Capítulo 2: El despertar de Sora, parte 2

"¿Qué habrá querido decir con eso?" pensó Natalia, pues las palabras de Naminé despertaron más preguntas en ella.

Se sentó en la cama aún tratando de procesar todo lo ocurrido. ¿Sería posible que fuera un mensaje sobre Sora y su viaje? Aunque sonara descabellado, algo le decía que esa extraña chica sabía más de lo que aparentaba.

—¿Sólo yo puedo averiguarlo? — Nat pensó en voz alta—. Que raro...

Natalia se quedó largo rato cavilando sobre el singular sueño. Algo en las palabras de Naminé la había inquietado profundamente.

"Ayudar a Sora..." susurró para sí, sin saber bien cómo podría hacerlo desde su hogar. Él se encontraba tan lejos, arriesgando su vida en lugares desconocidos.

De pronto, una idea cruzó su mente. "Quizás si logro volver a ver a Naminé..." pensó, decidida a encontrar alguna respuesta. No sabía por qué, pero sentía que su destino estaba ligado de algún modo al viajero de la llave espada.

Con renovados ánimos, se dispuso a comenzar su día. Tal vez si les contará a sus amigos, podría encontrar una pista. No se daría por vencida tan fácil.

Mientras se preparaba para la escuela, sus pensamientos se centraron en Sora. "Ten mucho cuidado ahí afuera" dijo para sus adentros, deseando proteger aquel corazón puro que empezaba a considerar su amigo.

En la escuela, su mente divagaba constantemente en las clases. Hasta que, para su suerte, llegó el receso.

—Chicos, no van a creer el sueño tan raro que tuve anoche —Natalia contó a sus amigos, relatándoles todo con detalles.

Olette, Pence y Hayner la escucharon boquiabiertos. Luego intercambiaron miradas pensativas.

—Suena muy misterioso en verdad... —comentó Pence rascándose la barbilla.

—Quizás signifique algo —agregó Olette con curiosidad.

—Podemos ayudarte a encontrar respuestas —opinó Hayner con brillo en la mirada. Él siempre dispuesto a una travesura.

Natalia sonrió, agradecida por la comprensión de sus mejores amigos. Luego del colegio, decidieron explorar la Plaza a ver si encontraban una pista sobre la misteriosa chica.

La búsqueda en la plaza no arrojó resultado alguno. Los chicos empezaban a fatigarse bajo el sol de la tarde.

—Necesito un helado, tengo hambre —se quejó Hayner.

—Vayamos a la tienda, yo invito —dijo Natalia, queriendo levantar los ánimos.

Compraron algunas paletas y fueron al lugar de siempre a refrescarse. Mientras disfrutaban de sus helados, Pence habló:

—Oigan, escuché un rumor sobre una vieja mansión en el bosque... —comenzó con misterio, logrando su objetivo de entusiasmar a sus amigos—. Dicen que está embrujada y de vez en cuando se aparece una chica de blanco en las ventanas...

Natalia se animó de pronto.

—¡Eso suena a Naminé! —exclamó poniéndose de pie—. Vamos a investigar, quizás encontremos algo.

Sus amigos se miraron dudosos, pero la emoción de Natalia era contagiosa. Decidieron confiar en su instinto.

Se pusieron en marcha al bosque, con la esperanza de hallar respuestas y quizá más misterios. Natalia iba al frente, iluminada por la curiosidad y entusiasmo.

Natalia caminaba rápido, liderando al grupo con decisión. Sentía un cosquilleo en el pecho, como un presentimiento de que en ese lugar encontrarían las respuestas que buscaban.

El bosque se extendía tenebroso ante ellos, con sus árboles oscuros que se mecían con el viento. Pronto empezaron a escucharse ruidos extraños.

—"No temas, la luz te guiará" —recordó de pronto las palabras de Naminé.

Determinada, encendió la linterna que había traído para iluminar el camino. Sus amigos la siguieron en silencio, pegados a ella buscando protección.

De repente, entre los árboles diviso algo. Se acercó con cuidado... Era una antigua cerca de metal que parecía rodear una enorme construcción. La mansión.

—Ugh, esta encerrada —maldijo Hayner.

Natalia se mantuvo quieta viendo a dirección al ventanal cubierto por unas cortinas blancas, esperando a que algo ocurriera...

—¡Esperen! —exclamó Natalia levantando la mano para detener a sus amigos—. Miren por ahí...

