✧❝ [07] I COULD FALL IN LOVE ¡! ❞
I COULD FALL IN LOVE
"esta noche podría perder mi corazón, si no das la vuelta y te marchas, porque por la manera en la que me siento, podría perder el control y dejar que te quedes, porque podría tomarte en mis brazos y nunca soltarte, podría enamorarme de ti"
by selena
LA LUZ SEGUÍA SIN ESTAR DISPONIBLE. River y Audrey estaban instalados en una mesa de la cocina mientras la lluvia golpeaba estruendosamente contra el piso de la calle.
-Cuando era niño quería ser como mi padre. Aprendí durante toda mi vida a dar mis mejores esfuerzos que por ello terminé estudiando letras y aparte actuación, aunque esto último era lo que sabía que realmente quería.
- ¿Cómo fueron tus días en París?
-Uf, quisiera poder decir que no me quejo-Se rascó la nuca en señal de incomodidad por el recuerdo del pasado.
- ¿Por qué?
-Nadie lo sabe, más que tú justo ahora; era un sueño realidad en un principio y con el pasar del tiempo se convirtió solamente en algo que estaba mentalizado solamente para hacer y cumplir, era casi una pesadilla. Por ello quería regresar a Marsella, vi una oportunidad en que Antoine y yo hayamos formado hayamos hablado un día sobre como expandir y promover el teatro hasta que le dije en poner una escuela de actuación aquí o en alguna otra ciudad de importancia. Él comentó que lo pensaría y tan pronto como lo dijo me propuse mejorar en mi desempeño y no tardó en elegirme como una de las principales cabezas del proyecto que obviamente terminó elegir. Me sentía ahogado, no guardo París entre mis recuerdos más preciados a decir verdad; solo unas cuantas amistades, la actuación y algún que otro paisaje.
Audrey, que tenía la cabeza inclinada hacia un lado en signo de absoluta atención, miraba con ojos compasivos y movía el tenedor contra el plato con quietud. River había omitido varias cosas y sin embargo con lo poco que había dicho se había desahogado en gran parte.
-Nunca pensé que te hubiera sucedido eso.
-Yo tampoco en el primer día que pisé París. Ni el ultimo, me fui desilusionado. Aquí me siento mucho más tranquilo, es como salir de una fiesta de la que te sientes indiferente y sales a disfrutar aire fresco.
- ¿Y qué pensaba...que pensaba Chantal?
Tardó en contestar.
-A ella le encantó. Estudió diseño de interiores. Por ahora no trabaja, sólo le interesa la planeación de...la boda.
- ¿Dónde piensan casarse?-Inquirió, ya resignada ante la realidad.
-En la playa de la Santa Cruz.
-Qué lindo.
- ¿Tú tienes pareja?
-No. Sólo he tenido una relación seria hace más de un año. Los demás habían sido solo de una o dos citas y listo.
- ¿Habían?
-Sí, ahora no me interesa ninguno de los tipos con los que he salido.
River sintió como sus manos se humedecían un poco por el sudor y el sonrojo volvía a sus mejillas.
- ¿Cómo sería tu boda ideal?
-No tengo realmente una-Estrechó la mano a uno de los cajones más próximos y sacó una caja de cigarrillos-, es de uno de los cocineros, ¿Fumas?
-Bien-Contestó divertido y ambos se acercaron a la vela al centro de la mesa para encender sus respectivos cigarros.
-Como digo, no tengo una imagen concreta de mi boda ideal. Mi padre me enseñó que estaba bien casarse o no, que no era ley de la vida pero igualmente eso no evitó que me emocionara de niña cada vez que viera las revistas de mis tías donde salían vestidos de novia o bodas de famosos y me imaginaba mil y un maneras de mi boda perfecta. Claro, a los nueve lo quería en Nueva York y a los doce lo quería en una playa, o a los quince los quería en Italia. Ahora no pienso en algo especifico. Aunque ya que me lo preguntas-Le dio una calada a su cigarrillo y dejó salir el humo por sus labios mientras se reacomodaba en su asiento-, no me gustaría una fiesta. Ningún invitado.
- ¿Qué dices?-River se inclinó más a ella, prestándole más interés-. Explícame eso.
