Capítulo 3
—En serio te lo digo, Tom —comentó Kaya mientras acomodaba su equipaje en una de sus millones de maletas—, ve con uno de mis vecinos, son buena onda; no quiero que te pierdas este viaje y peor que no vayas, la vida no es divertida sin ti.
—Kaya, no exageres, no soy la gran cosa.
—Shhhhh, niño —mi amiga colocó su índice en mis labios—. Eres una de las mejores personas que puedan existir, tontos son aquellos que no se han dado cuenta de ello.
—Gracias —le sonreí y ella continuó buscando su equipaje.
Quedaba exactamente una semana para que se llevara a cabo ese bendito viaje y yo continuaba sin conseguir un compañero, a pesar de que no tenía muchos ánimos de ir. Mi cabeza se convertía en un rompecabezas de dos mil piezas cada que lo pensaba y el estrés se apoderaba de ella a medida que buscaba opciones, ¡pero es que ni siquiera tenía opciones! ¿Qué hago en estos casos?
Más tarde, luego de una tarde llena de películas y chucherías en la casa de mi amiga, regresé a mi casa directo a cenar, Jaime me llevó en cuanto lo llamé y mi madre me interrogó hasta más no poder para estar segura de que nadie me hizo daño en la calle y no me faltaba un hueso.
Ese era el problema de tener padres sobreprotectores.
Después de tener una aburrida cena con mis padres y Ava, mi hermana menor, subí a mi habitación y tomé uno de los libros de mi estante, esta vez le tocaría a Julio Verne y su obra "Viaje al centro de la Tierra". Acomodé mis anteojos sobre mi nariz y fui a uno de mis sillones para relajarme en la lectura, no sin antes bajar la intensidad de las luces de mi habitación, dándole un ambiente más acogedor y pacífico a mi espacio, finalmente encendí mi estéreo y a volumen bajo escuchaba las tranquilas melodías de la banda Coldplay.
No podía pedir más, tenía la paz que necesitaba para leer, adoraba hundirme entre los escritos de un gran autor como lo era Julio Verne, creo que no había mayor satisfacción para mí que este momento, mis padres habían salido a una reunión importante y mi hermana los había acompañado, tenía la casa en paz para mí solo.
Pero esa felicidad me duró muy poco, ya que bajo el leve sonido de Yellow de Coldplay, escuché cómo un par de piedras pequeñitas golpeaban contra el portón que llevaba a mi balcón. Con el miedo corriendo por mis venas, dejé el libro a un lado y me levanté lentamente para averiguar quién o qué estaba haciendo ese sonido, el pánico se apoderaba de mi cuerpo con solo pensar que podrían ser Albert o Chandler, incluso ambos que venían en búsqueda de venganza. Con un bate de baseball de madera, autografiado por los Mets gracias a mi papá, me acerqué lentamente a la puerta, al escuchar las hojas moverse de las enredaderas que colgaban de mi balcón, tragué saliva y decidí acercarme más rápido aunque aún temblaba. Abrí la puerta lentamente, cerrando levemente los ojos por el chirrido que esta soltó al moverse un par de centímetros y avancé hasta el borde, en cuanto vi unas manos posarse sobre este, no dudé en soltar un golpe rápido, (aunque débil por mis escasas fuerzas) a la persona que asomó la cabeza.
Cosas que odio de mí: Thomas Sangster a veces actúa por instinto sin medir las consecuencias de sus actos. Y es que justo cuando propicié el golpe, logré reconocer el rostro lleno de lunares de Dylan, el cual apagó cualquier rastro de consciencia en cuanto la madera golpeó su cabeza. Rápidamente solté el bate y corrí hacia él para atraparlo antes de que cayera y se matara con semejante caída a gran altura. Con todas las fuerzas del mundo, intenté subirlo, más mi debilidad era grande, en cualquier momento podría caerse.
—¡Jaime! —grité, él era el único aquí en casa que podía ayudarme—. ¡Jaime, ven aquí ahora!
—¿Me llamo, señor? —su rostro serio se transformó en preocupación en un instante—. ¡¿Un ladrón, señor?!
—¡No es un ladrón, luego te lo explico, ayúdame antes de que se caiga por el balcón!
