Capítulo 46
Otra vez a la celda, los policías me tiraron contra el suelo con fuerza y yo me levanté de inmediato para golpear los barrotes con desesperación.
—¡Idiotas! —grité con odio—. ¡¿Dónde está Mick?! ¡Déjenlo libre, ni se les ocurra traerlo! ¡Él no tuvo la culpa! —comencé a llorar mientras apretaba los barrotes y recargaba mi cabeza en ellos.
—Ya deja de llorar, tonto, aquí estoy —brinqué al escuchar la voz de mi amigo detrás de mí, ahí estaba él en la cama con sus brazos cruzados y una cara de pocos amigos.
—¡Mick! —corrí a abrazarlo—. ¿Cómo llegaste antes?
—Hice menos berrinche que tú —se encogió de hombros.
—Lo siento, en serio lo siento mucho, no quise que esto pasara, ni siquiera sabía que reanudarían el juicio.
—Descuida, lo hice por ti y tu novio, pero al parecer esa vieja no nos dejará tranquilos, ¿aún tienes mi cuchillo?
—No la vas a matar, Mick, su familia es capaz de mandarte a la silla eléctrica por eso.
—No, idiota, lo quiero para quitarme este callo que traigo en el dedo —me lo enseñó—. Obvio no mataré a esa vieja, ni loco —dijo mientras intentaba quitarse el callo—. Mi vida será una mierda, pero no lo suficiente como para morir de esa forma, prefiero morir de una sobredosis o bien pedo, que en manos de un Sangster.
—Ya entendí, mierda, también quiero ponerme pedísimo en este momento, pero estamos aquí.
—¡Ya sé, Dylan, no me lo recuerdes! —se levantó de golpe y fue hacia la reja para patearla—. ¡Maldita vieja canosa y con cara de iguana!
—Ok, ok, es mejor que te calmes o sufrirás un infarto, viejito, ven —lo senté de vuelta en la cama.
—Necesitamos un plan para escapar.
—¿Qué harás? ¿Explotar la prisión? Mejor espera a tus amigos y listo.
—No, no creo que la vieja esa me dio oportunidad de salir tan fácil —musitó mirando con enojo el suelo—. Con eso de que tiene dinero, de seguro me condenó aquí.
—Saldremos muy pronto, tranquilo —acaricié su espalda y me miró mal—. Ok, esa mirada me dijiste en mil idiomas que sea realista, entonces estamos condenados, tú nunca volverás a tu banda y yo nunca tendré hijos con Thomas.
—No pueden.
—¿Conoces el término adopción, idiota?
—¡Perdón! —exclamó agitando los brazos—. Creo que dormiré un poco, estoy muy estresado.
—Descansa, Mick, después de lo que pasó, no creo poder dormir bien.
—Ni que te hubiese atropellado un autobús, imbécil, deja de ser exagerado, te ayudaré a reencontrarte con el amor de tu vida, relájate.
—Dulces sueños, Mick, yo también te quiero.
Thomas:
Dos enfermeras y un cura llegaron de la nada, las chicas comenzaron a revisarme sin importarles mi estado. Cuando tocaban mi rostro, desviaba la mirada y evitaba su roce, me incomodaba tanto que quería vomitar.
—Cuéntame de ti, Thomas, ¿cuántas novias has tenido? —me preguntó el doctor mientras veía algunas cosas en su maleta, el cura esperaba en silencio sentado a su lado.
—No le diré nada —contesté con furia.
—¿Ah no? —tragué saliva cuando lo vi preparando una jeringa—. Pues tendrás que cooperar si no quieres conocer a mi amiga —brinqué en cuanto se sentó frente a mí de golpe—. Confía en mí por favor —no dije nada—. Háblame de tu infancia, ¿tuviste algún hecho traumático?
—No.
—¿En tu adolescencia?
—No.
—¿Vives con tu padre?
—Sí.
Suspiró, posiblemente estaba cansado de que yo no cooperaba, pero tampoco cedería tan fácil.
—Escucha, Thomas, lo que tú tienes es una enfermedad. Lo que pasa es que te has dejado llevar. Mírate, ¡eres un hombre! ¿No puedes simplemente vivir como lo hace el resto del mundo? Hombre y mujer, no hombre y hombre.
—¡No estoy enfermo, maldito idiota, soy más sano que tú y el cura idiota que está ahí sentado!
—¡Silencio, hijo de satán! —gritó el cura.
—¡Usted cállese, metiche, no sé para qué lo trajeron!
—Será de buena ayuda, Thomas.
—¿Y qué va a hacer? ¡¿Me va a leer el Apocalipsis?! ¡En la biblia dice que todos somos hijos de Dios por igual!
