Capítulo 56
Murmullos.
Palabras.
Frases.
Y más murmullos.
Era lo único que podía escuchar, pues mis ojos seguían cerrados.
Sí sobreviven, y si no, los escondemos.
¿Qué? ¿De qué estaba hablando? ¡Dios, tengo que abrir los ojos!
El niño Sangster se ve estable, O'Brien parece drogadicto con su piel pálida.
Es porque perdió mucha sangre, idiota.
Dios mío, Dylan estaba mal, necesitaba despertar para comprobarlo, pero... maldita sea ni siquiera podía despertar de donde sea que me encontraba. Hacía fuerza en mis ojos para abrirlos, pero nada funcionaba, y todo ese asunto me estresaba. Golpeaba mi cabeza para despertarme, pero no sentía dolor, era como si mi cuerpo estuviera desconectado de mi cerebro e indispuesto a funcionar justo en este momento.
Vamos, Thomas, hazlo por Dylan, anda.
Nada. ¡Mierda!
¡Venga, Thomas, ya! ¡Hazlo!
Nop.
¡Thomas Brodie-Sangster abre los ojos ya, Dylan te necesita!
¡¿Dios, qué tan difícil es abrir los putos ojos?!
Thomas... si no abres los ojos eres hetero.
Y, ¡fush! Se hizo la luz. Había despertado.
Lo primero que hice fue incorporarme de golpe, sin contar con que me golpearía con el asiento del frente por la fuerza con la que me levanté. Sobé mi nariz, la parte afectada, y caminé hacia el asiento de Dylan, aún seguía dormido, su brazo estaba envuelta en una venda, su cuerpo cubierto con una manta y su carita tan pálida estaba tirada hacia un lado, dormía como un angelito, estaría tranquilo si no tuviera una herida de bala curada en su brazo.
—¿Quieres sentarte, hijo? —me preguntó el doctor, quien se encontraba al lado de Dyl.
Sin poder hablar gracias al shock, me limité a asentir con la cabeza muy nervioso. El hombre me dio paso y yo tomé su asiento. Con mi mano temblorosa, acaricié su rostro con delicadeza, estaba frío, así que rápidamente toqué su cuello con mis dos dedos para verificar si estaba vivo. Vivo, eso estaba, vivo y coleando. Suspiré aliviado y tomé su mano fría para acariciarla con mis pulgares, recosté mi cabeza sobre su hombro, no sin antes tener cuidado con su venda.
—Hijo —giré ante el llamado del doctor—. Te dejaron esta carta —fruncí el rostro y la miré atentamente.
De: Gino O'Brien
Para: Dylan y Thomas(Léanlo cuando ya estén a salvo, por favor)
Sonreí delicadamente y suspiré pensando en los últimos momentos de vida de Gino, sinceramente esa sería una escena que jamás se borraría de mi mente, pobrecito, había dado su vida por protegernos, y sabía que a Dyl le costaría mucho superar su muerte. Guardé el sobre en el bolsillo y me dediqué en abrazar a mi novio, acariciaba su brazo descubierto mientras esperaba a que despertara. Suspiré y cerré los ojos, no podía creer que todo había "terminado" entre comillas, pues me faltaba tener a Dylan conmigo para sentirme tranquilo.
Pero otra vez el miedo se apoderó de mí, sabía que en cuanto lleguemos a Stuart debíamos vivir por nuestra cuenta, trabajar, pagar deudas, enfrentarnos a la vida de un adulto responsable, ya no estarían ni papá ni mamá que nos resolverían la vida, estaríamos solos...
Aunque... Dyl ya había trabajado, él puede ayudarme con eso, pues yo no estaba enseñado a ese tipo de vida al tener la vida resuelta, supongo que debo apoyarme en él para poder salir adelante, sé que nos costará un montón, pero cualquier cosa es mejor que ser casado a la fuerza.
Decidí cerrar los ojos y aferrarme más al cuerpo de mi novio para buscar consuelo y un poco de tranquilidad, ya luego me preocuparía por lo demás, por lo pronto quería descansar.
Aunque ni tanto...
En cuanto cerré mis ojos, percibí movimiento a mi lado, así que me incorporé de golpe y sentí que la vida regresaba a mí otra vez. Dylan se movía lentamente y en su rostro se percibía el dolor, quizás de la herida en su brazo. En cuanto escuché pequeños quejidos y gimoteos, tomé su rostro delicadamente con ambas manos y comencé a acariciarlo con lentitud.
