12
Narrador omnisciente:
Una pequeña Lauren corría con su peluche de tigre en manos por el jardín tratando de alcanzar a su pequeño perro poodle de dos años llamado Lerou. La pequeña de seis años buscaba de regresarlo a la casa por órdenes de su madre Clara pero, el animal siempre creía que la menor de la familia jugaba con él. Nunca la había visto como la persona que le daba órdenes.
—¡Mami!—. La niña de cabello castaño corrió hacia su madre que se encontraba en la puerta trasera que daba al jardín expectante y miró como su hija se le acercaba enojada—. Lerou no me hace caso, ya no puedo. Dile a Chris que lo busque—. Cruzó de sus brazos abrazando más al peluche. El tigre si le hacía caso en todo momento. Si era un buen amigo.
—Tu hermano está estudiando y regresa en la noche, corazón. No creo que pueda—. Le acarició el cabello a su hija de forma tranquila.
—Pues hazlo tú. Él nunca me hace caso—. La ojiverde hizo puchero para entrar en aquella casa e ir a su habitación.
Clara sabia el carácter que había heredado su hija. Se parecía mucho a Michael y por eso el hombre se había ganado un puesto como Coordinador de Operaciones en Canadá dejando a sus hijos con ella.
La madre de Lauren sabía todo lo que había luchado su esposo para estar en ese lugar pero pedía todas las noches que se diera cuenta que muchas veces tenemos que dejar de lado unas cosas por el bien propio de la familia.
Ser coordinador no solo aumentaba el peligro para él y su familia en Los Ángeles, sino que estaba a miles de kilómetros lejos dejándola a cargo de un adolescente y una niña.
Christopher Jauregui estaba en su último año de secundaria y era uno de los favoritos para entrar en la primera fase de prácticas de la NFL. Todos los días se esforzaba hasta donde no podía y llegaba a casa en la noche cansado y hambriento. Mientras que Lauren Jauregui estudiaba medio día en la primaria y al llegar a casa su madre la llevaba a clases particulares de natación ¿Y el resto del día? La ojiverde se la pasaba con su peluche por toda la casa y gastando los colores y libros para pintar que habían en el lugar.
Clara logró su cometido encontrando a Lerou jugando con una ardilla en el árbol que estaba plantado en una de las esquinas donde se hacia la división con las vallas de la otra casa.
—Vamos, Lerou. Deja a la pobre ardilla en paz.— Le habló al perro para tomarlo en brazos, llevarlo a casa y mantenerlo a puertas cerradas hasta el siguiente día.
No era muy usual que lloviera en Los Ángeles pero últimamente eso estaba pasando y su jardín estaba lleno de barro. Causando que Lerou se ensuciara más de lo usual y gracias a que Lauren era aún una niña y Chris forjaba su futuro, tendría ella que bañarlo y no quería añadir una nueva tarea de la casa en su vida. Suficiente por los momentos.
Sabía que la ojiverde estaría un buen tiempo en su habitación con su mundo de princesas por lo cual no se preocupó en decirle que comiera. Si ella sentía hambre bajaría con su carácter y se lo haría saber. Así que la mujer de casa se dio un respiro en su mueble y decidió llamar a su esposo.
—¿Buenas?—. Contestaron.
—¿Michael? ¡Por fin! ¿Ya estás en el aeropuerto? Necesito ayuda con la casa. En unas semanas debo estar en un congreso de profesores en Nueva Jersey y se me hace complicado llevar a Lauren y me siento insegura dejando a Chris solo—. Habló sin esperar algún saludo de su esposo.
—Clara...— Suspiró— No puedo, cariño. Tuve una llamada de un Ministro en la madrugada pidiéndome que por favor mis hombres y yo lo custodiáramos en su visita a Canadá y me obligaron. Prometo hacer lo posible para llegar el siguiente mes.
En ese momento la expresión de esperanza de Clara cambio a una triste y justo en ese momento la pequeña ojiverde bajaba las escaleras silenciosamente para pedirle comida a su madre.
—¿No lo entiendes, verdad? No solo es el trabajo. Es el hecho que estoy casi todos los días y todas las horas sola buscando de mantener la casa en orden. Sé que hay millones de mujeres allá afuera que luchan solas con sus hijos pero hicimos un trato Michael y me siento engañada. De un día a otro era muy activa en mi trabajo y sabia balancear las cosas pero te fuiste dándome falsas promesas y encerrándome prácticamente. Están que me despiden de la institución y eso al parecer no te importa porque las promesas que me hiciste se esfumaron apenas pisaste Canadá.— Y con eso ultimo dicho, colgó.
