Epílogo

Londres, 24 de octubre de 2009:

—¡Ya cállala, por Dios!

—¡Tiene hambre, no ha comido en días! ¡¿Quieres que esté feliz o qué?!

—¡¿Y a mí eso en qué me afecta?! ¡Por mí que se muera y no nos moleste más! 

—¡¿Cómo puedes hablar así de tu hija?! 

—¡Es la verdad, Lucy! —el muchacho se acercó a su novia con furia, la chica solo se encogió para proteger a su bebé—. ¡Me echaron de casa por culpa de ambas! ¡Toda mi fortuna la perdí, porque saliste gorda con esa estúpida bebé que lo único bueno que hace es llorar! ¡Es un maldito estorbo!

—Yo te dije que nos protegiéramos... —sollozó—. Y a ti te importó un carajo

—¡Fue tu culpa por provocarme! —gritó mientras la estampaba contra la pared, la bebé lloró más fuerte al sentir el golpe—. ¡Admítelo!

—Garret, Garret, por favor, ya no me golpees, mira cómo pones a Millie —suplicaba entre lágrimas bajo el llanto de la bebé.

—¡Ya te dije que no me importa esa mocosa! ¡Por mí que se muera! —soltó a su novia, quien descendió hasta el suelo para abrazar a su hija—. ¡Y tú igual, Lucy! ¡Ambas me jodieron la vida!

—¡Eso debiste pensar antes de andar atrás mío, asqueroso, tú solo me querías para tener sexo conmigo!

—¡Ese era el plan! ¡Acostarme contigo porque eras bonita, pero lastimosamente pobre! ¡Y pum, embarazada y yo fuera de mi casa por embarazar a una pobre! ¡Váyanse al diablo! —dicho esto, caminó hacia la puerta de su casa y salió dando un portazo muy fuerte.

Millie no podía dejar de llorar, la pobre estaba pálida y apenas tenía fuerzas, su madre se sentía cada vez peor al verla así, que ya no sabía qué hacer.

—Perdóname, chiquita, no debí traerte a este mundo tan horrible —la abrazó llorando contra su pecho y la bebé buscó el seno de su madre para comer, pues el hambre la estaba matando. 

Pero para su mala suerte, Lucy había dejado de lactar por todo el estrés y la ansiedad que sufría gracias a su novio; los golpes, los insultos y el tratar de mantener a su hija la estaban matando y consumiendo, sentía que ya no podía más, ni siquiera por la pequeña Millie.

La puerta se volvió a abrir con mucha fuerza, Lucy abrazó a su hija y sollozó mientras esperaba lo peor, con Garrett cualquier cosa era posible.

—Escúchame, Lucy —el chico se acercó a su oreja y le provocó espasmos—. Si esa mocosa no se ha ido hasta que yo regrese, te prometo que yo mismo la mato con mis propias manos.

—¿Qué? No, no puedes hablar en serio...

—Y pobre de ti si llamas a la policía, recuerda lo que le pasará a tu familia. Mi hermano Marshall tiene contactos sicarios, y no querrás quedarte huérfana.

—Eres un desgraciado, ¡te odio! —lloró con fuerza mientras lo miraba con odio.

—¡Cállate! —giró su cabeza de una bofetada—. Más te vale sacarla de esta casa, o verás lo que haré.

La muchacha no dijo nada, solamente miró cómo su novio se alejaba y salía de la casa echo una furia. El llanto llegó a ella de inmediato gracias a la desesperación, ¿qué haría sin su niña? No quería abandonarla ni de broma, Millie era la bebé más linda que sus ojos podían observar y la amaba a pesar de que no esperaba tener una hija a tan temprana edad.

Piensa, Lucy, piensa.

Estaba perdida, ni siquiera tenía sustento económico como para huir lejos, pero tampoco quería dejar a Garrett, a pesar de que la trataba mal, ella lo amaba con todo su corazón, porque había sido su primer amor. Pero tampoco lo valía como para separarse de su hija.

—Ten, mi reina, ya no llores —le extendió su osito de peluche y la bebé mordió la pata del mismo—. Te amo, mi amor, tranquila, veré cómo lo soluciono.

De pronto, el tono de llamada de su celular la distrajo de sus pensamientos, lo sacó de su bolsillo y contestó de inmediato al ver que era su tío que siempre le echaba una mano en sus momentos difíciles.

—Enrique...

—Hola, mi niña, ¿cómo has estado?

—Mal... —un fuerte sollozo salió de su boca, el cual dio paso a un llanto desconsolado.

—¿Qué pasó, Lucy? Cuéntame, ¿Garrett volvió a pegarte?