—Pero Dios no ama a los homosexuales —interfirió el cura—. Son personas nefastas hijas del pecado.
—¡Ya cállese! —grité con furia—. ¡Si no tiene otra cosa mejor que decir, lárguese a pecar en su propia iglesia, ni crea que no se le nota la pinta de pederasta!
—Se acabó, castiga a ese hijo del diablo, enséñale el poder de Dios.
El doctor no dijo nada, simplemente caminó hacia la máquina enorme y la encendió.
Mala decisión haber abierto la boca, definitivamente.
De inmediato, sentí el peor dolor que algún día pude experimentar, una terrible presión se hizo presente en mis extremidades y en los tendones de cada una, podía sentir cómo se aplastaban, provocándome una molestia horrible. Mi cara se adormeció por el dolor y apenas pude gritar con todas mis fuerzas. Sentía mi piel erizarse y mi cuerpo temblar, veía chispas por todo mi cuerpo y ya podía oler a quemado. El idiota me estaba electrocutando, para eso eran las pinzas en mis dedos. Cerré mis ojos con fuerza y grité más fuerte al sentir más dolor ingresando a mi cuerpo, al parecer el desgraciado había incrementado la potencia.
—¿Te arrepientes? —apenas escuché su pregunta.
—¡Para ya, por favor! —grité mientras lloraba—. ¡Me estás matando!
—Di que te arrepientes.
—¡Me arrepiento! ¡Ya déjame libre!
—No te creo.
—Hijo, es mejor que lo dejes, la señora lo quiere vivo —dijo el cura—. Te meterá a prisión si matas a su niñito.
—Tienes razón —entonces apagó la máquina y mi cabeza cayó hacia adelante como reacción.
Respiré profundo, sintiendo aún dolor en mi cuerpo. Mi corazón latía con fuerza y mi visión se nublaba cada vez más, me sentía completamente débil y a punto de vomitar. Y como si no fuera poco, mi cabeza dolía como un infierno y me provocaba mareos. Estaba a punto de desmayarme.
—¡Se está muriendo! —exclamó el cura, ya casi no los podía ver porque mis ojos comenzaron a cerrarse.
—¡Haga algo, usted es el de los milagros!
Mis ojos se cerraron por completo, no vi más que oscuridad y apenas escuchaba una serie de pasos apresurados caminando de aquí para allá. Pude sentir cómo estaba a punto de quedarme dormido, cuando de repente, un baldazo de agua me hizo brincar sobre mi asiento y despertar por completo. Mi pecho comenzó a doler a causa del susto, mis ojos se abrieron muy grandes por la misma razón, solamente podía mirar a los dos estúpidos que tenía en frente, el cura con una cubeta y el médico mirándome contento, de seguro porque no me morí.
Pero si no me mataba la electricidad de seguro me mataba el baldazo de agua que el imbécil ese me echó.
—Es agua bendita —miré mal al cura—. Es muy poderosa.
—¡Casi me matas de un susto, idiota!
—¡Más respeto hacia mi persona! —giró mi cara de una bofetada—. A ver si con esto te compones y me respetas —tomó mi quijada con fuerza y me inmovilizó, el doctor lo ayudó abriendo mi boca y dejaron caer el líquido salado en ella.
Retiré mi cabeza y escupí esa porquería, estaba horrible y ni así me pagaran un millón de dólares me la tragaría, quién sabe y qué tenía esa cosa. El cura me miró enojado y caminó hacia la máquina, antes de poder gritarle que no lo hiciera, él ya la había encendido.
Otra vez intentaban quemarme vivo. Mis gritos se hicieron presentes, mis ojos se cerraron y mis manos apretaban con fuerza por el dolor. Cuando la potencia incrementó, llegué a asustarme más de lo normal, pues mi cuerpo involuntariamente comenzó a sacudirse de una forma muy violenta, temía que esta vez sí llegaran a matarme con eso.
Respiré profundo en cuanto todo se detuvo, cada vez se me hacía más difícil tomar aire por el susto que experimenté. El cura regresó y tomó mi cabello con fuerza para tirar de él y llevarlo hasta arriba.
—¿Ya aprendiste la lección chamaco? —no respondí, una serie de quejidos apenas audibles salieron de mi boca, las lágrimas salieron sin avisar—. Más te vale que te bebas el agua bendita o te freiré en esa cosa.
—Dios... te... castigará... —apenas pude hablar entre dientes mientras lo miraba con odio.
