Capítulo 8
—Ah... ¿Tommy? ¿Tiene algo de malo?
—No me gusta que me llamen así, solo se lo acepto a mi madre —hablé tan serio que su expresión cambió.
—¿Qué tiene? No se escucha mal, sino tierno.
—Se escucha patético, no quiero que vuelvas a llamarme así, ¿ok?
—Está bien... Tommy.
—¡Dylan! —exclamé y él soltó una carcajada.
—Lo siento, lo siento, mejor vayamos al hotel a bañarnos, siento que tengo arena hasta en el trasero.
—Te sigo.
-----------------------------------------------2 días después-----------------------------------------------
—¿Por qué actúas tan sospechoso? —pregunté mientras caminaba con inseguridad hacia quién sabe dónde, mis pies únicamente podían sentir la arena caliente de la playa y mis ojos estaban cubiertos por un pañuelo que impedía que viera cualquier cosa.
—Una pequeña sorpresa, nada más, ya casi llegamos —su mano aferraba la mía como si al soltarme yo fuese a desaparecer—. Unos cuantos pasos más y... ¡listo, quítate la venda!
Obedecí, en cuanto mis ojos se acoplaron a la luz del sol, pude distinguir una enorme manta roja, una pizza dentro de su caja y un par de copas con una sustancia rojiza. De inmediato mi boca adquirió la forma de una O.
—¡Guau! —exclamé conmovido—. ¿Y esto a qué se debe?
—Solamente es un pequeño agradecimiento por todo lo que has hecho por mí —tomó mi muñeca y me dirigió hacia el mantel, el cual mirándolo bien era la toalla con la que Dylan se secaba cuando salía de la ducha—. Ven aquí —entonces me ayudó a sentarme sobre la toalla y me miró—. Mira, sé que no es la gran cosa, la pizza fue la más económica que pude comprar y eso que ves ahí —señaló las copas—. Es un juguito de fresa que compré en una tienda con algunos centavos.
—Oh, no te preocupes —hablé algo receloso—. ¿Dónde compraste la pizza?
—Se la compré a un señor que vendía en la calle cerca de aquí.
De inmediato la expresión de mi rostro cambió, ¡¿en serio había comprado la pizza en la calle?!
—Dylan, ¿estás loco? No debes comprar cualquier cosa en la calle, podríamos enfermarnos.
—Ahí vas tú de nuevo con tus caprichos de riquillo —cualquier rastro de felicidad desapareció de su rostro, ahora la molestia y el enojo lo abrumaban—. Perdóname por no tener dinero para comprar la pizza en una pizzería de lujo —entonces se levantó y se alejó de mí.
Maldita sea, la cagué y horrible.
De inmediato me levanté del piso y corrí a abrazarlo por la espalda, mas él continuó caminando sin mirar atrás y sin inmutarse en abrazarme también o decirme algo, así que decidí hacer fuerza y no permitir que se alejara de mí, para que se detuviera.
—¡Déjame! —por el tono de voz que utilizó, pude asumir que en serio estaba enojado.
—Perdóname, Dylan —dicho esto me coloqué frente a él y lo detuve—. Mira, crecí en una familia donde me enseñaron que todo lo que debes comprar tiene que ser costoso, por eso soy así y no puedo evitarlo, ¿sabes? Todos los días intento cambiar, pero es muy difícil para mí. Quiero que me comprendas, mis padres me lavaron el cerebro, pero prometo que dejaré de pensar así, esmás, te pido que me ayudes a cambiar —tomé sus manos y me acerqué a él—. Esta sorpresa fue algo muy lindo de tu parte, en serio valoro todo lo que preparaste, porque a pesar de que no tienes dinero, te esforzaste y eso es... genial, nunca nadie había hecho eso por mí y en serio estoy muy agradecido con tenerte de amigo, eres una amistad que jamás quiero que termine. Perdóname, por favor, te prometo que cambiaré y dejaré de lado esa mentalidad, perdóname, ¿sí?
—¿Lo dices en serio y de corazón? —sus ojitos pardos se nublaron a causa de las lágrimas, de inmediato asentí—. Ni creas que estoy llorando por lo que pasó, sino por tus lindas palabras, nunca nadie me había considerado de esa forma.
—Eres una estrella, Dylan, que nadie merece, ahora qué te parece si vamos a comer, que de seguro está igual de buena que las hamburguesas de Mani.
—Ni hables de ello, extraño mucho sus hamburguesas.
—Cuando regresemos, iremos a la colina a comer un par otra vez.
—Es un hecho.
Fuimos de vuelta a la toalla y nos sentamos, Dylan separó las rebanadas y las sirvió en platos desechables, los cuales según su relato, consiguió en nuestro hotel juntoa las copas. Agradecí en cuanto me entregó el plato y, con algo de duda, le di el primer mordisco, el sabor del queso derretido y el jamón inundaron mis papilas gustativas y me llevaron a otro mundo, en ese momento me arrepentí de haber dudado de esto, era perfecto y simplemente delicioso.