Jaime no tardó mucho en transportar a Dylan a mi cama, que de por si estaba más tieso que un pan fuera de la bolsa por tres días, mi mayordomo/chofer medía como dos metros y tenía un cuerpo enorme, de seguro el delgado y frágil cuerpo de Dylan ni siquiera le pesó.
—¿Quién es el chico, señor? ¿Y por qué ha entrado a la mansión? Un momento... ¿por qué no sonaron las alarmas? ¿Llamo a la policía?
—No, Jaime, es Dylan, un amigo que hice ayer en la calle, él me salvó de las garras de esos dos tipos que estuvieron a punto de matarme en el callejón.
—¿Este niño debilucho y mugriento lo salvó?
—¡Oye! ¡No está mugriento! —observé al castaño—. Bueno un poco, ¡pero si no fuera por él yo hubiera muerto!
—¿Entonces lo sacamos a la calle?
—¡Jaime!
—¡Perdón, señor, pero si su mamá lo encuentra, tendrá serios problemas, porque a juzgar por su pinta, de seguro la señora Sangster lo echa!
—Yo me encargaré, solo... solo tráeme algo con qué bajarle el chichón que le provoqué en la cabeza.
—Enseguida, señor.
El mayordomo salió corriendo del lugar, dejándome a solas con el pobre e inconsciente Dylan. La culpa me invadió en cuanto lo vi con un enorme moretón en su frente, casi cerca de su sien, por Dios, un poco más fuerte el golpe y lo hubiera matado, o... ¿estará muerto?
Automáticamente me acerqué a su pecho para sentir su corazón, al no sentir nada, llevé mis dedos a su cuello y cerré los ojos para concentrarme y tomarle el pulso. En efecto, un par de latidos se hicieron presentes, estaba vivo. Suspiré dejándome caer en la cama, no obstante, volví a incorporarme al ver a Jaime en la puerta con un botiquín.
—Ni una palabra a mis papás o a mi hermana, Jaime, yo veré cómo arreglo esto, ¿sí?
—¿Me jura que no me correrán si sus padres se enojan por esto? Tengo que alimentar a mis chamaquitos.
—De tu trabajo no te preocupes, que eso está bien fijo, yo lo solucionaré si las cosas se complican.
—Gracias, señor Thomas, me retiro.
—Gracias a ti, Jaime, ten —le extendí veinte euros—, por la molestia que acabo de causarte.
—Usted siempre tan gentil, muchas gracias —entonces mi mayordomo salió de mi habitación con una enorme sonrisa en su rostro.
Regresé hacia Dylan y abrí el botiquín, tomé la botella de alcohol y un pedazo de gasa, la cual humedecí con el líquido, para después dar toquecitos sobre el gran moretón del castaño a un lado de su frente.
—Ay, Dylan, perdóname, en serio —ahora saqué esparadrapo y una gasa nueva—. Aunque ahora que lo veo, Jaime tenía razón, sí estás mugroso —observé mi edredón blanco e hice una mueca al ver la suciedad que había dejado, ¿por qué siempre estaba tan sucio?—. Bien, estás listo —finalicé mi trabajo y sonreí.
Guardé todas las cosas en el botiquín y me levanté de la cama para dejarlo en su lugar. Al regresar, vi a Dylan tendido con un leve vendaje en su cabeza y suspiré, ¿en qué rollo estaba metido? Es decir, estaba feliz de verlo otra vez, porque no quería perder el contacto con él, sin embargo, no me esperaba que nos reencontráramos de esa manera, sobretodo que yo le hiciera semejante daño. Me pasé una mano por mi cara y volví a suspirar intentando ser positivo, suelen decir que las cosas pasan por algo, así que espero convencerme de eso.
—Así que soy mugroso, ¿eh? —giré sobre mis talones y lo vi con sus ojos marrones abiertos, apenas me di cuenta del bonito color que tenían.
No podía decir palabra alguna, aquella pregunta me había dejado helado, jamás imaginé que estaba escuchando todo lo que dije, espero que no haya oído lo que hablé con Jaime, de por sí ya me moría de la vergüenza, ahora sería peor.
—Ah... disculpa, no hablaba de ti.
