✧❝ [09] ANOTHER LOVE ¡! ❞
ANOTHER LOVE
“todas mis lágrimas las he gastado en otro amor, y si alguien te hiere, quiero pelear, pero mis manos han sido rotas varias veces, así que usaré mi voz, seré jodidamente grosero, las palabras siempre ganan pero sé que perderé, y cantaré una canción que solo fuera de nosotros pero se las he cantado todas a otro corazón, y quiero llorar,quiero aprender a amar, pero todas mis lágrimas las he gastado en otro amor” by tom odell.
SIENDO LA MEDIANOCHE, River Trask movía sus pies cautelosamente a través de una caminata que se prolongó casi de un extremo a otro de la ciudad. Primero pasó varias cuadras, encontró un taxi y luego regresó a andar por un par de casas hasta encontrar esa pequeña puerta de madera y una fachada de piedra adornada con abundante hiedra.
Conocía a sus padres y a su hermana, tenía la seguridad de que las preguntas se dejarían llegar y marcaría un estrés en River, mismo que se liberaría si dijera la verdad de todo lo que pasó en sus últimos ocho años, o parte de ella.
Tomó su teléfono y le llamó a su hermana, quién no demoró en abrirle la puerta y al percibir las maletas, hizo una inhalación de sorpresa.
— ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Dónde está Chantal?
—Pauline—River solo se encaminó hacia su mayor para que le abrazara y al sentir el apapacho, se rompió a llorar tal cual un niño.
—Dios Santo, ¿Qué pasó?
—Terminó. Todo se terminó.
— ¡¿Qué?! ¡¿No se van a casar?!
—No.
— ¿Ella terminó la relación?
Él negó con la cabeza, aun con las lágrimas rodando por sus mejillas.
— ¿Fuiste tú?
—Sí.
— ¿Entonces...entonces por qué lloras? ¿No querías hacerlo?
—Sí. Lo que pasa es que estoy llorando porque...supe liberarme de esto después de tanto tiempo.
— ¿Qué pasa allá afuera, Pauline? —Exclamó su padre y no tardó en dirigirse a la puerta para encontrarse a su hijo menor—. River, ¿Por qué lloras?
—Se va a quedar con nosotros. Tiene algo que decirte—Contestó la chica por su hermano.
...
Los señores Nicole y Marc, tanto como su primogénita Pauline, estaban sentados a los lados mientras el interrogado, River, permanecía al frente, esperando que su familia dijera algo ante todo lo que les había contado. No quería llorar una segunda vez, así que había omitido lo de Antoine, varios episodios de violencia los limitó a catalogar como estresantes y variadas peleas y dejó en el anonimato a Audrey, diciendo que se trataba de una chica de París. La primera que habló fue su madre.
— ¿Entonces Chantal dijo que se darían un tiempo de seis meses para volver a hablar a ver si seguirían los planes del matrimonio?
—De aquí a seis meses es mayo. Y la boda sería en junio.
—Me parece ridículo. Es como una falta de respeto no solo a ustedes mismos, sino a nosotros, a sus padres y a todos los invitados. Es como si estuvieran jugando—Empezó Marc a arremeter contra el joven, como si estuviera aguardando a que las mujeres tuvieran la palabra primero para sacar a relucir todas las impresiones que le produjeron la decisión de su hijo—. Así que cuando alguien te pregunte sobre Chantal o cuando a ella le pregunten sobre ti van a decir: "Oh, es que básicamente rompimos nuestro matrimonio y relación pero en seis meses lo vamos a discutir de nuevo a ver si queremos casarnos" Y luego, ¿Y si dicen que no? ¿Van a dejar otros seis meses para volver a hablarlo?
—Marc, no seas tan irritable—Contestó la señora Nicole.
—Es que me parece tan grotesco. Tienes que hablar de esto con Chantal ahora.
—Yo creo que ya hay que dormirnos—Propuso Pauline ante la tensión provocada por su padre.
—Es más, iremos a hablar con ella y sus padres. Ya no son unos niños y más que nada tienen que ser respetuosos con algo tan delicado como lo es un matrimonio. Por ahora ve a dormir a tu habitación, prepara tu cama y descansa que iremos a hablar con ellos a primera hora, River. ¿Entendido?
—Creo que aun no lo comprenden—Musitó el muchacho—. Era algo que estaba destinado a ocurrir. Nos hicimos daño muchas veces, le hice daño así como ella a mí, que no podía seguir ocurriendo. Y yo fui el que optó por hacer frente a algo que solamente estábamos alargando.