La menor de la familia vio la cara de su madre empapada en lágrimas y escuchó todo lo que le tuvo que decir a su padre.
Ese día la pequeña Lauren Jauregui se prometió a si misma que el día que tuviera una familia no la dejaría atrás como su padre.
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La adolescente corrió por todos los pasillos de aquel instituto como si su vida dependiera de ello. Tenía una presentación y examen para aplicar en la universidad que quería y que se estaba yendo de sus manos gracias a que su alarma no sonó a tiempo. Se maldijo porque había colocado la alarma a su tiempo y hora y en un momento tan importante como ese le daba la grandeza para no cumplir su cometido.
Al llegar al salón, vio como apenas los estudiantes ingresaban a este y sintió como su cuerpo se relajaba notablemente. Aunque casi se mata conduciendo y corriendo, pudo llegar.
—Señorita Jauregui ¿Algún inconveniente con llegar?—. Le preguntó su profesora de último año. No es que la ojiverde la odiara, solo que aquella mujer no entendía las complicaciones de cada estudiante en llegar hasta donde está y una de las cosas que no soportaba era el que las personas no vieran más allá de si mismos.
—Sí, un poco pero llegué y es lo importante—. Se le dificultó un poco al hablar por la falta de aire y su profesora no hizo ni una seña de comprenderla y solo le hizo un ademán para que entrara.
Lauren caminó hasta su asiento como podía. Decidió estar en uno de los pupitres en el centro del salón para poder ver mejor la pantalla que se encontraba ahí y no perder alguna información importante.
Su profesora habló justo cuando todos se habían sentado y había silencio.
—Antes de comenzar el examen de admisión en la U.I.E. (*Universidad de Investigación Especial) se les hará la presentación de dicho instituto para los que no están convencidos puedan retirarse o estar seguros a un cien por ciento de que quieren entrar aquí.
—Me presento—. Una señora bajita de ojos verdes y que aparentaba unos cuarenta y tantos años habló— Mi nombre es Sinuhe Cabello. Me gradué en la U.I.E. y fui agente desde mis diecinueve años hasta los treinta años de edad. Me retire de cualquier misión que influyera con mi vida gracias a que decidí formar una familia. No les incumbe pero es especial que sepan que mi mayor consejo antes de comenzar con todos es que deben mentalizarse que su vida estará en un gran peligro cada segundo de sus vidas así trabajen en una oficina después de retirarse, por lo cual deben estar alertas y por favor, si deciden tener una familia protéjanla y no hablo de ponerles seguridad. Hablo de que ustedes también se pongan a salvo. Busquen la calma y la calma no se encuentra en las misiones.
Lauren rió sarcásticamente pensando que su padre hizo lo opuesto que dijo aquella mujer.
Gracias a su ambición de vivir su sueño, darles una estabilidad, poder pagar los entrenamientos, viajes, universidad de Chris, lo que necesitara Lauren y su casa, lo llevo a ser un completo desconocido para su familia.
Su hermano al empezar la universidad hace mucho tiempo decidió postular por una beca y no darle el poder a Michael de decidir por él y su familia. Michael decidía hasta que color podía usar Lauren en sus pequeñas fiestas de sus amigas y eso les hacía enojar.
Con el tiempo Chris entro a la NFL pudiendo descansar de la beca y poder pagar sus últimos años de la universidad con calma y si, mantener a su familia. Actualmente su hermano mayor de veintiocho años se encontraba en Colorado y hablaban muy seguido junto a su madre por Skype.
Clara había decidido divorciarse de Michael ese mismo día que Lauren hizo su promesa de no dejar a su familia atrás por sus ambiciones. Lauren no le tenía ese gran amor de padre. El hombre se había ido apenas ella pisó los seis años y los iba a visitar cada dos ¿Qué esperaba?
—Y bueno, espero darles clase de entrenamiento visual para que pongan sus reflejos y capacidad visual al máximo. No crean que su vista está a una gran escala ahora. Les falta un montón y estoy cualificada para enseñarles.
Eso fue lo último que escuchó la ojiverde por no prestarle mucha atención. Era la universidad que quería. Seria agente y nadie cambiaría eso ya que si no ingresaba ese mismo año intentaría en el otro y así hasta entrar. Sabía que su padre también fue agente y que hace nada lo ascendieron a directivo. Solo esperaba que al ver su lista en los postulados buscara de trasladarla a sus entrenamientos en Canadá o entrar por sus influencias.
