[ × • Epílogo • × ]
Se recostó en su silla de oficina mientras rellenaba el expediente del paciente que acababa de salir y no pudo evitar sonreír al ver la notable mejoría de aquella persona. Sin duda no se parecía en nada a como había llegado allí por primera vez.
Mordió la punta del lápiz con una sonrisa que finalmente fue interrumpida por la alarma de su celular que le indicaba algo muy importante, así que debía salir del consultorio de inmediato. Buscó el maletin de sus cosas, guardó lo necesario, todo menos su bata y finalmente salió del consultorio rumbo a su camioneta.
Condujo el tiempo necesario hacia el establecimiento que debía ir y después de revisar su reloj unas 30 veces se enteró que llegó justo a tiempo, como todo un padre responsable. Sonrió orgulloso de sí mismo porque llegó puntual en ese día que Wonho estaba demasiado ocupado y se quedó de pie fuera del establecimiento cuando de repente el fuerte sonido del timbre se hizo presente acompañado de los ruidosos gritos de los pequeños que no tardaron en salir corriendo a todos sitios como pequeñas hormigas.
Al ver eso suspiró dando gracias al cielo que eligió ser psicólogo y no maestro, no toleraría estar en medio de tanto ruido todo el día y su consultorio era totalmente pacífico.
Con las manos en los bolsillos se quedó de pie junto a otros padres esperando poder ver a su hija entre el montón de niños revoltosos, pero no pasó mucho tiempo cuando vio a su pequeña cachetona caminar tranquilamente tomada de la mano de su maestra, totalmente aislada del desorden y los gritos.
Aquella típica calor se hizo presente en su pecho dándole a entender que se sentía orgulloso de hija, entonces se acercó a ellas con prisas, deseando envolverla en un fuerte abrazo y así lo hizo.
Se agachó frente a ella y la abrazó muy fuerte para finalmente besar sus rosados cachetitos inflados que eran demasiado idénticos a los de Wonho.
— ¿Cómo estás pequeña? —susurró en tono tierno— vamos a casa... —la niña asintió sonriente y él se puso de pie para ver a la maestra— muchas gracias por cuidarla, ella es un poco tímida a veces.
La mujer le sonrió levemente y suspiró.
— ¿Usted es Hyungwon? —cuestionó un poco temerosa y el delgado frunció el ceño extrañado para finalmente asentir— entonces Hyungwon, ¿podemos hablar?
La mujer señaló hacia dentro y él seguía sin comprender de qué iba el asunto.
— Está bien... —susurró finalmente y tomó la mano de la pequeña para comenzar a caminar hacia dentro— disculpe... ¿Pasó algo?
La mujer se mantuvo en silencio y una vez que llegaron a lo que parecía ser el salón de clases, la pequeña corrió a buscar alguno de los juguetes que usaba para jugar con sus compañeros.
— Verá Hyungwon... —señaló la silla de enfrente de su escritorio para que el delgado tomara asiento— creo que usted sabe que somos una institución que se preocupa por el bienestar de cada niño y nos tomamos el tiempo para conocer más del entorno en el que vive, en otras palabras su mundo fuera de aquí. —Hyungwon asintió pensativo— ¿podría hablarme un poco acerca de ello?
Carraspeó un poco la garganta y después de dar un rápido vistazo hacia su pequeña, asintió.
— No sé qué haya pasado pero en casa es una niña muy parlanchina y amorosa con todos nosotros. —la mujer asintió y él no sabía que más decir ante esa pregunta tan extraña— ¿Puede decirme qué ha pasado?
La mujer asintió y revisó en una carpeta hasta que sacó una página mal pintada.
— Esto... —extendió la hoja frente a Hyungwon dejando ver un bonito dibujo mal hecho que tenía la firma de su pequeña, o más bien un garabato con una S en la esquina— para fomentar el amor familiar les pedimos a los niños que dibujaran a su familia en una página y parece que tiene una familia numerosa.
Hyungwon sonrió y no pudo evitar soltar una risita al identificar los miembros de su familia.
— Como le digo, ella es una niña amorosa con todos así que quizo incluirnos a todos también... —hizo una pausa mientras miraba el dibujo— claramente aquí están mis suegros, mi papá, la persona que me crió, su pareja, Wonho, ella y yo. —levantó su mirada del papel y clavó su mirada en la mujer cuando un pensamiento vino a su mente— ¿tiene algún problema con eso? Es decir, me refiero a que Wonho y yo estemos casados.
La mujer lo miró fijamente por varios segundos y negó.
— Claro que no. —se puso de pie— no sabía que Silene era hija de un matrimonio homosexual pero tampoco nos molesta. El punto aquí, Hyungwon es que nos preocupa que la niña esté viviendo sumergida en una fantasía. —el delgado frunció el ceño— sabemos que es una niña y que tiene mucha imaginación, pero creo que debería instruirla poco a poco a que comprenda la realidad.
— Disculpe, ¿a qué se refiere? —cuestionó un poco molesto— claro que es una niña, puede imaginar muchas cosas, aparte de que Wonho y yo jugamos mucho con ella, es normal que a esa edad tenga pensamientos de esa índole.
La mujer negó levemente y volvió a señalar el dibujo que Hyungwon aún tenía en sus manos.
— Señor, la niña asegura que usted la cargó en su interior durante 9 meses y la dio a luz. —comentó firmemente dejando al delgado totalmente anonadado— me comentó que le llama mamá por esa razón y que pronto tendrá un hermanito porque usted está embarazado.
Hyungwon la miró un par de segundos y luego posó la mirada en la pequeña Sisi quien jugaba a unos pasos de distancia, así que no se contuvo y estalló en una carcajada que acabó por desconcertar a la mujer.
