✧❝ [02] HEATHER ¡! ❞

HEATHER
“si tan sólo supieras lo mucho que me gustabas, pero veo tus ojos cuando ella va pasando, que gran alegría para esos ojos heridos, más brillantes que un cielo azul, ella te hipnotiza mientras yo muero”
by conan gray

























    “ME ENAMORÉ DE RIVER TRASK cuando estaba pasando de la pubertad a la adolescencia. Yo tenía catorce y él diecisiete. Me llegué a enamorar de él tanto como él lo estaba de su novia, Chantal Férber y por eso mismo, sabía que yo nunca tendría oportunidad alguna con él.

    Ahora que lo pienso, podría ser un tipo de enamoramiento que no funcionaría si avanzara. Yo lo sentía perfecto, en su pleno auge, que temía cambiar algo más o menos, aun cuando me dolía que no estuviera con él y el hecho de que nunca lo estaría.

    Lo veía desde la torturante distancia, como nadie más lo veía. Adoraba los momentos en el que hablaban de él, abrazaba con recibimiento los pensamientos sobre su persona. Me gustaba su nombre, tan americano como pudiera ser posible. La conmoción naciente que se iba implementando con el pasar de mi adolescencia se presentaba cuando su nombre estaba en mi lengua, pronunciándolo como ningún francés podría hacerlo a la primera. Ra-i-ver.

    Entregué el despertar de mi nueva etapa en la vida a mi amor platónico por él, aun cuando este sentimiento herido estuviera ahogado en el silencio espectral que me impedía contarle a alguien, ni siquiera a mi padre, a Genevieve, ni a mis tías.

    Estaba siempre tan contenta de verlo, lo admiraba por lo que decían de él, pero todo se derrumbó cuando me di cuenta de que estaba tan enamorado de su novia que se iría junto a París a iniciar una vida junto a ella, cumpliendo sus sueños. Me costó superarlo. Y justo cuando lo tenía olvidado casi por completamente, comencé a cambiar y a convertirme en lo que ahora soy.

    Yo era tan diferente en ese momento. Era obvio que nunca pasaría nada, porque era una niña que estaba dejando de serlo. Pero aparte de ello, era tan distinta a como soy ahora, que bien podríamos ser dos personas diferentes. Más sé que esta versión de mi misma que soy ahora, no hubiera nacido sin la Audrey tímida y callada que era en ese entonces"

    Cerró su diario con quietud y se encontró con su rostro reflejándose en el espejo. No le daba pena recordar lo que alguna vez tuvo tanto sentido y fue un gran sueño por casi dos años, de hecho seguía recordando a River ocasionalmente a pesar de que con el tiempo cayó en cuenta de que nunca lo conoció realmente y lo había estado idealizando, algo que en su momento le costó mucho aceptar.

    Pero por eso mismo, siempre pensó en que nunca lo conoció y le hubiera gustado tratarle, tener una percepción más intima sobre él, preguntándose a la par, si alguna vez eso sucedería y más en ese tiempo, en su presente, donde Audrey era totalmente distinta a la pequeña Audrey que tanta inseguridad cargaba por lo que le había tocado vivir por el simple hecho de tener un aspecto diferente a las demás niñas francesas.

    Ella había superado eso con ayuda de su padre y la terapia psicóloga que le brindó, dándole la total convicción de que era normal asistir a psicoterapia cada vez que atravesara por una mala experiencia o simplemente no se sintiera bien mentalmente. Ahora poseía de tanta seguridad y confianza que siempre ponía limites y no permitía que nadie pudiera decirle cosa alguna.

    Ahora lucía tan radiante, llena de autoconfianza que poco a poco se convencía que si las cosas fueran diferentes, estaría totalmente accesible a volver a ver a River y hablarle por primera vez.

...

    El limpio blanco de las paredes hacia juego con los rayos del sol de la mañana que se asomaban y se dibujaban en cada espacio del departamento, aun con cajas y muebles y cosas regadas por doquier.

