Capítulo 1
El mar se extendía como un vasto abismo negro, inmenso e indomable. Las corrientes, monstruosas y voraces, chocaban contra su cuerpo, lo arrastraban en todas direcciones como garras de un leviatán hambriento que buscaba sepultarlo en las profundidades, y en ese momento, el mundo se reducía a sus respiraciones pausadas, a un corazón que latía desbocado. La tormenta rugía con ferocidad, y la lluvia azotaba su piel en miles de agujas heladas, como si el mismo cielo estuviera enfurecido con él.
Las lágrimas se mezclaban con la sal del mar en su rostro, mientras sus ojos se posaban en una figura que, en medio de la nada, se hacía sorprendentemente familiar y que extendía sus brazos hacia él para envolverlo en un infinito abrazo que le llenó el corazón de calidez. Pronto esa sensación se esfumó tan rápido, que en su lugar solo quedó un eco, despidiéndose tristemente, mientras el océano lo sumergía en las profundidades de su propio tormento.
De repente, en un instante escuchó un pequeño susurro y sus párpados se alzaron con esfuerzo. Sin embargo, luces parpadeantes invadieron sus ojos tras una bocanada de aire desesperada que llenó sus pulmones, con un sabor salino que aún persistía en su boca.
A su alrededor, todo era un confuso caos, voces apresuradas y personas que corrían por doquier, hasta que sintió su cuerpo ser levantado y depositado lentamente sobre la arena. Con la mirada hacia el cielo nocturno, en el lenguaje de la noche la luz de las estrellas que surcaba el firmamento de su pesadilla, parecía guiñarle un último adiós antes de desaparecer en la negrura.
El tenue resplandor de la aurora apenas comenzaba a deslizarse con parsimonia entre las rendijas de las cortinas, insinuándose con timidez. Jungkook, sumido aún en las profundidades de un sueño que repercutía en su mente con insistencia, fue sacudido abruptamente por una secuencia rítmica de golpecitos desde el cristal de su ventana.
El sonido, inesperado, lo arrancó de su sopor.
Con un gesto torpe y lento, se llevó ambas manos al rostro, frotándose los párpados con un esmero que apenas lograba disipar el cansancio acumulado en su cuerpo. Con movimientos pausados, comenzó a desperezarse, extendiendo sus miembros adormilados para estirarse después de un pequeño bostezo, mientras la curva de una sonrisa se dibujaba tenuemente en sus labio.
Al levantarse, dirigió su atención hacia la ventana, donde los golpes persistentes no cesaron, hasta que abrió el cristal con un ademán, y allí un rubio, bañado por la luz incipiente del amanecer, exhibiendo una gran sonrisa, tan radiante que su sola presencia parecía emular la intensidad del sol emergente.
―Buenos días, dormilón ―espetó―. ¡Vas a llegar tarde a la guardia otra vez! ¿Por qué demonios siempre tengo que venir hasta tu ventana y gritar como un desquiciado para sacarte de la cama? ―dijo mientras daba media vuelta en un solo movimiento, alejándose para dirigirse hacia la puerta principal de la casa.
Con una celeridad mal coordinada y un tanto torpe, Jungkook se apresuró a abandonar su habitación, dejando tras de sí el aire viciado por el sueño. Al alcanzar finalmente la entrada, extendió su mano con un gesto hacia el picaporte de la puerta, girándolo con una brusquedad que provocó un chirrido seco de la bisagra, y antes de que Jungkook pudiera articular cualquier palabra o gesto, sintió el peso de Hobi caer sobre él en un abrazo casi asfixiante.
―Buenos días, Hobi ―respondió Jungkook con una sonrisa que pretendía ser despreocupada, aunque sus manos aún se movían hacia su frente, frotándola en un gesto automático de cansancio luego de que el rubio le soltó―. En serio, no tienes que hacer esto cada vez que vienes ―continuó, oscilando entre la gratitud mal disimulada, como si tratara de reafirmar su propia autonomía―. Ya soy un hombre independiente, ¿sabes?
Hoseok dejó escapar una risa estridente mientras cruzaba el umbral de la puerta con naturalidad.
―Lo sé, lo sé, pero ¿qué sería de ti sin tu despertador personal? ―ironizó, lanzando la frase al aire con ligereza, mientras se encaminaba hacia la cocina, con el objetivo de obtener su dosis matutina de cafeína.
Jungkook esbozó una sonrisa, esa clase de sonrisa que se dibuja casi por inercia. Era imposible no ceder ante la contagiosa capacidad de Hoseok para insuflar incluso la rutina más anodina. Mientras el otro comenzaba a trastear en la cocina, dispuesto a preparar el café, Jungkook, se dejó caer pesadamente en uno de los mullidos sofás del salón, quien volvió a extender los brazos, dejando que sus extremidades se estiraran hasta el límite, mientras sus músculos, aún adormecidos, cedían lentamente bajo la sensación de alivio que proporcionaba la suave superficie.
El sol comenzaba a elevarse, proyectando sus rayos sobre la estancia, cuyas cortinas, aunque aún parcialmente corridas, permitían el paso de la luz que, al filtrarse, trazaba patrones dorados sobre la alfombra y las paredes.
Pasados algunos minutos, Hoseok, reapareció desde la cocina, portando en sus manos dos tazas de café humeante. Se dejó caer en el sofá opuesto al del otro joven de melena púrpura, y, le tendió una de las tazas, con una sonrisa ligera curvándose en sus labios. Jungkook aceptó el ofrecimiento con una inclinación de cabeza, envolviendo la taza con ambas manos.
