Capítulo 8
«¡Jeon Jungkook, eres un completo estúpido!», murmuró con una mezcla de frustración, mientras se llevaba la palma a la frente en un gesto que oscilaba entre la desesperación «¿Qué demonios te hizo pensar que él te confiaría detalles de su vida si apenas te conoce?», se reprochó en voz baja, como si castigarse a sí mismo pudiera amortiguar su torpeza.
Había caminado sin rumbo desde el instante en que los pasos de Taehyung se alejaron, dejando tras de sí un hilo largo de silencio que se sentía más pesado que cualquier otra palabra. El rubio cerró la conversación entre lágrimas y con una sonrisa que, a ojos de Jungkook, parecía más una grieta.
Esa misma tarde, sus pasos lo llevaron a desviarse del camino directo a su casa y sin saber qué más hacer, se acercó a la orilla de la costa, donde el horizonte comenzaba a teñirse de los matices más ardientes del ocaso.
Se sentó en el borde, abrazando sus rodillas a punto de desbordarse de vergüenza y apoyó la sien contra ellas, dejando que su mirada se perdiera en las llamas danzantes del cielo que se reflejaban en el océano. El frío de la brisa marina se colaba entre los mechones de su cabello con indiferencia, pero no logrando apagar el calor de su propio desconcierto.
«¿Pensaste, siquiera por un instante, que él podría corresponderte?» se recriminó en sus adentros, cargado de una amarga autocompasión. «Kim Taehyung ya tenía a alguien más en su vida...»
Jungkook ahora no era más que un espectador, un extraño que había tenido el descaro de intentar cruzar un límite en el que ni siquiera había sido invitado. Tal vez, solo tal vez, Kim Taehyung ni siquiera lo consideraba un amigo...
Jungkook apretó los puños contra la arena fría.
No de manera superficial ni pasajera, ese dolor no era ruidoso; era un peso sordo, como si un ancla invisible lo hubiera arrastrado al fondo de un océano emocional del cual no podía emerger. Sabía que no tenía derecho a reclamarle nada. Sabía que sus sentimientos eran un asunto unilateral, una carga que no debía ni podía depositar en los hombros de Taehyung.
Pero saberlo no hacía que doliera menos.
La noche anterior había dejado a Jungkook con una sensación helada que se aferró a su columna. Había visto esas lágrimas en los ojos del rubio, algo tan intenso y vulnerable que lo había estremecido hasta los huesos.
«¿Quién demonios era ese tal Do Geon?...», Su nombre había surgido casualmente, pero el efecto que tuvo sobre Taehyung fue cualquier cosa menos casual.
Jungkook no pudo ignorar el escalofrío que lo recorrió al pensarlo. «Do Geon...» murmuró para sí, permitiendo que rodara por su lengua. Había escuchado ese nombre antes. Sí, podía jurar que le resultaba familiar, aunque no podía ubicarlo con precisión en su memoria. Lo que sí sabía era que probablemente perteneciera al mismo círculo que ambos compartían, en el mundo del surf. Taehyung también venía de una agencia reconocida dentro de ese ámbito, así que no sería extraño que ese nombre estuviera asociado con alguien de renombre.
«Si alguna vez me cruzo contigo Do Geon...», pensó, con su mandíbula tensándose «te voy a romper la cara de un solo puñetazo».
Y allí estaba él, el mar, en su eterno vaivén, pareciendo burlarse de su rabia silenciosa.
Las estrellas comenzaban a observarse en el horizonte cuando un automóvil se detuvo frente a la casa de la villa. El motor aún rugía suavemente mientras Taehyung bajaba con movimientos lentos, como si llevara sobre sus hombros un gran peso, y, al cerrar la puerta tras de sí, sus ojos apenas levantaron la vista hacia la casa, donde una figura familiar se perfilaba en el porche.
Park Jimin estaba allí, sentado en una vieja silla de mimbre que rechinó mientras se ponía de pie de manera apresurada, su andar parecía tambaleante, como si el agotamiento lo estuviera desarmando por completo.
