Capítulo 58

—Sí, la vida cada vez empeora...

Dylan y Thomas se encontraban tomados de la mano frente al enorme camión que demolía su único hogar, con la melancolía porque en esa pequeña casita habían bromas, lágrimas y recuerdos cursis. Ahora todo eso se fue abajo con esa destrucción.

Esa noche ambos tuvieron que ingeniárselas para dormir en otro parque, no encontraron uno con casitas así como el anterior, así que les tocó acomodarse con sus sleepings y sus mantas bajo un árbol. Dylan se apegó lo más que pudo al pecho de Thomas, pues el estrés lo estaba consumiendo y necesitaba estar cerca de la persona que lograba calmarlo para sentirse un poco en paz. 

Parecía ser una noche tranquila entre comillas, sin embargo, a mitad de la noche, Dylan comenzó a escuchar quejidos entre sueños. Despertó de golpe cuando sintió un pequeño empujón y el miedo recorrió su cuerpo en cuanto vio a su novio retorciéndose y quejándose dormido. Rápidamente se le acercó y palmeó sus mejillas con delicadeza para despertarlo, mas eso no funcionó.

—Tommy, despierta —su voz sonó ronca—. Amor, tranquilo, estás soñando, despierta.

Thomas abrió los ojos en cuanto sintió unas pequeñas sacudidas. Su pecho dolía a causa de su respiración agitada y habían lágrimas frescas en sus mejillas.

—Ey, shhhh, tranquilo, aquí estoy. Ya pasó —Dylan lo abrazó contra su pecho— Solo estabas soñando, amor.

—A-abrázame, no me sueltes, por favor —casi no podía hablar a causa del llanto.

—Tranquilo, cielo, ¿quieres contarme qué soñaste?

—No... s-solo a-abrázame.

—Claro, ven aquí —se recostó y lo abrazó mientras acariciaba su espalda con delicadeza—. In spite of all the danger... —comenzó a cantarle.

La voz de Dylan logró calmar al rubio, tuvieron que pasar treinta minutos para que el pobre Thomas pudiera dormir tranquilo.

--------------------------------------------------------Al día siguiente----------------------------------------------------------------------

—¡¿Por qué cuesta tanto?! ¡¿Me quiere ver la cara acaso?!

—Señora, por última vez, esos precios nos asignan a nosotros para vender, ni mi compañero ni yo ponemos los precios.

Dylan levantó la mirada desde la caja al escuchar a su novio intentando calmar a la clienta fúrica.

—Iré al bazar de la otra manzana, no es posible que aquí todo esté caro.

—Claro, no hay problema, que tenga un buen día —Thomas sacó a la mujer a empujones del bazar y cerró la puerta soltando un gruñido—. ¡Agh!

—¿Qué pasó, amor? —dijo Dylan riendo mientras ponía música en la computadora.

—¡La vieja esa me hizo perder mi tiempo para no comprar nada porque todo está caro aquí! ¡No es mi culpa, ¿sabes?! —exclamó levantado los brazos, Dylan rió y caminó hacia él para darle un masaje en su espalda.

—Estás algo tenso desde anoche, amor, tranquilo —el rubio suspiró—. ¿Ya quieres hablar de lo que soñaste ayer? —le habló con dulzura para no estresarlo.

Thomas suspiró y caminó hasta la caja, se sentó en la silla giratoria de Dylan y comenzó a dar varias vueltitas mientras pensaba en cómo contarle. El castaño se colocó sobre el mostrador para tomar las manos de su novio y así darle la completa seguridad para que hablara.

—Soñé la noche en la que me borraron la memoria —dijo mirando al suelo.

—Oh... ¿recordaste todo? —el rubio asintió juntando sus labios para no llorar.

—Sí, fue horrible, fue como volverlo a vivir, Dyl —juntó sus manos sobre el mostrador y comenzó a llorar sobre ellas, Dylan no dudó en entrar a la caja para abrazarlo—. No quiero volver a soñarlo, pero ahora lo tengo tan presente en mi cabeza.