—Thomas, querido, no nací ayer —se sentó en la cama, a pesar de que lo ofendí, jamás mostró molestia, al contrario, la sonrisa no se le borraba de su rostro—. Tranquilo, es normal que la gente piense eso de mí, sobretodo los ricos.
—Yo... lo siento mucho —bajé la mirada mientras jugaba con mis dedos.
—Ya que, cambiando de tema, me alegra mucho verte, creí que no daría con tu casa.
—¿Cómo diablos me encontraste? ¿Me pusiste un chip de rastreo o qué?
Él soltó una carcajada y rodó los ojos.
—Yo vine aquí con una misión —se levantó de la cama sin quitar esa sonrisita burlona de su rostro—. Primero fue encontrarte y segundo, llevarte a un lugar especial, pero no conté con que me dieras la bienvenida con un golpe, ¿es tradición de tu familia? ¿Eso hacen los ricos?
—¿Qué? Espera, espera, ¿afuera?
—Pues mi lugar especial queda afuera, o si prefieres podemos tomar el té en tu baño avaluado en un millón de euros.
—Pero, Dylan, uno: apenas te conozco, ¿cómo sé que no me...?
—Mira, rubio, el hecho de que sea pobre y a veces esté puerco, no quiere decir que vaya a secuestrarte o a robarte. Soy pobre pero honesto.
—Disculpa por juzgarte, el ser de este tipo de familia me lleva a pensar estas cosas, lo siento. Pero tengo otra cuestión, no puedo salir, mis padres me tienen prohibido.
—Tus padres ni siquiera están aquí —quedé mudo con eso—. Los vi salir cuando llegué, anda nos divertiremos mucho, dile al tal Jacinto que te cuidaré bien y que llegaremos temprano, tus padres ni se enterarán que saliste.
—Es Jaime y tú no conoces a mis padres, son muy sobreprotectores, me matarían si no me ven aquí.
—Por eso regresaremos antes de que lleguen, ¿y es a la hora de...?
—Doce en punto.
—Son las nueve, tenemos tres horas, anda, me lo debes por decirme mugroso y por el golpe.
Solté una leve risita de vergüenza y bajé la mirada.
—¿Me prometes que llegaremos antes de las doce?
—Yo jamás rompo una promesa —me guiñó un ojo.
—Agh —rodé los ojos porque había logrado convencerme, además, sentía que estaba en deuda con él porque me había salvado la vida, solo saldría con él esta vez y no habrá una segunda—. Está bien, tú ganas.
***
—Me estás metiendo en un rollo muy grande —dije mientras salíamos de mi casa con la mirada de preocupación de Jaime detrás de nosotros desde el portón de entrada, él era el que más temía por todo esto, ya que su trabajo estaba en riesgo, sin embargo, prometí solemnemente no dejar que pasara eso.
—Tú descuida, todo saldrá bien, ahora ven, ¿dónde pasa el autobús por aquí?
—¿El qué?
—El au-to-bús —hizo una pausa para cada sílaba.
—¿Hablas en serio? Yo no tomo el autobús —solté una risita.
—Thomas, si vamos caminando nunca llegaremos —Dylan se cruzó de brazos.
—Vamos en taxi, tonto.
—Pero... pero solo tengo dinero para los pasajes y nuestra comida —su cara mostró absoluto terror.
—Tranquilo, yo pago los taxis... espera, ¿vamos a comer algo?
—Sí, ese era el lugar especial del que te hablé "Las Hamburguesas de Mani" las mejores hamburguesas que podrás probar en tu vida.
—Oh, pero... ¿el lugar es higiénico?
—¿Qué?
—¡Nada, nada! ¡Mira, ahí viene un taxi!
***
El trayecto en el taxi no estuvo nada mal, Dylan era de esas personas con quienes podías hablar de centenares de cosas y jamás terminaban los temas de conversación, incluso me escuchaba cuando comencé a hablarle de mis gustos y pasiones, sus ojos pardos jamás se despegaban de mí, demostrando atención absoluta y debo decir que llegué a sentirme un poquito intimidado, ya que por lo general la única que me escucha de esa manera era Kaya, mi única amiga, y se me hacía raro que un hombre me escuchara de esa manera, además, Dylan era muy sociable y gracioso, siempre estaba metiéndole bromas o chistes a lo que hablábamos, reíamos como si fuéramos compañeros de toda una vida, muy dentro de mí me decía que no debía confiar en él, pero otra parte mía me decía que por fin había conseguido un amigo buena onda y que me dejase llevar por el momento, que disfrutara las risas junto a él y no me preocupara.
