O7
En el camino a casa Seungmin se permitió reflexionar sobre la situación. ¿Qué había pasado exactamente en esa oficina?
Si lo tuviera que resumir en una breve y divertida historia diría que Hyunjin le había propuesto un curso de arte de un mes gratis. Un curso del cual dudaba y del cual desconocía el temario, pero un curso, gratis. Si lograba cumplir sus expectativas, conseguiría el título que certifica su profesionalidad. Recordó que el hijo del director del museo también le aseguró, en un acto caritativo, compasivo, respetuoso y hasta penoso, guardarle su tan deseado puesto de trabajo, eso lo llevaba a sentir sentimientos contradictorios, a preguntarse qué tan real era el Hyunjin vil y burlón que no perdía oportunidad de recordarle sus desgracias contra el Hyunjin que tiene toda la intención de tenderle la mano para sacarlo de ese pantano en el que se hallaba atascado. Y podría ser algo meramente laboral o porque es amigo de Felix y Changbin, claro que sí, pero sabe que nadie en el ámbito profesional se toma ese tipo de molestias.
Quizá solo confiaba en que Seungmin podía hacerlo bien y si este alcanzaba el éxito, terminaría siendo beneficiado de todos modos.
Negocios son negocios.
Una cuestión que tampoco podía dejar de lado era el bellísimo mural con el que se topó en la pared del fondo de esa acogedora oficina. Cuando él escuchaba al mayor hablar del arte o siquiera algo lejano que se le relacione, sin cuándo ni dónde estuviesen, este no encontraba más que comentarios negativos y adjetivos despectivos con los cuales referirse a él. Es más, Hyunjin se lo había dicho explícitamente: odia al arte y a los artistas, eso quiere decir que, debido a su profesión, él también debutó hace poco en su lista de personas no gratas, por eso o por ser él, es cierto que Hyunjin lo odió desde el primer momento en el que lo vio por ser un «niño mimado» como lo definió, ahora, el hecho de haber descubierto que la pequeña molestia es un intento de artista era la excusa perfecta para justificarse.
El disgusto, por suerte, era mutuo. Tan así era el desagrado cuando se trataba del hijo de director del museo que no sintió curiosidad ni una sola vez acerca de las razones que podría haber llevado a Hyunjin a tener tal percepción. No lo conocía y no le interesaba conocerlo así como tampoco era fan de meterse en los problemas de los demás. Seungmin era un hombre de pensamientos simples aunque su vida no.
Seungmin amaba el arte. Hyunjin lo odiaba. Y es el arte lo que los llevo a jurarse lealtad mientras ese trato endemoniado persistiera. ¿No era eso curioso?
En fin, lo importante era que había amado aquel mural y para ello le sobraban las preguntas. Esperaba que Hyunjin estuviese dispuesto a recibirlas.
Pronto, el colectivo llegó a la calle que lo dejaba a dos cuadras de lo de Felix y tuvo que bajar. No le había dado el tiempo para darle las vueltas suficientes a todo lo que le había sucedido esa mañana, agradeció al chofer por manejar con velocidad pues así era mejor, no debía pensar tanto las cosas, solo aceptar las buenas y luchar porque las malas cambien.
Con mucha pereza por parte de sus pies y de todo su cuerpo en realidad, bajó del transporte, siempre precavido de su alrededor y de él mismo: todavía no había perdido esa sensación de inseguridad cada vez que se trasladaba a pie por esos lugares. Esta vez, sin embargo, no se sintió tan feo como en otras oportunidades, y es que pensar que en tan solo un mes podría ser un profesional le pintaba el mundo de muchas tonalidades, por fin la paleta de colores que predominaba en su vida dejaría de monocromática.
Y hablando de colores, su teléfono comenzó a sonar debido a la llamada entrante de Felix.
―Lix, ¿sucedió algo? ―se preocupó un poco, se supon''ia que hoy estaría trabajando hasta la tarde.
