Capítulo 6: Castillo de Bestia

Momentos después se materializaron frente a enormes puertas coronadas por un castillo de piedra. Sora, Natalia, Donald y Goofy miraron con asombro.

—Wow... —murmuró Natalia.

Sora sacó su llave espada en guardia—. Quédense atrás, puede haber peligro —advirtió y con un paso se dispuso a abrir las puertas.

Al entrar descubrieron un lujoso vestíbulo adornado con una alfombra roja...

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —llamó Sora, preparado para cualquier cosa. Sus amigos lo siguieron con la mano en la empuñadura de sus armas. Y al parecer, no había nadie.

—Que raro, no hay nadie aquí —pensó la chica.

Al no obtener respuesta, Sora hizo una seña a sus compañeros para que lo siguieran con cautela. Mientras avanzaban por el vestíbulo, Natalia no pudo evitar admirar la lujosa decoración que los rodeaba, compuesta por tapices, candelabros y finos muebles. Parecía el vestíbulo de un castillo sacado de un cuento de hadas.

—Que sitio es este... —musitó Sora.

—¡Es enorme! —exclamó Donald impresionado.

—Y un poco siniestro, ¿no creen? —opinó el escudero.

—Me pregunto quién vivirá aquí... —pensó la chica de cabellos naranjas.

Y un gran rugido bestial resonó entre las paredes del castillo. Los cuatro se sobresaltaron del susto y miraron a ambos lados.

—¿O-oyeron eso? —chilló Nat nerviosa.

Otro rugido resonó.

—¡Eh! Es Bestia —sonrió Sora, contento—. Vayamos a ver qué le pasa.

Natalia asintió, sin embargo, logró perceber que un sincorazón se estaba acercando a una prueba que estaba semi-abierta.

—Ay no, ¡Chicos, miren! —señaló ella preocupada.

Sora siguió la mirada alarmada de Natalia y vio con alarma al sincorazón avanzando a hurtadillas hacia la puerta semiabierta.

—¡Vamos! —exclamó decidido, empuñando su Llave Espada.

Le hizo señas a Donald y Goofy para que lo siguieran, y corrieron hacia la puerta, donde entraron y... no había nada.

—Ah, ¿y el sincorazón? —se preguntó Natalia.

Donald miró a ambos lados, hasta que su mirada se posó en algo misteriosamente hermoso: una rosa roja que emitía un brillo rosado protegido por un cristal. Con curiosa, se quiso acercar a la mesita en la que la flor se encontraba, pero pronto un sincorazón se formó delante de él.

—¡Ahí está! —Natalia invocó su Llave espada. Sincorazón aparecieron en una multitud.

Sora se preparó para la batalla blandiendo su Llave Espada.

Los Sincorazón se abalanzaron contra ellos. Sora los enfrentó con agiles movimientos, asestando certeros golpes con su arma.

—¡Pistola de agua! —exclamó Donald, disparando un chorro que empujó a varios enemigos.

Goofy giró su escudo derribando a otros, mientras que Natalia blandia su arma.

Para su mala suerte, los sincorazón no dejaba de aparecer cada vez más...

—¡Ay, basta ya! —se quejó Sora harto.

—¡Que alguien nos ayude! —suplicó Donald.

Y la puerta se abrió de un empujón, era Bestia. Con bestialidad, derrumbó a todos los sincorazón con sus enormes garras y al final soltó un gran rugido.

—¡Bestia! Que bueno verte —saludó Sora aliviado.

Los sincorazón habían sido derrotados al fin. La bestia parecía acercarse a Sora, pero no. Con sus garras apartó a Sora del camino empujándolo al igual que Natalia, Donald y Goofy.

A estar enfrente de la mesa, cargó el vidrio con sumo cuidado y se largó de ahí sin ni siquiera devolverles el saludo.

—¡E-espera! —exclamó Sora confundido por la brusca actitud de Bestia.

Natalia se acercó a él con gesto tranquilizador—. Qué extraño...parece preocupado por algo.