Mientras ambos sorbían el líquido oscuro, el café, con su textura espesa y su amargura, el de melena púrpura exhaló un suspiro profundo.
―Bueno ―habló finalmente Hoseok, mientras agitaba su café con la cucharilla en pequeños círculos que producían un suave tintineo―. La razón por la que te desperté tan temprano hoy es porque tengo excelentes noticias... Hemos recibido una solicitud para otro festival de verano y eventos turísticos en Pearl Cove. Durarán hasta finales de mes ―continuó, sin apartar la mirada del otro, cuya expresión ya denotaba interés―. Y, por supuesto, te propuse ante el comité como uno de los guías de excursión ―terminó su anuncio con una sonrisa que destilaba satisfacción.
Jungkook estuvo a punto de escupir el café que apenas había comenzado a sorber. Los mechones sueltos de su cabello caían desordenadamente sobre su rostro, mientras mantenía una ceja alzada y su mirada fija en los ojos de Hoseok, buscando en ellos algún resquicio de sensatez en la propuesta que acababa de escuchar.
―¿¡Otra vez!?― exclamó por la sorpresa―. Sabes perfectamente que tengo responsabilidades en la guardia costera, no puedo permitirme ausentarme ahora ―añadió, aunque en lo profundo era consciente de que sus objeciones, al final, no tenían mucho margen para la elección.
Hoseok, se inclinó levemente hacia adelante y, en un gesto que buscaba simultáneamente recalcar la importancia del asunto, le dio un golpe amistoso en el hombro. La presión leve de su mano era suficiente para transmitirle directamente la seriedad detrás de su aparente desenfado.
―Será solo temporal ―afirmó Hoseok―. Estamos a punto de quedarnos cortos de personal debido a las vacaciones de verano, y además estoy cubriendo a Sora como coordinador. No puedo encargarme personalmente de la guía de las excursiones ―explicó―. No hay nadie más que pueda hacerse cargo, y tú eres mi mejor opción ―concluyó, dejando claro que no se trataba solo de un favor personal.
Jungkook, con la taza entre sus dedos, se levantó, encaminándose hacia el lavabo para depositarla. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera dejarla en su lugar, Hoseok lo siguió con su rostro adornado por una expresión de súplica.
―No tenemos tiempo para entrenar a más pasantes, y pensé que serías la elección perfecta ―comenzó a explicar con rapidez―. Además, no necesitas permisos especiales de la guardia si saben que estás con nosotros. Todo está arreglado y te pagarán generosamente por el tiempo que inviertas, lo prometo ―añadió, subrayando las últimas palabras casi infantil, acompañándolas con un pequeño puchero, un gesto que, pese a su simplicidad, buscaba desarmar cualquier posible negativa.
Jungkook observó aquella expresión en el rostro de su amigo, un gesto que bien conocía y al que siempre le costaba oponer resistencia. Con un suspiro pesado, asintió ligeramente.
―De verdad te necesitamos ―insistió Hoseok, en un último intento de subrayar la importancia del pedido.
Jungkook, apoyándose contra el fregadero, desvió la mirada hacia la ventana. Sus ojos, sin embargo, estaban fijos en un punto indeterminado más allá del cristal, su mente vagando en otro lugar.
―Hyung... ―comenzó con su tono bajo―. sabes que no puedo evitar sentir que... ―hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que lo carcomía por dentro―...todavía hay desacuerdos no resueltos entre Jin y yo desde la última vez. No podría soportar que esa mirada fría, llena de odio, me observe de nuevo, ni siquiera por un segundo ―dijo, mientras sus dedos jugueteaban distraídamente con el borde del fregadero. Y finalmente, giró su cabeza apenas lo suficiente para mirar de reojo a Hoseok y, añadió con un matiz sarcástico―. Pero aceptaré, solo para salvarte el pellejo frente al comité.
Hoseok, estalló en un brinco, y, sin pensarlo dos veces, le dio una palmada en la espalda, transmitiendo con ese gesto toda la gratitud que las palabras no podían expresar.
―¡Lo sé! ¡Eres el mejor, Kook! ―exclamó Hoseok con efusividad―. No tienes idea de cuánto te agradezco por esto ―añadió con una amplia sonrisa que iluminaba todo su rostro, evidenciando su alivio―. Y en cuanto a Jin, veré si puedo gestionar rutas adicionales para evitar que te encuentres en una situación incómoda ―Hizo una pausa, suavizando su tono―. Pero, en algún momento, deberías considerar resolver lo que aún queda pendiente entre ustedes, hermano.
Con ese comentario, Hoseok se dirigió hacia la puerta, recogiendo su bolso rápidamente. Antes de irse, se giró una última vez hacia Jungkook, lanzándole una mirada más afectuosa de lo usual.
―¡Gracias por el café, nos vemos! ―dijo, enviándole un beso con las manos.
―¡Gracias a ti, por darme más trabajo del que ya tengo! ―respondió Jungkook con una sonrisa apenas disimulada e irónica. Su cabeza se movió negando ligeramente.
Hoseok soltó una carcajada mientras se alejaba. Sus movimientos, siempre animados, lo llevaron a exagerar quizá un poco.
―¡Sabes que te adoro! ―gritó, enviándole más besos al aire con ambas manos.
Jungkook, aún sonriendo por el espectáculo de su amigo, cerró la puerta detrás de él y con un suspiro profundo, se dispuso a prepararse para su turno en la guardia.
Con agilidad, Jungkook se enfundó en su uniforme casual, y, posteriormente, su atención se trasladó al equipo que descansaba a su lado. Lo inspeccionó, asegurándose de que cada articulo estuviera en su lugar, listo para cualquier eventualidad. Los cierres metálicos repercutieron suavemente al ser asegurados, y una vez satisfecho con su revisión, y con la concentración ya fijada en el día por delante, avanzó hacia la puerta.