Señalaba el ventanal, cuya cortina se mecía suavemente a pesar de que no había viento. Una figura pálida se recortó por un instante detrás del cristal.

—¿Lo vieron? —preguntó Natalia emocionada. Sus amigos vacilaron.

—Nat, yo no veo nada... —musitó Pence.

Natalia giró su cabeza—¿Qué? ¿Cómo de no? Pero, si ahí... —volvió a enfocar su mirada. Efectivamente ya... no estaba.

“Estoy segura de que la vi...” insistió Natalia, perpleja. No entendía cómo sus amigos no habían podido notar aquella somnolienta figura tras la ventana.

De pronto, unos seres blancos con cuerpo humanoide aparecieron detrás de ellos. Aguardando para atacar.

—Nat, está bien, no pasa nada —dijo Pence, palmeando el hombro de su amiga para reconfortarla.

Olette, quien había estado distraída observando las oscuras copas de los árboles, de pronto vio unos extraños movimientos detrás de ellos. Dio media vuelta y empezó a temblar, tratando de llamar la atención de los demás con balbuceos.

—Ch-chicos... creo que no estamos solos... —tartamudeó.

Pero sus amigos seguían enfrascados en torno a la ventana y la visión de Natalia. Fue en ese momento cuando ella dejó de mirar hacia la mansión y se volvió con el rostro desencajado por el susto.

—¡¡Ahhh!! —gritó señalando por sobre los hombros de sus amigos.

Este alarido sobresaltó más a Pence, Hayner y Olette que la aparición de las criaturas. Al darse vuelta, palidecieron del miedo.

—¡¡Corran!! ¡¡Huyan!! —bramó Pence saliendo del estupor, emprendiendo la huida entre tropezones.

Los cuatro emprendieron una desesperada carrera por el bosque, con las extrañas cosas siguiéndoles.

—¡Sigan corriendo! —gritó Nat jadeando tras mis amigos, volteando apenas para comprobar que esas criaturas seguían acercándose.

¿Qué rayos eran? Parecían seres humanoides pero completamente blancos como fantasmas, y se movían de forma... chistosa, como si fuesen títeres inertes controlados por alguien más. Un mal presentimiento acudió a mi mente.

De pronto, Olette aumentó la velocidad, avanzó más que Natalia.

—¡Síganme! —gritó Olette. Sus amigos obedecieron y corrieron detrás de ella.

Los cuatro llegaron a la ciudad sin mirar atrás, pronto llegaron a la casa de Olette y se encerraron de golpe con llave.

—Uff... —suspiró Natalia jadeante—. Estuvo cerca-

De pronto, la voz de la mamá de Olette se oyó de fondo.

—Hija, ¿ya llegaste? —preguntó la mujer desde la cocina.

—S-sí mamá, ya estoy aquí con Natalia y los chicos. Preparándonos para hacer la tarea —respondió Olette con voz temblorosa.

Ninguno podía recuperar el aliento aún. Se dejaron caer exhaustos en el suelo, con la adrenalina corriendo todavía por sus venas.

—¿Q-qué rayos fueron esas cosas? —preguntó Hayner entre jadeos. Un escalofrío recorrió a Natalia al recordar las figuras inertes persiguiéndolos por el bosque.

—No lo sé... pero tengo un mal presentimiento —dijo con voz queda. No parecían criaturas normales, eso era seguro.

—Será mejor no contarle a nadie esto. Podrían tomarlo como una broma —sugirió Pence con sensatez. Los demás asintieron en silencio, aún procesando lo sucedido.

Natalia se puso de pie despacio. Había una pregunta quemando sus labios.

—Chicos... ¿creen que esto tenga que ver con lo de la mansión? ¿Y con Naminé?

Nadie tuvo una respuesta concreta. Pero por la expresión de sus rostros, sus mentes también estaban llenas de interrogantes.

—Mejor vayamos a mi cuarto a hacer la tarea —sugirió Olette, poniéndose de pie.

Los amigos subieron en silencio hasta la habitación de Olette. Cada uno trataba de procesar lo sucedido en el bosque.

Natalia no podía sacarse de la cabeza a esas extrañas criaturas. Su intuición le decía que estaban relacionadas con la misteriosa Naminé de alguna forma.

Al llegar al cuarto, Olette ofreció bocadillos y bebidas a los demás para reponer energías. Se sentaron en círculo sobre la alfombra, aunque nadie tenía ánimos para la tarea escolar.