    El cuerpo desnudo de Chantal Férber estaba solamente cubierto con una limpia y delgada sabana que le escondía las piernas. Y en ese momento en el que su olor a vainilla estaba en pleno auge y la dulzura de su cuerpo relajado se emanaba, River la observaba. Él estaba también desnudo, sentado en una esquina fumando un cigarro. Aun se encontraba un poco somnoliento, pero ya lo bastante consciente de que la verdad de su relación con aquella mujer no estaba yendo por el buen camino y supo que le había mentido a su amigo la noche anterior diciéndole que el problema que le contó lo habían resuelto hablando.

    No, no fue así. Lo arreglaban con la excitación latente que les permitía asegurarles de que el efecto del sexo callaría su enojo y harían después como si no hubiese pasado nada. Pero todos aquellos malos ratos que había pasado con aquel ser que se veía magnifico, lo estaban atormentado al grado de la desesperación y la incertidumbre.

    Se levantó de la silla y fue a ducharse, pensando en cómo Chantal llegó justo cuando un rato antes se había marchado Pierre y había dedicado su rato solitario a escribir una carta. Simplemente ella llegó, le acarició y el resto es historia.

    Al terminar, se alistó y cuando tomaba un poco de café, su novia le sorprendió tocándole el torso por detrás, estando solamente con una bata delgada que aun dejaba a la vista su cuerpo.

    — ¿Ya te vas?

    —Sí, yo desayunaré en un restaurante con Antoine, está en el hotel Beauvau. Ya estaré aquí después del mediodía para ayudarte.

    — ¿Y no me llevarás con Antoine?—Le robó un sorbo de su bebida a River mientras le veía—. Él debe ser el padrino de nuestra boda.

    River se quedó helado y quieto, alerta ante lo que había escuchado.

    — ¿Antoine...? ¿Padrino de nuestra boda?

    — ¡Pues claro! Él es el más indicado, siempre has sido su favorito. Yo quiero que lo sea, ¿O es que acaso no quieres que la boda sea lo mejor posible? ¿No quieres verme feliz?

    Chantal le observó fijamente hasta que River se vio obligado a asentir con la cabeza. El comentario de ella le hizo transportarse al pasado, recordándole que tanto él como ella sabían que él nunca se sintió cómodo con Antoine aunque su relación siempre fue laboral, y Chantal sabía que Antoine no era el mejor hombre del mundo, pero desacreditaba el pensamiento de River.

    —Bueno, sí. Es lo más coherente, ¿No? Si quieres ven conmigo al restaurante.

    —Espera, ¿Hablarán de lo de la escuela de teatro?

    —Así es.

    —Olvídalo, entonces no iré, mejor después nos veremos con él. Estaré con mi madre, cuando vengas deberías de acomodar algunas cosas, quizá yo me tarde, me gustaría ir a ver algunos vestidos de novia.

    —Está bien...—Dijo no muy convencido, pero pasivo pues no quería causar problemas.

    En menos de lo que esperaba, Antoine y él estaban ya en un restaurante. Los lugares públicos lo hacían sentir seguros cuando se trataba de pasar un rato con su jefe.

    El hombre que tenía frente suyo no era de aspecto temible, más bien sus facciones finas y su complexión delgada lo hacían ver como alguien tranquilo y elegante. Siempre llevaba un pañuelo bien doblado en el bolso superior de su traje y su cabello estaba bien peinado hacia atrás. Lucía como una combinación más joven de Vittorio De Sica y Al Pacino en El Padrino II. Tenía esposa desde hacía más de quince años y una hija con autismo. Con abominable insensibilidad le había confesado a River que estaba harto de su familia; que lo que le salvaba era la belleza juvenil, el arte y él.

    — ¿Cómo te gustaría que fuera el diseño de las instalaciones? El lugar que hemos conseguido es bueno—Antoine mantenía el puño cerrado sosteniendo su barbilla mientras admiraba a River, que comía sin dirigirle la mirada.