—Tranquilo, cielo, tranquilo —O'Brien acarició su cabeza con delicadeza—. Debemos aprender a superar eso, ¿ok? Es obvio que quedaste con un trauma por ello. Pero recuerda, cuando todo se ponga negro, estaré para ti por cualquier cosa para apoyarte. Cuando tengamos el dinero suficiente prometo llevarte a terapia, mi amor —Thomas asintió mientras se acurrucaba en el pecho de su novio.

—Te amo.

—Yo más, corazón —lo apretó contra su pecho y besó su frente.

En seguida se escuchó la campanita de la puerta, lo que significaba que había llegado un cliente.

—Ash, mierda —se quejó Sangster.

—Quédate aquí, cielo, yo lo atenderé —besó su frente por última vez y fue hacia la puerta principal.

—¡Oye! —Dylan giró y de inmediato sonrió al ver que su novio le enviaba un beso volado.

Simuló tomar el beso y se lo llevó a sus labios muy contento. Ambos se sonrieron y finalmente Dylan fue a atender al cliente.

El primer día no fue tan malo para ambos, a excepción de Thomas con ese pequeño entremés con su clienta, pero lo olvidó por completo al pasar tiempo con Dylan, pues ese día no tenía entregas por realizar.

Segundo día, todo normal, Thomas apenas tuvo dos entregas y regresó enseguida al bazar para ayudar a Dylan, como no tuvieron mucha clientela, se sentaron tras la caja para ver una película.

El tercer día fue un poco más movido, Thomas estuvo fuera toda la mañana y Dylan hizo su primera venta, lo que englobaba cobrar y facturar, dos procesos en los que si se equivocaba, estaría perdido, así que hizo la venta con calma para no equivocarse. Cuando su primer cliente se marchó, sintió un alivio muy grande, pues se dio cuenta de que hizo las cosas bien, ahora debía hacer todo así mismo para no tener inconvenientes.

Thomas llegó en la tarde con un par de almuerzos para los dos, Dylan sonrió al verlo comer, sabía que ya no debía preocuparse por los problemas alimenticios de su novio. Comieron, rieron, escucharon música y demás. En las últimas horas llegaron dos clientes más, y tanto Dylan como Thomas procuraban ser muy atentos al momento de facturar. Al finalizar la jornada comenzaron con el cierre de caja.

—Diez, veinte, treinta... —Dylan contaba los billetes.

—Aquí hay cincuenta —Thomas colocó el montón sobre la mesa—. Y noventa centavos.

—Más treinta, son ochenta con noventa, ¿cuánto vendimos en total hoy? —revisó el excel en la computadora—. ¡Ochenta con noventa!

—¡Síííí! ¡Cuadró! —ambos comenzaron a dar saltitos.

—Estoy tan feliz que te juro que te daría un beso si esa maldita cámara no nos estuviera mirando.

—Ya casi, Dyl, cerremos la tienda y vámonos ya.

Y en cuanto las puertas cerraron, Thomas se lanzó a la espalda de Dylan para regresar al parque donde dormían. Caminaron así entre risas hasta llegar a la estación del autobús, donde se besaron todo el camino y recuperaron el tiempo perdido en el trabajo. 

Todo era color de rosas hasta que bajaron del autobús y empezó a llover, el césped del parque ya no era un lugar adecuado para dormir, así que fueron a una tienda a cubrirse de la lluvia, mientras pensaban a dónde ir.

—Chicos, ya voy a cerrar —habló el dueño de la tienda.

—Claro, ya nos vamos —Dylan tomó la mano de un Thomas preocupado y juntos caminaron hacia la lluvia.

—¿No tienen casa?

Ambos giraron y negaron con la cabeza mientras la lluvia humedecía sus cuerpos.

—Ah... bueno, no me gusta ser cruel. Tengo un garaje al fondo, ¿podrán acomodarse ahí esta noche?

—¡Desde luego! —exclamó Dylan contento—. Se lo agradezco muchísimo.

—Sí, cuando recibamos nuestro primer sueldo le devolveremos el favor.

—No es necesario que me den dinero, chicos, lo hago por solidaridad —señaló el garaje—. Es todo suyo.

