20.0
Jeon Jungkook
No puedo parar de tararear. Al parecer, se está convirtiendo en un problema, al menos según Teo, que ha empezado a murmurar algo acerca de preparar una intervención de tarareo. Tarareo entre tomas cuando se filman las escenas, tarareo mientras estoy editando, tarareo cuando abro una cerveza para Teo al final de nuestro día de trabajo.
—¿Hombre, estás bien? —pregunta, tomando un trago de cerveza.
Es miércoles, han pasado cuatro días desde que le di sexo oral a Nari en el desierto y le dije que tenía sentimientos más que de amigos por ella. Nos hemos enviado mensajes de texto todos los días, en su mayoría bromas y chismes de la industria, pero por la noche, nuestras conversaciones se convierten en indecentes totalmente, y por lo general terminan con nosotros enviándonos mutuamente selfies desnudos y videos de nosotros masturbándonos con dichas selfies y así sucesivamente hasta quedarnos dormidos.
He estado importando algunos de los selfies, mensajes de texto y videos para incorporarlos a la serie Star-Crossed (Alexa y Hanah amaron la idea de Nari para el nombre). Todo con el permiso de Nari, por supuesto.
Pero incluso mientras trabajo nuestros mensajes nocturnos para la serie, siento que estamos entrando en esta zona gris excitante donde las reglas no se aplican; donde lo que está pasando entre nosotros pasa fuera del guion, fuera de la cámara primero, y luego lo hace en el proyecto más tarde. Estamos saliendo de la carretera en cámara lenta, y todo lo que quiero hacer es presionar a fondo el acelerador, salir disparado de cabeza y adentrarnos juntos en este algo emocionante.
Y con ese fin, he estado desesperado por verla, pero tuve que quedarme en Las Vegas por unas noches para un rodaje más largo, y ella tiene que trabajar esta noche. Pero mañana voy a verla de nuevo, y siento que alguien me ha inyectado una felicidad pura y completa. Incluso en este momento, mientras estoy de rodillas con limpiador de tapicería de cuero, limpiando el sofá en el que acababa de tener sexo esta mañana.
—Estoy más que bien, amigo — respondo a la pregunta de Teo—. Estoy magnífico. Estoy genial. Estoy…
—¿Estás usando drogas? —interrumpe—. No creo haberte visto nunca tan…animado.
—Con lo único con lo que estoy drogado es de la vida —digo con la mayor dignidad que puedo reunir, mientras limpio el semen de los cojines de mi sofá.
—Es esa chica, ¿verdad? —pregunta—. Nari.
Pensar en Nari envía a mis pensamientos a caer bajo, en una espiral de depravación afectuosa. Quiero hacerle las cosas más sucias y luego quiero llevarla a conocer a mis padres. ¿Esto es normal? ¿Es así cómo funcionan las relaciones normales?
¿Podemos incluso llamarla una relación, dado que lo único que realmente hemos admitido es lo desesperados que estamos de follarnos?
—Entonces déjame hacerte una pregunta real —dice Teo, dejando su cerveza y acercándose a mí con un nuevo rollo de toallas de papel—. No tengo relaciones sexuales con mujeres por dinero, así que no estoy seguro de cómo funciona todo esto, pero ¿no te sientes extraño en absoluto acerca de follar a otras mujeres, mientras te gusta esta chica?
Su pregunta entra en mí, aguda y vergonzosa, uniéndose a los otros pensamientos que he estado suprimiendo durante las últimas semanas. Soy un hombre típico, soy bueno compartimentando, pero también soy este bastardo sentimental con todos estos sentimientos empalagosos, y estaría mintiendo si dijera que esto no me molesta cuando lo pienso.
—No sé cómo me siento —comienzo, sin estar realmente seguro de cómo abordar lo que quiero decir. Dejo de limpiar el sofá por un minuto y me siento sobre mis talones—. El sexo no es amor, Teo. Ni siquiera se trata de gustarte alguien. Respeto a todas las chicas que follo, y me gusta follarlas, pero no siempre quiero pasar el rato con ellas cuando el rodaje está terminado o despertar junto a ellas en la mañana. No por comer un buen sándwich para el almuerzo me hace anhelar menos mi cena real.
