Capítulo 11: Ciudad de Halloween
Ya dentro de la nave Gummi, Natalia miraba por la ventanilla distraída. De su bolsillo, sacó la aquella perla que se suponía que iba a dárselo a Sora... pero, sabiendo que quizá para él no significaría nada.
Ya que, Sora solo amaba a Kairi...
Sora se encontraba concentrado en su labor de piloto, guiando la nave Gummi hacia el siguiente mundo que debían sellar. No se percató de que Natalia seguía sumida en sus pensamientos, mirando fijamente la pequeña perla azul en su mano.
De pronto, divisaron a lo lejos un resplandor. Un nuevo mundo había aparecido. Sora manipuló los controles para encaminarse hacia él.
—¡Ahí está! —exclamó Goofy señalando por la ventanilla.
El resplandor se volvió cegador, envolviéndolos por completo.
Al disiparse la luz, pudieron ver que ya estaban fuera de la Gummi. Ahora, se encontraban en un bosque tenebroso sin árboles.
—Ok chicos, creo que... hemos entrado a Halloween Town —dijo Sora con pensar. Este estaba transfigurado de vampiro.
—Ah-Hyuck, sí —Goofy, quién estaba disfrazado de Frankenstein, se acercó a Sora con Donald quién estaba disfrazado de Momia.
—Oigan, ¿y Natalia?... —balbuceó el pato nervioso.
Sora miró a su alrededor preocupado. Natalia ya no se encontraba con ellos.
—No de nuevo... Debe haberse separado —dijo con cuidado—. Tenemos que encontrarla.
Comenzaron a buscar entre las calles cubiertas de niebla, llamando a su amiga. Sus disfraces ayudaban a encajar más en ese lugar sombrío.
De pronto un maullido los hizo voltear. Un gato negro los miraba desde lo alto de un barril.
—¡Gato! ¿Has visto a una chica por aquí? —preguntó Goofy.
El gato asintió y saltó hacia ellos, indicando que lo siguieran. Los guió hasta la pequeña plaza, donde sorprendidos encontraron a Natalia... pero lucía completamente diferente.
—¡Natalia! —exclamó Sora con alivio al encontrarla. Pero eso rápidamente dio paso a la sorpresa al ver su apariencia.
Su piel ahora tenía un tono azul grisáceo. Vestía un elegante pero desgastado vestido blanco corto que dejaba ver su figura esbelta. Sus labios estaban pintados de un azul intenso, y su cabello había crecido hasta la cintura con una tiera de flores muertas acompañado por un velo sucio.
Se veía tan hermosa como inquietante. Sora tragó saliva, sintiendo su rostro arder.
—U-uh, Natalia... Te ves m-muy diferente — tartamudeó él.
—Este lugar tiene un poder sobrenatural. Nos ha transformado para que encajemos —respondió con pensar. A Sora le pareció oír un suave eco en su voz.
—Así es, Nat. Y ahora pareces ser... una... ¿novia cadáver? —Goofy rascó su cabeza.
Sora sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal al oír las palabras de Goofy, las cuales describían a la perfección el nuevo y aterrador aspecto de Natalia.
Sin embargo, por alguna razón que no comprendía, también se sintió preocupado por cómo lucía. ¿Significaba algo acaso?
De pronto, escucharon unos cascabeles desde el cielo y del cielo nocturno apareció Jack Skellington volando en un... ¿Trineo con caballos esqueléticos?
Jack aterrizó en una rampa de manera y los saludó—. ¡Sora, Donald y Goofy! ¡Bienvenidos y feliz Navidad!
—¿Feliz Navidad? —Sora arqueó una ceja confundido—. Querrás decir feliz Halloween.
—Desde luego —Jack se bajo del trineo y se acercó a ellos—. Feliz Halloween por parte de Jack Skellington... ¡el rey Calabaza! —abrió sus brazos largos inesperadamente, provocando un pequeño susto a sus amigos—. Perdónenme, es que en este año voy a celebrar la Navidad por todo lo alto, así que me voy a Ciudad de la Navidad que ver a Santa Clavos.
—¿Santa Clavos? —Nat habló sin entender bien.
Jack se sorprendió y se inclinó—. Miren que tenemos aquí, una bella novia cadáver. ¿Cómo te llamas?
—S-Soy N-Natalia... — respondió ella con timidez, intimidada por la excentricidad del esqueleto.
—Mucho gusto, Natalia. Soy Jack Skellington, gobernante de esta ciudad —se presentó Jack con educación. Luego dirigió su atención al resto del grupo—. ¿No son preciosos estos adornos?
Sora y el resto observaron mejor la plaza, todo estaba decorado con lucecitas naranjas.
—¡Este año la Navidad también inundará Ciudad de Halloween! —celebró Jack con entusiasmo.
