Capítulo 47


—¡Basta, por favor, detente!

La potencia subió.

—¡Ya no diré nada, lo juro! ¡Detente, por favor! ¡No lo soporto!

Pero no hizo nada, la potencia volvió a aumentar.

Mis gritos se volvían cada vez más fuertes, cualquier persona que estuviera aquí pensaría que está dentro de una película de horror, todo era demasiado fuerte, algo que no le deseaba ni a mi peor enemigo.

Bueno, a Garrett sí, si no fuera por él no estaría siendo electrocutado en este momento.

Ya comenzaba a ver borroso, mi mente era un desorden total ya ni siquiera podía pensar con claridad, quería que todo acabara, si moría aquí, que así fuera, creo que no podía soportar tanto dolor.

Mi pesadilla acabó con un simple movimiento, el doctor había bajado la palanca que permitía encender y apagar la maldita máquina que llevaba torturándome en la última semana. Todos los días eran lo mismo, creían que con esto conseguirían "curarme" pero no, yo no estaba enfermo, simplemente no cumplía con los estereotipos del resto, de mi propia familia que no podía aceptarme como era.

Mi cuerpo comenzó a temblar involuntariamente, mi pecho dolía como el infierno y la cabeza no dejaba de darme vueltas, me pesaba tanto que la envié hacia adelante, como de costumbre, no podía mantenerme recto después de que me electrocutaran. Ya había tenido los mismos síntomas antes, sin embargo, esta vez los siento más intensos.

—Ya... —apenas podía hablar y respirar—. Te... lo ruego... para... ya.

—Entonces coopera, bonito —el doctor tiró con fuerza mi cabello para obligarme a verlo—. Hoy conocerás a un nuevo amigo —no dije nada, pues no quería gastar energías discutiendo con él, a la final estaba atrapado aquí—. Y más te vale que te portes bien.

Otra vez guardé silencio, ya no me importaba qué harían de mí si al parecer iban a terminar matándome con esa maldita máquina.

La puerta se abrió y por ella entró un tipo con una bata blanca. Entró sin saludarme, pero saludó al doctor y en seguida arregló un par de folders que tenía sobre un escritorio.

—Miércoles, 26 de agosto de 2009 —levanté mi cabeza al escuchar esa frase—. Listo —caminó hacia mí y me sonrió juntando sus manos—. Hola, Thomas.

No respondí, solo lo miré mal.

—Me llamo Brandon, soy tu terapeuta.

—No necesito... terapia —hablé con la respiración entrecortada—. ¡No tengo nada! ¡No estoy enfermo!

—Thomas, eres muy terco como para darte cuenta —Brandon levantó sus cejas—. Claro que estás enfermo, ¿qué es eso de gustar de hombres? Eso déjales a las mujercitas, ellas sí merecen a un hombre, tú debes enfocarte en las mujeres y ya. Ser normal.

—¡Soy normal! ¡Ser gay no me hace más ni menos hombre que ambos! —la ira provocó que mi energía regresara solo para dejar en su lugar a esos imbéciles—. Idiotas.

—Ay, corazón —Brandon negó con la cabeza—. Buen intento, pero eso no me convence. Y hoy cambiaré tu forma de pensar.

—Buena suerte —dije con sarcasmo.

—¿Estás relajado?

—¿Qué?

—Que si te sientes relajado.

—No, me estresa todo esto, tengo hambre, me duele la espalda, tengo sueño... ah sí y me duele todo el puto cuerpo porque ese médico inútil no ha dejado de electrocutarme en toda la semana.

—Se supone que la electricidad te relaja.

—Pues yo siento que estoy perdiendo la cabeza, para serle sincero —le sonreí sarcásticamente.

—Descuida, ahora dejarás de sentir dolor, Chéster, trae el soñador.

—¿Ese es su nombre? —le pregunté al doctor, quien no hizo más que preparar una inyección, mierda—. Vaya nombre más estúpido.

—Dale esto y haz que se calle —Chéster le dio la jeringa.

—No te muevas, Thomas —Brandon tomó mi brazo y sin vacilar enterró la aguja en el, ni siquiera me dio oportunidad a preguntarles sobre lo que me estaban inyectando.

—¿Qué es? ¿Me va a matar? Porque créanme que me vendría muy bien.

—Es el soñador.

—Yo no hablo en idioma de médico, Brandon, deja de ser ridículo y dime qué es eso.

—Droga, Thomas, para que te calles el hocico y nos dejes trabajar contigo.

Tragué saliva.

—Me terminarán matando de igual forma —musité entre dientes y Brandon caminó hacia su maleta, sacó de ella su reloj y regresó conmigo.

—Quiero que mires atentamente el reloj.

—No —bajé la mirada—. No me hagas nada.