—Dios me ama, a ti no, idiota —sonrió y regresó con su asquerosa agua para darme de beber una taza, me miró atentamente, con la esperanza de que me lo tragara, sin embargo, le escupí en su asquerosa cara, desquitando toda mi rabia con él—. ¡Desgraciado! —dos bofetadas muy fuertes fueron a mi rostro—. Tú quieres morir aquí, ¿verdad?
—Primero muerto antes de beber tu agua asquerosa —lo miré enfadado .
—Te la beberás así sea lo último que haga, ¿me escuchaste? —me golpeó nuevamente y salió del cuarto— ¡Necesito un respiro!
—Mira, escuincle —el doctor se me acercó, lo suficiente como para intimidarme—. Vamos a curarte así tenga que torturarte todos los días, y me importa un comino si me toma días o semanas, el millón que me dio tu madre valdrá la pena —una bofetada fue hacia mi cara, y finalmente el tipo salió del cuarto, dejándome amarrado a la silla y completamente solo en la oscuridad, donde lloré el resto de la noche, sintiéndome cada vez peor porque mi madre llegó al extremo de traerme aquí para curarme.
¿Qué mal tenía al ser diferente?
Busqué en toda la habitación algo que me fuera útil para desatarme. Nada. Ni un cuchillo. Comencé a mover mis manos para intentar liberarlas, pero con eso solo logré lastimar mis muñecas con la soga. Intenté dar saltitos para avanzar hasta la puerta, pero apenas me moví un centímetro, y es que mi fuerza era tan nula que no podía hacer algo tan simple como moverme hacia la puerta. Probé con tambalearme hasta que la silla se cayera, tenía la esperanza de que se rompiera en pedazos al impactar contra el suelo, pero lo único que logré con eso fue caer de lado al suelo y que me desconecté de la máquina de electricidad. El dolor se apoderó de la parte izquierda de mi cuerpo, brazo, pierna y cara dolían como el maldito infierno. Suspiré pesadamente y comencé a patalear, tampoco sirvió. Esta vez grité de impotencia y ya no hice nada más, me veía patético en esta posición e intentando escapar por mi cuenta. Ahora debía dormir así por imbécil.
—Te odio, mamá —musité mirando con rabia el piso.
Plan a: intentar soltarme de las sogas y la silla. FALLIDO.
----------------------------------------------------------Al día siguiente--------------------------------------------------
Dylan:
—¡Cadena perpetua! —Mick entró dando saltitos a la celda y me entregó una hoja de papel—. ¡Qué emoción!
—Maldita sea —musité leyendo el documento donde explicaba que Mick estaría encerrado de por vida gracias a una denuncia que le puso Tasha.
—A descansar —se acostó en la cama y cerró los ojos.
—No hablas en serio, ¿verdad?
—¡Obvio no! —pataleó sobre la cama—. ¡Quiero que esa vieja esté tres metros bajo tierra por encerrarme aquí!
—Tranquilo, se nos ocurrirá algo —tiré el papel a la basura—. Podríamos tratar de escapar.
—No, Dylan, es un suicidio.
—Entonces me rindo.
—Sé que mis amigos harán lo imposible para sacarme, luego volveré a luchar para que te saquen.
—Hace días dijiste lo mismo y estás aquí.
—Sí, pero... —guardó silencio—. Bueno, perdón por ser positivo, si salgo de aquí no te ayudaré.
—Claro, viejito, lo que tú digas, iré a las duchas.
—Con cuidado, niñito.
Caminé a lo largo del mugriento pasillo, pensando en cuánto deseaba que Tasha pagara por todo lo que nos había hecho a mí, a Tommy y a Mick, no era justo y nunca me cansaré de repetirlo. Llegué a las duchas, sin embargo, me detuve al ver a Connor y sus amigos (de quienes aún no recordaba sus nombres) a punto de salir, una toalla cubría sus cuerpos húmedos por el baño que apenas se habían dado.
—Miren nada más —Connor se me acercó lo suficiente como para hacerme retroceder algunos pasos—. Mi marica favorito.
—Déjame en paz —dije abriéndome camino entre ellos.
—Cuidado con el tono en el que nos hablas, niño.
Ni siquiera giré ante su comentario, no quería hablar con él para nada en el mundo, discutir con él te llevaba a una pelea segura, y lo que menos quería era pelear con ellos. además, Mick no estaba aquí para salvarme.
—Escuché que el anciano regresó a prisión porque intentó sacarte —rio, más no lo miré otra vez—. Es una pena, ambos se pudrirán aquí —entonces tomó el cuello de mi camisa y me acorraló contra la pared—. Por lo menos me queda mi juguete.
—No empieces, Connor, ¡déjame tomar una maldita ducha en paz! —grité harto de la situación.
