✧❝ [11] MORE ¡! ❞
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“Soy una chica amante del amor, no siempre muy inteligente, soy una pesimista, hipócrita con un corazón revelador, pero me esfuerzo y soy amable...”
by olivia rodrigo
“A VER, ENTONCES tengo diecisiete primos.”
La mirada de Audrey vagaba por la habitación. El aire fresco y puro que se colaba por la ventana hacía erizarle los vellos de sus brazos cruzados, que sostenían la parte superior de su vestido color lila, entretanto, su prima Romina le ayudaba a cerrarlo.
—Sí...—Lanzó un murmullo al aire y se dedicó un segundo a fijar su vista al espejo, por donde podía contemplar a su bella pariente en un máximo estado de concentración y lucha por memorizar los nombres de sus familiares.
—Silvia, Pete, Elena, Chris, Andy, Alexa, Ricky, Ángel, Oscar, Patricia, Ana, Allison, Paloma, Freddie, Kate y...
—Marcela.
— ¡Sí, Marcela!—Elevó el tono de su voz en un arrebato victorioso por la ausencia de todo fallo de su memoria—, siendo hijos de la tía Elsa, Gloria, Virginia, Jorge y Julián.
—Exacto. Tienes buena memoria, Audrey. Realmente somos muchísimos y para quien recién convive con nosotros, es casi imposible no confundirnos u olvidar nuestros nombres. Listo, ya quedaste. A ver, voltea...vaya, luces bellísima.
—Gracias, igual tú.
Un cálido abrazo las unió para dejarles en claro de manera mutua el rápido afecto que no solo Audrey tenía con ella, sino con todos sus primos, quienes la recibieron como ella nunca hubiera imaginado y hacerla estar en un estado de comodidad en un lugar como San Francisco. Acto seguido, salieron juntas de la alcoba camino a la planta baja donde los demás las esperaban para ir a la iglesia donde se celebraría la ceremonia.
Durante todo el trayecto y lapso de tiempo que ocupó la celebración bajo aquel lugar de estilo gótico inglés, Audrey fue sorprendida por la convicción de que se sentía sumamente cómoda allí.
Marsella y San Francisco eran dos ciudades grandísimas, sitios de interés donde miles de personas de diferentes lugares llegaban allí. Y sin embargo, Audrey se sentía tan diferente en Estados Unidos...más tranquila.
Observó a su alrededor de manera discreta. Nadie la conocía. La opción de empezar una nueva vida en un lugar como ese albergó pronto en su mente de manera tan novedosa y relevante. Podría, con ahorros monetarios y mucho esfuerzo, viajar cada verano. O cada dos. Estaría con sus primas y se daría el tiempo de conocer grandiosos lugares que mucho tiempo había visto en las revistas o en las películas. En el espacio menos oportuno como lo era una iglesia a media misa matrimonial, sus pensamientos construían una alternativa de un futuro que nunca antes había considerado.
Aun podía oler los pasteles recién horneados del negocio de su padre, sentir los pies mojados por el agua del mar de cada playa de Marsella. Seguía sintiendo la textura de las fachadas de cada casa distribuida en las angostas calles. Y aun podía ver a River llegando reluciente cada mediodía a la pastelería con una sonrisa.
Pero todo estaba tan lejos. No existía todo eso justo en ese momento. Y sobre todo, estaba comenzando a sentirse ajena a el. Poco a poco se iba haciendo a la idea de que existía algo más que Marsella y el tener que conformarse con eso.
...
—Parecías estar muy concentrada en tus pensamientos cuando estábamos en la iglesia.
Su padre, que la conocía lo suficiente para descifrar muchas veces en ella hasta los más mínimos detalles sin que hubiera palabras de por medio, hizo el comentario cuando estaba iniciando aquella fase de la fiesta donde la gente había terminado de comer y estaba comenzando a saltar de sus sillas para dirigirse a la pista de baile.
—Estaba reflexionando.
— ¿Sobre qué?