Sin embargo, una sensación residual de renuencia seguía oprimiendo sus pensamientos, producto de aquel conflicto. La amarga discusión había dejado una huella profunda en lo que alguna vez fue una sólida amistad. Y aún pendía sobre él, como un peso insidioso que amenazaba con enturbiar su ánimo. A pesar de ello, Jungkook decidió, que aquello no lo distraería de sus obligaciones inmediatas. Al menos por el momento, dejaría enterrada esa tensión para enfocarse exclusivamente en su labor.
El aire fresco del exterior lo recibió, mientras se encaminaba por el sendero que lo conduciría hacia la costa, donde el mar, siempre lo aguardaba. Cada paso sobre el terreno irregular del pintoresco camino lo acercaba al mar, cuyas olas se alzaban con imponente majestuosidad, rompiendo contra las rocas en un interminable y hermoso ciclo.
La brisa marina acariciaba su rostro con suavidad, trayendo consigo ese inconfundible aroma a sal y algas que le recordaba, la razón por la que había elegido quedarse en Pearl Cove. Las vastas extensiones de agua, el bisbiseo rítmico de las olas, el horizonte... Todo eso alimentaba en él una especie de apacibilidad interna que pocas cosas podían otorgarle.
Y mientras caminaba hacia su puesto de guardacostas, esa sensación se iba afianzando, recordándole que, a pesar de los problemas, siempre encontraría en el mar un refugio donde el caos de su vida podía, al menos temporalmente, aquietarse.
Un joven de cabellos dorados se encontraba en su espaciosa habitación, rodeado por una suave opacidad matinal filtrada a través de las cortinas entreabiertas.
Con una meticulosidad casi obsesiva, Kim Taehyung doblaba su ropa, eligiendo las piezas que consideraba esenciales para su viaje. Camisetas cómodas, pantalones largos y cortos, trajes de baño y sus confiables zapatillas de deporte, que se acomodaban en la maleta con delicadeza, cada artículo seleccionado como si llevara consigo un pedazo de su identidad.
Finalmente, tras asegurarse de que todo estuviera en orden, cerró la maleta con un gesto satisfecho. Minutos después, se acercó con premura al espejo del tocador, cuyo cristal reflejaba su hermosa figura con claridad, se peinó, dedicando especial atención a la disposición de su cabello rubio, que debía caer con fluidez sobre su frente, revelando su rostro de manera impecable.
Una vez que consideró que su apariencia era acorde a como deseaba, el joven rubio abandonó la habitación, arrastrando consigo sus maletas y al llegar a una mesa auxiliar del living tomó su teléfono móvil.
Después de cerrar la puerta de la suite con un leve clic, se dirigió al vestíbulo lujoso del edificio. Al llegar al área de recepción, fue recibido por un empleado del hotel, cuya presencia de porte erguido y modales impecables, lo aguardaba con una sonrisa, pero no exenta de calidez. Con una fluidez, el hombre se apropió de las maletas de Taehyung, sin que ello comprometiera su atención al detalle.
―Buenos días, jovencito Kim. ¿Listo para partir? El transporte ya está preparado ―anunció con amabilidad.
―Buenos días, es usted muy amable, gracias ―respondió Taehyung, devolviendo la sonrisa con gratitud.
El trayecto hacia el aeropuerto transcurrió tranquilamente, mientras Taehyung, ensimismado, contemplaba el paisaje que se deslizaba velozmente a través de la ventanilla. En este intervalo, decidió aprovechar la oportunidad para revisar su teléfono móvil, respondiendo a varios mensajes que requerían su atención. Eventualmente, contestó una llamada proveniente de su mejor amigo.
―Hola, hola, ¿me escuchas, Taehyungie? ―susurró el joven pelirrojo con una voz ronca.
―¡¿Jimin?! No pensé que te levantarías tan temprano solo para escuchar mi voz mañanera. ¿Acaso me estás extrañando ya? ―bromeó Taehyung, jugueteando con la noción de que su amigo realmente pudiera sentir su ausencia.
Jimin, en el otro extremo de la línea, hizo una pausa deliberada antes de responder, adoptando un matiz meloso lleno de cierta nostalgia, sobre los horrores de la soledad que enfrentaría sin Taehyung cerca.
―Por supuesto que te extraño terriblemente ―comenzó a decir―. ¿Cómo voy a sobrevivir sin ti para alegrar mis mañanas con tu radiante presencia, Taehyungie? Estoy convencido de que me convertiré en un ermitaño aburrido, ¡tal vez empiece a hablar con las paredes! ―suspiró dramáticamente, como si su vida dependiera de la compañía de su amigo―. Pero, por favor, asegúrate de no olvidar traerme algo bonito. ¡Mis exigencias son de vida o muerte!
Taehyung, con un leve rodar de ojos, se acomodó el cabello.
―¿Qué ha estado ocurriendo en tu vida mientras tanto? ¿No tienes una sesión de fotos hoy o algo así?
―La misma rutina de siempre ―respondió Jimin, encogiéndose de hombros como si su vida fuera un guion de una sitcom―. Pero al menos tengo el placer de escuchar tu voz en la mañana; no hago esto por cualquiera, así que debes sentirte como un VIP ―dijo, riendo―. ¡Oh! Y me he enterado de que hay algunas competencias interesantes allí.