—Te gustó, ¿eh? —asentí sin dejar de tragar—. Te dije, te hace falta un poquis de humildad.
—Sí, sí, lo que digas.
De pronto, Dylan tomó un par de pepperonis y los llevó a sus ojos, tuve que tragar el queso que traía en mi boca, porque de no ser así escupiría todo sobre el picnic.
—¡Soy Coraline! —exclamó simulando una voz tenebrosa.
—Coraline nunca tuvo sus ojos de botón —reí—. Menos de salami.
—Tú déjame soñar.
Más tarde, recogimos todas las cosas y fuimos a dejarlas en el hotel. Dylan tomó mi muñeca y me condujo hacia un par de hamacas que había frente a una de las tantas piscinas que tenía este lugar tan hermoso y me indicó que me acostara en una de ellas. Ahora él se encontraba a mi lado, ambos en silencio mirando las nubes moverse sobre el cielo azul gracias al viento.
—Tommy... Thomas —lo miré ante su llamado—. ¿Qué piensas sobre el futuro?
—¿Por qué la pregunta?
—No lo sé, tengo curiosidad de lo que harás cuando te gradúes.
—Oh... bueno, he pensado en estudiar en una universidad de Artes, me encanta el cine y me gustaría ser actor, hacer doblajes o aparecer en sagas o series famosas, ¿me entiendes? —el asintió—. ¿Tú qué piensas hacer?
—Ammmm... yo... no lo sé, intentar terminar el bachillerato, si es que mi economía me lo permite y luego... ni idea, no tengo aspiraciones para serte sincero, tal vez seguir trabajando con Mani.
—¿En serio? ¿No piensas ir a la universidad y tener un título para después viajar por el mundo y disfrutar de tu vida?
—No tengo idea de qué carrera estudiar —se levantó de hombros—. Me aburren las leyes, soy pésimo en matemáticas, no sé ni armar una casita con legos y para lo único que soy bueno es para dormir, pero no hay una carrera relacionada con eso, posiblemente sea un desperdicio de oxígeno más en este mundo, ya sabes, los ordinarios, la población común sin ninguna relevancia, por eso te pregunté qué harás, quería darme una idea, pero lo de ser actor... no lo sé, suena interesante, pero nunca me atrevería por mi ansiedad social.
—Descuida, elegir una carrera y qué rumbo le darás a tu vida es un asco a esta edad, apenas podemos tomar decisiones y esta es de gran importancia, un solo error y tu futuro se irá a la mierda —él asintió.
—Ojalá fuésemos jóvenes todo el tiempo.
—De lo único que no tiene poder el ser humano es el tiempo.
—Y del corazón de sus platónicos...
—¿Qué? —me apoyé sobre mi codo y lo miré extraño.
—Ah... es decir, si te gusta alguien, no puedes tener control sobre sus emociones, tiene que ocurrir un milagro de la Rosa de Guadalupe para que le gustes también.
—Sí, creo que tienes razón.
—Me pasa en este momento...
—¿Con quién?
—No la conoces... u-una vieja amiga, a veces siento que le gusto, pero no sé, no quisiera arruinar la amistad tan bonita que tengo con ella por serle sincero acerca de mis sentimientos. Pero si la vieras, tiene unos ojos cafés tan bonitos y su cabello brilla, ¡brilla como el sol!
—Oye —tomé el dorso de su mano y lo acaricié—. Yo creo que si es una buena amiga entenderá.
—Prefiero quedarme callado, por el bien de mi estabilidad emocional —me sonrió levemente mientras se sonrojaba.
—Cualquier cosa, aquí me tienes si necesitas algún consejo de amor.
—S-sí... gracias, Tommy.
—Dylan —dije su nombre en tono de advertencia.
—¡Perdón, Thomas!
---------------------------------------------------Al día siguiente------------------------------------------------------
En todo el tiempo que llevábamos aquí, jamás habíamos cenado con todo el grupo hasta ahora, y justo hoy se les ocurrió hacer una cena para convivir entre todos y socializar para hacer amigos. Vaya estupidez, con tanta hipocresía entre todos los integrantes de mi salón eso lo veía imposible.
—Dylan, ¿estás listo? —pregunté mientras tocaba la puerta del baño.
—¡Sí, ya casi! —su voz se escuchó apagada porque se encontraba encerrado, un par de minutos después salió vestido y bien peinado.
—Uy guapo —comenté entre risas y él me sonrió—. Si no fuera hetero yo si te hago un bebé.
—Ah, cállate —exclamó golpeando levemente mi hombro y cubriendo su rostro—. Mejor vámonos ya.
