Capítulo #7

¡AVISO!
ESTE CAPÍTULO CONTENDRÁ ESCENAS UN TANTO EXPLÍCITAS, ASÍ QUE LO LEERÁS BAJO TÚ RESPONSABILIDAD.

Traté de llamarlo pero no me contestó, lo busqué  en cada rincón del instituto y no lo pude encontrar, así que no tuve más opción que averiguar su dirección e ir hasta su casa.

—¡Kris! —empecé a golpear su puerta con desesperación—. ¡Kris, sé que estás ahí! ¡Ábreme la puerta, Kris! —poco después, esta comenzó a abrirse lentamente, logrando que mis nervios se descontrolaran y que mi respiración comenzara a agitarse el doble; pero mi mente se quedó en blanco cuando lo vi, llorando como nunca antes, sufriendo al igual que yo.

‌—¿Qué... qué estás haciendo aquí? —musitó, sorprendido.

—Kris —tomé sus mejillas entre mis manos cuando reaccioné y uní nuestros labios brevemente, acercando nuestras frentes poco después; estaba realmente asustado de que me alejara o rechazara en ese momento, pero aunque lo hiciera, seguiría aquí—. Ya sé lo de tu madre, Kris, y no te voy a dejar, ¿lo oyes? No lo haré —le aseguré, mientras lo abrazaba con fuerza.

Él, al principio se quedó estático, sin hacer movimiento alguno durante un par de segundos.

—¿Cómo... cómo lo sabes? —balbuceó.

—Obligué a Spencer a confesarlo —dije contra su cuello, ahogando el leve llanto que comenzó a surgir en mí—. ¿Por qué no me lo dijiste, eh? Podríamos haber echo algo, juntos. No sabes cuánto me dolieron tus palabras —sus manos comenzaron a rodear lentamente mi cintura, aferrándose a ella.

Pude sentir sus sollozos en mi cuello. Él se estaba mostrando tan frágil en ese instante, que si estuviéramos en otras circunstancias, moriría de ternura.

—Lo siento mucho —murmuró con dificultad—. Yo no quería decirte todo eso, Sam. Lo juro. Preferiría cortarme la lengua antes que lastimarte de esa manera. Pero tenía que proteger a mi madre; él no me dejó opción.

‌—Lo sé, y te entiendo —me separé un poco y llevé mis manos a su posición anterior; acariciando sus mejillas y borrando el rastro de sus lágrimas—. Pero tienes que saber, que me gustas demasiado, Kris. Y no te dejaré por ningún motivo —le propiné un casto beso, el cuál me correspondió enseguida creando un movimiento lento pero tierno, viendo como después de separarnos, sonreía.

—... Tú también me gustas, Sam —acomodó mechones de mi cabello tras mi oreja—. No sabes cuanto.

Pasó de mi cabello a mis mejillas, delineado con sus dedos desde la línea de mi mandíbula, mi nariz y luego la forma de mis labios, para volverlos a unir con los suyos mientras nos adentrábamos a su casa. Al cerrar la puerta, sus manos comenzaron a recorrer cada centímetro de mi cuerpo, atrayéndolo, queriendo sentir la piel que se escondía bajo la ropa. Sin romper nuestro beso, dirigió sus manos hasta mis muslos, cargándome de manera que mis piernas lograran enredarse en su cintura, y en esa posición nos mantuvimos hasta llegar a su habitación.

Estando en el interior, me dejó suavemente en la cama y se colocó encima de mí, manteniendo mis piernas en su cintura y quedándose en medio, estando su rostro a escasos milímetros del mío.

—Sam —me llamó con suavidad—. ¿Estás seguro de querer quedarte conmigo...? ¿No me odias...? —pude notar cierto temor en su mirada y en su voz.

«Tonto, por muchas cosas que hiciste en el pasado, ya te dejé en claro que eres solo mío. ¿Acaso debo ponerte un cartel?»

Suspiré.

—Te amo, Kris —esas simples pero fuertes palabras salieron de mis labios con total sinceridad, seguidas un corto beso—. Si te odiara, no estaría aquí. Además, no querría estar con alguien más que no fueras tú —él sonrió y luego se acercó a mi oído.