―No, no, todo está bien ―lo tranquilizó. ―¿Dónde estás?
―Estoy a una cuadra de casa, casi llegando.
Se escuchó una risilla por detrás de Felix a través del teléfono.
―Estoy con Changbin, me dejaron salir un rato y pensamos en ir a almorzar contigo dentro de una hora más o menos, ¿está bien?
El pequeño no pudo evitar sonreír ante la noticia.
―¡Claro que sí! Los esperaré con algo delicioso ―prometió.
―¡Algo con queso, Min! ―barbulló Changbin por detrás.
―Tenlo por hecho ―accedió Seungmin.
Felix volvió a reír.
―Entonces nos vemos en un rato, Seungminie.
―Los espero, Lix.
Se despidieron y eso fue todo.
Seungmin se permitió sonreír con autenticidad en el trecho restante que le quedaba de camino, no quería ocultar la felicidad que lo había inundado después de esa llamada.
Para cuando se quiso dar cuenta, ya estaba frente a la puerta de la casa, como le comunicó al pecoso. Era casi el mediodía y las tripas le vibraban del hambre. Como le gustaba hacer, se imaginó un plato de una gran variedad de verduras asadas, condimentadas con muchas especias y le fue imposible que la boca no se le hiciera agua. Esta sería una buena oportunidad para familiarizarse con la cocina y con todos los estantes y electrodomésticos de Felix, quizá así también entraría en los detalles del pecoso.
Es cierto que no era el mejor chef ni que tenía gustos muy comunes ni muy exóticos, pero de todos modos la gastronomía se le daba lo suficientemente bien como para deleitar a los comensales. Cocinar también era parte de lado artístico, aunque fuese la pintura lo que predominara.
Fue entonces que abandonó su abrigo en la entrada y se encaminó a la cocina con entusiasmo.
Curioseando, encontró el pequeño parlante de Felix con el que se acompañaba los domingos cuando usaba ese tiempo para limpiar y ordenar todo el desastre en la semana. Al ritmo de su banda favorita, se encargó de husmear en la heladera y la alacena, necesitaba saber con qué ingredientes contaba para decidir qué preparar.
No se esperó que hubiera tanta variedad de verduras, pero viendo lo frescas que estaban, era obvio que Felix las había comprado hacía no más de un día. Ni hablar de la heladera que estaba llena de comida deliciosa. Por supuesto que esos eran detalles que su amigo no dejaría pasar: si Seungmin se alimentaba a base de verduras, semillas, huevos, leche y quesos, entonces era primordial que su cocina estuviese equipada para él.
Agarró tres verduras al azar para saltearlas y otras hojas verdes para picar. Peló las verduras y las lanzó a una olla con un poquito de aceite, dejó que se hagan solas. Picó las hojas verdes y colocó en una fuente grande. Cuando estuvieron cocidas, en la misma fuente colocó las verduras salteadas. Le ralló queso, colocó semillas de sésamo y calabaza y condimentó con las pocas especias que encontró. Aparte hirvió arroz blanco para acompañar. Y eso fue todo, ese sería su almuerzo, tan rico como nutritivo.
Minutos antes de que la comida esté casi terminada, mientras acomodaba los platos en la mesa, no solo cruzaron el umbral de la puerta la pareja feliz, sino que ambos vinieron acompañados de Minho.
«¿Esta gente no tiene casa?» se preguntó y luego rio de sí mismo, él tampoco la tenía.
En fin, odiaba las visitas ya de por sí, pero las imprevistas sin dudas eran mil veces peor.
—¡Que olor más exquisito! —gritó Felix desde la sala.
―Seungminie debe haber estrenado la cocina ―le respondió Changbin.
Con ganas de sorprender a su mejor amigo y su novio, el castaño aceleró el ritmo que llevaba para poder servir a todos en la mesa, incluido Minho.
—Ya está lista la comida —canturreó el cocinero.