Entonces sentí unas manos tomar mi rostro y levantarlo con fuerza, era el imbécil de Chéster. No tardé en comenzar a llorar, ya sabía a dónde venía todo esto, me hipnotizarían, y luego todos mis pensamientos se irían a la basura por unos nuevos que me impusieran ellos. Traté de defenderme golpeando a Chéster, pero mi cuerpo se sentía tan débil que no podía mover ni un dedo. Mierda, es por la droga que me inyectaron.

—No lo hagan, por favor —sollocé mirando al suelo—. Por lo menos déjenme hablar con él, hoy es su cumpleaños.

—Owww mira, el niño malo ahora es vulnerable porque piensa en su amorcito, es un amor Chéster.

—Ya sé, Brandon, quisiera esa vida amorosa de ambos —dijo mientras volvía a levantar mi cabeza y esta vez abría mis ojos con sus dedos.

Ahora sí, ya no tenía escapatoria.

—Pobre idiota —Brandon rió—. Tu lindo amorcito está pudriéndose en la cárcel, no tienes por qué relacionarte con un vagabundo.

—Ese vagabundo me amaba. Más que mi propia familia.

—No es cierto —entonces comenzó a mover el reloj delante de mí—. Apenas lo conocías algunos meses, tampoco puedes encontrar un alma gemela así, eso requiere años, no una estúpida relación de dos niños que se enamoraron solo por un beso en la playa.

—No lo entenderías...

—Claro que lo entiendo, tu familia solo quiere lo mejor para ti, tu mamá no quiere verte en las calles porque la gente es demasiado homofóbica y reza para que tú permanezcas vivo y nadie te asesine por ser un asqueroso gay.

—¡Ya cállate! —grité con fuerza y comencé a llorar de la desesperación, trataba de cerrar mis ojos para ya no ver el reloj, pero Chéster me lo impedía.

—Es por tu bien, Thomas. Mira, si fueras heterosexual, nada de esto estuviera pasando, ¿qué estarías haciendo ahora? Probablemente en tu mansión haciendo tarea como una persona normal.

—Pero casado con alguien a quien no amo.

—La amas —agitó más rápido el reloj y lo acercó más a mi cara—. Mira el reloj atentamente y piensa en Isabella, es una chica linda y millonaria, es perfecta para ti.

—No me gusta...

—Te gusta —comenzaba a marearme por el reloj—. Para ti es la niña más hermosa del mundo y mueres por casarte con ella.

Decidí ya no pelear y mantenerme callado, decirle algo a este imbécil solo provocaba que soltara estupideces.

—Thomas, ¿cómo era tu vida antes de conocer a Dylan? ¿Tenías preocupaciones?

—Las normales de la escuela.

—¿Y ahora tienes más?

—Tengo a un idiota frente a mí intentando hipnotizarme y a mi novio en la cárcel, ¿qué crees tú?

—Bien —sonrió—. ¿Tu madre apoya su relación?

—No...

—¿Cómo reaccionó?

—Muy mal, no me puede ni ver.

—¿Le das asco?

—Así parece.

—¿Te sientes mal porque la decepcionaste?

—A veces. Por más que intento ser un buen hijo, siento que no puedo ser suficiente para tenerla contenta.

—Interesante, ¿y tu padre?

—E-en e-el hospital.

—¿Qué le pasó?

—Sufrió un infarto después de que yo saliera del closet.

—Entonces tú provocaste eso.

—No...

—¿No es obvio? Si no fuera por ti y tu homosexualidad tu padre estuviera bien, ¿qué pasaría si se muere? Será tu culpa, Thomas. Por eso debes dejar de ser así. Por tu bien y el bien de los demás. Tu padre está sufriendo en el hospital, tu madre también por ti, por la reputación de su familia y por la salud de tu papá, tu hermana sufre al ver a su familia desunida. Y Dylan... —hizo una pausa sin dejar de agitar el reloj—. ¿No te das cuenta que si no fuera por ti Dylan estaría contento con su familia en este momento en lugar de estar en la cárcel con tanta gente mala que quién sabe que cosas horribles estén haciéndole?

—Dylan me dijo que yo lo salvé, su vida no era buena...

—Pero ahora su vida es peor, escuché que tu madre está haciendo todo lo posible para enviarlo a la silla eléctrica. Todo lo que te estamos haciendo, él recibirá el doble hasta que muera. Piensa en su familia, su madre, su hermana, hasta su padre, todos sufrirán su partida por tu culpa.

Guardé silencio y una ola de pensamientos cegó mi razón, ¿en serio yo era el culpable del sufrimiento de Dyl? Si cualquiera se ponía a pensar, era verdad, de no ser por mí, él no estaría en la cárcel, quizás tendría sus problemas familiares, pero no eran tan graves como estar en prisión.

