Capítulo 44

Caminé hacia el baño y me miré al espejo, suspiré apegándome al lavamanos y en seguida lavé mi cara, ya debía dejar de lado mis emociones malas y comenzaría por esto: limpiar mi rostro, Dylan no debía ver a un niño despeinado y con la cara sucia, definitivamente no.

Después de darme una ducha rápida (debo aclarar que no me había bañado desde hace una semana) y de vestirme, fui hacia mi computador, abrí Photoshop y comencé a editar una identificación falsa. Me detuve al ver que la identificación era de plástico, ¿cómo diablos imprimiría mi edición en plástico? Tenía que ver otra forma.

Pensé algunos segundos mientras movía frenéticamente mi pierna derecha sobre el piso, fui a revisar mi billetera en busca de algo que me sirviera. ¡Bingo! Mi certificado de votación estaba impreso en cartulina.

Entonces comencé con mi trabajo, escaneé el pedazo de cartulina e inserté la foto en Photoshop, hice lo posible para hacer una copia idéntica, pero con otros datos y otra foto sacada de un anuario que encontré en internet.

Mi nombre para ir a visitar a Dylan era: Sandro Alejandro O'Brien Hernández, nacionalidad: mexicana, edad: dieciocho; y ya el resto es innecesario explicar.

Imprimí el documento en una cartulina parecida a la de mi certificado, procuré que saliera lo más exacto posible y ¡bingo! ¡Había falsificado un documento! No se veía tan mal, lucía creíble de hecho, estaba todo listo para llevar a cabo mi plan.

Allá voy, Dyl.

***

—Listo, llegamos —pronunció Jaime mientras apagaba el auto.

Tragué saliva y comencé a temblar al ver el enorme edificio frente a mí, los recuerdos me invadieron y me provocaron una horrible sensación de miedo, ese mismo miedo que sentí al ser separado de Dylan aquel día tan nefasto.

—Sé cómo se siente, señor —la voz del mayor me distrajo—. Pero ya verá que se pondrá bien cuando lo vea.

—Lo sé, es solo que... tengo miedo de verlo mal y sentirme impotente.

—Descuide, todo pasará, ahora póngase esto —me extendió un cubre bocas, un gorro y unas gafas—. Con esto no lo descubrirán.

—Eres muy inteligente, Jaime, vámonos.

Bajamos del auto y fuimos hacia la entrada, con cada paso que daba me moría de nervios, quería llegar lo más rápido posible para mirarlo después de una semana entera. Un guardia nos miró atento en cuanto llegamos, tragué saliva y miré a Jaime esperando a que él hablara.

—Venimos a visitar a alguien.

—Identificaciones por favor.

—Ah, mire, yo soy mexicano y viajé de urgencia aquí, porque escuché que encarcelaron a mi primo —dije nervioso después de que Jaime le entregó su identificación—. Pero tengo mi certificado de votación, ¿sirve? —se lo extendí.

Tomó el pedazo de cartulina y comenzó a analizarlo, me miró a mí y luego al papel.

—¿Por qué trae gafas y cubre bocas?

—Estas ah... porque son parte de mi cultura, y el cubrebocas porque estoy muy enfermo y no quiero contagiar a nadie —respondí intentando no lucir nervioso.

—Quítese las gafas, este no es lugar para usarlas.

—Ok... —me las quité lentamente mientras mi mano temblaba, la mirada del hombre iba y venía sobre mí, los nervios me mataban cada vez más.

—Pasen —se hizo a un lado y ambos caminamos adentro.

Suspiré aliviado, a punto de llorar, de no ser porque Jaime me abrazó contento mientras festejaba. Le sonreí y fuimos directo a la recepción donde nos preguntaron a quién veníamos a visitar.

—Oh no, el niño O'Brien tiene prohibido visitas, es un delincuente muy peligroso —dijo la chica que nos atendió.

—Por favor —mi voz se quebró sin querer—. Viajé muchos días desde México para venir a visitarlo, no me haga esto, señorita, ¿y si le doy quinientos euros? ¿Aceptaría?

La chica me miró dudosa mientras mordía su labio y pensaba.

