❀; Twenty One.

El ambiente nunca perdió ese aura calma y suave que se formaba apenas sus almas se juntaban, era propio de sus encuentros.

Buscando entender a Seungmin desde todo punto de vista, Hyunjin tomó lugar a su lado, se pegó al cuerpo del contrario y atrajo sus piernas al pecho. Miró a su lado y se encontró con unos pequeños ojos algo rojos producto del llanto repletos de dudas, y a pesar de repetirse miles de veces que no debía ser impulsivo, no pudo detenerse cuando su mano aterrizó con ternura sobre la mejilla del artista. Acarició con sutilidad la tersa piel de su aprendiz y le sonrió en medio de su demostración de cariño. Fue genial notar que a Seungmin parecían no importarle que se tomara dichas atribuciones.

El dueño de casa deseaba hacerle saber a través de la dedicación con la que se movía y accionaba que su presencia tan inesperada no era algo que le molestara. Quería que se sintiera a gusto y con confianza, y que supiera que él no estaba en ese lugar para criticarlo, sino para comprenderlo y ofrecerle un hombro en el cual apoyarse, por lo menos, hasta que el sol saliera.

Ahí, en ese frío e insulso piso de baño, permanecieron en silencio, como si el brillo de los azulejos que se hallaban pegados a la pared guardaran uno de los secretos de la humanidad.

Con paciencia, el dueño de casa se mantuvo al margen, esperando que el chico fuese el primero en dar paso a la conversación. La clave para generar valor era nada más que la paciencia.

El gran suspiro del más bajo inició la seguidilla de palabras del pequeño Kim, mismas que formarían frases y así, se daría a conocer un poco más allá, aunque todo lo que tuviera para decir fuesen puras experiencias tristes o fallidas.

—Te explicaré... todo... no lo sé, todo es mucho, pero lo intentaré —anunció la susurrante voz de aquel joven y Hyunjin asintió en la pausa. —Como ya sabes, me fui de casa, pero cuando vivía ahí, me tocaba ir una vez por semana a la psicóloga, y pues, no todo el mundo puede hablar bien de la persona que los ayuda psicológicamente, pero yo sí; Hyo, ella no es cualquier persona, es mi mejor amiga junto a Felix, tengo confianza plena en ella, le tengo un cariño enorme y la aprecio muchísimo, ya que me demostró que puedo contarle todo y jamás lo compartirá con alguien más, ni siquiera a mis padres —miró a la nada, melancólico, con una sonrisa triste en su demacrado rostro. —El problema es que no la veo hace dos semanas. Aparte de ser mi amiga, es una profesional que me ayudó en demasía a superar algo que viví hace tiempo y que me marcó para toda la vida. Y con esto de que Daesook volvió a revivir todo lo que me ha hecho, y estoy en una casa desconocida, solo, ni siquiera tengo a Felix, me da vergüenza, pero no puedo dormir solo, no ahora con todo lo que me está atormentando, porque las pesadillas vuelven y me siento tan estúpidamente vulnerable, un completo imbécil. Lo peor es que se suma el hecho de que estoy ocasionándote problemas también a ti y me odio más por eso —tomó aire para darle final a tan triste relato. —A veces pienso que si desaparezco todos estarían mejor.

Después de escuchar a ese pequeño en el cuerpo de un grande, y mucho más teniendo en cuenta la última frase, algo se movió dentro de Hyunjin. Su corazón palpitaba con fuerza y su garganta de repente se había secado.

—¿Alguna vez te dije que odio que supongan por mí? —le preguntó sin mirarlo y éste solo negó, ambos mantenían la misma posición; la vista fija en el revoltijo que sus manos formaban. A pesar de no tener contacto visual, Hwang estaba seguro que Seungmin desconocía ese aspecto de él. —Ahora lo sabes; siempre pienso por mí mismo y nunca me dejo llevar ni influenciar por dichos ajenos. Si hay algo que quiero soltar de mi boca o una simple opinión que necesito exponer, la voy a decir, le guste o no a quien sea, porque mi carácter es así y no permito que nadie decida por mí. ¿Crees que si no quisiera estarías aquí? Seungmin, no me ocasionas problemas, de hecho, para ser honesto contigo y conmigo, creo que tu compañía es lo único que nunca podría aburrirme o cansarme, pero sí me molesta que vivas insultándote o guardándote las cosas. No quiero herirte, pero debes aprender a ser independiente, de Felix, de tus padres, de todos. No es sano, ¿lo entiendes verdad?