— ¿La golpeaste?—Interrogó Marc agregando suma seriedad al ambiente y repitió la pregunta cuando su hijo negó—: ¿La golpeaste, River?
—No papá, te lo juro.
—La violencia física es algo inaceptable que no podría apoyarte bajo ninguna circunstancia.
— ¡Pero no lo hice!
—Por favor, lo mejor es irnos a dormir−La señora Nicole se apresuró a tomar a su esposo del brazo y dirigirlo a las escaleras—. Pauline, ¿Podrías indicarle a River donde están las sábanas y ayudarle a preparar su cama?
—Sí mamá.
River se desbordó en llanto al instante en el que sus padres se fueron y procedió a subir de la mano de Pauline a ordenar sus cosas hasta que, una vez estando listo todo, Pauline le preguntó qué había ocurrido realmente.
—No es normal que llores por algo que tú rompiste. Nos estas ocultando algo y sinceramente no me imagino lo que es. ¿Puedes decírmelo? Si lo deseas, no les diré nada a mis papás, aunque tú tienes que decírselo cuando lo creas necesario.
Un inconsolable River recostado sobre la cama tardó en hablar y confesar. Cuando lo hizo, su voz se hizo escuchar casi como un suspiro agonizante.
—Me golpeaba.
— ¿Qué? Espera, ¿Lo estás diciendo en serio?
Se pudo notar como afirmaba con su cabeza aun cuando sus manos cubrían su rostro.
— ¿Cómo? ¿Nunca te defendiste?
—Nunca hice absolutamente nada. En septiembre me cacheteó en mi oficina y todos los alumnos se enteraron. Siempre que peleábamos me empujaba y en París...maldita sea París.
—River...River, tranquilízate. ¿Qué fue lo que pasó en París?
—Me golpeaba. Antes de venir me golpeó con ese estúpido objeto donde ponen las velas, nunca faltaban las bofetadas y llegaron ocasiones en las que me sangraba por sus golpes con cualquier cosa que tuviera a la mano, o con sus rasguños. Tenía tanto miedo de decírselos y de terminar nuestra relación, ella siempre me decía que nadie me querría como ella lo hacía.
—Santo cielo.
—Sin que nadie de aquí lo supiera, estuvimos separados tres meses y ella tuvo pareja al igual que yo, pero no era nada serio. Terminamos por la primera vez que me golpeó, ella quedó tan sorprendida por su propio acto que se fue y dijo que no quería volver a verme.
— ¿Cómo es que nunca la dejaste?
—Sabía que la había pasado mal con su padre, quería protegerla, entenderla, apoyarla. No quería que repitiera la historia de su padre conmigo, así que siempre me mantuve firme. No pude soportarlo más, no podía seguir con esa vida, mostrándoles a todos que todo estaba perfecto cuando en realidad todo estaba podrido.
—No vuelvas con ella, River—Su voz se entrecortó y su único mecanismo para mostrarle su apoyo fue acercarse a abrazarle—. Diles esto a papás.
—No lo creerán.
—Ya verás que sí.
Ciertamente los padres no llegaron a enterarse hasta muchos meses después, sin embargo la primera señal de la inmadurez de Chantal se vio reflejada cuando al día siguiente se enteraron que ella se había marchado a la capital a pasar un buen tiempo allí, queriendo olvidar Marsella y lo que había pasado, haciendo que los padres de River entendieran que no había absolutamente nada que discutir y el señor Marc tuvo un tipo de reconciliación con su hijo por el anterior altercado.
Las voces entrometidas no tardaron surgir y la noticia del rompimiento duró vigente por tantos días hasta llegar a oídos de la propia Audrey y de su padre, discutiéndolo mínimamente sin que en realidad el señor estuviera enterado que Audrey había tenido algo con el chico.
Claro está, que desde entonces sus días y su cuerpo estuvieron más pacíficos. Por fin River sentía la tremenda libertad con su soltería, no teniendo los mil amantes —a pesar de que había algunas mujeres que pretendían su amor—, sino de poner en orden su vida.
Entregó el departamento, dio todos los muebles a la familia de Chantal que aceptó gustosa, regresó al psicólogo, se entregó plenamente a su trabajo y ocasionalmente salía con su hermana a fiestas y con Federico a algún bar.