—Solo cinco minutos, por favor, se lo ruego —junté mis manos a punto de llorar.

La mujer suspiró y rodó los ojos.

—Está bien, notificaré el caso, siga adelante y gire dos veces a la derecha, ahí está la sala de visitas con los teléfonos, siéntese frente a uno mientras traen al muchacho.

—Muchas gracias —le sonreí contento y corrí con Jaime detrás de mí.

Llegamos al lugar y mi corazón comenzó a latir desenfrenado, miré a Jaime contento y lo abracé.

—¡Lo logramos! —exclamé feliz.

—Buen trabajo, señor, ahora siéntese y espérelo, yo me quedaré aquí parado.

—Gracias, Jaime —lo volví a abrazar y caminé hacia las sillas.

¿Cuál escogería? Había seis y de la emoción que sentía, no podía decidirme, era una sensación inexplicable.

Al final escogí la tercera, junté mis manos y esperé a que llegara. No podía dejar de mirar a todos lados desesperado, moría por verlo ya y decirle algo, mis nervios eran tan grandes que comencé a sentir un ligero dolor en el estómago, quería calmarme, pero me era imposible, mis manos y piernas no dejaban de temblar de la emoción.

De pronto, escuché el sonido de una puerta abrirse, mi corazón comenzó a latir como un loco al mirarlo caminar hacia mí con dos policías sosteniéndolo con fuerza, el pobre estaba muy enojado y se negaba a seguir caminando.

—¡Ya les dije que no quiero ver a nadie! —su grito me partió el corazón—. ¡No conozco a ningún Sandro, de seguro es alguien que llegó a humillarme, déjenme dormir!

A pesar de eso no bajé la guardia, sabía que estaría confundido al escuchar que un Sandro Alejandro lo venía a visitar, y no lo culpo, de seguro estaba perdiendo la cabeza aquí. Mi corazón casi se me sale del pecho cuando lo tuve frente a mí, se veía muy molesto, sin embargo, cuando levantó la cabeza, su expresión cambió a sorpresa y felicidad. Era increíble, me había reconocido con solo ver mis ojos.

Rápidamente tomó el teléfono, yo también lo hice sin quitar la sonrisa de mi rostro, pude escuchar que comenzó a llorar cuando coloqué el teléfono en mi oreja.

—¿T-Tommy? —apenas pronunció y sentí que volvía a estar vivo—. Di-digo, ¿Sandro?

—Hola, Dyl —mi voz se quebró y de inmediato rompí en llanto.

—¡Ya váyanse! —gritó a los policías, quienes se retiraron en seguida—. T-Tommy, viniste, no lo puedo creer —él también comenzó a llorar—. No sabes la falta que me has hecho.

—A mí también, Dyl —dije colocando mi mano sobre el vidrio que nos separaba, él hizo lo mismo para juntar nuestras manos—. Todos estos días han sido terribles sin ti, siento que ya no puedo más.

—Tranquilo, mi cielo, muy pronto el sol brillará sobre nosotros otra vez, ya lo verás —apenas sonrió—. Déjame ver tu rostro, ya no hay nadie que pueda verte, anda, quiero ver la linda carita de mi niño.

Sonreí levemente y me bajé el cubrebocas, le sonreí levemente y él también lo hizo, aunque casi no podía verlo por la iluminación.

—Estás tan lindo como el día en el que te perdí.

—Quiero verte, no te veo bien por la iluminación.

—Oh, no, no quieres verme, en serio.

—¿Por qué?

No respondió, solo suspiró y caminó hacia un interruptor, de inmediato el lugar se iluminó por completo. Solté un sonido de asombro en cuanto lo volví a ver, su cara estaba llena de moretones y rasguños. La expresión de Dyl cambió de pronto, ya no se lo veía tan feliz.

—Por eso no quería mostrártelo —dijo agachando la cabeza—. Me veo terrible.

—Mi amor, así te falte un ojo a mí me vas a seguir gustando, pero dime, ¿qué te pasó? ¿Quién te hizo eso?

—Aquí hay gente mala, Tommy. Son matones que me llaman marica todo el tiempo y no dejan de golpearme cada que tienen oportunidad. Tengo miedo de que algún día me maten y nunca pueda volver contigo.