―Sí, las competencias están causando un gran revuelo por aquí, pero es una pena que no pueda quedarme para animar. Los planes se desincronizaron, y no coincidieron con el itinerario de Gof. ¡Realmente no pensé que me tocaría viajar solo! ―una sonrisa apagada se dibujó en el rostro de Taehyung mientras imaginaba su travesía solitaria, rodeado de extraños y sin nadie con quien compartir sus quejas.
Ambos continuaron intercambiando bromas y anécdotas ridículas, desvaneciendo aquella distancia física en medio de su hilarante conversación.
―Vaya, vaya, Taehyungie, realmente me hubiera encantado acompañarte. Pero ¡ánimo! Debes disfrutar de cada instante del viaje, y regresa pronto, sano y salvo, ¿de acuerdo? No hagas nada imprudente que pueda poner en riesgo tu dignidad ―exclamó Jimin.
Taehyung, aunque consciente de que Jimin no podía visualizar su asentimiento a través de la línea telefónica, respondió con firmeza.
―Sí, hyung, me aseguraré de regresar en perfecto estado, no te preocupes. Hablaremos pronto. Cuídate también ―declaró.
Finalmente, tras haber arribado al aeropuerto, Taehyung, siguió las indicaciones proporcionadas por las señales lumínicas que guiaban a los viajeros hacia el área de check-in. Al llegar a su destino, presentó su pasaporte y boleto de avión a la agente de la aerolínea, quien, tras una revisión rápida, le dedicó una sonrisa protocolaria acompañada de un cálido "¡Buen viaje!".
Las maletas, fueron entregadas a la agente y después del control de seguridad, Taehyung caminó por el pasillo del aeropuerto, donde las tiendas y los restaurantes ofrecían una tentadora variedad de opciones, optando por tomar un café para disfrutar durante la espera de su vuelo.
Al momento de abordar el avión, el rubio se unió a la fila de pasajeros que esperaban pacientemente y cuando finalmente llegó su turno, una azafata le dio la bienvenida con una sonrisa. Con un gesto gentil, le indicó el número de su asiento.
Al ingresar, Taehyung se acomodó en su asiento junto a la ventanilla, encontrando la posición ideal para observar el exterior. Desde allí, podía contemplar la estructura del ala del avión y el vasto cielo que se extendía más allá.
Una vez que todos los pasajeros se habían acomodado y las luces indicativas se apagaron, el avión comenzó a moverse lentamente por la pista. Taehyung, se aferró suavemente al reposabrazos, sus dedos crispándose momentáneamente ante el despegue. De repente, el motor rugió con fuerza, y el avión aceleró, despegando suavemente del suelo, dejando atrás el aeropuerto.
Después de aproximadamente diez horas de vuelo, el avión de Taehyung inició su descenso, tocando la pista del aeropuerto. Fuera de la ventanilla, el sol comenzaba a sumergirse, tiñendo el cielo de colores cálidos y anaranjados que oscilaban entre el dorado y el carmesí.
Desde su posición elevada, Taehyung podía discernir el paraíso de playas de arena blanca que se extendían a lo lejos. Las aguas cristalinas, que reflejaban el resplandor del sol poniente y la silueta de palmeras que se mecían suavemente al compás de la brisa marina.
La belleza natural y cultural de la región era innegable.
Tras atravesar el control de aduanas y recuperar su equipaje, se dirigió hacia las señales que lo guiaban a la terminal del aeropuerto. Y al salir de la misma, el rubio siguió las indicaciones que lo guiaban hacia la zona designada para el transporte. Allí, se encontró con una fila organizada de taxis y vehículos de alquiler, todos esperando pacientemente a los pasajeros recién llegados. Después de sopesar sus opciones, optó por un servicio de traslado privado.
Al llegar, el conductor del servicio lo saludó y ;e ofreció amablemente a cargar su equipaje, un gesto que Taehyung agradeció con una inclinación de cabeza, sintiéndose a gusto con el trato. Se acomodó en el asiento posterior del vehículo, sintiendo la suavidad del cuero contra su piel, mientras se preparaba para un hermoso recorrido por la región que lo llevaría hasta Pearl Cove.
La ruta era pintoresca, y en múltiples ocasiones, el camino ofrecía vistas panorámicas de la costa, donde el azul profundo del océano se encontraba con la arena dorada. Durante el trayecto, el conductor, comenzó a compartir información fascinante sobre la región, las playas más populares, aquellos lugares de interés que todo visitante debería explorar, y la rica cultura. Le sugirió actividades que podían enriquecer su estadía, tales como excursiones, exploraciones de cuevas marinas, la práctica de surf y la degustación de la deliciosa gastronomía local.
A medida que se acercaban a su destino, el conductor señalaba donde las siluetas de las icónicas formaciones rocosas costeras empezaban a asomar, recortándose contra el cielo. Finalmente, el conductor detuvo el automóvil frente a una casa de playa, enclavada en una villa idílica cerca de las costas de Pearl Cove. La residencia, pintada en delicados tonos de blanco y crema, elegante, realzada por los techos de madera de caoba que se elevaban sobre amplias terrazas.
―¡Hemos llegado! ―anunció el conductor, ayudando a Taehyung a sacar su equipaje del maletero del vehículo.
―Gracias por el viaje, y espero que tengas un buena tarde ―pronunció Taehyung, mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante para entregar una generosa propina al conductor.
―¡Muchas gracias a usted! ¡Le deseo una estancia inolvidable aquí en Pearl Cove! ―respondió. Tras despedirse, se alejó y se subió al coche nuevamente.
Luego, el rubio se volvió hacia la magnífica casa de playa, con su equipaje firmemente asido en una mano e ingresó a la casa. El interior era un remanso de paz lleno de amplias ventanas que ofrecían vistas panorámicas del océano, y así, comenzó su experiencia en este paraíso costero.