—Shhh, tranquilo, cielo, abre los ojos.
Sus hermosos y enormes ojos pardos se abrieron de repente, ahí estaba esa mirada llena de miedo que tanto amaba, me miraba atento y confuso, y yo no podía dejar de llorar al saber que estaba vivo, que respiraba, que todo nuestro esfuerzo había valido la pena y sobre todo que no estaría solo nunca más, porque Dyl estaba vivo, y no necesitaba más que eso. Sollocé y lo abracé con cuidado de no lastimarlo. Mi corazón se partió en cuanto sentí un brazo de Dyl rodear mi cuerpo, sabía que el otro no lo movió porque le dolía, y me daba mucha pena por eso. Sentí una ligera presión en el pecho al escuchar que comenzó a llorar sobre mi hombro sin control. En ese momento me rompí y lloré con más sentimiento, busqué sus labios y lo besé con desesperación, haciendo pausas para respirar entre mis sollozos y admirarlo vivo. Me sentía tan feliz de que todo hubiese pasado, y que al fin podía estar con él en paz. Sabía perfectamente que después de la tormenta venía la calma, y esta es mi calma, toda mi tormenta pasó al fin, juro que de la felicidad que siento, describiría esta situación como el arcoíris que dio paso la tormenta.
—Tommy... —dijo débilmente—. ¿Ganamos?
Sonreí sin dejar de llorar y tomé su cara con ambas manos.
—Sí, mi amor, lo hicimos, tú y yo, juntitos. Ahora nada nos separará.
—Dios, ven aquí —extendió su brazo sano y me recosté sobre el mismo—. Me duele mucho mi otro brazo
—Tranquilo apenas lleguemos te llevaré a un hospital, ¿ok? —me miró y asintió débilmente—. ¿Quieres que durmamos un poco?
—No, quiero abrazarte lo que resta del viaje —entonces con su brazo sano me apegó a su cuerpo y aspiró mi aroma con delicadeza.
—Te amo, Dyl —lo miré.
—Y yo a ti, Tommy —entonces me besó.
Quisimos quedarnos despiertos para disfrutar del tiempo del otro, pero lastimosamente el cansancio nos ganó y nos quedamos dormidos durante todo el trayecto, esperando encontrar paz en cuanto despertemos.
***
El fuerte ruido de las puertas del avión abriéndose provocó que despertara asustado, giré mi cabeza hacia varias direcciones y me tranquilicé en cuanto vi a Dyl aún dormido a mi lado. Todas las personas comenzaron a bajar apresuradamente, parecía que temían seguir en ese avión. El doctor se nos acercó para revisar a Dyl, a quien desperté delicadamente.
—¿Por qué todos corren? —pregunté mientras me hacía a un lado.
—Corren por su vida, ya sabes... por tu madre.
—Ou... ya veo, entonces debemos irnos rápido.
—Sí, solo debo inyectar a Dylan y también me iré —mi novio se frunció al sentir el piquete en su brazo—. Te recomiendo llevarlo al hospital en cuanto bajen del avión.
—Sí, eso haremos, gracias doctor.
—Ya está —dijo vendando la herida de Dyl—. Mucha suerte, muchachos, intenten que no los descubran.
—Estaremos bien, gracias —le sonreí y el doctor salió del avión a paso rápido.
—Vámonos, Dyl —tomé su mano sana y lo ayudé a caminar—. ¿Ya no te duele?
—No mucho, con la inyección me calmará.
Corrimos a lo largo del pasillo, ocultándonos con nuestras chaquetas. Salimos del aeropuerto sin toparnos con nadie y nos ocultamos a un rincón para tomar un taxi.
—Espera, Tommy —con su brazo sano me empujó contra la pared para besarme.
—¿Qué haces? Debemos irnos.
—Lo siento, te ves hermoso —sonrió y yo me sonrojé.
—Tonto —reí e hice parar un taxi—. ¡Vámonos ya!
***
Las sillas de la sala de espera eran incómodas para dormir, ni se diga el ambiente frío y triste de la misma. Pero debía estar aquí, pues adentro estaban haciendo con Dylan quien sabe qué. Traía mi chaqueta sobre mi cabeza para que nadie me descubriera, sintiendo miedo de que alguien me golpeara y me regresara a Londres. Pero en cuanto a la realidad me pegó, cambié de mentalidad, estábamos en otro lugar, un pueblito pequeñito lleno de muchos lugares por descubrir junto a él. Era como empezar desde cero en un lugar completamente desconocido, una enorme aventura nos esperaba a ambos por delante y eso me emocionaba y me aterraba a la vez.