—Tranquilo, Dyl, haré lo que sea para sacarte de aquí, lo prometo —volví a poner mi mano sobre el cristal y él hizo lo mismo—. Te amo, mi amor.

—Yo te amo más, mi corazón. Me muero por abrazarte otra vez.

—Odio esto, joder —sollocé agachando la mirada—. Quiero tenerte conmigo, ¿tan difícil es?

No me respondió, simplemente guardó silencio mirando hacia abajo aún con el teléfono en su oreja.

—Creo que lo mejor es que me olvides...

—¿Estás loco?

—Tu madre es la loca que me sentenció aquí, no tiene caso que me sigas esperando, Tommy, mereces ser feliz y no vivir así.

—Pero tú me haces feliz aunque sea así, ¿sabes cuánto está latiendo mi corazón por la emoción? ¡Muchísimo!

—No te condenes, Tommy, por favor, me pudriré aquí, no mereces una relación así.

—No voy a hacerte caso, lucharé día y noche hasta poder sacarte.

—Eres un jodido terco, ¿sabías que te amo?

—Obvio —le saqué la lengua y ambos reímos—. Descuida, Dyl, cuando te saque de aquí seremos felices lejos de aquí, buscaremos a Freddie, nos mudaremos y todo saldrá de maravilla, ya lo verás.

Él sonrió y asintió con la cabeza sin dejar de sonreír.

—Señor Sandro O'Brien —al escuchar la voz de la recepcionista rápidamente me puse mi cubrebocas, giré hacia ella, quien me hizo una señal como si tuviera un reloj invisible en su muñeca—. Ya es hora.

—Voy en seguida —le musité triste, en serio no quería irme.

—Ya debes ir, ¿no?

—Sí, apenas me dieron cinco minutos, mi madre no permitió que te hicieran visitas.

—Tu madre me envío directo al ataúd —dijo riendo—. Hoy me golpearon un montón, pero con solo verte ya me olvidé del dolor que sentía.

—Te amo, Dyl, solo sé fuerte un poquito más para sacarte, ¿ok? —él asintió inseguro.

—Yo también te amo, cielo, oye, si puedes visitarme otra vez, ¿me puedes traer a algodona? Se me complica mucho dormir la verdad, y también tráeme una foto tuya, por fi, por lo menos para tenerte conmigo de alguna forma —me sonrió ligeramente.

—Lo haré, mi amor, todo lo que quieras.

—Espero verte pronto —dicho esto, dejó el teléfono en su lugar al sentir la presencia de los dos policías, quienes de inmediato lo inmovilizaron con una cadena en el cuello.

Me asusté al verlo así, el alma se me fue al piso, se notaba que le dolía por las muecas que hacía, quería romper este maldito vidrio y sacarlo, o decirles a los policías que no fueran tan duros con él, pero era imposible, no podía armar un escándalo aquí.
Lo esposaron toscamente y lo obligaron a levantarse, me miró por última vez, me sonrió y me dijo lo siguiente:

—Te amo, bebé.

Y entonces lo empujaron hasta la puerta para alejarlo de mi vista completamente.

Se había ido y no sabía cuándo lo volvería a ver.

Dylan:

—¡Mick, Mick, Mick, Miiiiiick! —grité en cuanto me dejaron en la celda nuevamente, mi amigo brincó en la cama asustado—. Perdón, ¿te desperté?

—No, menso, me gusta cerrar los ojos por gusto —se incorporó y me revisó la cara—. Mmmm, no veo algún nuevo rasguño, ¿qué pasó? ¿Por qué te tardaste en llegar?

Sonreí emocionado, me alegraba que Mick se preocupara por mí y además me moría por contarle que Tommy me había visitado.

—Habla rápido que quiero dormir de nuevo —me miró serio y con sus cejas juntas.

—¡Me visitó! —exclamé dando saltitos.

—¿Quién? ¿Tu familia?

—¿Qué? No... ellos no han venido —musité mirando al piso—. ¡Fue Tommy!