—¿Creen que se ha olvidado de nosotros? —preguntó Goofy a los otros.

—Con tantos sincorazón sueltos, algo ha debido pasar —reflexionó Sora.

—¿Por qué habrá hecho eso? —se quejó Donald mientras se sobaba la cara por la caída.

—No sé, yo no lo conozco —dijo Natalia sin tener mucho que decir.

—Volvamos al vestíbulo mejor —sugirió Sora. Los chicos asintieron y todos salieron del cuarto al vestíbulo.

Sora caminaba reflexivo. Algo en el castillo no estaba bien. De pronto, Donald se detuvo a pocos metros de las escaleras.

—¿Qué ocurre? —preguntó Sora.

—Me ha parecido ver a una mujer al final de esas escaleras... —dijo el mago señalando.

—A ver, si Bestia está aquí en el castillo, entonces esa mujer tiene que ser Bella, ¿verdad? —reflexionó Goofy.

—Sí, debería. Y seguro que ella sabe que le pasa a Bestia —concluyó Sora—. Vamos a subir.

Los cuatro amigos subieron las escaleras con cuidado y se encontraron en un largo pasillo decorado con tapices. Caminaron sigilosamente hasta que al final del corredor distinguieron una puerta.

Dentro se oía la voz de una mujer hablar con alguien más:

—¿Qué puedo hacer? —suspiró Bella.

Sora hizo unas señalas que no eran tan entendibles, Donald malinpreto aquello y se puso en posición para abrir la puerta de un empujón.

—Allá voy —dijo antes de abrir la puerta.

—Donald, ¡no! —exclamó Sora, pero ya era demasiado tarde. Donald entró casi derrumbando la puerta, pero justo Bella les abrió.

—¡Ay! ¿¡quién abrió la puerta! —se quejó el pato, hasta que levantó la mirada y pudo ver a la mujer enfrente de él.

—Oh, ¡me alegra tanto que estén aquí! —sonrió Bella. Cargó a Donald y le dio un gran abrazo.

—¡Mmmf, mmmfff! —Donald intentaba gritar entre los brazos de Bella, que lo atenazaban con fuerza.

La mujer no parecía percatarse de ello, demasiado alegre al ver visitas—. ¡Sora, Goofy, qué alegría verlos otra vez!  —exclamó.

Fue entonces cuando se fijó en la joven desconocida—. ¿Y tú eres...?

—Soy Natalia, un placer —saludó ésta con una sonrisa, divertida por la cara púrpura que empezaba a tornarse del pobre pato.

—¡Bahbha, bahbha! —Donald sacudía las extremidades frenéticamente, a punto de desmayarse.

—¡Bella, por favor, suéltalo ya! Se está asfixiando.—apuró Sora entre risas.

—¡Ay, lo siento tanto! ¡No me di cuenta! —Bella soltó al pato de inmediato, quien tosió y jadeó buscando aire.

—Perdóname Donald, creo me entusiasmé demasiado —se disculpó la mujer, tratando de contener la risa.

Después de aquella escena, Sora se atrevió a preguntar:

—¿Dónde está Bestia?

—Quizá este en el ala oeste.  Últimamente no hablamos mucho —dijo Bella.

—¿Ha pasado algo? —Natalia se acercó a la mujer.

—Sí. Además de aquellas criaturas oscuras, últimamente Bestia anda extraño... —recordó la mujer de cabello castaño—. Los únicos que podrían saber la razón están encerrados en la mazmorra.

—¿¡En la mazmorra!? —chilló Nat.

—Espera, ¿quién ha encerrado a quién? —preguntó Sora confundido.

—Bestia encerró a sus sirvientes —confesó Bella.

—¡Eso sí que es grave! —exclamó Sora preocupado. Conocía a Bestia y sabía que jamás trataría así a sus sirvientes sin una buena razón. Levantó la mirada, determinado—. Bella, ¿puedes indicarnos dónde está la mazmorra? Hay que averiguar qué sucede.