—Yo también te amo. Y tampoco querría estar con otra persona; tú eres el único que me hace sentir de esta manera, Sam —se alejó un poco para mirarme a los ojos y acariciar mi mejilla—. No sé cómo pero, cada vez que estoy cerca de ti.... no puedo pensar en otra cosa que no sean tus labios —dejó un corto beso en ellos—. Tu olor.

Se acercó a mi cuello, aspirando profundamente en aquella zona para luego dejar un cálido beso en él, provocándome leves cosquillas.

—Solo quiero abrazarte y nunca soltarte —empezó a dejar cortos besos por mi mandíbula hasta dejar un último en mi mejilla, clavando su mirada en mí segundos después—. No quiero que nadie te haga daño ni te aleje de mí, y antes de hacer cualquier cosa. ¿Quieres ser mi novio, Sam?

Una gran sonrisa se formó en mis labios. Era evidente que lo quería, moría por ser lo que Kris necesitaba para ser feliz, su refugio y su confidente; quería que me mirara solamente a mí.

—Eso no tienes ni que preguntarlo, solo quiero estar contigo —le respondí con sinceridad.

Él me sonrió de vuelta y me besó. Este era lento, con cariño, un beso sin prisas, uno que solo tenía como objetivo sentir el cariño mutuo que nos teníamos.

Poco a poco nos levantamos,  rompiendo aquel dulce contacto que nos unía, para quitarnos prenda por prenda, con lentitud, hasta quedarnos con solo la interior. No era la primera vez que veía el cuerpo de Kris sin camisa, pero ese cosquilleo y el leve nerviosismo que me atacó, lo hicieron sentir diferente; mis sentimientos eran diferentes.

Desplacé lentamente mi mano por su pecho, delineado cada centímetro, sintiendo lo cálida que se mostraba su piel mientras más bajaba, a la vez que su mirada seguía cada movimiento de esta. Las suyas, también curiosas, recorrieron mi espalda con suavidad, haciendo una leve presión al posicionarse en mi cintura, acercándome a él, logrando que mi frente se juntara con la suya.

—Eres tan hermoso, Sam —susurró con suavidad, aunque su voz comenzaba a tomar tonos graves que erizaron mi piel. Empezó a subir su mano por mi pecho hasta que llegó a mi mentón—. Me encanta todo de ti, Clemens.

«Mierda, mierda, mierda, nunca pensé que mi apellido podría sonar tan malditamente bien en sus labios, acompañado de ese "Me encanta todo de ti"»

«¡Siento que me voy a derretir en cualquier momento!»

Subí mis manos hasta su cuello, acariciándolo con mis dedos, para dejarle un corto beso en los labios.

—¿Qué quieres que diga? —dije entre una leve risa—. Cada parte de mi te la entregué al decir que te amo, Kris, así que cuida bien de tu hermoso tesoro.

Él sonrió, volviendo a deslizar sus manos hasta mi cintura y de ahí a mi muslos, cargándome nuevamente, provocando que me sujetara de sus hombros.

—Te cuidaré, amor. Nunca lo dudes.

Al decir esas palabras, volvimos a la cama, en esa misma posición. Él comenzó a besar y morder levemente mi cuello; él sabía que esa zona era sensible al tacto de sus labios. Después fue bajando lentamente hasta dejar impregnados sus besos en cada rincón de mi cuerpo; en mi cicatriz también, la cual había besado con delizadeza, provocando que soltara pequeños e inaudibles gemidos.

Aunque también me había dado una fuerte sensación de felicidad; de verdad me estaba aceptando, incluso a mis cicatrices del pasado.

Sus manos curiosas y hábiles también se sumaron para provocar ese remolino de emociones que sentía, tocándome de una manera tan dulce y al mismo tiempo excitante, que no pude evitar estremecerme.

Pero aquellos pequeños gemidos se intensificaron, cuando su boca se detuvo en uno de mis pezones. Los movimientos de su lengua erizaron mi piel, llevando un placer electrizante a cada rincón de mi ser. Entre esa pequeña nube de excitación que me envolvía, no me percaté de que su mano comenzaba a adentrarse en mi boxer, llevándola hasta aquel sensible lugar e introduciendo dos de sus dedos en mi interior, moviéndolos.