Cuando el taxi arribó a su destino y ambos bajamos de él, no pude evitar hacer una pequeña mueca de desagrado al ver el lugar en el que comeríamos. Y es que yo siempre he comido en restaurantes de lujo y de muy buena calificación, pero este apenas era un pequeño puesto de hamburguesas con un par de mesas y sillas de plástico a un lado, que de por sí se notaba que desprendían gérmenes por doquier.
Este era el único pero que no me agradaba de Dylan.
—Bien, vayamos por unas hamburguesitas, sé que esto ni siquiera debe llegarle a los talones de los restaurantes lujosos a los que debes ir a comer, pero... dale una oportunidad —hizo un puchero y me miró con ojitos de perro.
—Se me fue el hambre, te lo juro.
—¡Ay, Thomaaaas! —rodó los ojos sin quitar el puchero de su rostro—. Confía en mí, no te vas a enfermar, no te va a dar ningún virus por comer aquí, sé que no estás acostumbrado, pero pruébalas, son riquísimas, por fiiiii —juntó sus manos en forma de súplica y comenzó a dar un montón de saltitos.
—Mi madre me mataría si me viera comiendo aquí, pero está bien, has vuelto a ganar.
—¡YEEEEEIIIIIH! —exclamó contento, entonces tomó mi muñeca y tiró de mí hasta el puesto de hamburguesas—. ¡Hola, Mani!
—¡Dylan! —el cocinero salió de su pequeño puesto y corrió a abrazar al muchacho—. ¿Cómo has estado? ¿Ya conseguiste el dinero para el colegio?
—No, todavía no —levanté una ceja al ver que la felicidad en Dylan desapareció—. Pero bueno, sé que aún hay esperanzas, no me daré por vencido.
—Adoro y admiro mucho tu optimismo, ahora dime, ¿quién es tu amigo?
—Oh... él es Thomas, Thomas, él es Mani.
En cuanto hice un asentimiento de cabeza como saludo, el hombre abrió los ojos muy asombrado.
—¡¿Sangster?! —volví a asentir—. Por Dios, ¿qué hace en un lugar como mi puesto? ¡Por Dios, Dylan, debiste llevarlo a un restaurante más decente!
—Tranquilo, hombre, lo traje en contra de su voluntad, pero terminó aceptando. En fin, ¿me das lo de siempre, pero con una orden extra para Thomas, por favor?
—Salen dos hamburguesas dobles, ¿comerán aquí o...?
—No, prefiero para llevar —hablé antes de que Dylan respondiera.
—Sip, porque llevaré a Thomas a un lugar especial a comerlas.
Dios mío, ya me violaron. Pensé.
***
—Nunca pensé que el famoso lugar especial sería una colina —dije subiendo con pesadez la misma—. En realidad nunca imaginé comer en una.
—Cuando veas la maravilla que hay arriba, sabrás que valdrá completamente la pena —respondió el castaño desde adelante.
—Me estoy quedando sin aliento —entonces tomé la mano de Dylan y dejé que este tirara de mi para poder subir.
—Eres un flojo y ni siquiera estás llevando la comida.
—Perdón, pero yo no tengo físico, además te propuse ir a mi casa y no quisiste.
—Es porque comer al aire libre es mejor que estar encerrado en cuatro paredes —y por fin llegamos a la cima, automáticamente me tiré al suelo—. Mira nada más qué hermoso... ¡Thomas! ¡Levanta! —sentí sus manos cargarme.
—Me muero, me falta el aire.
—¿Necesitas respiración boca a boca?
—Ya estoy más vivo que nunca, gracias —entonces me incorporé y caminé hacia la comida.
Dylan me indicó dónde sentarme, el único árbol grande y frondoso que lucía en la punta de la colina, nos sentamos bajo su copa y abrió la bolsa de las hamburguesas.
—Deli —dijo dando el primer mordisco, su rostro cambió automáticamente a placer—. ¡Mmmh!