Dejé de balancear los pies sobre el suelo en cuanto escuché la puerta abrirse y vi al doctor salir de ella. Rápidamente me incorporé y caminé hacia él.
—Doctor, ¿cómo está?
—Está estable, tuvimos que operarlo de urgencia, retiraron la bala con éxito pero la herida se estaba infectando, si no se trataba a tiempo podía morir.
Tragué saliva.
—Pero está bien, ¿no?
—Sí, señor. El chico tiene seguro, ¿no?
—Emmm... me temo que no —sonreí tímidamente.
—Entonces son trescientos dólares.
Madre de Dios.
—Claro, le pagaré, no se preocupe. ¿Puedo pasar a verlo?
—Está dormido, pero si desea, pase —me abrió paso y me dejó entrar a la habitación.
Ahí estaba, dormía como un mismísimo ángel bajado del cielo, el cabello alborotado, su brazo vendado, el suero en su muñeca y un tubito en su nariz; simplemente hermoso, no podía dejar de verlo y moría por abrazarlo.
Me senté a su lado y tomé su mano para acariciarla con lentitud, luego fui a su rostro que estaba un poco rasguñado y finalmente a su cabello.
Lo amo tanto... y pensar que casi lo pierdo tantas veces.
Sus ojos comenzaron a abrirse frente a mi tacto, así que retiré mi mano de su rostro y dejé que despertara.
—Buenos días, campeón —susurré tomando su mano.
—¿Q-quiennn eressss? —preguntó sumamente ido y sin dejarme de sonreír, parecía ebrio—. Eresss linnnddo.
—Soy Thomas, Dyl, tu novio —reí.
—¡¿En sssserioooo?! —se sorprendió—. ¡Guaaaaau!
—¿Qué te pasa, tonto? —no podía dejar de reír.
—Está aún bajo los efectos de la anestesia —dijo el doctor mientras entraba al cuarto—. No se preocupe, se le pasará.
—Mmme quiero casssar contiggggo —dijo acariciando mi mano.
—Yo también, mi chiquito —besé su frente mientras acariciaba su cabello.
—Qué lindddo cuanddo me dicesss chiquitttto —sus ojitos se achinaron con su sonrisa.
—Descansa, chiquito, debes dormir.
—Ttte amo —susurró y cerró los ojos.
Eres un sueño, Dylan O'Brien.
***
—¿De dónde sacaremos trescientos dólares?
—¿Eso es más o menos que trescientos euros?
—Menos, Dyl, ¡pero igual! Es mucho dinero.
—Es mi culpa, debí fijarme mejor la próxima.
—No es tu culpa, amor —tomé su carita con ambas manos—. ¿Sí? Veremos la forma de cómo pagar.
—De hecho sí la hay, Tommy —susurró apenado.
—¿Cómo?
—Yo sé que no íbamos a traer nada de Londres... pero el dinero es importante, Tommy —abrí los ojos muy grandes—. Traje mi dinerito que tuve ahorrado durante meses. E-estaba en uno de los muebles de la cabaña, espero no te importe.
—Está bien, Dyl, no me voy a enojar, es más, te felicitaré, porque dinero es dinero, y de seguro mi madre ya bloqueó mis tarjetas y suspendió mis cuentas. Eres muy inteligente —lo besé.
—Era lo menos que podía hacer —comenzó a jugar con sus dedos—. De alguna forma debemos sobrevivir.
—Lo haremos, mi cielo —besé el dorso de su mano y lo abracé—. Ah cierto... en el avión me dieron esto —saqué la carta—. Es de Gino.
—¿En serio? —tomó el pedazo de papel y lo miró con tristeza—. ¿Puedes leerla por mí? No quiero que se me quiebre la voz.
—Claro, pequeño.
Queridos Dylan y Thomas:
Probablemente estén a salvo cuando lean esto. Y en serio estoy muy feliz de que lo hayan logrado.
Dylan, sé que muchas veces pensaste que Thomas no me caía bien, pero la verdad es que jamás vi el hecho de que te hacía tan feliz y que eras capaz de hacer cualquier cosa por él. Creo que nunca había visto ni experimentado un amor tan sincero y bonito como el de ambos, que no pensé que llegarían tan lejos. Y eso es bueno, jamás he tenido algo así y sé que te lo mereces.