Debido a esto, llevé una de mis manos a mi boca, quería callar un poco los agudos gemidos que me provocaba. Se sentía tan bien que inconscientemente empecé a mover mis caderas sobre ellos, queriendo sentirlos a mayor profundidad. Hasta que sentí que el tacto paró.

—Si te gusta... ¿por qué te contienes, eh? —empezó, con una leve sonrisa al acercarse a mi rostro—. Déjame escucharte, cariño.

Susurró, para después apartar mi mano y llevarla a su boca, dejando un leve beso en la palma. Dirigiéndose luego a mis labios, iniciando otro fogoso beso mientras amasaba mis muslos. Sus manos iban de arriba a abajo recorriendo cada parte de mi, rozando nuestras entrepiernas por encima de la ropa.

Pero yo necesitaba más contacto, mi cuerpo imploraba por buscar sus puntos débiles y ser yo quién erice su piel. Así que rompí el beso para invertir las posiciones, colocándome encima de él. Empezando a besar su cuello mientras mi mano hacía de las suyas, delizandose hacia todo lugar que pudiera alcanzar.

En el momento que iba a subir a sus labios, el lóbulo de su oreja, teñido de un rojo intenso capturó toda mi atención. Por lo que me acerqué a su oreja para delinearla y después, morder levemente la zona; su reacción y la de su cuerpo me confirmaron que lo había encontrado.

Ah... Sam... —jadeó, y no pude evitar sentirme victorioso.

—Lo encontré, ¿verdad? —esta vez besé aquella enrojecida zona, pasando mi lengua por el borde de esta, haciéndolo cerrar los ojos por segundos y dificultando su respiración—. Ya sé cómo hacerte sentir completamente vulnerable, mi querido Larsen.

Dejé un pequeño beso en sus labios, con diversión. En ese instante, sentí a su mano en mi cadera, la cual hizo presión hasta que me acomodó sobre su cuerpo, volviendo a rozar nuestras entrepiernas.

—Ya que quieres jugar tanto... tendrás que resolver el problemita que causaste, cariño —dijo con la voz entrecortada, sin despegar la mirada de mis labios, y yo podía sentir a lo que se refería.

—Con mucho gusto —le propiné un beso que duró pocos segundos, para luego ir bajando lentamente hasta su abdomen de la misma manera.

Y cuando llegué a sus bóxers, los empecé a bajar lentamente, viendo como su notable erección se asomaba.

«Te haré ver a lo que me refería cuando te dije que mi experiencia era de calidad.»

Tomé su erección entre mis manos, comenzando a hacer lentos y tortuosos movimientos para él, de arriba hacia abajo, solo deteniéndome para ver su expresión de "te ruego que vayas más rápido", y me encantó. Luego de un rato, lo introducí en mi boca para empezar un vaivén a una velocidad promedio.

Podía ver de reojo que a Kris le gustaba, y eso solo me motivó a aumentar la velocidad, percatándome de cómo apretaba la sábana blanca con su mano y cerraba los ojos con fuerza, arqueando levemente su espalda.

Así que, antes de que terminara, detuve el movimiento y, oyendo sus quejas, me acerqué por encima de él a su mesita de noche.

—Sam... Carajo, ¿por qué te detienes? —habló cómo pudo, levantándose un poco, pero el latente dolor en su entrepierna y la necesidad de liberarse lo dejaron a medias.

—¿En qué cajón los tienes? No haré nada sin protección —demandé, y pude ver su ligero fastidio, por lo que volví acercarme a su punto débil, sujetándolo entre mis dientes, escuchando sus jadeos—. Responde rápido, amor, ¿no quieres que te ayude?

Le susurré para apresurarlo. Además, yo también quería algo de diversión.

—Ah... Mierda.... Está-Está en el segundo, creo..

Soltó con dificultad. Inmediatamente lo busqué y encontré uno donde indicó, el cual abrí con mis dientes.

—Buen chico —dije con una sonrisa al dejarle un corto beso y volver a mi posición anterior.

Luego de colocárselo, me senté sobre él, poniéndolo dentro de mí poco a poco. Mientras más profundo llegaba más aumentaba el calor y la excitación en mi cuerpo. Cuando finalmente me acostumbré, comencé a mover mis caderas en círculos, escuchando los gemidos roncos de Kris y dejando salir los míos que eran mucho más agudos.