—Me encanta estar aquí—Dejó escapar un suspiro, con la mirada hacia todos los que estaban bailando—. Odio cuando no quieres que se acabe algo e inevitablemente piensas en el futuro, amargando el presente con esas ansias que al final no disfrutas ese periodo de felicidad.
—Acabas de descubrir una verdad universal sobre la raza humana, hija. Así funcionamos todos irracionalmente, acostumbrados siempre a la búsqueda de la felicidad que al final no sabemos cómo aprovecharla y sentirla. Más, irónicamente, no hay algo que más sepamos experimentar que la tristeza. Por eso volvemos a ese patrón que vuelve una y otra vez. Así que no pienses mucho en el futuro y disfruta todo lo que sientas, sea bueno o malo. Bien, basta de charlas filosóficas, vamos a bailar.
Audrey levantó ambas cejas y rebosante de cariño que su padre le ofrecía, se tomó la libertad de sonreír jocosamente.
—¿Jean-Paul Delpy bailando? ¿El francés más serio de toda Marsella?
—Basta, Audrey, me está dando pena. Aprovecha mi arranque de euforia.
— ¡Vengan a bailar!—Exclamó Pete que se movía al ritmo de la música sosteniendo sus manos con las de Lucy, logrando que la mayoría de los presentes voltearan a ver a padre e hija. Luego, no tardaron en aplaudirles a modo de broma, a lo que simplemente rieron y Jean-Paul alzó las manos como si hubiese ganado en algún concurso.
Como si se hubiese tratado de una profecía, Audrey supo mantener la calma y dejar que su imaginación no la controlara. El resto de la fiesta no se detuvo un solo instante y bailó hasta el cansancio, con casi todos sus primos y uno que otro chico que se había dispuesto a vencer el miedo por invitar a una franco-americana a bailar. Y como fue de esperar, los efectos del alcohol la hicieron tomarse la libertad de, entre incoherentes maldiciones a su suerte con River, acudir a la apurada decisión de olvidarlo mediante otro acompañante masculino.
En el pleno auge de la fiesta donde eran pocos los que seguían sobrios, la música podría atraer a media ciudad y el alcohol era el tipo de bebida más solicitada, donde exactamente todos no estaban inmersos en los detalles o hechos irrelevantes o discretos, Audrey y el amigo de su primo Ángel, Justin se propusieron caminar para respirar aire fresco.
— ¿Entonces son amigos desde niños, pero ahora vives en Santa Clara?
—Sí—Barbotó el chico. Se veía, a leguas, completamente ebrio. Su cabello era ligeramente rizado, un prominente lunar al lado de labio inferior adornaba su rostro y llevaba muchos anillos en las manos que le hacían dar un estilo único.
Había una tensión en ese pequeño espacio que tenían y por cada paso que daban y el silencio proseguía firmemente, más se acercaban a ese momento en el que estarían completamente seguros de que ya no era necesario guardar las apariencias.
Si Audrey nunca hubiera conocido o al menos, se hubiera enamorado de River Trask, habría la completa seguridad que tendría éxito al simplemente dar ella la iniciativa de romper la incertidumbre y besarle. Pero estaba allí, consciente de lo que le esperaba con ese muchacho y aun indecisa de seguir caminando a su lado.
— ¿Sabes? Creo que hay que...
El chico se lanzó sobre ella a besarle, aprovechando que había una pared cerca de ellos que separaba la cocina (ya a oscuras) del inmenso jardín. La combinación de sus alientos impregnados de olor a alcohol y las grandes manos de Justin tocando la espalda de Audrey los estaba conduciendo a la perdición.
La música y el griterío eran tan fuerte, tan dominante...y lejano. Nadie podría darse cuenta de lo que pudieran hacer. Podrían gritar también y apenas los demás llegarían a pensar que fue un murmullo de su imaginación. Los dos estaban tan borrachos que el impulso cobraba más dominio que la propia razón.