-Sí, sin invitados. Que sea en cualquier lugar menos aquí, yo vestiré un pantalón y una camisa blanca. Ir a, no sé, casarme a lo religioso o por el civil, pero al terminar, ir a uno de esos restaurantes con mesitas en la calle y después caminar por allí hasta ir a un cine y ver una de esas películas románticas. Luego seguir paseando, contando cualquier cosa pero sintiendo la intimidad que solo se puede sentir entre dos personas enamoradas. Y por último bailar alguna canción en un restaurante nocturno o hasta en la calle, con perfectos desconocidos que sin saber son testigos de unos recién casados. ¿Será mucho pedir? Espero que al muchacho que sea mi esposo le agrade la idea.
-Es la idea más maravillosa sobre una boda que he escuchado-Confesó mientras ponía el cigarro en sus labios-. No eres famosa porque no quieres.
- ¿Sabes? Esa canción, de Ben E. King...Stand By Me, sonó en mi cabeza...mientras hablaba.
-Queda perfecto.
La jocosidad los condujo a las ya conocidas risas al unísono.
- ¿Por qué no ves tu boda aquí?
-No, no veo algo mío como eso aquí. Creo que la experiencia sería mejor en una nueva ciudad y aparte, muchas de las personas que hay aquí no han sido buenas conmigo.
- ¿A qué te refieres?
-Todos tienen un concepto diferente a lo que soy. No quiero decir que las cosas que he hecho son buenas o dignas para que me lleven a la horca, pero las personas se quedan con la primera impresión que tienen. El salir a fiestas y no limitarme a lo que la sociedad impone fue suficiente para que al parecer tenga una mala reputación.
-Todo el mundo tiene una mala impresión sobre uno como persona. Nunca le conocen del todo y no se molestan en conocer más a profundidad-Llevó su mano hasta la de ella y la tomó con delicadeza-, yo te estoy conociendo a ti y tú a mí, y no puedo decir otra cosa más que estoy agradecido de haber vuelto aquí.
Ese tacto se sintió tan personal, tan íntimo. Y todo el ambiente lo era de igual manera, no podían evitarlo ni ocultarlo. Ni podía borrarse, así de poderoso era aquel inicio.
-Creo que ha dejado de llover-Fue lo único que Audrey pudo decir entre toda la emoción.
-Oh, sí. Te acompañaré hasta tu casa, llamaré a un taxi.
Pasaron dentro de esa cocina un poco más de una hora y la opción del taxi pudo haberse realizado, era obvio que nunca quisieron eso. River llamó mientras Audrey ordenaba todo y tomaba su bolso.
-Listo, viene en unos diez minutos.
-Gracias.
- ¿Cuánto es de las tartas?
- ¿En serio lo preguntas? No es nada, al contrario gracias por estar aquí. Vamos, ¿Te apetece esperarlo afuera?
-Bien-Sonrió con vacilación.
Se dirigieron hasta afuera donde había una gran toldo que los cubría de la lluvia ahora débil. Los primeros tres minutos transcurrieron en silencio. Audrey notó de reojo como River cerraba los ojos hasta casi apretarlos, lo que le llamó la atención y estaba por preguntarle si se encontraba bien. River no le permitió hablar, puesto que lo único que hizo fue acercarse para besarle.
Se mostró con suma seguridad, sin que Audrey supiera que en realidad había tenido mucho miedo, misma sensación que murió al rosar sus labios con los suyos. Ella no lo esperaba y su mente se bloqueó que ningún otro pensamiento se producía en su mente más que ese beso. Él mantenía sus manos en las mejillas de Audrey mientras que ella posó las suyas sobre los brazos de él, hasta que una imploración impecablemente abrupta por tenerse más cerca, la conllevó a abrazarle para seguir el beso. La humedad emanada del suelo por la lluvia hacía una combinación entrañable con el calor que producían sus cuerpos, anhelantes y ciegos ante la imposibilidad de estar más cerca, pues parecían casi fundidos en uno. Alguien los vería, el taxi llegaría, las llamadas podrían darse a recibir, tenían el tiempo y el mundo en su contra. Pero eran ellos dos, contra el buen juicio, contra la razón. Se olvidaron de Chantal, de Luc, de sus padres, de todo. Sus corazones no les otorgaron más sentidos que la dulce humedad de sus salivas combinadas y la calidez de sus lenguas chocando al igual que sus mejillas. Era como si hubieran besado por primera vez. Era su primer beso.
No terminó abruptamente, aun a pesar de todo la tranquilidad fue sellando el cesar de ese prolongado beso que cambiaría sus vidas para siempre. Un pequeño y final beso nuevamente iniciado por él fue el que terminó con ello. Aun seguía con sus manos en las mejillas de Audrey y en medio de la intimidad que los envolvía, besó la comisura del labio y del otro, y al final en la punta de la nariz.