"Navidad en Ciudad de Halloween...," musitó Sora con pensar. Esto le empezaba a preocupar un poco.
—Bueno, antes que todo. Sally está haciendo algo para mí. ¡Vamos al laboratorio! —los alentó para que lo siguieran.
Los chicos siguieron a Jack a través de la ciudad tétricamente decorada. En el laboratorio del Dr. Finkelstein se encontraba leyendo un enorme libro concentrado. Jack entró primero y se acercó él para saludarlo.
—¡Hola, Doctor! ¿Dónde está Sally?
El Dr. Finkelstein levantó la mirada, claramente irritado por la interrupción—. ¿No ves que estoy en mitad de un experimento? —con ayuda de su silla de ruedas eléctrica, dio media vuelta y se fue a una "mesa" de metal.
Sora y compañia entraron, y lo primero que vieron fue a Shock, Lock y Barrel cargando algo pasado hasta la mesa.
—¡Eh! Esto pesa demasiado —dijo el niño diablo.
—¡Vamos a soltarlo! —río la niña bruja con tono travieso.
—¡Ni se les ocurra hacerlo! Ahora traenlo aquí —avisó el Doctor con molestia.
Los tres niños traviesos soltaron unas risitas y lanzaron el objeto hacia la mesa de experimentos, que lamentablemente explotó debido a la ciudad.
Sally llegó a tiempo cuando aconteció, y eso le provocó un suspiro profundo. Los niños salieron huyendo de ahí entre risas.
—¡Niños patosos! ¡Arruinaron mi experimento! —gritó el Doctor furioso.
Jack se acercó a saludar a Sally, esbozando una sonrisa—. ¡Sally! ¿Lo has terminado? Quiero enseñárselo a mis amigos.
—Lo siento, Jack. Necesito un poco más de tiempo.
—Ooh... Bueno, no pasa nada. ¡Siempre que esté listo para Navidad! Me debo ir, tengo que conseguir a Santa Clavos —le dio una palmadita en el hombro y se retiró.
—Pero... Jack... —musitó Sally, sin embargo, él ya se había retirado.
—¿"Conseguir" a Santa... Claus? ¿Eso quiso decir? —Sora intercambió mirada con Donald y Goofy.
—Por favor, Sora. Temo que algo horrible si Jack sigue con esto —imploró Sally.
—Y que lo digas... —murmuró Nat—. Ah, disculpa... soy Natalia, ¿y tú eres Sally, cierto?
Sally asintió con la cabeza, y Jack regresó al laboratorio asomando la cabeza en la puerta.
—¿Esos tipos tan raros de la plaza del pueblo van con ustedes? —interrogó Jack.
—¿Eh? ¿Cuáles tipos? —quiso preguntar el portador.
—Ya saben, esos tipos que quieren fastidiar Halloween y la Navidad —dijo refiriéndose a los sincorazón.
—¡Esos deben ser los Sincorazón! —exclamó Sora, alarmado—. No te preocupes, Jack. Nos ocuparemos de ellos. ¡Y luego iremos a ver a Santa Claus! —dijo con un brillo infantil en los ojos. Donald fingió toser.
—Ah... Pero primero, ¡los sincorazón!
Sora invocando su llave espada, se dirigió hacia la salida apresuradamente.
Salieron del laboratorio para encontrarse en medio de un caos: docenas de Sincorazón asolaban la plaza, sembrando el terror entre los habitantes de la ciudad.
—¡Escuchen bien... bichos raros! ¡Salen de Ciudad de Halloween ahora mismo, por orden del alcalde! ¡Socoro, ayuda! Yo soy un simple funcionario, no puedo ocuparme de esto solo —pidió de forma dramática.
—¡No se preocupen, nosotros nos encargaremos! —dijo Sora con determinación.
Bladiendo su Llave Espada, salió al ataque contra un sincorazón cercano. Los demás lo siguieron, listos para defender la ciudad.
Natalia empuñó su propia llave espada y danzó ágilmente entre los enemigos. Sus movimientos eran gráciles y peligrosos a la vez. Derrotó a varios de un solo golpe.
Mientras tanto, Sora luchaba hombro a hombro con Donald y Goofy. Su equipo funcionaba a la perfección. Pronto, la plaza quedó limpia de sombras.
—Buen trabajo chicos festejó Sora, orgulloso de su victoria. Miró a Natalia, admirando su talento en la batalla. Pero notó que se veía callada—. ¿Pasa algo? —le preguntó con gentileza.
Natalia reaccionó y negó con la cabeza, mirando a otro lado—. No me pasa nada...
Sora frunció el ceño, confundido por la actitud distante de Natalia. No estaba acostumbrado a verla así de seria.