—Me duele los pies de tanto correr... —se quejó Natalia, acostándose en la alfombra.

—Tranquilos, mi mamá ya vendrá con los bocadillos —calmó Olette con una risa.

Justo en ese momento, se escuchó un golpe seco fuera de la ventana de Olette. Los amigos saltaron asustados y se miraron nerviosos.

—N-no mires, no mires...—tartamudeó Pence.

Pero la curiosidad de Natalia pudo más. Se asomó lentamente por la ventana y frunció su ceño.

—Fue una paloma...

Los chicos guardaron silencio.

—Oh, pobrecita —musitó Olette.

Natalia cerró las cortinas y se acercó a ellos—. Al menos no era nadie.

De pronto, la mamá de Olette tocó la puerta y la abrió.

—Hola chicos, traje la cena —sonrió con una bandeja con comida.

Los amigos agradecieron a la madre de Olette, quien salió cerrando la puerta tras de sí. Comieron en silencio, saboreando cada bocado para reponer energías luego de tan aterradora experiencia.

Natalia observaba a sus amigos con preocupación. Sabía que estaban asustados, aunque trataran de disimularlo. Decidió romper el hielo:

—Quizás deberíamos contarle a alguien mayor... —sugirió con cautela—. Esos seres no se veían normales.

—¡Ni loco! Dirán que estamos inventando —replicó Hayner de inmediato.

—Pero y si atacan a alguien más... —insistió Natalia.

—Por ahora mantengámoslo en secreto —terció Pence con sabiduría—. Hablemos con calma cuando estemos más tranquilos.

Los demás asintieron, reconociendo la sensatez en sus palabras. Actuar alocadamente no los llevaría a nada bueno.

Terminaron la merienda en calma. Lentamente el temor fue disipándose, aunque muchas preguntas quedaban sin respuesta.

Después de haber acabado la merienda y la tarea, los dos chicos y Natalia se despidieron de Olette para regresar a sus respectivas casas.

—Gracias por todo Olette, hablamos mañana —se despidió Natalia con una media sonrisa.

El trayecto a casa se hizo en silencio, cada uno absorto en sus pensamientos. Natalia no podía sacarse de la cabeza a aquellas criaturas, y el presentimiento de que esa no sería la última vez que las vería.

Al llegar a su casa, se despidió rápido de los chicos. Subió directo a su habitación y cerró con pestillo, sintiéndose inexplicablemente insegura.

Se tiró boca arriba en la cama, mirando las sombras que proyectaba la lámpara en el techo. Pensó en Sora y en su viaje, deseando saber si él también se enfrentaba a enemigos tan extraños.

—Espero que estés a salvo donde quiera que estés —susurró al aire.

Poco a poco el cansancio fue venciéndola, y se dejó llevar por el sueño...

Natalia despertó sobresaltada en medio de la noche. Había tenido un nuevo sueño, esta vez algo borroso y confuso.

—Sora... —susurró en la oscuridad, recordando haber visto la llave espada y rostros desconocidos.

De pronto, escuchó un golpe seco fuera de su ventana. El corazón se le detuvo. Lentamente, se asomó entre las cortinas y contuvo la respiración.

En el árbol frente a su cuarto, una lechuza observaba fijamente hacia adentro con sus enormes ojos amarillos. Natalia soltó el aire, aliviada de que no fuera nada más. Ella decidió abrir la ventana para saludarla.

—Hola pequeña, ¿qué tal tu noche? —sonrió con dulzura a la lechuza.

Antes de que pudiera decir más, la lechuza ululó suavemente y echó a volar rumbo a la luna menguante. Natalia la vio alejarse con curiosidad, preguntándose si aquel ave nocturna traería algún mensaje.

Cerró la ventana despacio y regresó a la cama, pero el sueño había huido de ella. Se dedicó entonces a buscar su diario para escribir algo más.

Con la luz de la luna como única compañera, Natalia tomó su diario y pluma para tratar de poner orden a sus ideas.

"Han sucedido cosas tan extrañas últimamente. En el bosque conocimos a esas criaturas espeluznantes, y no dejo de pensar que guardan relación con Naminé y la misteriosa mansión. ¿Será posible que ella tenga las respuestas que busco? ¿Y acaso mis sueños también tratan de decirme algo? Solo veo fragmentos, pero siento que es importante."