Justin la cargó, escabullendo sus manos dentro del vestido para sostenerla por los muslos, dándole continuidad al prolongado beso. Sus largos dedos acariciaron la suave y cálida piel de Audrey, de manera casi poética, artística y pasional, como si estuviera palpando la textura de una excitante pintura o escultura. Luego ascendió hasta la altura de su intimidad, protegida por una suave lencería de encaje. Masajeó cuidadosamente y Audrey alzó el rostro con los ojos cerrados, conteniendo la respiración cada vez más difícilmente conforme aumentaba Justin la rapidez de sus movimientos. Su cuerpo estaba tan tenso y su voz salió con todas las fuerzas desde sus entrañas a modo de un fuerte gemido.
— ¡River!
Justin pareció haber recobrado la cordura en cuanto escuchó el nombre de alguien que no estaba presente físicamente allí, pero que si lo estaba en la mente de Audrey. Los anhelos de su alma se exteriorizaron que no pudo siquiera permitirse fingir impresión. Solamente observó a Justin.
— ¿River? Espera, ¿Estás hablando de un río en sí o de un hombre?—Se movió a causa de un tambaleo.
—Justin, es mejor regresar a la fiesta.
Audrey puso sus manos contra el pecho del tipo para poder alejarlo y pararse en el suelo. Comenzó a caminar.
— ¿Pero estabas hablando de un río, verdad?
—Sí, estaba hablando de un río. Que esto quede entre nosotros, Justin.
...
—No he podido olvidarlo. Pensaba que ya lo había hecho pero cuando Justin y yo nos estábamos besando dije su nombre.
Silvia, Elena, Alexa, Kate, Marcela, Patricia, Ana, Allison y Romina estaban indiscutiblemente absortas en la historia que Audrey les estaba contando. Paloma era la única que estaba parada entre todo ese círculo que las chicas habían hecho para escuchar hablar a Audrey sobre River Trask y su presencia en la vida de la mujer hasta en el incidente del día anterior, claramente omitiendo la experiencia íntima que pasó entre los dos, catalogándolo como una simple sesión de besos. Todas estaban en la habitación de la chica tratando de recuperarse de la borrachera de la fiesta. Había concluido la tornaboda, Pete y Lucy habían tomado un avión a Nueva York para su luna de miel, los chicos jugaban baloncesto y los más grandes estaban haciendo apuestas jugando baraja.
Paloma, hija de Jorge y Maggie había hecho incluir a Audrey en la lista de las chicas y primas a las cuales les había hecho introducirse al mundo de la moda y del diseño de imagen mediante un análisis de color. Todo comenzó con un simple halago sobre lo increíble que Audrey se había visto ayer y lo hermoso que le quedaba el color lila, abriéndose paso para hablar de su oficio como diseñadora de imagen, algo que para la francesa era totalmente nuevo y cautivador.
—Definitivamente tu piel es fría. Eres...eres invierno—Paloma hizo un paréntesis a la larga charla con esa conclusión, viéndola por el espejo y como su piel parecía cambiar conforme pasaba cada tela de distintos tonos y colores, reluciendo con unos—. En fin, hay tiempo para hablar de eso.
—Realmente quiero tener mucho tiempo para hablar de eso—Enfatizó Audrey—. Es apasionante, nunca había escuchado hablar de eso. Solamente compraba ropa de diferentes colores porque me gustaba. Le pediré a papá para pagarte.
—No, no es nada. Es cortesía, además eres mi prima, no podría cobrarte.
— ¿Hay...hay cursos para aprender a hacer lo que tú haces? Es decir, no quiero que malinterpretes, pero me parece algo muy interesante.
— ¡No tengas cuidado! Y sí, hay cursos por internet, de manera presencial...hay muchas alternativas. Esta una de las cosas con las que me he independizado. Es una buena fuente económica y lo mejor es que nunca estas fuera en cuanto a la moda, siempre estás al tanto.
—No quiero ser grosera, pero...estábamos con River. Yo si quiero seguir sabiendo la historia—Interrumpió desde su lugar una de las más jóvenes, Allison, haciendo a las chicas reír—. ¿Qué? Yo si opino que Audrey busque a River.