     —No lo sé, sabe muy bien que yo solo soy un socio y seré uno de los maestros, lo cual estoy eternamente agradecido porque me ha dado la oportunidad. Pero usted dispuso de casi toda la parte económica, siento que lo correcto es que usted decida.

    —Nada de eso, River. Tienes tanto poder como yo en esto, somos un equipo—Le tomó la mano y la palmeó, para después reanudar su desayuno—; ya tenemos el lugar, gente necesaria para remodelar y diseñar los interiores, los muebles, todo el personal que estará acompañándote y hasta algunos interesados en ingresar apenas se abra la escuela, ¿No crees que eso es sencillamente excitante? Están surtiendo efecto nuestros planes.

    —Sí, así es, creo.

    —Exacto River, exacto. Por eso, dime, ¿Cómo te agradaría que estuvieran los interiores? ¿De qué color?

    River agachó el rostro por unos segundos y habló con detenimiento:

    —Blanco, con algunas fotografías de actores famosos que estaban empezando su carrera, creo que les serviría de inspiración.

    —Siempre has tenido una mente brillante, nunca se me hubiera ocurrido. En un par de semanas vendrá Federico, me comunicó hace unos días que estaba emocionado de venirse a vivir aquí, cambiar de aires y rumbos y más porque...porque es el lugar de nacimiento de su amigo más cercano, refiriéndose a ti.

    —Estimo mucho a Federico, será una alegría tenerlo aquí.

    —Sí...en cambio a la bella Chantal nunca le agradó del todo Federico, ese amable italiano.

    Federico Darbon efectivamente era italiano, de Nápoles pero muchos de sus ancestros eran ingleses, lo que lo hacían lucir más que un autentico hombre de Gran Bretaña que un italiano. Tenía treinta años, había estudiado filosofía y era un gran amante de la literatura y el cine, lo que lo mantenía como una persona totalmente inteligente y culta. Se había convertido en el mejor amigo de River y el hecho de que Antoine lo hubiera elegido como uno de los profesores de la futura escuela de actuación en Marsella mantenía al muchacho contento.

    —No, a decir verdad muchas veces me dijo nunca le agradó mi amistad con él.

    También, eso era real. Chantal había tratado de muchas formas de que Federico y River no hablaran más, resultando en vano. De igual forma, Federico siempre quiso convencerle de que su relación con Chantal no estaba yendo por buen camino a pesar de los muchos años que estaban llevando sus vidas juntas, cosa que por mucho tiempo River hizo caso omiso.

    —De hecho una vez Federico me contó que antes de lo que hasta luce como una rivalidad entre él y ella, se ofreció como posible padrino de su boda. Más en cuanto eso llegó a oídos de Chantal, se negó rotundamente sin razón aparente. De allí empezó todo eso.

     —Es verdad. Espero que algún día se lleven bien, por un tiempo dejé de hablar con Federico pero sinceramente a los dos los quiero mucho que no volvería a hacer eso.

     —Yo lo sé. Y ahora que recuerdo de lo de la boda, ¿Ya reanudaron su compromiso?

    River apretó los labios y finalmente se vio obligado a asentir con la cabeza. A lo largo de esos dos años que habían anunciado su compromiso ante sus familiares por cartas y en París, en realidad muchas veces habían anulado y retomado los preparativos.

    —Eso es espléndido, ¿Cuándo piensan anunciarlo oficialmente aquí?

    —No lo sé, creo que cuando Chantal crea conveniente. No he hablado de eso con ella.

    —Creo que para cuando hagamos la fiesta de apertura de la escuela, anuncien su boda. Y claro, si no tienen inconveniente, me complacería bastante que yo pueda ser el padrino de algo en su boda. Mi esposa estaría encantada.

    River terminó por verle con suma atención. De pronto su cuerpo contuvo tanto enojo que se transformó después en tristeza, tanto así que un nudo se formó en su garganta e imploraba porque sus ojos no se pusieran acuosos.