Hizo una pausa para ordenar sus ideas. Luego continuó con la pluma:

"Lo que más me preocupa es Sora. No lo conozco, pero su valentía al enfrentar a la oscuridad me inspira. Solo deseo que esté a salvo, aunque sé que arriesga su vida por los demás. Ojalá pudiera ayudarlo de algún modo. Desde aquí solo puedo rezar para que su luz guíe sus pasos".

Suspiró, cerrando el diario. A pesar de descargar sus pensamientos, la inquietud seguía presente. Volvió a mirar por la ventana, perdiéndose en la quietud de la noche...

A la mañana siguiente, Natalia y sus amigos fueron a la escuela como de costumbre, aunque aún se sentían inquietos por lo sucedido.

Durante las clases, procuraron distraerse todo lo posible. Pero para cuando llegó el recreo, el cansancio los alcanzó.

Fue entonces cuando apareció Seifer junto a su pandilla, con esa sonrisa burlona que tanto enojaba a Hayner.

—Vaya, miren quién está aquí. Los perdedores uno, dos, tres y cuatro —se mofó acercándose.

—Déjanos en paz, Seifer —musitó Hayner con fastidio. No estaba de humor para aguantarlo.

—Aw, ¿interrumpo su reunión de nenitas? Qué pena — siguió provocando el bravucón.

Olette sintió la tensión creciendo. Sabía que Seifer adoraba sacar de quicio a su amigo, y este día en particular no sería la excepción. Decidió intervenir antes de que las cosas empeoraran:

—Vamos Hayner, ignoremos a este tonto. Hablemos de otra cosa —dijo tomando a su amigo del brazo.

Seifer sonrió con sorna.

—Sí, escucha a tu amiguita. Váyanse a jugar a las casitas mejor —se burló.

La paciencia de Natalia explotó. Se acercó amenazante a Seifer. Pence intentó detenerla, presintiendo el desastre.

—Óyeme bien Seifer, ¡qué no se te ocurra volver a molestar a mis amigos!

"No te descontroles, Natalia, calma...", pensó ella mentalmente, mirando fijamente a Seifer con sus penetrantes ojos azules.

Seifer se rió con sorna, pero por un momento sus ojos delataron un atisbo de incertidumbre. Natalia tenía un brillo desafiante en la mirada que lo hacía vacilar.

Aun así, el bravucón no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer—. Mira cómo tiemblo de miedo —respondió burlonamente—. ¿Crees que me asusta una niñita como tú?

Natalia apretó los puños, conteniendo las ganas de estampárselos en la cara. La rabia hervía en su interior, pero sabía que la violencia no resolvería nada.

La tensión entre los adolescentes iba en aumento. Olette supo que debía intervenir para evitar una tragedia.

—Ya basta los dos. Seifer, déjanos en paz de una vez —dijo con firmeza—. Vámonos chicos, no vale la pena seguir aquí.

Dio media vuelta para alejarse del bravucón, tirando suavemente del brazo de Natalia para que la siguiera. La joven se resistió unos segundos, enfrentando aún la mirada burlona de Seifer.

Fue entonces cuando éste, queriendo tener la última palabra, lanzó venenosamente:

—Corre con tus amiguitos. O tal vez prefieras ir a llorarle a mamá....ups, olvidé que no tienes!

El golpe bajo surtió efecto. Natalia palideció súbitamente, sintiendo que las rodillas empezaban a flaquearle. Balbuceó con voz temblorosa:

—Yo...no me siento bien. Voy a la enfermería.

Dicho eso, se dio media vuelta y prácticamente huyó del lugar. Olette la observó alejarse angustiada, comprendiendo que las crueles palabras habían lastimado algo más que su orgullo. Le lanzó una mirada envenenada a Seifer.

—Eres despreciable.

Luego corrió tras su amiga para comprobar que estuviera bien.

Natalia corrió al baño de mujeres y se encerró en un cubículo a llorar. Natalia se dejó caer en el suelo del cubículo, abrazando sus rodillas contra el pecho y ocultando el rostro entre ellas. Los sollozos sacudían su cuerpo mientras las lágrimas resbalaban sin control por sus mejillas.

El duro golpe de Seifer había reabierto una herida que creía cicatrizada...

"No es justo. No es justo...", pensaba entre lágrimas. Odiaba mostrarse débil, pero en momentos como ese la tristeza la consumía.

Perdida en su dolor, no escuchó cuando Olette entró buscándola hasta que la oyó llamarla en voz baja. Secó sus ojos para abrir la puerta. Su amiga la envolvió en un cálido abrazo, dejándola llorar en su hombro en silencio.

