Capítulo 45
Otra vez me había escabullido de casa para ir a visitar a Dylan, nada difícil teniendo a mi madre yendo y viniendo al hospital, a mí todavía no me permitían ir y se me hacía extraño, ¿tan mal estaba mi padre como para que no pudiera verme? ¿O me odiaba porque soy diferente? No lo sabía, pero moría porque todas mis dudas fueran resueltas.
Una vez en la cárcel, me volvieron a revisar, tomaron mis datos y blah, blah, blah, todo el proceso aburrido por el que tanto detestaba pasar, lo importante era verlo a él y ya, tan solo un ratito y estaría feliz.
Me senté en el lugar de siempre y esperé mientras jugaba con mis uñas, de inmediato escuché una puerta abrirse, por donde tiraron con fuerza a mi novio y provocando que cayera al suelo. Hice una mueca al verlo así, se veía muy sucio y maltratado. Se levantó del suelo y caminó hacia mí, casi se me sale el alma al verlo en semejante estado: su rostro estaba lleno de golpes, su ojo izquierdo muy morado e hinchado, apenas podía abrirlo, en su labio había sangre fresca, parecía que lo habían golpeado en ese preciso momento, y por último, sus ojos tenían lágrimas frescas a punto de salir de ellos. Tomó el teléfono y suspiró en él.
—Sé lo que piensas —dijo mirando hacia abajo—. Me veo del carajo.
—¿Qué te hicieron, Dyl?
No respondió, simplemente se recargó en el espaldar de su silla e intentó contener el llanto.
—Amor...
—Aquí hay gente mala, Tommy —sollozó—. Me golpean cada que tienen oportunidad.
—Me siento tan impotente e idiota al no poder hacer nada por ti, pero créeme que lo estoy intentando, muy pronto comenzaré un juicio para sacarte.
—Gracias, mi cielo —me sonrió, por lo menos su sonrisa me dio paz un momento—. No te dejaron traerme a Algodona, ¿verdad?
—No, no puedo salir de mi casa para ir a la cabaña, perdóname en serio, me tienen muy vigilado.
—¿Es tu mamá? ¿Cómo se comporta contigo desde ese día? Olvidamos hablar ese tema la semana anterior.
—Es terrible, estoy harto de que ella me mantenga encerrado en mi casa, la veo ir y venir, arreglar papeles y todo, me estresa en serio. Además, su mirada de decepción me mata todos los días.
—Ojalá todo fuera diferente... ojalá yo fuese una mujer millonaria como para que tu familia me acepte.
—No digas eso, cielo, yo te amo tal y como eres.
Un pequeño silencio reinó en nuestra conversación, no hablábamos, solo nos mirábamos a los ojos de una forma tan especial que solo ambos podíamos entender. Dos miradas que demostraban cuánto deseábamos estar juntos.
—¿Sabes? —mi novio rompió el silencio—. Todos estos días ha estado rodando en mi cabeza la canción de Amanda Miguel, amigos simplemente amigos, ya sabes, la que dice...
—Cuanto daría por gritarles nuestro amor —canté riendo.
—Decirles que al cerrar la puerta nos amamos sin control...
—Que despertamos abrazados...
—Con ganas de seguir amándonos...
—Pero es que en realidad no aceptan nuestro amooooor —cantamos al mismo tiempo y soltamos una carcajada, sin embargo, el silencio se apoderó de nosotros nuevamente.
—Te extraño, Dyl...
—Yo también, Tommy, cada segundo que paso en este maldito encierro.
—Perdóname, en serio —sollocé y comencé a llorar—. Es mi culpa que estés aquí... nunca... nunca debimos habernos conocido, fui tu maldición.
—Cielo, no digas eso, ¿sabes cuánto mejoró mi vida desde que te conocí? Y no hablo por la parte económica, nada de eso. Sino en la forma de sentirme vivo, me devolviste las ganas de salir adelante, gracias a ti comprendí que puedo amar a alguien, veía a mis padres y pensaba que jamás tendría un buen amor por presenciar todo el tiempo sus peleas, hasta que te conocí...
—Eres lo mejor que me ha pasado, ¿lo sabías? —negó con la cabeza—. Pues ahora lo sabes, Dyl, y siempre repítelo en tu cabeza, si algún día no estoy, recuérdalo para siempre, mi lindo amor.
—Lo recordaré cuando esté solito en mi celda —sonrió levemente.
—Señor Sandro O'Brien —giré ante el llamado de una señora—. Se acabó el tiempo.
—Puta madre —susurré y Dylan rió—. Listo, ya voy —le mostré una falsa sonrisa a la muchacha y ella se fue—. Odio esto, mierda.