—Peor, tío, quiere que me deshaga de Millie —la bebé tomó la mano de su madre y comenzó a babearla.

—Este idiota, ¡pero denúncialo ya! 

—¡No! ¡No quiero que le haga daño a mi familia, su hermano es capaz de hacerlo, nos tiene vigiladas!

—Entonces, ¿qué piensas hacer? Porque te estás quedando sin tiempo.

—¡Ya sé, ya sé! —lloró desconsoladamente—. No quiero separarme de mi bebé.

—Pero, reina, esa niña no puede seguir viviendo ahí, a menos que salgas de ese hogar y te valgas por ti misma.

—No voy a poder, Enrique, dependo muchísimo de Garrett.

—Pero así Millie se te va a morir si sigue pasando hambre, piénsalo, cielo, sería lo mejor para ella si... la pones en adopción.

—¡No, no, no, no, no! ¡De ninguna manera! —habló desesperada—. Oye, ¿y si te la encargo unos días, meses quizás?

—Cielito, yo ya estoy viejo. Y con mi sueldo de conserje no me alcanzaría, es complicado —guardó silencio un momento.

—¿En qué piensas? ¿Tienes alguna solución?

—Hay dos chicos en mi trabajo...

—¿Y?

—Ellos podrían ser los candidatos perfectos para que Millie viva con ellos.

—¡Que no voy a darla en adopción, Enrique, ya dije!

—¡No, no, corazón, escúchame! Estos chicos llevan más de un año trabajando en la pizzería y veo que no les falta nada, hace unos meses se mudaron a un departamento lindo y espacioso, donde tranquilamente Millie puede vivir. Tráela acá a Stuart, la dejamos en la puerta de ambos y hasta que tú y Garrett se solucionen y consigas tener estabilidad económica, Millie se quedará con los chicos. Luego te ayudo a quitársela y te la devuelvo, ¿qué dices?

Lucy guardó silencio.

—Son las personas correctas, en serio, nunca pelean, tienen una relación sana y estabilidad económica y todo el tiempo repiten que quieren adoptar un cachorro porque perdieron a uno llamado Freddy. Si les damos a Millie, quizás compense al perro, obviamente no es lo mismo, pero se intentaría. Estará en buenas manos, te lo prometo.

La rubia guardó silencio mientras veía a su niña, era tan chiquita y no merecía seguir viviendo la vida que ella le daba, por lo menos si se quedaba con esos extraños algunos meses no pasaría nada, es más, su niña estaría a salvo, lejos de las garras de su padre.

Tenía que hacerlo, ella ya no podía con todo.

—Espérame que ahora mismo iré para allá —dijo después de soltar un suspiro—. Pero... pero no tengo dinero...

—Cielo, si quieres te lo presto, afortunadamente los vuelos están económicos, no pasa de los cien en ida y vuelta.

—Si pudieras hacer eso por mí sería increíble.

—Lo haré, corazón, ahora te hago una transferencia. Y date prisa antes de que llegue ese loco.

Luego de colgar la llamada, fue directo por la pañalera de su hija, y guardó todo lo necesario para ella, sin olvidar a su amado osito de peluche con el que amaba jugar. Rápidamente guardó un cambio de ropa para ella y alistó todo para partir.

Al ver a su pequeña acostada en la cama, no pudo evitar llorar por ella, tan chiquita y vivía una vida tan dura, lo peor de todo es que ella no tenía la culpa de la irresponsabilidad de sus padres y se sentía tan mal por haberle causado tanto sufrimiento.

Rápidamente la tomó en brazos y fue con ella hacia la calle. Tapó a Millie con una manta para protegerla del frío y revisó su celular, en efecto, Enrique ya había hecho la transferencia.

—Bien, nos vamos.

***

Stuart, 26 de octubre de 2009:

—Lucy, tranquila...

La pobre muchacha no podía dejar de llorar mientras arropaba muy bien a su niña en una canasta que su tío le obsequió. Se odiaba tanto a sí misma por hacer algo así, por no ser capaz de huir con su bebé y salir adelante sola, pero tenía tanto miedo que sentía que no podría sola. Era apenas una niña de diecisiete años, no podía con tanta carga y lastimosamente su decisión ya estaba tomada. Acomodó el osito de Millie en la canasta y colocó encima una nota que decía:

"Hola extraños:
Hoy han recibido a una gran bendición, perdón por hacer esto, pero no le puedo dar un buen futuro yo sola.
Espero que ustedes puedan hacerlo.
Tiene un año y le encanta jugar con el osito de peluche que dejé en la canasta.
Buena suerte y gracias."