-No quiero parecer un idiota. Lo juro.
-River...
-Sólo te quiero a ti. Aprendí a sentir algo por ti, no podía más-Casi balbuceaba mientras veía con admiración el rostro de Audrey, teniéndolo tan cerca-, tenía que hacerlo. No me veía el resto de mi vida...no me veía en los siguientes cinco minutos restantes sin haberte besado.
-No está bien. No está bien, estas con Chantal. Esto no puede ser.
-Perdóname Audrey, te dejaré en paz si así lo deseas. Pero no podía no hacerlo. Desde que te vi, sólo quería saber tu nombre, no existía nadie para mí y no quería saber nada más que eso...Audrey, le has dado un nuevo sentido a mi vida. No puedo ocultártelo.
-River.
Pronunció su nombre antes de que volvieran a besarse. Una pierna de ella quedó entre las de él, chocaron contra la pared y el cuerpo de Audrey quedó casi erguido hacia atrás. Fue un beso apasionado, motivado por el sentimiento que había florecido de entre las palabras y confesiones, desde la lluvia hasta sus labios. Abrieron un poco más sus bocas, haciendo juntar sus lenguas mientras sus brazos estaban rodeados en un abrazo. Fue tan bello como tal cual una estrella fugaz que se pierde entre el firmamento.
El sonido de un automóvil los hizo alejarse. Sin decir nada, Audrey se apresuró a abrir el taxi una vez estando frente a ellos y esperó aun que River se fuera con ella, empero aguardó en la misma calle y la miró fijamente. Negó lentamente con la cabeza.
- ¿A dónde los dirijo?
-Yo no iré con la señorita.
-Bien. ¿A dónde la llevo, señorita?
Audrey cerró con lentitud la puertezuela y miró por la ventanilla a River, quién le sonrío bajo la lluvia y estaba allí para observarle. Sus rulos poco a poco se fueron mojando hasta que quedaron pegados en su frente y una sonrisa se fue dibujando en su cara.
- ¿Señorita?
-Siga. Yo le indicaré.
Respondió aquello sin apartar la vista de River. Ni tampoco lo hizo cuando el taxi se puso en marcha, pudo distinguir como él le seguía mirando hasta que dio la media vuelta y se fue bajo la tierna lluvia.
...
El olvido estaba lejano a efectuarse para dos corazones incurablemente conquistados por el nuevo amor. Habían pasado menos de veinticuatro horas y el recuerdo de esa noche y todos sus acontecimientos, seguía latente y les dominaba de pies a cabeza que la concentración ya estaba siendo desconocida.
Era una tarde del seis de septiembre cuando River estaba sentado en su oficina limpiando su nariz a causa de la lluvia que le había afectado. El cielo estaba nublado y la luz del firmamento gris entraba a inundar todo el espacio de la habitación. Había terminado una de sus clases y quedaba una para la hora próxima, la cual esperaba con quietud, manteniendo ya las manos entrelazadas y la cabeza apuntando hacia el suelo y de cuando en cuando, a la pequeña cajita sellada con un moño dorado. Era una rebanada de postre que Audrey le había enviado.
Un miedo a ser rechazado le impedía hablarle a pesar de todo. Quería hacerlo, aclarar las cosas ya que temía perderla. Ella era algo nuevo, algo refrescante y por lo que se sentía bendecido. No quería perder ahora que había encontrado algo por lo que valieran sus días y que con el pasar del tiempo lo iban convenciendo más de cambiar el rumbo de su vida, ser mejor persona y acabar con todo ello que no era para él.
Sus esperanzas contribuyeron a que la ley de atracción permitiera que estas se volvieran realidad cuando sonó el su celular. Era Audrey. Tomó el aparato sin perder ni un segundo, se paró de su asiento para apoyarse contra el escritorio y contestó con un tono en su voz que lo hacía parecer que había estado esperando hablar con ella:
-Hola, River.
Su voz casi entrecortada por un suspiró la nombró a forma de contestación.
-Siento ser tan indiscreta por lo que preguntaré; ¿Dónde estás?
-En mi oficina. ¿Ocurre algo?
-No, nada. Creo que ya recibiste mi regalo. Un amigo tuyo, creo que se llama Federico, dijo que es maestro en la escuela de actuación y su amigo tenía catarro. Supuse que eras tú y por ello te mandé la rebanada de pastel, es de mantequilla con betún.
Se tapó el rostro con emoción como si lo estuviera viendo y su respuesta alegre le hizo saber lo conmovido que estaba.