—¡El niño Sangster! —su emoción se hizo presente—. ¿Cómo dejaron pasar a ese niño?

—¡No lo sé! ¡Solo llegó con un cubre bocas y cambió su nombre a Sandro O'Brien! ¡Pero se veía hermoso, Mick, te lo juro! ¡Me sentí completo al verlo otra vez!

—Qué lindo es verte feliz, ven aquí —dijo abrazándome con delicadeza—. Muy pronto saldrás y podrás estar con él, ya lo verás.

—Gracias, Mick, ¡abrazo de oso! —lo abracé fuerte hasta levantarlo del suelo.

—Dylan, me aplastas... las costillas...

—¡Perdón! —lo solté.

—Vamos a dormir, niño enamorado, mañana hay mucho que hacer —entonces ambos fuimos a nuestras camas, yo a la de arriba y él a la de abajo.

—Mick, ¿qué crees que esté haciendo Thomas en este momento? —pregunté mirando el techo mugriento con mis manos sobre mi estómago.

—Respirando, supongo —se escuchó un bostezo de su parte—. Ya duérmete.

—¿Crees que esté pensando en mí?

—La gente piensa en muchas cosas, Dylan, ya cállate y duérmete.

—¡Es que no calculas la emoción que estoy sintiendo! —comencé a moverme de lado a lado en la cama, sin embargo, olvidé que esta era muy angosta, por lo que al poco tiempo caí directo al suelo—. Auch.

—¿Estás bien? —preguntó Mick mirándome desde su cama.

—Me rompí como cien huesos, pero ando al mil, compadre —musité levantándome con dificultad del suelo.

—Eres un imbécil enamorado, ojalá yo no me vuelva así cuando encuentre a mi media naranja —volvió a bostezar—. Descansa, Dylan.

—Descansa, Mick.

Y desde que llegué a este lugar tan horrible, esta noche por fin pude dormir feliz y sin preocupaciones.

Thomas:

—Bien, señor, mi misión ha terminado —dijo Jaime en cuanto entramos a mi cuarto— Sano y salvo.

—Mañana te depositaré, Jaime, gracias en serio —le sonreí—. ¿Podemos regresar la siguiente semana?

—¿La siguiente semana? ¿Usted está loco?

—Es que no entiendes lo feliz que fui, necesito verlo...

—Señor, yo acepto llevarlo, pero cualquier consecuencia usted la asumirá, ¿ok?

—Yo me encargaré de cualquier cosa, pero ayúdame, por favor.

Dudó un par de segundos, se lo notaba nervioso y temeroso, no tenía por qué temer, si hacíamos lo mismo que hoy, nada malo pasaría.

—Está bien, lo haré.

—¡Esoooo, gracias, Jaimito! —exclamé abrazándolo—. Ahora ve a dormir, ya es tarde.

Fui a mi balcón con una enorme sonrisa en mi rostro, mi día había mejorado con solo ver la cara de Dylan durante cinco minutos, además de que había hablado con él, me hubiese gustado que los guardias nos permitieran darnos por lo menos un abrazo para sentirlo otra vez, pero era casi imposible. Saqué un cigarrillo de mi bolsillo y lo encendí, en el camino le había pedido uno a Jaime para fumarlo una vez estando solo, un mal hábito que aprendí de Dylan fue fumar, debería sentirme decepcionado de mí mismo, pero al demonio, no volveré a ser igual de joven que ahora, y eso es algo que también aprendí de Dylan: disfrutar mi vida y que el resto me importe un carajo.

Entonces se me ocurrió una gran idea, saqué un pequeño cuaderno que traía en mi enorme saco y fui adentro por una pluma, regresé al balcón, y con el cigarrillo entre mis dedos, comencé a escribir una carta para Dyl, mañana se la enviaría con Jaime, si sus días eran malos en la cárcel, por lo menos quería animarlo con esto.