—Pueden acceder al sótano por el corredor oeste. La mazmorra está por ahí —explicó Bella.

—Muchas gracias, Bella. Vamos chicos, la mazmorra espera —dijo Sora con decisión.

Natalia asintió en silencio. Le preocupaba encontrar qué es lo que había llevado a Bestia a encerrar a sus sirvientes. Y sobre todo, qué podrían encontrar allí abajo.

Saliendo del cuarto, el grupo de cuatro descendió las escaleras hasta el sótano del castillo. El ambiente era frío y húmedo, iluminado apenas por antorchas. Al llegar a una gruesa puerta de madera, Sora llamó con cautela.

—¿Hay alguien ahí? ¿Hola?

Al otro lado no se oyó ningun ruido. Sora tomó aire y tomó la manija de la puerta para poder abrirla. Dentro, había... ¿objetos?

Natalia y el resto entraron después de Sora, extrañados a ver que no había nadie.

—¿Y los sirvientes? —se preguntó Donald decepcionado.

Sora examinó confundido la mazmorra vacía. Solo habían unos cuantos objetos en unas sillas, pero ninguna persona a la vista.

—Algo raro está pasando aquí —dijo frunciendo el ceño.

—Entonces... ¿no hay rescate? —suspiró Natalia decepcionada.

En eso, una voz masculina con acento francés resonó:

—¿Alguien dijo rescate?

Sora se sobresaltó, viendo a ambos lados. Pero no sabía de dónde provenía esa voz.

—Shh... quietos. Podrían ser malos —habló otra voz masculina.

—A mí me parece buenas personas —opinó la voz de una señora.

—Eeh... ¡Sí! Somos buenas personas. Bella nos envía a buscarlos —contó Sora, aunque seguía sin poder saber de dónde provenía esas voces.

De pronto, los objetos se empezaron a mover y a descender de las sillas. Una tetera con una tacita, un candelabro y un reloj de mesa.

—Woah... —dijeron los cuatro aventureros.

Natalia se puso de cuclillas maravillada—. ¡Son objetos encantados!

Sora también se puso de cuclillas al igual que el resto—. Soy Sora. Ellos son Donald, Natalia y Goofy.

Donald sin poder evitarlo, se acercó al reloj y lo agarró para observarlo con más claridad. Comenzó a tocarlo con curiosidad.

—¡Hey, Hey! ¡Cuidado con lo que tocas! —advirtió el reloj.

Sora se acercó más al candelabro que parecía ser el líder del grupo.

—Me alegro de que estén bien —dijo con una sonrisa—. Soy Sora.

—El placer es mío, mon ami. Puedes llamarme Lumière —respondió el candelabro haciendo una reverencia—. Y ellos son Din Don el reloj y la Señora Potts con su hijo Chip —presentó señalando a sus compañeros.

—Encantado —saludó Goofy—. Oigan, ¿ustedes también han sido hechizados aparte de Bestia?

—Así es, ¿cómo lo has sabido? Fue una bruja —contó Din Don.

—¿Cuántos años hace ya...? —reflexionó Lumière.

—Fue una fría noche de invierno... —relato la señora Potts.

Sora y los demás se acercaron para escuchar atentamente el relato.

—Una anciana vino al castillo y pidió permiso para refugiarse del frío —contó la tetera.

—Pero el amo del castillo, digo, el príncipe... —justo cuando quiso continuar, Donald quiso volverlo a tocar y le dio un manotazo—. ¡Basta! ¡suelteme ahora mismo!

Donald obedeció algo avergonzado y lo bajó dejándolo en el suelo.

—Bien... como yo decía, el amo no la dejó entrar —continuó Din Don.

—¿Por qué? —quiso preguntar Nat.

Lumière tomó la palabra nuevamente para continuar con el relato.

—El amo del castillo en aquel entonces era un joven arrogante y presuntuoso. Cuando la anciana le pidió refugio, la rechazó de mala manera por su apariencia —explicó el candelabro—. Resultó que era en realidad una hechicera hermosa que lo había maldecido a él y a todos los habitantes del castillo.