Natalia se aferró a su amiga, desahogándose en llanto. Olette acariciaba su cabello suavemente, brindándole calor y contención.

Luego de un rato, cuando los sollozos comenzaron a cesar, Olette rompió el silencio:

—No le hagas caso a Seifer, es un idiota. Tú eres mucho más fuerte.

Natalia asintió, tratando de calmarse. Tomó unos minutos hasta que logró articular con voz ronca:

—A veces...aún duele recordar.

—Lo sé —suspiró Olette con empatía—. Pero no estás sola. Me tienes a mí, y a los chicos.

Natalia secó sus ojos con la manga del uniforme, esbozando una débil sonrisa.

—Gracias por estar siempre para mí. Eres la mejor amiga.

Olette le devolvió el gesto. Cuando Natalia logró tranquilizarse, salieron juntas hacia el patio escolar. Encontraron a Pence y Hayner, quienes al verlas se aproximaron preocupados.

—Natalia, ¿estás bien? —preguntó Pence con suavidad.

Ella asintió, todavía pálida, pero recuperando poco a poco el ánimo. Sus amigos la reconfortaron con afecto, haciéndola sentir menos sola. "Tal vez este sea mi verdadero hogar", pensó.

La jornada escolar por fin había terminado. Mientras los demás alumnos se retiraban a sus hogares, Pence propuso reunirse en el Lugar de Tiempo por la tarde.

—Será divertido, podemos jugar al Struggle o hablar sobre lo de ayer —dijo con entusiasmo.

Natalia dudó por un momento. Sabía que debía trabajar en la panadería para ayudar con los gastos, pero la idea de pasar tiempo con sus amigos le parecía reconfortante después de un día tan estresante.

—Intentaré ir más tarde, si logro zafarme temprano del trabajo —respondió con una sonrisa.

Sus amigos asintieron en comprensión. Antes de irse, Olette palmeó su hombro en señal de apoyo.

Al llegar a casa, Natalia se dio un baño para relajarse. Se puso su ropa casual preferida y arregló su cabello en una media cola adornándolo con un moño. Antes de salir, miró su reflejo en el espejo pensativa. "Hoy será un mejor día", se dijo a sí misma con renovada energía.

Salió hacia la panadería, lista para cumplir con su deber y reunirse luego con sus mejores amigos.

Al llegar a la panadería, Natalia se puso su delantal blanco y empezó a colaborar amasando panes y preparando bocadillos. El vaivén de las tareas le permitió distraer su mente y despejarse luego de aquel agitado día.

Ya era de tarde cuando terminó su turno. Se quitó el delantal y se dispuso a salir, no sin antes despedirse de la dueña Beatrice por su cordialidad.

Una vez en la calle, emprendió el camino al Lugar de Tiempo con prisa, segura de encontrar a sus amigos allí. De pronto, vio algo realmente inesperado.

En el centro, Sora junto a Donald y Goofy peleaban con los mismos seres que ella había visto.

—¡Sora! —gritó Natalia alarmada al ver la batalla.

Corrió apresuradamente hacia ellos para ayudar. Tomó una barra de pan que había guardado y se la arrojó con fuerza a uno de los incorpóreo que tenía acorralado a Sora con la intención de ayudar. Pero eso no sirvió de nada.

—Ay no... —musitó Nat poniéndose a la defensiva—. ¡Cuidado atrás de ti! —gritó ella alertando a Sora. Uno de los incorpóreo se cernía peligrosamente sobre él.

Reaccionando rápido, Sora se volteó blandiendo la Llave Espada. Su golpe acertó de lleno, haciendo trizas a la criatura.

—¡Gracias por avisar! —exclamó Sora, dirigiéndole una sonrisa a Natalia. Pero no era momento de pláticas—. ¡Donald, cubre a Goofy!

El pato asintió y lanzó un hechizo protector sobre su compañero. De pronto, más incorpóreos aparecieron... y eran mucho más poderosos que los anteriores.

La situación se tornaba cada vez más complicada. Natalia observaba la batalla de lejos con impotencia, sin saber cómo apoyar a Sora y sus amigos en su lucha.

La situación se volvía cada vez más caótica. En un descuido, uno de los grandes incorpóreos sorprendió a Sora con un potente golpe que lo hizo rodar varios metros, sacándole la Llave Espada de las manos.