—Awwww el marica se reveló —hizo un puchero y todos sus amigos rieron—. Eres patético, ¿lo sabías? —guardé silencio sin dejar de mirarlo—. ¡Responde! —un fuerte golpe fue a mi cara, dejándome completamente ido—. ¡Habla ya, imbécil!
Pero no podía, mi cabeza daba muchas vueltas y apenas podía mantenerme despierto por el dolor que sentía, tenía ganas de vomitar a causa del miedo, sabía que otra vez acabaría molido a golpes.
"Pelea, Dylan, pelea. Como si fuese Thomas al que le estuvieran golpeando."
Las palabras de Mick retumbaron en mi cabeza, él no estaba aquí para salvarme, pero en el fondo sabía que yo era capaz de salir de este aprieto, ya era hora de aprender a defenderme. Y es que imaginar que Thomas estaba en mi lugar me enojaba mucho y me incitaba a soltar golpes por doquier.
Cuando un golpe fue a mi ojo, reaccioné y supe que debía actuar, dejé que el mareo pasara y cuando mi vista se enfocó por completo, lancé el puñetazo más fuerte que pude al estómago de Connor, dejándolo en el suelo sin aire. Giré hacia sus dos amigos y no dudé en sacar el cuchillo que Mick me había dado, caminé hacia ellos y ambos corrieron hacia la puerta temiendo por su vida, las risas se les habían terminado y ahora a mí me tocaba reírme de ellos. Golpeé nuevamente a Connor en el estómago y salí del baño antes de que el imbécil pudiera levantarse, desde ahora en adelante sabía que debía tener más cuidado con él. Caminé a paso lento hacia nuestra celda y el guardia me hizo pasar. Cuando Mick me vio con el ojo lastimado, de inmediato se me acercó preocupado para revisarme.
—¿Qué pasó? ¿Connor otra vez? —asentí con la cabeza—. Pero estás vivo, no estás tan mal como si te hubiese golpeado.
—Me defendí —levanté mis pulgares con una sonrisa.
—¡Mi niño está aprendiendo! —me abrazó contento y alborotó mi cabello.
Thomas:
Abrí los ojos en cuanto escuché la puerta abrirse. Mi vista se cegó al ver la claridad del cuarto a causa de la luz del sol, lucía como si fuera medio día. Apenas pude conciliar el sueño, no era tan cómodo dormir amarrado a una silla en un cuarto frío y encima tirado en el suelo, pero mi cuerpo no resistió más y me dejé vencer por el cansancio y morí, no sé a qué hora, mas lo que sí sé es que ya era medio día.
Al menos eso pensaba.
—Mira nada más, te caíste —habló el doctor mientras se acercaba a mí, apenas podía mirarlo.
—Soy de mal dormir —mentí con una sonrisa burlona.
—¿Disfrutaste tu ayuno, chico? —me preguntó mientras me levantaba.
—¿Ayuno?
—Te ayuda a curarte —comentó mientras preparaba una jeringa, en seguida se acercó con la misma—. Tu brazo.
—¿Q-Qué es eso? —tragué saliva.
—Vitaminas, te ayudan a curarte, ya cállate.
—¡No! —me hice a un lado—. Ni siquiera sé qué es.
—Déjate inyectar o te juro que la aguja irá directo a la vena de tu cuello.
—Te vas a arrepentir de haber nacido, estúpido —hablé entre dientes y de inmediato cerré los ojos con fuerza al sentir el pinchazo.
Sea lo que sea que me haya inyectado, ya estaba dentro de mi cuerpo y no sabía si era dañino o no para mí, estaba perdido.
—Luces bien —dijo mientras revisaba mis ojos.
—Mira, dejé que me inyectaras lo que haya sido esa mierda, ¿puedes soltarme, por favor? Ya ni siquiera siento mis manos.
Plan b: hacerme la víctima. EN CURSO.
—No creo que sea conveniente, Thomas.
—Por favor, por lo menos quiero comodidad
El mayor rodó los ojos y caminó detrás de la silla, cortó la cuerda con un cuchillo y liberó mis manos. Suspiré con una sonrisa en mi rostro y miré mis manos contento, sentía un alivio increíble.
Sin embargo, mi alegría fue nula, pues en cuanto mis manos estuvieron libres, el idiota las volvió a atar, pero esta vez sobre los reposabrazos de la silla.
Plan b: hacerme la víctima. ÉXITO A MEDIAS.
—Gracias —usé el sarcasmo.