La expresión en el rostro del pelirrojo era un cúmulo de tristeza y una angustia que parecía a punto de desbordarse. Y cuando sus miradas se cruzaron, Jimin no pudo contenerse más y avanzó hacia él, sus pasos algo torpes, hasta cerrar la distancia que los separaba.
―Siento como si hubieran pasado mil años desde la última vez que te vi... bebé ―murmuró con la voz rota, su tono casi desconsolado. Sus palabras quedaron suspendidas, mientras extendía los brazos para envolver a Taehyung en un abrazo, muy lleno de calidez.
Taehyung, por su parte, permaneció inmóvil, como si estuviera clavado en el suelo. No pronunció ni una sola palabra. Había un nudo en su garganta, enorme, sofocante, que parecía crecer con cada segundo que pasaba, y ese nudo no solo le impedía articular siquiera una sílaba; le robaba también la capacidad de respirar con normalidad. Sus manos temblaron, dudaron antes de corresponder al abrazo, pero finalmente se alzaron con lentitud, aferrándose a la espalda de Jimin como si aquel gesto fuera su única ancla en un mar tempestuoso.
Fue entonces cuando las lágrimas comenzaron a fluir, primero de manera silenciosa, como si quisieran escapar sin ser notadas, pero luego se desbordaron sin control, dejando un rastro brillante en sus mejillas. Taehyung no podía detenerlas, ni siquiera intentarlo. Había algo en la calidez de aquel abrazo, en Jimin, que rompió todas las barreras que había intentado construir para contener su dolor.
El pelirrojo notó la humedad en su hombro, el temblor en el cuerpo de Taehyung, y cerró los ojos, apretándolo con más fuerza, como si quisiera transmitirle toda la seguridad del mundo.
―Estoy aquí... ―susurró Jimin, mientras hacía un leve esfuerzo para sostener mejor a Taehyung, palmeando su espalda con ternura, como si aquel gesto pudiera acunar todo el peso que el rubio llevaba encima.
El sonido de los sollozos de Taehyung era quebradizo, como un cristal al borde de hacerse añicos, y Jimin cerró los ojos con fuerza, conteniendo las suyas propias para no desmoronarse también.
―Lo sé... lo sé ―susurró nuevamente, con firmeza―. Esto no es fácil, y probablemente no lo será, pero aquí estoy yo. Siempre lo estaré, pase lo que pase.
Taehyung, sin embargo, no podía encontrar la fuerza para responder. Su garganta se cerraba con cada intento, y cuando finalmente logró articular algo, sus palabras fueron apenas una nota entrecortada.
―Yo... yo estoy... lo siento... ―logró balbucear, recomponiéndose con torpeza, como si quisiera recuperar algo de control sobre sí mismo. Se apartó apenas un poco, lo suficiente para intentar mirar a los ojos de Jimin, pero la vergüenza lo obligó a bajar la cabeza casi de inmediato.
Jimin, con paciencia y un gesto lleno de cuidado, levantó la barbilla de Taehyung con delicadeza. Sus dedos, temblorosos pero firmes, apartaron algunas de las lágrimas que corrían por sus mejillas con movimientos lentos y precisos, como si estuviera manejando algo frágil.
―No merece tus lágrimas ―dijo―. Estas lágrimas... Vales más que cualquier cosa en este mundo, más que cualquier razón que haya tenido para lastimarte. Y te juro, Taehyung, no me quedaré de brazos cruzados mientras sufres de esta manera.
El rubio se esforzó por calmar el caos que sentía en su interior, y finalmente habló, aunque su voz era apenas audible.
―Jimin, no debiste... no debías venir hasta acá... No quiero que te preocupes más por mí... ―dijo, su tono lleno de culpa, incapaz de sostener la mirada.
Pero Jimin no necesitó que Taehyung le mirara para responder. Su rostro se iluminó con una sonrisa que era a la vez triste.
