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☁️ El cielo nocturno ☁️

Abrió los ojos con cansancio, se estiró ahí en esa tierra dura, se sentó y vió a la "puerta"... Era de noche.

“Ojalá tuviera un reloj” Pensó, antes era muy cuidadosa con todo; el tiempo y el lugar en donde estaban aventurándose, ella siempre se preocupó por cuánto tiempo estaban ausentes en casa, ya que ella se encargaba de todos los animales.
Se levantó y salió afuera, todos los animales salvajes estaban dormidos, tomó aire de la brisa que pasaba por ahí y fijó su vista al cielo, estaba completamente tapado por las hojas de los árboles; quería ver las estrellas como solía hacerlo de pequeña, así que tuvo una idea.

Agarró su mochila y tomó su hacha de piedra verde, su cerebro estaba maquineando como siempre lo solía hacer, tenía madera guardada, y ésta la convirtió en una mesa de creación, para después hacer los otros tablones en escaleras, con lo que iba a agarrar de madera iba a hacer más escaleras, iba a hacerse su propio Mirador de estrellas.

Subía y subía; estaba muy concentrada en ello, en esos momentos le llegaron muchos recuerdos a la mente.

Hace menos de un año, ella y sus padres habían dejado las montañas nevadas, Naomi cuidaba de las manticoras de sus padres, Lechuga y Kuro, amaba a esos híbridos con todo su corazón, sus padres trabajaban en la casa y planeaban las salas y acomodaban todos sus objetos.
A la pequeña pelirroja siempre le gustó el cielo nocturno, en todas las casas que sus padres y ella habían vivido tenía la maña de subirse al techo para poder verlo mejor, sentir la brisa, ver cada estrella, juntas o separadas, la luna, llena, menguante o creciente, siempre le daba más brillo y hacía que ella tomará más confianza de aquellos mundos llenos de peligros de todo tipo.

Luna bonita... Luna imperfecta... Dime, ¿Qué habrá para mí después de tanta tragedia?... Aclará estás dudas con tu luz... Te lo pide está niña tan... –Dejó de cantar ya que se había quedado sin rimas– ¿Tan qué? ¿Qué soy yo?

Naomi le quitó la importancia y siguió talando con esa hacha irrompible.

Otro recuerdo de ese año le llegó a la mente; era un día como cualquier otro, en donde ella esperaba que nada pasara, pero sí pasó algo.
Lechuga, la manticora de su padre, su favorita, había desaparecido, lo cual le pareció una tragedia al mayor; ella quería quedarse a buscarlo, pero tenían que regresar a casa, debido a que su padre estaba demasiado triste.

Dejó de talar, y quedó perpleja mirando a la nada, ahí fué cuando se dió cuenta de una cosa...

¿Y si Lechuga no había muerto ése día?

Sus padres lo habían tomado por muerto, eso es lo que le habían contado, pero Naomi nunca se lo creyó, siempre sintió que él seguía allá afuera, pero al final decidió dejarlo a un lado y seguir con su vida.

Resopló, se quitó su chaqueta y gorro y se arremangó las mangas de la camisa, ya era hora de ir más rápido.
Y el enojo la estaba ayudando en ello.
Ésta vez trataba de estar tan concentrada que no hubiera ningún otro recuerdo, ya se estaba hartando, ¡¿De qué más le habrán mentido aquellas personas que tanto quería?!

Pero tenía que recordar algo, ósea, de eso se trata la historia, y si la escritora lo deja hasta aquí el capítulo estará demasiado corto. (N/A: 😐)

–Suspiró– ¡No le veo la gracia!, se suponía que no nos moveríamos tanto –Le estaba hablando a un lepisma que se encontró por ahí– Espera, ¿Qué no los lepismas son te piedra?

El bichito solo chilló, ella lo miró atentamente, no era como los otros, tenía piel marrón y con textura parecida a la madera, además de que sus ojos verdes le permitían ver en la oscuridad.

– Bien, cómo te decía –Siguió talando su camino– Mis papás siempre se movieron de un lugar a otro, a mí me cargaban como bolsa, a través de tantos peligros, zombies, esqueletos, creepers, Enders, ¡Bichos más raros que no había visto jamás! Ósea, ¿De dónde coña salieron los ogros, hombres lobo y dragones? –Se tapó la boca al detectar la mala palabra– Lo siento... Pero sí, todos esos viajes me parecieron divertidos hasta cierto punto...

Y ése punto fué la vez que casi moría.
Día cazando dragones, ella adoraba esos días, siempre había deseado montar un dragón.
Pero quién diría que desde ese día les tendría un terror rotundo.
Por primera vez habían llegado a una de esas guaridas llenas de oro de las que tanto le habían hablado, era emocionante, la familia de 3 nunca había estado en una, lo que no sabían era que el dragón estaría dispuesto a todo para proteger su tesoro.
Incluso casi matar a una niña de 7 años...
Pues, un dragón es una bestia, las bestias solo saben proteger lo suyo por encima de todo.
Sus padres corriendo lejos tratando de evadir al dragón, pero ellos no se darían cuenta de que Naomi se había caído de la espalda de su padre; ella los iba a seguir sí o sí... Pero se paralizó al ver cómo la gran bestia iba directo contra ella.
Su madre la pudo rescatar justo a tiempo; pero aún así, ella quedó completamente aterrorizada

Unas cuantas lágrimas cayeron por sus mejillas, era algo duro de recordar; el lepisma la vió y chilló.

– Estoy bien...

Eso fué lo único que le dijo y siguió talando...
Lo que no se había dado cuenta es que ya había llegado a las hojas, dejó el hacha a un lado, empezó a hacer a un lado los montones de hojas con sus manos, el lepisma que la acompañaba atravesó las hojas fácilmente.
Al final, salió de ése matorral, y al ver la claridad de la luna, sus ojos azules brillaron.

Se levantó con dificultad, y contempló las estrellas y la luna.

– Todas... Juntas o separadas... Siempre son hermosas... Al menos ustedes nunca estarán solas...

El lepisma del árbol se subió a su hombro chillando, ella lo notó y lo miró.

– No eres un lepisma cualquiera... Eres de los árboles, hmm... Te voy a llamar... Marquitos –Sonrió y el lepisma al parecer también.

Naomi se quedó mirando al cielo con una sonrisa, por primera vez ya no se sentía tan sola como antes...

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