Ambos agradecieron y corrieron al lugar, pues morían de frío y no querían enfermarse por la lluvia.

—¿Qué haremos con nuestro primer sueldo, Tommy? —le preguntó mientras observaba el techo grasoso que los cubría.

—Primero buscarnos un departamento pequeñito, comprarnos ropa, cosas para la casa...

—¿Y cuando ya tengamos todo?

—Podemos ahorrar, ¿qué es lo que más deseas en tu vida?

Dylan lo miró como respuesta.

—Aparte de mí, tonto, me refiero a algo que se pueda comprar.

—Oh... entonces si es así... yo diría un boleto para un partido de los Mets.

—Es buenaaa, podemos ir juntos entonces —juntaron sus frentes.

—¿Y tú?

—Bueno... como no pude traerme parte de mi fortuna, yo diría que una motocicleta.

—¡Síííí, por favor! ¡Ya no quiero ir en bus! —se abrazó a la cabeza de Thomas—. Aparte imagínate a ti en la motocicleta, con un peinado estilo John Travolta y una chaqueta de cuero. Te verías como un bad boy de los ochentas —comenzó a acariciar la cara del rubio, quien se sonrojó ante el tacto.

—Basta, Dyl —ambos rieron—. Bueno, está en nuestros planes a futuro ir a un partido de los Mets y comprar una motocicleta.

—Pinky promise —ambos juntaron sus meñiques y se abrazaron para dormir.

Lastimosamente esa noche que parecía ser tranquila, Thomas volvió a tener pesadillas, esta vez peores que el último día, tanto así que ninguno de los dos pudo dormir en lo que restaba de la noche, Thomas no podía dejar de llorar y a Dylan se le partía el corazón escucharlo así. Al día siguiente despertaron muy cansados, tan cansados que llegaron tarde a su trabajo, cosa que los agobió, pues por cada minuto atrasado, les descontaban dos dólares de su sueldo a fin de mes. Pasaban las horas, Dylan notaba extraño a Thomas, no estaba feliz como en los últimos días, lo notaba tenso, estresado y de mal humor. Su jornada de trabajo terminó, afortunadamente el hombre de la tienda los dejó quedarse en su garaje todo el mes, así que fueron directo allá luego de comprar un par de panes que serían su merienda. Thomas no había hablado en todo el día y eso tenía a Dylan muy preocupado, ni siquiera había mordido su pan y por más que quería decirle que comiera, sabía que resultaría en una pelea. Sin darse cuenta, Thomas se había quedado dormido a su lado, suspiró al darse cuenta de que ni siquiera se dieron las buenas noches y se acostó a dormir a su lado, quiso abrazarlo, pero decidió darle su espacio.

Dos y media de la madrugada, Thomas empezó a gimotear, Dylan no lo notó por su sueño profundo. 

Dos y cuarenta, Thomas empezó a llorar bajito, Dylan seguía dormido.

Dos y cincuenta: Thomas se sacudía a su lado, Dylan nada de nada.

Tres de la mañana: Thomas empezó a gritar, Dylan despertó.

Rápidamente se incorporó sumamente asustado y lo abrazó contra su pecho. Sintió cómo los brazos del rubio lo apretaban contra su cuerpo, el cual temblaba demasiado. Dylan acariciaba la cabeza de Thomas con delicadeza mientras le susurraba palabras bonitas.

—Tommy, Tommy, tranquilo, estabas soñando —comenzó a mecerlo delicadamente.

—Dyl... Dyl, no dejes que me hagan daño...

—¿Quién, mi amor? —tomó su rostro lleno de lágrimas entre sus manos—. Aquí estoy para protegerte, nadie te tocará un solo pelo mientras yo viva. ¿Sí? —él asintió frenéticamente—. Ven, vamos a dormir, chiquito, abrázame si quieres.

Aún temblando, el rubio se recostó sobre el pecho de su novio y se refugió en él para buscar calma. Suspiró en cuanto aspiró su aroma y cerró los ojos para intentar dormir.

—Me encanta cuando me dices chiquito —susurró contra el pecho de Dylan.

—Te amo, chiquito —le dio un besito en la mejilla y durmió junto a él.