Desde que fueron a The Royal estaba así, ¿qué le estaba pasando?
Quiso insistirle, pero... pensó que no era el momento indicado para estas cosas.
Mientras tanto, en otra parte de la Ciudad de Halloween, los tres niños traviesos se dirigían al cementerio a bordo de su bañera viviente. Iban cantando canciones alegres sobre sus travesuras habituales.
Pero de pronto, una sombra oscura se proyectó sobre ellos desde arriba. Miraron curiosos y se sobresaltaron al ver a una imponente mujer con cuernos.
Era Maléfica. Los miró con una sonrisa torcida que hizo que un escalofrío recorriera sus espaldas.
—Vaya, vaya... Parece que tenemos aquí a tres niños con afición a causar problemas —dijo con su profunda y amenazante voz.
—Q-que quieres... —gritó Lock aterrado.
—Díganme... ¿Les gustaría extender su radio de acción a la Ciudad de la Navidad? Allí podrán divertirse mucho más que aquí —ofreció Maléfica.
Shock y Barrel tragaron saliva, paralizados del miedo. Pero la perspectiva de nuevas travesuras más allá del cementerio los tentó. Asintieron lentamente con la cabeza.
Maléfica rio complacida. Sus malévolos planes comenzaban a tomar forma.
En otro lado, Jack había llevado al cuarteto al bosque para mostrarles algo.
—¡Aquí esta! La puerta de la Ciudad de Navidad —señaló un ancho árbol con una puerta en forma de árbol navideño—. Los sustos de Halloween van perdiendo gracia cada año. Quería algo nuevo. ¡Y me encontré con esto!
—¿Y qué esperas? ¡Ábrelo ya!—exclamó Sora con curiosidad infantil.
Jack abrió de golpe la puerta, desvelando un oscuro vacío al otro lado. Sin embargo, la emoción era más fuerte, y Sora no dudó en aventurarse primero.
—¡Wujuuu! —se escuchó su grito mientras desaparecía en la negrura.
Donald y Goofy se asomaron precavidos, tragando saliva al ver lo profundo del abismo. Aun así, se lanzaron de un brinco tomados de la mano.
Natalia los observó con el ceño levemente fruncido. Temía caer en alguna trampa más allá de la puerta. Pero Sora y los demás ya habían entrado. Tomó una profunda bocanada de aire y, decidida a no separarse del grupo, se impulsó al vacío.
La caída parecía no terminar jamás. Natalia cerró los ojos con fuerza, preguntándose si fue una buena idea seguirlos.
De pronto, sintió algo suave debajo de ella. Abrió los ojos y vio que había aterrizado en un mullido montón de nieve.
Sora y los otros estaban a su lado, sacudiéndose el frío polvo blanco. Más allá se divisaba un pueblo iluminado por cálidas luces de colores.
—¡Llegamos a la Ciudad de la Navidad! — exclamó Jack, exultante.
Natalia miró a su alrededor maravillada. El lugar despedía un ambiente tranquilo y acogedor que la calmó.
Siguiendo a Jack, se dispuso a explorar aquel mundo navideño.
Mientras se dirigían al pueblo, Sora comenzó a divagar y perdióse en sus pensamientos.
"La nieve se vería tan bonita en las Islas del Destino" pensó. Luego imagíno a él y a Kairi jugando alegremente en una duna blanca, lanzándose bolas de nieve el uno al otro entre risas.
"Kairi se vería tan linda con pequeños copos de nieve en su cabello rojizo" musitó Sora sin darse cuenta, con una mirada soñadora.
Natalia, que iba unos pasos delante, lo escuchó sin querer. Su corazón se estrujó al oírlo nombrar a su mejor amiga con tanta ternura. Apretó los puños, sintiendo una punzada de celos...
Siguió caminando más rápido, Kairi era una chica seguramente magnífica... y ella, solamente era Natalia.
Sora no notó la reacción de Natalia, aún sumido en su ensoñación. Pero pronto su atención se vio atraída por los delicados copos de nieve que comenzaban a caer del cielo nocturno.
—¡Miren! Está nevando —exclamó con alegría infantil, extendiendo las manos para atrapar algunos flojos en sus palmas.
El paisaje ya antes encantador se volvía aún más mágico bajo aquel manto blanco. Fue entonces que reparó en la figura solitaria de Natalia, caminando unos pasos por delante con la cabeza gacha. Su actitud reservada le resultaba aun más extraña.
—¡Oye, Natalia! —la llamó, acercándose apresurado—. ¿Te encuentras bien? Te ves algo triste.
Ella se volvió lentamente, pero esquivó su mirada—. No es nada. Sigue adelante, no quiero entorpecer tu alegría.
Sora frunció el ceño, preocupado. Algo le decía que su amiga no era completamente sincera. ¿Qué era lo que la aquejaba?