—Vaya... menuda historia —opinó Natalia haciendo una mueca.

—¿Hay algo que podemos hacer? —se ofreció Goofy.

—¡Vayamos por esa hechicera! —intervino el pato.

—Oh, no. Ya no se puede —suspiró la tetera—. Ya sabemos lo que hay que hacer, pero tal y como se comporta el amo ahora...

—Algo raro le pasa, ¿no? —insinuó Sora.

—Es como si no pudiera confiar en nadie —explicó la tetera.

—No crees que se ha convertido en un sincorazón, ¿verdad? —tomó la palabra el reloj.

—¿¡Un sincorazón!? —exclamaron los cuatro aventureros.

—Si ellos están metidos en esto, es preferible que estemos aquí —opinó Sora.

—¡Encontraremos a Bestia! —dijo la chica con determinación.

—De acuerdo —el candelabro se acercó a la puerta—. Síganme, messieurs. Conozco un atajo.

Sora asintió decidido. Siguió a Lumière junto a Natalia, Donald y Goofy.

Mientras se abrían paso por los pasadizos secretos del castillo, parecía como un laberinto. Para complicar las cosas, el lugar era sumamente oscuro.

—Disculpa, Lumière... ¿puedo agarrarte? Me da un poco de miedo la oscuridad —preguntó Natalia algo apenada.

—Oh, mademoiselle, por supuesto que sí —dijo galante el candelabro.

Sora apretó los puños al ver las manos de Natalia sujetando al candelabro galante. Un sentimiento desconocido brotó en su pecho, haciéndolo fruncir el ceño en las sombras.

"Qué se cree, coqueteando así..." pensó confundido. ¿Acaso estaba celoso? Sacudió la cabeza, tratando de concentrarse.

Era estúpido sentirse así, ella era su amiga. Y su corazón le pertenecía a Kairi...

Pero cuando Natalia soltó una risita por algún otro comentario jovial del candelabro, Sora no pudo evitar lanzarle una mirada de reojo.

Por fortuna la oscuridad ocultaba el rubor en sus mejillas. Lo último que necesitaba era que sus amigos notaran su tonto arrebato. Apretó con más fuerza la empuñadura de su arma y apresuró el paso, deseoso de encontrar a Bestia cuanto antes y así distraer su mente.

Los chicos continuaron recorriendo el pasadizo, guiados apenas por la tenue luz que Lumière expedía. Llegaron a un muro sin salida, Sora quedó confundido.

—Llegamos —anunció Lumière. Natalia lo soltó confundida.

—Pero.. aquí no hay salida, Lumière —vaciló Sora extrañado.

—Claro que hay, observen —el candelabro se acercó al muro. Sin embargo, se dio cuenta que no alcanzaba hacia cierta parte—. Sora, ¿puedes tocar el muro por mí, por favor?

Sora se acercó al muro y palpó la superficie con curiosidad. De pronto sus dedos encontraron un mecanismo oculto que al presionarlo hizo un "clic".

Se abrió entonces una sección del muro, revelando la salida del pasadizo. Los ojos de él se iluminaron al descubrirlo.

—Bien hecho, Lumière. Gracias por la ayuda —agradeció Natalia.

—No, gracias a ustedes —Lumière hizo una elegante reverencia—. Bien, nos tenemos que ir. Ustedes busquen a Bestia.

—Está bien. Cuídense mucho —se despidió ella con la mano.

—Adiós queridos, cuidado con los sincorazón —dijo la Sra. Potts antes de irse con su hijo Chip.

Sora y sus amigos se dirigieron al ala oeste del castillo, siguiendo las indicaciones de Bella.

Mientras tanto, en uno de las habitaciones, Bestia estaba observando a su rosa mientras que un misterioso encapuchado hablaba a su lado.