Cuando bajamos al salón del hotel, nos encontramos con la mayoría de mis compañeros y sus acompañantes vestidos muy elegantes, el lugar estaba infestado de personas y casi no se podía caminar por ahí. Por instinto, tomé la mano de Dylan -para que no se me perdiera- y lo conduje hasta afuera para tomar un poco de aire, puesto que el salón estaba caliente de lo lleno que estaba. Afortunadamente encontré dos sillas mecedoras en las que pudimos sentarnos sin que nadie nos molestara.
—Me incomoda estar rodeado de millonarios —habló Dylan de pronto—. Siento que no encajo.
—Tranquilo, estoy contigo, nadie te hará de menos mientras yo esté aquí, ¿ok? Además, mírate, te ves muy guapo y tienes la pinta de millonario, nadie se dará cuenta de tu situación económica, ¿sí? —él asintió levemente—. Lo más importante de una persona viene de su interior, mas no de todos los bienes que posee, porque mira, ¿de qué le sirve a alguien tener todo el dinero del mundo si no es empático con el resto y por lo tanto no tiene amigos?
—Yo no tengo amigos porque soy raro —me miró triste.
—¿Y yo?
—Bueno... al menos te tengo a ti —una pequeña sonrisita se formó en su rostro—. Nunca me arrepentiré de haberte salvado de esos malandros, porque conseguí una amistad bien bonita, no te miento al decir que contigo me siento tan seguro y tan a gus...
—¡Tom! —la voz de una mujer interrumpió el hablar de Dylan, giré mi cabeza y vi a Kaya frente a mí.
—¿Qué pasa? —hablé con indiferencia.
Ella bufó y se arrodilló frente a mí para estar a mi altura, a continuación, tomó mi mano y dijo:
—Ya no quiero que estés enfadado conmigo, se supone que este sería un viaje mágico.
—Mágicos mis calzones, ofendiste a Dylan y eso no se perdona.
—Tom, lo siento, te prometo que no volverá a pasar.
—Discúlpate con Dylan —dije con firmeza—. Y listo.
—Oh sí, claro —ahora Kaya giró hacia él y tomó sus manos—. Dylancito bonito y bello, perdóname la vida si te ofendí con mis palabras, mis tontos hábitos a veces me llevan a ser de esa manera, pero te prometo que estoy en un proceso de cambio, ¿podemos ser amigos?
—Acepto tus disculpas, pero no puedo ser amigo de alguien que se burló de mí.
—Ya oíste a mi drama queen —le guiñé un ojo a mi amiga y palmeé la pierna de Dylan.
—Agh yo solo quería arreglar las cosas, Tom. Se supone que este sería un viaje inolvidable y todo lo arruinó él —señaló al castaño—. Me largo, no quiero perder el tiempo aquí con ambos —dicho esto, dio media vuelta y se alejó de nosotros.
—¡Hasta luego, bruja! —exclamó Dylan y ambos reímos.
—Solo ignórala, es una mimada que hace berrinche cuando no consigue algo.
—Descuida, ya es costumbre, mejor vayamos a buscar una mesa lejos de tu amiga y de los Overpendejos para poder comer a gusto, al parecer ya van a servir el festín.
***
Mala suerte ir hasta las mesas del fondo, es lo único que diré.
Aguardábamos por nuestra comida en una de las mesas más ocultas y tranquilas del lugar, Joel, Agatha y sus respectivos acompañantes compartían con nosotros la mesa, no me molestaba, ya que ellos eran muy callados y casi no hablaban, sin embargo, aún quedaban dos asientos vacíos que asumimos que ya nadie se sentaría ahí.
Error mío.
Los hermanos Overpendejos cruzaron la puerta del salón haciendo escándalo como siempre para intentar captar la atención del resto, siempre he pensado que les gusta llamar la atención, porque en su casa nadie ni siquiera los miran.
—¡No hay sillas, ¿eh?! —gritó Garrett levantando los brazos, pero cuando vi a Marshall mirando hacia nuestra mesa, sentí los pelos de punta.
Dylan tomó mi mano por debajo de la mesa y la apretó sin dejar de temblar del miedo, yo también estaba nervioso, pues ahora ese par caminaba hacia nosotros con sus miradas desafiantes y de terror, Marshall sonreía victorioso mientras acomodaba su cabello largo detrás de su oreja y Garret nos miraba como si fuésemos lo peor del mundo.
—Mira nada más, una mesa de nerds —habló Garrett mirándonos sonriente, su mirada llegó a intimidarnos.
—¿Seguro que no hay otras mesas, hermano? —preguntó Marshall mirando hacia otra dirección.
—¿Para qué, Mo? —Mo era el apodo del hermano menor—. Si aquí están nuestros amigos —entonces se sentaron y nos miraron desafiantes—. Lárguense —la voz de Garrett sonó tan dura y severa que Joel, Agatha y sus acompañantes no dudaron en irse.