Dylan:

Querido Dyl:

Ah... no sé cómo empezar la verdad, pero, ¿sabes cuánto pesa un oso polar? Cuatrocientos cincuenta kilogramos para ser exactos, lo suficiente para romper el hielo entre ambos y así poder iniciar eso 7u7

Mi niño bello, ¿sabes cuán feliz me sentí ayer de verte? Saber que tuve que hacer tanto sacrificio para verte al fin, me llenó de satisfacción, te juro que aún siento emoción con solo recordar ese momento, que aunque fue corto, para mí fue lo mejor que me pudo pasar en todos estos días de soledad tan horribles.

Mi amor hacia ti nunca cambiará, por más que mi familia no acepte lo nuestro, siempre te pienso, desde que despierto hasta cuando me voy a dormir, incluso siempre me imagino a ambos juntos siendo libres y felices, porque eso nos merecemos, ¿no?

Debemos ser pacientes para lograr lo que queremos, lucharé día y noche para sacarte de ahí, te lo prometo, desde ahora ya estoy averiguando abogados para hacerlo a escondidas de mi madre, Dios, todos los días son un maldito infierno aquí porque ella me tiene muy vigilado, no puedo hacer nada solo, así que debo arreglarme para tratar de sacarte de la cárcel, o tener un plan B...

En fin, no quiero aburrirte más, espero que te encuentres bien, mi amor, pronto iré a visitarte otra vez, ¿ok? Sé paciente, te amo muchísimo, me muero por abrazarte otra vez, no sabes cuánta falta me haces.

PD: Te dejé una gomita de hamburguesa en el sobre, sé que amas las hamburguesas pero no puedo dejártela por las reglas de la cárcel, así que acepta mi humilde gomita.

Con cariño: Tommy.

Sorbí mi nariz al terminar de leer la carta, busqué la gomita en el sobre y efectivamente ahí estaba, con un pequeño mensaje que decía: te amo, espero que esto te alegre el día. Pero claro que me había alegrado, con solo olfatear su perfume en el papel sentía su presencia y mis niveles de serotonina se elevaban. Abracé la carta contra mi pecho, suspiré y me comí la gomita, disfrutando cada mordisco, llevaba mucho tiempo sin comer un dulce, y este detalle en serio era el mejor que me pudo dar, Tommy me conocía tanto que hizo lo posible por dejarme una hamburguesita como obsequio.

Limpié un par de lágrimas que habían salido de mis ojos y regresé al jardín para continuar con mi labor, hoy tocaba actividades de jardinería, algo pesado pero aceptable. Mick me miraba sonriente mientras negaba con la cabeza con su pala enterrada en el lodo, cuando llegué con él tomé mi pala y regresé con mi trabajo.

—¿Y? ¿Qué te dejaron? ¿Y quién?

—Fue Tommy —sonreí mientras cavaba un hoyo, Mick cubrió su boca con una mano.

—¿Y qué te dijo?

—Cosas cursis de pareja que no te voy a decir —rodó los ojos—. Pero me dejó una gomita de hamburguesa en el sobre.

—Owwww, qué románticos los niños. Cuando salgamos de aquí espero que me lo presentes, se nota que es una gran persona que te hace feliz.

—Lo es —volví a sonreír y retomé mi trabajo.

—Así que el marica de Sangster sigue detrás tuyo —mi corazón se aceleró al escuchar la voz de Connor detrás de mí, giré lentamente y lo vi, su cara demostraba maldad absoluta—. Qué patético.

—Eso no te importa —apenas susurré por mi miedo, de inmediato él tomó el cuello de mi camisa y lo elevó hacia arriba.

—Cuidadito con lo que dices, niñito.

—Oye, idiota —Mick se paró a nuestro lado—. Deja al niño o vas a ver.

—¿Qué me vas a hacer anciano? ¿Eres fuerte aca...? —no pudo seguir hablando, pues la pala de Mick fue directo a la cabeza de Connor, dejándolo completamente inconsciente en el suelo.

—¡Mick! —exclamé asombrado.

—Descuida, no pasará nada, vayamos más lejos y ya.

—Gracias, Mick —lo abracé.

--------------------------------------Lunes----------------------------------------------------

—¿A dónde O'Brien? —la voz de Connor me hizo palidecer, sentí que tomó el cuello de mi camiseta, deteniendo mi paso de esta manera—. Hoy vas a pagar lo que me hizo tu amiguito ayer.