—Ahora debes encargarte... de Bella. Pretende arrebatarte todo aquello que posees —el desconocido se empezó a alejar lentamente—. El castillo, tu preciasa rosa... Y por último... tu vida. No confíes en nadie. ¡Alimenta tu ira! Solo ella acrecentara tu poder.

—No es poder lo que quiero. Ahora solo ansío... —Bestia iba a continuar hablando, pero el desconocido lo interrumpió.

—¿Qué? ¿Amar y ser amado a cambio? —preguntó el tipo con sarcasmo—. ¿Quién podría amar a una bestia?

Bestia se volvió furioso, mostrando sus enormes colmillos.

Sora y los demás llegaron corriendo al ala oeste, justo a tiempo para presenciar cómo un misterioso encapuchado sembraba la duda en la mente de Bestia. Antes de que pudieran reaccionar, el desconocido abrió un portal oscuro y desapareció.

Con cautela, Sora dio unos pasos hacia adelante y llamó a su amigo bestial.

—Eh... ¿príncipe?

Pero para su sorpresa, la criatura rugió furiosa y blandió sus garras en su contra. Parecía haber perdido el juicio.

—¡Cuidado! —gritó Natalia.

Sin más opción, Sora invocó su Llave Espada para defenderse. Los ataques de Bestia eran brutales, llenos de ira ciega.  No quedó más remedio que Sora y los demás responder a su ataque para defenderse.

En eso, Din Don llegó corriendo donde los chicos, preocupado por el alboroto. Con su ingenio, logró distraer a Bestia momentáneamente, permitiéndole a Sora esquivar mejor sus ataques. Pero la bestia seguía fuera de sí, atrapada en su propia oscuridad.

—¡Hay que detenerlo sin lastimarlo! —exclamó Sora, buscando cómo calmar a su viejo amigo.

Sora esquivó otro feroz zarpazo de Bestia, sintiendo una opresión en el pecho al ver la ira y confusión en sus ojos. Intentó llegar hasta él sin herirlo.

—¡Bestia, reacciona! Somos nosotros, no queremos pelear —gritó tratando de hacerlo entrar en razón.

Pero Bestia no escuchaba, cegado por las mentiras del encapuchado. Sora empuñó su llave con determinación, dispuesto a todo por salvarlo.

Bestia se dirigió hacia Natalia, quién ella se encontraba en posición empuñando su llave espada. Él empezó a dar zarpazos en el aire que apenas y ella podía esquivar.

Al ver a Natalia en peligro, Sora sintió que su corazón se aceleraba. De pronto, un instinto protector se apoderó de él.

Sin pensarlo dos veces, se arrojó sobre la espalda de Bestia cuando este arremetía contra la chica. La criatura rugió sorprendida, tratando de zafarse del joven que se aferraba a su lomo. Por poco perdió el equilibro.

Sora logró derribar a Bestia, inmovilizándolo sobre el suelo con todas sus fuerzas.

—¡Reacciona, por favor! ¡Somos nosotros! —gritó desesperado, mirando a los ojos amarillentos de la bestia.

Poco a poco, la furia fue desapareciendo del rostro de Bestia. Jadeaba agitado, volviendo en sí. Miró confundido a Sora, a Natalia y a sus otros chicos, que observaban conteniendo la respiración.

—¿Sora? ¿Qué... pasó? —musitó Bestia.

—¡Bestia! —exclamó Sora aliviado al ver que su amigo había vuelto en sí—. ¿Ya te encuentras mejor?

El chico aflojó su agarre y se incorporó, ofreciéndole una mano a Bestia para ayudarlo a levantarse. En su rostro se podía ver la preocupación que sentía Sora por él.

A lo lejos, Natalia y los otros observaban la escena conteniendo el aliento, esperando que la bestia se hubiera calmado por completo. La chica respiraba agitada, recuperándose del susto, pero extrañadamente reconfortada por haber sido salvada por Sora.

"Él... me ha salvado", pensó Natalia apretando la tela de su falda.

Bestia se levantó tambaleante, aún confundido. Miró a Sora con confusión.

—¿Qué me ha pasado...?