El día había llegado a su fin en las vastas y majestuosas costas de Pearl Cove.
Jungkook, exhausto, se encontraba en el proceso de medir su puesto, preparándose para concluir su jornada y retornar a su hogar.
La brisa nocturna, le acariciaba el rostro, brindándole un respiro después de la fatiga que acumuló del día. Mientras avanzaba por el apacible vecindario adyacente, notó cómo las calles se iluminaban por farolas tenues, cuyas luces emitían destellos dorados que danzaban sobre el pavimento. Y a medida que proseguía su camino, se encontraba rodeado por la animada atmósfera de los restaurantes locales, cuyos ambientes siempre estaban rebosantes de vida en esas horas de la tarde.
De repente, el aroma profundamente irresistible de la comida recién hecha emanó con fuerza de uno de los más cercanos. Aquella fragancia, tan compleja en su composición, activó de inmediato su estómago, que hasta ese momento había estado paciente, dejando escapar un rugido grave.
Al llegar finalmente a su casa, fue recibido por la suave luz titilante de una lámpara en el porche delantero, que pronto debía reemplazar por una nueva. Abrió la puerta con un suspiro y con movimientos rápidos, se quitó los zapatos en la entrada, alineándolos junto a otros pares que descansaban en perfecta simetría.
Optó por darse una ducha rápida y al entrar en el baño de su habitación, el sonido del agua tibia cayendo hizo que el vapor ascendiera lentamente, difuminando los contornos de los espejos y paredes, mientras Jungkook ajustaba la temperatura del agua a su gusto. Minutos después, una vez fuera de la ducha, se envolvió en una toalla de algodón grueso y sin perder tiempo, se dirigió a la cocina, donde el hambre que había sentido mientras paseaba por las calles cercanas a la playa ahora se había vuelto más urgente.
Movido por la necesidad, decidió preparar un tazón de fideos.
Mientras el agua en la olla alcanzaba el punto de ebullición, burbujeando, Jungkook comenzó a reunir los ingredientes necesarios para el plato. Colocó los fideos de trigo y a un lado, dispuso un conjunto de verduras frescas. Finalmente, preparó su salsa favorita, una mezcla equilibrada de gochujang picante, aceite de sésamo tostado y un toque de soja fermentada.
El vapor ascendió rápidamente de la olla, fusionándose con los aromas que comenzaban a emanar de los ingredientes que Jungkook fue integrando al agua hirviente. Los fideos cayeron en el caldo, y en cuestión de segundos, los fideos comenzaron a liberar su almidón, espesando el líquido de forma natural. Con sumo cuidado, Jungkook retiró los fideos y las verduras, colocándolos en un gran tazón. Y luego vertió sobre ellos la salsa, viendo cómo el líquido rojo profundo se deslizaba entre los ingredientes. Utilizando unos palillos largos de bambú, mezcló los mismo, asegurando que cada componente del plato estuviera uniformemente revuelto.
Finalmente, se sentó en la mesa de la cocina con el vapor ascendiendo en espirales perezosas, llevando consigo el aroma que hacía que su estómago, ya ansioso, rugiera una vez más. Con apetito, Jungkook tomó un generoso bocado, y el primer contacto del fideo con su lengua hizo que el mundo a su alrededor se desvaneciera borrosamente.
Sin embargo, justo en medio de ese momento, su teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa. Lo miró con curiosidad y, al ver el nombre que parpadeaba en la pantalla, una sonrisa inevitable se dibujó en su rostro.
―¡Kook! ―exclamó la voz siempre efervescente de Hoseok, que incluso a esas horas estaba llena de energía .
―Hola Hobi... ―respondió―. Si es para salir a tomar hoy, no cuenten conmigo ―añadió con un bostezo largo y perezoso.
Hoseok soltó una risa desde el otro lado, acostumbrado ya al de Jungkook cuando estaba al borde de caer rendido después de un día largo.
―Bueno, ya notifiqué al comité que aceptaste ―anunció con un tono ligero, como si estuviera hablando del clima―. ¡Y decidieron que oficialmente empiezas esta semana! ―terminó.
El bocado a medio masticar de fideos que Jungkook tenía en la boca, hasta entonces saboreado lentamente, se convirtió de repente en una masa densa. Se detuvo en seco y un escalofrío recorrió su espalda, su piel se erizó, y su corazón, que había estado latiendo con el ritmo relajado de quien ya está en modo reposo, comenzó a palpitar con velocidad.
―¿Me estás jodiendo? ¡¿En serio?! ―exclamó, su voz subiendo varios decibelios mientras se enderezaba automáticamente en la silla, el tazón de fideos ya olvidado frente a él.
―Bueno, me tengo que ir, ¡buenas noches, descansa! ―respondió Hoseok, cortando la conversación con la misma ligereza con la que la había iniciado, y antes de que Jungkook pudiera siquiera asimilarlo por completo, la llamada había terminado con un seco y definitivo clic.
Jungkook se quedó mirando el dispositivo apagado como si esperara que, en cualquier momento, una nueva llamada entrante deshiciera el caos que acababa de sembrarse en su mente. Sin embargo, no fue así.
«Ese punk está demente» masculló para sí entre dientes, mientras se frotaba la cara con ambas manos «Me las pagará...»
2 días después...
La aurora despuntaba, desplegando un manto de luz dorada que se esparcía por el horizonte, como si el sol, en un alarde de generosidad, hubiera decidido pintar el firmamento en una miríada de destellos resplandecientes. Las olas, impulsadas con la fuerza de la marea, emitían su rugido constante.