-Debí de haberme ido en ese taxi. Te lo agradezco.
-River.
- ¿Sí?-Un momento de silencio lo convenció de lo que estaba por escuchar-, Audrey, sé lo que dirás.
-Oh, sí River. No sé qué decir. No quiero que nos metamos en problemas, solamente te mandé esto por cortesía, un buen gesto...no lo sé. No quiero que esto salga mal.
-Lo sé. En cambio quisiera poder decir lo siento y es que la verdad no lo creo. No lo siento. Quería hacerlo, Audrey. Lo último que quiero es que te veas afectada y sé que suena egoísta de mi parte, no mereces esto. Y es horrible estar dentro de una historia tan difícil, que daría todo y lucharía porque fuera diferente-Durante unos segundos se dispuso a mascullar, inseguro de preguntar algo que lo acechaba y que al final, lo dijo-: Audrey, dime la verdad, ¿Sientes...sientes lo mismo que yo? ¿Sentiste lo mismo que yo cuando nos besamos?
-Sí-Sentenció-. Estaba enamorada de ti cuando tenía catorce años. No sé lo conté a nadie, absolutamente a nadie y menos lo hice cuando supe que te irías.
-Caray, no esperaba eso. ¿Por qué nunca lo supe?
-Nuestra diferencia de edad es corta, más en ese tiempo parecía muy larga, era imposible hablarte. Teníamos vidas muy diferentes.
River visualizó sus años anteriores, cuando tenía diecisiete y todo era tan diferente. En aquel entonces estaba tan enamorado de Chantal que se escaparon por días de Marsella y ella se fue a vivir a su casa para después marcharse a París. Ahora que lo pensaba, era tan indiferente a ello y todo resultaba tan distinto. Unas cosas permanecían, otras morían y luego llegaban otras.
-Sí, es cierto.
-Debo de confesar que aunque nunca lo supiste, aprendí muchas cosas de mi enamoramiento por ti. Te superé y traté de no idealizar nuevamente a alguien como obviamente, en mi pubertad, lo hice contigo. Y en cuanto supe que volviste, todo ese sentimiento regresó. Me doy cuenta que verdaderamente eres una grandiosa persona...pero no quiero que sufras ni tengas problemas.
-Audrey, no me importan los problemas. No me importaría cambiar mi vida y darme la oportunidad de conocerte.
-Quisiera lo mismo. River, eres la persona más estupenda que he conocido, yo he encontrado en ti lo que nunca había encontrado en alguien.
-Audrey por favor, déjame verte. Hoy más tarde, no en la cafetería, en el lugar que tú decidas pero con tal de que estemos tranquilos y podamos hablar, ¿Te gustaría?
-Te mandaré mensaje cuando me desocupe, ¿Te parece?
-Perfecto. Adiós, Audrey.
-Adiós...
Separó el teléfono de su oído y colgó. Estaba dispuesto a cualquier cosa y estaba más que seguro que esa tarde se verían, hablarían y todo resultaría mejor. Sus anhelos regresaron con la misma intensidad que le dominaban.
Más sin haberse dado cuenta, Chantal tocó y abrió la puerta.
-Hola, mi amor. ¿Cómo sigues? ¿Ya acabaste tus clases? Deberíamos de irnos ya...¿Qué es esto?
El cuerpo de River se alteró y se encaminó hasta ella sin pensarlo dos veces, para quitarle la cajita, lo que fue en vano. Chantal la abrió y sacó una tarjetita de la que River no estaba advertido. La leyó en silencio y tras ello, le observó con súbita ira.
- ¿Quién es Audrey, River?-Tal cual era su naturalidad, lo siguiente que hizo y que dijo fue con un repentino odio que le impedía actuar con cordura. Le lanzó la carta y dejó caer la caja sobre el escritorio-, ¡¿Quién es, River?! ¿Acaso ya tienes amiguitas que esperan que te recuperes de tu estúpido resfriado?, ¡¿Quién es?!
Chantal entonces le bofeteó. Los gritos alarmaron a la mayoría de los alumnos que seguían en clases y a los maestros, especialmente a Federico.
- ¿Qué es lo qué pasa?-Inquirió el rubio preocupadamente apenas abrió la puerta.
- ¡Tú cállate, Federico! ¡Siempre te intentas meter en nuestra maldita relación! ¡Lárgate!
-Chantal, por favor, tenemos alumnos que todavía siguen aquí, te pido solo que discutan en un lugar que no sea este.