Apenas llegó a su casa, se escuchó un gruñido de su madre desde la sala y su cuerpo se puso en alerta corriendo hacia ella.
—Mamá ¿Pasa algo?—. Dijo tirando su mochila y viendo a su madre caminar de un lado a otro por la sala con su teléfono en mano. Clara la fulminó con la mirada y sabía que se había metido en problemas.
—No sabía de esto. Ella me comentó algo acerca pero no estuve ni estoy de acuerdo... No te creas tan importante, Michael. No lo estuve por ti, fue por su seguridad— Ignoró la presencia de su hija y se concentró de nuevo en el teléfono—. ¡¿Qué?! De nuevo, ¡¿Quién demonios te crees?! No la trasladarás.
Enseguida Lauren le arrebató el teléfono a su madre y esta la vio sorprendida pero no hizo nada.
—Escúchame muy bien— Habló entre dientes— ¿Quieres que te agradezca algo en los diecisiete años que llevo de vida?— Preguntó y el hombre afirmó—. Perfecto, entonces aléjate y déjame en paz con mis decisiones. No quiero que me traslades, no quiero que metas las manos por mí en esto. Es mi decisión ser agente, no lo hice por ti. De hecho, si fuera sido de esa manera, ya fuera matado a unos cuantos o estuviera asqueada en este momento por tus estúpidas ambiciones. Así que hazle un favor a esta familia y déjanos tranquilos.— Enojada no dejó que respondiera y colgó. Le dio el teléfono a su madre mientras esta aun la miraba boquiabierta.
—Wow... eso fue, wow— La ojiverde solo sonrió y abrazó a su madre—. Debería regañarte por hablarle así a tu padre pero sabemos que al final se lo merece un poco.
—Sí, bueno...
—Espera— Clara la señaló entrecerrando los ojos y Lauren se sintió flaquear—. Te dije que no quería que postularas para ser agente. Es un riesgo muy grande, cariño.
—Lo sé mamá pero quiero que sepas que es mi sueño y anhelo estar ahí como no tienes una idea.
Clara suspiró entendiéndola ¿Quién era ella para bloquear su camino? Sus padres no lo hicieron con ella y ella no lo hizo con Chris. No podía con Lauren.
—¿Al menos postulaste para otras universidades que no tengan que ver con ser agente?—. Preguntó esperanzada siguiendo a la ojiverde a la cocina.
—En lo absoluto— Dijo para después tomar una manzana del mesón de la cocina y darle una mordida mientras le guiñaba un ojo a su madre y corría escaleras arriba.
¿Ahora qué? Pensó Clara angustiada.
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—¡Jauregui!— Un muy apurado Shane corría por la calle buscando alcanzar a la pelinegra que estaba a punto de abrir la puerta de conductor de su auto.
—¿Qué pasó Matthew?—. Respondió apenas el hombre llegó a ella con una carpeta muy gruesa que a simple vista se veía pesada.
—Pasa algo grande para el mundo pero no tanto para la gran Lauren Jauregui, eso sí.— Le lanzó la carpeta a Lauren y esta la atajó lo más rápido que pudo y comprobando que esa mierda pesada bastante. Iba a preguntar que contenía pero Shane se le adelantó.— Es el caso de la mafia de Los Ángeles, al parecer están amenazando al gobierno de España y a nuestro presidente no le conviene eso. El gobierno quiere saber qué traman detrás de esa amenaza y si en cualquier momento tiene que ver directamente con ellos o pueden hacerse de la vista gorda, ya sabes, intereses.
—En ningún momento me avisaron de algo así ¿Qué tengo que ver yo en esto?—. Preguntó confundida.
—Necesitan que alguien se infiltre y pueda conseguir esa información. Es simple y sin muertes. Solo un pequeño cambio de nombre, identidad y cambio radical de look.— Miró sin disimulo a la pelinegra que llevaba un vestido a su medida color gris y sus tacones a juego color negro y esta lo noto.
—Espera ¡¿Acaso me asignaste como la infiltrada?!— Gritó y Shane rió mientras le hacía señas de que se callara— ¡¿Estás demente?! ¡Sabes que acabo de salir de vacaciones!
—Sí, sí. Ya dijiste que conocerás a tu nuevo sobrino y esas estupideces cursis de tu familia en Colorado pero esto es importante.