―¿Y qué clase de amigo sería si no lo hiciera? ―respondió, inclinándose un poco para que sus ojos volvieran a encontrarse―. No importa cuántas veces tenga que venir, cuántos kilómetros tenga que recorrer. Estaré aquí para ti, Taehyung, siempre ―su voz, llena de matices, adquirió una calidez que traspasó las defensas del rubio. Al ver que las palabras comenzaban a causar efecto, Jimin continuó, acercándose apenas un poco más―. Y si hace falta, estaré para recordarte lo increíble que eres, una y otra vez, hasta que seas capaz de verlo tú mismo ―Hizo una pausa, observando con delicadeza cómo una pequeña, casi imperceptible, sonrisa se asomaba tímidamente en el rostro de Taehyung―. Porque una persona que verdaderamente te ama, Taehyung, siempre está para ti. En las buenas y en las malas. Y es capaz de mover cielo y tierra con tal de asegurarse de que nunca te sientas de esta forma. Esa es la razón por la que estoy aquí.
Taehyung bajó la mirada, incómodo pero agradecido, mientras se apresuraba a secarse las lágrimas con los nudillos.
―No era necesario... ―murmuró, mientras adelantaba el paso hacia la puerta de la casa. Nervioso, comenzó a digitar la contraseña en el panel para abrir la entrada.
―Claro que lo era... ―respondió el pelirrojo con seguridad, mientras se inclinaba para tomar las maletas que había dejado en el porche. Caminó despacio hacia la puerta, esperando que Taehyung le dejara entrar―. Por cierto... ―su tono se tornó un poco más inquisitivo, aunque no menos cálido―. ¿Volviste a beber?
La pregunta quedó flotando en el aire y Taehyung se detuvo un instante. Su cuerpo se tensó ligeramente, pero no se giró para responder.
―No sabía de que otra forma sobrellevar de esto... ―dijo finalmente, con un tono evasivo que dejó claro que no quería ahondar en el tema.
Jimin, sin embargo, no pudo evitar preocuparse más y observó fijamente cómo Taehyung avanzaba al interior de la casa, la cabeza ligeramente gacha, sus hombros encorvados como si llevara una carga. Al cruzar el umbral detrás del rubio, el sonido metálico del mecanismo de la puerta vibró dentro de la estancia―. ¿Sabes? Podríamos quedarnos aquí unas semanas más... ―propuso Jimin de repente, casi como una súplica, mientras lo seguía con pasos medidos.
Taehyung se detuvo una vez más y sus labios se torcieron en una mueca antes de responder con un tono apagado.
―Viajaré mañana a Seori's Beach, por eso no tenías que molestarte en venir, hyung... ―murmuró, quitándose los zapatos y reemplazándolos por una pantuflas. Su voz carecía de emoción, pero la rigidez de sus movimientos delataba su incomodidad.
Jimin, al escuchar aquello, se detuvo en seco. Entreabrió los labios como si fuera a replicar inmediatamente, pero tomó un instante para inhalar profundamente antes de cruzar los brazos sobre su pecho.
―Kim Taehyung... ―comenzó, en ese tono de reproche cargado de afecto que solo él sabía manejar―. No me digas que ya compraste tu boleto... ―Alzó una ceja, arqueándola de manera casi teatral.
El rubio evitó mirarlo directamente. En su lugar, dejó caer su bolso de mano en el sofá descuidadamente.
―Debo hablar con él... ―susurró finalmente, bajando tanto la voz que apenas fue un bisbiseo que que se perdió más allá en el ambiente―. Necesito escucharlo de su propia boca.
Jimin lo observó con una mezcla de frustración, sus ojos escaneando cada gesto del rubio como si intentara descifrar un enigma que se le escapaba entre las manos. En su interior, Jimin refunfuñó amargamente «Después de todo, ¿Aún quiere ir a verlo? ¿Qué puedo hacer contigo, Kim Taehyung? ¿Hasta cuándo vas a permitirte esto?»
Pero en lugar de expresar esos pensamientos, dejó escapar un suspiro profundo, su pecho elevándose y cayendo como un océano agitado tratando de calmarse. Avanzó hacia el sofá, se agachó frente a Taehyung y apoyó una mano firme pero cálida en su rodilla, obligándolo suavemente a mirarlo.
