✧❝ [13] FALLING APART ¡! ❞

FALLING APART
“hay sangre en mi garganta, lo suficiente para ahogarme, me siento controlado por algo que no puedo resistir. Estoy tan cansado, tal vez solo me rendiré, tal vez me rendiré, estoy cayendo a pedazos, estoy cayendo demasiado lejos ”
by surf curse


































    NO HABÍA DERRAMADO NINGUNA LÁGRIMA HASGA ENTONCES. La expresión en su rostro exponía el más alto grado de amargura que podía soportar y continuar fingiendo serenidad. Y luego entró a la casa. Y vio a su padre. Eso la hizo llorar.

    Estaba con un libro sobre sus piernas, su mano cayendo sobre el borde lateral del sillón y emitía uno que otro ronquido. Eran las cuatro de la mañana y había estado esperándola. Jamás experimentó algo semejante como la culpa y su lloriqueo derrochaba un dolor que ya no se prolongó. No le había mandado su acostumbrado mensaje diciéndole que estaba bien o que se iría con Genevieve porque su celular estaba descargado. Ya se imaginaba las tantas llamadas que le debió haber hecho o al menos diciéndole que estaría al tanto de ella. Era un hombre de sesenta y cinco años que no podía soportar noches en vela y menos teniendo en mente cada noche que salía su hija, los fatídicos actos terroristas que habían sucedido en París dos años antes y en Marsella el año anterior, temiendo que eso se repitiera.

    Apenas cerró la puerta, se pegó a esta y se fue cayendo mientras ahogaba gemidos de lamentos a la par que veía a su padre. Eso mismo lo despertó, yendo a abrazarla con preocupación.

   — ¡Hija! ¡¿Qué fue lo que pasó?! ¡¿Qué pasó?!

    —No debí hacerlo, no debí hacerlo...—Alcanzó a murmurar.

    —Dime que te pasó. Me estas asustando.

    —No pasó nada...nada malo, como, ya sabes qué. Es que...he estado con alguien.

   Jean-Paul sabía a lo que se refería. Soltó un aliento de alivio y se sentó completamente al lado de su hija, aun sin dejarla de abrazar.

    —Audrey, ya hemos hablado de esto; tienes toda la libertad de decidir sobre tu cuerpo y tu vida sexual. Y estas consciente de todo lo que has aprendido sobre la educación sexual y con quién vas a hacerlo.

    —Esta vez he elegido mal—Susurró contra el pecho de su padre—. Estuve con...con Luc Cox, oh no puedo soportarlo...

    La sorpresa que le generó la noticia conllevó al hombre a separarse de su hija para verle.

    — ¿Con tu ex pareja? Espera, ¿Te hizo algo? ¿Te convenció mediante engaños?—El silencio sepulcral había dado ya una respuesta. La afirmación que dio con su cabeza estaba de más—. Ese desgraciado...

    —Yo accedí, papá. No debí hacerlo. También tengo la culpa.

    —Hueles a alcohol, Audrey. Hueles un poco, ¿Tomaste? ¿O hizo que tomaras?

    Audrey trató de tranquilizarse y explicarle con detalle toda la verdad. La culpa con la que cargaba de haberse fiado de hacerlo sin condón la puso en un constante miedo conforme relataba todo que al final omitió ese punto.

    —Dios, Audrey. Esto fue una irresponsabilidad, pero más que ello, él se aprovechó de ti. Y no, no digas que tú accediste y por eso te llevas todo el peso de la culpa. Te embelesó, te sedujo, te manipuló, porque aunque estabas tratando de recuperarte no estabas del todo bien. Cielos, hija. No le hubieras creído. Pero está bien, está bien, yo hablaré con él.

    —No, papá. No lo hagas, no quiero meterte en problemas.

    —Eres mi hija Audrey, y debo cuidarte.

    —No quiero que tengas problemas por mi culpa...está bien, por lo que pasó. Yo me haré cargo. Es hora de que tome la responsabilidad. Te prometo que siempre llevaré cargado mi celular, porque no mereces este tipo de disgustos. Me iré a bañar.

    Logró levantarse del suelo y dirigirse a su habitación, no sin antes darle un beso a su padre. Se sentía sucia, destruida y vacía por dentro.

...

    Sus manos estaba ocupadas escribiendo pedidos, tomando apuntes de cosas que faltaban, su atención estaba puesta en los clientes que llegaban y a los que tenía que atender amablemente como si esa emoción fuera la única que conociera en su vida y su mente estuviera trabajando en concentrarse en todo detalle que involucrara el negocio, sin dejar lugar a la más mínima alegoría del recuerdo de la noche anterior. A pesar de todo estaba en un estado de tranquilidad, mismo que no consiguió asimilar con la entrada repentina de Luc Cox.

    —Hey.

    — ¿Qué haces aquí?