El sueño de Jungkook fue brutalmente interrumpido por el estridente ruido del despertador en su teléfono móvil. Abrió los ojos lentamente, y el sopor no desapareció de inmediato; en lugar de ello, su cuerpo parecía resistirse. No se sintió precisamente rebosante de energía cuando abrió los ojos.
Sus extremidades, aún pesadas, se movieron con lentitud mientras intentaba liberarse del abrazo de las sábanas y su mente nublada registraba un pulso sordo en sus sienes; el indicio precoz de un dolor de cabeza que amenazaba con convertirse en una molesta compañía durante el resto de la jornada.
Las horas previas, robadas por el insomnio, habían transcurrido mucho más allá de la medianoche, negándole el privilegio de un descanso digno. Sabía que el precio de esa velada prolongada se cobraría de esta forma. Aún así, levantándose con pesadez, se dirigió hacia la cocina.
Optó, como de costumbre, por una taza de café cargado, el cual sería su único aliado en ese momento. La cafetera emitió su característico gorgoteo, mientras tanto, decidió que un tazón de avena, generosamente acompañado de frutas frescas, sería la opción más sensata para equilibrar el día.
Después de ingerir su desayuno, Jungkook se encaminó con pesadez hacia el baño, consciente de que aún debía enfrentarse a su reflejo, el cual probablemente le devolvería la mirada con fatiga. Al encontrarse allí, su semblante le reveló aquellas ojeras tenues que marcaban sus párpados, parecían burlarse de su voluntad. Se pasó una mano por el rostro, mientras murmuraba para sí mismo con un tono casi recriminatorio «Despierta, Jeon Jungkook, despierta»
Procedió entonces a asearse, y después de limpiar su rostro y peinar su cabello con cuidado, se dirigió hacia su armario, donde deliberó sobre su elección de vestimenta para el día. Aunque sus músculos clamaban por algo holgado, su sentido práctico prevaleció. Y antes de abandonar la seguridad de su hogar, Jungkook realizó una inspección final de su equipo, un gesto que hacía sin falta pero con diligencia. Verificó primero su radio de comunicación, asegurándose de que todas las frecuencias estuvieran en perfecto estado y las baterías completamente cargadas. Tras eso, comprobó que su botella de agua estuviera llena y metió algunas barras energéticas en su mochila.
La brisa marina, agitaba suavemente las hojas de los árboles cercanos con delicadeza, trayendo consigo el aroma salino que se mezclaba con notas terrosas y todo parecía estar realmente tranquilo, hasta que, a lo largo de la playa, se estaba llevando a cabo un verdadero frenesí de actividad.
Carpas se alzaban en la arena, dando forma a pequeños oasis de sombra para los visitantes que buscaban un respiro entre sesiones de surf. Estas estructuras, hechas de telas resistentes a la intemperie y sujetas con estacas profundas. Puestos de comida diseminados estratégicamente en la playa, cual colonias emanaban fragancias que apelaban a sus sentidos con fuerza, debido al inconfundible perfume de los calamares rellenos de verduras y fideos de batata, la caballa a la parrilla, cuyas pieles doradas y crujientes atraían a los comensales con un solo vistazo. El aroma de las algas secas asadas y el miyeok guk que se cocía lentamente en grandes ollas, con el del haemul pajeon, un crepitar delicioso que sobresalía de la masa de panqueques llena de mariscos frescos, dorándose a la perfección.
En el extremo sur, una tarima de madera empezaba a tomar forma debido a las tablas crujían bajo el peso de los obreros que las ensamblaban. Esta plataforma, aún en construcción, estaba destinada a convertirse en el núcleo de todo el evento. Los técnicos de sonido, con sus cables enredados y consolas de mezcla, trabajaban afinando cada conexión, calibrando cada altavoz, buscando la perfecta sinergia entre la acústica.
Jungkook se aproximó a una de las carpas, donde el personal del comité organizador, los guías de excursión y el staff técnico, identificables por sus uniformes coloridos, estaban reunidos durante una breve pausa antes del inicio formal de la jornada.
Con la mirada, Jungkook recorrió el lugar, escaneando los rostros conocidos, hasta que sus ojos localizaron a Hoseok, quien se encontraba en una esquina de la carpa, charlando con varios compañeros con su habitual energía.
La conversación a su alrededor parecía fluir con facilidad, como siempre ocurría cuando Hoseok estaba presente. Con una sonrisa, Jungkook se abrió paso entre el personal, y tras un par de saludos breves, se acomodó en un asiento junto a Hoseok.
―¡Hyung! ―saludó, atrayendo la atención de su amigo, cuyo rostro se iluminó con una sonrisa tan brillante como los reflejos del sol sobre las olas.
―¡Jungkookie! ―exclamó Hobi, girándose para mirarlo de frente―. ¿Lograste dormir bien? ―preguntó, pero su mirada recorrió el rostro de Jungkook, capturando con detalle las sutiles señales de cansancio que él, claramente, intentaba disimular.
Jungkook, sin perder la compostura, simplemente asintió con un gesto leve, aunque el brillo malicioso en sus ojos traicionaba la verdadera respuesta que rondaba en su mente. Se sirvió un sándwich de uno de los platos dispuestos en la mesa, dejándose caer con soltura a su lado.
―Dormí como un bebé ―respondió con sarcasmo, acompañando sus palabras con una exagerada negación de la cabeza, como si deseara recalcar lo lejos que estaba la realidad de su afirmación.
