Capítulo 5

A la mañana siguiente Angélica se levantó temprano. Lavó su rostro y se vistió para salir no sin antes bajar a desayunar.

—¿A dónde vas tan temprano?— preguntó su madre que había llegado a sentarse después que ella y apenas iba por medio plato.

Ella acabó el desayuno y se puso de pie limpiando sus labios con la servilleta. —Voy al mercado, leeré un poco y compraré la fruta de la semana—.

—Bien, pero ten cuidado. Ya sabes como están las calles estos días-. Le advirtió mientras la veía partir.

— Si madre, ya lo sé, aunque sabes que no me siento tan vulnerable ahí afuera— comentó confiada tomando la canasta de mimbre.

Salió y tomó una bocanada de aire fresco, mañanero, limpio sintiendo el gusto de poder seguir viva. Caminó con sus zapatillas rosadas y salió de los límites de la mansión con ese porte elegante pero humilde.

Sentía las miradas de los jóvenes mientras caminaba por la acera, procuraba no voltear a niguno, era algo incómodo, además no quería empezar rumores pues los hombres siempre tienen ganas de presumir hasta del más mínimo detalle.

— ¡Señora Wallace!— saludó entrando a una panadería rústica tomando 4 tipos de pan diferente escogidos con rapidez, a excepción del último, dio un par de vueltas por los pasillos antes de decidir. —¿Hay algo nuevo?—

— Ya sabes como es esto Angie, los estúpidos ingleses se creen dueños de todo — refunfuñaba la señora regordeta y rubia. — La que hoy tienen novedad eres tu ¿4 panes? ¿Acaso tienes una hermana nueva o algo? — ella era bastante observadora, por no decir chismosa.

—Para nada, yo. . . Quiero otra pieza por hoy. — evadió algo nerviosa por la vista acusadora de la mujer.

— Hmm. . . Bien. Voy a tomarlo pero espero me cuentes algo bueno después — apretó sus labios resignada y metió el pan en la canasta de Angelica mientras ella le daba el dinero con la otra mano.

Ella rió mientras tapaba con un pañuelo la comida. — Vamos, sabe que el romance no es de mi agrado —

— Al menos le agradas al romance, es más de lo que las demás podemos decir. —

Nuevamente ambas rieron antes de que ella saliera por la puertecilla de madera — ¡Que tenga buen día! —

Caminó nuevamente cuesta abajo por las calles empedradas de Nueva York apreciando los puestos a la distancia y acelerando el paso por llegar a la fuente cuyo espacio vacío en sus bordes lucía como un buen lugar para seguir leyendo el libro que tenía en su canasta. Al fin llegó y tomó asiento cruzando las piernas y abriendo el libro en el marcador que había dejado retomando la lectura que llevaba desde hace unas semanas.

Se había sumido en los párrafos de la lectura, los comparaba con su vida cotidiana y como podría usarlos como argumentos concretos sí alguna vez se le permitía debatir de nuevo, aunque a veces gozaba de molestar a su padre y dejarlo sin palabras durante la cena. 

 — "Una mala causa será defendida siempre con malos medios y por hombres malos." —

Angelica volteó y bajó el libro, frente a ella, de pie, se encontraba ese soldado castaño y pecoso con quien esperaba verse ese día, de su rostro brotó  una gran sonrisa que por pena ocultó bajando la mirada antes de volver a verlo. 

 — De Thomas Pain  — dijo cerrando el libro y poniéndolo de nuevo en la canasta  — No sabía que te interesaba ese autor, pero tampoco me sorprende —

 — Ni a mi me sorprende de ti  . . .¿Está ocupado? — señaló el espacio disponible a un lado de ella quien asintió con la cabeza dejándolo sentarse.

Ella se hizo un poco al lado para dejarle más espacio.  —¿Cómo pasó la noche con sus amigos?—

— Debo admitir que no creí que sería tan divertido salir sin beber alcohol— alardeó orgulloso.

Ella lo vio de forma incrédula —No me diga— preguntó con ese aire de sarcasmo.

—Se lo juro, me levanté fresco como lechuga, me ofende que tenga tan poca fe en mi—  puso una mano en su pecho de forma dramática.

Ella rió ante esto y tomó el pan de su canasta para darle una mordida.  — ¿Gustas una pieza?— le ofreció mostrando la canasta.

—¿Segura? ¿No son para tu familia o algo por el estilo?—

— Emm. . . Mi madre me dio monedas extras y compré uno por sí Peggy quería doble porción. — mintió.