―Escúchame, Tae ―dijo, con su voz serena―. No necesitas escucharlo a él para encontrar las respuestas que estás buscando ―Se llevó una mano al pecho, enfatizando su punto―. No puedes seguir poniendo tu felicidad en las manos de alguien que ya no te valora ¿No crees que debería ser él quien se acerque a ti después de lo que hizo? ―reprochó―. Tae... ―continuó, inclinándose para mantenerse en su campo de visión, intentando que las palabras llegaran a donde las emociones parecían bloquearle cualquier razonamiento―. Yo respeto completamente tu decisión, pero quiero que abras los ojos, aunque sea por un momento, y te des cuenta de algo; el primero en venir hasta aquí, en enfrentarse a esta situación, ni siquiera debería haber sido yo. Ese lugar le correspondía a él. Y sin embargo, aquí estoy, y él no está. No está aquí, enfrentando la situación que él mismo causó.
Hizo una pausa breve, inhalando profundamente como si sus propias emociones estuvieran a punto de desbordarse.
―Una relación, Taehyung, es cosa de dos personas. No es justo que siempre seas tú quien corra tras él, quien lo perdone, quien cargue con toda la responsabilidad emocional.
Taehyung tembló ligeramente, y cuando finalmente habló, su voz fue un susurro ahogado que apenas logró atravesar la barrera de sus propias lágrimas.
―Lo amo, hyung... ―murmuró, con los ojos anegados, mientras levantaba las manos temblorosas para cubrirse el rostro. Parecía encogerse sobre sí mismo, como si con ello pudiera protegerse del dolor que esas mismas palabras le infligían.
Jimin cerró los ojos por un instante, dejando que un suspiro profundo escapara de su pecho antes de enderezarse, y sin decir más, envolvió al rubio en un abrazo.
―Te digo esto porque te amo con toda mi alma, Taehyung ―comenzó, mientras sus manos trazaban círculos lentos en la espalda del otro―. No puedo, simplemente no puedo permitirme verte de esta forma, consumido por alguien que no valora ni un solo centímetro de lo que eres.
Jimin tragó saliva, sintiendo cómo un nudo se formaba en su propia garganta al recordar los fantasmas de su pasado. Hablaba desde un lugar de cicatrices, desde experiencias que habían tallado su propio entendimiento de lo que significaba amar y, más importante, amarse a uno mismo.
―Quiero que entiendas algo... Si esto no funciona, si las cosas con él no llegan a donde tú esperas, no será el fin, bebé. ―Su voz se suavizó―. Por experiencia te digo que Do Geon no será la única persona en tu vida. Puede doler ahora, duele como el infierno, pero hay algo más allá de esto. Algo mejor.
Jimin separó ligeramente a Taehyung, lo suficiente para que sus ojos se encontraran de nuevo. El rubio seguía llorando en silencio, pero su mirada estaba fija en la de su amigo, como si, por primera vez, comenzara a escuchar realmente.
―Si tú no fuiste quien se equivocó, entonces no es tu obligación rogar. No tienes por qué hacerlo, Tae ―Jimin le sostuvo el rostro entre las manos, sus pulgares limpiando las lágrimas con delicadeza―. Eres valioso, más de lo que él jamás podría llegar a entender.
―Hyung... Yo... ―susurró Taehyung, entrecortado por sollozos que surgían de lo más profundo de su pecho, como si cada palabra le costara un sacrificio que no estaba seguro de poder soportar. Había algo en su interior, que le decía que había cometido un error, un error que necesitaba salir de su boca para poder empezar a deshacerse del peso que lo aplastaba―. Yo también cometí un error... y...
Jimin, al escuchar estas palabras, pareció desmoronarse ante la idea de lo que podría significar. Sus ojos se abrieron ampliamente, reflejando confusión, incapaz de procesar rápidamente lo que acababa de escuchar. Pasaron unos segundos en los que su mente intentaba asimilar la magnitud, mientras sus pensamientos, hacían mil películas en su mente.
―¡¿Qué tú qué?! ―exclamó, mientras, con fuerza y sin pensarlo, tomó a Taehyung por los hombros, agitando ligeramente su cuerpo como si eso pudiera sacudir las palabras que acababa de oír.
―Yo también le fallé... a él ―respondió, con un tono tan cargado de pesar que las palabras parecían salir como si se arrastraran por su garganta.