Cierto día caminó con la idea de ir a la pastelería a hablar con Audrey, anhelo que desde el fondo de su corazón mantenía a River en una constante emoción y planeación para que el retorno a su amistad con ella estuviera bien.
Más en cuanto la divisó a través de uno de los ventanales, supo que no era el tiempo indicado para acercarse a ella. No se sentía merecedor de alterar su vida en ese momento. No se sentía merecedor de ella.
Al verla atendiendo, con una sonrisa en el rostro, su cabello perfectamente peinado y su vestimenta tan femenina, se sintió como el más desdichado del mundo, así como el más bendecido por haberle hablado alguna vez.
—En realidad no puedes tener una relación ahora si tu salud mental aun no está estable, puesto que de lo contrario se tornaría tóxica. No me refiero a que seas una mala persona, pero hasta inconscientemente tus traumas y tu ruptura aun reciente afectarán tu relación.
—De eso tengo la certeza. Esa es una de las razones por la cual me encuentro aquí. Lo último que quiero es lastimar a la persona que llegaría a querer por mis heridas. Y más que nada, quiero despejar mi mente de todo esto que siento. Quiero estar bien, quiero conocer...quiero conocer la libertad pura y la paz interna. No pido más que eso.
Escondió su cara entre sus manos, sin escuchar nada más que a su psicóloga sentándose frente a él. Ella conocía toda la historia con Chantal, así que comprendió que ese era el primer día a un nuevo capítulo en la vida de su paciente.
—Bien River, todo estará bien. Saldrás de estos traumas, superarás todo porque eres inmensamente fuerte y tienes todo el potencial para hacerlo—Resopló y se dio unos segundos para quitarse sus lentes—. River, nunca había dicho esta clase de pregunta pero me siento en la necesidad de hacerlo: ¿Por qué siempre nos dedicamos a...decir a los demás que los amaremos incondicionalmente? Escucha, incondicionalmente; cuando estén arreglados o recién levantados, enojados, molestos, tristes o alegres. Cuando estén en apuros o cuando sean las personas más exitosas. Es tan fácil decirlo y muchas veces parece que también hacerlo. Pero, ¿Por qué no podemos amarnos incondicionalmente? ¿Por qué tenemos ese pensamiento de que, si cambias de físico te querrás y te querrán? ¿O cuando no hagas esto o aquello? ¿Por qué? River, ahora te das cuenta de que eres tu propia ancla y tienes que amarte por encima de todo y todos, en tus mejores y peores momentos. Es hora de que no vuelvas a abandonarte.
Los débiles rayos del sol entraban por la ventana y hacían brillar las lágrimas que se le escapaban a River, a la par que sus labios dibujaban una línea al apretarlos con tal de no sollozar. Sin embargo se desmoronó en un llanto incontrolable. Sabía que ese día su vida cambiaría para siempre.
Y así suscitó. Su existencia se tornó más afable, el aire que respiraba era más puro, su cabeza estaba tan liberada de pensamientos pesimistas, había aprendido a verse en un espejo y amarse tal como él era, aprendió a comprender sus sentimientos y gestionarlos. Todo estaba mejor que nunca y supo que nunca había sentido nada mejor que eso, por su propia iniciativa y la de nadie más. Estaba liberado.
...
—Adivina quién ha llegado.
Federico entreabrió la puerta de la oficina de su amigo con una sonrisa de aires traviesos en sus labios. Sin esperar a escuchar respuesta de su amigo, abrió la puerta completamente para dejar ver a Adele O'Donell, la nueva maestra enviada por Antoine.
—Oh, hola—River se levantó con una expresión de sorpresa tanto como de alegría y recibió a sus dos compañeros a su oficina—. Mucho gusto, soy River Trask.
—Mi tío ha hablado mucho de ti, dice que eres el talento hecho persona.
—Y tiene razón—Agregó Federico, incitando a las risas a los otros—. La verdad es que no pensábamos que eras más joven.
—Cielos—Su suave tono de voz se entrecortó a causa de una risa, haciendo relucir su dentadura perfectamente blanca—, apenas hace meses que llegué a Francia. He vivido con mis padres y hermanos toda la vida en Londres, y desde niña me he dedicado a la actuación y ahora estoy capacitada para enseñar lo mismo. Justamente mi tío dijo que tenía mi versión masculina en Marsella, porque somos de la misma edad y ya somos profesores.