—Pero el sexo no es comida —señala Teo—. No es lo mismo que rascarse una picazón o tomar una siesta, no es puramente físico, y ni siquiera tú no puedes negarlo.
Suspiro. Él tiene razón.
—Lo sé. Pero esta no es la primera vez que me enamoro de una estrella porno. Incluso ella… —ambos sabemos que me refiero a Lana aquí—…no fue mi primera novia de la industria. Sé cómo hacer esto ahora, y tener límites realmente claros y mantener algunas cosas especiales el uno para el otro.
Él parece dubitativo.
—La mayoría de las parejas tienen “nada de sexo con otras personas” como un límite, sabes. Eso es como… un límite súper común.
—Pero eso es lo que estoy diciendo: la gente del porno no es como otras personas. No somos comunes. Quiero decir, en algún nivel, ¿no crees que tal vez estamos más evolucionados porque podemos separar el sexo del amor? ¿No lo sientes como honorable? ¿Qué puedo tener relaciones sexuales con tantas compañeras diferentes, pero todavía dejar de lado mi corazón por alguien más?
La mirada dubitativa no ha dejado su rostro.
—Está bien, y sí —reconozco—, se siente extraño. Todo lo que pienso, todo lo que quiero, es a Nari, y por eso me sentí extraño al follar a Yuha y a Carina hoy y me sentí extraño al follar a Yen y a Lina ayer en Las Vegas, pero al mismo tiempo, mi trabajo es follar mujeres hermosas. No puedo abandonar mi trabajo siempre que conozca a una chica que me guste. Y amo mi trabajo. Mis sentimientos por Nari no cambian eso, y nunca esperaría que sus sentimientos por mí cambiaran su propia trayectoria profesional.
—Si tú lo dices —dice Teo, bebiendo lo último de su cerveza y caminando hacia la papelera de reciclaje para meter la lata—. Simplemente no creo que quiera tocar a otra mujer si estuviera enamorado de alguien más.
—Eso es muy caballeroso —digo, y no lo digo burlonamente. Lo digo en serio. Admiro eso, porque a pesar de mi cálido y empalagoso interior, a pesar de mi fantasía de amar y ser amado, también sé que mientras todavía sea mi trabajo follar mujeres, lo haré felizmente. Tal vez con algunos sentimientos complicados, pero nunca con ningún arrepentimiento. No es como si estuviera empezando a fingir en el set porque mi corazón está en otro lugar.
Es solo que no creo que mi corazón y mi pene tengan que estar conectados, al menos no todo el tiempo.
—Y creo que te conoces muy bien, Jungkook —dice, agarrando las llaves y teléfono del mostrador de la cocina—. No dudo que lo tengas todo resuelto. Pero, ¿qué piensa esta chica, Nari? ¿Crees que siente lo mismo? ¿Crees que estará realmente bien, dejándote follar horizontal y oblicuamente por todo el Valle?
—Por supuesto —me burlo—. ¡Es una profesional! Y te garantizo que no dejará de follar a otras personas tampoco. Sé de hecho que está reforzando su carrera mientras hablamos.
Teo se encoge de hombros.
—De acuerdo, hombre. Lo que digas. ¿Nos vemos el viernes?
—Sí. Cuando sea que quieras venir está bien, no tenemos una escena reservada y estaré editando todo el día.
—Y no te olvides de subir esas fotos que tomaste hoy de Yuha y Carina.
—¿Cuándo me he olvidado de publicar en las redes sociales?
Él se ríe.
—Está bien, está bien, tienes razón. Pero tienes que promocionarte de vez en cuando, ya sabes, no solo hablar del almuerzo que te estás comiendo o cualquier otro espectáculo del que te estés dando un atracón en ese momento.
—Sí, sí, sí.