—Pues, amo... eh... verás... esto... ¿cómo diría yo?... En realidad... —vaciló el reloj con nerviosismo.

—¡Te enfureciste contra todos y los encerraste en un calabozo! —explicó Donald a Bestia.

—¿E-eso hice? —Bestia mostró una mirada de arrepentimiento.

—Sí... ese tipo de negro con el que hablabas. ¿Quién era? —interrogó Sora.

Bestia abrió sus ojos, tardó en responderles—. ¡Xaldin! Así se llama. Surgió en la oscuridad... y ha usado mi ira para controlarme —meditó observando sus garras—. Ha hecho aflorar todo mi pesar, mi tristeza, mi dolor... y lo ha transformado en rabia. Me dejó indefenso... Era incapaz de distinguir la verdad.

—Entonces eso debió ser la razón del porqué encerraste a Din Don y a los demás en el calabozo —insinuó Goofy—. Querías estar seguro de que no les harías daño, ¿verdad?

—Espero que realmente fuera por eso... —Bestia bajo la mirada.

—¡Claro! Sabemos que en el fondo eres bueno —dijo Goofy con sinceridad.

—¡Tiene razón! Hemos visto que puedes ser bueno. Después de todo... —Din Don dio una breve pausa a hablar—. Bella conoce la bondad de tu corazón, pero, aún así... me temo que...

Bestia entendió de inmediato. Suspiró con tristeza—. ¡Bella!... estoy avergonzado. La he tratado mal y he sido un egoísta.

—Ella no ha dicho nada de eso —animó Sora.

—¿Por qué no vamos a hablar con ella? Podemos acompañarte —ofreció Natalia con dulzura.

Bestia vaciló ante la idea de enfrentar a Bella. Temía que lo rechazara por su reciente comportamiento.

—No estoy seguro, ella debe odiarme ahora... —murmuró con tristeza.

—¡Sin peros! —intervino Sora con decisión—. Irás a hablar con ella, y nosotros te apoyaremos.  

El grupo se dirigió al cuarto de Bella. Al llegar, Madame Armoire les informó que la joven había ido tras un hombre de negro.

Natalia se preocupó de inmediato—. ¡Debemos ir a buscarla ya! Ese tal Xaldin podría lastimarla.

—Tenemos que apurarnos, ¡vamos! —Sora y los demás salieron del cuarto de Bella. En el vestíbulo, oyeron la voz de ella pidiendo ayuda.

—¡Auxilio! ¡Bestia! ¡Ayuda! —gritó Bella en el fondo. Al parecer provenía del salón de baile...

—¡Bella! —exclamó Bestia con alarma. Sin perder tiempo, se dirigió rápidamente al salón de baile, con Sora y los demás pisándole los talones.

Al entrar, la escena que encontraron los dejó horrorizados. Un enorme sincorazón se colgaba del gigantesco candelabro del techo. Bella logró ir al balcón para estar a salvo.

Bestia rugió al ver a Bella en peligro. Sora empuñó su llave espada con decisión y los cuatro amigos se prepararon para la batalla.

El enorme sincorazón colgaba amenazante del candelabro. Natalia miró a Sora preocupada.

—¿¡Algún plan, Sora!?

—¡Cuidado, abajo! —gritó Sora en tono de urgencia.

El enorme sincorazón comenzó a balancearse peligrosamente en el candelabro. Sora le hizo una seña a Bestia, quien comprendió y corrió hacia el candelabro con intención de derribarlo.

—¡Ahora! —rugió Bestia mientras embestía contra el soporte de metal.

El candelabro se precipitó al suelo con estrépito, junto con el sincorazón que aún se aferraba. Sora aprovechó la oportunidad para abalanzarse sobre éste y comenzar a atacarlo.

—¡Donald, Goofy, ayúdenme! —llamó Sora mientras esquivaba los brazos del monstruo.

Seguidamente, el pato y el perro se unieron a la refriega. Pero el sincorazón era poderoso. Sora clavó su vista en Natalia por un instante—. ¡Es tu turno! —le indicó.

