Capítulo #3
Comenzaba de nuevo la semana. Mi cuerpo se sentía algo cansado, ya que estuve leyendo hasta tarde por lo del trabajo, debido a que cierto pelinegro me dejó la parte de investigación a mi mientras que él buscaría lo necesario y lo transcribiría.
«Es un imbécil muy listo y manipulador... verdaderamente lo es.»
Cuando iba rumbo a la Universidad, a unas cuantas cuadras de mi casa, escuché unas voces provenientes de los callejones cercanos. Y como soy una personita curiosa, fui a ver qué sucedía. Al acercarme lo suficiente, divisé a un grupo de chicos rodear a otro, el cuál se encontraba en el suelo.
—¿¡Dónde está, eh!? —le gritó uno de ellos al chico, era ese pelinegro de cabello rizado que anteriormente me había enfrentado.
—¿Ben? —musité en mi lugar.
—No-no tengo na-nada —dijo el del suelo con dificultad.
—¿Crees que somos estúpidos? —hizo una señal para que los otros lo golpearan.
—¡Paren! —apareció aquel sombrío chico, el líder de la pandilla.
—Kris —dije al verlo, él lo agarró por el cabello, haciendo que lo mirara.
—¿Crees qué puedes tomar lo que no es tuyo e irte así como si nada? —su tono grave y sarcástico empezó a asustarlo.
—Les... les juro que no tomé nada. Por... por favor déjenme ir —pidió, con lágrimas en los ojos.
Él suspiró por el estrés que le generaba tratar con una persona que se rehusaba a cooperar, dirigiendo su mirada hacia Ben poco después, aún sin soltarlo.
—¿Ya lo revisaron? —le preguntó, enarcando una de sus cejas.
—Sí, está limpio —esto hizo que soltara con brusquedad el cabello ajeno, acercándose a este.
—¿¡Entonces me estás haciendo perder el tiempo, eh!? —tomó el cuello de su camisa, mirándolo con rabia.
—No es eso, jefe —se apresuró a responder—. Nosotros lo vimos entrar a una casa con un bolso y luego salió sin el.
Al oírlo lo soltó.
—Osea que lo vendiste —miró al chico en el suelo, con múltiples heridas en el rostro.
—Les ju-juro que no he... hecho nada—volvió a repetir entre sollozos y lágrimas.
—Ay ya deja de decir eso —rascó su nuca de manera superficial, ladeando un poco la cabeza—. Solo acepta lo que hiciste y ya, tu voz me da dolor de cabeza.
—¿Qué hacemos entonces, Jefe? —preguntó uno de ellos.
—Golpeenlo hasta que se cansen —soltó con una expresión de aburrimiento—. Ben, llévame a esa casa.
—Sí, je...
—¡Kris! —lo llamé mientras me acercaba a ellos.
—Mierda, ¿¡qué estás haciendo aquí ah!? —se volvió hacia mí.
—Detenerte —me posicioné frente a él—. ¿Por qué le estás haciendo esto?
—Eso a ti no te interesa, por lo tanto no te metas, Sam —frunció aún más el ceño—. No es tu problema, ¿ok?
—No me digas que hacer. Él ya dijo que no robó nada déjalo ir. ¿¡O acaso piensas matarlo a golpes!? —se me acercó apenas terminé de hablar, agarrando mi camisa con fuerza cuando estuvo lo suficientemente cerca.
—¡Te dije que no te metas! —me solté al empujarlo.
—Eso no funciona conmigo, Kris. ¡No te tengo miedo y no dejaré que lastimes a una persona inocente! —un fuerte ardor comenzó a crecer en mi mejilla cuando su mano impactó en mi rostro; me había dado una bofetada, queriendo hacerme callar.
—Lárgate antes de que pierda la paciencia —ordenó entre dientes mientras apretaba sus puños.
—¡No lo haré! —no me iba a rendir; ese chico juraba que era inocente y yo lo iba a defender.
—¿Ah, no? Sujetenlo —les ordenó a los demás.
—¡Corre! —le grité al chico para que huyera.