—Ya no pasó nada, Allison. Y no estoy segura si ocurrirá algo.
—Para cerrar temporalmente nuestro tema, Audrey—Paloma se volvió a la chica para quitarle las telas—, si quieres lo hablamos por la noche. Vamos a mi departamento, allí tengo más cosas que tienen que ver con el diseño de imagen y te podrán interesar.
—Gracias, en serio—Sonrío de lado a lado, de manera genuina y emocionada, e impulsada por ello se levantó unos segundos para abrazarla.
— ¿Por qué dices no estar segura?—Inquirió Ana de forma atónita, con su hermana Patricia apoyándola—. Muchas personas pierden lo que sería un gran amor solo por no hablar, por tener la iniciativa.
—No pierdes nada, sí—Agregó Kate.
—No quiero ser la aguafiestas de esta situación—Alexa alzó la mano con timidez—, pero creo que no deberías hacerlo.
— ¿Oh, por qué no?—Reclamó Elena, haciendo un ademán con los brazos—. Dí, más vale que la razón sea buena.
—Simplemente porque River estuvo muchos años con su antigua novia. Por algo duraron tanto tiempo. Los hombres son muy extraños y tontos que lo más probable es que en cualquier momento él vuelva con ella.
—En lo único en lo que tienes razón es que por algo estuvieron juntos. Y así como se puede pensar que estuvieron por tener una gran historia de amor, pudieron seguir juntos por costumbre o, por dependencia emocional. Eso sí, él necesita estar estable psicológicamente—Contestó apresuradamente la amable Patricia, defendiendo casi por completo el lado emotivo del tema.
—Patricia, no vengas con tus charlas motivacionales con tintes de psicología—Atacó Elena.
—Vamos por el veredicto sin dar tantas vueltas al asunto—Finalizó Paloma con tono firme—. Habiendo escuchado toda la historia, desde mi punto de vista lo mejor es, seguir alejada.
Lo siguiente que se escuchó fue un bullicio por la mayoría de las chicas a lo que, tomándolo como broma, Paloma prosiguió:
—A veces es mejor tener tu corazón a salvo.
— ¡Pero no de esa forma!—Exclamó Marcela—. Vivir en la incertidumbre no es algo bueno.
Hubo una ausencia de habla, con todas las vistas sobre Audrey. Esperaban que ella dijera algo.
—Ahora que lo pienso—Carraspeó—. Pasó una vez y pasó una segunda vez. En las dos ocasiones estuvo más que claro que él y yo no estamos destinados a estar en la misma historia. Es solo...estar forzando el destino. Y nunca ocurrirá nada, cuando menos lo espere estaré cansada de luchar en vano. Esa noche lluviosa, cuando nos besamos, parece como si hubiera sido ayer. Y duele. Sí, eso es. Pasó hace no mucho tiempo que por eso aun siento un poco de dolor. Uh, necesito eso a lo que le dicen cerrar los ciclos. Ya saben, cortarse el cabello, hacerse un tatuaje, ponerse más delineador. Esperen...ya sé, creo que no está de más algo como eso.
Audrey mostró una sonrisa de aires traviesos que puso en alerta a las muchachas.
— ¿Ponerse más delineador?—Allison dejó exponer su inocencia a través de aquella pregunta.
—No. ¿Conocen un lugar donde hagan buenos tatuajes?
...
—No se creían lo del tatuaje, mucho menos cuando les dije que mi deseo no era más que un simple plan que traía en mente desde hace mucho y no tenía nada que ver con River.
—Exacto—Carcajeó.
Audrey estaba en lo absoluto decidida a regresar a Europa con un tatuaje en la piel, más que nada por mero capricho que como un tipo de expresión de cierre de ciclos en realidad, cosa que sus primas no comprendieron, sobre todo Patricia, quién quiso convencerla de que lo más viable era sanar cuidadosamente, sin la necedad de hacer cambios extremos en el cuerpo en medio de un arranque de ira o de tristeza.