    Siempre había amado a Chantal. Siempre le había estado agradecido a Antoine. Ella, por acompañarle por ocho años. Él, por darle todas las facilidades para formarse como actor y hasta como profesor.

    Pensó una vez más en Federico, en las mil veces que le había dicho que todo estaba bien con Chantal. Pensó una vez más en lo que en secreto, era Antoine con él. Pensó una vez más en Chantal diciéndole que el acoso sexual que sufría de Antoine no era algo peligroso sino le había hecho nada, que al contrario, debía de estarle agradecido por ayudarle con su carrera actoral.

    Estaba contra la espada y la pared. Para todos, estaba teniendo la oportunidad de su vida. Para él mismo, estaba asfixiándose. Quería gritar, decir lo que sentía. Quería reclamarle como es que no tenía un poco de pudor al pedirle eso.

    —Sí. Chantal había pensado en lo mismo.

...

    Cuando terminó su charla con Antoine, con las manos metidas en los bolsillos y el fresco aire topaba contra su cara, sentía un sobre metido en el bolso de su chaqueta rosando contra su estómago, teniendo la absoluta atención en su mente hacia ese sobre, que contenía la carta que había escrito la noche anterior y que lo había llevado consigo por miedo a que Chantal lo descubriera.

    Estaba totalmente pasmado y conmocionado por lo que había vivido, pero al pensar en esa carta la tranquilidad lo hizo volver a la paz.

   En un arrebato y emoción por la idea de que el futuro en realidad podría ser incierto como lo alegaba Pierre, se dedicó a escribir una carta a una mujer desconocida, que podría ser su esposa. En un principio estaba alerta por si llegase a estar Chantal en el departamento y lo viera, pensando igualmente que lo que estaba haciendo era muy infantil, pero con el tiempo corriendo sintió suma tranquilidad y un tipo de seguridad de que no podría estar desperdiciando su rato.

   Trató de no idealizar demasiado el asunto, porque al fin y al cabo ese acto podría ser tan sólo parte de una emoción pasajera. Sin embargo, al segundo en que todo lo que contenía se plasmo en algo físico, en tinta sobre un papel, se sintió enamorado. Algo parecido a la culpa le invadió, pero esa sensación murió cuando escribió las líneas que lo concientizaron de que a la mujer que le estaba escribiendo ello estaba existiendo, estando en algún lugar de este mundo.

    Estaba respirando, caminando por allí, haciendo lo que quisiese y tal vez imaginando lo mismo que él había estado imaginando sin importarle que estaba teniendo una relación con Chantal.

    “No quiero estar condenado a lo que no estoy seguro querer por el resto de mi vida. Esta carta y lo que me ha dicho Pierre me hacen pensar que...todo puede suceder en esta vida"

    — ¡Ay!—Exclamó alguien de repente.

    —Oh, lo siento. Lo siento muchísimo.

    River había estado tan inmerso en sus pensamientos que no se advirtió de que una mujer estaba casi enfrente de él y le hizo casi caerse al suelo.

    —No te preocupes muchacho, está bien.

   —En serio perdóneme. Estaba un poco atontado.

    —No tenga cuidado—Respondió la chica, regalándole una sonrisa a lo que él le devolvió el gesto con nerviosismo.

    Hasta allí acabó el inesperado intercambio de palabras. River siguió su camino diciéndose en sus adentros que debería ser más cuidadoso y la chica se limpió su vestido y entró al local que había estado buscando. Fue hasta el mostrador y mientras la atendían, escuchó una pequeña discusión proveniente de lo que podría ser una oficina. No había casi nadie en ese rato, por lo que escuchó con atención:

    —No me siento lo mejor preparada para atender en la pastelería del centro, papá. Entiendo que es un medio para superarme pero, quiero empezar aquí, en este local siempre ha sido más tranquilo.