Este se levantó como pudo, alejándose lo más rápido que su cuerpo le permitió. Mientras que yo empecé a pelear con los que venían hacia mí, tratando de esquivar sus golpes aunque muchos de ellos llegaban a mi rostro. Pero al final, eran cuatro contra mi, quienes lograron agarrarme por los brazos entre dos, dejando el camino libre para que los otros golpearan mi abdomen.
Y ese es mi punto debil, ya que hace como dos años, tuve una cirugía en esa zona.
—Eres muy valiente —elevó ligeramente mi mentón, examinado las pequeñas heridas que me habían dejado—. Pero demasiado entrometido —lo empujó.
—¿Qué hacemos con él, jefe?
—Llévenlo a mi casa —dijo sin expresión alguna, aunque los desconcertó un poco—. Ya saben dónde ponerlo; no quiero que haga ruido.
—Ah, sí, jefe.
—Eres.... despreciable —mi voz se mostró afectada por los golpes que recibí.
—Lo sé, llevenselo ahora —ambos asintieron, alejándose poco a poco—. Vámonos, Ben.
—Ok.
Me llevaron hasta un auto, dónde me noquearon para que no pusiera resistencia durante el camino. Él se dirigió a la casa dónde hizo estancia aquel chico.
Tocaron la puerta con cobertura de madera y pequeños cuadros de cristal, y en segundos, un hombre de alrededor de 30 años salió al esta abrirse.
—¿Qué es lo que quieren? —preguntó con cierta intriga.
—Primeramente, entrar.
Ben empujó su estómago con el pie tan fuerte que entró a la casa de una.
—¿¡Qué les pasa!? —se levantó para golpear a Ben pero Kris lo detuvo, impactando su puño cerrado en la nariz contraria.
—¿Por qué demonios me hacen enojar? —preguntó, acomodando leves mechones de su cabello—. Después acabo siendo yo el malo.
Se agachó a su altura, y tomó su rostro en una de sus manos para levantar su cabeza.
—¿Dónde está? —preguntó con un tono neutro.
—No sé de qué estás hablando —respondió, saliendo de su boca un poco de sangre.
—¿Ah, no? —golpeó su estómago y lo volvió a agarrar—. Hoy vino un chico, entrégame lo que te dió.
—Yo... yo no he visto ningún chico — dijo con dificultad—. Y aunque lo hubiese hecho.... no se los diría.
—Cierto —lo volvió a golpear y suspiró—. En las últimas horas me ha tocado lidiar con personas estresantes, ¿sabes?
Se levantó, empujando su cabeza hacia el suelo.
—Pero está bien —llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón—. Como suelen decir: "Has las cosas por ti mismo si quieres que salgan bien".
El mayor lo miraba desde su lugar, presionando la zona en la que fue golpeado.
—Vigílalo, Ben —ordenó, para después alejarse.
—Será un placer.
Ben comenzó a patearlo en el suelo, mientras que Kris comenzó a buscar por todo el lugar lo que le habían robado. Y lo encontró, en una de las gavetas de su armario; que fue un reloj super caro que era de su padre y su laptop.
—¿Ves? —se le acercó al débil hombre que yacía en el suelo, lleno de moretones por todo el cuerpo—. Me hubieses ahorrado los golpes al decirme dónde estaban. Por cierto —cogió unos cigarrillos de la mesa—, me llevo esto por las molestias que me causaste. Vámonos.
—Como diga, jefe. Adiós, viejo —salieron de ahí, dejando que se retorciera del dolor.
Mientras caminaban en silencio, Kris encendía uno de los cigarrillos que había tomado. Después de la primera calada y de soltar una regular bocanada de humo, miró a Ben de reojo.
—Ve a la Universidad —ordenó, rompiendo el silencio.
—¿Qué? ¿Por qué? —su repentina decisión lo confundió.
—Solo ve y justifícanos a mi y a Sam —volvió a llevar el cigarro a sus labios.
—¿Por qué quieres que lo justifique a él? —cuestionó, haciendo que el pelinegro se detuviera y lo mirara completamente serio.
—¿Te di en algún momento la autoridad para cuestionarme? —Ben bajó la mirada.
—No, jefe —respondió, casi en un susurro, la mirada intensamente amenazadora de Kris lo asustaba, y mucho.