- ¿Y tú crees que te voy hacer caso? ¿Qué me importan tus estúpidos alumnos? Como siempre defiendes a River, eres el que siempre excusa todo lo que hace, ¡Déjanos en paz! ¡Vete!
-Chantal, Chantal, cálmate-Quiso intervenir River, caminando detrás de la mujer que estaba aventando a Federico hasta la puerta. Este último terminó por irse, cerrando la puerta tras de sí y aguardando todo el coraje que le había producido el griterío de la chica.
- ¡¿Quieres que me calme?! ¿En serio quieres que lo haga?-Le bofeteó una segunda vez y lo manoteó todo lo que pudo, propinándole después golpes en la cabeza, en los brazos y en gran parte del torso que él no podía cubrir como lo estaba haciendo ya con su cara-. ¿Pensaste que te burlarías de mí? ¿Justo cuando estoy planeando la maldita boda? Por eso nadie te quiere, por eso hasta yo te odio y solo estoy contigo por lástima. Dame tu celular.
-Chantal, déjame explicarte. Es una amiga, es hija de un amigo de mis papás. Por favor, entiéndelo, yo...
La mujer le sacó el celular del bolsillo y le hizo insertar su contraseña y buscar cualquier conversación con Audrey, hasta que la encontró. Leyó con rapidez.
-Eres un maldito. Si tan sólo supieras que ella también te habla por lástima, por interés o por cualquier cosa menos lo que yo te estoy ofreciendo, y mira cómo es que me agradeces. Pero mira lo que haré: "Por favor, déjame en paz y no vuelvas a hablarme, tus charlas me aburren y no puedo soportarlo. Adiós."
- ¿Chantal, qué es lo que haces? ¡Chantal! ¡¿Es en serio?!
Haciendo caso omiso, Chantal ingresó al perfil de Audrey y miró la foto que tenía, a lo que carcajeó irónicamente.
- ¿Ya viste su foto? ¡Es una puta! Das asco. Tanto tú como ella. Bloquéala, anda, quiero ver que lo hagas.
Lanzó el teléfono contra su pecho y él solamente lo tomó y observó la foto. Llevaba un vestido de seda con estampado de ángeles y su cabello estaba suelto. Ese tiempo que se dio hizo enfurecer a Chantal y lo empujó, reclamando que la bloqueara. Finalmente, lo hizo.
-Estúpido. Eres un estúpido. Verás cómo nunca te hablara de nuevo, porque te lo mereces. Eres una mierda.
Chantal dio la media vuelta y se dispuso a caminar. Sin embargo se percató del pastel intacto y sin articular palabra alguna, abrió la caja y lanzó el pastel contra su cara.
-Estúpido.
Abrió la puerta y fue sorprendida por casi todos los alumnos, Federico y Eugene d'Ormelle, la única docente mujer. Ella solamente lanzó una mirada inyectada de coraje y se marchó.
- ¡Santo cielo!-Eugene emitió un solo aplauso de indignación y se acercó a Federico una vez que la joven se fue-, ve y habla con River. Hazlo por el amor de Dios.
River estaba leyendo la nota sin apenas limpiarse la cara al instante en el que llegó Federico. Este sólo pudo inhalar por la boca de la impresión al ver en tal estado a su amigo.
- ¿Qué carajos...? Permíteme limpiarte, ¿Qué fue la causa de todo este desastre?
-Yo...conocí a una chica. Y Chantal se enteró.
-Ahora comprendo. Cielos, todo el mundo escuchó.
-Qué vergüenza, ¿Qué van a pensar de mí los chicos?-Musitó de manera afligida mientras se dejaba limpiar por su amigo con un pañuelo.
-No te preocupes por eso. Serán razonables, yo hablaré con ellos. Tú ve a casa de tus padres, háblalo, es necesario.
-No, tengo que ir con ella.
- ¿Con Chantal?
River se apartó y se dirigió a su pequeño baño para lavarse la cara.
-No, con Audrey.
- ¿Audrey? ¿La de la pastelería? ¿La que me entregó el pastel?
-Sí. Tengo que hablar con ella, Chantal me hizo bloquearla. Esa es la chica-Su inquietud fue la causante de que caminara de un lado hacia otro con prisa, pero la confesión lo hizo detenerse y hablar en voz baja−: Federico, la besé anoche. Tres semanas fueron suficientes para hacerme sentir tan atraído a ella que la besé. Y ahora quiero hablarle.
-River, ¿Y qué piensas hacer con Chantal?
-No hay nada que me importe más que Audrey.
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