—Ah... bueno... —musitó Sora.
Natalia siguió el camino, dejando a él atrás. Goofy lo alcanzó.
—Hey Sora, ¿qué pasa con Natalia?
—No lo sé, Goofy —replicó Sora, frunciendo el entrecejo con preocupación—. Parece triste por algo, pero no quiere hablar del tema. No me gusta verla así.
Dirigió la mirada hacia la figura solitaria de Natalia que avanzaba por la blanquecina senda. La pura nieve parecía arremolinarse de forma casi mística a su alrededor, como si ella misma emanara una especie de melancolía.
Sora suspiró. Siempre se había sentido responsable del bienestar de sus amigos. Necesitaba encontrar la manera de animar a Natalia y asegurarse de que estaba bien. Fuera lo que fuese que la atormentaba, quería ayudarla a lidiar con ello.
—Ven, vamos a alcanzarla —le dijo a Goofy con decisión—. No dejaremos que siga adelante sola.
Empezaron a caminar apresuradamente por la senda. Después de unos minutos, llegaron al pueblo.
Todo estaba adornado con luces de colores, muñecos de nieve y en el fondo había un enorme árbol de navidad.
—Bien, allá donde ven una casa roja es el taller de Santa Clavos —indicó Jack—. Vayamos ahí.
Sora asintió, decidido a acompañar a Jack al taller para conocer a Santa Claus. Sin embargo, no pudo evitar lanzar una mirada preocupada hacia atrás, donde Natalia se había rezagado.
La vio sentarse solitaria en el borde del taller, con la cabeza baja y los hombros caídos en un gesto de profunda tristeza. Su preocupación por ella crecía a cada momento.
—Sora, entra rápido —llamó Donald.
Sora miró un momento a Natalia y luego siguió a sus amigos al interior del taller. Allí se encontró con una visión sorprendente: un anciano de complexión ancha se encontraba sentado en un sofá rojo mientras leía una lista.
—¡Santa Claus! —exclamó Sora con una sonrisa.
El hombre robusto levantó la mirada y le sonrió de vuelta con calidez—. Vaya, hola todos. ¿Vienen a ver si están en mi lista de niños buenos?
Sora se acercó primero asintiendo la cabeza—. ¡Sí!
—Muy bien, veamos... ¿cuál es tu nombre? —preguntó Santa.
—¡Soy Sora! —respondió entusiasmado, olvidando momentáneamente su preocupación por Natalia.
Santa pasó las páginas de su lista, revisando cuidadosamente cada nombre. Sora esperaba ansioso el veredicto, balanceándose sobre sus talones.
—Hmm... Pues según mi lista, Sora... hace siete años le dijiste a todo el mundo que no creías en Santa Claus. Eso no está nada bien.
Sora se tomó de la cabeza con ambas manos espantado. En ello, Donald preguntó:
—¿Qué hay de Donald y Goofy?
Santa volvió a ver en su lista, poco después los miró—. Ustedes sí están en la lista.
—¿Estoy yo en su lista? ¡Jack, de Ciudad de Halloween!
—¿Ciudad de Halloween? —cuestionó Santa. De repente, se oyó unos ruidos detrás de una de las puertas del taller—. Espero que no vengas a causar problemas —se levantó del sofá y se dirigió a la puerta a averiguar de dónde provenía los aquellos ruidos.
Sora cruzó sus brazos y miró a Jack—. ¿Has hecho algo?
—A mí no me mires.
—Mejor sigamos a Santa Claus, creo que entro a la fábrica de juguetes —intervino Goofy.
—Tienes razón, Goofy, mejor veamos qué pasa ahí —dijo Sora con preocupación. Siguió a Santa Claus hacia la fábrica de juguetes junto a sus amigos.
Al entrar, vio que todo estaba patas arriba. Los juguetes estaban rotos y esparcidos por doquier. Justo en ese instante se escuchó un vidrio quebrarse y vieron a Shock, Lock y Barrel huir desde la ventana rota.
—Oh, oh... —musitó Sora preocupado.
—Son Shock, Lock y Barrel... —dijo Jack igual de preocupados.
—¿Los conocen? —interrogó el anciano.
—Sí. Son solo un trío de niños malcriados —respondió Jack.
—Pues, sí que lo son. Vayan por ellos y traelos aquí. Se han ganado una buena reprimida —Santa comenzó a irse, pero Jack lo detuvo:
—¡Espera! Sobre la Navidad...
—¡Eso tendrá que esperar! —dijo Santa antes de retirarse.
Sora fue con Jack corriendo—. Vamos Jack, tenemos que buscar a esos niños.
—Ah... sí, vamos... —pronunció Jack un poco desanimado.