—Entonces no lo hagas —dejó de mirarlo para concentrarse en su cigarrillo.
—Está bien, pero, ¿qué harás con él? —se atrevió a preguntar, con cuidado.
—Lárgate ya, Ben —ordenó con firmeza.
—Sí, jefe —se dio la vuelta para irse en dirección a la Universidad, mientras que Kris volvió a su casa.
Ellos me dejaron en el clóset de su habitación, amordazado y amarrado a una silla, sumergido en la profunda oscuridad del estrecho lugar, y eso empezaba a darme algo de miedo. Creo que pasó una hora hasta que sentí como lo abrían lentamente; fue Kris quien lo abrió, poniéndome frente a su cama y colocándose cerca de la ventana poco después.
—¿Sabes? —prendió otro cigarrillo, luego de darle una calada y expulsar el humo volvió a hablar—. Estaba consciente de que eras un maldito idiota, pero no pensé que llegarías a tanto. Te metiste en lo que no te importaba, hasta me enfrentaste, y por eso acabaste así —soltó una pequeña risita al señalarme.
—¿¡Qué querías, ah!? —me gritó, ahora frunciendo el ceño—. ¿¡Querías ser un héroe!?
—Mmm —me revolví en la silla, sin poder responder debido al pañuelo en mi boca.
—Claro, no puedes hablar —se me acercó y quitó el pañuelo, en ese instante me di cuenta de lo seca que estaba mi garganta, pero eso no evitó que hablara.
—Tú.... eres una persona horrible... ¡Él te juró que no lo había hecho! —dejé ir todas mis fuerzas en ese grito.
—¡Pero sí lo hizo! —me enseñó un bolso, que contenía lo que había robado—. ¿Lo ves? ¿¡Lo seguirás defendiendo ahora!?
«Demonios.... creo que esta vez si me equivoqué...»
«¿Pero cómo lo sabría?..... Él siempre golpeaba a las personas sin razón.»
—... Bueno.... se supone que.... que todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario, ¿no? —traté de justificarme.
—Ja, tengo ganas de golpearte ahora mismo, Clemens —admitió, haciendo que tragara en seco; con miedo a que realmente lo hiciera—. ¿Por qué demonios eres tan ingenuo?
—... Lo siento —desvié la mirada.
Lo hice porque nunca me gustaron las injusticias; sabía lo que se sentía ser acosado o despreciado, por eso trataba de defender a los demás como pudiera, aunque esta vez, sí me equivoqué.
—Mm —apagó el cigarrillo en el pequeño cenicero de cristal, para luego acercarse a mí, desatando las cuerdas de mis manos y pies en total silencio, colocándome después con cuidado sobre la cama; mis articulaciones estaban medio dormidas en ese momento—. Quítate la camisa.
Habló con tranquilidad, algo que me sorprendió.
—¿Eh? —musité, abriendo mucho los ojos.
«¿¡Qué es lo que tiene en mente este tipo!? ¿¡Se quiere aprovechar de mí!?»
«¿¡No es muy pronto para brincar de bando!?»
—Que te la quites —volvió a ordenarme; su voz se oyó tan grave y autoritaria que me hizo sentir ligeramente nervioso.
—Pero...
—Olvídalo, lo haré yo mismo —me la comenzó a desabotonar.
—E-Espera...
«Maldición, ¡aún no estoy listo! Me cuerpo de por sí ya me duele, ¿¡cómo puedo hacerlo bien en este estado!?»
Ya era demasiado tarde; había desabrochado por completo mi camisa, exponiendo mi torso con algunos hematomas y a su vez, percatándose de la cicatriz en mi abdomen. Su mirada se volvió aún más seria, pero no la apartó.
—¿De qué es esto? —pasó sus dedos suavemente por encima de la herida, sin dejar de mirarla.
—... No-no te importa —traté de evitar verlo directamente a los ojos; por algún motivo me sentía avergonzado.
«Debo empezar a controlar mi mente, viéndome así, dudo mucho que tenga ganas de hacerme algo.» —él tomó mi mentón e hizo que lo mirara.
—Dímelo o te hago una mucho más grande —me amenazó con seriedad, en tanto nuestra distancia era de centímetros.