No me merezco nada después de haberte abandonado cuando huiste con Thomas de la policía. No hay día en el que no me culpe por eso, porque sé que ninguno de los dos hubiese pasado por tanto si no fuera por mi culpa; así que juré por mi vida hacer hasta lo imposible para que tú y él terminen juntos. Y mira, ¡todo salió bien! No importa si en este momento estoy vivo o muerto, por lo menos sabré que estás feliz y bien junto a él.
Mira, voy a ser franco contigo, quería que ambos lleguen a salvo a Stuart, así que tu amigo Mick me ayudó pagando a todas las personas de tu avión para que ninguno delatara su destino ni identidad, de verdad espero que eso funcione, sino deberán huir lo más pronto posible. Quizás se toparon con Mick o no, es muy discreto ese hombre así que espero que por lo menos hayas podido saludarlo por última vez, me contó que se mudará a Canadá, así que posiblemente ya no lo verás.
Y bueno... eso es todo... creo, no soy muy bueno haciendo estas cosas, perdón jaja pero espero que les vaya bien, cabeza hueca, sé feliz y cuéntale a tus hijos sobre mí, no como el tío que te daba droga, sino como el tío buena onda que te sacó de aprietos muchas veces.
Te quiero.
Gino.
Dylan me abrazó con fuerza contra su pecho y comenzó a llorar desconsoladamente, mi corazón se partió en dos por completo, y lo único que pude hacer fue abrazarlo y acariciar su espalda y cabeza para consolarlo. Era muy conmovedor, Gino había dado su vida para salvarnos, solo porque se sentía culpable de no habernos ayudado la primera vez. Es la clara prueba de que las segundas oportunidades existen, ¿pero a cambio de qué? ¿De la vida de un inocente? Esto definitivamente apestaba. Dejé que Dylan llorara y humedeciera mi camisa con sus lágrimas por un largo tiempo, ambos eran inseparables y sé que le costará mucho superar esta pérdida.
—N-no e-e-es ju-justo —casi no podía hablar a causa del llanto y los gimoteos—. Él e-era una bu-e-na per-persona.
—Lo sé, amor, pero las personas buenas por lo general siempre sufren más que los malos, y es injusto.
—Lo es —sorbió su nariz—. Tú nunca me vas a dejar, ¿verdad? Ya no tengo a nadie conmigo más que tú.
—Mi cielo —dije acariciando su frente con cuidado—. Mientras yo viva, siempre estaré junto a ti.
—T-te amo, Tommy —sollozó y se acercó a darme un beso mientras acariciaba mi cara.
—Yo también, Dyl —lo apreté contra mi pecho, feliz de tenerlo a mi lado y de que nuestro plan funcionó.
---------------------------------------------------Al día siguiente---------------------------------------------------------
Dyl fue dado de alta en la tarde, ya se sentía mejor y su herida no era muy grave como para que se quedara más tiempo en el hospital, además, ambos moríamos por darle un vistazo al pueblito que sería nuestro nuevo hogar y debíamos buscar un lugar para vivir y un trabajo para sobrevivir. Caminamos a lo largo de la calle, procurando alejarnos un poco de las personas y escondernos de ellas si nos encontrábamos muy cerca, pero aquí era diferente, nadie quería atraparnos, nadie nos miraba mal; eran personas comunes y corrientes que vivían normalmente su vida y que no daban importancia a un par de gays que caminaban por la acera, y eso nos puso muy felices, definitivamente el plan de Mick funcionó de maravilla.
Fuimos a un parque y nos sentamos en una especie de colina pequeña, recosté mi cabeza en el hombro de Dyl y suspiré mientras tomaba su mano.
—Las colinas como esta me traen lindos recuerdos —comentó sin despegar su mirada del frente.
—A mí lindos y malos, ya sabes que no me gusta recordar nada de lo que quedó en Londres.
—Sí, pero... debemos simplemente disfrutar el momento —me tomó de los hombros y tiró de mí para recostarme sobre él—. Siento una paz enorme, ni siquiera puedo creer que al fin te tengo conmigo.
—Yo tampoco —dije acomodándome en su pecho—. Abrazameeeee.
—Yaaaa, niño consentido —rió y me abrazó fuerte.
—Te amo.
—Y yo a ti.
—¿Sí sabías que no podemos estar todo el tiempo así porque necesitamos buscar un trabajo y donde dormir esta noche, no?
—Ajá, también necesito dónde cargar mi celular.
—No digas eso, Dyl, ¿no aprovechaste los interruptores del hospital?
—Es que me daba pereza levantarme de la cama —hizo puchero.