El optimismo, al parecer, natural en la chica, no dejaba salir de las sonrisas y un gusto por tenerla allí a River y a Federico. Su cuerpo parecía tan frágil por su delgadez y sus labios bien proporcionados pintados de rojo relucían de entre toda su piel casi pálida. Tenía ojos de un color azul tan profundo que eran hipnotizantes y su cabello castaño como el de Antoine recaía deleitosamente hasta sus hombros. Era sencillamente cautivadora.
—Es cierto—Se limitó a decir un timido River.
—Adele, los demás profesores, River y yo habíamos planeado una reservación en un restaurante para celebrar tu llegada, y nos encantaría que nos aceptaras. Sirve que charlamos entre todos un poco no sólo acerca del plan y la organización de la escuela, sino también de la ciudad. Yo estuve en París y créeme que a pesar de tener en mi plena consciencia el encanto de la capital, me siento sumamente cómodo aquí. No te arrepentirás de iniciar tu nueva vida en este lugar.
—De eso estoy segura, ¡Y claro que acepto! Más que nada necesito nuevos amigos aquí y ustedes en realidad son muy amables.
—Perfecto, entonces que así sea. Te seguiré mostrando las instalaciones, ¿Nos acompañas, River?
—Me disculpan, estoy un poco ocupado. Mucho gusto en conocerte, Adele.
Le extendió la mano como signo de despedida y ella, en cambio, le correspondió y le besó la mejilla.
— ¡Igualmente!
Al caer la noche, los ya seis maestros fueron a cenar a Les Trois Forts donde charlaron animadamente. Más en cambio, la recién llegada se inclinó más a hablar y conocer a River. El 2017 se concluyó en la vida de River como el antepenúltimo año de su vida y siendo a la vez el que más cambios le había hecho experimentar; desde terminar su compromiso y relación de ocho años con Chantal Férber, tener una amistad con Adele O'Donell hasta conocer a Audrey Delpy. Y tres días antes de que sonaran las campanas indicando el nuevo año, el veintisiete de diciembre, fue el día que reunió todo el significado de todo lo que había vivido ese hombre, mediante el calor de una familia más armoniosa, libertad, amigos, ausencia de miedo y una progresiva estabilidad emocional. Era el día de su cumpleaños, ahora tenía veintidós.
Sus padres, hermana, tíos, abuela, compañeros de trabajo y algunos de los amigos de la familia lo sorprendieron apenas llegaba a la parte del inmenso patio, cerca de las puertas que daban a la sala. Adele había ido por él desde su oficina donde había estado trabajando a puerta cerrada, con una excusa tan mal hecha que demostraba su nerviosismo por llegar a ser descubierta y que aun así logró convencerlo.
— ¡Feliz cumpleaños!—Exclamaron todos al unísono ante un River que solo emitió una risita y se acercó a abrazar a todos y cada uno de los que se encontraban allí.
Prepararon su comida favorita, Coq au vin, tomaron vino, pusieron la música que más le agradaba y le dedicaron todos un tiempo para reaccionar a todos los regalos que le habían llevado que eran desde libros, películas hasta bonita ropa.
La velada sucedió agradablemente y River se sintió más querido de lo que en muchos años se sintió solo. La convivencia familiar influyó en él una motivación para socializar más y dedicar en cierto momento palabras de agradecimiento a todos.
En cierto rato, fue con Federico y Adele a su habitación para mostrarles nuevos avances impresos de lo que sería su guión y el tiempo transcurrido hizo que su charla sobre ello se extendiera a la opinión de la obra de teatro que habían llevado a cabo por navidad.
—Ha sido una gran idea la de llevar a cabo obras de teatro, eso no hace desanimar a muchos de los alumnos y sobretodo los mantendrá activos—Comentó Federico.
—Es cierto, hay que hacer este tipo de cosas con más frecuencia. Por lo visto a todo el público le agradó—Le siguió Adele—. Tal vez una vez acabado tu guión podemos comenzar a hacer los preparativos para una obra, River. Tienes un gran don para escribir.
—Es natural, sus padres son periodistas—Apuntó Federico, sosteniendo su pipa de tabaco cuando sonó su celular. Dejó salir el humo de sus labios mientras veía la pantalla y se disculpó—: Llama mi hermana, dispensen.
Los jóvenes se quedaron solos, y River se precipitó a reanudar la charla hablando de sus padres hasta que Adele le besó. Debió de habérselo imaginado, puesto que la chica no había visto hasta entonces a nada ni nadie que no fuera River.