—No se preocupe Jack, nosotros los encontraremos —dijo Sora, intentando animarlo—. Y luego podrás hablar con Santa Claus sobre tu idea para Navidad.
Saliendo apresurados de la fábrica, Sora vio que... Natalia ya no estaba sentada.
—¿Se fue?...
Jack se acercó a Sora con preocupación al verlo mirar hacia todos lados.
—¿Sucede algo malo? —preguntó.
Sora suspiró con desánimo. —Es que Natalia estaba sentada aquí antes, pero ahora ya no la veo.
—Vaya, eso es raro —murmuró Jack, llevándose un dedo a la barbilla—. Posiblemente decidió regresar sola a Ciudad de Halloween. Ella parecía bastante triste desde antes.
La expresión de Sora se entristeció aún más. Le dolía que Natalia se fuera sin siquiera despedirse.
No entendía por qué su amiga actuaba de forma tan distante últimamente. Sólo quería ayudarla.
—Natalia... —susurró Sora preocupado. Su tristeza le inquietaba.
—No te preocupes, Sora —dijo Jack, dándole una palmada de apoyo en el hombro—. Seguro ella está bien. Por ahora, concentrémonos en encontrar a esos traviesos niños.
Sora asintió, aunque su mirada seguía ensombrecida. —Tienes razón, vayamos.
Los cuatro siguieron su camino devuelta a Ciudad de Halloween. En otro lado, en el cementerio, Natalia caminaba despacio con la cabeza agachada.
Natalia siguió caminando por el oscuro cementerio, sintiendo que las sombras a su alrededor se volvían más espesas en compañía de sus propios pensamientos.
—Kairi... ¿tan perfecta eres para que Sora piense sólo en ti? —se dijo a sí misma, recordando la dulce expresión en el rostro de Sora al imaginarse jugando con su amiga en la nieve. Cómo le dolía esa mirada, llena de anhelo y cariño.
Ella sólo era Natalia... una luz tenue en el lado de Sora, incapaz de iluminarle el corazón como Kairi parecía poder hacerlo. Apretó los puños con impotencia, aguantando las lágrimas que amenazaban con escapar.
En eso, escuchó risas malvadas que se aproximaban por entre las tumbas. Alzó la mirada y divisó a Shock, Lock y Barrel acercándose, seguidos por una figura alta y elegante... Maléfica.
¿Qué hacia esa bruja en el cementerio? Natalia se escondió en una lapida de piedra y se puso a espiar.
Natalia se ocultó tras una lápida para observar sin ser vista. Su corazón latía con fuerza al reconocer a Maléfica junto a aquellos traviesos niños.
—Me apetecía destuir esa ridícula Ciudad de Navidad —dijo Maléfica con su siniestra voz—. Pero ahora que Sora y esos bobos están aquí, hace falta un cambio de plan. Al fin y al cabo, la venganza va antes que el placer.
—¿Qué clase de venganza? —preguntó Lock.
—La más malévola que exista, claramente —respondió Maléfica.
—¡Eso suena a algo muy malo! —exclamó Barrel.
—¡Tan malo como Oogie! —agregó Lock
—Eso ya es lo doble de malo —opinó Barrel.
—¿Oogie Boogie? ¿Ese saco de insectos? Mmh... interesante. Tuve una buena idea... ¿Dónde puedo encontrarlo?
—Jack y sus estúpidos amigos acabaron con él —contó la niña bruja.
—Cierto... ya me acuerdo. Creo que les devolveré su amo...
Natalia frunció el ceño, preocupada. Debía advertir a Sora sobre los planes de Maléfica. Comenzó a retirarse sigilosamente del cementerio y huyó como pudo.
"¡Tengo que avisarles!" pensó Natalia mientras corría de regreso a la Ciudad de Halloween. Su respiración agitada se convertía en vaho en el frío aire nocturno.
Al llegar a la plaza, jadeando, vio a Sora y los demás. "¡Chicos!" gritó para llamar su atención. Al acercarse notó su expresión preocupada.
"Natalia, ¿dónde estabas? Estábamos..." empezó Sora.
—No hay tiempo, es Maléfica —dijo entre resuellos—. Escúchame, Maléfica revivirá a un-
De repente, Sally llegó apresurada a la plaza llamando a Jack y los demás.
—¡Jack!
—¿¡Que sucede Sally!? —preguntó Jack con preocupación.
Sally jadeaba tratando de recuperar el aliento. Logró articular entre respiraciones entrecortadas:
—Secuestraron a... ¡Santa Claus! ¡Oogie Boogie se lo llevó y se dirigen a Ciudad de Navidad!
—¡No puede ser! —exclamó Sora, preocupado por el bienestar de Santa Claus. Miró a Natalia, quien de inmediato continuó hablando:
—Eso era lo que quería decirles. Escuché a Maléfica hablando con los niños traviesos sobre revivir a Oogie Boogie para vengarse de ustedes... nosotros, como sea. Y Parece que tuvo éxito.