—Bi-bien. Hace unos años.... tuve que donarle uno de mis riñones a mi hermanita pequeña, ¿contento? —su ceño se frunció, mostrándose un poco confundido.
—¿Donarle un riñón? ¿¡Sabes cuántos riesgos trae eso!? —me regañó, pero pude percibir algo de preocupación en su voz, cosa que me desconcertó.
—Ah... lo sé pero, me he estado cuidando muy bien todo este tiempo. Por ahora mi médico dice que puedo tener una vida plena si sigo las indicaciones que me dio —le expliqué, al principio si me había sido difícil vivir con un solo riñón, pero poco a poco me fui acostumbrando; podía soportarlo por el bien de mi hermana—. No tienes que estar regañándome
—Ja, tú en serio eres demasiado amable. ¿No qué habías dejado de hablar con tu familia hace años? —cuestionó.
—Lo hice pero.... ellos me pidieron que fuera. No podía decir que no, de cualquier manera es mi hermana, ella no tiene la culpa de nada —ante la neutralidad de mi voz, él solo guardó silencio por unos segundos.
—Ya —fue lo único que dijo, aunque algo me intrigó.
—Y... ¿cómo sabes que dejé de hablar con mi familia hace tiempo? —ladeé un poco la cabeza al preguntar.
—Ah.... bueno... simplemente lo supuse. Dudo que tus padres dejaran que te quedaras con ellos después de declararte —dijo, un tanto nervioso.
—Sí, lo hicieron... ¿Oye podemos parar? —no podía contar más o sin duda lloraría—. No quiero seguir hablando de ellos.
—... Está bien, espera aquí entonces —se alejó de mi, con intenciones de salir.
—¿A dónde vas?
—A por el kit de emergencias.
—¿Ah?
Lo busco y volvió en menos de cinco minutos. Primero me echó una pomada sobre los lugares donde habían moretones, y luego me curó las heridas del rostro, con cuidado.
—Kris —lo llamé.
—Mm —no me miró a los ojos, seguía concentrado en curar la herida de mi labio.
—¿Por qué me estás curando? —pregunté, aunque tampoco obtuve su atención.
—Porque no quiero que tengas pruebas de que te golpeé y luego me vayas a denunciar —explicó—. No te daré el gusto de deshacerte de mi tan fácil —reí un poco, aunque después me dolió.
—... Gracias.
—No me agradezcas, no lo hago por ti, lo hago por mi —aclaró
—Igual, gracias.
—Mm, listo —se levantó y fue a poner el kit en su lugar.
—Bien, ahora tengo que ir a al instituto —traté de levantarme, pero mis piernas temblaron, doblándose cuando me puse de pie—. ¡Ah!
Él rápidamente se me acercó, sujetando mi cintura antes de que cayera al suelo.
—¿Estás bien? —preguntó, con la preocupación adornando su rostro.
—S-Sí, solo me duele el cuerpo, pero tengo que irme ahora.
—No te muevas —me llevó de vuelta a la cama—. No vas a ir a ningún lugar así.
—Pero...
—No vuelvas a poner peros —me interrumpió—. No quiero tener que ser tu niñero y mucho menos tu enfermero, ¿lo entiendes? —asentí lentamente.
—E-Está bien.
—Tú solo duerme un poco para que te recuperes, luego te puedes ir —volví a asentir, recostándome en aquella cama, mientras él salía de la habitación.
Estaba muy cómodo entre esas sábanas, el olor que permanecía entre estas era una mezcla de lavanda con un toque de rosa; se sentía tan bien que en segundos me dormí.
Comencé a abrir lentamente los ojos, restregándolos poco después. Estiré mis brazos hacia arriba para luego girar la cabeza en dirección a la ventana, ya era de noche.
Me levanté y tendí la cama, ya que era un completo desastre. Mis dolores habían disminuido un poco en ese momento, pero empecé a sentir mucha hambre; no había comido nada más que mi desayuno en la mañana.
Caminé hacia la cocina y vi a Kris en esta, estaba muy concentrado en lo que hacía. Su cabello se encontraba atado en la mitad con unos pocos mechones sobresalientes que caían por su frente, ese peinado era muy característico de él, y hay que admitir que se le veía demasiado bien.