    — ¿Qué? ¿No puedo venir a visitarte?—Apoyó el peso de su cuerpo en una de sus piernas, llevándola un poco hacia adelante al mismo tiempo que alargaba su mano hasta una cajita de dulces con tal de tomar uno.

    Audrey apretó sus puños y lo hizo acompañarla a uno de los almacenes sin dedicarse a percibir a persona alguna, segura de que sentiría vergüenza por captar cualquier impresión ajena.

    — ¿Ah, con qué quieres hacerlo aquí?—Se acercó hacia ella con una lentitud donde brotaba exagerada ironía. Con sus manos logró empujarlo hacia atrás.

    — ¡Claro que no, imbécil! Te aprovechaste de mí, me manipulaste.

    —Oye, oye, oye, espera. Tú no estabas tan borracha. Y no te apunté con una pistola, ni te até, ni te golpeé y ninguna otra estúpida cosa. Tú aceptaste, tú te quedaste.

    — ¡¿Me quedé?! ¡Me manipulaste, mierda!

    —No estás enferma mentalmente, no eres una retrasada, Audrey.

    — ¿Por qué me hiciste eso? ¿Por qué a mí?

    —Porque te quiero para mí, así de simple. Y sé que lo que quiero lo consigo. Eres la mujer más sexy de Marsella, eres la más bella...además nadie te podría ofrecer lo que yo. Te aseguro que los hombres con los que te has acostado no se molestan en preguntarte tu nombre.

    Audrey le propinó una fuerte cachetada y él solamente se rió.

    —No debiste de hacerlo, Audrey.

    La tomó de los brazos con una fuerza violenta y la atrajo hacia sí para besarle sin una pizca de ternura, porque no existía eso en él. Ella trataba de zafarse y los gritos se dejaron escuchar, atrayendo la atención de varios pero Thomas fue el único que se dispuso a ayudarla librándola de Luc.

    — ¡Déjala en paz!

    Contrario al cuerpo tonificado y musculoso de Luc, el débil Thomas hacía todo lo posible para apartarlo de Audrey, moviéndose ágilmente aun con su cuerpo casi débil por el exceso de trabajo.

    — ¡Quítame las manos de encima!—Hizo algo similar a un ademán extendiendo los brazos, no sin antes limpiárselos como si el tacto del otro hombre lo hubiera infectado—. No lo intentes más, te estoy haciendo un favor. Y tú, Audrey, esto no termina aquí. Esto apenas está comenzando.

    El silencio predominó en el pequeño almacén y Audrey amortiguó un lamento contra sus manos que refugiaron a su cara con fuerza. Thomas se acercó a ella con total preocupación.

    — ¿Oyeron todos? ¿Alcanzaron a oír? ¡Es lo que menos quiero! No se lo merece mi papá, que vergüenza.

   —Todo está bien, te llevaré a tu casa. Ese idiota no volverá a cruzar la puerta de esta pastelería, te lo prometo.

    —No quiero que ellos me vean, no quiero... ¡Soy una vergüenza!

    —Está bien, está bien, iremos por la puerta de atrás. Audrey, Audrey hazme caso. ¡Carajo, traigan agua!

    Audrey no pudo siquiera abrir los ojos para buscar un lugar donde sentarse. Se dejó caer sobre el suelo y los sollozos se convertían casi en gritos agonizantes mientras que la voz de sus adentros repetía una y otra vez que no estaba bien. Comenzó a hiperventilar y sujetaba fuertemente su mano con la de Thomas. Estaba teniendo un ataque de pánico, uno de los muy pocos que se habían concebido en ella.

    —Respira, por favor, concéntrate en tu respiración.

    —Llévala rápido al estacionamiento, Thomas, y lléval a casa, este lugar la está sofocando−Dijo sin hacer nada pero agitando sus manos con notable desesperación, François, uno de los cocineros, era uno de los espectadores de la escena.

    Desentendido de tener las miradas de los empleados que eran testigos de tal escena con preocupación y atención atónita, Thomas cargó a Audrey, quién se tapó la cara contra el pecho de su empleado mientras caminaban hasta el estacionamiento. No quería que la vieran, una vergüenza inundada en todo su ser impedía que su visión se extendiera más allá de ese momento, de las palabras de Luc y la impresión de las personas.

    —Esto me ha parecido lo más escandaloso del mundo. El señor Jean-Paul debería deconsiderar si debería seguir teniendo a su hija aquí, solamente está dañando la buena reputación que el señor y este negocio tienen—Sentenció Nathalie, otra de las empleadas. Su voz resonaba con notas cargadas de aires serios e indolentes. Un silencio le persiguió, un silencio que anunció el retiro de todo el personal a sus diferentes áreas de trabajo; unos dándole la razón, otros desinteresados pues el "show" ya había pasado y otros pocos, muy poco a decir verdad, con una pesadumbre por Audrey y pensando cómo es que debió sentirse al escuchar las tantas ofensas provenientes de alguien como lo hizo Luc Cox.


























by bogiehxartsss

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