—¿Y Peggy no va a molestarse?— ella negó. —De acuerdo, lo tomaré.—

Tomó el pan y dio una mordida haciendo un ruido de satisfacción. Una sonrisa se asomó mientras comía y llamó la atención de Angelica.

—¿Acaso nunca había comido pan?— preguntó ella bromeando.

—Nunca uno tan bueno— contestó. –Hm, cambiando de tema ¿Siempre carga ese libro a todos lados? Lamento interrumpir su lectura—

—Para nada, solo estaba leyendo mientras esperaba— tapó su boca con un pedazo de pan, que vergüenza que él supiera que lo había estado esperando a él y la ida al mercado era solo una tonta excusa para verlo. . . Y aunque le avergonzaba, era la verdad.

—¿Ah si? ¿Y qué esperaba?— preguntó él con toda la inocencia, ciertamente era algo torpe.

—Uh. . . Bueno yo estaba. . . Eh, verá. . . No crea que yo. . .— tartamudeo, no sabía que pasaba, usualmente tiene mucho control sobre sus palabras.

Él rió un poco y pasó su pedazo de pan —Calma, no tiene por que decirme, entiendo que no es de mi incumbencia—

—¡Si! Es eso, es que . . . Es algo personal y bueno. . .Eso— los nervios ya se había apoderado de ella, estaba fuera de su zona de confort.

—¿Se encuentra bien? Está roja su piel ¿Se siente enferma? Hay mucho calor, podríamos alejarla del sol, un golpe de calor podría ser grave—

—¡Claro, vámonos a la sombra!— ella se puso de pie y sujetó su manga para llevarlo tras ella.

—Pero, la cosa que espera-. . .—

—Eso no importa, coronel— le interrumpió guiándolo más allá del mercado hacia el puerto.

Llegaron a una banca fuera de un negocio y se sentaron ahí. Angie se sentó y observó el muelle a la distancia, la gente iba o venía en las carrozas, los estudiantes corrían con sus libros y las madres llevaban a sus hijos a admirar los barcos.

—Cuanto me gusta Nueva York — sus suspiró.

Laurens se sentó a su lado — Sep, mejor lugar para vivir — comentó con una sonrisa plácida ella volteó a verlo disimuladamente, nunca había notado que tenía un perfil tan varonil ni que sus pecas tenían un contraste casi perfecto con su piel.

Regresó la vista al frente. —No podría decirlo mejor— él volteó a verla disimuladamente, su tez era limpia y firme, desde la noche de la boda se preguntaba como es que sus ojos negros emanaban tanta seguridad y humanidad.

Se tornó rojo, ella había sentido su mirada y había volteado nuevamente, sus ojos se habían encontrado directamente por error sus miradas se sentían tan cerca que juraría que podían ver el alma del otro.

Ambos tenían miedo de volver incómodo el momento, fue cuando ella sonrió del mismo modo que el lo había hecho viendo lugar y empezó a reír. 

—¿Uh?¿Qué es tan gracioso?— preguntó confuso.

Ella seguía riendo —Nada, nada, lo siento — sujetaba su panza e iba y venía sobre la banca.

Por mera empatía un par de risillas brotaron de él hasta desatar una risa como la de ella que solo iba en aumento. Pasado un rato empezaron a desvanecerse mientras recuperaban el aliento. Ya no valía la pena preguntar por qué habían reaccionado así. No era importante.

—Señorita Angelica es sin duda una mujer muy única— comentó poniéndose de pie.

Ella le siguió y se paró a su lado frente al mar —¿De verdad? Eres un hombre muy alagador—

— Me gustaría resaltar lo bueno de muchas cosas, en la situación actual me temo que soy muy pesimista — comentó con un aire depresivo.

—La verdad no me sorprende— comentó hasta que recordó algo importante.  —¡Ay no, la fruta!—

—¿Eh?—

—Le dije a mi madre que iría por la fruta, debo comprar rápido o no será la del día, esos puestos cierran antes que el resto del mercado—.

—Regresemos entonces, no podemos dejar a la Señora Schuyler sin su despensa—

—Claro, claro. Vamos ya— se dirigieron de vuelta al mercado donde con curiosidad, John observó como Angie escogía los alimentos con cuidado y lo amable que era con las personas de los puestos.

Regresaron hacia la mansión, estaban a una calle y ya podían divisarla a lo lejos, podían ver la entrada que estaba cubierta por un carruaje que no pertenecía a la familia. De forma repentina, Angelica se detuvo.

—¿Pasa algo?— preguntó John deteniéndose un par de pasos adelante.

—El carruaje. Parece que John Church está de visita—.

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SIGAN LEYENDO, TENGO MUCHO PLANEADO

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