Limpió algunas lágrimas que caían de sus mejillas sin control y besó cada mejilla de su pequeña hija.

—¿Me prometes que serás una buena niña?

—Aguulll —la pequeña le sonrió mientras achinaba sus ojitos de mar.

—Te amo, mi niña, juro que cuando esté bien te buscaré así sea lo último que haga. Mamá te ama con todo su corazón y eso nunca lo olvides.

—Mira, ahí están —dijo Enrique señalando a la pareja de muchachos que ahora se haría cargo de su bebé.

—Lucen muy torpes...

—Bueno, Dylan es un poquito, pero Tommy es más responsable, descuida. Sé que podrán, mira, incluso acaban de hacer compras.

—Su departamento es muy bonito, Millie estará en buenas manos entonces —sonrió y acarició los rojos cachetes de su hija, quien balbuceó cosas sin sentido.

De repente, un rayo irrumpió el idioma inentendible de la niña y dio paso a una tormenta tan fuerte que Enrique tuvo que poner al máximo la velocidad de los limpiaparabrisas.

—Esperemos un poco a que pase, no queremos que Millie se enferme —comentó la chica.

—Mmmm... mmmm... 

—¿Qué pasa, chiquita? —su madre le sonrió y la niña comenzó a mover sus piecitos.

—Mmmmm... mmmmmama... ¡mmmama!

—Millie... Millie no me hagas esto, por favor —sollozó y la sacó de la canasta para abrazarla con fuerza y llorar sobre su cuerpecito—. No quiero dejarte, chiquita, no quiero.

—Lucy, amor, tienes que —Enrique la miró con pena—. Y mejor hazlo ahora. Un solo dolor.

La rubia sorbió su nariz, besó la mejilla de la niña por última vez y la abrazó antes de acomodarla nuevamente en la canasta.

—Espero que me perdones por esto, te amo —musitó acariciando la rubia cabecita de su hija—. Está bien, iré —entonces tomó la canasta y salió del auto con un paraguas sobre ambas.

En el camino escuchaba los balbuceos de su niña y su corazón se destruía más y más hasta que sentía que llegaba a dolerle el pecho. Su estómago dolía, sus piernas temblaban y su corazón latía muy rápidamente, sobre todo cuando llegó a la puerta de la casa. Sollozó mientras dejaba la canasta en el suelo, luego caminó un poco y espió adentro. Ambos chicos descansaban plácidamente sobre un sofá, frente a ellos estaba un televisor con una película reproduciéndose en él. Se abrazaban y mimaban, eran la pareja perfecta, que no pudo evitar sonreír al verlos así, por lo menos hubiese querido que su relación con Garrett fuera igual a ambos.

Parecen buenos chicos, pensó, mi hija estará en buenas manos.

—Millie —Lucy se agachó a la altura de la canasta—. Te amo, mi reina, prometo volver por ti algún día, ¿sí? No me importa si tienes dos o nueve años, te buscaré y estaré contigo. En serio espero que me perdones, pero no puedo darte una buena vida yo sola y con tu papá ni se diga, no quiero que siga haciéndote daño, eres mi mayor tesoro y no soporto verte tan mal —acarició las mejillas de la niña—. Sé feliz con tu papá Dylan y tu papi Tommy. Y sé una buena niña, ellos te cuidarán muy bien.

Entonces besó las mejillas gorditas de la niña por última vez y se levantó. Con el corazón hecho trizas y las lágrimas humedeciendo sus mejillas, tocó la puerta con desesperación y regresó corriendo al auto sin dejar de llorar y escuchando el llanto de su hija en el fondo. Subió al auto y Enrique aceleró hasta alejarse completamente del hogar de sus compañeros del trabajo.

—Yo iré —dijo Thomas y se levantó del sofá, Dylan puso pausa a la película y comenzó a desperezarse y bostezar—. Dyl... —al escuchar miedo en la voz del rubio, supo que algo andaba mal, así que rápidamente se acercó a él.

—¿Qué ocurre Tom...? —se calló al ver a Thomas arrodillado frente a algo—. ¿Qué es eso?

Thomas giró sobre sus talones, dejándole ver su ceño fruncido y que en sus manos tenía un pequeño bulto cubierto con una manta.

—Es un bebé

Y de pronto, la bebé comenzó a llorar.

FIN.

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Y bueno aquí tienen finalmente quién es el padre de Clau asjsjjsda el bully de Thomas (que haga tercera temporada del bully buscando a Claudia y reclamándola como hija)

 NO MENTIRA YA NO

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