El arma mágica rodó por el suelo hasta detenerse cerca de Natalia. Ella se quedó paralizada mirando la llave, dudando en tomarla. Sora intentaba reincorporarse aturdido, cuando vio que la criatura se acercaba peligrosamente a la joven.

—¡Cuidado! —gritó desesperado.

Fue entonces cuando Natalia reaccionó. Agarró firmemente la Llave Espada y se puso en guardia, desafiando al incorpóreo.

Natalia tragó saliva, sintiendo el poder emanar del arma. Aunque era inexperta, su instinto de supervivencia despertó. Blandió la llave con ambas manos e hirió al monstruo. Sora, Donald y Goofy observaban boquiabiertos, sorprendidos de que alguien ajeno a la llave pudiera empuñarla.

Pero más se acercaban. Natalia sabía que no podría sola. Así que inspiró hondo y luchó con valentía, rezando internamente para no resultar lastimada.

Natalia pudo acabar con el último incorpóreo junto a Donald y Goofy. Sora se acercó a duras penas sobando su espalda.

Hasta que, una voz masculina hizo llamar la atención a los cuatro.

—Impresionante —dijo el desconocido de capucha negra—. Por cierto, ¿Han visto a un tipo llamado Axel? Supongo que está por aquí.

—¿Y a mí qué? —contestó Sora poniéndose a la defensiva.

—Verás, Axel a decidido actuar al margen de nosotros.

—¿También está con la Organización? —preguntó Goofy. El desconocido asintió.

—¿Y no son amigos? —cuestionó Goofy.

—No es una Organización muy organizada... —opinó Sora.

—No bajen la guardia. Axel no se detendrá ante nada con tal de convertirlos en sincorazones —advirtió el tipo.

—Vaya, gracias por preocuparte —dijo Sora de forma sarcástica—. Pero, afortunadamente sabemos cuidarnos solos.

—Me alegra saberlo. Con Axel o sin él, nos partiría el corazón que les pasara algo.

—¿Corazón? Pero si ni tienen —replicó Donald.

—Cierto, no lo tenemos... —se quitó su capucha, revelando su rostro. Moviendo su largo cabello hacia un lado—. Pero... recordamos qué se sentía. Eso es lo que nos hace especiales —miró a la chica—. Es interesante, tú también puedes usar la llave espada...

—¿Ah? Bueno... yo... —vaciló Natalia nerviosamente.

Natalia se sintió intimidada por la mirada del enigmático encapuchado. Aún sostenía la Llave Espada entre sus manos, sin comprender del todo cómo había podido empuñarla.

—No sé qué me permite usarla...solo quise ayudar —respondió con cautela.

El sujeto esbozó una sonrisa curiosa.

—Tu corazón debe ser fuerte. Ten cuidado —advirtió enigmáticamente antes de dar media vuelta—. Nos volveremos a ver.

Y diciendo esto, desapareció en un portal oscuro. Sora y sus amigos se relajaron al verse libres de su presencia.

Entonces el joven de cabello castaño se dirigió a Natalia con una sonrisa.

—Gracias por tu ayuda. Eres muy valiente —elogió. Natalia se sonrojó, aún nerviosa por todo lo ocurrido—. ¿Cómo te llamas?

—S-soy Natalia...

—Hola Natalia. Bueno, ahora sé tu nombre. Soy Sora, supongo que ya lo sabes —río el chico—. Y ellos son: Donald y Goofy.

"Sora..." pensó Natalia al verlo sonreír. Su bravura y compañerismo la inspiraban. Aunque aún se sentía temblorosa luego de la batalla, una calidez invadió su pecho al saber que había podido ayudar.

"La Llave Espada... no entiendo cómo pude empuñarla, pero me dio valor para luchar a su lado". Observó el arma con curiosidad, preguntándose el significado de aquel encuentro.

—Fue asombroso lo que hiciste —dijo Goofy con admiración—. Casi parece como si tuvieras el don de la llave espada.

—Sí, es muy extraño... —reflexionó Donald—. Tal vez algún tipo de magia te permite usarla.

Natalia los escuchaba absorta. Su mundo había dado un vuelco en cuestión de minutos. Aunque quería hacer más preguntas, sintió que tal vez no era el momento más apropiado.

Devolvió la Llave Espada a Sora con un movimiento tímido. Él la tomó con una sonrisa cálida.

—Otra vez, muchas gracias. Nos fuiste de gran ayuda —reafirmó el portador de la llave.

Natalia asintió, sonrojándose levemente. Pero una duda aún rondaba su mente...