Al día siguiente, Tom estuvo de lo más normal, Dylan no podía evitar sentirse preocupado por él, por más que no quería, por alguna razón sentía que mucha preocupación le haría daño.

Llegaron al trabajo y lo primero que tuvieron fue una fila larga de clientes afuera esperando a que abrieran. Ambos se miraron a los ojos sumamente asustados y no tuvieron más opción que abrir. Como tenían varios clientes, Thomas decidió quedarse con Dylan para ayudarlo a vender, a pesar de que tenía un par de entregas pendientes. 

—¡Por Dios, apúrate, niño, no tengo todo el tiempo! —le gritó una señora al castaño, quien facturaba tranquilamente para no cometer errores.

—Tranquila, señora, ya casi... —respondió nervioso.

—¡Apúrense! 

—¡Encima dos cajeros y son unos lentos! 

—¡Tengo prisa!

Con la excesiva presión encima, los muchachos se sentían en la obligación de apresurarse y dejar de ser precavidos. Tenían largas colas de personas frente a ellos, así que no podían perder el tiempo. En medio de una venta, el celular de Thomas empezó a sonar, pidió disculpas al cliente que estaba atendiendo y contestó con algo de nervios encima, pues su jefe era el emisor de la llamada.

—¿Hola?

—Thomas, tienes cinco entregas retrasadas, los clientes me llamaron molesto, ¿quieres que te despida acaso?

—No, no, señor, disculpe, en este momento iré, estaba arreglando y alistando todo para partir.

—Más te vale —colgó la llamada.

—Cielo, ¿te importa si te dejo solo? —le susurró a su novio mientras acariciaba su brazo, pues lo notaba super tenso.

—No —el tono que usó fue de súplica—. No me dejes solo, por fi. Hay demasiadas personas y no creo poder con todos.

—Es que el jefe me llamó... y esta molesto conmigo porque no he ido a dejar las entregas.

El castaño hizo una mueca, ¿qué podía hacer? ¿Obligarlo a quedarse y arriesgarse a que lo regañen o lo despidan? De ninguna manera.

—Ve —dijo con la voz muy baijta —. Yo me encargo.

—Ey —tomó su mano por debajo del mostrador para que nadie los viera, pues quería abrazarlo y acariciar su rostro—. Estarás bien, ¿ok? Eres muy capaz.

—Te amo —se acercó al oído del rubio al oído y este le sonrió.

—¡Yo también iré a ver más mercadería más tarde! —exclamó en frente de todos, dejando confundido a Dylan.

Cuando Thomas salió de la tienda, un mensaje le llegó a su celular, lo sacó de su bolsillo y sonrió a la pantalla.

Chiquito ♡: Te dije que también te amaba con esa frase, por eso lo grité frente a todos. ¡Porque te amo y no me avergüenza decírtelo! (Aunque lo tapé de esa forma jiji)

Y él respondió: Yo también te amo, tonto. Ya regresa rápido que quiero besarte.

Chiquito ♡: Tengo 7 entregas :(

"Apúrate, chiquito"

Chiquito ♡: deja de decirme así, me voy a mear sobre la moto.

"HASJAJAJAJ eres un tonto"

***

Ya eran casi las ocho de la noche, Dylan comenzó con el cierre de caja para ir con su novio a su "casa". Comenzó a contar, primera venta cuadrada, segunda venta cuadrada, tercera cuadrada, cuarta...

—Mierda...

—¿Qué pasó, Dyl? —Thomas giró y vio a su novio con las manos sobre su rostro muy aterrado.

—Facturé mal —se llevó las manos a la frente—. Dios mío... facturé mal, Tommy, me van a despedir.

—A ver, tranquilo, déjame ver —se acercó a ver la factura—. Mierda, hay una diferencia de cincuenta dólares.

—¿Qué voy a hacer? —su voz estaba abrumada por el miedo.

—Tranquilo, amor, nos toca reponer ese dinero, nada más —acunó su rostro entre sus manos y Dylan comenzó a llorar—. No llores, mi vida, es solo un error, no te preocupes.