Ella asintió con decisión y se precipitó sobre la criatura, sumando su fuerza a la lucha. Pronto, entre todos lograron debilitarlo lo suficiente. Solo faltaba un último golpe...

Con un grito de guerra, Natalia alzó su llave espada hacía el cielo. De inmediato, varios chorros de agua surgieron a su alrededor, obedeciendo su poder elemental.

Sin darle tregua al debilitado sincorazón, Natalia guió los potentes chorros con un simple movimiento de su arma. El agua impactó contra la criatura con fuerza descomunal, arrastrándola hacia atrás varios metros.

El monstruo trató torpemente de resistirse, pero sus fuerzas ya habían llegado al límite. Con un último gemido, su cuerpo fue envuelto en tinieblas y se desvaneció en el aire.

Los otros contemplaron atónitos el devastador ataque de su amiga. No sabían que Natalia tuviera un poder tan sorprendente. Ella los miró a su vez, agitada por el esfuerzo pero orgullosa de sí misma.

Sora quedó perplejo, totalmente asombrado...

—¡Increíble, Natalia! —exclamó Sora mirándola asombrado— No sabía que podías controlar el agua de esa manera. Eres asombrosa.

Natalia se sonrojó por el cumplido. —Gracias. Ni yo misma estaba segura de lo que podía hacer hasta ahora.

—Se ve que haz aprendido nuevas habilidades —dijo Goofy con una sonrisa.

—Permíteme discrepar —dijo de pronto una voz masculina detrás de ellos.

Sora volvió sobresaltado y empuñó su llave espada. Bestia rugió llamando el nombre de Xaldin. Cuando quiso correr hacia él, Xaldin sonrió por debajo de la capucha.

—¡Nos veremos! —desapareció Xaldin en un portal oscuro.

—Ugh, se fue... —bufó Natalia molesta.

—Me pregunto que querrá él... —musitó la Bestia turbado.

—Debe ser de la Organización XIII. Bestia, ¿haz oído de los incorpóreos? Cuando una persona se vuelve un sincorazón, también se crea un incorpóreo. Verás, la Organización tiene el control de todos los incorpóreos —contó Sora.

—Así es. Iban a convertirte en un sincorazón. Su objetivo era conseguir un nuevo incorpóreo y sincorazón —agregó Goofy. Sora asintió con la cabeza.

Bella, quien había presenciado todo desde el balcón, entró a la sala emocionada—. ¿Todos están bien?

—¡Bella! —exclamó Bestia, yendo hacia la joven corriendo. Cuando llegó, se puso enfrente a ella—. Yo...

Din Don junto a los demás objetos llegaron y se acercaron a los demás. Bestia tomó aire y miró a la mujer a los ojos.

—Perdóname. No era yo mismo... Espero no haberte hecho daño.

Bella le sonrío con compresión—. Se que no eras tu mismo. No tienes que disculparte. Pero si esperaba... que hubieras cambiado un poquito —lo regañó—. Ojalá aprendieras a confiar en mí.

En el fondo, Lumière susurró a Sora:

—Oh, me temo que se nos acaba el tiempo.

—¿Qué quieren decir con eso? —preguntó Natalia.

—¿Recuerdan la rosa? —recordó Din Don.

—Sí, la que estaba en el cuarto de Bestia. ¿Qué pasa con eso? —Natalia se puso de cuclillas enfrente de ellos.

—Si el amo aprende a amar y ganarse el amor de alguien antes de que caiga el último pétalo... —relató Din Don.

—... El hechizo se rompe —tomó la palabra el candelabro.

—Comprendo —dijo Sora con seriedad—. Entonces Bestia no tiene tiempo que perder.

Dirigió su mirada hacia la pareja que conversaba cariñosamente. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro al ver que las cosas comenzaban a arreglarse entre ellos.

En ese momento, Bella se apartó delicadamente de Bestia y se dirigió hacia donde estaban los jóvenes aventureros.