—Sora, sobre esos seres... ¿Los habías visto antes? Parecen los mismos que mis amigos y yo encontramos en el bosque ayer.

—¿Qué? ¿Cómo fue eso? —preguntó Sora preocupado.

—Verás, estábamos jugando a los "aventureros" y nos emboscaron esas cosas raras —comentó ella con pena.

—Vaya, debió ser aterrador para ustedes —comentó Sora.

Ahí fue donde Seiter se acercó a Sora y los demás, con su típico andar rebelde.

—Eh, ¿qué tal si se largan de mi ciudad? Ya han causado bastantes problemas.

Natalia apretó sus puños, queriendo confrontar al chico—. ¡Él se irá cuando él quiera y pueda, Seiter!

—Uhm... cómo quieras. ¡Vamos, chicos! —alentó Donald.

—Esperen —dijo Seiter.

—¡Ay, decídete pues! —exclamó Donald medio harto.

Seiter mostró un especie de trofeo, con cuatro esferas pequeñas de tres colores.

—Esto es para el tipo más fuerte de Ciudad Crepúsculo.

Sora se señaló sorprendido, luego sonrió humildemente—. No es para tanto, no lo necesitamos.

—Venga ya, toma —Seiter se lo entregó a Goofy—. Vámonos chicos.

El chico se fue de ahí junto a sus dos amigos. Natalia observó la escena en shock.

—¿Qué diablos acaba de pasar?...

Natalia se rascó la cabeza confundida. El comportamiento de Seifer continuaba siendo todo un enigma.

—No lo sé, pero al menos ya se fue —repuso Sora con calma.   

La joven suspiró aliviada. Aunque Seifer fuera desagradable, no quería problemas entre ellos. Su mente volvió hacia preocupaciones más importantes.

—Deberían tener cuidado con esas criaturas —advirtió Natalia con tono serio—. No sabemos de lo que son capaces.

—Descuida, estamos acostumbrados a lidiar con los esos enemigos —aseguró Donald con confianza.

Natalia sonrió, sintiéndose aliviada por haber oído aquello. Ahí fue cuando Pence vino corriendo a dirección a ellos.

—¡Chicos!

Natalia volvió hacia su amigo y lo saluda con la mano. Entonces Sora se aproximó a él para hablarle.

—Hola, eh... Pence, ¿cierto?

—Sí. ¿Conoces a una chica llamada Kairi? —preguntó Pence a Sora.

—¡Kairi! —exclamó Sora, sus ojos azules brillando con emoción—. ¿La has visto? Cuéntame, ¿dónde está?

Su corazón latió con fuerza. Kairi era su mejor amiga desde la infancia y la persona más importante para él. Donald y Goofy también miraron a Pence expectantes. Sabían cuánto significaba Kairi para Sora.

"¿Kairi? ¿Quién será ella?", se preguntó Natalia mentalmente. Viendo el brillo en los ojos de Sora, presentía que era alguien significante para él chico.

—Será mejor que vengan a la estación —sugirió Pence.

Sora corrió como alma que lleva el diablo rumbo a la estación, seguido de cerca por Donald y Goofy. Su mente era un torbellino de emociones: alegría, esperanza, miedo... ¿Y si le había ocurrido algo malo a Kairi? Debía asegurarse de que estuviera bien.

Natalia los siguió a toda prisa, curiosa por conocer más detalles sobre la misteriosa chica. Al llegar, se encontraron con Olette y Hayner, quienes les explicaron agitados:

—¿Encontraron algo? —Preguntó Sora ansioso.

—Sí, pero calma —dijo Olette, poniendo una mano en su hombro—. Kairi apareció hace poco aquí en Ciudad Crepúsculo, de la nada. Se veía desorientada. La llevamos para nuestro escondite.

—Estaba con un perro raro, amarillo anaranjado —completó Hayner.

—¡Pluto! —Exclamó Goofy.

—Rápido, cuéntenme todo —urgió Sora. Olette sonrió con picardía.

—Parecía que Kairi te extrañaba mucho. No paraba de hablar de "Sora, este".

El rostro de Sora se coloreó de rojo. Natalia mordió su labio inconscientemente. Antes de que pudiera preguntar, Hayner prosiguió:

—Pero de pronto apareció un tipo raro, de negro. La tomó y se la llevó por un agujero oscuro. Lo siento Sora.

El chico bajo la mirada triste, sacando de su bolsillo un amuleto en forma de estrella color rosa y amarillo.