— Maestra, lo siento... —susurró soltando una risita por lo bajo— es un malentendido, yo... —pensó en las palabras correctas para explicarle a la mujer— nunca he estado embarazado, créame... Pero, cuando hicimos lo necesario para traer a la pequeña Sisi a nuestras vidas, fui yo quien sufrió todos los síntomas, además que me permitieron sentirla en todo momento. —le mostró unas fotos que tenía en el celular— es por eso que ella cree que es así, pero no se preocupe, sé que lo comprenderá cuando vaya creciendo.
La mujer se quedó paralizada en su sitio, casi con incredulidad.
— ¿Así que es real? —cuestionó dubitativa y Hyungwon asintió.
— Tan real como usted y yo. —sonrió.
— Car... —guardó silencio para no decir la mala palabra frente a la pequeña— ¿como es posible?
Hyungwon sonrió al ver la expresión de la joven mujer.
— La tecnología... —se encogió de hombros— no hay nada de que preocuparse maestra, pero agradezco que esté pendiente de los detalles.
La mujer aún sin poder salir de su asombro asintió y se despidieron para finalmente ir a casa.
Al llegar, la pequeña Sisi corrió a los brazos de Wonho quien ya estaba en casa visiblemente preocupado.
— Hyungwon... —susurró recibiendo a la pequeña entre sus brazos mientras miraba a su esposo— estaba preocupado, ¿por qué tardaron tanto?
La pequeña se despegó de su padre y se rumbo a su habitación en busca de evitar la charla que se venía porque sabía que podría ser regañada, sin embargo Hyungwon sonrió y le restó importancia al asunto.
— Al parecer Sisi le ha contado a la maestra que yo la di a luz, así que tuve que dar una larga explicación... —resopló sentándose en el sofá junto a Wonho— y no solo eso, también le ha dicho que estoy embarazado.
Bajó la cabeza un poco avergonzado al decir esas palabras con su propia boca y Wonho notó el leve color rojizo en sus mejillas así que no tardó en dejar varios besitos allí.
— ¿Quieres que te embarace? —cuestionó cerca de su oído provocando que el leve tono rojizo se volviera en uno intenso.
— ¿Qué cosas dices? —lo empujó levemente sin poder mirarlo a la cara— deja de decir tonterías, la niña puede escucharte.
Wonho se rió y comenzó a dejar pequeños besitos esparcidos por todo su rostro hasta que lo acostó sobre el sofá, donde continuó besándolo.
— Solo digo que por mi no habría problema... —volvió a bromear haciendole cosquillas en el cuello a lo que el menor respondió con suaves risitas.
— Eres un tonto... —susurró abrazándolo para que se acostara junto a él y soltó un fuerte suspiro— ¿Crees que se sienta sola?
Wonho apoyó su codo en el sofá y lo miró con una sonrisa.
— Puede ser... —besó la mano de Hyungwon— quizá solo quiera tener un hermanito porque alguno de sus compañeros tiene alguno. ¿No crees?
El delgado asintió pensativo y luego arregló unos mechones del cabello de su amado.
— ¿Quieres otro bebé? —cuestionó en un susurro que desconcertó a Wonho de una manera inexplicable.
El desconcierto se hizo presente en todo su rostro y arqueó las cejas.
— ¿Escuché bien? —preguntó extrañado y Hyungwon simplemente asintió.
— Dije que si quieres tener otro bebé... —susurró descolocandole totalmente el corazón a Wonho, quien aún seguía paralizado en su sitio.
Sí escuchar eso una vez ya era sorprendente, escucharlo una segunda vez casi le había dado un infarto.
Aún sin poder soltar una palabra, teniendo un cosquilleo en sus manos miró hacia el delgado quien permanecía en silencio, con sus facciones relajadas esperando una respuesta a su pregunta.
— ¿Estas seguro? —cuestionó de manera firme— Hyungwon, si esto se trata de una broma, voy a enojarme muchísimo porque sabes que...
Las suaves manos de su esposo se posaron en sus mejillas y atraparon los labios en un suave pero profundo beso de ojos cerrados que intentaba transmitirle un poco de aquel inmenso amor que abundaba en su corazón. Entonces cuando sus húmedos labios se separaron, sus miradas volvieron a unirse con la calidez que solo él contrario podría brindarles.
Hyungwon se quedó pensativo un par de segundos sin dejar de acunar el rostro de su amado.
— Sólo... —hizo una breve pausa ante la tierna mirada de Wonho que lo escudriñaba como si fuera una maravilla— Sólo uno más... Por Sisi...
Wonho sonrió sinceramente y soltó un largo suspiro mientras asentía. No esperaba tener una conversación de ese tipo en aquella tarde, pero no podía estar más feliz de escuchar la petición que estaba haciéndosele.
— ¿Uno más de qué? —preguntó Ruby a unos cuantos pasos de ellos sosteniendo a Sisi y sobresaltandolos al instante— ¿Qué planean, degenerados?
Se separaron y cada uno se sentó correctamente en el sofá, visiblemente avergonzados por la situación.
— ¡Ruby! —gritaron al unísono.
La carcajada de la mujer inundó la sala de estar y junto a ella, la risa de la pequeña también se hizo notar, contagiandolos al instante.
Muchas cosas podrían cambiar con el paso de los años, sus cuerpos, sus caras, e incluso sus formas de pensar, pero lo que nunca podría cambiar era la forma que tenía aquel sentimiento en sus pechos, esa de amar y ser amado, durante lo que durase su "para siempre".
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