Arqueaba mi espalda hacia atrás, aumentando la velocidad de cada movimiento para sentirlo más adentro. Y Kris lo logró, al acercarse y comenzar a mover sus caderas hacia arriba, presionando con una mano mi cintura y con la otra acercó mi rostro para besarme. Segundos después, sentí como su lengua se abrió paso en mi boca, intensificando nuestro ahora apasionado beso.

Yo solo podía aferrarme a su espalda para que no se detuviera, disfrutando de cada segundo en el que nuestras pieles se tocaban. Él volvió a poner mi cuerpo sobre la cama para colocarse en medio, tomando mis piernas para llevarlas a sus hombros, volviendo a entrar.

Cada embestida era pausada pero profunda, habían momentos en los que le pedía que aumentara la velocidad porque sabía que se contenía para no ser tan rudo. Aunque debo aceptar, que esos  instantes de delicadeza al tocarme, besarme o hacer algún movimiento, me volvían completamente loco.

Pude notar en sus ojos que disfrutaba y apreciaba ese momento tanto como yo, que a pesar de ser algo totalmente nuevo para él, estaba dispuesto a intentarlo todo para dejar sus miedos atrás y hacerme sentir cómodo. Era diferente, pero hermoso.

La excitación, que también formada parte de ese maravilloso momento, a ambos nos hizo sentir que aquella habitación era una burbuja de deseos y emociones intensas, que llevaron a un ansiado clímax donde nuestros cuerpos se liberaron al mismo tiempo.

Él dejó su cuerpo caer sobre el mío, tratando de regular su respiración mientras acariciaba mi cabello y yo deslizaba mis manos por su espalda, aún percibiendo su calor. Poco después, se alejó lentamente y se acomodó a mi lado, deshaciéndose del preservativo usado.

Los dos estábamos agitados pero felices. Sabíamos que lo que acabábamos de hacer no era solo sexo, sino que nuestros cuerpos se hicieron uno, apreciamos aquellas expresiones exclusivas para nosotros, las cuales nos fascinaron. Memorizamos cada detalle de nuestros cuerpos, y nos demostramos nuestros sentimientos mediante el placer, eso es lo que significaba para nosotros, "otra manera de amar"

Nuestros ojos se cruzaron, acompañados de una amplia sonrisa. Me giré hacia él, arqueando mi brazo  para sostener mi cabeza con la palma de mi mano mientras lo observaba detenidamente. Él se puso de costado, en la misma posición, y empezó a acariciar mi cabello.

—Esto fue... mejor de lo que imaginé —dijo con cierta agitación en su voz, pero mostrando aquella hermosa sonrisa al acomodar algunos mechones tras mi oreja.

‌—Bueno... debo admitir que sí, me hiciste sentir increíblemente bien, Kris —dije sincero, a lo que él rió levemente.

—Siendo honesto, nunca pensé que de verdad me llegarías a gustar tanto, Sam; que serías la única persona que logra ponerme a sus pies con solo tocar una pequeña zona de mi cuerpo. Nunca creí tener el valor de tocarte ni de aceptarte, como ya lo había hecho mi corazón —confesó, acercándose más a mi, para acariciar mi mejilla—. Suena tonto, ¿verdad? Pero no puedo evitar decir esas cosas cuando estoy contigo.

‌—Hey, no es tonto —me acerqué a dejarle un corto beso—. Es muy lindo que te expreses así. Créeme, al principio yo tampoco aceptaba la idea de que me gustaras. Eres un imbécil.

‌—¡Oye! —se quejó, mostrándose falsamente dolido.

‌—Pero igual te quiero demasiado —lo abracé con fuerza, sintiendo como en segundos su brazo rodeó mi cintura, acercándome, brindándome calor y seguridad—. ¿Puedes ser así solo conmigo, Kris? ¿Puedes no volver a abandonarme?

Le pedí, y en verdad lo quería, lo quería solo para mí, aunque eso fuese egoísta. No podría aceptar la idea de perderlo, ya había caído profundamente en sus redes y no pensaba salir.

‌—Nunca dudes de eso —respondió con una voz suave.

Luego besó mi frente y nos tapó a ambos para volver a abrazarnos.