Seungmin se limitaba a asentir en silencio, pero ya no lloraba, en algún momento se cansó de ser tan patético, o bien su organismo se detuvo por sí solo cuando estuvo cerca de la deshidratación. Tampoco mostraba expresión alguna, era como si ya no sintiera nada, como si su máquina de sentimientos hubiera sufrido una sobrecarga de sensaciones, tanto así que se averió.

Para Hyunjin era imposible descifrar todo lo que Seungmin guardaba en su interior. Se ocultaba tan bien debajo de ese carácter fuerte, de sus arranques caprichosos y de sus sueños imposibles de adolescente que nadie creería que detrás de túmulo de máscaras se hallaba un niño débil con incontables inseguridades y problemas.

Se sentía un afortunado, alguien especial. Si Seungmin le contó todo eso es porque confiaba en él, porque pensaba que no le haría daño si conocía sus debilidades, sus tristezas, sus malestares. Y por eso, para no presionarlo, se mordía la lengua cada vez que tomaba las agallas para preguntarle algo. El ambiente era tan delicado que hasta un «¿estás bien?» sonaba mal.

—Ven, ponte de pie —se levantó y acto seguido tomó las manos del más bajo para que repitiera la acción. —Lávate la cara y ven a la cocina, te prepararé un té.

Abandonó el baño para que el artista tuviera un poco más de privacidad e invadió la cocina con la esperanza de hacer le mejor té de su vida. En menos de cinco minutos el chico ya estaba de vuelta con la cara lavada y el pelo bien peinado. Tuvo que esperar un minuto más en le silencio absoluto hasta que su té estuvo listo.

Aló sus comisuras cuando un riquísimo olor a vainilla invadió sus fosas nasales. Cual gato curioso, buscó con la mirada el origen del aroma y no tardó mucho en encontrarlo: encima de la nevera se ubicaba un aromatizador, de esos que contienen el líquido en un pequeño recipiente y que poseen una pequeña abertura circular donde se les coloca palillos de madera para que el aroma se expanda.

Y vaya que hacía efecto.

—Espero que te guste este té de manzanilla, es el único que tengo ya que los demás no me gustan —comentó Hyunjin, intentado hacer un poco más amigable el desolado ambiente.

—Es mi favorito —confesó con un leve brillo en sus tristes ojos.

El ritmo era lento, pero Seungmin comenzaba a sentirse mejor y menos despreciable a cada minuto que pasaba ahí sentado, callado, con la mirada de Hyunjin sobre él. A pesae de que no lo ponía nervioso, lo avergonzaba un poco poseer su atención por completo. Para su suerte, la aromática infusión desapareció de su taza al cabo de dos o tres sorbos. Agradeció con la mejor mueca que pudo, la cual se suponía que debía simular una sonrisa.

Hyunjin levantó la taza y le dio la espalda mientras lavaba lo que habían usado, y él, casi como si flotara, sin emitir ruido alguno, se encaminó a la habitación que se le fue otorgada, mas no fueron muchos los pasos que dio pues una mano lo tomó de la muñeca impidiéndole que avanzara.

—¿A dónde vas?

—A la habitación que me diste... —la confusión en el rostro de Seungmin era graciosa para el más alto, pero se dijo que se reiría de su inocencia cuando este no lo viese.

—Dijiste que no puedes dormir solo.

—Sí, ¿y qué?

Hyunjin negó con la cabeza.

—Ven a dormir conmigo.

—No —negó Seugmin con decisión, y luego se corrigió: —No es necesario.