―¿Cuándo? ¿Con quién? ¿Dónde? ¿Cuánto tiempo? ¿Y por qué yo no lo sabía? ―Jimin comenzó a preguntar, mientras sus palabras se soltaban atropelladas, una tras otra, sin detenerse ni siquiera para tomar aliento. Estaba atrapado en una espiral de confusión, sin entender el qué, el cómo o el porqué de la situación.
Taehyung cerró los ojos brevemente, como si la culpa se estuviera apoderando de su ser entero.
―Anoche... me pasé de copas y besé al guardacostas que me salvó la vida en el muelle... Yo... ―dijo, con su tono sombrío, realmente arrepentido―. Por un momento sentí algo diferente con él.
«¿Qué voy a hacer contigo, Kim Taehyung?» Reiteró Jimin en sus adentros.
El silencio que siguió fue pesado, interminable, como si el aire se hubiera espesado, retorcido. Y luego, de repente, una risa, fuerte cortó ese silencio. Jimin se dobló hacia adelante, casi perdiendo el equilibrio por la intensidad de la carcajada que escapó de su pecho, como si todo el peso de lo que dijo fuera tan absurdo que solo podía reaccionar de esa manera.
―¡¿Qué?!― Jimin se encorvó sobre su torso, casi dejándose caer al suelo por la risa que le provocaba escuchar lo que Taehyung acababa de decir. Para él, aquello no era más que una tragicómica ironía de la vida, algo completamente inesperado.
―¿¡Tú!?― exclamó nuevamente, incapaz de frenar las risas que le sacudían el cuerpo. Su estómago temblaba por el esfuerzo. Se tomó las costillas, como si de alguna manera pudiera evitar que el dolor de tanto reír se apoderara de él― ¿De verdad estás hablando en serio? ¿¡Qué estás diciendo!?
Taehyung, con el rostro visiblemente tenso, intentó continuar con la historia mientras Jimin se retorcía de risa frente a él.
―Yo... Dormí en su casa... pero no recuerdo nada después del festival...― Taehyung dejó escapar las palabras, como si fuera incapaz de procesarlas completamente, lo que solo consiguió que Jimin se desplomara en el suelo, doblado por la risa, casi como si el aire le faltara de tanto reír.
Su risa se transformaba en espasmos ya que la situación era tan absurda que, para él, era casi como si se tratara de una broma.
―Eres tan ingenuo, Kim Taehyung, que a veces me cuesta creer que tienes una vida sexual más activa que la mía ―comentó el pelirrojo como buenamente pudo entre risas― Y déjame decirte que me parece absolutamente... mágico saber que, por primera vez en años, finalmente pareces darle la vuelta a la moneda en tu relación con Do Geon, después de todas las que le has perdonado... Aunque solo haya sido por pasarte de copas.
―Esta es una reunión de emergencia ―declaró Hoseok, cruzando los brazos con teatralidad mientras permanecía recostado contra el respaldo de la silla. Su rostro se contrajo en una expresión grave mientras inclinaba levemente la cabeza hacia abajo, casi cerrando los ojos como un sabio―. Gracias a todos por venir.
―No seas tan melodramático, Hobi. Todos vimos con nuestros propios ojos lo que pasó ayer. Además, no creo que haya mucho que podamos hacer al respecto ―cortó Yerin, apoyando el codo sobre la mesa mientras tomaba un largo sorbo de la bebida servida minutos antes.
―¿Qué se supone que vimos ayer? Porque yo lo único que recuerdo es estar en las Maldivas, flotando entre olas de mojitos y piñas coladas ―replicó Yoongi con una sonrisa socarrona, levantando su vaso en un falso brindis mientras recordaba vagamente el exceso de alcohol que había consumido la noche anterior. El comentario fue claramente una broma, pero el trasfondo de su confesión dejaba claro que tenía lagunas en su memoria. Probablemente no recordaba nada del evento que Hoseok consideraba digno de convocar una "reunión de emergencia".
―Min Yoongi, te juro que algún día encontraremos cómo quitarte lo idiota ―disparó Yerin, arqueando una ceja pronunciadamente. Luego se inclinó hacia delante para mirarlo como si fuera curiosidad―. Pero hasta entonces, al menos finge que tienes una neurona activa.