—Esa boca, Tommy —negó con la cabeza mientras reía—. Ve, corazón, no pierdas tu tiempo aquí.
—Cállate, tonto, si fuera por mí dormiría con el teléfono pegado a la oreja solo para escucharte roncar.
—Te amo, Thomas, con todo mi corazón.
—Y yo con todo mi hipotálamo, Dylan.
—No me vengas con tus cosas de nerd que estuve apunto de reprobar anatomía —reímos.
—Te veré en una semana, mi amor, cuídate mucho de los malos, en serio.
—Te estaré esperando, mi vida, y no te preocupes por mí, sé cuidarme solo.
—Sí, desde luego —fui sarcástico—. Hablo en serio, Dyl, no quiero verte tan lastimado la próxima semana.
—No lo harás, Tommy, tranquilo....
—Eso espero —le mandé un beso y colgué el teléfono sin dejar de verlo.
Coloqué mi mano sobre el cristal y él hizo lo mismo, juro que estaba a punto de besar el cristal para que él me siguiera el juego, pero no quería que me miraran raro aquí, además no debía levantar sospechas de que el novio de Dylan estaba aquí, de por sí ya era extraño que un familiar colocara su mano en el cristal con él. Le envié un último beso y me levanté de la silla para salir de ahí, no sin antes mirarlo por última vez y despedirme de él con mi mano.
----------------------------------------------------Al día siguiente--------------------------------------------------------
—Señor —escuché la voz de Jaime y levanté la cabeza, ahí estaba él bajo el marco de mi puerta—. Tiene visitas.
Se hizo a un lado y me dejó ver a Ki y Kaya, quienes entraron con la cabeza gacha. En cuanto Jaime cerró la puerta, ambos entraron para abrazarme.
—Hola, chicos —apenas sonreí—. ¿Qué los trae por aquí?
—Vine a visitarte y este se me cruzó en el camino así que lo traje conmigo —comentó Kaya.
—En realidad, ella casi me atropella y me trajo por lástima.
—¡No es cierto! —exclamó mi amiga—. Bueno sí... un poquito.
Ki Hong suspiró mientras negaba con la cabeza.
—No has ido al internado ni nos has llamado, estábamos preocupados por ti, después de lo de Dylan...
—Lo sé, pero mi madre no quiere que regrese a la escuela hasta que yo admita que soy heterosexual y me voy a casar con Bella.
—Eso es absurdo.
—Lo sé, Ki. Por eso estoy tratando de contactar a un montón de abogados para que se reanude el juicio.
De repente, el timbre de la casa sonó, provocando sorpresa en los tres.
—¿Quién será? —musité acercándome a la ventana para espiar.
—Vayamos a ver —dijo Kaya saliendo del cuarto.
—No tengo órdenes de permitir visitas desconocidas, señor, lo siento —escuché la voz lejana de Jaime.
—Conozco al niño Sangster, porque soy amigo de Dylan O'Brien, y solo quiero ayudarlo —levanté una ceja al escuchar eso, ¿quién diablos era?
—Sí, claro, ¿cómo sé que no es uno de esos locos que quieren aprovecharse del dinero del señor Sangster? Fuera de aquí —cuando vi a Jaime tratando de echar a la visita, interferí en su pelea.
—¡Jaime, espera! —una vez lo suficientemente cerca, vi a un hombre mayor de pelo largo y muy negro—. No lo hagas, hablaré con él.
—Pero, señor...
—Pero nada, Jaime, silencio, de todas formas mi madre no está aquí —miré al hombre—. Una disculpa por lo sucedido, soy Thomas.
—Sé quién eres, niño, yo soy Mick, Mick Mars, ex compañero de celda de Dylan.
Abrí mis ojos muy grandes.
—¿De verdad? ¿Qué lo trae por acá? ¿Dylan está bien?
—No es eso, Thomas. Quiero ayudarte a reanudar el juicio hoy mismo, porque tengo un contacto que nos puede ayudar a sacar a Dylan de la cárcel,
—¿Por qué quieres ayudarme? ¿Cómo sé que no me traicionarás?
—Porque vi a Dylan y sé que ni tú ni él son malas personas, solo intentaban amarse en un mundo lleno de prejuicios.
Asentí con la cabeza con algo de melancolía. Guardé silencio mientras pensaba en una respuesta para el hombre, no lo conocía, pero había estado con Dyl y un poco de ayuda no me vendría mal, de todos modos me serviría. Al final levanté mi rostro y miré a Mick.
—Está bien, señor Mars, reanudemos ese juicio.