Mis ojos se abrieron antes que los de Kris. Su rostro relajado al dormir era simplemente hermoso: su cabello desordenado, sus labios ligeramente abiertos un tanto rosados, todo.

«No sé cómo hiciste que me enamorara de tí... Pero realmente adoro cada parte de tu insoportable ser...»

Poco a poco sus párpados empezaron a moverse hasta que dejaron ver sus hermosos ojos azules.

‌—Buenos días~ —‌le susurré, a lo que él sonrío.

—Buenos días —su voz fue relajada y algo ronca.

‌—¿Te sientes mejor? —asintió, volviendo a rodear mi cintura para acercarme.

—Yo debería preguntarte eso, ¿no crees? Pero a decir verdad, despertar contigo así me hace olvidar todos mis problemas —rozó nuestras narices con lentitud—. Eres una cosita alborotadamente linda en las mañanas.

No mentiría, me gustó cómo me llamó; aunque claramente se refería a lo desordenado que se encontraba mi cabello, sí, el no despertaba muy lindo que digamos.

—Tú no eres mucho mejor, ¿sabes? —revolví el suyo para que estuviera igual de despeinado, acto que lo hizo reír.

Hasta que me detuve y su risa cesó, haciendo que me mirara fijamente.

—Muchas gracias por venir a buscarme. Yo no hubiese tenido el valor de verte a la cara después de todo lo que te dije —su vergüenza se hizo presente.

—Ay, Kris —acomodé un poco su cabello, pero luego pasar a dejar leves caricias en su rostro—. A partir de ahora nos contaremos todo, ¿vale?

‌—Mm. La verdad no quería esconderte nada pero.... lo que pasó entre mi madre y mi padrastro, fue porque él no paraba de golpearla. Cada vez que bebía le hacía daño, a ambos —confesó, con cierto dolor—. Y al final, terminó empujándolo por el balcón de nuestra antigua casa mientras discutían —explicó, sorprendiéndome un poco.

Sí sabía que ella fue la causante de su muerte, pero no específicamente el cómo.

—Aunque no trataba de matarlo —se apresuró a decir—. Solo quería apartarlo de mí, yo lo vi, ella estaba cansada de cómo nos trataba. Y en cuanto llegó la policía, dijeron que todo parecía ser un suicidio. Ahí nos enteramos de que ese mismo día lo habían echado del trabajo, y perdió todo el dinero que tenía en un casino; por eso estaba más agresivo. Así que asumieron que se había lanzado para esquivar las deudas.

Nunca pensé que hubiese llegado a pasar por algo tan horrible, aunque posiblemente eso fue lo que influyó negativamente en su actual comportamiento.

Kris escondió su rostro en mi pecho.

—En parte no quería aceptarte porque temía lastimarte por mis impulsos —murmuró con cierta dificultad—. Pero de igual manera terminé haciéndolo.... yo no quería ser como él...

‌—Hey, tranquilo... —volví a acariciar su cabello—. No eres como él, ¿lo entiendes? No te preocupes por eso. Todo quedó en el pasado y, dudo mucho que Spencer intente a hacer algo más contra tí —hice que dejara de esconder su rostro para que me mirara—. Tú solo piensa en el ahora y en que haré todo lo posible para hacerte feliz —le sonreí para darle seguridad.

‌—No tienes que hacer nada, Sam —acortó los pocos milímetros de distancia que nos esperaban, tocando la punta de nuestras narices—. Porque ya lo soy —terminó depositando un corto beso en mis labios—, y mucho —volví a sonreír.

‌—Me alegra que pienses así. Por cierto, creo que gané la apuesta, ¿no?  —le recordé, viendo como desviaba la mirada.

‌—Puede que sí —dijo simple, sin darle mucha importancia.

—¿Cómo que puede? —me alcé un poco, apoyándome en mi codo sobre la cama—. El trato era que te hiciera sentir algo por mí, y lo logré en el plazo acordado, lo que tú te demoraste en admitirlo.

—Ja, cualquiera diría que en realidad no te gusto y que solo querías ganar la apuesta para que no te echara —insinuó entre una leve risa.