Yo soy el culpable.

Más lágrimas se hicieron presentes, por más que quise contener el llanto y mis sollozos, me fue inevitable, sollozaba como un animalito sufriendo maltrato, parecía que me estaba ahogando. Lloraba porque me sentía sumamente culpable por haber provocado el sufrimiento de Dyl, no lo merecía, era un ángel lleno de alegría y color, y yo lo volví monocromático, a pesar de que él decía lo contrario, yo lo llevé al infierno.

No me había dado cuenta, pero mi vista nunca se despegó del reloj y ahora me sentía mareado, mi vista comenzaba a nublarse, pero el reloj seguía ahí claramente moviéndose de derecha a izquierda todo el tiempo. Mi cuerpo me pedía descanso, mis ojos comenzaron a cerrarse, hasta que no vi más que oscuridad, sin embargo, aún estaba despierto, porque todavía escuchaba a Brandon y a Chéster.

—Eso es —musitó Brandon—. Thomas.

—¿Qué quieres?

—Bien —susurró emocionado—. Has entrado en un estado de trance, desde ahora harás todo lo que te diga o sino —escuché el sonido de una chispa—. ¿Entendido? —no respondí—. Yo, Brandon Rose, te ordeno que olvides todos tus recuerdos con Dylan O'Brien...

—No... no... —comencé a moverme en la silla, pues no podía abrir mis ojos, era como estar atrapado en una pesadilla—. No, Brandon.

—¡Silencio! —chasqueó los dedos—. Volverás a ser el chico que solías ser antes de conocer a Dylan, no dudarás de tu sexualidad y aceptarás tu destino y matrimonio con Isabella Melling.

—¡Eso jamás pasará! —en cuanto pronuncié la última palabra, sentí que me electrocutaron otra vez, la potencia era tan alta, que mi cuerpo comenzó a sacudirse inmediatamente, mis gritos eran lo único que se escuchaba en esa habitación aparte de mi piel quemándose gracias a la electricidad.

—¡Volverás a ser el chico que solías ser antes de conocer a Dylan, no dudarás de tu sexualidad y aceptarás tu destino y matrimonio con Isabella Melling! —repitió sus palabras y yo fruncí el rostro al sentir aún más dolor.

—¡No, no, mi Dylan no, no me hagas esto! —lloraba entre gritos de dolor—. ¡No lo quiero olvidar!

—¡Olvídalo ya!

—¡No!

Te amo, Dylan, con todo mi corazón. Fue lo último que pensé antes de perder el conocimiento.

Dylan:

—¿Dylan? —escuché la voz de Mick, pero no respondí—. ¿Estás llorando? ¿Qué te pasa?

—Nunca vino —lo miré desde mi cama—. Y era mi cumpleaños...

—Oh... tranquilo, de seguro su mamá lo tiene muy vigilado, no te enojes con él.

—No, Mick, con él jamás me enojaría —bajé de la cama me senté en el suelo para mirarlo desde ahí—. Estoy triste nada más, ¿alguna vez has llorado en tu cumpleaños? Es lo peor.

—He llorado en la mayor parte de mis cumpleaños, ya se me hizo costumbre —se levantó de hombros y palmeó mi espalda—. Tranquilo, tu siguiente cumpleaños estarás con él, quizás ebrio en un bar, pero conseguirás salir de aquí.

—Gracias, Mick —apenas sonreí y me levanté para abrazarlo—. Al menos no estoy completamente solo, ni siquiera mi familia ha venido una vez aquí, y eso me preocupa, no sé si sigan viviendo aquí o si les pasó algo, todo es muy confuso.

—Todo se sabrá cuando salgas de aquí, Dylan, porque sabes perfectamente que nosotros no somos nada aquí y no podemos conocer esa información tan fácilmente.

—Lo sé —suspiré y caminé directo a mi cama, sin embargo, una voz interrumpió mi camino.

—¡O'Brien! —el grito de uno de los guardias nos hizo brincar del susto—. Ven aquí, alguien quiere verte.

Miré contento a Mick y ambos chillamos mientras dábamos un montón de saltitos de felicidad, era mi Tommy, sí había llegado.

—¡Te dije que no faltaría! ¡Te ama! ¡Y nunca dejaría de lado tu cumpleaños! —Mick estaba igual de feliz que yo—. ¡Ve con él, grandote! ¡Aquí te espero para que me cuentes el chisme!

—¡Voy! —abracé a mi amigo y fui contento con el guardia, quien me colocó esposas en las muñecas y en los tobillos, lo típico que hacían conmigo, porque aparentemente yo era un criminal muy peligroso. Todo por la mala información del resto, y su poca razón, porque, ¿quién diablos encarcela a un chico por que es gay? ¡Solo esta maldita cárcel corrupta!—. ¿Quién quiere verme, amigo?