    —Ay, Audrey. Está bien. Pero hoy ya estuviste allí y lograste mantener a flote todo, además ya tenía yo todo preparado.

    —Pero, igual fue muy pesado para mí. No quiero que me malentiendas, pero quiero empezar por algo más tranquilo.

    —Bien, allí está Thomas—dijo refiriéndose al supervisor de la sucursal—, yo lo instalaré entonces aquí y tú te quedes con él, yo puedo encargarme allá, aunque sea aquí la matriz. Creo que es una buena idea, esa pastelería comienza a tener más clientes por la zona en la que se encuentra.

    —Gracias, en serio gracias. Te quiero. Iré a la casa.

   —También te quiero, hija. Ve con cuidado.

    —Aquí está su ticket—Le habló la cajera a la mujer. En ese momento iba saliendo Audrey con bastante inquietud que sólo saludó con una sonrisa a los presentes. Salieron juntas aun sin hablarse hasta que llegaron a la puerta, saludándose en esa ocasión con un simple "buenas tardes"

    Si Audrey hubiese llegado más tarde a la pastelería o hubiera terminado antes el trato con su padre, se hubiera encontrado a River. Pero eso a lo que nadie ha visto pero todos mencionan, tenía planes diferentes. Sí, era el destino.

    De hecho transcurrieron impresionantes tres meses donde no sus rostros no se encontraron, aun caminando en las mismas calles, interactuando poco o mucho con las mismas personas y anhelando en sus adentros un cambio, una señal a pesar de que no le daban nombre a sus anhelos y eso lo sentían como algo imposible.

    Mientras River organizaba hasta el último detalle los preparativos para que la escuela de actuación tuviera su apertura a mediados de agosto, Audrey se ocupaba de asistir todos los días a la cafetería y seguir socializando sin preocupación mediante fiestas y otros eventos. Empero, sus días se iban transformando y acoplándose a lo que se venía, al cambio que sufrirían inesperadamente.

    A inicios del octavo mes de aquel año, en una tarde con viento, Audrey estaba alistándose para salir con Geneviève de compras. Escuchó repentinamente la puerta de la casa abrirse y cerrarse, siendo su padre que lucía emocionado.

    —Hola hija, ¿Irás con Geneviève?

    —Así es. Iremos al centro comercial a ver algunas cosas, casi es su aniversario con Marcel.

    — ¿Cuántos años cumplen?

   —Cuatro—Habló mientras se hacía un delineado en el parpado con detenimiento. Su padre se puso detrás de ella y le miró con quietud.

    —Esos muchachos realmente me dan alegría, son el uno para el otro.

   El señor se frotó las manos y suspiró. Audrey notó que su padre tenía algo en mente que no le había contado:

   — ¿Pasa algo?

   —Bueno, yo también iré a algún lugar.

    Audrey arrugó el entrecejo y notando a su padre ya inquieto, tuvo la impresión de que no iría a cualquier lugar o con cualquier persona. Por unos segundos pensó que iba a tener una cita con alguna mujer.

    — ¿A dónde vas?

    —Cenaré con los señores Trask, los dueños del periódico "El Oficial". Hoy me invitó Marc, me dijo que su hijo River ha regresado desde hace tres meses de París. Es increíble que hasta ahora me haya enterado de eso.

    — ¿River...River Trask?

    —El mismo, ¿Te acuerdas de ese muchacho?

    Claro que lo recordaba. Ese segundo marcado en el reloj, también marcaría en la vida de Audrey un antes y un después. Su antigua versión que se emocionaba de tan sólo escuchar el nombre de River, volvió, sus mejillas se calentaron y su corazón comenzó a latir con más fuerza, cualquier palabra estaría solo flotando en el aire sin ser percibida realmente por ella. Podía articular cosa alguna, pero en realidad la noticia la había dejado muda.

   — ¿Sí lo recuerdas, no?—El hombre ladeó su cabeza un poco hacia abajo, a la altura de su hija, sacándola del trance.