La expresión de Hoseok, en respuesta, fue una obra maestra de indiferencia y tomó un largo sorbo de su bebida, cerrando los ojos mientras fingía no comprender en absoluto el sentido de las palabras de su amigo. Sus labios se curvaron apenas en una sonrisa burlona.
―Ah, por cierto ―dijo Hoseok, de repente, como si recordara algo de importancia―. Aquí tienes tu uniforme ―le entregó una bolsa que contenía el conjunto de ropa designado para el tour.
Jungkook tomó la bolsa, echando un rápido vistazo a su contenido antes de levantar la vista nuevamente. Hoseok señaló hacia un conjunto de camerinos improvisados, ubicados al otro lado de la explanada, con un movimiento indolente de la mano.
―Puedes ir a cambiarte allá.
Jungkook por su parte, asintió brevemente y se puso de pie. Mientras se alejaba, pudo sentir los ojos de Hoseok siguiéndolo, probablemente preparando algún comentario sarcástico para después. Con una exhalación profunda, se dirigió a los camerinos, mentalizándose para la larga jornada que tenía por delante, sabiendo que, a pesar de todo, ese sería otro día memorable.
Una vez listo, se tomó un instante frente al espejo, observando su reflejo, tratando de convencer a su mente de lo que su cuerpo ya había asumido. Respiró hondo, cuadró los hombros y, finalmente, salió de los camerinos. Sin embargo, cualquier rastro de entusiasmo que lo hubiese acompañado se evaporó tan pronto como regresó a la carpa, por la llegada inesperada de Jin.
Incapaz de controlar el impulso, Jungkook lanzó una mirada hacia Hoseok con reproche, como si esperara algún tipo de apoyo y este, aunque consciente del malestar, mantuvo una postura relajada, decidiendo actuar de inmediato, conforme Jin continuaba acercándose a él. Con una sonrisa, se levantó de su asiento, posicionándose estratégicamente en la trayectoria del castaño y extendió su mano de manera firme.
―¡Jin! Qué sorpresa verte por aquí ―exclamó Hoseok ―. Pensé que tus vacaciones se extendían hasta la próxima semana.
Jin, por su parte, aceptó el saludo de manera cortés.
―Recibí una llamada de Sora ayer ―comentó Jin, esbozando una sonrisa que apenas lograba mitigar el trasfondo subyacente de su tono―. Al parecer necesitaban personal adicional, ¿no? ―Agregó, con una nota de ironía, mientras dirigía finalmente su mirada hacia donde Jungkook estaba sentado. El más joven, quedó inmóvil, sus ojos evadiendo los de Jin deliberadamente, fijándose en cualquier otro punto, algún detalle irrelevante, con tal de evitar ese incómodo contacto visual.
―Parece que han ocurrido bastantes cosas en mi ausencia ―añadió Jin, cuando sus ojos se clavaron en Jungkook por un segundo más largo de lo necesario, lo suficiente como para quedarse en silencio.
Jungkook se mantuvo en su lugar, tratando de disimular la incomodidad. Sabía que ese encuentro no era fortuito, y que bajo la superficie de las frases educadas y los saludos formales se escondían esas cuestiones no resueltas que eventualmente saldrían nuevamente a confrontarle. Por ahora, sin embargo, todo lo que podía hacer era fingir indiferencia.
Después de concluir la conversación con Hoseok, el castaño se alejó de la mesa donde ambos se encontraban y se acomodó en el extremo opuesto, cruzando los brazos con un gesto de irritación. Su postura, rígida, hablaba más que cualquier palabra, nadando en un aire de descontento que apenas lograba disfrazar.
Por otro lado, Hoseok, con su habitual energía, abandonó la carpa que había funcionado como epicentro de la reunión y dirigió su atención a todos los presentes; guías y personal de apoyo, elevando su tono de voz.
―¡Bueno, chicos! Todo está listo y en orden. Los itinerarios ya han sido distribuidos ―anunció, mientras la multitud asentía en respuesta.
Las mochilas, los mapas, las linternas y otros equipos de seguridad se repartieron y, los guías, se aseguraban de que cada elemento necesario estuviera en su lugar para proporcionar a los turistas una experiencia memorable y sin contratiempos. Jungkook, por su parte, se unió al equipo encargado del transporte asignado a su ruta, tomando asiento en el lugar.
Al llegar a la central del edificio de turismo de Pearl Cove, con su uniforme perfectamente ajustado, Jungkook se preparó y, con una sonrisa cálida, empezó a integrarse en la experiencia. Siguiendo el itinerario meticulosamente planificado que le otorgaron, el grupo se embarcó en una travesía por la región costera, caminando por senderos pintorescos de la flora local.
Mientras avanzaban en el sendero turístico, Jungkook narraba la historia de Pearl Cove, compartiendo relatos sobre los primeros habitantes que habían cimentado la identidad de este paraíso costero. Y a medida que avanzaban, el joven, con su cabello púrpura ondeando suavemente al compás de la brisa marina, señalaba con emoción los lugares de interés; impresionantes miradores que se asomaban al vasto océano, donde el horizonte se fusionaba con el cielo en un espectáculo de colores, y monumentalmente históricos.
La caminata llevó al grupo hacia un rompeolas, un emblema icónico en las proximidades de la playa principal, donde las olas, impulsadas por la fuerza de la marea, se estrellaban con furia contra las rocas. Jungkook señaló hacia el horizonte, comunicando que el rompeolas también funcionaría como punto de encuentro con otro grupo de turistas que seguía una ruta paralela.
Sin embargo, su mirada delataba una preocupación ante el inminente ascenso de la marea. Y con un sentido de responsabilidad, se aseguró de que todos se mantuvieran a una distancia prudente de la zona potencialmente peligrosa. Con su voz guiaba al grupo hacia un lugar seguro desde donde pudieran apreciar la majestuosidad de las olas sin exponerse a un riesgo innecesario.
