador—. Tienes que llevarte esto contigo. Ahora está bajo tu cuidado.
¿La carta de dolor y sacrificio? No, gracias.
—Es muy amable de su parte, Madame, pero yo…
Nari me da un codazo y me doy cuenta que debería callarme.
—¿Cuánto te debemos por la lectura? —pregunta dulcemente.
La señora me mira.
—Nada —pronuncia, su d sonando como una k—. Es un favor para Soe.
—Gracias —dice Nari, dando un abrazo a Madame Psuka—. Vamos, Jungkook.
Madame Psuka toma la carta y la sostiene hacia mí. No hay manera de rechazarla sin parecer grosero, así que la tomo de sus dedos a regañadientes.
—Sacrificio es solo otra palabra para cambio —me dice, frunciendo sus cejas gruesas—. Cambio que requiere dejar ir algo.
Le doy un gesto de asentimiento y luego dejo que Nari me saque una vez más hacia la luz del sol que brilla en el exterior.
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