Con desconfianza, tomé mi hamburguesa y la mordí, temiendo por mi futura salud gracias a esto, sin embargo, toda preocupación se alejó de mí en cuanto sentí el exquisito sabor en mis papilas gustativas, ¡En serio era la mejor hamburguesa que había probado en mi vida!
—Parece que alguien amó las hamburguesas de Mani.
—Te juro que hablaría de todas las razones por las que me gusta esto, pero prefiero seguir comiendo.
Entonces Dylan sonrió, sus dientes se iluminaron gracias a la luz de la luna.
***
—Ahora sí quiero que me digas, ¿cómo me encontraste?
Después de comer aquella exquisita hamburguesa, nos tiramos al pasto a mirar las estrellas por un momento y disfrutar de una amena plática.
—Oh, Dios mío, no quería que me preguntaras eso —su rostro enrojeció—. Bien, te lo diré porque te di de comer en contra de tu voluntad —giró hacia mí, apoyó su cuerpo en su codo y se acomodó sobre su mano para mirarme inquieto—. Tuve que ir a un cyber con el poco dinero que me quedaba de mesada para averiguar sobre tu familia. Luego busqué tu mansión en Google maps y aquí me tienes, mirando las estrellas con uno de los adolescentes más ricos de Londres. Soy hacker profesional, ¿cómo ves? —me guiñó un ojo y yo negué.
—Pudiste haber muerto o parado en la cárcel gracias a mis guardaespaldas.
—Pude burlarlos fácilmente —rió—. Jaime está bien menso.
Ahora yo también reí.
—Estás completamente loco, oye y... ¿estudias o algo?
—Sí en una pública, no es bonito, pero es lo que hay, supongo que debes estar en una de las mejores de aquí.
—Pues sí —dije con algo de vergüenza, me gustaba presumir, pero con Dylan todo cambiaba, él no tenía lo suficiente para tener una vida como yo y me daba pena contarle todos mis lujos.
—Bueno, tampoco es tan malo, aunque debo decir que no tengo amigos ahí.
—¿Y eso?
—No lo sé, creo que no soportan el estilo O'Brien —respondió encogiéndose de hombros—. Y no me importa, ¿sabes? Prefiero comer solito en los recreos antes de estar rodeado de personas que aparentan llevarse bien conmigo y a mis espaldas se burlan de mí o me hieren con sus palabras.
Su vista jamás se quitó del cielo oscuro y estrellado mientras hablaba, no podía creer semejante cosa, por más que no lo conozca muy a fondo, Dylan ha sido una de las personas que nunca me juzgó a primera vista, sino fue todo lo contrario, me ofreció su amistad y ahora había comido con él en medio de la nada en la noche, algo que jamás pensé hacer por mi aburrida vida de niño millonario.
—Escúchame, Dylan —el giró su cabeza y me miró, sus ojos estaban algo cristalizados—. No soy bueno dando consejos, pero tienes una personalidad muy hermosa y un corazón muy sincero y humilde, cualquier persona debería estar muy agradecida al tenerte como amigo, porque no se puede encontrar a una persona como tú todos los días.
—Oww, Thomas —su voz se quebró, en seguida las lágrimas corrieron por sus mejillas—. ¿En serio piensas que soy especial? ¿No soy molesto para ti?
—¿Bromeas? ¡No! Al contrario, me alegra haberme topado contigo en el callejón, de lo contrario no conocería las hamburguesas de Mani.
Entonces sonrió levemente.
—Gracias de verdad, oye y perdón por arruinar el momento en el que me pongo a llorar como María Magdalena, me estoy conteniendo de hecho, pero, ¿a qué hora debíamos llegar a tu casa?
—A la media noche, ¿por...? —me callé al ver mi reloj, sus manecillas marcaban las once y cuarenta y cinco—. ¡DIOS MÍO, YA CASI ES HORA! ¡VÁMONOS!
—¡Ahí te voy San Pedro! —chilló Dylan recogiendo la basura y tirándola a un cesto de basura, luego tomó mi mano y descendió conmigo colina abajo.
—Dylan, podemos caernos, baja más despacio, por fav... —mi voz se vio interrumpida debido a que el cuerpo de Dylan rodó el resto de la colina—. Ay, este chico, ¡Dylan! —tomé su cuerpo e intenté reanimarlo—. Vamos despierta, debemos ir a mi casa.