—Kairi... —musitó Sora.

Goofy se acerca a Donald, murmurando—. ¿Crees que ha podido ser Axel?

—Lo siento... —se disculpó Hayner nuevamente.

—Eh, no es culpa tuya. ¡Vamos, anímate! —animó Sora. Pero su sonrisa se desvaneció y bajo la mirada—. Tiene gracia que lo diga yo... —suspiró, reponiendo su compostura—. ¡Tengo que encontrar a Kairi!

Goofy se sobresaltó de golpe y dejó caer el trofeo. Las cuatro pequeñas esferas rodaron a dirección al cuarteto de adolescentes. Olette, Pence y Hayner tomaron uno. Y Natalia miró el que había caído a dirección a ella...

Con indecisión, agarró la esfera y lo observó maravillada. Entonces Sora a verla con esa esfera, sacó del monedero una totalmente parecida...

—Mmh... —Sora apuntó la esfera a la luz del sol escondido, viendo que éste podía brillar. Quedó divagando cuando Goofy lo llamó:

—Sora, ¿está todo bien?

Sora suspiró, emergiendo de sus pensamientos. Sabía que no podía distraerse en ese momento crucial. Tenía que rescatar a Kairi a como dé lugar.

–No es nada Goofy, solo estaba... –bajó la vista brevemente hacia la esfera de Natalia. De pronto, la esfera de Sora empezó a emitir un brillo dorado, comenzando a levitar...

Sora se puso en posición, empuñando su llave espada hacia el objeto y de la punta salió un resplandor. Al final, una cerradura celestial apareció brevemente en el aire.

—Wow... ¿Qué... ha pasado? —cuestionó Hayner acercándose.

—Se ha abierto una nueva ruta —contó Sora—. Y Kairi e Riku nos esperan en algún punto de ella.

—Deben darse prisa —apuró Olette.

—Sí, nos vamos —Sora se despidió con la mano. Pero Goofy se interpuso.

—Sora, ¿no crees que deberíamos llevar a Natalia? Es extraño que ella pudo tomar tu llave espada. ¿Y si ella también es portadora? Podríamos llevarla con Yen Sid —susurró Goofy.

Sora observó pensativo a Natalia, quien aún miraba su esfera maravillada. Había algo en su corazón que le permitió empuñar la llave espada...

"No sé qué significa, pero la necesitamos para descubrirlo", pensó Sora para sí. Se acercó a la chica con una sonrisa.

—Tú eres Natalia, ¿verdad?

Ella asintió, sorprendida por la repentina atención.

—Escucha, nos harías un gran favor si nos acompañas un rato. Hay algo que alguien debe saber sobre ti —habló el joven de cabellos castaños.

Natalia abrió los ojos confundida. —¿Yo? Pero no entiendo...

—Tampoco lo entendemos nosotros. Por eso necesitamos ir con el Maestro —explicó Sora con calidez.

—Bueno... iré. Pero... ¡eso significa que debo empacar! ¿Cierto? —chilló la chica abrumada—. ¡Cielos! Me tengo que apurar, debo ir rápido por mis cosas.

—No es necesario que hagas eso- —calmó Sora, pero en un abrir de ojos... Natalia ya se había ido.

—Se fue —dijo Goofy rascando su cabeza.

—Ay ajá —musitó Sora sarcástico.

🐚

Sora, Donald y Goofy esperaron impacientes, tamborileando los dedos y mirando de reojo el reloj de la Torre.

—Ay no, ¿cuánto más se va a tardar? —gimió Donald—. Debemos irnos ya.

—Calma, una persona necesita prepararse —lo regañó Goofy.

Pero Sora no podía disimular su inquietud. Daría lo que fuera por abrir un portal en ese instante. ¿Y si algo malo le sucedía a Kairi mientras tanto?

—Natalia estará aquí pronto —lo tranquilizó Olette con una sonrisa pícara—. Para una chica, preparar un equipaje es toda una odisea.

—Eso parece —suspiró Sora pesadamente—. ¿Crees que llevé toda su ropa? ¿Y si necesita zapatos nuevos también?

Todos rieron ante lo exagerado de su queja. Justo en ese momento, apareció Natalia con una mochila visualmente pesada, jadeando por el esfuerzo.

—¡Listo! ¿Nos vamos? —tronó sus nudillos, lista para la aventura.

—¡Al fin! —exclamó Sora aliviado—. Vámonos equipo, no hay tiempo que perder.























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