—Debemos ir a Ciudad de Navidad de inmediato —dijo Jack con determinación—. Oogie no se saldrá con la suya.
Sora asintió, decidido a rescatar a Santa y detener los malvados planes de Maléfica.
—Vayamos devuelta, Santa nos necesita.
Sin perder más tiempo, el grupo emprendió veloz camino de regreso a la Ciudad de Navidad. Sora esperaba que no fuera demasiado tarde.
En el taller de Santa, en la fabrica de juguetes, Santa Claus se encontraba atado a una soga.
—¡He redecorado esto un poco! —dijo Oogie mirando el taller cambiado. Ahora tenia una apariencia escalofriante digno d Halloween—. Mmh... creo que le falta algo. Un toque especial de Oogie Boogie —se va a otro lado.
Maléfica se acercó a Santa, observándolo—. ¡Espero que esté viejo gordo tenga ganas de convertirse en sincorazón! —alzó sus brazos catalizando sus poderes, pero fue interrumpida por Oogie quién pasaba caminando muy cerca de ella—. ¡Serás tonto!
Oogie volvió a verla, enojado—. ¿Sigues aquí? ¿Por qué no te oogie-largas por donde has venido! ¡Estás fastidiándome!
—Ah, ¿acaso has olvidado quién te ha hecho volver, insolente saco de bichos? —replicó Maléfica molesta.
—¡Lo siento! ¡No me acuerdo de nada! —dijo Oogie con sorna.
—Ugh, te vas a arrepentir después de esto... me largo —Maléfica se marchó en un aura verde.
Los chicos llegaron a la Ciudad de Navidad deprisa, seguido por Sally. Al llegar al taller, se horrorizó al ver el caos reciente.
Se sobresaltaron a escuchar la risa malévola de Oogie desde una plataforma. Oogie se bajó de ahí y empujó a Sally tirándola al suelo.
—¡Jack Skellington!
—Oogie...
—¡Tú y yo tenemos una deuda pedienre, Jack! ¡Y lo mismo va por tus amiguitos!
—¿Qué piensas hacerle a Santa Clavos? —interrogó Jack.
—¿Qué? ¿Santa Clavos? No sé de qué estás hablando —Oogie se fue donde Santa se encontraba atado—. ¿Qué hace este gordo de rojo? ¡Lárguese, abuelete!
Y de pronto, una pierna de al parecer de una mujer fue lanzada hacia él—. Uuy... —se distrajo lo suficiente para que Santa pudiera escapar con ayuda de Sally.
Oogie se dio cuenta de que Santa Claus había escapado gracias a Sally. Se enfureció tanto que su cuerpo entero empezó a sacudirse violentamente.
—¡Maldita sea! —gritó con furia—. ¡Nadie se burla de Oogie Boogie y vive para contarlo!
Se subió a toda prisa a una alta plataforma con controles y palancas. Desde ahí podía ver a todos sus enemigos.
—¡Qué empiece los juegos! —exclamó con una carcajada siniestra.
Apretó un botón rojo y la fábrica entera comenzó a temblar...
—Oh no, esto no se ve nada bien —pensó Sora con preocupación al ver cómo sacudía Oogie los controles.
De pronto, salieron juguetes con vida propia mediante las máquinas.
—¡Cuidado, están atacando! —advirtió Sora mientras empuñaba su Llave Espada. Los juguetes se abalanzaban con ferocidad, claramente manipulados por Oogie.
Debían detenerlos sin herirlos, pues no era su culpa. Sora los enfrentó blandiendo su llave espada, mientras que Donald les lanzaba hechizos.
Una muñeca de trapo empezó acercarse peligrosamente a Natalia, la pobre chica balbuceó a tenerla tan cerca que no pudo evitar gritar y darle una patada para que saliera volando.
Sora a ver a sus amigos pelear, tuvo una idea—. Chicos, enfréntense a los juguetes sin dañarlos. ¡Yo me encargaré de Oogie!
Dicho eso, Sora corrió hacia la plataforma saltando hábilmente entre paredes para llegar hasta el malvado saco.
—¡Oogie, tu "juego" termina aquí! —exclamó Sora, preparado para el enfrentamiento.
Sin embargo, Oogie se limitó a reír estridentemente.
—¡Jaja, crees que será tan fácil, niño! Apenas los juguetitos son el calentamiento. ¿Quieres pelea? Pues adelante.
—¡Ahora verás de lo que soy capaz! —replicó Sora con determinación. Bladiendo su Llave Espada, se lanzó al ataque contra Oogie Boogie.