—Ahora lo sé perfectamente, más que nunca. No hablaré con River de nuevo, lo he dicho: si ya pasó una y otra vez, todo está más que claro. Sólo me siento mal porque esto, de extrañarlo, es un tipo de recaída, ¿Me explico? Un duelo no es perfecto, siempre va a haber ocasiones en los que se experimentes estar como al principio.
— ¿Eso quiere decir que generalmente te encuentras bien sin él? Me refiero a que lo has estado superando.
—Bueno, eh...eso supongo. Sí, sí.
Paloma y Audrey subían cada peldaño, siendo víctimas de una imponente tranquilidad que perduró hasta que llegaron y cruzaron el cómodo apartamento de esta primera. Todo el espacio estaba perfectamente cuidado y adornado con su propio estilo personal: minimalista.
—Ven, pasa—El sonido de la civilización se escuchaba tan lejano y separado de la quietud que emanaba el lugar y los tacones de Paloma chocando contra el piso por cada paso que daba con Audrey detrás de ella, hasta entrar a una habitación que había sido adaptada a su estudio—. Aquí es donde entra la magia.
Verdaderamente sus palabras se presentaron como un augurio de la realidad. Ante la mirada atónita de Audrey, estaban varias imágenes de ropa y modelos pegados sobre gran parte de las cuatro paredes que encerraban el lugar. Una mesa con papeles bien ordenados hacía juego con un maniquí y un tocador adornado con luces frente a una silla. También había unas cuantas repisas con más hojas, telas y accesorios de las cuales ella estaba emocionada por descubrir.
Paloma tomó su ipad para mostrarle un par de imágenes de conjuntos de ropa mientras le explicaba que eran ideas de estilos que le brindó a algunas de sus clientas.
—Bien dicen que uno debe de ser libre de vestir como quiera, y es cierto. A mi oficio lo catalogan como una extravagancia superficial donde literalmente controlo y no cedo a la libertad de las personas para vestir como ellos realmente quieren. Pero eso es mentira. Nuestro color y tono de piel, cabello, ojos, el tipo de cuerpo, manos, rostro...aunque podemos y queremos vestirnos como sea, le van unas cosas mejores que otras. Claro que se pueden combinar las detalles como ropa, joyas o maquillaje que no te quedan tan bien a comparación de otras, y combinarlas con las que si te hacen lucir espectacular. Es cuestión de equilibrar. Pero nadie le presta mucha atención a ello. Mira, aquí tengo fotos de algunas famosas haciendo comparación de cosas que si y no les va bien.
Audrey observó con curiosidad cada fotografía de cada famosa como Jennifer López, Beyoncé, Kylie Jenner y otras tantas, diferenciando que ropa o maquillaje les lucía mejor.
—Entonces a veces hasta las famosas no cuidan esa aspecto—Comentó la francesa.
—En ocasiones. Si profundizamos más la importancia de esto, como personas ahorraremos más dinero invirtiendo en lo que mejor nos conviene, se potenciará nuestra imagen y autoestima...definitivamente no se estaría desperdiciando nada, como muchas personas así lo creen.
Audrey meditaba acerca de todo lo que había estado escuchado hasta ese momento, con profundo interés y emoción por el descubrimiento.
—Te mentiría si te digo que no me siento excitada por lo maravilloso que es esto—Confesó—, ¿Puedo ver?
—Sí, claro.
Tomó una de las carpetas que yacía sobre la mesa y la hojeó. Estaban todos los cambios de las clientas de Paloma, con fotos de su primer día en el proceso de cambio de imagen y el resultado final. La expresión de cada una de esas personas en la foto del cambio eran alegres y seguras de sí misma.
—Seguro que muchas te han dicho que eres su hada madrina.
—De hecho sí—Replicó Paloma casi sonrojada y en medio de un estado de modestia que le provocó el halago de su prima.
—Paloma, he de confesar algo—Aturdida por lo que había aprendido hasta entonces, Audrey se sentó en la silla frente al tocador—, más que querer saber lo que me combina y demás, he descubierto por fin algo a lo que me gustaría dedicarme.