—En parte —solté, a lo que me miró sorprendido—. Pero en verdad me gustas, créeme, no salgo a buscar a un chico echo un mar de lágrimas todos los días —él rió, negando con la cabeza—. Pero dejando a un lado eso, no puedes echarme del instituto aunque quieras.

‌—Y no quiero —volvió a rodearme con sus brazos—. En estos momentos no me quiero separar de ti.

‌—Yo tampoco quiero alejarme de ti —se lo correspondí—, pero ahora tenemos que irnos a la universidad —le recordé.

‌—¿Eh? —musitó, al fruncir un poco el ceño—. No podemos quedarnos aquí así, abrazados, ¿Mm? No estamos en un baño público, así que tendremos comodidad —me abrazó aún más fuerte.

‌—Absolutamente no, vamos levántate —me separé de él y me levanté.

‌—No —se volvió a cubrir con las sábanas.

‌—Kris, no actúes así, ¿quieres? —jalé la manta blanca que lo cubría.

‌—No —destapó su cabeza—. Vamos a quedarnos, Clemens —espetó, con cierta infantilidad.

‌—Ya dije que no podemos, levántate o te voy a arrastrar por el suelo.

‌—Adelante —se acercó al borde de la cama—. Estoy dispuesto a limpiar el suelo con mi cuerpo si puedo quedarme contigo.

Llevó sus manos a mi cintura; yo tenía puesta una polera blanca ancha suya que llegaba hasta la mitad de mis muslos, mientras que él aún seguía en boxers.

‌—De ninguna manera, eres muy pesado para mí —empujé levemente su pecho.

‌—Entonces déjame cargarte hasta el baño y nos duchamos juntos —me jaló hacia él, sentándome en sus piernas a horcajadas al mostrame esa sonrisa ladina que claramente decía "quiero más de tí"

‌—Ja, no creas que no conozco tus pensamientos, idiota. Cuando empiezas ya no quieres parar, así que levántate.

‌—Amor, si sabes mis intenciones, ¿por qué no me complaces? Tú eras el que decía que cuando te probara no podría seguir con mi vida así como así  —su mano comenzó a subir lentamente por mi rodilla, adentrándose al interior de mi camisa, mientras su mirada se mantenía en mis labios—. ¿No asumirás la responsabilidad?

«Estás provocando al príncipe de la seducción, cariño.»
«Pero solo volverás a tenerme cuando te lo ganes.»

‌—Escúchame bien, Krister Larsen —dije, deteniendo su mano antes de que tocara dónde no debía—. Si no te levantas ahora mismo y dejas de ser tan descarado, grabaré un vídeo tuyo actuando de esta manera, y lo publicaré. Ahí veremos quién te tendrá miedo después de saber lo fácil que podría manipularte —amenacé, notando cómo su semblante se endurecía.

‌—Eso es jugar sucio, rubio —normalizó su tono—. ¿Cómo te atreves a amenazarme y a llamarme por mi anterior nombre, eh?

‌—Si no te gusta, entonces hazme caso, cariño —zanjé. Él solo desprendió un suspiro, lleno de frustración al rodar los ojos.

‌—Bien —dejó libre mi cintura y se alzó, apartándome de su regazo—. Ya me levanté, ¿feliz?

‌—Mm, ahora ve a ducharte —señalé hacia la puerta del baño.

—Ja, no me gusta esto de que me ordenes, pequeña pelusa rubia —se acercó a mi cuello, dejando un beso en él luego de una pequeña mordida—. Pero te dejaré ir por ahora.

Susurró al separarse y dirigirse hacia esta. Su voz me puso algo nervioso al estar tan cerca de mi oído; su aliento  caliente y el roce de sus labios estaban erizando mi piel con mucha frecuencia, pero también me hacían sonreír. Terminé yendo a la cocina para prepararnos el desayuno mientras que él se duchaba, pero en eso, tocaron la puerta.

‌—¿¡Puedes abrir, Sam!? —gritó desde el baño.

‌—¡Ok! —dejé lo que estaba haciendo y fui a abrir la puerta, pero al hacerlo me quedé inmóvil y sorprendido.

‌—Ah.... ¿Sam? —la figura de esa mujer de cabello negruzco, que vestía un traje color vino y mantenía una expresión de completa confusión, apareció ante mí.

‌—Directora... —fue lo que pude musitar.

¡gracias por leer people!

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