Sin embargo, el saco era más escurridizo de lo que parecía. Esquivaba los golpes de Sora con movimientos serpentinos, devolviendo puñetazos y patadas en respuesta.
Sora chasqueó la lengua, frustrado. Necesitaba encontrar el punto débil de Oogie. Miró a su alrededor tratando de idear una estrategia, cuando de pronto reparó que estaban en una plataforma que fácilmente alguien podría caerse...
—¡Allí! —pensó. Con un hábil movimiento, agitó su Llave Espada para desestabilizar a Oogie y obligarlo a acercarse al borde de la plataforma.
Para sorpresa de su oponente, Sora se hizo a un lado en el último segundo. Desconcertado por la falta de resistencia, el saco de trapos perdió el equilibrio y cayó por la orilla con un grito.
Sora se asomó con precaución. Dandose cuenta que... Un objeto de fábrica atravesó el cuerpo del saco provocando que varios insectos salieran de él.
—Ugh, ese Oogie Boogie siempre andaba lleno de sorpresas desagradables —pensó Sora mientras veía los insectos dispersarse. Sacudió la cabeza para despejar la imagen y luego gritó hacia abajo:
—¡Lo logramos amigos, Oogie ha sido derrotado!
Sus compañeros abajo festejaron aliviados. Sora sonrió, contento de haberlos ayudado. Decidió bajar para reunirse con ellos. Al final, todo volvió a la normalidad.
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Afuera del taller, Sora y los demás estaban contentos de haber solucionado el problema.
—Bien, ¡será mejor que me ponga a trabajar! —Jack empezó a retirarse, pero Sora lo impidió:
—¡Espera! ¿Estás seguro de esto, Jack? Eso es para Santa Claus.
—Sí. Tú deberías limitarte con Halloween y los sustos —agregó Nat.
—Jack —llamó Sally acercándose a él con una ropa roja en sus manos—. Ya está terminado.
—¡Maravilloso, Sally! Muchas gracias —lo tomó encantado.
—Jack, ¿de verdad tienes que hacer esto? —cuestionó Sally dudosa.
—¡Claro! Si soy un Santa Calvos estupendo —comenzó a vestirse el atuendo.
Entonces, Santa se acercó a ellos—. Veamos, Jack Skellington... Has salvado la Navidad y a mí. Y estoy muy agradecido. ¡Pero prométeme que no vas a causar problemas! Y cuánto a ese traje... ni se te ocurra intentar suplantarme.
—Santa tiene razón. Jack, tú estás hecho para ser el rey del Halloween, no de Navidad... —agregó Natalia con honestidad—. Tú y Santa tienen un trabajo muy importante. Él debe cuidar de la Navidad y tú de Halloween. Así que deben hacer suyo lo mejor posible.
—Natalia tiene razón —pensó Sora—. Cada uno tiene su rol especial —miró a Jack con una sonrisa amistosa.
—Tus sustos son los mejores del Halloween, Jack. Y la Navidad no sería igual sin el trabajo de Santa. Lo mejor es que cada quien se enfoque en lo suyo y trabajen juntos para que todos disfruten ambas festividades. ¿No crees?
—Mmh... tienen razón. Deberé esforzarme más para el próximo Halloween —pensó con ánimo renovado.
De pronto, el gorrito navideño de Jack empezó a emitir un resplandor, comenzando a levitar.
Sora observó con curiosidad cómo el gorrito de Jack emitía aquel resplandor cada vez más fuerte. Intuyendo que se trataba del sello del mundo, apuntó su Llave Espada hacia él. Un haz de luz dorada surgió del arma mágica e impactó contra el objeto flotante, el cual quedó sellado en un destello.
La misión estaba cumplida. Sora sonrió, satisfecho. Sin embargo, antes de poder marcharse, una cálida voz le llamó:
—Espera, joven Sora. Tengo algo importante que decirte —era Santa Claus.
El muchacho se volteó, curioso.
—¿Si, Santa?
El anciano entrecerró los ojos, pensativo.
—Creo que hay un amigo tuyo que, si mal no recuerdo, fue quien te dijo alguna vez que Santa Claus no existía...
Sora abrió mucho los ojos, adivinando a quién se refería. Su amigo Riku. ¿Qué habrá sido de él todo este tiempo?
—¿Sabes donde yo podría encontrarlo? —preguntó el portador. Santa negó con la cabeza.
Sora suspiró con preocupación al pensar en Riku. Había pasado tanto tiempo desde que se separaron... Le dolía no saber nada de su mejor amigo.
—Riku... ¿Dónde estarás? Espero que te encuentres bien —pensó Sora con tristeza.
Pero entonces recordó las palabras de aliento de Santa. Si alguien podía ayudarlo a encontrar una pista de Riku, era él.