***
Acomodé corbata cuando nos encontrábamos afuera, a unos cuantos metros del juzgado. Me había fugado de casa y le dije a mi hermana Ava que me cubriera la espalda. Seguí al Sr. Mars, pues él no dudó ni un segundo y caminó decidido hacia la cárcel y luego al juzgado. Nos revisaron muy bien y en seguida nos dejaron pasar. A lo largo de los pasillos había algunos espejos, donde podía ver mi silueta: un niño muy asustado y ansioso vestido con un traje super elegante. Mick me llevó hasta el fondo, donde una enorme puerta se abrió cuyo sonido al abrirse llamaba la atención de cualquiera ahí dentro. Nos sentamos en unas de las sillas delanteras y esperamos a que el resto llegara. Ki y Kaya no tardaron en llegar para ser nuestros testigos, ellos nos ayudarían a contar la verdad. También llegaron Blue y Grey un poco más tarde, justo cuando la jueza se sentó frente a nosotros.
Comencé a temblar a causa del miedo, temía por fracasar nuevamente y sentir esa horrible ansiedad que me mataba desde que mi plan con Dylan se jodió. Mick notó mi nerviosismo, así que no dudó en darme una palmadita en la espalda y decirme que todo estaría bien.
Ojalá pudiera creer eso, me habían pasado tantas cosas horribles que sinceramente ya no podía ser positivo.
Levanté la cabeza cuando escuché que abrieron la puerta. Ahí estaba. El pobre apenas podía caminar por cómo lo tenían amarrado y cómo lo trataban, traía esposas en las manos y en los pies, una cadena viajaba desde las muñecas hasta sus tobillos, asegurando las cuatro extremidades, parecía una tortura para él, pues su semblante decía mucho, parecía que el pobre quería desaparecer en ese momento. Su cara estaba abrumada por la seriedad, de vez en cuando hacía movimientos bruscos para que los guardias no lo tocaran, de seguro no sabía la razón por la que se encontraba aquí porque aún no nos miraba ni a mí ni a los demás.
Cuando lo sentaron frente a mí, ni siquiera levantó la mirada, miraba sus manos con toda la ira del mundo, se lo notaba harto de todo. Mick chasqueó los dedos dos veces, llamando su atención de esta forma. En cuanto nos vio, su cara cambió de inmediato, sus ojos brillaron, su semblante se abrumó por la felicidad y una enorme sonrisa relució en su rostro, tanta era su felicidad que quiso correr hacia mí, pero los guardias no se lo permitieron y lo volvieron a sentar con fuerza. Su cara regresó a la tristeza, aunque no fue mucha, pues cuando vio a mis amigos como testigos, les sonrió y les saludó muy emocionado con sus manos juntas por las esposas que le imposibilitaban mover solo una mano.
El juicio comenzó, Mick y el abogado iniciaron, trataba de concentrarme y prestar atención, pero no podía dejar de mirar a Dylan, quien tampoco despegaba su mirada de mí. Sin embargo, nuestro jueguito terminó cuando me dieron la palabra.
—Señor Sangster, usted asegura que no fue secuestrado por el señor O'Brien —habló la jueza.
—Exacto.
—Podría explicarnos, ¿qué fue lo que pasó en realidad?
—Claro —tomé aire y comencé—: Dylan y yo solamente escapamos porque mi madre me quería casar a la fuerza con Isabella Melling. Señoría, soy consciente de que soy menor de edad todavía, pero eso no le da derecho a mi madre a encerrarme en algo donde no seré feliz, ¿me entiende? Por más que sea mal visto, amo a Dylan con todo mi corazón y prefería renunciar a todo para estar con él, que tener todo, pero sentirme vacío con Isabella.
—Los muchachos no hicieron nada malo, su señoría —Mick se levantó—. A su edad yo también me escapaba con mi novia simplemente para pasar el rato o disfrutar, ¿me entiende? No robaron, ni mataron. No es justo que la madre del señor Sangster encierre al señor O'Brien en una cárcel de mayores solo por esto, que es algo que cualquier adolescente terco hace. Si ve el estado del muchacho, claramente se nota que no la está pasando bien —todos miraron a Dylan, quien bajó la mirada al sentirse observado—. La señora Sangster no está aquí específicamente por esa razón, porque ella con todo su dinero tiene más poder que nadie aquí, convirtiendo a este establecimiento en un lugar corrupto, ¡liberen a Dylan y encierren a Tasha Sangster!
La dureza de las palabras de Mick me llegaron tanto que me fue imposible no llorar, la presión, el miedo y el estrés me estaban matando, solo quería que todo se solucionara y ya. La jueza guardó silencio mientras revisaba algunos papeles, carraspeaba su garganta de vez en cuando y seguía sin decir nada.
¡Hable ya!
—Me temo que necesito que tu madre esté aquí para poder llegar a un acuerdo —pronunció seriamente—. Pero ustedes están en ventaja de ganar y concederle la libertad a Dylan.