No esperó más, se apresuró y en pocos segundos tuvo todo preparado. La ensalada sobre la mesa y al costado la olla con mucho arroz blanco.
A los pocos segundos, los tres comensales ingresaron a la cocina
—Espero que te guste —sonrió, hablando directamente a Felix, ignorando al resto.
Seungmin era otra persona siempre que se tratara del pecoso. Su tono dulce para referirse a él lo delataba.
No debiste haberte molestado, Seungminie —dijo Felix, proporcionándole un suave apriete en el abrazo.
El mencionado solo se encogió de hombros manteniendo su sonrisa.
—¿Qué es? Sabe delicioso —comentó Minho, ingiriendo una segunda probada.
Se sintió muy halagado tan pronto oyó eso.
—Es una ensalada tibia, tiene algunas verduras salteadas, otras crudas y hojas verdes. Aparte hay arroz ―le informó poniéndose contento de que Minho también disfrutara de su comida. ―¡Ah, lo olvidaba! La ensalada también tiene queso, a pedido de Changbin.
—Gracias, Min ―le agradeció y continuó―: Seungmin es vegetariano, por eso sabe hacer que un montón de verduras aburridas sepan tan bien —expuso mientras le pasaba la soda a Felix.
—Exacto, nosotros amamos sus recetas —añadió el pecoso.
Minho, quien no perdía oportunidad de juntar muchas verduras en el tenedor de un solo bocado, asintió atento a lo que sus amigos decían.
—Pues me encantaría que me llamaran cada vez que Seungmin cocina —confesó alegre y luego se dirigió solo al cocinero. —Esto está riquísimo.
—Muchas gracias, Minho.
Habían logrado, entre los tres, ponerlo colorado.
Continuaron con muchas otras conversaciones en los minutos siguientes. Felix contó que Changbin lo había ido a buscar al supermercado para pasar tiempo con Seungmin y ese gesto le causó mucha ternura. Preguntaron por la entrevista de trabajo y Seungmin se limitó a contar que no había sido admitido porque le faltaba un mes para ser mayor de edad, pero que debido a la amabilidad de Hyunjin, podría obtener aquel trabajo, ya que él se lo reservaría.
―¿Hyunjin te guardará el trabajo? ―indagó Minho sin poder creérselo. ―Qué raro, a él no le gusta involucrarse con el museo.
―Pues eso dijo él, veremos si lo cumple ―cerró Seungmin.
Nadie más preguntó por el tema y para él estuvo bien.
No quiso hablar del trato ni de lo que vendría, no estaba listo para explicar todo el trasfondo. Había muchos sentimientos encontrados detrás de ese simple acuerdo. Sentía que sería mucho peso para un solo día.
Pronto se hizo la hora de que Felix volviera al trabajo y con eso Changbin también se retiraría, pues debía acompañar a su novio devuelta a su puesto.
—¿Vienes, Minho? —inquirió el más bajo de la sala, Changbin.
Parecía que tanto el intruso número uno como el intruso número dos eran más cercanos a Changbin que a Felix.
—Quiero curiosear un rato más en Seungmin, después de descubrir su lado de cocinero vegetariano, tengo la corazonada de que tiene muchas cosas para contar de él mismo —admitió en voz en alta. —Vayan tranquilos, prometo no hacer nada que él no quiera.
Los otros dos soltaron una carcajada, el involucrado también, pero esta solo fue para quedar bien ante la palpable incomodidad que sentía.
¿Por qué rayos Minho querría pasar tiempo con él?
Sus mejillas se tiñeron de un lindo rosa. En su interior algo explotó cuando escuchó que Minho estaba interesado en saber de él, no recordaba la última vez que alguien quiso preguntar acerca de su vida, por lo que estaría accesible que respondiera las preguntas pactadas por el chico de largas pestañas.
En cuanto Felix y Changbin salieron de la casa con un bonito saludo, Minho empezó.
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