Me lanza un saludo con la mano, mientras sale por la puerta principal, y me tiro en mi sofá recién desinfectado, sacando mi teléfono para publicar las imágenes en Instagram y Twitter, y poner un avance de la escena, a pesar de que probablemente no la subiré hasta la próxima semana.
Cuando termino, reviso el Twitter de Nari para alimentar un capricho. Nos seguíamos el uno al otro, pero Nari no deja mucho que seguir… su tweet más reciente es del mes pasado, y es una selfie tomada en la tienda principal de Good Vibrations en San Francisco, donde le está dando a un consolador gigante un exagerado y adorable guiño. Ningún hashtag, ninguna leyenda. Su contenido de Instagram es igualmente escaso, generalmente imágenes de la playa o del desierto, nunca con alguna palabra agregada.
Qué estaba pensando cuando publicó esas imágenes, me pregunto. ¿Cómo se sentía? A pesar de todo lo que hemos hecho juntos, tan íntimos como hemos sido, no tengo idea de cómo es su vida íntima. No sé si se sentía sola cuando miró hacia aquella puesta de sol al atardecer, o si se sentía completa. No tengo idea de si su falta de presencia en línea es porque ella es tímida o porque vive tan plenamente en el momento que ni siquiera piensa en compartirlo públicamente.
Miro fijamente a esa selfie de Good Vibrations por un largo tiempo, a la forma en que su cabello cae alrededor de sus hombros y su boca se abre juguetonamente. Y entonces mi pecho se aprieta fuertemente y mi mente se inunda con incertidumbres y dudas, y meto a la fuerza mi teléfono de nuevo en mi bolsillo.
Desearía que Teo no me hubiera hecho todas esas preguntas, aunque también me doy cuenta que son necesarias.
He estado evitando pensar en ello, tratando de poner a Nari en una caja mental mientras filmaba mis escenas habituales, mientras me inclinaba para susurrar todos mis pensamientos sucios e intensos en los oídos de otras mujeres, cuando me vine sobre ellas y dentro de ellas, mientras escribía monólogos inspirados por ellas.
Pero era más desorganizado que eso. Las cajas en las que había puesto a Nari y a Star-Crossed eran porosas, y se filtraban en todo lo demás, creando estos escenarios confusos donde fantaseaba con Nari, mientras follaba a otras mujeres, pero seguía encendido y completamente comprometido con las otras mujeres. ¿Eso existe? ¿Ser capaz de querer a una persona tan completa y alocadamente, pero también ser capaz de tener sexo con otras personas sin perder un latido? Si la pornografía no fuera mi trabajo, no tengo ninguna duda de que sería monógamo. Pero la pornografía es mi trabajo, así que ¿dónde me deja eso?
Me levanto, de repente decidido a no pensar más en esto. Ni siquiera sé realmente si Nari tiene sentimientos con S mayúscula por mí; no sé si me querrá después de que Star-Crossed haya terminado. En este momento, lo único que hemos establecido con certeza es lo mucho que queremos tontear el uno con el otro y que tal vez nos queremos el uno al otro de una manera de más que amigos. Apenas es el momento de empezar a pensar en el futuro.
Incluso si es todo en lo que quiero pensar. Dios, se vería bien en mi casa. Durmiendo en mi cama, nadando en mi piscina. Compartiendo mi vida…
Pero no. No voy a pensar más en esto. Por lo que sé, me estoy preparando para sufrir cuando descubra que ella no se siente de la misma manera.
Mi teléfono suena, y lo saco de nuevo de mi bolsillo, esperando contra toda esperanza de que sea Nari y entonces dejo salir un suspiro de clase mundial cuando veo que es mi mamá.
Respondo, obedientemente.
—Hola, mamá.
—Hola, cariño. ¿Estoy interrumpiendo… algo?
No puedo evitar sonreír. Mis padres han apoyado en gran parte mis opciones de carrera, no tan entusiastas como parecen ser los padres de Nari, pero lo suficientemente solidarios. Excepto que ninguno de ellos, mamá especialmente, quiere mencionar algo sobre mi trabajo por su nombre. Las palabras pornografía, sexo, escena e incluso adulto como un adjetivo junto con cualquier otra cosa, nunca son palabras que oirás en la mesa de mi familia.