—No se vayan —susurró Dylan mirando a nuestros ex compañeros de mesa.
—¿Qué les parece si juntamos nuestra mesa con la de los populares, amigos? —nos preguntó Marshall y de inmediato Garrett rio.
—No —nunca antes había escuchado tal seguridad en la voz de Dylan—. No iremos a ningún lado, nosotros ganamos esta mesa y aquí se queda —se cruzó de brazos—. Suficiente tuvimos con que ahuyentaran a Joel y Agatha.
—Vaya, el apestoso nos salió valiente, ¿eh? —comentó Garrett con una ceja levantada, a continuación, tomó el brazo de Dylan de un movimiento rápido y lo estiró hacia atrás, de inmediato mi amigo comenzó a quejarse—. ¿Ahora eres valiente?
—¡Garrett, déjalo! —exclamé corriendo hacia él y comenzando a golpear su espalda para que lo soltara—. ¡Por favor, lo estás lastimando!
—¡No te metas, Sangster! —Marshall tomó mi rostro con su mano e hizo fuerza hasta que logró tirarme al suelo.
—¡Déjalo! —grité escuchando los lamentos de Dylan y sintiéndome cada vez peor.
—¡Basta, Overboe! —Heather, la presidenta de mi salón separó a ambos, por lo que automáticamente me agaché a la altura de Dylan para verificar si se encontraba bien.
—¿Te hizo daño? —el negó con una mueca y me abrazó, era obvio que me estaba mintiendo.
—¡¿Qué quieres, Heather?! ¡Solo estábamos jugando! —reclamó el mayor intentando pasarse de listo.
—¡Eso no era un juego, Overboe! —la chica nunca bajó la guardia—. ¡Una más y les juro que los echaré de aquí!
—No puedes hacer eso —Marshall se levantó y cruzó sus brazos sobre su pecho.
—Claro que puedo, puedo pedir que los expulsen por sus estupideces, ¡así que más les vale que los dejen en paz! ¡¿Escucharon?!
El par de hermanos no dijo palabra alguna, simplemente la miraron con asco y se retiraron de ahí en silencio, directo a otra mesa para fastidiar al resto.
—Lo siento por eso —dijo ella acercándose y ayudando a levantar a Dylan—. Vengan, los llevaré a la mesa principal para que no ocurran cosas así.
—Gracias —susurramos Dylan y yo al unísono y seguimos a mi compañera.
Mientras caminábamos por el salón, las miradas de pena del resto permanecían posadas sobre nosotros como si tuviésemos tres ojos en la cara o algo llamativo en nuestros cuerpos, detestaba pasar por momentos así porque lo único que hacía era llenarme de ansiedad al ser observado por tantas personas.
Heather nos guio hasta una mesa donde al parecer todo estaría bien, sin embargo, no me fie demasiado, tenía miedo de que otra desgracia ocurriera aquí.
La comida no tardó en llegar: filete de cerdo con arroz y ensalada de durazno y maíz, algo común en este tipo de cenas.
Todo iba tranquilo, la comida estaba exquisita, sin embargo, la cena cuyo rumbo iba muy bien, comenzó a estropearse en cuanto escuché murmullos a mi lado.
—¿Ves lo que yo?
—Ese chico ni siquiera se toma la molestia en cambiar de cuchara, ¿está loco?
—Uy ni idea, pero los modales que tiene dicen mucho.
—¿Será pobre?
—Quizá, no tiene pinta de ser rico
—Qué horror, Sangster es raro, pero, ¿ser amigo de un pobre? Eso pondría en un estatus muy bajo a su familia.
—¡Qué asco, ¿no te enseñaron a comer en tu casa o qué?! —apreté los puños con rabia al escuchar la voz de Garrett nuevamente.
—¡Lárgate! —grité levantándome de la silla—. ¡Ya te dijo Heather que te largues y dejes de joder!
—Heather ya no está —habló Marshall haciendo un puchero—. Además, es algo inaudito que hayas traído a alguien así, ¿de dónde lo sacaste? ¿Debajo de un puente acaso?
—¡A ti no te importa!
—Oh, por supuesto que importa —soltó Garrett y se paró en una silla—. ¡Importa que todos se enteren que el amiguito de Thomas parece pordiosero, ¿verdad, amigos?! —todos asintieron mirándonos raro y a continuación comenzaron a burlarse.
Pude ver cómo los ojos de Dylan se cristalizaban a causa de las lágrimas, a continuación, se levantó de su silla y salió corriendo hacia la puerta mientras lloraba y el resto se burlaba de él a sus espaldas.
—¡Dylan, espera! —pero fue muy tarde, él ya había desaparecido del lugar.
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