—Santa, gracias por mencionar a Riku. Significa mucho para mí reencontrarme con él. Si alguna vez sabes algo, por favor házmelo saber. Prometo seguir buscándolo en cada mundo que visite.
Santa asintió con una sonrisa cálida—. No pierdas las esperanzas, Sora. Estoy seguro que ustedes se volverán a ver pronto.
Esas palabras reconfortaron a Sora. Supo que, mientras no dejara de creer, algún día se reencontraría con Riku.
—Sora, ¿nos vamos? —preguntó Goofy.
—Si, es hora de irnos. —dijo Sora asintiendo hacia Goofy y Donald—. Gracias a todos por su ayuda. La Navidad volverá a ser la misma de siempre, y el Halloween continuará asustando. ¡Nos vemos!
Se despidió agitando su mano y comenzaron a caminar los cuatro, listos para su siguiente aventura.
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En la nave Gummi, Natalia pensaba en si era buena idea decirle a Sora sobre sus pensamientos. Era demasiado rápido para contarle, incluido que quizá no era lo apropiado por ahora.
Ella dirigió su mirada hacia Goofy, quizá si hablará con él, recibiría algún consejo o opinión acerca de sus pensamientos.
Natalia se mordió el labio, dubitativa. ¿Cómo podría hablar con Goofy sobre sus sentimientos por Sora sin que este lo comentara con él directamente? Eran nuevos amigos aún, y ella no quería incomodar al portador ni ponerlo en una situación incómoda al no poder corresponder sus sentimientos debido a sus fuertes lazos con Kairi.
Finalmente, le habló en voz baja al caballero:
—Goofy... ¿Podemos hablar de algo?
Quería pedirte un consejo. Verás… creo, creo que tengo sentimientos por Sora —musitó sonrojada de la pena.
—Uuh, ¿de verdad? ¿Cómo así? —Goofy la miró interesado por saber más.
—Es que... en todo este tiempo que he viajado con ustedes y él, me dio una impresión increíble... y parece que... Sora le gusta otra chica, ¿es cierto eso? ¿Esa chica... es Kairi acaso? —susurró Natalia bajó la mirada.
—Hyuck, déjame ver si entiendo —dijo Goofy con su habitual sonrisa—. Te has enamorado de Sora, ¿es eso?
Natalia asintió, ruborizándose. Goofy se rascó la cabeza, pensativo.
—Sora siempre ha estado con Kairi. Ella es su mejor amiga desde que eran niños. Pero no te desanimes, tal vez algún momento te vea con otros ojos —puso una mano en el hombro de Natalia para reconfortarla.
—Gracias por querer animarme, Goofy... es solo que... no sé, anteriormente cuando nos separamos me puse a pensar que quizá Sora no le importó que estuviera lejos de él. Y... —su voz comenzó a tornarse entrecortada—. Olvídalo, son sentimientos bobos.
Goofy escuchó pacientemente a Natalia, dándole una cálida sonrisa de apoyo.
—No es bobo estar enamorada, ¡es completamente normal! —dijo con ánimos entre susurros—. Y aunque Sora quiere mucho a Kairi, contigo ha compartido muchas aventuras nuevas aquí. Tal vez solo necesite tiempo para darse cuenta de tus sentimientos.
—¿De verdad eso crees? —preguntó ella dudativa—. Es que... yo no conozco a Kairi, pero... seguramente es alguien muy bonita como para que Sora siente algo por ella...
—Sora siempre ha estado con Kairi. Ella es su mejor amiga desde que eran niños —reafirmó Goofy con pesar al ver la expresión afligida en el rostro de Natalia. Podía sentir la angustia y la inseguridad que la joven estaba atravesando.
—Tal vez algún momento te vea con otros ojos —trató de animarla, pero la duda y la tristeza en sus palabras eran evidentes.
Natalia bajó la mirada, su voz quebrándose ligeramente—. Es que... yo no me veo tan bonita como Kairi debe ser. No sé qué es lo que le falta a alguien como yo para que Sora me mire de la misma forma que a ella.
Goofy la escuchó con atención, su corazón contrayéndose al ver a la chica lamentarse de esa manera. Quería poder decirle que Sora era un chico bueno que seguramente apreciaría sus sentimientos, pero sabía que la realidad era más complicada que eso.
—Natalia, no te menosprecies de esa manera —dijo Goofy con suavidad, poniendo una mano en su hombro—. Eres una joven maravillosa y tienes mucho que ofrecer. Sora es afortunado de tenerte como amiga, estoy seguro de ello.
Pero las palabras de aliento parecían no llegar del todo a Natalia, quien se mantenía cabizbaja, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos. Su corazón se sentía pesado, atormentado por la inseguridad y la incertidumbre de no saber qué lugar ocupaba en la vida de Sora.
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