—No, mamá. No estoy trabajando ahora mismo.
—Bien, porque necesito hablar contigo —dice enérgicamente—. Papá y yo estamos vendiendo nuestra casa.
Arrugo la frente.
—¿Por qué?
—Papá consiguió una oferta de trabajo cerca de Portland y decidió tomarla. Nunca quisimos que California fuera nuestro hogar para siempre, ¿sabes? Pensamos que quizá regresaríamos a Corea, pero luego esta oferta de Choryang surgió, y siempre hemos amado Busan.
Todavía tengo el ceño fruncido.
—Pero…
—¿Pero qué, cariño?
—Pero me gusta que ustedes estén aquí y esas cosas. ¿Qué pasa cuando quiera ir de visitar y echar una partida en mi antigua XBox? ¿O en mi ordenador de la secundaria?
Ella ríe.
—Bueno, por supuesto te daremos la oportunidad de pasar por todas tus cosas viejas. Lo que me recuerda, Phil, el que vive en la calle de abajo dijo que su nieto tiene la edad adecuada para ese viejo juego que tenías, el de la guitarra de plástico, la batería y esas cosas.
Me pellizco el puente de la nariz.
— Rock Band, mamá. Se llama Rock Band.
—Bueno, se lo di todo a Phil. Tiene que tener casi diez años ahora, ¿no es eso como diez mil años en la era de la tecnología?
—¡Sí, pero aun así! No me gusta esto. Lo de regalar cosas y el asunto de la mudanza. ¿Qué se supone que debo hacer para el Día de Acción de Gracias? ¡No puedo hacer un pavo por mí mismo!
—Se supone que debes reservar un billete de avión a Corea, o aceptar que tienes casi treinta años y que tu padre y yo tenemos vidas aparte de estar disponibles para tus necesidades de pavo.
—Supongo.
—¿En serio estás molesto porque nos estamos mudado?
Lo pienso por un momento, de pie y moviéndome a la deriva hasta la enorme ventana de mi sala de estar que muestra mi piscina de agua cristalina de color azul.
—No, no lo estoy. Pero los echaré de menos —digo honestamente.
Lo sé. Es bruto y poco masculino. Pero me gustan mis padres y tengo una cena con ellos por lo menos una vez al mes, y supongo que nunca he pensado que mi infancia fuera tan efímera, que el mayor punto geográfico fijo de mi vida podría cambiar de repente.
Además, esto significa que mi madre tiene razón. Soy un adulto, y maldita sea, odio que me recuerden eso. Me hace empezar a pensar en preguntas que realmente no puedo responder, como ¿Qué voy a hacer con el resto de mi vida? ¿Alguna vez perseguiré la película como un sueño? ¿Y si algún día querré tener hijos adultos lloriqueando en el teléfono acerca del Rock Band?
—También te extrañaremos —me asegura mamá—. Te llamaré la próxima semana para elegir un día para que pases y revises tus cosas, ¿de acuerdo?
Decido poner la mudanza de mis padres en una caja mental, al igual que he hecho con Nari. Averiguaré cómo me siento más tarde.
—De acuerdo, mamá. Te amo.
—Te amo cariño. Adiós.
Ella cuelga y cuando lo hace, escucho un ligero y extraño crujido, crujidos como de unas pequeñas garras de perro sobre la madera dura. Es un sonido que solía ser tan familiar como el sonido de la lavadora en funcionamiento o el tráfico del exterior. Por costumbre, me pongo en cuclillas y golpeo mi pierna, sin pensar siquiera en lo que estoy haciendo hasta que Prior está en realidad toqueteando con su cabeza mi mano y me da pequeños y afeminados ladridos para hacerme saber lo feliz que está de verme.
A medida que acaricio su cabeza peluda gris y rubia, mi mente gradualmente capta las implicaciones.
Prior.
Mi viejo perro.
El perro que Ella… Voldemort se llevó.
Aquí en mi casa.
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