―Y ahora resulta que somos un comité de crisis para los líos amorosos de Jungkook ―replicó Yoongi, recostándose en su silla y levantando las manos en gesto de rendición―. Honestamente, ¿por qué me invitaron? Creí que esto era una comida gratis.
―En cualquier momento llegará ―interrumpió Hoseok, alzando ligeramente una mano para pedir silencio. Su semblante se tensó y su mirada se desvió hacia la entrada del restaurante.
―Nunca pensé que volveríamos a ver a Kookie tan... tan enamorado de alguien después de la última vez ―comentó Soohyun, con una risilla ligera mientras sus ojos se perdían en la vista de la costa cristalina que se extendía más allá de las ventanas del restaurante.
―¿Y nosotros qué pintamos aquí? ―preguntó Yoongi, señalándose a sí mismo con el pulgar―. Si quiere enamorarse o arruinarlo, que lo haga. Pero no entiendo por qué yo tengo que sacrificar mi tiempo libre en un restaurante hablando de esto.
―Hyung, tú eres el más viejo aquí. Se supone que deberías tener algo de sabiduría... ―respondió Soohyun con un encogimiento de hombros despreocupado―. Pero volviendo al tema, este chico, Kim Taehyung, tiene algo que lo ha descolocado completamente.
―¿Descolocado? ―Yerin dejó caer su vaso con un golpe suave sobre la mesa, observando cómo las gotas de agua condensada resbalaban por el vidrio―. Si a eso le llamas descolocado, yo diría que el pobre Kookie parece más bien un barco a la deriva.
―Jungkook miraba a Kim todo el tiempo como si fuera un pastel de chocolate triple mientras él está a dieta ―añadió Soohyun, riendo entre dientes.
―No exageres ―Hoseok alzó una ceja mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa―. Claro que está fuera de su zona de confort. Puede manejarlo. Solo que esta vez... parece que realmente quiere intentarlo, lo cual ya es un paso enorme para alguien como él.
―Sí, claro ―rió Yoongi con una sonrisa incrédula, señalando hacia la ventana―. Pero, ¿Por qué nosotros tenemos que estar aquí debatiendo esto?
La conversación se detuvo momentáneamente cuando un camarero llegó con un enorme plato humeante que colocó en el centro de la mesa. Aunque bromeaban y se distraían con comentarios sarcásticos, al fin y al cabo, no era común ver a Jungkook enredado en algo tan delicado como el amor.
―Porque justamente Kim Taehyung... ya tiene pareja... ―La voz de Hoseok irrumpió, haciendo que sus palabras cayeran como una bomba en el centro de la mesa, y el silencio que le siguió fue tan profundo que parecía absorber incluso el calor del plato recién servido.
―¡No te pases! ―replicó Yerin, mientras escupía accidentalmente un sorbo de la bebida que acababa de ingerir. El líquido se derramó sobre la servilleta que sostuvo apresuradamente contra su boca, aunque su rostro permaneció fijo en una expresión de pura incredulidad.
―Ustedes... ―Hoseok levantó una ceja, claramente irritado por la falta de memoria colectiva― el día de la fogata estaban más borrachos que un cóctel de tequila con ron. Pero yo, con un mínimo de lucidez, escuché perfectamente cuando Kim confesó que tenía pareja ―Hizo una pausa―. Lo que me preocupa es que nuestro querido ojitos de Bambi no tiene ni idea. Y, mientras tanto, sigue suspirando como si estuviera en un maldito drama romántico adolescente.
Por mucho que intentaran racionalizarlo, la situación se volvía mucho más enredada de lo que parecía ser.
―Entonces, déjame entender esto bien... ―Seguidamente, Yoongi, dejó escapar un resoplido burlón mientras tomaba un sorbo de su bebida. Su tono estaba lleno de cinismo puro―. Tenemos a Jungkook, persiguiendo a un chico que, según dices, tiene una pareja estable. ¿Y nadie pensó en decírselo antes de que esto se convirtiera en el mayor desastre desde el Titanic?
Hoseok se encogió de hombros, adoptando un aire despreocupado.