El chico se quedó pasmado. Sus ojos estaban abiertos, sus labios apenas habían hecho un pequeño orificio al centro y tenía las manos inmovibles. Su mente carburó con velocidad sobre lo que iba a decir apenas terminara ese beso. Adele aun se separó con lentitud, haciendo que River la observara sorpresivamente. Solamente se escuchaba como Federico se encerraba en otra habitación hablando en voz baja, cosa que tenía sin cuidado a los dos.
—Adele, eh, yo...
—No digas nada—La chica se abalanzó sobre él de una manera precipitada que llevó a River a pensar que ella estaba malentendiendo la situación—, me enamoré de ti. Eres un hombre extraordinario, nunca he conocido a alguien como tú. Y realmente me encantaría salir contigo.
River esbozó una efímera sonrisa compasiva y le propinó dos palmaditas en los brazos que ya tenía rodeados sobre su cuello, produciendo una separación. Dio algunos pasos hacia la ventana, incapaz de poder mirarle y giró sobre sus talones, preparado para decir lo que su buen juicio le había dictado:
—Adele, no sé qué decirte. Eres bellísima, talentosa, carismática e inteligente. Pero...—Agachó la cabeza a modo de reflexión. Seguía interesado en Audrey y entre las muchas razones por las que se dedicó a cuidar de su bienestar y madurez emocional, estaba el propósito de acercarse y a ser digno para ella y aún así sabía que había una probabilidad de que ella se negara a entablar siquiera una amistad con él. Su relación laboral iría excelentemente si llevaran una relación. Y hasta Chantal podría darse cuenta de que nunca necesitaría de ella nunca más. Había miles de virtudes, tanto coherentes como incoherentes en el solo hecho que se daría si él correspondiera a sus sentimientos. Más él mismo sabía que no sería feliz, que eso no estaba bien. No era correcto jugar con los sentimientos de alguien. Al meditar en todo ello, obtuvo toda la valentía suficiente para proseguir—, me temo decirte que no correspondo a tus sentimientos. Me halaga demasiado que te hayas fijado en mí, pero no quiero mentirte y mucho menos herirte porque eres una gran persona que no es merecedora de engaños. Si tú quieres, me agradaría que siguiéramos nuestra amistad, yo sé que encontrarás a alguien lo suficientemente bueno para ti y que te quiera tanto como tú a él.
—River, yo...lo siento. No debí decírtelo, soy una tonta.
—No, al contrario. Ha sido bueno para los dos, para aclarar la situación y las dudas. Entonces, ¿Amigos?
Le tendió su mano y siguió en la misma postura aun cuando escuchó que le llamaban desde la planta baja. Siguió allí hasta que Adele le correspondió con una sonrisa tímida.
—Sólo compréndeme si a veces soy incapaz de hablarte, no lo sé.
River le regaló un semblante empático con una sonrisa y ambos bajaron, donde no tardó Federico en ir tras ellos para comunicarles que su hermana estaba embarazada.
—Creo que iré a Italia apenas acaben las fiestas decembrinas.
Adele y River felicitaron al mayor con unas palabras emocionantes y abrazos sinceros, como si nada hubiera pasado. Una vez que estuvieron los tres con los demás, los murmullos tardaron en cesar y Pauline, que mostraba una actitud seria, se acercó a su hermano para darle un paquete envuelto, que claramente daba a entender que era un libro.
—Le entregaron esto a Sophie—Se refirió a la antigua encargada del aseo de la casa que al ser cercana a la familia—. Era una mujer. Como tenía una bufanda enredada hasta la mitad del rostro no supo quién era.
—No sabíamos que tuvieras una admiradora secreta, hijo—Dijo jocosamente la abuela materna de River, desde su cómodo sillón cerca de la imponente chimenea.
—Sólo esperamos que no sea...ya sabemos quién—Inquirió la señora Nicole refiriéndose a Chantal, cruzando los brazos.
—Vamos, ábrelo River—Sentenció Federico.
La envoltura perfectamente adherida era de un color crema y un moño de color dorado estaba pegado al centro. Mordió su labio inferior y tratando de aguardar las ansias y fingir los nervios, desenvolvió con quietud el regalo. Era un libro.
— ¿Qué libro es? ¿No tiene firma ni dice quién lo mandó?
River observó con detenimiento. Le fue imposible responder al instante.
—No hay firma ni nombre. Pero son "Los Puentes de Madison"
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