Incluso si Seungmin se resistiera, Hyunjin lo llevaría a dormir con él. Ya no solo era una cuestión de tranquilidad y bienestar par Kim, sino para él también.

—Seungmin, ven conmigo.

—De verdad, Hyunjin. No quiero incomodarte.

No recordaba ninguna otra ocasión en la que Seungmin haya pronunciado su nombre en voz alta. Le parecía hermoso.

—Repítelo —ordenó.

—¿Qué cosa? ¿Que no quiero incomodarte?

—Mi nombre. Repítelo. Dilo en voz alta.

—¿Hyunjin? ¿Hwang Hyunjin?

—No lo digas con duda, sino como una afirmación. Grítalo, Seungmin.

Seungmin no entendía nada. ¿Por qué debería gritar su nombre? ¿Por qué Hyunjin le pedía algo como eso? Accedió a hacerlo de todos modos, creía que, a pesar de ser un petitorio un tanto extraño, no le hacía daño a nadie.

—¡Hyunjin! ¡Hyunjin! ¡Hwang Hyunjin!

Eran las cinco de la mañana y él estaba gritando a todo pulmón el nombre de su futuro jefe en un edificio para ancianos. Genial.

—¡Eso es!

Sin contenerse, Hyunjin tomó levantó del suelo a Seungmin en un abrazó y lo giró en el aire, y luego solo lo bajó como si nada hubiera pasado.

Sin embargo, pasó, mucho, y para ambos.

—Ahora hablando enserio, ¿quieres venir conmigo? ¿mmh? Si no quieres está bien —indaga mirándolo a los ojos.

—¿No te molesta?

—Claro que no. Ya te dije que tú nunca me molestas.

Seungmin ignoró el hecho de que sus mejillas comenzaban a calentarse.

—Está bien, dormiré contigo.

En un estado de felicidad absoluta, Hyunjin tomó la mano de Seungmin y lo guió hasta su habitación. El más alto se adentró sin problemas, pero para el pintor, el entrar rompía una regla que él no deseaba romper.

—No tengo un cuarto de tortura, Seungmin. Ven, entra sin miedo —alentó desde el interior.

—Ya sé que no, tonto —se defendió. —Pero hace un rato dijiste que nadie podía entrar a tu habitación.

—Nadie que yo no quiera y te seguro que en verdad quiero que entres.

No necesitó nada más para dar el dichoso paso a tan espacioso y oscuro lugar. No fue capaz de observar mucho acerca del contenido del cuarto a causa de la falta de luz. Todavía temeroso, se metió en la cama despacio y sin hacer mucho ruido.

Ambos dormirían con la ropa de que ocuparon para la fiesta. Para ninguno de los dos parecía ser un problema dormir con jeans ajustados y camisetas transpiradas.

Hyunjin, por su lado, se preguntaba dónde había quedado aquel chico de carácter fuerte que tanto lo había impresionado. Lo observó hasta que este se cubrió con la sábana hasta la cabeza, y fue ahí donde el turno de él llegaba. Era la primera vez que alguien que no sea su hermana dormía en su cama, por lo que sería raro, pero siendo Seungmin de quien se trataba, no tendría problema realmente, o así se plantearía a su mente y su cuerpo de ahora en más.

—¿Necesitas que te abrace? —interrogó bajito cuando ya estuvo bien cubierto por las frazadas.

La tímida afirmación de cabeza de Seungmin le dio la señal clara para rodearlo entre sus brazos. Era una ventaja que Seungmin tuviera la vista nula, pues de no hacerlo Hwang tendría que explicar de dónde rayos nacía esa gran sonrisa.

—En estos días arreglaré lo de tu psicóloga —anunció antes de dormir y apenas notó la respiración de Seungmin para oponerse, aclaró. —Y si dices algo, duermes en la vereda.

Y lo apretó más contra su cuerpo, simulando que su amenaza era broma, porque estaba seguro que de no quería dejar esa posición jamás.

—Buenas noches, Hyunjin.

—Buenas noches, SeungSeung.

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