Él aún no notaba mi presencia, así que me acerqué y senté en la barra frente a él, sus ojos se posaron en mi por un segundo y luego se volvieron a el tazón que tenía enfrente.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Mejor, gracias por preguntar.
—Deja de agradecerme, ¿quieres? Eres muy molesto.
—Pues tu no eres mucho mejor —bufó cortamente—. Oye.
—¿Mm?
—Tengo hambre —le sonreí un poco y pestañeé varias veces, una típica expresión de "¿puedes darme..?"
—Lo sé, espera un momento —asentí. Segundos después me puso un tazón de fideos instantáneos en la barra.
Miré al tazón y luego a él. Pensé que tanta concentración y delantal eran con el fin de preparar otra cosa.
—¿En serio?
—Cómetelo —su voz autoritaria y mirada fría, me indicaban que hablaba muy en serio.
—Bien —sin muchos ánimos, tomé los cubiertos que estaban a su lado.
—Cuando termines vete a casa —siguió limpiando algunos platos.
—Lo haré, no tienes que... ¡ah! —me sobresalté un poco al probarla, estaba muy caliente.
—Mira que eres tonto —le dio la vuelta a la barra, yendo hacia mí, tomó el tazón y el tenedor para comenzar a soplarlo.
—No me digas así. Además, es tu culpa por no decirme que estaba tan caliente —inconscientemente, mis labios formaron un mohín.
—Ya cierra la boca —tomó el tenedor con una porción de fideos, colocó su mano en mi mentón, apretando levemente mis mejillas—. Ábrela.
«Hasta te contradices a ti mismo. Decídete, ¿quieres?»
—Dije que abrieras la boca, Sam. No me hagas enojar —volvió a mirarme de forma amenazante.
No quería hacerlo pero, sí que sentía mucha hambre, así que la abrí para que él adentrara el cubierto en mi boca. Luego tomo una servilleta y limpió las comisuras de mis labios.
—Deberías hacerme caso siempre, rubio. Realmente hablas demasiado, ¿sabías?
Rubio.... sonaba lindo con su voz...
—... Bueno... no lo haría si no me provocaras tanto —no sé que le pasó a mi voz pero, poco a poco se fue volviendo un poco temblorosa.
«¿Puede ser porque estábamos muy cerca?»
«¿Podría ser que me pusiera nervioso su mirada fija en mis labios mientras los limpiaba?»
Ahí sentí como mi cara empezaba a arder ligeramente, así que me separé un poco para luego tomar el tazón de sus manos.
—Ah... yo-yo puedo terminarlo, gracias —comencé a comer algo apresurado, él me miró por un momento, pero no le dio importancia y se puso frente a mí a comer también.
«¿Qué es lo qué te pasa Sam? No puedes sentir nada por él, es un idiota y lo sabes, así que no bajes la guardia ante él, ¿entendido?»
Trataba de calmarme diciéndome esas cosas para no seguir pensándolo. Cuando terminé, tomé mis cosas y me fui a casa en un taxi que él llamó. Después de llegar y bañarme, de tomar algo de medicina también, me acosté en la cama dispuesto a dormir, en segundos me llegó un mensaje.
Am, no sé si este sea tu número pero, solo quería saber si ya habías llegado, Sam.✓✓
¿Kris?✓✓
Sí, soy yo. ✓✓
Mira, solo quiero saber si ya estás en casa, te fuiste hace mucho tiempo y... creo que me preocupé.✓✓
Ah, ya estoy en casa no te preocupes.✓✓
Muchas gracias por curarme, Kris.✓✓
Después de unos segundos en silencio, solo tecleando sin enviar nada aún, respondió.
De nada.✓✓
Bueno, eso era todo, buenas noches, Sam.✓✓
Buenas noches.✓✓
Inconscientemente sonreí ante su mensaje. El solo pensar en que se preocupó por mí, me daba cierta felicidad.
—¿Qué demonios estoy haciendo? — musitó él por su parte.
Kris apagó el teléfono y cubrió su rostro con el antebrazo, para poco después quedarse dormido.
¡gracias por leer!
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