—Ya lo sabrás, no puedo decírtelo, porque todo fue de imprevisto.

Aplaudí contento mientras festejaba lo menos ruidoso posible, no quería que el guardia me regañara o algo por el estilo, ahora estaba muy feliz porque vería a Thomas y no me agradaba la idea de que arruinaran mi felicidad.

No debí hablar demasiado, pues mi festejo duró muy poco, cuando pasamos de largo por la sala de visitas y no entramos ahí, la confusión llegó a mí, ¿no se suponía que Tommy había llegado a verme? ¿O qué diablos...?

Dejé de pensar en cuanto miré una enorme puerta delante de mí, tragué saliva al ver lo vieja y tenebrosa que era, el guardia la abrió y me empujó adentro, una vez ahí, todo el miedo me atacó y sentí cómo mi cuerpo se heló. Al ver una silla con un montón de cables y un casco sobre ella supe que significaba una cosa: la silla eléctrica. Era un hecho, mi vida estaba por terminar.

—No, esto debe ser una broma —caminé hacia atrás pero un guardia interrumpió mi paso y me empujó para que caminara—. A mí nunca me condenaron a muerte.

—La señora Sangster sí, lo acaban de declarar hace unos minutos con el juzgado.

—¡Pero yo nunca estuve presente! —grité en cuanto sentí que me empujaba hacia la silla, pero yo me resistía—. ¡No he asesinado a nadie como para que me maten! ¡Exijo justicia!

—¡Cállate y camina! —de un fuerte empujón me tiró contra la silla—. Yo solo sigo órdenes, niñito.

—Tus órdenes me las paso por la cola —dicho esto, le escupí en la cara y corrí hacia la salida.

Creo que hacer esto en una cárcel con alta seguridad era lo más estúpido que pude hacer en mi vida, ¿cómo diablos pensaba escapar estando esposado hasta los pies? Soy un completo idiota.

Cuando estuve a punto de salir por la puerta, dos guardias me cargaron y me tiraron con fuerza contra la silla, de inmediato inmovilizaron mi cuerpo con unas correas que ataron en mis muñecas y tobillos, y me quitaron las esposas.

Listo, mi hora de muerte había llegado.

Comencé a llorar de desesperación mientras buscaba todas mis fuerzas para escapar, pues veía a los guardias muy apurados por preparar la silla para que yo muriese. Recibí un golpe en la cara por parte del guardia que me trajo aquí, esa fue la gota que derramó el vaso, no pude más y lloré con todas mis fuerzas, harto de que el mundo era tan injusto conmigo y con Tommy, ahora ya ni siquiera podría volverlo a ver o a besar, porque estaba a punto de morir. Sé lo mal que se va a sentir al enterarse que su propia madre me mandó a matar, saber que su propia familia hacía de todo por no verlo feliz era lo más doloroso de esta historia.

O quizás el no podernos despedir antes de morir era lo más triste...

Sollocé entrecortadamente cuando me pusieron el casco en la cabeza, mi respiración comenzó a acelerarse por el miedo y la ansiedad que me atacaron en ese momento, mi vida terminaría en un par de minutos, y ni Thomas, ni Mick, ni mi familia lo sabían, moriría y ellos se enterarían cuando mi cuerpo estuviera tres metros bajo tierra.

Jamás pensé morir tan joven, mi vida era una mierda, pero, ¿morir por amar? Era una completa basura.

—¡No lo haga, por favor! —grité entre lágrimas mientras observaba a un hombre ajustando la máquina y mirándome atentamente—. ¡Se lo suplico! ¡No hice nada malo!

—Lo siento, hijo... —dijo con pena—. ¿La encendemos ya?

—¡No...! ¡No, por favor, no lo haga! —comencé a entrar en pánico.

—A la cuenta de tres...

—¡Si van a matarme díganle que lo amo! ¡Díganle que lo amo y que no es su culpa todo esto

—Uno...

—¡Por favor!

—Dos...

—¡No!

—¡Tres!

En el momento en el que sentí la electricidad viajando sobre mi cuerpo, un fuerte sonido de una explosión invadió el lugar, llenando la habitación de gritos y humo. Al menos eso fue lo que alcancé a ver mientras mi cuerpo era electrocutado con una potencia mu fuerte.

Te amo, Tommy, con todo mi corazón. Fue lo que pensé mientras sentía cada vez la muerte llegando hacia mí, escuchando a lo lejos cómo un gran alboroto se formaba a mi alrededor, ¿la razón? La desconocía.

—¡Suelten a Dylan, bola de idiotas!

¿Gino?

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Perdón por la tardanza :) la uni no me deja en paz, bye

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