—Primero, tuvieron que haber asignado a alguien que no estaría de vacaciones tan pronto, Shane. Así no puedo. Yo-
—Tú nada, Lauren. Mira, si, hicieron primero eso pero me asignaron a mí y sabes perfectamente que no me puedo meter en ese rollo—. La ojiverde asintió en compresión— Sálvame el culo esta vez y yo después salvaré el tuyo. Así de fácil.
—Promételo, idiota.— Gruñó.
—No necesito prometerlo. Un hombre como yo tiene palabra.
Shane le extendió su mano para sellar el acuerdo y Lauren le correspondió el gesto.
Lauren entró a la academia y el nuevo puesto que estaba enfrentando la hacía sentir en la cúspide del éxito pasando a segundo plano su cansancio porque no tenía un tiempo para sí misma en años.
Toda su energía la concentraba en su trabajo y en mantener a su familia a salvo. Más que todo a sus sobrinos, Angelo y Miguel. Miguel no tenía ni una semana de nacido y ya se había enamorado por completo de él por las fotos y videos que le había mandado su hermano Chris. El bebé era una pequeña bolita de ternura que provocaba abrazar y estar todo el tiempo con él y justo cuando ya el trabajo casi la obligó a tomar vacaciones con la excusa de sus sobrinos, Lauren lo aceptó y el odioso pero salvavidas de Shane Matthew se lo estaba arrebatando.
Algo le decía que iba a necesitar una salvación de ese hombre y no dudo en infiltrarse en aquella mafia. No era muy peligrosa. No estaba a la altura del cartel de México o de Miami pero tampoco se le podía subestimar y quizás no fuera tan difícil, pensaba Lauren.
Una semana después con su cambio de look con sus botas de militar y un estilo que le hacía ver ruda, sabía que comenzarían las cosas. Que era real.
Sinuhe le había dado consejos para que mantuviera su pulso intacto y pudiera pasar desapercibida. Aquella mujer eran grande para ella gracias a que de alguna manera la había ayudado tanto (Aparte de las clases que le dio hace menos de un año en la U.I.E.). Sinuhe también había mandado a la mierda a Michael apenas el hombre se presentó en Los Ángeles tratando de convencer a Lauren que se mudara con él a Canadá y que tuviera otra oportunidad de vida. Al comienzo la mujer lo trató con respeto.
Las cosas se sobrepasaron cuando se dio cuenta del parentesco de Lauren y Michael. Su enojo salió al aire ya que ese hombre por tantos años decía que era viudo y que no había tenido hijos. Si un padre negaba a sus hijos ¿Qué clase de respeto merecía? Si Alejandro llegaba a hacer algo de esa magnitud con alguna de sus hijas ella lo mataría lentamente.
La ojiverde no le dio tiempo de enojarse con su padre porque Sinu le había ganado gritándole y a punto de golpearlo pero el hombre solo dio dos pasos atrás y subió a su auto. Desde ese suceso hace años descubrió que tenía otra persona en la cual confiar que no sea su familia directa.
—Tienes que estar alerta con todo ¿Vale?— Le comentaba Sinuhe mientras acomodaba la mochila de Lauren—. Solo habla con los grandes, búscalos a ellos. Los que solo están ahí por consumo sabrán rumores y no pasaran de ahí y eso hará que estés ahí más tiempo y no queremos eso, mija.
La pelinegra solo asentía en todo lo que le comentaba su superior y esta le daba su bendición para después empujarla con todo y mochila hacia un auto desgastado. Lauren pensó que no pasaría nada peor que ya estar vestida así pero se maldijo al oler el auto por dentro. Olía a mucho alcohol y drogas. Eso no era ella.
Maldito Shane. Pensó después de arrancar el auto.
Llegó alrededor de las ocho en la dirección que le habían dado y visualizó una casa con muchas luces y adolescentes locos en el lugar. Parecía una fiesta de fraternidad en donde no había asistido en su vida. Tenía clara sus prioridades y en ningún momento entraba la posibilidad de andar en fiestas.
Saludó a la gente por el lugar para tomar ventaja y darse a conocer un poco para darse paso en aquella mafia. La cocina era muy bonita a pesar del ambiente que estaba presente.
—Hey, chica bonita—. Un hombre de cabello negro muy largo y liso de ojos mieles se le acercó muy drogado y Lauren lo vio sin ninguna expresión— ¿Quieres pasar un buen momento? Seré lo mejor que tendrás esta noche.