Emitió un gemido que anunciaba un llorar, siendo esto no por tristeza, sino por alegría.
—Cielos, ¿Qué ocurre?—Paloma se apresuró a abrazarla por la espalda, sin esperar al instante alguna explicación.
—Lo siento, de veras lo siento. Es que...puede parecer ridículo, lo sé. Es que por mucho tiempo, quizá toda mi vida, me sentía vacía. Cada vez que me preguntaban qué es lo que quería ser una vez siendo mayor, no sabía que responder. "Como mi madre" decía. Pero cada cosa que intentaba aprender, cada carrera de la que me daban charlas...nada lograba convencerme o era lo suficientemente buena para ello, lo sentía, aun desde antes de hacer cosa alguna. De hecho llegué a ese punto donde pensaba seriamente en que no servía para algo. Sin embargo, esto realmente hace que ese vacío se llene. Tengo la corazonada que he encontrado eso que tanto había estado buscando. No quiero parecer idiota, diablos, de seguro piensas eso...solo con una breve charla sobre una profesión ya estoy llorando. Es que sinceramente, esto ha llamado mi atención de manera absoluta. El hecho de ayudar a las personas haciendo que se sientan mejor consigo mismas, estar relacionada con algo que es de interés de casi todo el mundo como lo es la moda...es increíble. Dios, parezco una idiota.
Sorbió su nariz antes de refugiar su rostro en sus manos y reír débilmente.
—No lo pareces. No creí que esto te haya interesado tanto hasta el punto de hacerte llorar.
—Es que es la primera vez que no me siento obligada, ni por mi edad, ni por mis amigas, ni por la gente, a intentar a aprender algo. Tal vez estuvo mal no darle oportunidad a muchas cosas, pero realmente con esto me he sentido interesada y cómoda. No siento la presión de hacer algo para igualarme a otras chicas que aprenden muchísimas cosas. Paloma, por favor, no pienses que quiero, ya sabes, robarte tus ideas, copiarte o algo similar.
— ¡¿Cómo piensas eso?!—Paloma encendió los focos del tocador y se sentó sobre el mismo, sin dejar escapar la ternura que emanaba la situación—, me emociona, de verdad. Me halaga. Me llena de orgullo que esto te haya inspirado a querer aprender algo por cuenta propia, podríamos trabajar juntas.
—Me encantaría. Pero sabes que regreso a Francia en casi dos semanas.
—Hay miles de maneras de aprender; por medio de internet, video llamadas, ¡Lo que sea! Y hasta si es posible, puedes venir y quedarte un tiempo aquí.
Una sonrisa se formó en su rostro, escondiendo una idea que había nacido a partir de las palabras que adornaron el aire aquella noche en la que la vida e independencia de Audrey tomó un rumbo distinto al que siempre había estado acostumbrada. Por lo que tanto había estado esperando, había llegado en ese pequeño estudio.
...
Audrey apenas podía soportar los aviones. Le aterraba pensar que literalmente estaba volando sobre el océano atlántico. Por ello siempre procuraba y agradecía estar en el asiento más lejano de la ventanilla, que siempre le recordaba el hecho aterrador.
En esa ocasión, más aterrador era como y con qué palabras se dirigiría a su padre para decirle lo que tenía entre sus planes. Simplemente se imaginaba la cara de su padre en cuanto supiera todo lo que escondía su mente. Seguramente se alteraría al saber que ella quería regresar y vivir en Estados Unidos para iniciar una nueva vida, cuando apenas se habían marchado de tierras norteamericanas y ciertamente estaban en medio del océano.
Así que para dejar sin lugar a la ansiedad que la aquejaba, dijo su deseo sin pensarlo.
—Papá, estuve pensando mucho y he tomado una decisión sobre mi vida; quiero dejar Marsella y vivir en Estados Unidos para estudiar.
Tal y como lo hubo imaginado, su padre no articuló ni una silaba y solamente resopló. La continuación de un viaje largo y en silencio les esperaba.
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