De repente, la puerta principal se abrió, juro que nunca antes había sentido tanto miedo en toda mi vida como ahora, y es que por la puerta entraron mi madre y un par de oficiales. ¿Qué mierda hacía ella aquí? ¿Cómo se enteró?
—¡Detengan esto ya! —entró gritando, Dylan me miró aterrado—. Brodie, confié en ti... me dijiste que salías con Jaime a pasear, ¡no a esta mugrosa cárcel a visitar al pordiosero!
—Señora, le ruego respeto, por favor —ordenó la jueza muy calmada.
—¡Usted cállese! ¡Haré que la despidan por llevar a cabo este juicio! ¡Vámonos, Tommy! —tomó mi muñeca con fuerza y caminó hacia la salida conmigo.
—Mamá, basta, ¡mamá! —grité y ella se detuvo— Vámonos pero deja libre a Dylan, te prometo que no lo veré, ni nada, te lo juro —me arrodillé en el piso para suplicar— Por favor, mamá, está sufriendo aquí...
—¡Ni hablar! ¡Es más, envíen a la cárcel al anciano de Mars! ¡Y que se pudra aquí por metiche!
Los policías caminaron hacia Mick, quien se mantuvo serio todo el tiempo, intentaban esposarlo, pero él no se dejaba, forcejeó hasta que un imbécil le dio un golpe en el estómago que lo dejó en el suelo, ahí le pusieron las esposas y aprovecharon para llevarlo de vuelta a su celda.
—¡Esto es estúpido, estábamos a punto de ganar el caso! ¡Suéltenme, soy inocente, ya cumplí mi maldita condena! —Mick pataleaba mientras miraba con odio a mi madre.
Giré hacia la jueza para que hiciera algo, sin embargo, sabía que no podía hacer nada al ver a mi madre dándole un montón de billetes.
—Lo siento, hijo —me dijo con decepción—. Llévense a O'Brien a su celda de nuevo.
—¡No! —grité y corrí hacia mi novio, a quien tomaron de los brazos para obligarlo a pararse—. ¡No los encierren, por favor! ¡No tuvieron la culpa de nada!—tomé las manos de Dyl mientras ambos llorábamos sin dejar de vernos a los ojos.
—¡Ya basta, Brodie, suelta al pordiosero! —mi madre tiró tan fuerte de mí que logró separarme de él—. ¡Nos vamos!
—¡No! —comencé a forcejear—. ¡No me alejes de él, mamá, ya no lo soporto! —los policías me obligaron a caminar—. ¡Te amo, Dyl!
—¡Cállenlo ya! —gritó mi madre, a continuación, sentí un golpe en mi cabeza que nubló mi vista por completo, desde ese momento no supe más de mí.
***
Cuando desperté, lo primero que vi fue una luz que me cegó por completo, intenté cubrir mis ojos con mi mano, sin embargo, unas correas atadas a la silla donde me encontraba me lo impedían. Un par de pinzas se encontraban en mis dedos, dos objetos circulares sobre mis sienes, que se conectaban a una máquina, igual que las pinzas. El miedo invadió mi ser, ¿dónde estoy? ¿Por qué estoy amarrado? ¿Me habían secuestrado luego del juicio?
Una puerta se abrió, mi cuerpo comenzó a temblar a causa del miedo, dos personas entraron por ella: un doctor y... mi madre.
Así que ella era la responsable de esto.
—Mamá... ¿qué hago aquí?
Ella suspiró y se me acercó.
—Brodie... debo decir que estoy demasiado decepcionada de ti, en serio —bajé la mirada—. Ni creas que no sabía a dónde ibas con Jaime los dos últimos fines de semana, te tenía rodeado con cámaras y micrófonos...
—¿Que hiciste, qué? —la miré enojado.
—Lo que oíste —hizo puchero de lástima.
—No despidas a Jaime, por favor.
—¿Por qué? Él solo te obedecía porque hacía su trabajo. Tú mismo le dijiste que asumirías las consecuencias, ahora las asumirás —me sonrió—. Cuando usted quiera, doctor.
—¿Qué me va a hacer? ¿Torturarme? Máteme si quiere, a mí ya no me interesa.
El doctor no dijo nada, simplemente me enseñó un letrero en la pared que decía: "Terapia y Curso para curar la homosexualidad".
—¿Es en serio, mamá? ¡No pudiste llegar tan lejos, en serio!
—¡Cállate, que es por tu bien, y no lo volveré a discutir! Doctor, use lo necesario para curarlo, volveré en una semana para verificar su estado.
—Entendido, señora Sangster —entonces mi madre salió de ahí sin más.
—¡Te odio! —le grité antes de que se fuera, entonces comencé a llorar de impotencia.
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