—Bien, Thomas, hoy tengo preparado algo especial y diferente para ti —se paró delante de mí y me miró atentamente—. Vendrán cuatro chicas aquí con ropa algo comprometedora. Luego cada una se quitará su ropa y posará desnuda frente a ti para que con eso tu cerebro se acostumbre a lo que está bien y mal.
—¿¡Entonces está bien obligarme a ver a alguien desnudo!?
—Si es una mujer no es nada de malo —se levantó de hombros.
—¡Eres un idiota! ¡No lo haré! ¡Es lo más estúpido que pueden hacerme! ¡Voy a demandarlos cuando salga de aquí!
—Cuando salgas de aquí tendrás una nueva mentalidad, así que cállate —la puerta se abrió y entraron las chicas—. Y aquí vienen...
Mi cuerpo comenzó a temblar cuando vi a las chicas entrar, no les tenía miedo, sino me generaba incomodidad al tenerlas casi desnudad frente a mí, yo respetaba mucho a las mujeres y sentía que viéndolas así, les estaba faltando al respeto. Aunque a quien también estaban faltando al respeto era a mí, pues me obligaban a verlas así cuando yo no quería.
Cuando las muchachas ya se encontraban delante de mí, giré mi cabeza hacia un lado y miré al suelo con una mueca de disgusto, no por ellas, para nada, sino porque me sentía demasiado incómodo en esta situación. Sentí las manos del doctor tomar mi rostro y girarlo a la fuerza, permitiéndome ver a las chicas otra vez, así que no dudé en cerrar los ojos.
—Thomas, ábrelos o te pondré pinzas.
—No lo haré —los cerré más fuerte.
Entonces dejé de sentir su agarre, cuando abrí mis ojos y giré mi cabeza para buscarlo, el terror se apoderó de mí nuevamente, puesto que lo vi cerca de la máquina de electricidad. Antes de poder decirle algo, la corriente ya comenzó a viajar a través de mi cuerpo. Cerré los ojos con fuerza y grité mientras apretaba los puños y mi cuerpo se sacudía involuntariamente. Grité aún más fuerte cuando sentí que el tipo incrementó la potencia, parecía que ahora sí quería matarme por ser desobediente con él
Me di por vencido, ya no soportaba más el dolor, podía sentir claramente cómo mis huesos y tendones se aplastaban. Mi cabeza fue hacia adelante y a partir de ese momento, dejé de tener consciencia, solo dejé que la electricidad me matara. La máquina dejó de funcionar, sin embargo, no podía mover nada, ni siquiera mi cabeza, que ahora permanecía sobre mi pecho.
—Eso es —apenas pude escuchar la voz del estúpido doctor—. ¿Te sientes relajado? —no respondí porque no podía ni moverme—. El plan va en marcha, más vale que cooperes porque tu madre me dejó un valor muy grande y quiere que ya haga efecto lo más pronto posible para que te cases con la hermosa Isabella Melling.
Mis ojos comenzaron a picar a causa de las lágrimas, juro que nunca antes había deseado tanto morir como ahora.
—Ahora levanta la cabeza —tomó mi cabello y lo tiró hacia arriba para obligarme a mirar a las chicas en ropa interior—. Y disfruta el espectáculo en silencio, o te electrocutaré otra vez.
-----------------------------------------------Al día siguiente-----------------------------------------------
Dylan:
—Mick...
—¿Ah?
—Ya es 26 de agosto.
—¿Y?
—Hoy es mi cumpleaños.
Mi amigo asomó su cabeza desde su cama para mirarme con sorpresa, se levantó y me miró asombrado.
—¿Cuántos cumples?
—Diecisiete —sonreí apenas— Es loco, creí que los celebraría en un bar, me pondría borrachísimo y bailaría hasta el amanecer. O por lo menos pasarla con Thomas, solo eso me bastaría para tener un buen día.
—Pues... feliz cumpleaños —me sonrió y abrió sus brazos, eso fue suficiente para que yo bajara de mi cama y lo abrazara.
—Gracias, Mick.
—Saldremos de aquí pronto, te lo prometo y serás feliz con el rubio.
—¿Crees que venga hoy? —lo miré emocionado.
—Es tu cumpleaños, tonto, por más que su madre lo tenga más vigilado, sé que hará hasta lo imposible para venir a visitarte. Te ama, Dylan, y en el poquísimo tiempo que lo conocí, demostró enteramente que le importas.
—Ya quiero verlo —comenté al borde de las lágrimas y volví a abrazar a Mick—. Espero que esté bien ahora.
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Holaaaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaa
perdón por haber tardado :( es que hace dos semanas entré a la universidad y aaaaa no mameeen, ya no tengo tiempo para nada c: pero weno trataré de no ausentarme lxs tkm
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