—Dos hamburguesitas, una para mí y otra para el rubio —habló ido mirando al cielo.
—¡Dylan, vámonos ya! —exclamé dándole una bofetada.
—Anuma, me reiniciarse el Windows, gracias. ¡Ahora córrele como el viento tiro al blanco, ajuaaa!
***
Debo decir que el trayecto solamente fueron peticiones de Dylan al taxista para que se apresurara y es que yo le decía que estuviera tranquilo, porque llegaríamos a tiempo, mas nunca me hizo caso y continuó insistiendo al pobre hombre de bigote que solamente cumplía con su jornada nocturna, sin imaginarse que un par de tontos apresurados llegarían a toparse en su camino.
Cuando llegamos a casa, la sangre se me heló al ver el auto de mis padres estacionado frente al protón, y a este último abriéndose gracias a Jaime, quien se mostraba sumamente preocupado y temeroso; así que ordené al taxista estacionarse un poco alejado de la casa para poder bajarnos sin ser descubiertos.
—Dylan, ¿qué vamos a hacer?
—Tú tranquilo, yo nervioso, ven aquí —tomó mi mano y tiró de ella para llevarme hacia la parte trasera de mi casa, donde había algo muy peculiar que no estaba esta mañana.
—¡¿Un hoyo?! ¡¿Qué hace un hoyo aquí?!
—¿Cómo piensas que entré a tu casa? No tengo alas, Thomas, entra.
—Pero me voy a ensuciar.
—¿Y eso importa? ¡Entra rápido!
No moví ningún músculo.
—¡Thomas, por favor entra ya! ¿O quieres que nos descubran?
Dudé unos segundos antes de lanzarme contra la tierra y deslizar mi cuerpo a través del agujero, olía a humedad y podía sentir la textura de la tierra mojada contra mis manos, las arcadas no tardaron en llegar, odiaba tocar tierra, peor si estaba mojada, me hacía imaginar que estaba tocando heces. En cuanto me levanté, Dylan volvió a tomar mi mano (ambas sucias) y tiró de mí para llevarme hasta mi balcón, por donde había trepado.
—Trepa.
—Me voy a caer.
—¡Thomas, no hay tiempo!
—¡Por Dios, Dylan, estoy sucio, mis padres me matarán si me ven así! ¡Sobretodo si te ven aquí, vete!
—¡Si te dejo aquí, de seguro no podrás subir hasta tu habitación! ¡Sube ahora y déjame ayudarte!
Bufé cerrando los ojos y llevé mis pies hasta la enredadera que colgaba desde mi balcón, mientras pensaba en una mentira creíble para mis padres y sentía cómo Dylan empujaba mi trasero para que subiera, me sentía incómodo y preocupado, dos emociones que no iban bien en este momento. Con ayuda del castaño, logré llegar hasta arriba, me acerqué al balcón y extendí mi mano para ayudarlo a subir.
—Listo, llegamos —susurré pasándome una mano por mi cabello, sin recordar que había tocado tierra y ahora lo había ensuciado—. ¡Llegamos! —decidí ignorar lo que hice para concentrarme en la realidad.
—Ahora ve a bañarte, Thomas, si te preguntan por qué estás sucio...
—Les diré que me caí —le guiñé un ojo, por alguna razón quería abrazarlo para despedirme, pero tenía mucha vergüenza, además, estaba sucio, mi ropa se estropearía más de lo normal.
—Fue grandioso lo que acabamos de hacer, deberíamos salir más seguido.
—Oh... claro, bueno, fue un gusto, nos vemos luego, Dyl...
Iba a terminar mi frase, de no ser porque la puerta de mi habitación se abrió, dejándome a la vista a mis padres con su semblante no muy alegre.
—¡Thomas Brodie-Sangster! ¡¿Qué te ha pasado?! —gritó mi madre muy enojada, luego las miradas marrones de mis padres se posaron en Dylan y mostraron indiferencia absoluta.
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Wenaaaaaaaaaas
Pido perd0n por mi ausencia :C el trabajo me consumió muchísimo la semana pasada aaaaaaaaa :(
Lxs tkm
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