—Hoy fue un día de mierda —se abrazó a su novio—. Esos desgraciados son unos impacientes, me hicieron sentir pésimo.

—La atención al cliente es un asco, pero el dinero que nos dan por ello es necesario, no les prestes atención, eres muy inteligente, mi amor, tú puedes con todo.

En ese momento, un mensaje llegó al celular de Dylan. En cuanto lo leyó, suspiró pesadamente y dejó el celular por lejos.

—¿Quién era?

El castaño le enseñó el celular donde reflejaba un mensaje de su jefe que decía:

"Dylan, como eres el encargado, no olvides que debes pagar los servicios del bazar y retirar el dinero que se te depositó para los gastos varios y el paquete que nos llegó desde New York con más mercadería. No olvides cerrar caja en el sistema, ayer tu caja quedó abierta. Ojo con eso."

—¿En serio debemos hacernos cargo de tanto?

—Solo yo, Tommy.

—No —tomó su mano—. De ninguna manera tú estás solo en esto. Yo debo ayudarte.

—De igual manera, estoy harto — abrazó al rubio—. Me estresa demasiado esto, era más fácil trabajar con Mani.

—Siempre hay días buenos y malos, tranquilo, mañana hablaremos con el jefe de tu descuadre, ¿sí? Te ayudaré.

—Ok, pero abrázame y no me sueltes, necesito amor.

***

El regaño del jefe a Dylan fue tan fuerte, que Thomas se quedó helado.

"¡No! ¡Thomas, esto solo es con Dylan, ve a la caja y no te metas!"

Fue lo suficiente para no interferir y no defenderlo. Solamente podía escuchar cómo regañaban a su novio. Estaban en la bodega, pero se oía claramente. Era una pesadilla, Thomas ni siquiera podía atender correctamente porque el regaño era horrible. Hasta los clientes se iban espantados y preguntándose quién se estaba matando en la bodega.

"¡Qué inútil contraté, por Dios!" "¡Otro error así y te despediré!" "¡Esto se descontará el doble de tu sueldo para ver si así vuelves a equivocarte"

Cinco minutos después, Dylan y su jefe salieron del lugar, el pobre tenía lágrimas frescas en sus mejillas y la mirada clavada en el piso. El hombre salió echo una furia del lugar, miró a Thomas tan enojado que logró intimidarlo.

Dylan soltó un sollozo y corrió a los brazos de su novio en cuanto este le hizo una señal para que se acercara.

—Estoy harto... ¿escuchaste todo lo que me gritó? —levantó la mirada llena de lágrimas y Thomas acarició su rostro cual si fuera un cachorro.

—Fuerte y claro —suspiró.

—Quiero renunciar...

—Ay, Dyl, es solo un mal día, ¿te das cuenta que es muy difícil buscar otro trabajo? Date cuenta, ni siquiera tenemos donde dormir además de ese garaje grasoso.

—Pero...

—Bueno, decide tú, Dyl. A mí no me parece que renuncies —deshizo el abrazo y continuó con su trabajo en la caja.

Durante todo el día, Dylan no dejó de sentirse inútil, inservible y cobarde. El ambiente se había vuelto tenso entre ambos, hasta que Thomas tuvo que salir a hacer sus entregas en la tarde y cuando volvió, encontró el Bazar cerrado y con la siguiente nota:

"El jefe me dejó salir pronto. Te espero en la casa."

Consternado, regresó solo hacia su "hogar", sin embargo, el último bus del día se fue antes de que él pudiera cruzar la calle. Ahora debía caminar como media hora. Suspiró pesadamente y empezó su caminata, ya estaba cansado, pero tomar taxi sería un gasto innecesario.

Cuarenta minutos después de una cansada caminata, llegó al garaje, se moría de hambre y de sueño, y lo único que quería era hacer las pases con Dylan, pues de tanto caminar reflexionó y se dio cuenta de que había sido un completo imbécil, no se trataba de lo que ambos necesitaban, sino de cómo Dylan se sentía y lo que él quería.

Pero cuaneo llegó a la casa y vio el garaje vacío, el alma se le salió del cuerpo.

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