—Eres un caso perdido.
—Lo sé.
***
Lo que restaba de la tarde comenzamos con nuestra larga búsqueda y caminata. El primero lugar fue un supermercado algo grande, la gente que trabajaba ahí tenía muy buen aspecto, como si fueran niñitos ricos de papi y mami.
Un momento...
¡Yo podía aplicar para el empleo! ¡Es mi momento de sacarnos adelante!
—De ninguna manera —dijo el gerente.
—¡¿Qué?! ¿¡Por qué!? —exclamé.
—Ni crean que no sé quiénes son ustedes dos. Niño Sangster criminal O'Brien.
—No es cierto, yo soy Carlos Santa Ana y él Panchito —dijo Dylan, maldito idiota, ¿no se le ocurrió algo más estúpido que decir?
—Niños, no les haré daño, ni me molestaré en llamar a la policía, pero yo no quiero problemas legales en mi supermercado así que... —señaló la puerta.
—Le agradecemos por la consideración —Dyl usó el sarcasmo, tomó mi mano y juntos salimos de ahí sin decir nada—. Maldita sea, Tommy, somos tan famosos que llegamos hasta Estados Unidos.
—Mientras no nos hagan daño, todo estará bien —me abracé a su brazo—. Tranquilo, sigamos buscando, no creo que en todos los lugares nos conozcan.
Mal dicho, parecía que la mala suerte estaba de nuestro lado, pues en ningún lugar nos querían dar trabajo por las siguientes razones: uno: al parecer el chisme corrió muy rápido y algunos nos conocían aquí y no querían problemas como el hombre anterior, dos: éramos muy jóvenes para trabajar, tres: no teníamos experiencia, cuatro: gente homofóbica que no nos toleraba y etc. No tuvimos mucha suerte el día de hoy, y menos para tener posada en algún lugar solo para pasar la noche, pues casi nadie quería una pareja de gays en su hogar y algunos hoteles eran muy caros, y no teníamos fondos suficientes para sobrevivir, ya necesitábamos un trabajo urgentemente. Fuimos a parar a un parque, ya era de noche y apenas se escuchaba el cantar de los grillos, eran las once de la noche y nos habíamos quedado sin donde dormir.
—Bueno, hoy hemos valido...
—Pura mierda —completé su frase.
—Mmm exacto.
—¿Y ahora?
—Tengo una idea, ¿sabes? Es algo descabellada pero nos servirá, quédate aquí, regresaré de ese pequeño minimarket antes de que lo cierren —me besó y salió disparado hacia dicho lugar a hacer quién saber qué.
Solo bastaron de diez minutos para verlo salir con un par de sleepings y una manta delgada en sus manos, su sonrisa enorme daba a entender que estaba muy orgulloso de su hazaña.
—Dyl...
—¿Qué? No vamos a dormir en el suelo y con frío.
—Pero los fondos...
—Mañana encontraremos un trabajo, descuida, debemos ser pacientes. Pero por lo pronto hay que dormir y recargar fuerzas.
—Pero déjame te ayudo, hombre, estás recién operado y haces tanta fuerza —dije quitándole los sleepings—. Podemos ir allá —señalé unas casas de madera destinadas para los más pequeños—. No hay guardias que revisen ahora.
—Tienes razón, ven, vamos —dijo tomando mi mano y juntos corrimos hacia dicha casita.
Ayudé a Dyl a subir, extendí los sleeping a lo largo de la casita y juntos nos acomodamos dentro de ellos para finalmente cubrirnos con la manta.
—Definitivamente esto es muchísimo mejor que dormir en las camas apestosas de la cárcel.
—O dormir en mi mansión llena de gente malvada.
—Qué privilegio, ¿no? ¿Cuándo pensaste dormir junto a un chico apuesto bajo la luz de la luna?
—Nunca —reí tomando su mano para besarla con delicadeza—. Eres lo mejor que me pasó en la vida, siempre quiero que lo recuerdes.
—Owwww, Tommy, me harás llorar, ven aquí —entonces tiró de mi cuerpo para abrazarme—. Prometo hacer todo lo que esté en mi alcance para que tú y yo seamos felices y vivamos en una casita.
—Ya soy feliz en esta casita.
—Sí, pero no podemos vivir aquí para siempre, tontito —frotó mi cabeza y yo reí—. Descansa, mi cielo, mañana será un largo día.
—Descansa, mi amor.
Y antes de caer en los brazos de Morfeo, nos dimos un beso tierno y romántico.
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