   —Sí papá, claro que lo recuerdo. Es el hijo menor de ellos, se fue a París para ser actor de teatro.

    —Exacto—Confiando en que estaban en la misma sintonía, se sentó en la cama detrás de Audrey y habló, mientras ella seguía maquillándose pero con más quietud—, dice que es un muchacho muy alegre y está absolutamente satisfecho con lo que ha logrado hacer con su carrera, porque ya está lo suficientemente capacitado a tan corta edad para ser uno de los maestros de una escuela de actuación que estará abierta aquí en un muy poco tiempo. Bien podía irse a Broadway o comenzar a hacer películas en París pero optó por hacer un tipo de asociación con una gran figura del teatro del país, un tal Antoine no sé qué. Imaginate hija, un muchacho verdaderamente excepcional.

    Cada cosa que decía su padre sobre River se plasmó en imágenes dentro de su mente, imaginando la grandiosa vida que River estaba teniendo. La comisura derecha de su labio se elevó mínimamente, agradeciendo que él estuviera experimentando lo que deseaba y lo que quizá, alguna vez había soñado.

    Sin embargo, en ese momento estaba equivocada. Todos estaban equivocados, viviendo un engaño triunfante ante la discreta verdad que a solas, atormentaba a River. Una realidad que lo acompañaba desde cada rincón hasta cada decisión a la que cedía para ver sonrisas de agradecimiento. Era una realidad que cuando lo acechaba, su mente y vista se le nublaba hasta el grado de la desesperación, de no saber qué hacer.

    Por ello, en las últimas semanas cuando se levantaba antes que Chantal, teniendo la excusa de ver la preparación de la escuela o de ir a correr, en realidad iba a ver a una persona, una mujer.

    Su nombre era Amelié Tazzi, y era psicóloga.

    River nunca antes había considerado ir a terapia, ni siquiera cuando las vivencias por las que le había pasado tiempo antes le habían orillado a preferir estar hasta muerto. Pero aun teniendo una sonrisa para la gente y contando con que ellos estaban seguro que no podría haber una persona joven más exitosa y feliz que él, estaba atravesando un momento en el que se daba cuenta que no estaba en la mejor etapa de su vida, pero que al menos, estaba ya consciente de que no podía vivir de esa forma.

    — ¿Por qué estás aquí, River? Cuéntame—La mujer le observaba detenidamente, a sabiendas de que al estar su cita fuera de su horario pero que él le había pagado con tal de que así fuera, era algo que, obviamente, debía quedar bajo absoluta discreción, era algo importante.

    El chico se frotó las manos, con la vista hacia el suelo y sonrío con nervios, sacando a relucir a través de su semblante, la verdadera tristeza que le embargaba.

    —No sé por dónde empezar. Sólo sé que...no estoy seguro de sí soy yo, si soy la persona que quiero y haber querido ser, o sólo soy el resultado de una versión que todos quieren que yo sea. Y sobre todo, no estoy seguro si quiero casarme con mi novia.

...

    Audrey veía en cada escaparate vestidos y ropa diferente que estaba segura de que le quedaría bien. Si antes, de niña pensaba que en un futuro nunca podría usar una prenda así sin que se burlaran de ella, ahora estaba más que decidida a usar lo que quisiera.

    Se encontraba entre el mar de gente caminando en una u otra dirección en la acera en la que se encontraba. Era una mañana de miércoles y había tenido tiempo de pasearse y comprar cosas antes de ir a la pastelería matriz que su padre le había dejado manejar. Su mente estaba tan ocupada viendo las novedades que no se pudo preparar ante lo que iba a ver en el segundo en el que se dio la vuelta para ver la otra acera, separada por la carretera.

    Su mirada cayó justo en el momento, en el lugar y las circunstancias exactas. Su aliento se extinguió y su cuerpo quedó inmovilizado.

   River Trask estaba en la otra acera.



















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