―Bueno, no es tan fácil... ―replicó encogiéndose de hombros―. Digo, ¿cómo le dices a alguien que está nadando en un océano de ilusiones que ese barco ya zarpó y no hay boletos de regreso? Además, no es como si yo quisiera ser el malo de la película.
Yerin, finalmente recuperándose del impacto, cruzó los brazos sobre la mesa y fijó su mirada en Hobi.
―Pues alguien tiene que decírselo antes de que termine más quemado que una tostada. ¿Qué hacemos? ¿Le mandamos un mensaje anónimo? ¿Le escribimos un poema triste?
Hoseok dejó escapar un suspiro tan prolongado y teatral que por un momento pareció que todo el aire de la sala se había condensado en él. Se recostó en su silla, inclinando la cabeza hacia atrás mientras se llevaba una mano a la frente, en un gesto digno de una tragedia clásica.
―No sé, pero de algo estoy seguro... Si no hacemos algo pronto, Jungkook va a terminar cantando baladas de desamor bajo la lluvia, y sinceramente, no estoy listo para lidiar con eso.
El grupo apenas alcanzó a intercambiar miradas antes de que el sonido agudo de la campanilla de la puerta principal del local sonara. Instintivamente, todos giraron la cabeza hacia la entrada y la figura de Jungkook apareció en el umbral, cargado de un desánimo tan tangible que parecía adherirse a su silueta como una sombra.
Hombros encorvados, pasos lentos, y aunque intentó esbozar una sonrisa, el gesto fue tan tenue y desdibujado que no logró disipar el aura sombría que giraba alrededor de él. Sin decir una palabra, se dejó caer pesadamente en una de las sillas junto a la mesa, su cabeza cayendo con un leve golpe sobre la superficie plana, como si el esfuerzo de mantenerse erguido hubiera superado sus límites.
Dejó a los presentes completamente paralizados. Los cubiertos quedaron suspendidos a medio camino hacia sus labios, incluso varios trozos de comida cayeron de regreso a los platos.
Esto estaba mal. Muy mal.
―¿Qué demonios? ―preguntó Yoongi, siendo el primero en hablar, dejando su tenedor con un chasquido audible sobre el plato. Aunque su tono era típico de su personalidad indiferente.
―¿Kook? ―murmuró Hoseok, inclinándose hacia adelante con los codos sobre la mesa, observando al de cabellos púrpura con inquietud, como si ya hubiera anticipado este desenlace pero no supiera cómo manejarlo ahora que era una realidad.
Jungkook no respondió de inmediato. Permaneció con la cabeza apoyada en la mesa, respirando profundamente, como si estuviera reuniendo el valor necesario para articular siquiera una palabra. Finalmente, giró ligeramente el rostro, lo suficiente para que sus ojos vidriosos, llenos de cansancio, se encontraran con los de sus amigos.
―Él... ―comenzó, con su voz apenas siendo un hilo de susurros que apenas lograba cruzar el espacio entre ellos― él no me necesita...
Yerin, siempre impetuosa, bufó de incredulidad. Y Jungkook se contrajo visiblemente antes de que pudiera emitir sonido alguno.
―¿Qué quieres decir con eso de que 'ya no te necesita'? ¿Eso fue lo que te dijo?
―No exactamente... ―respondió el de cabellos púrpura con su voz quebrándose, tan frágil que parecía que podría desaparecer con el más leve soplo de viento. Hizo una pausa, su mirada perdida en algún punto indefinido del mantel― Algo le sucedió anoche y le dije que quería estar a su lado, que no me importaba lo que fuera, que podía con todo si él me lo permitía. Pero...―Su voz se apagó momentáneamente, sus ojos nublándose con lágrimas que luchaban por caer―. Me dijo que lo que ocurrió ayer fue algo que ambos no debimos permitir.
Incluso Hoseok, que generalmente era el primero en encontrar algo que decir, permaneció callado, su rostro tenso mientras procesaba toda esta situación.
―Dijo que yo merecía algo mejor. Pero, ¿qué se supone que significa eso? ¿Cómo puede decirme algo así después de... después de...?
―Después de besarte como si el mundo fuera a terminar ―terminó Yerin, completando aquella frase que él no pudo terminar de articular.
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