Al final del camino, el otro grupo de turistas se encontraba, tratando de cruzar con cautela para regresar y reunirse con su grupo. Sin embargo, a medida que la marea continuaba aumentando, se hacía evidente que tendrían que proceder con sumo cuidado.
En el extremo del rompeolas, un joven de cabellos rubios se encontraba sumido en su tarea de capturar la sublime belleza del mar embravecido a través de su cámara, completamente absorto en la búsqueda de la toma perfecta. Sus compañeros de grupo, mantenían una actitud desenfadada, intercambiando bromas entre risas, tratando de aparentar una valentía que a veces podía resultar imprudente. No obstante, en su ligereza, no consideraron la proximidad de las personas que caminaban con precaución cerca de las orillas y sus bromas se tornaron bruscas cuando, al empujarse, perdieron el equilibrio.
Tres de ellos se precipitaron hacia el rubio y hacia otros que caminaban a su lado. En el desenlace, el grupo chocó con fuerza, provocando que incluso la cámara del joven rubio volara de sus manos, el lente girando en el aire antes de aterrizar con un impacto sordo sobre la superficie rocosa.
Jungkook, al ver la escena, se precipitó hacia ellos, dispuesto a intervenir y evitar que la situación escalara aún más. Comenzó a organizar a los turistas, instándolos a que se mantuvieran alejados de los bordes resbaladizos y a que fueran cautelosos mientras cruzaban.
El caos se desató en cuestión de segundos cuando una ola repentina se estrelló con furia contra las rocas. La fuerza del agua arrastró a varias personas hacia el mar, y, en un instante, solo hubo pánico. Sin dudar ni un segundo, Jungkook, se despojó de su camiseta, dejando al descubierto su torso bien definido y en uno de los puntos más seguros, se lanzó al agua dirigiéndose a las víctimas que habían sido arrastradas por la ola. Cada brazada impulsada por la urgente necesidad de rescatar a aquellos que luchaban por mantenerse a flote.
Mientras avanzaba, otros guardacostas, que se encontraban en las cercanías, se percataron de la emergencia y se unieron rápidamente a la operación de rescate. Jungkook y los demás guardacostas, se comprometieron a movilizarse y usar todos sus recursos, mientras los desafortunados aún luchaban desesperadamente por su supervivencia, aferrándose a cualquier objeto que podían encontrar en su entorno, mientras el agua salada los empujaba y les robaba la fuerza.
Recordó vívidamente la mañana en la que se disponía a enfrentarse a las eventualidades del día. La cama, desordenada, y el sonido apacible de los pajarillos que revoloteaban cerca del ventanal.
En su mente, se proyectó otra imagen de sí mismo aguardando la llegada de una colorida buseta y a su alrededor, otros viajeros. El vehículo se adentró en sinuosos caminos montañosos, serpenteando entre colinas verdes y exhuberante flora, con el sol proyectando sombras intermitentes a medida que atravesaban los campos abiertos. Y cuando se acercaron a la costa, la brisa salina se mezcló con el aire fresco de la montaña. La temperatura cambiando de manera sutil y la visión de playas extensas junto con el sonido melódico de las olas rompiendo en la orilla.
Sin embargo, esta escena idílica comenzó a distorsionarse suavemente y este sonido suave, adquirió una tonalidad caótica. Burbujas flotando y una sensación de ahogo, transformando el gradual sueño en uno mas oscuro que reflejaba el escenario paradisíaco en la playa cuando la tragedia se desató.
Sintió su cuerpo ser levantando hacia la superficie, y con cada compresión rítmica en su pecho, la línea entre la vida y la muerte parecía desdibujarse.
Abrió los ojos con esfuerzo, encontrándose de repente con unos labios suaves deslizándose bruscamente sobre los suyos en un intento desesperado de revivirlo. Era un contacto electrizante que lo sacudió de su estado de semiconsciencia y lo empujó de nuevo a la realidad.
Al mismo tiempo, algunos mechones húmedos de cabello púrpura se balanceaban sobre su rostro, capturando la tenue luz del sol a través de las nubes dispersas. En un sobresalto convulsivo, sintió el líquido marino emerger con violencia de su garganta, buscando ser liberado.
Y el chico de melena púrpura que lo miraba con profunda preocupación, pudo sentir alivio. Sin embargo, a medida que la neblina de la inconsciencia se disipaba, el dolor se hacía presente en su cuerpo, la cortada en su frente emitía un punzante dolor, los raspones en sus brazos y piernas comenzaban a hacerse notar, marcando los vestigios físicos de la lucha en el tumultuoso mar.
El joven de melena púrpura, quien había sido parte activa en la maniobra de reanimación, rápidamente notó el cambio en la expresión del rescatado. Y con delicadeza, evaluó las heridas, asegurándose de que su recuperación no se viera empañada por el dolor persistente.
Finalmente, alzándolo sobre sus brazos con delicadeza, lo llevó junto al equipo médico que se encontraba no muy lejos del rompeolas. Y mientras se dirigía rápidamente lejos de la brava marea, el joven decidió intentar entablar una conversación para mantener al chico rubio consciente.
―¿Cuál es tu nombre? ―preguntó.
―Kim T...taehyung ―susurró el rubio, con una dificultad evidente para articular palabras, debido al dolor en su garganta provocado por el agua de mar que había ingerido.
―Bonito nombre...―respondió, esbozando una sonrisa ―El mío es Jungkook, Jeon Jungkook.
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