—Gracias por todo lo que hicieron por nosotros —dijo dulcemente—. Les debo mucho.

—No es nada —replicó Sora sonriendo—. Solo estamos felices de que hayan podido resolver sus diferencias.

Bella correspondió su sonrisa. De pronto, la llave espada de Sora apareció de la nada en sus manos.

La llave espada de Sora brilló intensamente en ese momento. Él la alzó hacia el techo, y una estela de luz se proyectó de su punta, abriendo una resplandorosa cerradura en lo alto.

Luego, Bestia se acercó con curiosidad—. ¿Qué pasó?

—¡Ay, hyuck! Se ha abierto un nuevo camino —explicó Goofy—. Eso significa que debemos continuar nuestro viaje.

Bella suspiró con cariño—. Parece que ha llegado la hora de las despedidas.

Sora asintió—. Pero volveremos pronto a visitarlos. Estoy seguro de que todo saldrá bien de aquí en adelante.

—Siempre serán bienvenidos en este castillo —intervino Din Don—. Aquí encontraran un hogar.

—Adiós amigos —se despidió Sora, comenzando a caminar de espaldas.

Sus compañeros le siguieron para salir del salón de baile e ir hacia la entrada del castillo.

El grupo caminaba en dirección a la salida del castillo. Sus amigos iban delante conversando animadamente, pero Sora se rezagó unos pasos, sumido en sus pensamientos.

Su mente no dejaba de reproducir la imagen de Kairi, su amiga de la infancia. Añoraba volver a ver su sonrisa y escuchar su risa cristalina. Con ella a su lado, todo parecía más claro y sencillo.

Pero desde que comenzara su viaje, algo había cambiado. Sora ahora también se fijaba en otras cosas, en otras personas... Sacudió la cabeza para alejar esos confusos pensamientos.

—Sora, ¿vienes? —lo llamó Natalia, haciéndolo volver a la realidad.

—¡Ah, sí! Vayan ustedes, los alcanzo en un momento —repuso él con una sonrisa forzada.

Natalia lo observó con curiosidad, como si quisiera indagar más sobre su semblante cabizbajo. Pero finalmente pareció dejar el tema por la paz y decidió seguir adelante.

"Kairi..." pensó él con nostalgia. Su corazón siempre le pertenecería a su querida amiga de la infancia. Así tenía que ser, ¿no?

Ya en la nave Gumi, se encontraban navegando por el infinito espacio estrellado. Sora seguía sumido en sus pensamientos, lo que Goofy se atrevió a preguntarle:

—Sora, ¿te encuentras bien?

—Es por Riku y Kairi, ¿verdad? —insinuó el pato con curiosidad.

Sora suspiró y sonrió con tristeza—. Sí, los extraño mucho —admitió—. Espero que ellos se encuentran bien.

—No te preocupes, lo estarán —sonrió Natalia con dulzura—. ¿Son tus amigos de desde cuando?

—Desde que eramos niños, bien chiquitos —contó con nostalgia—. Pero cuando cumplí los 14 años, me separe de Riku y... Kairi —acarició su pecho con suavidad.

Natalia observó la tierna mirada con que Sora pronunciaba el nombre de Kairi. Comprendió entonces que entre ambos existía un lazo muy especial.

—Deben significar mucho para ti —comentó con gentileza—. Estoy segura de que los volverás a ver pronto.

Sora asintió, esbozando una sonrisa más auténtica. La presencia de sus amigos siempre lo reconfortaba, aun en los momentos de mayor añoranza. Agradeció internamente el tacto de Natalia por no indagar más sobre el tema.

En eso, Goofy tomó la palabra para aligerar el ambiente:

—Miren, chicos ¡ahí está el siguiente mundo! —señaló por la ventana.

Un enorme planeta se perfilaba en la lejanía, sacando exclamaciones de asombro. Sora se levantó de un salto, sacudiendo su ánimo.

—¡Allá vamos! —declaró con renovado ímpetu. Sus aventuras continuaban aguardándolo.
















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