—En tus sueños, idiota —entonces Mick apareció y le dio una buena patada en sus partes íntimas, Connor cayó al suelo—. ¡Corre! —mi amigo tomó mi mano y juntos salimos corriendo de ahí.

—¡Gracias, Mick!

---------------------------------------------Martes------------------------------------------------------

—¡Escuchen, idiotas! —Mick se colocó delante de mí y encaró a los malvados que querían golpearme—. ¡Si uno de ustedes vuelve a tocar a Dylan, no respondo! ¡¿Me escucharon?! ¡Cuando salga de aquí no dudaré en mandar a matar a cada idiota que se atrevió a hacerle daño! —entonces tomó mi brazo y me llevó lejos de ahí.

—Gracias, Mick.

----------------------------------Miércoles-------------------------------------------------

—Mick...

—¿Sí?

—Gracias por salvarme de la paliza de Connor.

—No es nada, Dylan, mientras esté aquí no dudaré en protegerte.

—¿Te puedo dar un abrazo? —hice un tierno puchero y él asintió.

—Ven aquí, niño.

Cuando nos abrazamos sentí seguridad, después de casi dos semanas de vivir un infierno me volví a sentir seguro y tranquilo.

------------------------------------Jueves-------------------------------------------------------

—¡Métete con uno de tu tamaño, animal! —un golpe fue directo al tipo que me estaba molestando, nunca creí que Mick sería capaz de golpear a uno de los reos—. Ya sabes qué hacer —tomó mi mano y nos echamos a correr.

—¡Gracias, Mick!

---------------------------------------Viernes-----------------------------------------------

—¡Mars! —ambos despertamos por un fuerte golpe que pegó el guardia sobre las rejas—. Se acabó, tus amigos vinieron por ti y pagaron tu fianza.

—¡Hola, Mick! —un tipo delgado y con el cabello muy sucio y largo apareció al lado del guardia.

—Ya se tardaron, idiotas —le dijo mi amigo con desánimo—. Ok, iré en un minuto.

Bajé de la litera mientras Mick hacía su cama, caminé hacia él, quien de inmediato giró ante mi presencia, su mirada demostraba tristeza absoluta. Sin decir nada me abrazó con fuerza y suspiró en mi hombro.

—Sí sabías que te voy a extrañar, ¿no? —asentí con la cabeza mientras soltaba algunas lágrimas—. Te voy a sacar, ¿ok? Buscaré a tu novio y le ayudaré en todo lo que pueda, pero prométeme que resistirás hasta que eso pase —volví a asentir—. Ten —discretamente sacó un cuchillo de su bolsillo—. Úsalo solamente si estás en una situación de vida o muerte, pero no hagas daño a nadie con él por alguna razón insignificante, pelea, Dylan, pelea. Como si fuese Thomas al que le estuvieran golpeando.

—Sí, entiendo —sorbí mi nariz y tomé el cuchillo.

—Mucha suerte, niño. Te voy a extrañar —me volvió a abrazar y cuando nos separamos palmeó dos veces mi hombro—. Ya no llores, menso, que lloraré también —reímos levemente.

—Gracias, Mick —sonreí—. Espero verte pronto.

—Si vuelvo a hacer una estupidez quizás me veas aquí —rió—. Adiós, Dylan.

—Adiós, Mick. Cuídate y suerte con tu banda.

Mi amigo caminó hacia la entrada, donde el tipo de cabello largo lo abrazó contento. Me miró por última vez y se despidió de mí con la mano, yo hice lo mismo hasta que ya no lo vi porque se fue. Suspiré y me guardé el cuchillo en el bolsillo, la verdad es que tenía miedo de ahora en adelante, ahora estaba solo y ya no tenía a Mick para que me defendiera de los malos, estaba perdido.

Y hablando del rey de Roma...

—Owww, tu amigo el viejito se fue —Connor se burló desde afuera y entró a mi celda—. Por fin ese estorbo no interferirá en mis planes —dicho esto me tomó de la camisa y me tiró al suelo mientras levantaba su puño—. Esto es por todas las veces que no pude golpearte gracias a tu amigo...

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