—No, gracias. Vine por negocios. No más de ahí.— El hombre solo levantó una ceja y colocó una de sus manos en el pecho actuando como si estuviera dolido y al ver una sonrisa de Lauren sintió que estaba en las nubes. Ya estaba hecho. Se enamoró.
—Pues en un rato nos reuniremos en el jardín. Estaremos muy apartados del resto de la gente ¿Te parece si vengo a buscarte?
Bingo. Mientras más rápido me incluyan en esto. Más rápido podré ver a mis sobrinitos. Pensó Lauren.
—Me parece perfecto. Estaré por los alrededores.— Dijo rápidamente sacando una cerveza de una de las hieleras y caminando hacia la sala. Se dio cuenta que todos bailaban o follaban en los muebles y el bar de aquel lugar estaba solo, se sentó en uno de los taburetes para abrir y tomar la cerveza.
Buscó un destapador por toda la mesa, quitándole tiempo de observar el lugar como lo venía haciendo. Apenas la probó casi vómito, era un asco.
¿Habían comprado la cerveza al mayor por lo barata o cómo? Se preguntó.
La dejó en el bar para buscar otra bebida en la cocina pero sus ojos fueron a la puerta de aquella casa encontrándose con tres mujeres mirándola al mismo tiempo y se preguntó que había hecho. No las había visto jamás en su vida y no se acostó con ninguna de ellas.
Las detalló un poco. Una era afroamericana y se veía muy divertida viendo a la rubia y muy alta morena a su lado que desvió su mirada para ver a la otra con el ceño fruncido.
Del otro lado un poco ida estaba una castaña que de las tres era la que no quitaba su mirada de ella y la hacía sentir nerviosa.
Enseguida Lauren sintió que aquella castaña se había llevado todo con ella y cuando le vio pasar por su lado y yendo a la cocina, no perdió el tiempo.
La mujer estaba vestida muy delicadamente, como una princesita de porcelana que no debía ser tocado por ninguno y Lauren no dejaría que alguien la tocara. Excepto por ella, claro.
Al parecer no sabía que bebida tomar porque siempre se desviaba entre una nevera a la otra y cuando tomó una cerveza que anteriormente había probado, decidió intervenir.
—Puede que no sea la indicada pero esa cerveza es pésima— Le dijo. Y notó que la castaña se tardaba en dar una respuesta por lo que levantó una ceja en espera.
—¿Por qué lo dices? Quizás me guste.— Contraatacó.
—Para los gustos colores ¿No? — Le quitó la botella y fue por un destapador, al devolverla la miró fijamente— Dame tu veredicto después de probarla.— Le guiñó un ojo sabiendo que probablemente las dos ya estaban acabadas.
La ojiverde se rió cuando esta probó la cerveza y casi también vomita como ella al probarla. La morena la miró con el ceño fruncido pidiéndole que por favor dejara de burlarse y a Lauren le pareció tan tierno que no se aguantó y le dio un beso en la mejilla haciendo que cierta castaña se sonrojara.
Las dos chicas se estaban divirtiendo un montón mientras al mismo tiempo se estaban enamorando sin alguna barrera de por medio. Por primera vez en toda la semana, Lauren se sintió real. La semana había sido un fracaso con todas las clases enseñándole a ser otra persona, a ocultarse bien y otras cosas más que no soportaba.
—¿Y cómo te llamas, misteriosa chica de lindos ojos?— Preguntó la más bajita y Lauren se sintió en un bucle sin final y se preguntó si iría lejos con esa chica mintiéndole o siendo real.
—Lauren Jauregui—. Le respondió en su oído buscando de que otra persona no lo escuchara. Tuvo mucha suerte ya que a su acompañante ese gesto le pareció sexy y gracioso a la vez.
—Mucho gusto, Jauregui. Soy Camila Cabello. — Le respondió de la misma manera en su oído.
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—¿Y cuál es tu nombre, chiquita?— Le preguntó aquel hombre en el jardín junto al círculo de otras diez personas que le miraban.
—Michelle Ronavoog. — Se presentó y los demás asintieron mientras el chico pelinegro con el que había hablado anteriormente solo veía con odio a la castaña que estaba en la ventana de la cocina viendo al jardín esperando por su ojiverde. La ojiverde de la que él se enamoró.
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Twitter: @skylojoregui
Segunda cuenta compartida (Más traducciones): cubankarla
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